LEVIATÁN
La vida y obra de Thomas Hobbes, uno de los filósofos más influyentes de la historia, fundador del pensamiento político moderno.
Thomas Hobbes fue un pensador controvertido en la historia de la filosofía. Ya en su época se hizo famoso por sus extraordinarios conocimientos de física, matemáticas, geometría, filosofía y teología. Sus contemporáneos lo admiraron por su saber, pero igualmente lo temieron y hasta lo odiaron, esto último debido a la contundencia y al radicalismo de algunas de sus ideas políticas. Pesimista acérrimo, fue también moralista e interpretó la naturaleza humana como inclinada al mal, de ahí que hubiera que ponerle límites mediante las leyes justas.
A lo largo de su vida trataría personalmente con muchos de los intelectuales de su tiempo, como Descartes o Galileo, sabio universal cuyo método científico influenció en la obra de Hobbes. Leviatán, un libro enigmático y extraño pero muy consecuente dentro de la teoría política, lo convertiría en uno de los grandes maestros de la historia de las ideas.
Conocido como «el monstruo de la política», Hobbes pensó su época hasta el final: las incesantes guerras civiles y continentales, las pugnas religiosas que asolaban Europa en los siglos XVI y XVII, y las crueldades de los seres humanos condujeron al pensador de Malmesbury a reinterpretar el ideal de alcanzar una paz y una armonía perfectas para la Humanidad. Sus concepciones alcanzarían gran repercusión en las teorías liberales, positivistas, decisionistas y contractuales del siglo XX.
Haciendo referencia y escribiendo con espléndida maestría, el autor hace referencia al monstruo bíblico más temido para explicar y justificar la existencia de un Estado absolutista que subyuga a sus ciudadanos. Escrito en el año 1651, su obra ha sido de gran inspiración en las ciencias políticas y, paradójicamente, en la evolución del derecho social.
En las escrituras bíblicas
Tal y como apuntamos anteriormente, el personaje del Leviatán proviene de la mitología y de las escrituras de la Bíblia, cuyos gobiernos de la Edad Media utilizaban para justificar los gobiernos reales “por la gracia de Dios”.
El Leviatán es un ser temible que no tiene piedad, escrúpulos ni compasión. Es de una envergadura gigantesca y, según el Antiguo Testamento, se le ha relacionado con el mismísimo demonio y que fue derrotado por Dios para hacer prevalecer el bien sobre el mal.
Pero... ¿dónde está la relación entre este monstruo y el rol del Estado, según Hobbes?
Thomas Hobbes y su adaptación política del Leviatán
Thomas Hobbes nació en Inglaterra el año 1588 en una época histórica donde la gran Bretaña se veía amenazada por la temida e invencible Armada Española. Este filósofo se graduó en la Universidad de Oxford en estudios escolásticos y de lógica filosófica que, influenciado por autores como Pierre Gassendi y René Descartes, se le consideraría un autor clave en el desarrollo de la teoría política occidental.
Volviendo a su obra, el Leviatán es un libro que está formado por 4 partes, donde explica la relación entre el hombre y el Estado mediante un pacto consensuado en la relación de poder entre mandado y mandatario.
Básicamente, el Leviatán, el Gobierno, es una figura terrorífica pero necesaria que, para Hobbes, sirve para hacer que predomine una cierta paz y orden, necesarias para que la civilización progrese y os individuos no amenacen ni sufran amenazas o ataques por parte de otros individuos.
1. El Hombre
En esta parte se analiza al hombre como individuo humano, ser del conocimiento y la sabiduría. El hombre se hace y desarrolla mediante la experiencia; experiencia que se define como la repetición de actos y vivencias que darán forma a la sociedad. Éste hará uso de la palabra para llevar a cabo la imposición de la verdad, mediante la oratoria y el discurso político.
El problema surge con los deseos mismos del hombre. Debido a los impulsos materiales y pasionales de las personas, los intereses individuales siempre se tornarán en contra de los otros, generando así un conflicto, especialmente por la búsqueda de poder y riquezas.
