EL Rincón de Yanka: 💟 EL ARTE SEDUCTIVO DE LA MANIPULACIÓN O CÓMO INFLUIR PÉRFIDAMENTE

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sábado, 25 de mayo de 2019

💟 EL ARTE SEDUCTIVO DE LA MANIPULACIÓN O CÓMO INFLUIR PÉRFIDAMENTE

El arte de la manipulación 
o cómo influir pérfidamente


El objeto del manipulador (de la oratoria) 
no es la verdad, sino la persuasión. 
Thomas Babington Macaulay

El ser humano es manipulador y, además, proclive a ser manipulado. No es un rasgo innato, pero sí es inherente a la persona. Ni hombres ni mujeres son buenos por naturaleza, sino que contienen predisposiciones hacia la bondad y la malignidad, siendo el entorno el que favorece que triunfe un comportamiento u otro. Como todos los rasgos de la conducta, la manipulación tiene ingredientes pertenecientes al nacimiento, otros al crecimiento y desarrollo y otros a la crianza. Se necesita de un aprendizaje para que surja con efectividad la capacidad de engañar y, por lo tanto, de manipular.

Pero, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de la manipulación? Es un concepto que se usa a diario, tanto a nivel coloquial como profesional, pero que rara vez se explicita. Si nos detenemos en su dimensión social, la manipulación se explica en términos de poder. Por otro lado, su dimensión cognitiva explica cómo un discurso manipulativo controla el procesamiento del discurso y la formación de modelos mentales y representaciones sociales. A pesar de tener asociaciones negativas por ser una práctica que transgrede las normas sociales y los convencionalismos, es parte de la comunicación cotidiana y no siempre es dañina.

Podemos encontrarnos en el día a día con una manipulación benigna. Son esos profesores, instructores, entrenadores y actores, entre otros, que intervienen en la conducta ajena para inducir unas ganancias, tanto a la persona “manipulada” como para ellos mismos. Incluso la manipulación está presente en la seducción amorosa, al tratar de fascinar al otro. Por lo tanto, no se puede prescindir de esta conducta, ya que no dejamos de ser seres sociales que trabajamos en colaboración.
El discurso manipulador a gran escala tiene como objetivo principal que la gente crea y actúe en función del punto de vista del comunicador. Basta con fijarse en los predicadores políticos y religiosos para observar los discursos manipulativos que utilizan y como estos son asimilados por la gente
También hay una suerte de impostores excepcionales que bien por su profesión bien por alcanzar un objetivo aprenden a usar identidades falsas, el camuflaje y el engaño. Dentro de los impostores benignos se encuentran los detectives, por ejemplo, que su profesión está relacionada con el espionaje. En el otro lado de los impostores excepcionales, encontramos a los tóxicos. Aquellos que cometen delitos (robos, timos y estafas) o que simulan y falsean dolencias y dolores: los enfermos imaginarios. Estos enfermos incluso llegan a ser profesionales, siendo su objetivo eludir responsabilidades y obligaciones u obtener compensaciones o la prescripción de fármacos, por ejemplo.
Pero sin duda alguna, los manipuladores que adquieren relevancia y despiertan mayor curiosidad e interés son los peligrosos, los que sistemáticamente buscan su satisfacción a costa de perjudicar a los demás. Me refiero a esas personas que presentan rasgos de los pilares de la perfidia, es decir, la denominada tríada oscura: maquiavelismo, narcisismo y psicopatía. De los tres rasgos, el maquiavelismo es el característico de los manipuladores. Aun así, hay que tener en cuenta que, al igual que la mente es extraordinariamente compleja, la manera en la que se puede influir y manipular a los demás atiende a intrincados procesos.



Hoy en día, la neurociencia y las investigaciones psicobiológicas nos muestran con claridad y relevancia, que no con determinismo, una parte de esos procesos que intervienen en las artes de la manipulación tóxica. Para ahondar en este rasgo y otras cuestiones relacionadas, he tomado como principal referencia el último ensayo de Adolf Tobeña: Manipuladores. Psicología de la influencia tóxica. Pues Tobeña recoge en su libro los diferentes estudios psicobiológicos publicados en relación a la conducta manipulativa.

Los manipuladores manejan embustes, intrigas y artimañas para obtener lo que desean utilizando a quienes les rodean como palancas. Como meros instrumentos para alcanzar sus objetivos parasitarios. No albergan escrúpulos para engañar, sabotear y aprovecharse del prójimo, ni sienten arrepentimiento por sus acciones.

Las formas de manipulación son infinitas y están presentes en todos los ámbitos sociales, desde los profesionales y laborales hasta los círculos más cercanos, como el de la amistad o la familia. Es en los resortes neurocognitivos de las variantes manipuladoras más dañinas, para exponer los avances que la investigación psicobiológica ha realizado, en los últimos años, sobre esa propensión tóxica del carácter. Se diseccionarán las estrategias y los modos de actuar de los virtuosos de la perfidia manipuladora, en ámbitos de la esfera pública y la privada, ofreciendo claves para identificar sus insidias y trampas.

Preámbulo

La manipulación es un acompañante inevitable en los entornos domésticos o profesionales donde hay que moverse día tras día. No tiene escapatoria, en realidad: el trasiego de señales en cualquier interacción social conlleva ingredientes maquinadores. Desde el intercambio de miradas en una fugaz incitación seductora hasta las simulaciones,las imposturas y las estafas más elaboradas y onerosas que son capaces de vehicular los embaucadores aviesos, hay un mundo inacabable de tácticas y veredas para influir, confundir o engañar a los demás. Eso que en la interacción dual resulta obvio, por cotidiano, se convierte en borroso cuando las destrezas enredadoras se aplican a grupos reducidos o a grandes colectivos, porque no queda más remedio que transitar, sin cesar, por flujos manipuladores que irrumpen por todos lados.

Por eso hay tanto talento y tanta pericia dedicada a ello, a través de múltiples cauces de influencia incitadora y persuasora. El genio manipulador es inabarcable, aunque conviene detectar a los ejemplares pérfidos masculinos y femeninos que rondan más cerca, claro está. Los itinerarios vitales suelen proporcionar un extenso surtido de experiencias para aprender a guarecerse de las maniobras más obvias. Costaría poco reunir un mosaico de vivencias con colegas, conocidos y allegados que compondrían un cumplido panorama: quien más quien menos ha tenido que sortear a los quejicas, los embusteros, los aduladores, los difamadores, los trepas, los aprovechados, los maldicientes, los fabuladores, los deslenguados, los envidiosos, los intrigantes y otros bestiarios que se dedican, con fruición, a la manipulación lesiva más habitual.

