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viernes, 1 de agosto de 2025

LIBRO "LEVIATÁN, O LA MATERIA, FORMA Y PODER DE UN ESTADO ECLESIÁSTICO Y CIVIL": por THOMAS HOBBES


LEVIATÁN 

THOMAS HOBBES

La vida y obra de Thomas Hobbes, uno de los filósofos más influyentes de la historia, fundador del pensamiento político moderno.
Thomas Hobbes fue un pensador controvertido en la historia de la filosofía. Ya en su época se hizo famoso por sus extraordinarios conocimientos de física, matemáticas, geometría, filosofía y teología. Sus contemporáneos lo admiraron por su saber, pero igualmente lo temieron y hasta lo odiaron, esto último debido a la contundencia y al radicalismo de algunas de sus ideas políticas. Pesimista acérrimo, fue también moralista e interpretó la naturaleza humana como inclinada al mal, de ahí que hubiera que ponerle límites mediante las leyes justas.

A lo largo de su vida trataría personalmente con muchos de los intelectuales de su tiempo, como Descartes o Galileo, sabio universal cuyo método científico influenció en la obra de Hobbes. Leviatán, un libro enigmático y extraño pero muy consecuente dentro de la teoría política, lo convertiría en uno de los grandes maestros de la historia de las ideas.
Conocido como «el monstruo de la política», Hobbes pensó su época hasta el final: las incesantes guerras civiles y continentales, las pugnas religiosas que asolaban Europa en los siglos XVI y XVII, y las crueldades de los seres humanos condujeron al pensador de Malmesbury a reinterpretar el ideal de alcanzar una paz y una armonía perfectas para la Humanidad. Sus concepciones alcanzarían gran repercusión en las teorías liberales, positivistas, decisionistas y contractuales del siglo XX.

Haciendo referencia y escribiendo con espléndida maestría, el autor hace referencia al monstruo bíblico más temido para explicar y justificar la existencia de un Estado absolutista que subyuga a sus ciudadanos. Escrito en el año 1651, su obra ha sido de gran inspiración en las ciencias políticas y, paradójicamente, en la evolución del derecho social.

En las escrituras bíblicas

Tal y como apuntamos anteriormente, el personaje del Leviatán proviene de la mitología y de las escrituras de la Bíblia, cuyos gobiernos de la Edad Media utilizaban para justificar los gobiernos reales “por la gracia de Dios”.
El Leviatán es un ser temible que no tiene piedad, escrúpulos ni compasión. Es de una envergadura gigantesca y, según el Antiguo Testamento, se le ha relacionado con el mismísimo demonio y que fue derrotado por Dios para hacer prevalecer el bien sobre el mal.
Pero... ¿dónde está la relación entre este monstruo y el rol del Estado, según Hobbes?

Thomas Hobbes y su adaptación política del Leviatán

Thomas Hobbes nació en Inglaterra el año 1588 en una época histórica donde la gran Bretaña se veía amenazada por la temida e invencible Armada Española. Este filósofo se graduó en la Universidad de Oxford en estudios escolásticos y de lógica filosófica que, influenciado por autores como Pierre Gassendi y René Descartes, se le consideraría un autor clave en el desarrollo de la teoría política occidental.
Volviendo a su obra, el Leviatán es un libro que está formado por 4 partes, donde explica la relación entre el hombre y el Estado mediante un pacto consensuado en la relación de poder entre mandado y mandatario.
Básicamente, el Leviatán, el Gobierno, es una figura terrorífica pero necesaria que, para Hobbes, sirve para hacer que predomine una cierta paz y orden, necesarias para que la civilización progrese y os individuos no amenacen ni sufran amenazas o ataques por parte de otros individuos.

1. El Hombre

En esta parte se analiza al hombre como individuo humano, ser del conocimiento y la sabiduría. El hombre se hace y desarrolla mediante la experiencia; experiencia que se define como la repetición de actos y vivencias que darán forma a la sociedad. Éste hará uso de la palabra para llevar a cabo la imposición de la verdad, mediante la oratoria y el discurso político.
El problema surge con los deseos mismos del hombre. Debido a los impulsos materiales y pasionales de las personas, los intereses individuales siempre se tornarán en contra de los otros, generando así un conflicto, especialmente por la búsqueda de poder y riquezas.
En este enclave se pronunció Hobbes en lo que será recordada como una de las frases más célebres de la humanidad: “homo homini lupus est” (el hombre es un lobo para el hombre). Por esta razón, los pilares en la construcción de la sociedad son la ética, la moral y la justicia. Pero, para Hobbes, hace falta algo más.

2. El Estado

Es en este espacio de acción donde Hobbes introducirá el concepto de “Pacto Social” o “Contrato Social”, manipulado y elaborado por los hombres para asegurar la seguridad y protección individual para poder acabar así con los conflictos enfrentados por los intereses individuales.
Es en el Estado donde priman las leyes morales por encima de las leyes naturales. Esto es, que prevalecen los deseos colectivos versus los deseos pasionales de los hombres. Para Hobbes, la única función del gobierno es establecer y asegurar la paz, la estabilidad en la sociedad.
El autor solo defiende tres posibles modelos de gobierno: la monarquía (su preferida), la aristocracia y la democracia, en este preciso orden. Tiene preferencia por el absolutismo porque justifica el bien común, donde los intereses privados y públicos son uno, admitiendo que “es imposible que si un Rey es rico, su pueblo sea pobre”.

