EL Rincón de Yanka: 🦔🦊 LIBRO "EL ERIZO Y LA ZORRA": TOLSTOI Y SU VISIÓN DE LA HISTORIA por ISAIAH BERLIN

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lunes, 6 de octubre de 2025

🦔🦊 LIBRO "EL ERIZO Y LA ZORRA": TOLSTOI Y SU VISIÓN DE LA HISTORIA por ISAIAH BERLIN

EL ERIZO Y LA ZORRA:
TOLSTOI Y SU VISIÓN DE LA HISTORIA
🦔🦊


El autor analiza las distintas formas de concebir el mundo a partir de la figura de Lev Tolstói

Hay un verso entre los fragmentos del poeta griego Arquíloco que dice: «La zorra sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una importante». 
La fórmula, según Isaiah Berlin, puede servir para diferenciar a dos clases de pensadores, de artistas, de seres humanos en general: aquellos que poseen una visión central, sistematizada, de la vida, un principio ordenador en función del cual tienen sentido y se ensamblan los acontecimientos históricos y los menudos sucesos individuales, la persona y la sociedad, y aquellos que tienen una visión dispersa y múltiple de la realidad y de los hombres, que no integran lo que existe en una explicación y orden coherente, pues perciben el mundo como una compleja diversidad. Berlin, luego de formularla, se apresura a prevenirnos contra los peligros de cualquier clasificación de esa naturaleza. En efecto, ellas pueden ser artificiales y hasta absurdas. Pero la suya no lo es. Todo lo contrario: muerde en carne viva y resulta iluminadora para entender dos actitudes ante la vida que se proyectan en todos los campos de la cultura». Mario Vargas Llosa

UN HÉROE DE NUESTRO TIEMPO
PRÓLOGO DE MARIO VARGAS LLOSA

UN FILÓSOFO DISCRETO (MODESTO; NO MEDIOCRE).

Hace años leí, en traducción de Alianza editorial, libro sobre Marx, tan claro, limpio de prejuicios y sugestivo, que pasé un buen tiempo tratando de encontrar otros libros de su autor: Isaiah Berlin. Después supe, que hasta hace relativamente poco, obra de éste, era difícil de leer, pues se hallaba dispersa, para no decir enterrada, en publicaciones académicas. Con excepción de sus libros sobre “Vico y Herder y los Cuatro Ensayos sobre la Libertad”, que circulaban en mundo de lengua inglesa, grueso de su obra, vivía recoleta vida de biblioteca y revista especializada.

Ahora, gracias a discípulo, Henry Hardy, que ha reunido sus ensayos, éstos se ponen al alcance del público en 4 volúmenes: “Russian Thinkers”, “Against the Current”, “Concepts and Categories” y “Personal Impressions”. Se trata de acontecimiento, pues Isaiah Berlin; -de origen latvio, pero criado y educado en Inglaterra, donde ha sido profesor de Teoría social y política, en Oxford, y Presidente de Academia Británica; es una de mentes más notables de nuestro tiempo, un pensador político y filósofo social de extraordinaria sabiduría, cuyas obras, a la vez que producen raro placer por su versación y brillantez intelectuales, prestan ayuda invalorable, para entender en toda su complejidad, problemas morales e históricos, que enfrenta hombre contemporáneo.

Profesor Berlin, cree apasionadamente, en ideas y en influencia que éstas tienen en conducta de individuos y de sociedades. Al mismo tiempo, sin embargo, como buen pragmático, está consciente del espacio que suele abrirse, entre ideas y palabras que pretenden expresarlas, y entre éstas, y los hechos que dicen materializarlas. Sus libros, pese a densidad intelectual que pueden tener, jamás nos parecen abstractos; como nos lo parecen, por ejemplo, los de un Michel Foucault o últimos de Roland Barthes; resultado de un virtuosismo especulativo y retórico, que en un momento, cortó amarras con la realidad, sino que, en Berlin, están firmemente arraigados en experiencia común de la gente. Colección de ensayos “Russian Thinkers”, constituye fresco épico de Rusia decimonónica, en el aspecto intelectual y político, pero personajes más descollantes, no son hombres sino ideas: éstas brillan, se mueven, rivalizan y cambian con vivacidad con la que lo hacen héroes de buena novela de aventuras.

Así como en otro bello libro de tema parecido “Hacia la Estación de Finlandia”, de Edmund Wilson; pensamiento de protagonistas parecía transpirar de retrato persuasivo y multicolor que hacía autor de sus personas, aquí, en cambio, son los conceptos que formularon, ideales y argumentos con que se enfrentaron uno a otro, sus intuiciones y conocimientos, los que dibujan figuras de Tolstoi, de Herzen, de Belinski, de Bakunin y de Turguéniev, lo que los vuelve plausibles o censurables. Pero, más todavía que “Russian Thinkers”, conjunto de textos de “Against the Current” (Contra la Corriente), quedará sin duda, como principal contribución del profesor Berlin, a cultura de nuestro tiempo.