Los trances con ese paisanaje tan abundante suelen ser, por regla general, metabolizables, aunque de vez en cuando se alberga la sensación de estar ante un artista mayor. Ante un verdadero virtuoso en las mañas de la comedia de gran estilo con intenciones dañinas. Este ensayo es una incursión a los rasgos primordiales que definen a esos manipuladores con un enorme potencial tóxico. He focalizado la diana en tres vectores que la psicología de las últimas décadas ha dado en denominar «el terceto oscuro»: el maquiavelismo, el narcisismo y la psicopatía. El meollo de las artes manipuladoras más incisivas y corrosivas vendría dado por las combinaciones de atributos que acarrean esos tres estilos del temperamento: el cinismo, la doblez y el oportunismo ventajista de los maquiavélicos, el insaciable apetito de medro vanidoso de los narcisos y el desapego esencial y la frialdad amoral de los psicópatas componen un cóctel inquietante. Hay más que eso, por descontado, en la frondosa selva de la manipulación social, pero en esos rasgos se han dado avances firmes en la exploración psicobiológica y neurocientífica. A ellos me remito, porque suelen ser los que dejan un poso perdurable en el territorio muy impreciso, todavía, de la exploración objetiva de los caracteres y las maneras de conducirse de los humanos.

Además de esa incursión desbrozadora de los rasgos que distinguen a los manipuladores y manipuladoras más peligrosos, el ensayo se adentra en algunas de las sendas de la manipulación engatusadora, a gran escala, que han generado mayor preocupación en los últimos tiempos. Las que aprovechan los canales de influencia masiva que proporcionan las redes y las plataformas de comunicación digital. En ese ámbito ha comenzado también a acumularse conocimiento firme y de él pueden extraerse avisos útiles para navegantes.

El sinuoso y concurridísimo arte de la manipulación ajena consiste en obtener lo que se desea, simplemente porque se desea, usando como palancas a quienes nos rodean y procurando evitar que el prójimo se interponga en el propio camino. La destreza en esas mañas reside en alcanzar objetivos individuales valiéndose de los demás y sin reparar en obstáculos, prevenciones o procedimientos para conseguirlo. Si se orilla el temor a que las maniobras queden al descubierto y los sentimientos de vergüenza, culpa o remordimiento destacan, asimismo, por su ausencia, no hay freno o escrúpulo alguno que impida manejar las emociones, las motivaciones y los intereses ajenos para ponerlos al exclusivo servicio de las metas propias. El dominio más refinado de las aptitudes manipuladoras consiste en conseguir que los otros se desvivan por culminar lo que uno desea mientras andan convencidos de que lo hacen para satisfacer sus anhelos y objetivos particulares.

Las tácticas manipuladoras son inacabables y están presentes en todos los ámbitos de la interacción social: desde la esfera amical y familiar hasta las estratagemas y las tretas del cortejo amoroso, por no hablar de los fingimientos, los disimulos y las dobleces en el trato ordinario con vecinos y conocidos o en las negociaciones y transacciones que se dan en la gran mayoría de los entornos laborales y profesionales. Las maniobras sugestionadoras y embaucadoras anidan, por otro lado, en el meollo de todas las formas de proselitismo y en la gran mayoría de las técnicas publicitarias y comerciales, al tiempo que nutren, de un modo decisivo, las iniciativas comunicativas o de influencia propagandística sobre las que cabalgan los idearios políticos y religiosos. Es decir, los cócteles más o menos elaborados de esperanzas, creencias y fórmulas doctrinales para encauzar la vida individual y la comunal. Todo eso que acostumbran a vender los que aspiran a situarse y a perpetuarse, si es posible, en las poltronas más vistosas y codiciadas del poder social.

Las manipulaciones más o menos descaradas en las distancias cortas están a la orden del día en toda suerte de interacciones de la vida cotidiana. Los pícaros, los aprovechados, los desaprensivos y los caraduras revolotean, a menudo, en cualquier circunstancia, y de ahí que haya que andar siempre con los radares vigilantes a punto. Pero, junto a los frecuentes episodios de picaresca desvergonzada en el ámbito doméstico o el profesional, los ventanales que se abren a los grandes escenarios sociales dan acceso a desempeños de gran ambición y alcance en las artes manipuladoras.
La política es el terreno adobado, por antonomasia, para los ardides, las argucias y las tretas de quienes tienen por objetivo prioritario medrar a costa ajena.
Decía que la cualidad que los distingue, por encima de cualquier otra, es la de ser espléndidos comediantes. Es decir, dominadores de todas las suertes donde conviene servirse de la simulación, el camuflaje, el enredo, los ardides, los bulos y la maquinación constante y sin reservas. Eso, claro está, tiene todo tipo de réplicas más o menos sutiles y más o menos frecuentes en la domesticidad de la vida cotidiana, tanto en la esfera pública como en la privada. Los resortes y las modalidades de la picaresca cognitiva al servicio del medro y la ganancia propia, sin reparo del perjuicio o el daño ajeno, son variadísimos y encuentran territorios particularmente propicios en todos los ámbitos de la competición profesional, sin excepción. En psicología y neurobiología, todo ello nos remite, en primera instancia, al estudio del maquiavelismo.

Estoy usando el término «picaresca cognitiva» con total deliberación, porque no me voy a ocupar de las formas más obvias, tórpidas y perniciosas de la manipulación. El chantaje, la extorsión, el soborno, la tortura, los abusos coercitivos sistemáticos o el acoso y la marginación cruel van a aparecer muy poco, o casi nada, en estas páginas . Eso pertenece al ámbito de la criminalidad más seria y no me voy a meter en esos predios.
La picaresca cotidiana de los sinvergüenzas y rufianes de todo pelaje, la que permite subsistir a múltiples formas de pillería más o menos delictiva y chapucera o la que anda detrás de no pocas formas de entretenimiento engatusador tampoco voy a desmenuzarla. Los rateros, los estafadores, los embaucadores, los hileros, los trapisondistas y los jugadores ventajistas, por un lado, y los magos, los adivinos, los visionarios, los gurús esotéricos y los sanadores parlanchines y fuleros, por otro, tampoco estarán en este escaparate.
Mi objetivo es otro. Me adentraré en los resortes neurocognitivos de las tácticas manipuladoras lesivas que ya han sido desbrozados por la investigación psicológica, con el propósito de ofrecer un panorama de lo que se ha avanzado en el terreno, bastante virgen, de las sinuosidades del ingenio malicioso. Es decir, de las aptitudes para influir y aprovecharse del prójimo con intenciones perjudiciales.

Debo precisar, de entrada, que, a pesar de la merecida infamia que suelen arrastrar la mayoría de las tácticas manipuladoras y engañosas, hay también manipulación con intenciones y resultados benefactores. Recuérdese que, desde el escenario o a través de toda suerte de pantallas, los grandes actores conducen a los espectadores por tortuosas (o gozosas) sendas emotivas usando técnicas persuasivas. Y algo parecido hacen los maestros y los líderes inspiradores cuando consiguen avivar la curiosidad, el entusiasmo y el empeño fructíferos en sus discípulos o acólitos. Convendría distinguir o establecer lindes tentativos, al menos, entre la manipulación tóxica y la benigna.
En cualquier caso, la diana primordial del ensayo es el esbozo de retratos robot de los manipuladores abusivos: es decir, de esa gente que se sirve de embustes, trampas y argucias perjudiciales como divisa para andar por el mundo y relacionarse con los demás, prescindiendo de cualquier otro modo menos parasitario de conducirse. En otras palabras, de los que siempre tienen prestas las maniobras para influir de manera saboteadora y dañina.