3. El Estado Cristiano

Thomas Hobbes era un creyente declarado, pero no por ello el destino de un pueblo entero quedaba supeditado a la divinidad. Es más, llegó a poner en duda los Diez Mandamientos de Moisés por una ausencia de pruebas que demuestren quién y por qué propósito real se dictaron esas leyes.
Por consiguiente, el autor enfatizó mucho en la dependencia de la Iglesia con el soberano, en este caso el monarca, para evitar interpretaciones pretenciosas que perjudiquen al bien común, a la paz que tanto defendía.
Concluye atribuyendo un papel secundario a la Iglesia, subordinada por el jefe supremo del Estado (los reyes católicos), y serán considerados los pastores supremos de su propio pueblo, ostentando el poder único de legislar para sus súbditos.

4. El Reino de la Oscuridad

Siendo quizás el apartado más controvertido, Hobbes hace una clara y dura crítica a las instituciones religiosas, a la Iglesia en particular. Nombra este capítulo “El Reino de la Oscuridad” como parte del entramado corrupto y cínico que ha tenido la casa de Dios a lo largo de la historia de los grandes imperios, como el Romano.
Acusa a las autoridades cristianas de haber faltado a la verdad, de querer imponer la ignorancia en beneficio propio y teniendo así a la masa bien adoctrinada...


EL MONSTRUO DE MALMESBURY'

El Leviatán que todo lo engulle: 
por qué las ideas de Hobbes sostienen 
las naciones que habitamos


Hace más de cuatro siglos desde que el filósofo inglés publicó su obra más influyente. Ahora, un ensayista español rescata su vida y legado para buscar respuestas a los grandes conflictos políticos de hoy en día.
Mi madre dio a luz a dos gemelos: yo mismo y el miedo". Se suele decir que durante sus años de infancia, el filósofo inglés del siglo XVI Thomas Hobbes, vivía atemorizado por la Armada Invencible de Felipe II. Lo cierto es que, en un período tan convulso para Inglaterra como el que le tocó vivir, daba igual de donde viniera la amenaza. El miedo estaba por todas partes. La posibilidad de pacificación social, lejana. Esta sensación de temor ante una invasión extranjera o a una guerra civil le acompañó durante toda su vida. Había quedado traumado por los conflictos bélicos internos acaecidos, por lo que su mayor preocupación filosófica nació de la necesidad de hacer frente al miedo con la razón para instaurar la paz en el territorio.

Y así, Hobbes abogó por la creación de un Estado soberano en el que todos sus ciudadanos depositaran sus derechos y libertades a cambio de seguridad y protección. De lo contrario, el pueblo estaría abocado hacia la autodestrucción por su egoísmo, su necesidad de preservación y su pavor a la muerte, el más capital de todos los temores. Su famosa frase "el hombre es un lobo para el hombre" figura en la cultura popular como un viejo cliché que retrata una visión muy pesimista del ser humano, condenado siempre a la rivalidad y al enfrentamiento armado. Pero más allá de este 'lied' argumental, la obra del filósofo inglés, denostada en su época y rescatada más de dos siglos después, sigue vigente en la actualidad tanto para bien como para mal, dependiendo del momento político en el que se encuentren los sujetos que vuelven a él.
Fue rechazado y repudiado por sus coetáneos bajo la categoría de "ateo", un calificativo que Hernández Arias compara con el actual "fascista"
"En tiempos de crisis políticas y conflictos sociales, la atención suele concentrarse en sus teorías sobre la soberanía o en los medios para pacificar la sociedad", admite José Rafael Hernández Arias, filósofo, ensayista y traductor, quien acaba de publicar 'Thomas Hobbes. La biografía del 'monstruo de la política' (Arpa, 2022) en el que repasa la vigencia que tiene su pensamiento hoy en día y las muchas lecturas que han hecho de su obra, así como la negativa opinión que se le adscribe en los círculos progresistas al considerarle como uno de los puntales ideólogos del totalitarismo o de las monarquías absolutistas. Pero, al final, las lecturas del ayer siempre vienen empañadas con los ojos del hoy, y en ese sentido, en períodos más estables o pacíficos, se le reconoce como uno de los mayores impulsores del derecho civil o la necesidad de que el ser humano pueda convivir en paz y armonía basándose en pactos contractuales entre las diferentes partes, aun estando en disputa.

Razón materialista frente a religión

Hobbes, a fin de cuentas, ocupa un lugar muy concreto dentro de toda la historia de la filosofía política, siendo frecuentemente situado al lado de otros pensadores como Maquiavelo. En su época, fue rechazado por sus coetáneos bajo la categoría de "ateo", un calificativo que Hernández Arias compara con el "fascista" que se suele emplear hoy en día para minar la reputación de una persona. No en vano, la mayor parte de los conflictos sociales que arrastraba la Vieja Europa venían a raíz de la religión, que en Inglaterra materializó en el protestantismo y su libertad de confesión (a pesar de la filiación de la Corona con el catolicismo), lo que dio lugar a distintas sectas religiosas que operaban para derrocar al poder político.
"Lo único que intenta es neutralizar el problema religioso, ya que era la principal razón de conflictos bélicos internos en la sociedad"
"Declararse o ser declarado 'ateo' equivalía a ser un sociópata en la época de Hobbes", argumenta Hernández Arias, en conversación telefónica con este periódico. "Si no crees en Dios, no podías jurar sobre nada, no crees ni en el rey ni en la ley, nadie podía fiarse de ti". Por tanto, la no confesión era perseguida, pues Dios era el que salvaguardaba en aquellos años el honor y la respetabilidad de una persona, así como sus (escasos) derechos y libertades. Se podía creer en el cristiano o en el protestante, pero lo que no se podía consentir era declararse ateo.