También, cada ensayo de esta obra maestro, se lee como un capítulo de novella, cuya acción transcurre en mundo del pensamiento, y en la que príncipes y villanos son las ideas. Maquiavelo, Vico, Montesquieu, Hume, Sorel, Marx, Disraeli, hasta Verdi, cobran, por obra de este erudito, que no pierde jamás la mesura, y al que nunca, la rama enturbia visión del bosque, una formidable actualidad, y las cosas que creyeron, propusieron o criticaron, iluminan poderosamente conflictos políticos y sociales, que creíamos equivocadamente específicos de nuestra época.

La más sorprendente característica de este pensador, es, a simple vista, la de carecer de un pensamiento propio. Parece sinsentido decir algo semejante, pero no lo es; pues, cuando uno lo lee, tiene impresión de que Isaiah Berlin consigue en sus ensayos, eso que, después de Flaubert (y gracias a él), han tratado de conseguir mayoría de novelistas modernos en sus novelas: abolirse, invisibilizarse, dar ilusión de que sus historias son autogeneradas. Hay muchas técnicas para «desaparecer al narrador» en una novela. Técnica que emplea profesor Berlin, para hacernos sentir que él, no está detrás de sus textos, es el “fair play”.

Es decir, escrupulosa limpieza moral, con que analiza, expone, resume y cita, pensamiento de los demás, atendiendo todas sus razones, considerando los atenuantes, limitaciones de época, no empujando jamás palabras o ideas ajenas, en una dirección u otra, para de este modo acercarlas a las propias. Esta objetividad en transmisión de lo inventado por los demás, hace que tengamos fantástica impresión, de que, en estos libros que dicen tantas cosas, Isaiah Berlin mismo no tenga nada personal que decir. Impresión rigurosamente falsa, claro está. “Fair play” (juego limpio) es sólo una técnica, que, como todas las técnicas narrativas, no tiene otra function, que la de hacer más persuasivo un contenido. Una historia que parece no contada por nadie en particular, que finge estarse haciendo a sí misma, por sí misma, en momento de la lectura, puede resultar más verosímil y hechicera para lector.

Un pensamiento que parece no existir por sí mismo, que nos llega indirectamente, a través de lo que pensaron en determinado momento de sus vidas, ciertos hombres eminentes, de épocas y culturas distintas, o que simula nacer, no del esfuerzo creativo de una mente individual, sino del contraste de concepciones filosóficas y políticas de otros, y de errores y vacíos de estas concepciones, puede ser más convincente, que aquel que se presenta, explícito y arrogante, como teoría singular. Discreción y modestia de Isaiah Berlin, son en realidad, astucia de su talento.

Debemos decir, que - es filósofo «reformista», defensor de soberanía individual, convencido a la vez, de necesidad de cambio y progreso social, y de inevitables concesiones que éstos exigen de aquélla; - es creyente en la libertad como alternativa práctica para individuos y naciones, aunque consciente de servidumbres que hacen pesar sobre esta opción de libertad, los condicionamientos económicos, culturales y políticos; y - que es decidido defensor de «pluralismo», es decir de tolerancia y coexistencia de ideas y formas de vida diferentes, y adversario resuelto de cualquier clase de despotismo, intelectual o social. Decir esto, creo que es decir algo cierto, pero también es, en cierto modo, privar a lector de placer de descubrirlo a través de ese método moroso, sutil, indirecto, de novelista; que utiliza profesor Berlin, para desenvolver sus convicciones.

Hace algunos años, perdí gusto a utopías políticas, esos apocalipsis, que prometen bajar el Cielo a la Tierra: y más bien, suelen provocar iniquidades tan graves, como las que quisieran remediar. Desde entonces, pienso que sentido común, es la más valiosa de las virtudes políticas.

Leyendo a Isaiah Berlin, he visto con claridad, algo que intuía de manera confusa. Verdadero progreso, aquel que ha hecho retroceder o desaparecer usos e instituciones bárbaras, que eran fuente de infinito sufrimiento para el hombre, y han establecido relaciones y estilos más civilizados de vida, se han alcanzado siempre gracias a aplicación sólo parcial, heterodoxa, deformada, de teorías sociales.

De teorías sociales en plural, lo que significa que sistemas ideológicos diferentes, a veces irreconciliables, han determinado progresos idénticos o parecidos. Requisito fue siempre que estos sistemas fueran flexibles, que pudieran ser enmendados, rehechos, cuando pasaban de lo abstracto a lo concreto, y se enfrentaban con experiencia diaria de seres humanos. Cernidor que no suele equivocarse, al separar en esos sistemas, lo que conviene o no conviene, a los hombres, es la razón práctica de éstos.