Plan del ensayo

El recorrido se inicia con la descripción del carácter maquiavélico porque es un eje mayor en el entramado de propensiones para la manipulación social perniciosa. La biología del comportamiento y la psicología de la personalidad han confluido, por vías diferentes, en el maquiavelismo como el atributo que mejor condensa las destrezas manipuladoras y engañosas. De la descripción de ese rasgo del carácter pasaré al desbroce de los intentos de identificar sustratos cerebrales para la ideación oportunista y el comportamiento torticero. Eso me llevará directamente a una incursión en la neurobiología de la mentira, por dos motivos: 
1) las diferentes modalidades del engaño están en el meollo mismo de la manipulación lesiva, y 2) hay una fértíl acumulación de hallazgos sobre los sistemas cerebrales dedicados a los embustes y los bulos que me vendrán de perillas.
De ahí saltaré a los progresos en la descripción psicométrica de los componentes de la triada oscura, es decir, de los tres rasgos o arietes primordiales que confluyen en los temperamentos maliciosos por antonomasia: la psicopatía y el narcisismo, además del maquiavelismo. Eso me permitirá explorar el extenso mosaico de las tácticas torticeras y adentrarme en la versatilidad y las complejidades de la manipulación lesiva y también de la benéfica. Me ocuparé luego de ámbitos concretos de la manipulación más cotidiana: la seducción y la persuasión, por un lado, y la simulación y la impostura, por otro. En esas incursiones no solo abordaré las interacciones domésticas y las publicitarías, sino que me serviré, recurriendo a diversas viñetas, de casos excepcionales en las aptitudes más destacadas para embaucar.

El siguiente estadio me llevará hasta las tácticas de manipulación colectiva, a gran escala, que la irrupción de la comunicación digital y las redes sociales han propiciado. Compararé los hallazgos que se han obtenido en ese ingente ámbito de la influencia social con las inigualables habilidades de persuasión y arrastre que los grandes predicadores siguen atesorando (y aprovechando, claro). Ahí también echaré mano de personajes muy conocidos. La parte final del libro estará dedicada a discutir posibles contrafuertes contra la manipulación abusiva y a una recapitulación del territorío transitado, así como a sugerir frentes de avance en el intrincado ámbito de la psicología de los temperamentos humanos.
El libro puede leerse de principio a fin, de forma convencional, pero admite incursiones en cada uno de los capítulos, por separado, sin que el provecho se resienta. Es más, quizás ocurra que, entrando por alguno de los apartados, se acreciente el interés por la exploración pausada y al completo del recorrido.

Esto me pasa a menudo con amigos y algún que otro familiar. -No entiendo por qué votas a la extrema derecha. -¿Extrema por qué? -Porque Vox odia a los inmigrantes, gays y son machistas. -¿Tú has leído su programa? -No, pero lo dicen en la tele. Señor, dame paciencia.
Psicobiología del maquiavelismo

El carácter maquiavélico

«No digáis jamás las verdaderas razones 
que os impulsan a hacer algo, 
salvo cuando sea útil revelarlas.»
«Divide y vencerás.»
Filipo de Macedonia, Julio César

El maquiavelismo es la tendencia a manipular, a engatusar, a traicionar y a servirse, sin escrúpulos o prevenciones, de los demás. A manejarlos y explotarlos en función de los propios intereses. A extraer ventajas o ganancias aprovechando los anhelos, los deseos y los temores del personal. Es una habilidad crucial para conseguir posiciones favorables en cualquier cuita y para medrar, con provecho consignable, en la vida. Los tres componentes esenciales del maquiavelismo como rasgo del carácter son: el uso sistemático del engaño en la interacción social, una visión descarnádamente cínica sobre la naturaleza humana (suelen ver a los demás como gente poco fiable y fácilmente corruptible) y un completo menosprecio por la moralidad y las normas convencionales.

Los biólogos interesados en el surgimiento de las sutilezas y los vericuetos de la mente humana han otorgado una importancia decisiva al maquiavelismo.163 Lo consideran uno de los rasgos definitorios de la inteligencia social: un resorte o habilidad indispensable para manejarse en la vida comunitaria y el ariete crucial, quizás, para explicar la formidable expansión del cerebro que se dio en la línea de primates de la que procedemos. 49 Hay muchos otros atributos del carácter que intervienen, no obstante, en las aptitudes para las interacciones sociales fructíferas de todo tipo. La cordialidad, la simpatía, la seducción, el carisma, la discreción, la emulación o la capacidad de adivinar las intenciones y los deseos ajenos constituyen un apreciable ramillete de ellos. El maquiavelismo, sin embargo, no es ajeno a usarlos cuando conviene.

Parece ser que el propio Maquiavelo no practicó, con la constancia esperable, los preceptos de su influyente y conocidísimo breviario. Concibió "El príncipe" como un manual de instrucciones para el gobernante cínico y eficaz. Insistió, sobre todo, en la necesidad de obviar trabas como la lealtad, el compromiso, la generosidad, la confianza, la benignidad y la clemencia en el trato con los súbditos y los subordinados, aunque en sus cometidos como alto funcionario florentino mostró gran lealtad hacía su ciudad y no consiguió escalar en política. Para guiar los modos y las decisiones del gobernante perspicaz, Maquiavelo enfatizó la necesidad de combinar el señuelo de la afabilidad y la disposición a ayudar, junto a la desconfianza sistemática, el engaño, la traición y la manipulación desacomplejada de los demás.

En los test que miden esa modalidad del carácter y del ingenio prima la noción de «manipular en beneficio propio y a costa de los intereses ajenos». Las aptitudes manipuladoras, por consiguiente, están en el meollo de las medidas psicométricas del maquiavelismo. Se trata de escalas formadas por ítems como el que encabeza esta sección y que permiten distinguir entre individuos dotados para el maquiavelismo ( high machs) y los poco dotados (low machs). Las versiones más utilizadas provienen de los estudios pioneros de Christie y Geis, que enfocaron su aproximación al maquiavelismo partiendo de cuatro asunciones básicas: 1) ausencia de afecto o compromiso en las relaciones interpersonales : para los maquiavélicos, los demás son tan solo medios para alcanzar fines; 2) ausencia de preocupaciones por las normas morales y por las convenciones sociales: tienen una concepción fríamente manipuladora de las interacciones con el prójimo, sin restricciones debidas a principios o reglas; 3) ausencia de psicopatología: cultivan una visión estrictamente racional de las interacciones y las transacciones sociales, sin distorsiones o falsas expectativas; y 4) ausencia de convicciones ideológicas: su objetivo es alcanzar metas plausibles en el presente, sin consideración alguna por los propósitos o los anhelos de largo alcance. 