"El protestantismo se atomizó en distintas sectas con una relevancia política muy clara", añade el filósofo español. 
"Estas disponían de una teología política que buscaba dinamitar en cierta manera la monarquía al introducir elementos democráticos, querer prescindir de la Iglesia de Inglaterra o leer la Biblia como ellos querían. Y claro, eso tuvo unas repercusiones sociales muy considerables, inspirando primero la Revolución Francesa y luego la Revolución rusa".

El empeño de Hobbes fue, pues, hallar un sistema político perfecto que protegiera la seguridad de sus ciudadanos siguiendo un método científico materialista, y con ello negar la especulación y el oscurantismo religioso, que delegaba en aspectos inmateriales el destino de las acciones humanas. "Él intenta partir de elementos físicos", recalca Hernández Arias, "prescindiendo de cualquier argumentación metafísica". Así, diseña una nueva metafísica que parte de los cuerpos y del movimiento de estos, motivo por el cual se le coloca el adjetivo de "mecanicista". Esta visión fue en su día revolucionaria, ya que basó sus teorías sobre el hombre y la naturaleza en la geometría de Galileo (a quien conoció personalmente en la cárcel), alejándose de la superstición y centrándose en una explicación del mundo puramente material.

"Él era cristiano, no ateo", puntualiza el filósofo. "Lo único que intenta es neutralizar el problema religioso, ya que era la principal razón de conflictos bélicos internos en la sociedad". Por un lado, concibe al ser humano como un cuerpo cuyo mayor miedo es la muerte, que tiende a conservar su vida a cualquier precio. "Pero, al mismo tiempo, Hobbes realiza una antropología política y resuelve que lo que le mueve al hombre son las pasiones, lo cual es un problema porque deben controlarse si quiere convivir en paz con los demás". Entonces, hace una lectura ética basada en el principio de no hacer aquello que no querrías que te hicieran a ti y establece una serie de derechos naturales. Lo que falta es una figura de autoridad que garantice esos derechos y deberes: el Leviatán o Estado, sobre el que recaerá la soberanía absoluta a cambio de ofrecer seguridad, paz y prosperidad al resto.

Nada de igualdad, pura soberanía

Aquí, Hobbes se distanciará de la visión aristotélica del mundo, la cual consideraba al ser humano como "un ser sociable por naturaleza" y, por tanto, destinado a llegar a acuerdos y a organizarse. La opinión del filósofo inglés será mucho más negativa: no, no hay sociabilidad, todos los cuerpos son movidos por intereses propios. Esto también le diferenciará de la visión de Rousseau, que será la mayoritaria una vez llegue la Ilustración y que ve con ojos más benévolos al ser humano en su estado inicial. Para Hobbes, ese "estado de la naturaleza" implica conflictos irresolubles, de ahí que curiosamente términos con una connotación tan positiva hoy en día como "igualdad" para él tuvieran una carga negativa. No, no puede haber hombres iguales porque eso les llevaría a la autodestrucción constante. Tiene que haber una sola autoridad encargada de velar por el bienestar de todos, el Leviatán.

¿Qué relación tiene el pensamiento de Hobbes con la corriente marxista? A fin de cuentas, el comunismo propuesto por Marx y Engels también aboga por un Estado fuerte que sea el centro de la vida social del individuo. Y, por otro lado, la doctrina hobbesiana no reconoce la propiedad privada, pues todos los bienes son de alguien solo si el Leviatán justifica y manifiesta que esos bienes le pertenecen. De ahí que "metan a Hobbes dentro del movimiento burgués incipiente que dará a luz al capitalismo liberal", remarca Hernández Arias. Algo diametralmente opuesto a lo que propondría Marx, la dictadura del proletariado que conduciría a una sociedad sin clases. Esto atenta contra los postulados de Hobbes, pues niega la igualdad económica y social en favor de una soberanía autocrática que despoja de todos los bienes y derechos a los ciudadanos a cambio de su seguridad y protección.

Tampoco cabría asignarle dentro de la tónica totalitaria del fascismo, ya que en todo momento propone un Estado ideológicamente neutro que vele por el bienestar de toda la nación, sin que factores como la raza sean excluyentes. Ello no le exime de ver a las monarquías absolutas como la forma de gobierno más perfecta que podría haber. ¿Por qué no una democracia liberal, como más tarde se iría consolidando? "Porque si el poder recae sobre un solo soberano, es lógico que haya menos corrupción que si cae sobre otros muchos más individuos", responde Hernández Arias. "La monarquía roba a unos pocos, mientras que si es un gobierno de muchos, estos robarán a muchos más".

Profeta de la política internacional de nuestros tiempos

Una de las ideas más brillantes que dejó el filósofo inglés y que recupera Hernández Arias es la convicción de que un estado de guerra entre Estados es preferible al estado de naturaleza entre individuos, puesto que mientras se desarrolla la guerra allende sus fronteras, se mantiene la paz dentro del territorio. Una teoría que se convierte en realidad durante el siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el mundo se divide en dos bloques o 'superleviatanes': 
Estados Unidos a un lado y la Unión Soviética en el otro. Nada garantiza más la paz interna que una guerra externa. Ante todo, el objetivo del Leviatán será evitar la guerra civil, que Hobbes alegoriza como una enfermedad terminal de los Estados.
"Las naciones son como gladiadores que pelean entre sí. La resolución es crear una especie de 'superleviatán' para mediar en conflictos"
"Nosotros pacificamos el interior, evitamos las tensiones internas y llevamos los conflictos fuera de nuestras fronteras", comenta el filósofo experto en Hobbes. Este es el pretexto político de tantos países para constituirse como imperialistas o colonialistas. Hay que hacer imperio, evitar cualquier espíritu de secesión interna (otra enfermedad del Estado), mantener la unidad. Y, una vez constituidos, el contexto internacional que se crea es el estado de naturaleza entre Estados, lo cual es más preferible a un estado de naturaleza entre individuos de un estado. "Esta es la corriente realista de las relaciones internacionales", explica Hernández Arias. "Las naciones son como gladiadores que pelean entre sí. La resolución que propone es crear una especie de 'superleviatán' para mediar en este tipo de conflictos, lo cual a día de hoy es un asunto vigente, por ejemplo, en los debates sobre el futuro de la Unión Europea.  ¿Cómo se podría conseguir un gran Estado europeo con soberanías nacionales tan fuertes que cedan para llegar a pactos y acuerdos?".