VERDADES CONTRADICTORIAS

Una constante en pensamiento occidental, es creer que existe una sola respuesta verdadera, para cada problema humano, y que una vez hallada esta respuesta, todas las otras deben ser rechazadas por erróneas. Creencia complementaria de la anterior y tan antigua como ella, es que más nobles ideales que animan a hombres: justicia, libertad, paz, placer, etc., son compatibles unos con otros. Para Isaiah Berlin, estas creencias son falsas, y de ellas, se han derivado buena parte de tragedias de humanidad. De este escepticismo, profesor Berlin extrae argumentos poderosos y originales, en favor de libertad de elección y pluralismo ideológico. Fiel a su método indirecto, Isaiah Berlin expone su teoría de verdades contradictorias, o de fines irreconciliables, a través de otros pensadores, en los que encuentra indicios, adivinaciones, de esta tesis. Así, por ejemplo, en su ensayo sobre Maquiavelo, nos dice que éste detectó, de manera involuntaria, casual, esta «inconfortable verdad»: que no todos los valores son necesariamente compatibles, que noción de única y definitiva filosofía, para establecer sociedad perfecta, es material y conceptualmente imposible.

Maquiavelo llegó a esta conclusión, al estudiar mecanismos de poder, y comprobar que ellos eran írritos a todos los valores de vida cristiana, que nominalmente, regulaban vida de Sociedad. Llevar «vida cristiana», aplicar rigurosamente normas éticas prescritas por ella, significaba condenarse a impotencia política, ponerse a merced de inescrupulosos y hábiles. Si se quería ser políticamente eficiente y construir comunidad «gloriosa» como Atenas o Roma, había que renunciar a educación cristiana, y reemplazarla por otra más apropiada, a ese fin. A profesor Berlin no le parece tan importante, que Maquiavelo propusiera esa disyuntiva como su intuición de que 2 términos de ella, eran igualmente persuasivos y tentadores, desde punto de vista moral y social.

Es decir, que autor de “El Príncipe”, advirtiera, que hombre podía verse desgarrado entre metas que lo solicitaban por igual, y que sin embargo, eran alérgicas una a la otra. Todas las utopías sociales, de Platón a Marx, han partido de un acto de fe: que ideales humanos, grandes aspiraciones de individuo y colectividad, son capaces de congeniar, que satisfacción de uno o varios de estos fines, no es obstáculo, para materializar también los otros. Quizá nada expresa mejor este optimismo que rítimico lema de Revolución francesa: «Libertad, igualdad, fraternidad».

Generoso movimiento que pretendió establecer gobierno de la razón, sobre la Tierra, y materializar estos ideales simples e indiscutibles, demostró al mundo, a través de sus repartidas carnicerías y múltiples frustraciones, que realidad social era más tumultuosa e impredecible de lo que suponían impecables abstracciones de filósofos, que habían prescrito recetas para felicidad de los hombres. Más inesperada demostración; que aún hoy muchos se niegan a aceptar; fue la de que estos ideales se repelían uno al otro, desde instante mismo en que pasaban de teoría a práctica; de que, en vez de apoyarse entre sí, se saboteaban. Revolucionarios franceses, descubrieron, asombrados, que libertad era fuente de desigualdad y que país en el que ciudadanos gozaran de una total o muy amplia capacidad de iniciativa y gobierno de sus actos y bienes, sería tarde o temprano, país escindido por numerosas desigualdades materiales y espirituales.

Así, para establecer la igualdad, imponen coacción, vigilancia y acción todopoderosa y niveladora del Estado. Que injusticia social fuera precio de la libertad, y dictadura el de la igualdad; y que fraternidad sólo pudiera concretarse de manera relativa y transitoria, por causas más negativas que positivas, como en caso de guerra o cataclismo, que aglutinan a población en movimiento solidario; es algo lastimoso y difícil de aceptar. Sin embargo, según Isaiah Berlin, más grave que aceptar este terrible dilema del destino humano, es negarse a aceptarlo (“jugar al avestruz”).

Por lo demás, por trágica que sea, esta realidad, permite sacar lecciones provechosas y pensadores políticos que intuyeron este conflicto; el de verdades contradictorias; han mostrado mayor aptitud para entender proceso de civilización, el fenómeno humano. Por camino distinto al de Maquiavelo, Montesquieu también advirtió como característica central, en el discurrir de humanidad, que fines de los hombres, fueron muchos y distintos, y a menudo incompatibles unos con otros, y que ésta era la raíz de choques entre civilizaciones, y de diferencias entre comunidad; de rivalidades entre clases y grupos; y … en la propia intimidad de la conciencia individual, de crisis y desgarramientos.