En este enclave se pronunció Hobbes en lo que será recordada como una de las frases más célebres de la humanidad: “homo homini lupus est” (el hombre es un lobo para el hombre). Por esta razón, los pilares en la construcción de la sociedad son la ética, la moral y la justicia. Pero, para Hobbes, hace falta algo más.
2. El Estado
Es en este espacio de acción donde Hobbes introducirá el concepto de “Pacto Social” o “Contrato Social”, manipulado y elaborado por los hombres para asegurar la seguridad y protección individual para poder acabar así con los conflictos enfrentados por los intereses individuales.
Es en el Estado donde priman las leyes morales por encima de las leyes naturales. Esto es, que prevalecen los deseos colectivos versus los deseos pasionales de los hombres. Para Hobbes, la única función del gobierno es establecer y asegurar la paz, la estabilidad en la sociedad.
El autor solo defiende tres posibles modelos de gobierno: la monarquía (su preferida), la aristocracia y la democracia, en este preciso orden. Tiene preferencia por el absolutismo porque justifica el bien común, donde los intereses privados y públicos son uno, admitiendo que “es imposible que si un Rey es rico, su pueblo sea pobre”.
3. El Estado Cristiano
Thomas Hobbes era un creyente declarado, pero no por ello el destino de un pueblo entero quedaba supeditado a la divinidad. Es más, llegó a poner en duda los Diez Mandamientos de Moisés por una ausencia de pruebas que demuestren quién y por qué propósito real se dictaron esas leyes.
Por consiguiente, el autor enfatizó mucho en la dependencia de la Iglesia con el soberano, en este caso el monarca, para evitar interpretaciones pretenciosas que perjudiquen al bien común, a la paz que tanto defendía.
Concluye atribuyendo un papel secundario a la Iglesia, subordinada por el jefe supremo del Estado (los reyes católicos), y serán considerados los pastores supremos de su propio pueblo, ostentando el poder único de legislar para sus súbditos.
4. El Reino de la Oscuridad
Siendo quizás el apartado más controvertido, Hobbes hace una clara y dura crítica a las instituciones religiosas, a la Iglesia en particular. Nombra este capítulo “El Reino de la Oscuridad” como parte del entramado corrupto y cínico que ha tenido la casa de Dios a lo largo de la historia de los grandes imperios, como el Romano.
Acusa a las autoridades cristianas de haber faltado a la verdad, de querer imponer la ignorancia en beneficio propio y teniendo así a la masa bien adoctrinada...
EL MONSTRUO DE MALMESBURY'
El Leviatán que todo lo engulle:
por qué las ideas de Hobbes sostienen
las naciones que habitamos
Hace más de cuatro siglos desde que el filósofo inglés publicó su obra más influyente. Ahora, un ensayista español rescata su vida y legado para buscar respuestas a los grandes conflictos políticos de hoy en día.
Mi madre dio a luz a dos gemelos: yo mismo y el miedo". Se suele decir que durante sus años de infancia, el filósofo inglés del siglo XVI Thomas Hobbes, vivía atemorizado por la Armada Invencible de Felipe II. Lo cierto es que, en un período tan convulso para Inglaterra como el que le tocó vivir, daba igual de donde viniera la amenaza. El miedo estaba por todas partes. La posibilidad de pacificación social, lejana. Esta sensación de temor ante una invasión extranjera o a una guerra civil le acompañó durante toda su vida. Había quedado traumado por los conflictos bélicos internos acaecidos, por lo que su mayor preocupación filosófica nació de la necesidad de hacer frente al miedo con la razón para instaurar la paz en el territorio.
Y así, Hobbes abogó por la creación de un Estado soberano en el que todos sus ciudadanos depositaran sus derechos y libertades a cambio de seguridad y protección. De lo contrario, el pueblo estaría abocado hacia la autodestrucción por su egoísmo, su necesidad de preservación y su pavor a la muerte, el más capital de todos los temores. Su famosa frase "el hombre es un lobo para el hombre" figura en la cultura popular como un viejo cliché que retrata una visión muy pesimista del ser humano, condenado siempre a la rivalidad y al enfrentamiento armado. Pero más allá de este 'lied' argumental, la obra del filósofo inglés, denostada en su época y rescatada más de dos siglos después, sigue vigente en la actualidad tanto para bien como para mal, dependiendo del momento político en el que se encuentren los sujetos que vuelven a él.