Sin embargo, hay una salvedad en la lista de deberes que tienen los súbditos con su soberano. Esto es lo que Hobbes llama un "derecho de resistencia", el cual postula que en caso de que el Leviatán entre por capricho o interés personal en una guerra con otro Estado, el ciudadano tiene derecho a negarse a ir en calidad de soldado, pues prima más el deber del gobernante de velar por su seguridad y protección. Este es un conflicto de difícil resolución en Hobbes, pues al final contradice otras obligaciones que contrae el súbdito con su soberano. Sin embargo, y por desgracia, hemos podido asistir a esta situación que plantea Hobbes recientemente, con las imágenes de las fronteras rusas repletas de ciudadanos buscando asilo en naciones vecinas como Georgia ante su negativa a combatir en la guerra contra Ucrania.

Como decíamos, tristemente no hemos superado a nivel político muchos de los conflictos de intereses de los que advirtió Hobbes hace ya más de cuatro siglos, cuando defendió sus tesis para un Estado absolutista. Ahora, el territorio parece haber cambiado (la entrada de la cibernética como nuevo campo de juego, por ejemplo), pero las reglas son las mismas: Estados nación que pretenden conseguir soberanía mediante un estado de naturaleza con otros Estados, es decir, mediante el uso de la fuerza.

El 'Monstruo de Malmesbury'

Aunque la filosofía política de Hobbes parece superada, antigua, el Leviatán de la Edad Contemporánea lucha día a día por alcanzar su hegemonía, pensemos en otro nuevo actor internacional como China tras el ocaso de la Guerra Fría. En un mundo utópico, como concluye Hernández Arias, "habría un 'superleviatán' construido a partir de acuerdos y pactos entre todos los actores internacionales". Pero eso, lógicamente, sería un Estado mundial o universal que socavaría con la propia idea de soberanía nacional de cada país. Solo entonces y quizá, las teorías de 'el monstruo de Malmesbury', como le llama el experto español, quedarían superadas.

La ONU, un organismo nacido al calor del final de la Segunda Guerra Mundial, podría verse como ese intento fallido de 'superleviatán', ya que no es garantía de paz mundial y entre países. Por ello y por desgracia, no deberíamos extrañarnos por el clima de guerra internacional que planea desde hace meses y que parecía superado tras el fin de la Guerra Fría: la fuerza bruta propia del estado de naturaleza entre naciones no es más que la legitimización de su soberanía. La pugna de los lobos no ha terminado todavía.

VER+:


Hobbes. LEVIATAN [Fondo de Cultura Económica] by jolatan


Documental 2025: El Leviatán de Thomas Hobbes – El Origen del Contrato Social

¡La razón condujo al terror! La ilustración | Voltaire Rousseau | VII Filosofía moderna

martes, 6 de mayo de 2025

LIBRO "IOTA UNUM": ESTUDIO SOBRE LAS TRANSFORMACIONES DE LA IGLESIA CATÓLICA EN EL SIGLO ✋

IOTA UNUM

ESTUDIO SOBRE LAS TRANSFORMACIONES 
DE LA IGLESIA CATÓLICA EN EL SIGLO XX

ROMANO AMERIO
IOTA UNUM ha conocido ya numerosas ediciones en ocho idiomas. No es casualidad. Desde la coincidencia o la discrepancia, ha recibido la alabanza unánime de la crítica especializada como una de las obras fundamentales sobre la evolución de la Iglesia en las últimas décadas.
Se trata de un estudio serio, riguroso y exhaustivo, llevado a cabo con una serenidad asombrosa y un rigor lógico aplastante, fruto de la recia formación clásica del autor. Pasa revista a todas las tendencias culturales que configura el mundo moderno e invaden la Iglesia Católica, que parece hacer de esa convergencia el motivo fundamental de su transformación tras el Concilio Vaticano II.
Esto suspenso, y ante la serie de cambios en la Iglesia que han afectado a su doctrina, a sus ritos y al rostro con que se presenta ante el hombre contemporáneo, la pregunta surge espontáneamente: ¿ha experimentado la religión católica una mutación sustancial, pasando a ser algo distinto de lo que era y rompiendo así la continuidad histórica que la liga con su Divino Fundador?
En las páginas de IOTA UNUM, Romano Amerio investiga la respuesta. Vale le pena conocerla.
Este documento resume la crisis de la Iglesia católica desde el siglo XX. Describe las crisis previas como la Reforma Protestante y la Revolución Francesa, así como las crisis más recientes como el Modernismo y el Concilio Vaticano II. Explica cómo estas crisis han llevado a una pérdida de unidad, autoridad y doctrina dentro de la Iglesia en la era postconciliar.