Como Montesquieu en S. XVIII, gran escritor e inconforme ruso Alexandre Herzen, percibe este dilema, en S. XIX, y ello le permite analizar más lúcidamente que otros contemporáneos, fracaso de revoluciones europeas de 1848 y 1849. Herzen es vocero privilegiado de Isaiah Berlin; sus afinidades son enormes, y uno entiende que le haya consagrado uno de sus más luminosos ensayos. Escepticismo tiene en ambos, signo curiosamente positivo y estimulante, es llamado a la acción, pues se refuerza con consideraciones pragmáticas y toques de optimismo.

Herzen fue uno de primeros en rechazar, como fuente de crímenes, noción de que existe futuro esplendoroso para humanidad, al que las generaciones presentes deben ser sacrificadas. Como Herzen, profesor Berlin recuerda a menudo, pruebas de política injusta, o libertad que naciera de opresión. Ambos, por eso, creen que en cuestiones sociales son siempre preferibles los éxitos mediocres pero efectivos, a grandes soluciones totalizadoras, fatalmente quiméricas.

Que haya verdades contradictorias, que ideales humanos puedan ser adversaries, no significa para Isaiah Berlin, que debamos desesperar y declararnos impotentes. Significa que debemos tener conciencia de importancia de libertad de elegir. Si no hay una sola respuesta para nuestros problemas, nuestra obligación es vivir constantemente alertas, poniendo a prueba las ideas, leyes, valores que rigen nuestro mundo, confrontándolos unos con otros, ponderando el impacto que causan en nuestras vidas, y eligiendo unos y rechazando o modificando los demás. Al mismo tiempo que argumento a favor de responsabilidad y libertad de elección, Isaiah Berlin ve en esta condición de destino humano, irrefutable razón para comprender que tolerancia, «pluralismo», son, más que imperativos morales, necesidades prácticas, para supervivencia de hombres.

Si hay verdades que se rechazan, y fines que se niegan, debemos aceptar posibilidad de error en nuestras vidas, y ser tolerantes para con él. También admitir que la diversidad; de ideas, acciones, costumbres, morales, culturas es única garantía que tenemos, para que error, si se entroniza, no cause demasiados estragos, ya que no existe solución para nuestros problemas, sino muchas y todas ellas precarias.

LAS 2 LIBERTADES

Palabra libertad se ha usado, al parecer, de doscientas maneras diferentes. Profesor Isaiah Berlin ha contribuido con 2 conceptos propios, a esclarecer esta noción, que con justicia, llama proteica: los de libertad «negativa» y «positiva». Aunque sutil y escurridizo, cuando se plantea en términos abstractos, este distingo entre 2 formas o sentidos de idea de libertad, resulta en cambio muy claro, cuando se trata de juzgar opciones concretas, situaciones históricas y políticas específicas. Y sirve, sobre todo, para entender a cabalidad, problema enmascarado tras artificiosa disyuntiva entre libertades «formales» y libertades «reales», que suelen esgrimir casi siempre aquellos que quieren suprimir las primeras.

Libertad está estrechamente ligada a coerción, es decir a aquello que la niega o limita. Se es más libre, en medida en que uno encuentra menos obstáculos para decidir su vida, según su propio criterio. Mientras menor sea autoridad que se ejerza sobre mi conducta; mientras ésta pueda ser determinada de manera más autónoma por mis propias motivaciones; mis necesidades, ambiciones, fantasías personales; sin interferencia de voluntades ajenas, más libre soy. Este es concepto «negativo» de libertad. Es concepto más individual que social, y absolutamente moderno. Nace en sociedades que han alcanzado alto nivel de civilización, y cierta afluencia. Parte de supuesto que soberanía de individuo, debe ser respetada, porque es ella, en última instancia, raíz de creatividad humana, de desarrollo intelectual y artístico, de progreso científico. Si individuo es sofocado, condicionado, mecanizado, fuente de creatividad queda cegada, y resultado es mundo gris y mediocre, pueblo de hormigas o robots.

Quienes defienden esta noción de libertad, ven siempre en el poder y la autoridad el peligro mayor y proponen por eso que, como es inevitable que existan, su radio de acción sea mínimo, sólo el indispensable para evitar el caos y la desintegración de la sociedad, y que sus funciones estén escrupulosamente regulados y controladas. Aunque pensadores como John Stuart Mill y Benjamin Constant fueron quienes defendieron con más ardor esta idea de la libertad, y liberalismo de S. XIX, fuera su expresión política más evidente, sería erróneo creer que libertad «negativa» se agota con ellos. En realidad, abarca algo mucho más vasto, diverso y permanente; es aspiración escondida detrás de sinnúmero de programas políticos, formulaciones intelectuales y maneras de actuar.