El grueso de los datos acumulados a lo largo de medio siglo indica que no existe un vínculo estrecho entre la agudeza cognitiva y el maquiavelismo: ni en las notas globales de CI en los test de inteligencia más usados ni en las medidas específicas de agudeza mental (expansión de dígitos, rotación de figuras, atención selectiva, velocidad de procesamiento), se obtienen indicios de que los high machs destaquen en ninguna de esas tareas. Para intentar explicar esa divergencia se arguye que, quizás, las aptitudes sociales de tipo maquiavélico contribuyeron al surgimiento de las aptitudes cognitivas en los primeros homínidos, aunque posteriormente los dispositivos cerebrales dedicados al procesamiento simbólico se diferenciaron tanto de los que modulan las habilidades de relación social que ya no es posible detectar las interconexiones. 
1. Jamás digáis las verdaderas razones que os impulsan a hacer algo, salvo cuando sea útil hacerlo así. 
2. La mejor manera de lidiar con los demás es decirles lo que quieren oír. 
3. Hay que actuar cuando se está seguro que es moralmente correcto.
4. La mayoría dela gente es básicamente buena y honesta. 
5. Hay que dar por sentado que todo el mundo tiene flaquezas que salen a relucir ala menor oportunidad. 
6. La honestidad es siempre la mejor divisa. 
7. No hay excusa que valga para mentir a los demás. (...)

Saber mentir

El maquiavelismo se caracteriza por cuatro ausencias básicas: de afecto y compromiso para con los demás, de preocupaciones por las normas y convencionalismos, de convicciones ideológicas y de psicopatología. Es decir, se define por una frialdad e insensibilidad empática como rasgos claves. Además, es determinada por cualidades manipuladoras destacadas, como la mentira, que constituyen una habilidad indispensable para saber estar y actuar en determinados estratos de la vida comunitaria.

Los diferentes estudios constatan que hay dos zonas concretas de la corteza prefrontal (anterior y lateral) que están implicadas en el maquiavelismo. Pero no tanto porque estas zonas estén o no lesionadas, sino por las condiciones de trabajo de las mismas y en función de si hay estímulos sancionadores o no. Así, todo parece indicar que la conducta maquiavélica es fructífera cuando no hay sanciones y está garantizado el anonimato. Esto es evidente en el uso de los medios digitales y las redes sociales. El hecho de poder crear un perfil anónimo y que no se apliquen sanciones contingentes y rápidas ante comentarios difamatorios, peyorativos, incitadores del odio o la violencia facilita el desarrollo de las personas manipuladoras en el ciberespacio. Además, el hecho de ser las redes sociales relativamente novedosas e instantáneas posibilita la difusión fructífera de cualquier idea, sobre todo de las mentiras. Es lo que ocurre con las denominadas “fake news”: pseudonoticias, rumores, noticias manipuladas o falseadas que, al no pasar por ningún filtro que garantice su veracidad, se diseminan, se viralizan, con rapidez. Aprovechan la inmediatez y el hecho de que la gente tiende a compartir la información que perciben como más nueva en lugar de la contrastada (conlleva tiempo para demostrar su veracidad). Los estudios al respecto han demostrado que la difusión de mentiras en las redes sociales y medios digitales se debe principalmente a la acción humana, y no tanto a los denominados bots (programas informáticos que efectúan automáticamente tareas repetitivas a través de Internet). Estos bots difundían, según los estudios, tanto ideas veraces como falsas de forma indistinta. Sin duda alguna, la ausencia de estímulos sancionadores, junto con los complejos escenarios de comunicación digital que se están dando y desarrollando, tal y como explica Tobeña, todo apunta a una degradación progresiva de las relaciones interpersonales por el aumento y expansión de las acciones manipuladoras sin límites.

Considero que merece especial atención la manipulación online del futuro: los deep fakes. Vídeos manipulados en los que se toma imágenes y sonido previo de una persona para crear un nuevo vídeo en el que supuestamente la persona afirma una idea que nunca expresó. Es gracias a un algoritmo dado a conocer por la Universidad de Washington, que presentó un proyecto piloto al respecto y en el que utilizaron la imagen del expresidente de los Estados Unidos, Barack Obama, para mostrar las posibilidades del algoritmo que manipula vídeos sincronizando sonidos con movimientos faciales. Algunas personalidades famosas, como Scarlett Johansson, han sido víctimas de los deep fake. El problema no reside ya en el hecho que alguien cree este tipo de vídeos, sino en los difusores de los mismos. Manipuladores que usan las herramientas a su alcance para modificar la conducta, el pensamiento o las intenciones de voto, por ejemplo, de las personas.

Se pensaba que la tecnología iba a facilitar la cordialidad, el conocimiento y la comunicación, pero viendo la realidad dada se ha convertido en una herramienta que propicia litigios y combates, discordias y polarizaciones. Pues como se ha visto, una falsedad genera más interés y sorpresa que una certidumbre. No obstante, que el escenario que tenemos delante de nosotros no sea óptimo, no quita que se deba diseñar de manera global espacios y puntos de resistencia, con filtros exigentes, para comprobar la veracidad o no de las ideas difundidas y, por consiguiente, con sanciones contingentes que maximicen el éxito de la resistencia y la reinserción de estas personas.

Todos manipulamos

Pensar que solo las personalidades maquiavélicas hacen uso de la manipulación se aleja de la realidad. Solo un 30% de la gente es honesta y fiable y no necesitarían de normas y leyes. El resto (70%) usa las versátiles herramientas del engaño para manipular a los demás. De ese 70%, un 25% sistemáticamente busca perjudicar a los demás y un 5% constituyen la tríada oscura y peligrosa. Al final, queda un 60% de gente dispuesta o no a engañar y perjudicar en su propio beneficio si el entorno y las condiciones les favorece.

Tal y como reflejan los estudios que recoge Tobeña, los hombres tienden a obtener puntuaciones más altas que las mujeres en los test de maquiavelismo. Sin embargo, lo que realmente distingue a hombres y mujeres es el estilo manipulador, siendo los hombres de tácticas directas y a corto plazo y las mujeres a largo plazo. Cabe esperar que al igual que los datos son concluyentes en los estudios sobre estilos de competitividad y de procesamiento afectivo y cognitivo en función del sexo, sea así en el maquiavelismo. No obstante, poco se ha estudiado las diferencias sexuales en torno a la manipulación.