Iota Unum es el título de un libro escrito por Romano Amerio. El libro explora el Concilio, sus consecuencias y los cambios que ha vivido la Iglesia desde entonces.
Iota es una letra del alfabeto griego que representa el sonido "i". Proviene del protosemítico yad-, que significa "mano".
Unum es una palabra latina que significa "uno".
Iota Unum fue publicado por Ediciones Estrella de Belén. En el epílogo, el autor sostiene que la consecuencia del Concilio fue la disolución de la religión católica, pero que la Iglesia no perecerá.

Estudio sobre las transformaciones 
en la Iglesia en el siglo XX 

Porque en verdad os digo: antes pasarán el cielo y la tierra 
que pase una sola iota (iota unum) 
o una tilde de la ley, sin que todo se verifique 
(Mateo 5,18) 

Advertencia al lector 

No existe una diversidad de claves (como se dice hoy) con las que pueda leerse este libro. El sentido que se le debe atribuir es el sentido que posee tomado unívocamente en su inmediato significado literal y filológico. Por tanto no existen en él intenciones, expectativas u opiniones distintas de las que el autor ha introducido, y tras de las cuales alguien pudiese estar buscando. La intención del autor del libro en nada difiere de la intención de su libro, salvo en aquellos lugares donde, como puede suceder, pudiese haber escrito mal: es decir, dicho lo que no quería decir. El autor no tiene ninguna nostalgia del pasado, porque tal nostalgia implicará un repliegue del devenir humano sobre sí mismo, y por consiguiente su perfección. Tal perfección terrenal es incompatible con la perspectiva sobrenatural que domina la obra. Tampoco las res antiquae a las que se refiere la frase de Ennio que abre el volumen son cosas anteriores (antiquus viene de ante) a nuestra época, sino anteriores a cualquier época: pertenecen a una esfera axiológica considerada indefectible. Si hay una referencia en este libro, es solamente a dicha esfera. No pretenda el lector buscar otra. Debo y manifiesto un vivo agradecimiento al Dr. Carlo Cederna y al Prof. Luciano Moroni-Stampa, que me han ayudado con los ojos y con la inteligencia en la revisión del borrador y en la composición tipográfica de este libro. Tabla de abreviaturas y algunos documentos utilizados Apostolicam Actuositatem (Concilio Vaticano II, decreto sobre el  apostolado de los seglares)

EPÍLOGO
Diagnóstico y pronóstico. 
2 conjeturas finales

Resulta difícil, o más bien imposible, concluir el análisis extendido a lo largo de este libro con una adivinación o pronóstico de lo que ocurrirá. La elevación de la conjetura al grado de ciencia (llamada, con mal formado vocablo, futurología) es cosa inconsistente, vulgar, teatral y vana. Ciertamente existe una ley general según la cual en el orden del mundo, causas iguales producen efectos iguales; pero esta ley expresa el comportamiento del mundo precisamente generale, y no consiente silogismos y conclusiones individuales; se pueden enunciar verosimilitudes, pero no verdades. 

Existe todavía el juego de la voluntad libre, el contingente defecto de las naturalezas finitas, o el carácter extraordinario de la intervención divina, tanto en el orden de la naturaleza como en el orden de la gracia. Es por tanto irrefragable la proposición: de futuris contingentibus non est determinata veritas. 

En la Fe católica hay en torno a los acontecimientos una sola certidumbre: la creación y el correr del mundo discurren bajo la divina Providencia y tienen por fin la gloria divina. Pero el sentido de la evolución del mundo no aparece manifiesto en las articulaciones singulares de la historia. Se capta solamente en la totalidad de su devenir, y de este modo, mientras el devenir esté en acto y no haya concluído escatológicamente, puede ser solamente vislumbrado. Pero arriesguémonos con las conjeturas. 

La primera conjetura es que el proceso de disolución de la religión católica en la sustancia mundana continúe, y el género humano camine hacia una igualación total de las formas políticas, de las creencias religiosas, de las estructuras económicas, de las instituciones jurídicas, y de los géneros culturales. Esto ocurriría bajo el imperio de la técnica al servicio del desarrollo del hombre en cuanto hombre y solamente mediante los elementos del mundo. La instauración del regnum hominis con la baconiana prolatio terminorum humani imperii ad omne possibile 1 constituiría esa novedad catastrófica anunciada tanto por la nueva teología como por la filosofía marxista. Las coloraciones religiosas con las cuales la teología de la liberación todavía se presenta están destinadas a desvanecerse y dejar desnuda la esencia humana de la teoría. Ver §§32.1 y 35.11. 

Esta primera conjetura supone la absoluta historicidad del Cristianismo, la caída de la Revelación divina a ser un momento del deviniente espíritu humano, y la eliminación de todo Absoluto de la razón y de la religión. Puede considerarse al comunismo ateo como principio activo de la desreligionización, pero también cooperan con él las doctrinas que lo han dado a luz históricamente. 

Algunos pensadores de los siglos XVIII y XIX, lúcidos por agudeza del ingenio o exaltación ideal, realizaron anticipaciones informes y confusas, pero sin embargo notables, de esta adivinación sobre la crisis del mundo. Juan Jacobo Rousseau, en el Contrato Social, lib. II, cap. 8, escribe: El imperio ruso querrá subyugar a Europa y sería él mismo subyugado. Los Tártaros, sus súbditos, se convertirán en sus amos y en los nuestros. 

Giacomo Leopardi, en Zibaldone, 867: 
No dudó en pronosticarlo. Europa, completamente civilizada, será presa de esos medio bárbaros que la amenazan desde el fondo del Septentrión; y cuando estos conquistadores se civilicen, el mundo volverá a equilibrarse. 