Es este concepto «negativo» de libertad, el que está detrás, por ejemplo, de todas las teorías democráticas, para las cuales, coexistencia de puntos de vista o credos diferentes, es indispensable, así como respeto de minorías, y el que alienta convicción de que libertades de prensa, de trabajo, de religión, de movimiento; o, en nuestros días, de comportamiento sexual; deben ser salvaguardadas, pues sin ellas, vida se empobrece y degrada. Cosas tan dispares como romanticismo literario, órdenes monásticas y el misticismo, algunas corrientes anarquistas, socialdemocracia, la economía de mercado y la filosofía liberal resultan vinculadas, por encima de sus grandes discrepancias, pues comparten esta noción de la libertad.

Pero no hay que pensar que en campo político, sólo sistemas democráticos la materializan. Isaiah Berlin muestra, que por paradójico que parezca, ciertas dictaduras que repugnan a conciencia, se acomodan con ella, y al menos en parte, la practican. En América Latina lo sabemos, como lo supieron españoles de años finales de Franco. Ciertas dictaduras de derecha, que ponen énfasis en libertades económicas, pese a abusos y crímenes que cometen, garantizan por lo común, margen más amplio de libertad «negativa» a ciudadanos, que democracias socialistas y socializantes. En tanto que libertad «negativa» quiere sobre todo limitar la autoridad, la «positiva» quiere adueñarse de ella, ejercerla. Esta noción es más social que individual, pues se funda en idea (muy justa) de que posibilidad que tiene cada individuo, de decidir su destino, está supeditada en buena medida, a causas «sociales», ajenas a su voluntad. ¿Cómo puede analfabeto disfrutar de libertad de prensa?

¿De qué le sirve libertad de viajar, a quien vive en la miseria? ¿Significa acaso lo mismo, libertad de trabajo a dueño de empresa, que para desempleado? En tanto que libertad «negativa», tiene en cuenta principalmente hecho de que individuos son diferentes, «positiva» considera ante todo, lo que tienen de semejante. A diferencia de aquélla, para la cual libertad está más preservada cuanto más se respetan variantes y casos particulares, ella estima que hay más libertad en términos sociales, cuanto menos diferencias se manifiestan en cuerpo social, cuanto más homogénea es una comunidad. Todas las ideologías y creencias totalizadoras, finalistas, convencidas de que existe meta última y única, para colectividad dada; nación, raza, clase o humanidad entera; comparten concepto “positivo” de libertad. De éste, se han derivado multitud de beneficios para hombre, y gracias a él, existe conciencia social: saber que desigualdades económicas, sociales y culturales, son mal corregible, y que pueden y deben ser combatidas.

Nociones de solidaridad humana, de responsabilidad social e idea de justicia, se han enriquecido y expandido gracias a concepto «positivo» de libertad, y éste ha servido también, para frenar o abolir iniquidades, como esclavitud, racismo, servidumbre y discriminación. Pero también este concepto de libertad, ha generado sus correspondientes iniquidades. Como general Pinochet y general Franco (de años «liberales») podían hablar de libertad «negativa» con cierta pertinencia, Hitler y Stalin podían, sin exagerar demasiado, decir que sus respectivos regímenes estaban estableciendo la verdadera libertad (la «positiva») en sus pueblos. Todas las utopías sociales, de derecha o izquierda, religiosas o laicas, se fundan en noción «positiva» de libertad.

Ellas parten de convencimiento de que en cada persona, hay además del individuo particular y distinto, algo más importante, un «yo» social idéntico, que aspira a realizar ideal colectivo, solidario, que se hará realidad en futuro dado, y al que debe ser sacrificado todo lo que lo impide u obstruye. Por ejemplo, aquellos «casos particulares» que constituyen amenaza contra armonía y homogeneidad social. Por eso, en nombre de esta libertad «positiva»; esa sociedad utópica futura, la de raza elegida triunfante, la de sociedad sin clases y sin estado o la ciudad de bienaventurados eternos; se han librado guerras crudelísimas, establecido campos de concentración, exterminado a millones de seres humanos, impuesto sistemas asfixiantes, y eliminado toda forma de disidencia y de crítica. Estas 2 nociones de libertad, son alérgicas la una a la otra, se rechazan recíprocamente, pero no tiene sentido tratar de demostrar, que una es verdadera y la otra falsa, pues aunque palabra de que ambas se sirven sea la misma, se trata de cosas distintas.

EL ERIZO Y EL ZORRO

Entre fragmentos conservados de poeta griego Arquíloco, uno dice: «muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una sola y grande». Fórmula, según Isaiah Berlin, puede servir para diferenciar a 2 clases de pensadores, de artistas, de seres humanos en general:

- aquellos que poseen visión central, sistematizada, de la vida; un principio ordenador en función del cual tienen sentido, y se ensamblan acontecimientos históricos y menudos sucesos individuales, persona y sociedad,

y - aquellos que tienen visión dispersa y múltiple de realidad y de hombres, que no integran lo que existe, en una explicación u orden coherente, pues perciben mundo como compleja diversidad, en la que, aunque hechos o fenómenos particulares gocen de sentido y coherencia, el todo es tumultuoso, contradictorio, inapresable.