Lo que es común a todos es el talento singular para mentir. Junto con la simulación, la impostura y el camuflaje conforman otro de los vectores esenciales de la manipulación. Rasgos que se encuentran también en la base de la comedia. Basta con observar a los más pequeños para percatarse de las tretas y mentiras que usan con el fin de manipular a sus padres u otras personas cercanas. En torno a los 6 años de edad se alcanza un alto nivel de destreza engañando. Tanto que alrededor del 80% de los niños mienten y un 50% son capaces de elaborar explicaciones falsas, tal y como indican los estudios. Estas habilidades siguen desarrollándose y aumentan a lo largo de la adolescencia, sobre todo cuando se van dando interacciones sociales complejas que varían según el entorno y las reglas de cada contexto. Podría decirse que este proceso de aprender a mentir se culmina a nivel profesional.

En algunos ambientes podemos encontrarnos con trepadores profesionales. Según la Machiavellian Personality Scale (MPS), una escala que analiza los rasgos maquiavélicos en el ámbito empresarial, estos trepadores presentan desconfianza sistemática en los demás, tendencia a valerse de trampas y engaños amorales, tienen la necesidad de ejercer control sobre el comportamiento de los demás y aspiran de forma tenaz e insaciable con escalar y aumentar su estatus. Es decir, anteponen sus objetivos e intereses antes que los de los demás, provocando incluso daño. Rasgos propios del Factor D, es decir, “la tendencia general a maximizar la propia utilidad individual, sin tener en cuenta, aceptar o provocar de manera malintencionada la falta de utilidad para los demás, acompañada de creencias que sirven como justificaciones”. Este factor viene delimitado por 9 rasgos perniciosos (egoísmo, maquiavelismo, desvinculación moral, narcisismo, legitimidad autoindulgente, psicopatía, sadismo, apetito de estatus y rencor vengativo) y, tal como apuntan las investigaciones, cabe esperar que si una persona exhibe un comportamiento malévolo específico tendrá una mayor probabilidad de participar también en otras actividades malévolas. Todo ello es evidente en casos de incumplimiento de normas, mentiras y engaños en los sectores corporativos o públicos. Lo que difiere de una persona a otra son los aspectos predominantes, tal y como muestran las evidencias: mientras que los maquiavélicos necesitan acentuar el trabajo de algunos sistemas neurales para mentir, en los psicópatas esos dispositivos funcionan de modo automático y optimizado.

Junto a ello, hay una sustentación neural para la influencia que ejercen los rostros en dos dimensiones: ambición/dominancia y confianza/fiabilidad. Aunque no son indicadores fiables del carácter, la persuasión comienza ahí, con el rostro, el porte y la voz. De esto saben mucho la publicidad y el marketing, que se encargan de acentuar y magnificar estos aspectos para influir con expectativas en los consumidores, por ejemplo. También se sirven de la huella digital que las personas dejan a diario en sus interacciones en internet. De este modo, dirigen la manipulación hacia nichos concretos de influencia, a través del uso de la persuasión masiva, tanto si es benefactora como perjudicial. Aun así, no se ha estudiado pormenorizadamente aun los efectos de la manipulación sobre el cerebro ajeno.

Lo que es evidente es que la manipulación a gran escala tiene como objetivo principal que la gente crea y actúe en función del punto de vista del comunicador. Basta con fijarse en los predicadores políticos y religiosos para observar los discursos manipulativos que utilizan y como estos son tomados por la gente. Todos los líderes lo hacen por definición. Aquí surge un punto clave en la manipulación de masas: los arrastres persuasores de estos gran comunicadores incitan a sus acólitos para que se ocupen de que el mensaje no decaiga en sus efectos. Surgiendo una retroalimentación entre el manipulador y sus seguidores manipulados. Proceso a tener en cuenta a la hora de revertir una idea falsa.
Influir: de interacción social ventajosa a influencia tóxica
En palabras de David Buss y col., en «Tactics of manipulation»
“La manipulación consiste en el uso intencional de tácticas para imponer, influir, cambiar, invocar o explotar a los demás. No es necesario, sin embargo, que esa intencionalidad sea maliciosa. La manipulación es la herramienta más socorrida para interactuar con el entorno ya que hay infinitas maneras de intentar influir sobre él”. [Journal of Personality and Social Psychology, vol. 52, nº 6, p.1220].
Es cierto que una cosa es atraer o influir y otra manipular usando técnicas de persuasión. No obstante, es manifiesto que hay una carga génica nada trivial de la deshonestidad. A la vista de los estudios, hay un 70% de personas dispuestas a engañar o defraudar en ausencia de sanciones. Lo que marca la diferencia de forma notable es el efecto del ambiente único, pudiendo resultar decisivo en la elección de un curso vital honesto o deshonesto. Es decir, el aprendizaje y la implicación individual tienen una gran importancia ante las disyuntivas con carga ética.

Todos manipulamos y para ello se requiere una buena conjunción de los sistemas neurales para que la manipulación social sea efectiva. Pues la interacción social es muy compleja y requiere de todo tipo de ajustes, adaptaciones y herramientas que se han de amoldar a los entornos y las propias capacidades.

Hay manipuladores porque hay manipulados, es decir, es una cuestión de dos. Y si hablamos de internet y sus redes sociales es cosas de todos. Para ello no hay antídotos, pues las destrezas manipuladoras forman parte de la vida social. Pueden aportar ventajas, por lo que van a seguir siendo imprescindibles. Ahora bien, eso no quita que las personas se esfuercen por detectar la manipulación abusiva para evitar, en la medida de lo posible, los daños.

La manipulación se ha ido adaptando a la era digital y juega un papel coercitivo en la comunicación y, más concretamente, a través de los discursos propagandísticos. Decía Teun van Dijk (lingüista holandés) en «Discurso y manipulación» que
“La manipulación no solo involucra poder, sino específicamente abuso del poder, es decir, dominación. En términos más específicos, pues, implica el ejercicio de una forma de influencia ilegítima por medio del discurso: los manipuladores hacen que los otros crean y hagan cosas que son favorables para el manipulador y perjudiciales para el manipulado. En un sentido semiótico de la manipulación, esta influencia ilegítima también puede ser ejercida con cuadros, fotos, películas u otros medios. De hecho, muchas formas contemporáneas de manipulación comunicativa, por ejemplo, por los medios de comunicación son multimodales, tal como es el caso, típicamente, de la propaganda” [Revista Signos, 39 (60) (2006), p.51].
A todas vistas, parece que la manipulación es más efectiva que la argumentación. Probablemente porque las técnicas de manipulación nos dejan la ilusión de libertad.

Nota: Este artículo se publicó en euromind.global, la web de Euromind



A pesar de las estadísticas y los modelos matemáticos que sobrestiman dramáticamente el riesgo del virus y los efectos secundarios obvios de la vacuna, muchos no son capaces de verlo. La característica más destacada de esta tendencia psicológica es que ciega radicalmente a las personas ante todo lo que vaya en contra de la narrativa en la que creen.