Aún más preciso es Jaime Balmes afirmando que quienes creen que Europa no podrá conocer ya conflictos similares a los de la invasión de los bárbaros y de los árabes no han reflexionado sobre lo que podría producir en el orden de la Revolución un Asia gobernada por Rusia 2

Tal mutación de civilización, que implica mutación de religión o negación de toda religión, está prefigurada también en las grandiosas páginas con que Vico concluye la Ciencia Nueva: 
Pero si los pueblos se pudren en esa última languidez civil, que no consiente ni un monarca nativo, ni que vengan naciones mejores a conquistarles y conservarles desde fuera, entonces la Providencia, ante este su extremo mal, adoptará este extremo remedio: que (...) hagan selvas de las ciudades, y de las selvas madrigueras para el hombre; y de tal suerte, dentro de muchos siglos de barbarie, se enmohezcan las sutilezas malnacidas del ingenio malicioso, que les había convertido en fieras más feroces con la barbarie de la reflexión 3 que con la barbarie del sentido. Esta primera conjetura profética es incompatible con la Fe católica. En realidad, como dijimos en §§5.7-5.8, no hay en el hombre otra raíz distinta de aquélla con la que fue creado y en la cual está injertado lo sobrenatural:
no es posible un cambio radical. No hay en el hombre otra novedad aparte de la que causa en él la gracia, y esta novedad continúa (sin pasar por un estado intermedio) en el estado escatológico. Este es el estatuto primero y último del hombre y no se dan cielos nuevos ni tierra nueva bajo este cielo y bajo esta tierra. 

La segunda conjetura acerca del futuro de la Iglesia es la expresada por Montini como obispo y confirmada después como Papa, y de la cual hemos tratado en §3.8. La Iglesia continuará abriéndose y conformándose al mundo (es decir, desnaturalizándose), pero su sustancia sobrenatural será preservada restringiéndose a un residuo mínimo, y su fin sobrenatural continuará siendo perseguido fielmente por una avanzadilla del mundo. 

A la engañosa expansión de una Iglesia diluida en el mundo corresponde una progresiva contracción y disminución en un pequeño número de hombres, una minoría en apariencia insignificante y moribunda pero que contiene la concentración de los elegidos, el testimonio indefectible de la Fe. La Iglesia será un puñado de vencidos, como preanunció Pablo VI en el discurso del 18 de febrero de 1976. Tal inanición y anulación de la Iglesia no invalida, más bien verifica, lo expresado por 1 Juan 5, 4: haec est victoria, quae vincit mundum, Fides nostra (y ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe). 

Esta inanición de la Iglesia permanece inexplicable en línea histórica pura y tiene estrecha relación con el arcano de la predestinación. La fe no está acostumbrada al triunfo, y no hay jamás para la Iglesia victorias definitivas, sino victorias en curso de realizarse: es decir, combate perpetuo en el cual ella no sucumbe, pero jamás puede dejar de combatir. Y en el oscurecimiento de la fe, indicado en Luc. 18, 8, pueden tener lugar inversiones de la civilización que sin embargo no invierten la realidad de ese avance de la Iglesia: la ruina de Roma (tan recurrente en las profecías extracanónicas), la emigración de la Iglesia de levante a poniente (quizá a las Américas, quizá a África), traslaciones de imperios (según el esquema bíblico), o destrucción y reconstrucción de pueblos 4. La Iglesia, semimoribunda en la pobreza, en la persecución y en el desprecio por parte del mundo, tendrá el destino del Elegido de Thomas Mann: mientras el mundo se lanza a la barbarie, él se refugia con espíritu de penitencia y religión en la inhumana soledad de un inalcanzable escondite; allí se hace montaraz, diminuto, se nutre de hierba y de tierra, se convierte en una heredad orgánica donde habita el hombre, pero en la que el hombre resulta irreconocible.
Sin embargo, en un momento decisivo para la Cristiandad, la Providencia reencuentra al pequeño monstruo semihumano y los legados romanos lo traen a Roma, lo alzan a la cumbre pontifical, y lo consagran a la renovación de la Iglesia y a la salvación del género humano. 

De la inanición a la exaltación hay ciertamente un camino preconizado por la Fe. De la muralla de Is. 30, 14, derrumbada en fracciones de minutos y entre cuyos escombros no se encontrará ni siquiera un tiesto para transportar un tizón, se llega (en el orden de las cosas esperadas) a la edificación de la Jerusalén celeste, y no sólo de la terrenal. Este pasaje contradice las leyes de la historia humana, pero encuentra apoyo en las paradójicas resurrecciones históricas de la Iglesia: después de la crisis arriana, en la cual peligró la trascendencia, y después de la crisis luterana, en la cual igualmente corrió peligro. Y el volverse a levantar de la perdición sin que a oponerse basten los humanos (Inf VII, 81) responde a las leyes según las cuales opera la Providencia 5 en el gobierno del mundo. 

La acción divina transcurre de un extremo al otro, por lo que la criatura alcanza el fondo del mal y después se eleva a la cima del bien. Así, el combate moral empuja al universo hacia su fin: la realización de la cantidad predestinada de bien moral, o como se dice en teología, la consecución del número de los elegidos. Solamente este combate puede dar lugar al completo desenvolvimiento de la criatura en todos los grados posibles. No se trata de que el mal sea requerido por ese desenvolvimiento, sino de que también la victoria sobre el mal está incluída en el destino y en las virtualidades de la criatura intelectiva. La fe en la Providencia anuncia por consiguiente la posibilidad de una recuperación y sanación del mundo mediante una metanoia cuyo impulso inicial él no puede proporcionar, pero de la que es capaz cuando lo haya recibido. La exigencia de la Iglesia en esta situación ya no es leer los signos de los tiempos, porque non est vestrum nosse tempora vel momenta (no os corresponde conocer tiempos y ocasiones que el Padre ha fijado con su propia autoridad) (Hech. 1, 7), sino leer los signos de la eterna voluntad, presentes en cualquier tiempo y patentes para todas las generaciones que fluyen a lo largo de los siglos. 