Fue rechazado y repudiado por sus coetáneos bajo la categoría de "ateo", un calificativo que Hernández Arias compara con el actual "fascista"
"En tiempos de crisis políticas y conflictos sociales, la atención suele concentrarse en sus teorías sobre la soberanía o en los medios para pacificar la sociedad", admite José Rafael Hernández Arias, filósofo, ensayista y traductor, quien acaba de publicar 'Thomas Hobbes. La biografía del 'monstruo de la política' (Arpa, 2022) en el que repasa la vigencia que tiene su pensamiento hoy en día y las muchas lecturas que han hecho de su obra, así como la negativa opinión que se le adscribe en los círculos progresistas al considerarle como uno de los puntales ideólogos del totalitarismo o de las monarquías absolutistas. Pero, al final, las lecturas del ayer siempre vienen empañadas con los ojos del hoy, y en ese sentido, en períodos más estables o pacíficos, se le reconoce como uno de los mayores impulsores del derecho civil o la necesidad de que el ser humano pueda convivir en paz y armonía basándose en pactos contractuales entre las diferentes partes, aun estando en disputa.
Razón materialista frente a religión
Hobbes, a fin de cuentas, ocupa un lugar muy concreto dentro de toda la historia de la filosofía política, siendo frecuentemente situado al lado de otros pensadores como Maquiavelo. En su época, fue rechazado por sus coetáneos bajo la categoría de "ateo", un calificativo que Hernández Arias compara con el "fascista" que se suele emplear hoy en día para minar la reputación de una persona. No en vano, la mayor parte de los conflictos sociales que arrastraba la Vieja Europa venían a raíz de la religión, que en Inglaterra materializó en el protestantismo y su libertad de confesión (a pesar de la filiación de la Corona con el catolicismo), lo que dio lugar a distintas sectas religiosas que operaban para derrocar al poder político.
"Lo único que intenta es neutralizar el problema religioso, ya que era la principal razón de conflictos bélicos internos en la sociedad"
"Declararse o ser declarado 'ateo' equivalía a ser un sociópata en la época de Hobbes", argumenta Hernández Arias, en conversación telefónica con este periódico. "Si no crees en Dios, no podías jurar sobre nada, no crees ni en el rey ni en la ley, nadie podía fiarse de ti". Por tanto, la no confesión era perseguida, pues Dios era el que salvaguardaba en aquellos años el honor y la respetabilidad de una persona, así como sus (escasos) derechos y libertades. Se podía creer en el cristiano o en el protestante, pero lo que no se podía consentir era declararse ateo.
"El protestantismo se atomizó en distintas sectas con una relevancia política muy clara", añade el filósofo español.
"Estas disponían de una teología política que buscaba dinamitar en cierta manera la monarquía al introducir elementos democráticos, querer prescindir de la Iglesia de Inglaterra o leer la Biblia como ellos querían. Y claro, eso tuvo unas repercusiones sociales muy considerables, inspirando primero la Revolución Francesa y luego la Revolución rusa".
El empeño de Hobbes fue, pues, hallar un sistema político perfecto que protegiera la seguridad de sus ciudadanos siguiendo un método científico materialista, y con ello negar la especulación y el oscurantismo religioso, que delegaba en aspectos inmateriales el destino de las acciones humanas. "Él intenta partir de elementos físicos", recalca Hernández Arias, "prescindiendo de cualquier argumentación metafísica". Así, diseña una nueva metafísica que parte de los cuerpos y del movimiento de estos, motivo por el cual se le coloca el adjetivo de "mecanicista". Esta visión fue en su día revolucionaria, ya que basó sus teorías sobre el hombre y la naturaleza en la geometría de Galileo (a quien conoció personalmente en la cárcel), alejándose de la superstición y centrándose en una explicación del mundo puramente material.