HISTORIA DE UN VISTAZO 
  • La “formación de masas” es una forma de hipnosis de masas que emerge cuando se cumplen condiciones específicas y casi siempre precede al surgimiento de sistemas totalitarios.
  • Cuatro condiciones centrales que deben existir para que surja la formación de masas son la soledad generalizada y la falta de vínculos sociales, lo que lleva a experimentar la vida sin sentido, lo que lleva a una ansiedad y un descontento generalizados y flotantes, que conducen a una frustración generalizada y libre. y agresión, lo que resulta en sentirse fuera de control.
  • Bajo la formación masiva, una población entra en un trance de tipo hipnótico que los hace dispuestos a sacrificar cualquier cosa, incluidas sus vidas y su libertad.
  • Las estrategias clave para interrumpir el proceso de formación de masas son hablar en contra y practicar la resistencia no violenta. Las voces disidentes evitan que los sistemas totalitarios se deterioren hasta convertirse en una inhumanidad abyecta donde la gente está dispuesta a cometer atrocidades atroces.
  • En definitiva, “totalitarismo” se refiere a la ambición del sistema. Quiere eliminar la capacidad de elección individual y, al hacerlo, destruye el núcleo de lo que es ser humano. Cuanto más rápido un sistema destruye al individuo, más pronto colapsa el sistema.
El profesor Mattias Desmet, psicólogo belga con maestría en estadística, ganó reconocimiento mundial a finales de 2021, cuando presentó el concepto de “formación de masas” como explicación al comportamiento absurdo e irracional que veíamos con respecto a la pandemia de COVID y sus contramedidas.
También advirtió que la formación de masas da lugar al totalitarismo, que es el tema de su nuevo libro, “La psicología del totalitarismo”. El trabajo de Desmet fue popularizado aún más por el Dr. Robert Malone, cuya aparición en el podcast de Joe Rogan fue vista por unos 50 millones de personas.
Pero a medida que el término de búsqueda «formación masiva» se hizo cada vez más popular, Google respondió manipulando los resultados del motor de búsqueda en un intento de desacreditar a Desmet y mostrar a las personas en sus resultados de búsqueda información que les haría descartar la importancia de este trabajo. ¿Por qué? Porque Google está en el centro de la camarilla global y el movimiento hacia el totalitarismo.

Comprender la psicología de la época es crucial

Aquellos que se niegan a aprender de la historia están obligados a repetirla, dicen, y esto parece particularmente pertinente en la actualidad porque, como explica Desmet, si no entendemos cómo se produce la formación de masas y a qué conduce, no podemos Prevenirlo. ¿Cómo llegó Desmet a la conclusión de que estábamos en el proceso de formación masiva? El explica:
“Al comienzo de la crisis del coronavirus, allá por febrero de 2020, comencé a estudiar las estadísticas sobre las tasas de mortalidad del virus, las tasas de mortalidad por infección, la tasa de letalidad, etc., e inmediatamente tuve la impresión, y conmigo, varios estadísticos de fama mundial, como John Ioannidis de Stanford, por ejemplo, que las estadísticas y los modelos matemáticos utilizados sobrestimaron dramáticamente el peligro del virus.
Inmediatamente, escribí un artículo de opinión tratando de llamar la atención de la gente sobre algunos de los errores. Pero me di cuenta de inmediato que la gente simplemente no quería saber. Era como si no vieran ni los errores más flagrantes al nivel de las estadísticas que se usaban. La gente simplemente no era capaz de verlo”.
Esta temprana experiencia le hizo decidirse a centrarse en los mecanismos psicológicos que intervienen en la sociedad, y se convenció de que lo que estábamos viendo eran, de hecho, los efectos de un proceso de formación de masas a gran escala, porque la característica más destacada de esta tendencia psicológica es que vuelve a la gente radicalmente ciega a todo lo que vaya en contra de la narrativa en la que cree.
Básicamente, se vuelven incapaces de distanciarse de sus creencias y, por lo tanto, no pueden asimilar o evaluar nuevos datos. Desmet continúa:

“Otra característica muy específica es que este proceso de formación en masa hace que las personas estén dispuestas a sacrificar radicalmente todo lo que es importante para ellos, incluso su salud, su riqueza, la salud de sus hijos, el futuro de sus hijos.
Cuando alguien está en las garras de un proceso de formación de masas, se vuelve radicalmente dispuesto a sacrificar todo su interés individual. Una tercera característica, por nombrar solo algunas, es que una vez que las personas están atrapadas en un proceso de formación en masa, generalmente muestran una tendencia a la crueldad hacia las personas que no aceptan la narrativa o no la siguen... Por lo general, lo hacen como si fuera un deber ético.
Al final, suelen tender, primero, a estigmatizar, y luego a eliminar, a destruir, a las personas que no van con las masas.

Y es por eso que es tan extremadamente importante comprender los mecanismos psicológicos en funcionamiento, porque si comprende los mecanismos en funcionamiento, puede evitar que la formación de masas se vuelva tan profunda que las personas lleguen a este punto crítico en el que realmente están fanáticamente convencidas de que deben destruir a todo el que no los acompañe.

Por lo tanto, es extremadamente importante entender el mecanismo. Si lo entiendes, puedes estar seguro de que la multitud, la masa, primero se destruirá a sí misma, o se agotará, antes de comenzar a destruir a las personas que no están de acuerdo con la masa.
Entonces, es de crucial importancia, y eso es lo que describe mi libro. Describe cómo surge una masa, una multitud, en una sociedad, bajo qué condiciones surge, cuáles son los mecanismos del proceso de formación de masas y qué se puede hacer al respecto. Eso es extremadamente importante. 
Voy a mencionar esto desde el principio.
Por lo general, es imposible despertar a las masas. Una vez que surge un proceso de formación de masas en una sociedad, es extremadamente difícil despertar a las masas. Pero [despertarlos es] importante, [porque] puedes evitar que las masas y sus líderes se convenzan tan fanáticamente de su narrativa que comiencen a destruir a las personas que no están de acuerdo con ellos”.

De hecho, para aquellos de nosotros que no caímos bajo el hechizo de la narrativa irracional de COVID, la crueldad con la que el liderazgo político, los medios y la gente en general intentaron forzar el cumplimiento fue sorprendentemente abominable. Muchos fueron agredidos físicamente, y algunos incluso asesinados, simplemente por no usar cubrebocas, lo que sabíamos era una estrategia de prevención inútil.

Contexto histórico de la hipnosis masiva

Es más fácil entender qué es la formación de masas si la consideras como hipnosis de masas, porque no son simplemente similares, son idénticas, dice Desmet. La formación de masas es una especie de hipnosis que surge cuando se cumplen determinadas condiciones. Y, de manera inquietante, estas condiciones, y el trance hipnótico que surge, casi siempre preceden al surgimiento de los sistemas totalitarios.
Si bien el totalitarismo y una dictadura clásica comparten ciertas características, existen claras diferencias a nivel psicológico. Según Desmet, una dictadura clásica, a nivel psicológico, es muy primitiva. Es una sociedad que le teme a un grupo pequeño, a un régimen dictatorial, por su potencial agresivo.
El totalitarismo, por otro lado, surge de un mecanismo psicológico muy diferente. Curiosamente, el estado totalitario en realidad no existía antes del siglo XX. Es un fenómeno relativamente nuevo y se basa en la formación de masas o la hipnosis de masas.