Primera, es visión «centrípeta». Segunda «centrífuga».

Dante, Platón, Hegel, Dostoievski, Nietzsche, Proust fueron, según Isaiah Berlin, erizos. Y zorros: Shakespeare, Aristóteles, Montaigne, Moliere, Goethe, Balzac, Joyce. El profesor Berlin está, qué duda cabe, entre los zorros. Lo está no sólo por su concepción abierta, pluralista, del fenómeno humano, sino por astucia con que se las arregla para presentar sus formidables intuiciones y descubrimientos intelectuales, al sesgo, como simples figuras retóricas, accidentes del discurso o pasajeras hipótesis de trabajo. Metáfora de erizo y zorro, aparece al principio de su magistral ensayo sobre teoría de historia de Tolstoi y sus semejanzas con las de pensador ultramontano Joseph de Maistre; e Isaiah Berlin, luego de formularla, se apresura a prevenirnos contra peligros de cualquier clasificación de esta naturaleza.

En efecto, ellas pueden ser artificiales y hasta absurdas. Pero la suya no lo es. Todo lo contrario: muerde en carne viva, y resulta tan iluminadora para entender 2 actitudes ante la vida, que se proyectan en todos los campos de cultura; filosofía, literatura, política, ciencia; como lo era su distingo entre libertad «negativa» y «positiva», para entender problema de la libertad. Es cierto que hay visión «centrípeta», de erizo, que reduce, explícita o implícitamente, todo lo que ocurre y lo que es, a núcleo bien trabado de ideas, gracias a las cuales, caos de vida, se vuelve orden; y confusión de cosas, se torna transparente.

Es visión que se asienta a veces en la fe, como en san Agustín o en santo Tomás; a veces en la razón, como en Marqués de Sade, Marx o Freud, y que, por encima de grandes diferencias de forma y contenido y propósito (y, claro está, de talento) de sus autores, establece entre ellos, un parentesco. Ante todo, es totalizadora, dueña de instrumento universal, que permite llegar a raíz de todas las experiencias; de llave que permite conocerlas y relacionarlas.

Este instrumento, esta llave; gracia, inconsciente, pecado, relaciones sociales de producción, deseo; representa estructura general que sostiene la vida, y es al mismo tiempo, marco dentro del cual evolucionan, padecen o gozan, hombres y la explicación de por qué, y cómo lo hacen. Azar, lo accidental, lo gratuito, desaparecen del mundo (o quedan relegados a margen tan subalterno, que es como si no existieran), en visión de erizos. A diferencia de éstos, en los que predomina lo general, zorro está confinada en lo particular. Para ella, en última instancia, lo «general» no existe: sólo existen casos particulares; tantos y tan diversos unos de otros, que suma de ellos, no constituye unidad significativa, sino, más bien, confusión vertiginosa; magma de contradicciones.

Ejemplos literarios de Shakespeare y Balzac, que da Isaiah Berlin, son prototípicos. Obra de ambos, es hervidero extraordinario de individuos, que no se parecen, ni en sus motivaciones recónditas, ni en sus actos públicos; vasto abanico de conductas y morales, de posibilidades humanas. Críticos que tratan de extraer «constantes» de esos mundos, y resumir en interpretación singular, visión del hombre y vida que proponen, nos dan impresión de empobrecer o traicionar, a Shakespeare y a Balzac. Ocurre que no tenían una visión; tenían varias y contradictorias.

Disfrazado o explícito, en todo erizo hay un fanático; en una zorro, un escéptico. Quien cree haber encontrado una explicación última del mundo, termina por acuartelarse en ella, y negarse a saber nada de las otras. Quien es incapaz de concebir explicación de este género, termina, tarde o temprano, por poner en duda, que ella pueda existir. Gracias a erizos, se han llevado a cabo extraordinarias hazañas; descubrimientos, conquistas, revoluciones; pues para este género de empresas, se requiere casi inevitablemente, ese celo y heroísmo, que suele inspirar a sus adeptos; visión centrípeta y finalista, como la de cristianos y marxistas. Gracias a zorros, ha mejorado «calidad» de vida, pues nociones de tolerancia, respeto mutuo, permisibilidad, de libertad, son más fáciles de aceptar; y en ciertos casos, más necesarias para poder vivir; en aquellos que, incapaces de percibir orden único y singular en la vida, admiten tácitamente que haya varios y disímiles.

