CASAS MUERTAS Y OFICINA Nº 1
"Casas muertas", es la denuncia del mal morir de una ciudad aniquilada por el paludismo, el gamonalismo y las guerras civiles. Enfermedad, autoritarismo y violencia aparecen aquí como tres fantasmas que son uno solo, el que atestigua y propicia la lenta caída de Ortiz, el pueblo donde ha muerto Sebastián, el pueblo en el que Carmen Rosa tendrá que decidir si se queda o se va, ese pueblo donde como ningún sitio se vivió el pasado, pero donde ahora lo que priva es la urgencia, la inmediatez, la crudísima realidad del presente. Casas muertas es uno de los libros más conocidos de su autor, Miguel Otero Silva.
En la novela de Miguel Otero Silva, un pueblo llamado Ortíz prácticamente desaparece víctima del paludismo y la emigración de sus habitantes a zonas centrales y áreas petroleras. Hoy hablaba con una amiga y decíamos que “Casas muertas” se había hecho realidad. Fui a visitar el pueblo donde crecí y me encontré con Ortíz, escarbé y encontré cierta belleza aún pero sospecho que se trata de la nostalgia y los recuerdos que ahí construí.
“Se fue la gente joven”, me dijo una tía. Y sí, queda mucha gente mayor, gente para la que empezar desde cero no es una posibilidad, gente que “guapea” y se adapta a las vicisitudes de cortes de luz de hasta 12 horas, de camiones de basura que no pasan en semanas, quedarse sin gas, hacer chicharrones con el cuero del pollo y tener que priorizar entre pintar la casa o arreglar una gotera.
Uno que otro niño juega en la calle con palos y piedras pero tengo la teoría de que quedan más perritos callejeros tomando una siesta en la sombra. Fui a mi antiguo liceo y encontré salones de clases que mezclan dos grados en uno, dos profesores se mezclan las asignaturas y exposiciones, no hay suficientes estudiantes y la infraestructura ya no da para más.
Muchas casas abandonadas, sus habitantes se fueron, muchos cruzaron el Darién y sus familias ahora cuentan sus odiseas en el porche de la casa, hacen videollamadas que se cortan a los pocos minutos. En esas casas solo queda la maleza que se va devorando la fachada o un tío borracho que se quedó y vendió los muebles.
De chamo me sentaba todas las tardes en un murito a ver pasar motos, fui a visitar el lugar y no había nadie, en el fondo esperaba ver chamos nuevos pero sólo quedaba el monte que no había sido cortado en meses. Nos fuimos.
En el cementerio mi papá encontró un mausoleo de un tal J. V. Gómez, investigué y no es ese Gómez, o quizás sí, quizás como en la novela, el dictador también fusiló al pueblo y se echó a dormir.
Es la crónica de un pueblo tropical, Ortiz, condenado a desaparecer por la decrepitud de sus propias estructuras y el desánimo de sus antiguos pobladores. Magistralmente escrita, con serenidad y concisión, pero también con melancolía y momentos de concentrado lirismo, sus personajes cautivan por su intensidad sin estridencias ni detalles superfluos, desde la primera escena funeraria hasta que Carmen Rosa abandona el pueblo para iniciar la nueva etapa de la moderna Venezuela.
OFICINA Nº 1: La novela narra el nacimiento de un campo petrolero en torno al pozo Oficina N.º 1, primero del oriente de Venezuela, que fue perforado por la 'Venezuelan Gulf'. La novela sigue la transformación del pozo en un pueblo petrolero, que en la vida real corresponde a la ciudad de El Tigre, y su desarrollo anárquico. Esta novela es una continuación de Casas muertas.
VER+:
En "Casas Muertas", Miguel Otero Silva nos transporta al pueblo de Ortiz, un lugar devastado por el abandono y la enfermedad, donde sus habitantes luchan contra el olvido y la desolación.
"Casas Muertas" no es solo una narración sobre la decadencia de un pueblo, sino también una metáfora de los ciclos históricos de Venezuela. Una historia llena de simbolismo que refleja las consecuencias del abandono social, pero también el anhelo de quienes sueñan con un futuro mejor.
En Oficina N° 1 (1961), Miguel Otero Silva retoma la historia que inició en Casas muertas. Carmen Rosa, la joven que huyó del pueblo muerto de Ortiz, llega al oriente del país atraída por la fiebre del petróleo. Pero el progreso prometido se convierte en una nueva forma de injusticia: el país agrario muere y nace el país petrolero, con los mismos males.
¿Crees que el petróleo realmente transformó a Venezuela o solo cambió la forma de nuestra dependencia?


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