Las condiciones para este estado hipnótico masivo (que se enumeran a continuación) se cumplieron por primera vez justo antes del surgimiento de la Unión Soviética y la Alemania nazi, por lo que ese es nuestro contexto histórico. Estas condiciones se volvieron a cumplir justo antes de la crisis del COVID. Lo que estamos viendo ahora es un tipo diferente de totalitarismo, en gran parte debido a los avances tecnológicos que han creado herramientas extremadamente efectivas para influir inconscientemente en el público.
Ahora tenemos herramientas muy sofisticadas con las que hipnotizar a masas de personas mucho más grandes que en épocas anteriores. Pero mientras nuestro totalitarismo actual es global en lugar de regional, y la guerra de la información es más sofisticada que cualquier cosa que los soviéticos o los nazis pudieran reunir, las dinámicas psicológicas básicas siguen siendo idénticas.

Comprender la hipnosis

Entonces, ¿cuáles son esas dinámicas psicológicas? “Formación en masa” es un término clínico que en la jerga de los profanos podría traducirse simplemente como una especie de hipnosis en masa, que puede ocurrir una vez que se cumplen ciertas condiciones.
Cuando estás siendo hipnotizado, lo primero que hará el hipnotizador es separar o retirar tu atención de la realidad o el entorno que te rodea. Luego, a través de su sugerencia hipnótica, generalmente una narración muy simple o una oración en voz alta, el hipnotizador enfocará toda su atención en un solo punto, por ejemplo, un péndulo en movimiento o simplemente su voz.
Desde la perspectiva de la persona hipnotizada, parecerá como si la realidad se hubiera desvanecido. Un ejemplo extremo de esto es el uso de la hipnosis para hacer que las personas sean insensibles al dolor durante la cirugía. En esa situación, el enfoque mental del paciente es tan estrecho e intenso que no se da cuenta de que su cuerpo está siendo cortado.

De la misma manera, no importa cuántas personas resulten heridas por las medidas del COVID, porque el foco está en el COVID y todo lo demás se ha desvanecido, en términos psicológicos.
Las personas pueden ser asesinadas por no usar una máscara y el hipnotizado no levantará una ceja. Los niños pueden morir de hambre y los amigos pueden suicidarse por desesperación financiera; nada de esto tendrá un impacto psicológico en los hipnotizados porque para ellos, la difícil situación de los demás no se registra. Un ejemplo perfecto de este cegamiento psicológico de la realidad es cómo las muertes y lesiones por pinchazos de COVID simplemente no se reconocen y ni siquiera se consideran causales.

Las personas recibirán la inyección, sufrirán lesiones masivas y dirán: «Gracias a Dios que recibí la inyección o hubiera sido mucho peor». No pueden concebir la posibilidad de que hayan resultado heridos por el disparo. ¡Incluso he visto a personas expresar su gratitud por la inyección cuando alguien a quien supuestamente amaban murió a las pocas horas o días de recibirla! Es alucinante. La dinámica psicológica de la hipnosis explica este comportamiento irracional e incomprensible, pero sigue siendo bastante surrealista.

“Aunque conozco los mecanismos en funcionamiento, sigo desconcertado cada vez que sucede”, dijo Desmet. “Casi no puedo creer lo que veo. Conozco a alguien cuyo marido murió unos días después de la vacuna, mientras dormía, de un infarto”.
“Y pensé: ‘Ahora abrirá los ojos y se despertará’. En absoluto”, agregó. “Simplemente continuó de la misma manera fanática, incluso más fanática, hablando de lo felices que deberíamos estar porque tenemos esta vacuna. Increíble, sí.

Las raíces psicológicas de la formación de masas

Como se mencionó, la formación masiva, o la hipnosis masiva, puede ocurrir cuando ciertas condiciones psicológicas están presentes en una parte suficientemente grande de la sociedad. 
Las cuatro condiciones centrales que deben existir para que surja la formación masiva son:
  • Soledad generalizada y falta de vinculación social, lo que conduce a:
  • Experimentar la vida como sin sentido, sin propósito y sin sentido, y/o enfrentarse a circunstancias persistentes que no tienen sentido racional, lo que conduce a:
  • Ansiedad y descontento flotantes y generalizados (ansiedad/descontento que no tiene una causa aparente o distinta), lo que conduce a:
  • Frustración y agresión flotantes y generalizadas (la frustración y la agresión no tienen una causa discernible), lo que da como resultado una sensación de descontrol.
Cómo surge la formación de masas en una sociedad

Una vez que una parte suficientemente grande de la sociedad se siente ansiosa y fuera de control, esa sociedad se vuelve altamente vulnerable a la hipnosis masiva. Desmet explica:
“El aislamiento social, la falta de significado, la ansiedad flotante, la frustración y la agresión son altamente aversivos porque si las personas se sienten ansiosas, sin saber por qué se sienten ansiosas, por lo general se sienten fuera de control. Sienten que no pueden protegerse de su ansiedad.
Y, si en estas condiciones se distribuye una narrativa a través de los medios de comunicación, indicando un objeto de ansiedad y, al mismo tiempo, brindando una estrategia para lidiar con el objeto de ansiedad, entonces toda esta ansiedad flotante podría conectarse con el objeto. de ansiedad
Y puede haber una gran voluntad de participar en una estrategia para lidiar con el objeto de la ansiedad, sin importar cuán absurda sea la estrategia. Entonces, incluso si está claro desde el principio, para todos los que quieran verlo, que la estrategia para lidiar con el objeto de la ansiedad podría cobrar muchas más víctimas que el objeto de la ansiedad en sí mismo… incluso entonces, podría existir esta gran voluntad. participar en una estrategia de trato con el objeto de la ansiedad.
Ese es el primer paso de todo mecanismo importante de formación de masas. Ya sea que se trate de las Cruzadas, la caza de brujas, la Revolución Francesa, el comienzo de la Unión Soviética o la Alemania nazi, vemos el mismo mecanismo, una y otra vez.
Hay mucha ansiedad flotante. Alguien proporciona una narrativa que indica un objeto de ansiedad y una estrategia para lidiar con él. Y luego toda la ansiedad se conecta con el objeto [propuesto] de ansiedad.
Las personas participan en una estrategia para lidiar con el objeto de la ansiedad que arroja una primera ventaja psicológica importante, ya partir de ahí las personas tienen la impresión de que pueden controlar su ansiedad. Está conectado a un objeto y tienen una estrategia para lidiar con él”.
La problemática vinculación social de la formación de masas