Hay campos, en los que, de manera natural, han prevalecido erizos. Política, por ejemplo, donde explicaciones totalizadoras, claras y coherentes, de problemas, son siempre más populares, y al menos en apariencia, más eficaces a la hora de gobernar. En artes y literatura, en cambio, zorros son más numerosas; no así en ciencias, donde éstas son minoría.

Profesor Berlin muestra, en caso de Tolstoi, que erizo y zorro pueden convivir, en misma persona. Genial novelista de lo «particular», prodigioso descriptor de diversidad humana, de protoplasmática diferencia de casos individuales que forman realidad cotidiana, feroz impugnador de todas las abstracciones de historiadores y filósofos que pretendían explicar dentro de sistema racional el desenvolvimiento humano; zorro Tolstoi; vivió hipnóticamente tentado por ambición de visión unitaria y central de la vida, y acabó por incurrir en ella, primero en determinismo histórico de “Guerra y Paz”, y sobre todo, en su profetismo religioso de últimos años.

Creo que caso de Tolstoi no es único; que todas los zorros vivimos envidiando perpetuamente a erizos. Para éstos, la vida siempre es más vivible. Aunque vicisitudes de existencia sean en ambos idénticas, por una misteriosa razón, sufrir y morir, resultan menos difíciles e intolerables; a veces, fáciles; cuando uno se siente poseedor de una verdad universal y central, pieza perfectamente nítida, dentro de ese mecanismo que es la vida, y cuyo funcionamiento cree conocer. Pero existencia de zorros, es asimismo, eterno desafío para erizos, el canto de sirenas que aturdió a Ulises. Porque, aunque sea más fácil vivir dentro de claridad y orden, es atributo humano irremediable, renunciar a esta facilidad, y a menudo, preferir sombra y desorden.

HÉROES DE NUESTRO TIEMPO

¿Qué influencia tiene individuo en historia? ¿Son los grandes acontecimientos colectivos, desenvolvimiento de humanidad, resultado de fuerzas impersonales, de mecanismos sociales, sobre los que personas aisladas, tienen escasa o nula intervención? ¿O, por el contrario, todo lo que ocurre, es generado primordialmente por visión, genio, fantasía y hazañas de ciertos hombres? A estas preguntas, parece querer responder último volumen de obras reunidas de Isaiah Berlin: “Personal Impressions”.

Libro contiene 14 textos, escritos entre 1948 y 1980, generalmente en elogio de políticos, académicos y escritores, para ser leídos en ceremonias universitarias o publicadas en periódicos. Pese a ser trabajos de circunstancias, y alguno de ellos de mero compromiso, en todos aparecen buena prosa, inteligencia, vasta cultura y estimulantes intuiciones de sus ensayos de más aliento. Conjunto forma galería de figuras representativas de aquellos que profesor Berlin considera más admirables, y dignos de respeto, entre sus contemporáneos, su antología personal de héroes de nuestro tiempo. Impresión más inmediata que lector se lleva de esa curiosa y a veces inesperada sociedad; en la q’conviven celebridades como Churchill y Pasternak, con oscuros ratones de biblioteca de Oxford; es que de Isaiah Berlin se puede decir, lo que, según él, pensaba uno de sus modelos (Einstein): que si hay que rendir homenaje a ciertos individuos, debe ser a aquellos que han logrado algo importante en campo de intelecto y cultura, antes que en el de conquista y poder.

Entre visión individualista, romántica, de historia, y visión colectivista y abstracta de positivismo y socialismo, profesor Berlin prefiere resueltamente la primera, aunque, como siempre, atenuándola, matizándola (pues toda posición rígidamente unilateral, es impensable en él). No niega que haya «fuerzas objetivas» en los procesos sociales. Pero no hay duda, pues sus artículos sobre Churchill, Roosevelt y Chaim Weizmann, lo dicen explícitamente, que, para él, intervención de individuos; líderes, gobernantes, ideólogos, en la historia, es fundamental y decisiva.

Que ellos pueden relegar esas «fuerzas objetivas» a segundo plano, determinando, en muchos casos, dirección de todo un pueblo, modelando su conducta, designios, e inculcándole energía y voluntad o espíritu de sacrificio, para defender ciertas causas, o materializar cierta política. Ni formidable, y durante buen tiempo, solitaria resistencia británica contra nazismo, hubiera sido lo mismo, sin Winston Churchill, ni New Deal; gran experimento social de «Nuevo trato», en favor de fórmulas más igualitarias y democráticas en Estados Unidos; lo que fue, sin Franklin D. Roosevelt, ni sionismo moderno y creación de Israel, hubieran tenido características que tuvieron, sin Chaim Weizmann.