Pero lo cierto es que la trama de la historia es el arcano de la predestinación, y ante esto, como decía elevadamente Manzoni, al pensamiento humano le conviene torcer las alas y estrellarse contra la tierra.

El Oráculo contra Duma

Parecerá que nuestro discurso ha llegado a una conclusión que tiene el carácter del conocimiento negativo, hipotético, sombrío y vespertino, incluso nocturno. Así es. Sólo puede traspasarse el velo palpando y vislumbrando. Custos, quid de nocte? Custos, quid de nocte? Dixit Cutos: Venit mane et nox. Si quaeritis, quaerite, convertimini, venite (Centinela, ¿qué hay de la noche? Centinela, ¿qué hay de la noche? Responde el centinela: Viene la mañana y también la noche. Si queréis preguntar, preguntad. Volved a venir) Is. 21, 11-12.
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1 Extender los límites del poder del hombre y desarrollar infinitamente todas sus posibilidades.
2 El protestantismo comparado con el catolicismo, O.C. tomo IV, B-A.C, Madrid 1949, cap. 13, págs. 125 y ss.
3 La barbarie de la reflexión es el desarrollo de la razón, cuando se separa de su principio trascendente y de su fin moral, como ocurre en el mundo de la técnica.
4 Me refiero sobre todo a las Revelaciones de Santa BRÍGIDA, así como a la síntesis del profetismo medieval hecha por CAMPANELLA en los Articuli prophetales, editados por G. ERNST, Florencia 1976.
5 Investigadas por Rosmini en el tercer libro de la Teodicea.

iota-unum by Alejandra Grassi


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miércoles, 27 de septiembre de 2023

CARTA DE UN PADRE PARA SU HIJO por RICARDO MONTALBÁN


QUERIDO HIJO:

Mientras vivas en esta casa obedecerás las reglas. Cuando tengas tu casa obedecerás tus propias reglas. Aquí no gobierna la democracia, no hice campaña electoral para ser tu padre: tú no votaste por mí. Somos padre e hijo por la gracia de Dios, y yo acepto respetuosamente el privilegio y la enorme responsabilidad ... Al aceptarla adquiero la obligación de desempeñar el papel de padre.

No soy tu cuate, nuestras edades son muy diferentes. Podemos compartir muchas cosas pero no somos compañeros. Soy tu padre ¡Y eso es cien veces más que un amigo! ... También soy tu amigo, pero estamos en niveles completamente distintos, voy a establecer límites y no voy a mediar con la excusa de no perder tu amistad.
 de Dios, y yo acepto respetuosamente el privilegio y la enorme responsabilidad ...
En esta casa harás lo que tu madre y yo digamos y aunque puedes cuestionar nuestra decisión, lo que se te diga estará por encima de tu deseos porque todo lo que ordenemos estará motivado por el amor. Te será difícil comprenderlo hasta que tengas un hijo, mientras tanto confía en mí...

CON AMOR, TU PADRE

RICARDO MONTALBÁN

CAT STEVENS - PADRE E HIJO

miércoles, 25 de noviembre de 2020

LOS POSTMILENIALES O GENERACIÓN "Z": LA GENERACIÓN QUE ACABARÁ CON EL MUNDO Y SIN GENERACIÓN ALFA 😵😚


Los postmileniales (Generación Z): 
la generación que acabará con el mundo

¿Cuál es la esencia del joven nacido en el 2000? La fuerza de trabajo más preparada pero más perezosa de la Historia es bipolar, pero hay motivos para ello.

Se los ha tildado de perezosos, y "la fuerza de trabajo más mantenida y menos productiva de la historia de la humanidad".
Lo han tenido todo en abundancia desde que nacieron, todo lo que no tuvimos las generaciones anteriores.

¿Por qué entonces tienen ese tufo de fracaso?

Los chicos de la generación del milenio son complejos porque están en un punto de inflexión crucial en la historia de la Humanidad: el paso entre el hombre que trabaja y el hombre que hará otra cosa, que todavía no sabemos muy bien qué es.

Pero hay un motivo fundamental por el que los milennials se portan como se portan. Los que los hemos criado hemos pecado de sobreprotección.
Los estamos cuidando tanto como si fueran un pequeño y delicado huevo de Fabergé. No permitimos que se rompan, se traumaticen, chapoteen en el fango, respiren humo, se metan de hostias en el parque infantil, defiendan su territorio a pedradas. No les hemos aplicado disciplina a tiempo. Comen lo que quieren, desayunan inglés, comen japonés, cenan chino, escuchan la canción que quieren en el momento que les apetece, el mundo está al alcance de sus pulgares. Y el mundo no es así.