"Él era cristiano, no ateo", puntualiza el filósofo. "Lo único que intenta es neutralizar el problema religioso, ya que era la principal razón de conflictos bélicos internos en la sociedad". Por un lado, concibe al ser humano como un cuerpo cuyo mayor miedo es la muerte, que tiende a conservar su vida a cualquier precio. "Pero, al mismo tiempo, Hobbes realiza una antropología política y resuelve que lo que le mueve al hombre son las pasiones, lo cual es un problema porque deben controlarse si quiere convivir en paz con los demás". Entonces, hace una lectura ética basada en el principio de no hacer aquello que no querrías que te hicieran a ti y establece una serie de derechos naturales. Lo que falta es una figura de autoridad que garantice esos derechos y deberes: el Leviatán o Estado, sobre el que recaerá la soberanía absoluta a cambio de ofrecer seguridad, paz y prosperidad al resto.
Nada de igualdad, pura soberanía
Aquí, Hobbes se distanciará de la visión aristotélica del mundo, la cual consideraba al ser humano como "un ser sociable por naturaleza" y, por tanto, destinado a llegar a acuerdos y a organizarse. La opinión del filósofo inglés será mucho más negativa: no, no hay sociabilidad, todos los cuerpos son movidos por intereses propios. Esto también le diferenciará de la visión de Rousseau, que será la mayoritaria una vez llegue la Ilustración y que ve con ojos más benévolos al ser humano en su estado inicial. Para Hobbes, ese "estado de la naturaleza" implica conflictos irresolubles, de ahí que curiosamente términos con una connotación tan positiva hoy en día como "igualdad" para él tuvieran una carga negativa. No, no puede haber hombres iguales porque eso les llevaría a la autodestrucción constante. Tiene que haber una sola autoridad encargada de velar por el bienestar de todos, el Leviatán.
¿Qué relación tiene el pensamiento de Hobbes con la corriente marxista? A fin de cuentas, el comunismo propuesto por Marx y Engels también aboga por un Estado fuerte que sea el centro de la vida social del individuo. Y, por otro lado, la doctrina hobbesiana no reconoce la propiedad privada, pues todos los bienes son de alguien solo si el Leviatán justifica y manifiesta que esos bienes le pertenecen. De ahí que "metan a Hobbes dentro del movimiento burgués incipiente que dará a luz al capitalismo liberal", remarca Hernández Arias. Algo diametralmente opuesto a lo que propondría Marx, la dictadura del proletariado que conduciría a una sociedad sin clases. Esto atenta contra los postulados de Hobbes, pues niega la igualdad económica y social en favor de una soberanía autocrática que despoja de todos los bienes y derechos a los ciudadanos a cambio de su seguridad y protección.
Tampoco cabría asignarle dentro de la tónica totalitaria del fascismo, ya que en todo momento propone un Estado ideológicamente neutro que vele por el bienestar de toda la nación, sin que factores como la raza sean excluyentes. Ello no le exime de ver a las monarquías absolutas como la forma de gobierno más perfecta que podría haber. ¿Por qué no una democracia liberal, como más tarde se iría consolidando? "Porque si el poder recae sobre un solo soberano, es lógico que haya menos corrupción que si cae sobre otros muchos más individuos", responde Hernández Arias. "La monarquía roba a unos pocos, mientras que si es un gobierno de muchos, estos robarán a muchos más".
Profeta de la política internacional de nuestros tiempos
Una de las ideas más brillantes que dejó el filósofo inglés y que recupera Hernández Arias es la convicción de que un estado de guerra entre Estados es preferible al estado de naturaleza entre individuos, puesto que mientras se desarrolla la guerra allende sus fronteras, se mantiene la paz dentro del territorio. Una teoría que se convierte en realidad durante el siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo se divide en dos bloques o 'superleviatanes':
Estados Unidos a un lado y la Unión Soviética en el otro. Nada garantiza más la paz interna que una guerra externa. Ante todo, el objetivo del Leviatán será evitar la guerra civil, que Hobbes alegoriza como una enfermedad terminal de los Estados.