Isaiah Berlin sabe de sobra, temibles deformaciones que ha tenido esta concepción de «héroe» como pivote de historia, demagogia que ha brotado en torno, desde libro de Carlyle hasta justificación de «caudillo» omnímodo que personifica a su pueblo, como Hitler, Stalin, Franco, Mussolini, Mao y tantos otros pequeños semidioses de hoy. Precisamente, convencido antitotalitario que hay en él, subraya en elogios, de aquellos 3 «héroes» suyos, que admiración que le merecen se debe, sobre todo, a que siendo grandes hombres, dotados de extraordinaria aptitud para influir sobre sus conciudadanos y precipitar cambios en sociedad, actuaran siempre dentro de marco democrático, respetuosos de legalidad, tolerantes para con crítica y adversarios y obedientes de veredicto electoral. Es esta condición de «caudillos» amantes de ley y libertad, que, según Berlin, aproxima a conservador Churchill, a demócrata Roosevelt y a liberal Weizmann, por sobre sus diferencias doctrinarias.

Pero historia no la hacen únicamente políticos, ni consta sólo de hechos objetivos. En panteón civil de Isaiah Berlin, figuran en lugar privilegiado, estudiosos, pensadores, enseñantes. Es decir, todos aquellos que producen, critican o diseminan ideas. Igual que en sus otros libros, en éste también es manifiesta, convicción de profesor Berlin de que aquéllas son fuerza motriz de la vida, telón sobre el cual se inscriben ocurrencias sociales, y llaves para entender realidad exterior, y entrar a explorar intimidad del hombre. Su entusiasmo se vuelca por eso, sin reservas, hacia aquellos que como Einstein, innovaron radicalmente nuestro conocimiento de mundo físico, o, como Aldous Huxley y Maurice Bowra, o poetas Anna Ajmátova y Boris Pasternak, enriquecieron espiritualmente, época en que vivieron, cuestionando valores intelectuales establecidos, y explorando nuevos temas de reflexión, o creando obras cuyas belleza y profundidad, sirvieron a la vez, de goce e iluminación a los demás. En el racionalista convencido que es Isaiah Berlin hay también un moralista.

Aunque no lo diga con estas mismas palabras, de sus «elogios» se desprende, que para él, es difícil, acaso imposible, disociar grandeza intelectual y artística, de individuo de su rectitud ética. Todas las personas que desfilan por estas páginas reverentes, son de signo positivo, simultáneamente en 2 órdenes: intelectual y moral; a tal extremo, que a veces tenemos sensación de que estos 2 órdenes fueron para el profesor Berlin, uno solo. Es verdad que algunos de sus hombres ejemplares, como historiador L. B. Namier, lucen psicologías difíciles y por momentos inaguantables; pero en todos ellos, hay, siempre, en base de personalidad, nobleza de sentimientos, generosidad, decencia, pureza de propósitos. Isaiah Berlin es tan persuasivo, que cuando uno lo lee, hasta esto está dispuesto a creerle: que talento y virtud van unidas.

Pero ¿es así? Entre autores que he leído estos últimos años, Isaiah Berlin es uno de los que más me ha impresionado. Sus opiniones filosóficas, históricas y políticas, me parecen esclarecedoras, compartibles. Sin embargo, pienso que aunque tal vez muy pocos en nuestros días hayan visto de manera tan penetrante como él, lo que es la vida; la de individuo en sociedad, la de sociedades en el tiempo, impacto de ideas en experiencia cotidiana; hay toda una dimensión del hombre que no asoma, o lo hace de manera furtiva, en su visión: aquella que describió, mejor que nadie, George Bataille.

Ese mundo de sinrazón que subyace, y a veces obnubila y mata a la razón; el de inconsciente, que en dosis siempre inverificables y dificilísimas de detectar, impregna, orienta y a veces esclaviza la conciencia; el de esos oscuros instintos, que por inesperados caminos surgen de pronto súbitamente, para competir con ideas, y a menudo sustituirlas como resortes de acción, e incluso destruir lo que ellas construyen. Nada más alejado de visión limpia, serena, armoniosa, lúcida y sana, del hombre que tiene Isaiah Berlin, que concepción sombría, confusa, enferma y ardiente, de Bataille. Y, sin embargo, sospecho que vida es probablemente algo que abraza y confunde en una sola verdad, en su poderosa incongruencia, a esos 2 enemigos.
MARIO VARGAS LLOSA
WASHINGTON, NOVIEMBRE, 1980


Hay que leer su concepto de libertad negativa y positiva. La libertad negativa protege la esfera individual frente a la intromisión. La libertad positiva busca garantizar las condiciones para que el individuo pueda autodeterminarse. Berlin no las presenta como conceptos mutuamente excluyentes, pero sí subraya que existe un conflicto entre ambas cuando se llevan al extremo: demasiada libertad negativa puede llevar a la desigualdad y dominación de los más fuertes; demasiada libertad positiva puede justificar la coacción en nombre del “verdadero yo”.

Berlin. El erizo y la zorra..pdf by Daniel Felipe Garavito Rincón