El mundo es un lugar jodido, hay que sudar para conseguir las cosas, la tierra está hecha de tierra, la comida está hecha de tierra, el carácter se forja a través de frustraciones, de pedradas, de que te digan que no, de que te obliguen a hacer cosas, de que te impidan hacer otras.
Nadie se ha encargado de explicarles de que el mundo es una mierda, y al final te mueres. Hemos dedicado demasiado tiempo a facilitarles las cosas, a explicarles que son el centro del universo, a que tienen infinitos derechos y muy pocos deberes. Y más dura será la caída. Estas dos características, el hallarse entre dos mundos y el choque entre el mundo de gomaespuma que les hemos proporcionado y el real que está ahí fuera, están convirtiendo a los milennials en bipolares. Ambiciosos, pero perezosos: 
Yo creo que esa es una de las características más definitorias de la generación nacida en el dos mil. La discrepancia entre sus aspiraciones y su ética de trabajo que, en el mejor de los casos, podríamos considerar tibia.

Pero esto tiene una explicación: la generación anterior, la de los noventa, lleva un tiempo dándose de hostias con la cruda realidad: con padres sobreprotectores, con carreras universitarias que les costó un huevo sacar adelante, al enfrentarse al mercado laboral se dieron cuenta de que las promesas que les hicieron sobre su futuro eran poco realistas.
Se formaron como ninguna otra generación, pero esa formación no llegó a traducirse en logros reales.

Y los milennials echan un vistazo a los chicos de los noventa, y obviamente se sienten menos interesados ​​en trabajar duro para alcanzar sus metas.
Por desgracia, la generación del milenio ha adoptado la idea de que la causa del éxito es la alta confianza en sí mismo; No la disciplina, ni el auto-conocimiento, ni la humildad, ni el trabajo duro.

Todo eso lo probaron las generaciones anteriores sin éxito. Así que ellos mantienen intactas sus esperanzas en su talento -que no deja de ser algo subjetivo-, como si más pronto o más tarde alguien (Youtube, "Gran Hermano", "La Voz", "Mujeres y Hombres y Viceversa", quien sea) descubrirá espontáneamente su potencial, incluso si no dedican mucho tiempo -o ninguno- a desarrollarlo.
Por desgracia, tienen suficientes iconos que han tenido la suerte de alcanzar esa fama inmerecida, y son sus referentes. Chavales millonarios por improvisar, por cuestionar a la autoridad, por reírse del mundo, por
tener una simple idea. Acumulan seguidores que a su vez también chillan a la webcam soñando con ser mileuristas por hablar en Youtube. Y como son jóvenes, no se preocupan demasiado por el futuro, por qué ocurrirá cuando su sonrisa ya no sea cautivadora y la lucecita de la webcam se apague. Hiper-conectados, pero obsesionados consigo mismos: Analicen los selfis.
Los selfis compulsivos. Los selfis desesperados, enloquecidos, que son el bastión de lo que quedará del hoy el día de mañana.

Imaginen todo el dolor, frustración, inseguridades y soledad que hay detrás de decenas de descartes, composición de plano, filtros retro y muecas frente al espejo del baño.
Imaginen la competencia atroz y despiadada que representan esas caras escuálidas, esos labios de pato, esas miradas insinuantes.
La masiva presencia de esos selfis felices en Facebook, Twitter, en Instagram, en Snapchat, nos hace creer que la generación del milenio es increíblemente alegre, sin embargo, quizá no sea así.

Los Millennials están hiper-conectados, pero muestran poco interés en los demás, excepto como una audiencia. Su gente está en el móvil.
Una mañana, cincuenta mil seguidores son deslumbrados por su sonrisa, por la tarde todos le dan la espalda porque otro sonríe más y mejor o se tiñe el pelo de verde o enseña algo más de culo o toca mal la flauta.

Imaginen la frustración desgarradora que supone ser una estrella fugaz. O no llegar nunca a serlo sin saber por qué. Son estrellas fugaces que acaban por estamparse con una bonita estela de chispas sobre la capa de la atmósfera de la realidad.
Su principal ambición, casi desesperada, es difundirse a sí mismos, incluso si se requiere el acopio de amigos desechables. Inconformistas pero materialistas: A pesar de que la generación Y es algo menos materialista que la generación X - al menos en Estados Unidos, donde los niveles del materialismo parecían haber alcanzado su punto máximo a finales de los años 80, los milennials viven un permanente conflicto interno entre la compra obsesiva y su carácter inconformista.

De hecho, la Generación Y es más individualista, rebelde e independiente que las generaciones anteriores, a excepción de su deseo de encajar.
Como resultado, la generación del milenio se encuentra atrapada en un círculo vicioso: por un lado, quieren perturbar el sistema; por otro, sufren más miedo al rechazo.

Yo creo que los hemos estropeado. Los hemos ahogado de amor. Hemos creído que no sabrían soportar un mundo hostil, los estamos educando en exceso pero no preparando para la desdicha, el esfuerzo, para trabajar con las manos, para pisar una mierda, para aguantar a un jefe cabrón, para cargar con cajas, para soportar la lluvia, para que un matón les escupa en la cara, para obedecer, para sacrificar tiempo y esfuerzo, para tolerar la frustración, para todas esas cosas suplementarias pero ineludibles que suponen ser adulto y vivir en sociedad. Los hemos criado para vivir en un móvil. Y eso es lo que hacen. Las generaciones mayores siempre se han quejado de los jóvenes y siempre lo harán, a pesar del hecho de que una vez fueron notablemente similares.

Los youtubers de hoy son los Beatles de ayer, tampoco nuestros padres y abuelos entendían que veían los jóvenes en aquellos melenudos que no habían hecho nada para merecer tantas atenciones.
A pesar de lo que pudiera parecer, quiero pensar que el ser humano seguirá avanzando. Lo ha hecho en las últimas 5.300 generaciones de homo sapiens, con un nivel semejante de frustración, desigualdades, precariedad, miedo y un poquito de dicha que nos mantiene vivos.

Los postmillennials: la generación que acabará con el mundo