"Las naciones son como gladiadores que pelean entre sí. La resolución es crear una especie de 'superleviatán' para mediar en conflictos"
"Nosotros pacificamos el interior, evitamos las tensiones internas y llevamos los conflictos fuera de nuestras fronteras", comenta el filósofo experto en Hobbes. Este es el pretexto político de tantos países para constituirse como imperialistas o colonialistas. Hay que hacer imperio, evitar cualquier espíritu de secesión interna (otra enfermedad del Estado), mantener la unidad. Y, una vez constituidos, el contexto internacional que se crea es el estado de naturaleza entre Estados, lo cual es más preferible a un estado de naturaleza entre individuos de un estado. "Esta es la corriente realista de las relaciones internacionales", explica Hernández Arias. "Las naciones son como gladiadores que pelean entre sí. La resolución que propone es crear una especie de 'superleviatán' para mediar en este tipo de conflictos, lo cual a día de hoy es un asunto vigente, por ejemplo, en los debates sobre el futuro de la Unión Europea. ¿Cómo se podría conseguir un gran Estado europeo con soberanías nacionales tan fuertes que cedan para llegar a pactos y acuerdos?".
Sin embargo, hay una salvedad en la lista de deberes que tienen los súbditos con su soberano. Esto es lo que Hobbes llama un "derecho de resistencia", el cual postula que en caso de que el Leviatán entre por capricho o interés personal en una guerra con otro Estado, el ciudadano tiene derecho a negarse a ir en calidad de soldado, pues prima más el deber del gobernante de velar por su seguridad y protección. Este es un conflicto de difícil resolución en Hobbes, pues al final contradice otras obligaciones que contrae el súbdito con su soberano. Sin embargo, y por desgracia, hemos podido asistir a esta situación que plantea Hobbes recientemente, con las imágenes de las fronteras rusas repletas de ciudadanos buscando asilo en naciones vecinas como Georgia ante su negativa a combatir en la guerra contra Ucrania.
Como decíamos, tristemente no hemos superado a nivel político muchos de los conflictos de intereses de los que advirtió Hobbes hace ya más de cuatro siglos, cuando defendió sus tesis para un Estado absolutista. Ahora, el territorio parece haber cambiado (la entrada de la cibernética como nuevo campo de juego, por ejemplo), pero las reglas son las mismas: Estados nación que pretenden conseguir soberanía mediante un estado de naturaleza con otros Estados, es decir, mediante el uso de la fuerza.
El 'Monstruo de Malmesbury'
Aunque la filosofía política de Hobbes parece superada, antigua, el Leviatán de la Edad Contemporánea lucha día a día por alcanzar su hegemonía, pensemos en otro nuevo actor internacional como China tras el ocaso de la Guerra Fría. En un mundo utópico, como concluye Hernández Arias, "habría un 'superleviatán' construido a partir de acuerdos y pactos entre todos los actores internacionales". Pero eso, lógicamente, sería un Estado mundial o universal que socavaría con la propia idea de soberanía nacional de cada país. Solo entonces y quizá, las teorías de 'el monstruo de Malmesbury', como le llama el experto español, quedarían superadas.
La ONU, un organismo nacido al calor del final de la Segunda Guerra Mundial, podría verse como ese intento fallido de 'superleviatán', ya que no es garantía de paz mundial y entre países. Por ello y por desgracia, no deberíamos extrañarnos por el clima de guerra internacional que planea desde hace meses y que parecía superado tras el fin de la Guerra Fría: la fuerza bruta propia del estado de naturaleza entre naciones no es más que la legitimización de su soberanía. La pugna de los lobos no ha terminado todavía.
VER+:
Hobbes. LEVIATAN [Fondo de Cultura Económica] by jolatan
Documental 2025: El Leviatán de Thomas Hobbes – El Origen del Contrato Social
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