Una vez que las personas que solían sentirse solas, ansiosas y fuera de control comienzan a participar en la estrategia que se les presenta como la solución a su ansiedad, surge un nuevo vínculo social. Esto, entonces, refuerza la hipnosis masiva, ya que ahora ya no se sienten aislados y solos.
Este refuerzo es una especie de intoxicación mental, y es la verdadera razón por la que la gente compra la narrativa, sin importar cuán absurda sea. “Continuarán aceptando la narrativa, porque crea este nuevo vínculo social”, dice Desmet.
Si bien el vínculo social es algo bueno, en este caso se vuelve extremadamente destructivo, porque la frustración y la agresión que flotan libremente todavía están allí y necesitan una salida. Estas emociones necesitan ser dirigidas a alguien. Lo que es peor, bajo el hechizo de la formación en masa, la gente pierde sus inhibiciones y el sentido de la proporción.
Entonces, como hemos visto durante la pandemia de COVID, las personas atacarán y arremeterán de las maneras más irracionales contra cualquiera que no crea en la narrativa. La agresión subyacente siempre estará dirigida a la parte de la población que no está hipnotizada.

Hablando en términos generales, por lo general, una vez que se está formando la masa, alrededor del 30 por ciento de la población será hipnotizada, y esto generalmente incluye a los líderes que pronuncian la narrativa hipnotizadora al público, el 10 por ciento permanece sin hipnotizar y no acepta la narrativa. , y la mayoría, el 60 por ciento, siente que hay algo mal con la narrativa, pero acepta simplemente porque no quiere sobresalir o causar problemas.

Otro problema con el vínculo social que surge es que el vínculo no es entre individuos, sino un vínculo entre el individuo y el colectivo. Esto da lugar a un sentimiento de solidaridad fanática con el colectivo, pero no hay solidaridad hacia ningún individuo determinado. Entonces, los individuos son sacrificados sin piedad por el «bien mayor» del colectivo sin rostro.


“Esto explica, por ejemplo, por qué durante la crisis del coronavirus todo el mundo hablaba de solidaridad, pero la gente aceptaba que si alguien tenía un accidente en la calle, ya no se le permitía ayudar a esa persona a menos que tuviera una máscara quirúrgica y guantes. a tu disposición”, dijo Desmet.
“Eso también explica por qué, mientras todo el mundo hablaba de solidaridad, la gente aceptaba que si su padre o su madre se estaban muriendo, no se les permitía visitarlos”.

Al final, terminas con una atmósfera radical y paranoica en la que las personas ya no confían entre sí y en la que las personas están dispuestas a denunciar a sus seres queridos al gobierno.

“Entonces, ese es el problema con la formación de masas”, afirmó Desmet. “Es la solidaridad del individuo con el colectivo, y nunca con otros individuos”.

“Eso explica lo que sucedió durante la revolución en Irán”, continuó. “Hablé con una mujer que vivió en Irán durante la revolución, que en realidad fue el comienzo de un régimen totalitario en Irán”.
“Ella presenció, con sus propios ojos, cómo una madre denunció a su hijo al gobierno, y cómo le colgó la soga al cuello justo antes de que muriera, y cómo afirmó ser una heroína por hacerlo. Esos son los efectos dramáticos de la formación masiva”.

Sin enemigo externo, ¿qué sucede?

Ahora nos enfrentamos a una situación más complicada que en cualquier momento anterior, porque el totalitarismo que ahora está surgiendo no tiene enemigos externos, a excepción de los ciudadanos que no están hipnotizados y no compran las falsas narrativas. La Alemania nazi, por ejemplo, fue destruida por enemigos externos que se levantaron contra ella.
Por otro lado, hay una ventaja en esto, porque los estados totalitarios siempre necesitan un enemigo. Eso es algo que George Orwell describió muy bien en su libro “1984”. Para que el proceso de formación de masas continúe existiendo, debe haber un enemigo externo sobre el cual el Estado pueda enfocar la agresión de las masas hipnotizadas.

La resistencia no violenta y la franqueza son cruciales

Esto nos lleva a un punto clave, y es la necesidad de una resistencia no violenta y de hablar en contra de la narrativa. La resistencia violenta te convierte automáticamente en un objetivo para la agresión, por lo que “la resistencia dentro de un sistema totalitario siempre tiene que apegarse a los principios de la resistencia no violenta”, dijo Desmet. Pero también debe continuar hablando de manera clara, racional y no abusiva. Desmet explica:

“El primer y más importante principio al que debe adherirse la resistencia durante un proceso de formación de masas y totalitarismo emergente, es que las personas que no están de acuerdo con las masas tienen que seguir hablando. Eso es lo más crucial.
Como el totalitarismo se basa en la formación de masas, y la formación de masas es una especie de hipnosis, la formación de masas siempre es provocada por la voz del líder, que mantiene a la población en un proceso de hipnosis. Y cuando las voces disonantes continúen hablando, no podrán despertar a las masas, pero perturbarán constantemente el proceso de formación de masas.
Interferirán constantemente con la hipnosis. Si hay personas que continúan hablando, la formación de masas generalmente no será tan profunda como para que haya una voluntad en la población de destruir a las personas que no están de acuerdo con las masas. Eso es crucial.
Históricamente hablando, si miras lo que pasó en la Unión Soviética y en la Alemania nazi, está claro que fue exactamente en el momento en que la oposición dejó de hablar en público que el sistema totalitario comenzó a volverse cruel.
En 1930, en la Unión Soviética, la oposición dejó de hablar y, entre seis y ocho meses, Stalin comenzó sus grandes purgas, que se cobraron decenas de millones de víctimas. Y luego, en 1935, sucedió exactamente lo mismo en la Alemania nazi.
La oposición fue silenciada o detenida para hablar. Prefirieron pasar a la clandestinidad. Pensaban que se trataba de una dictadura clásica, pero no fue así. Estaban lidiando con algo completamente diferente. Se enfrentaban a un estado totalitario.
Y al decidir pasar a la clandestinidad, fue una decisión fatal para ellos. Entonces, también en la Alemania nazi, dentro de un período de un año después de que la oposición dejó de hablar en público, comenzó la crueldad y el sistema comenzó a destruir primero a sus oponentes. Eso es siempre lo mismo.
En la primera etapa, los sistemas totalitarios o de masas comienzan a atacar a quienes no les acompañan. Pero, después de un tiempo, simplemente comienzan a atacar y destruir a todos, grupo tras grupo.
Y, en la Unión Soviética, donde el proceso de formación de masas fue muy lejos, mucho más lejos que en la Alemania nazi, Stalin empezó a eliminar a la aristocracia, a los pequeños granjeros, a los grandes granjeros, a los orfebres, a los judíos, a toda la gente que según él nunca se convertiría en buenos comunistas.
Pero después de un tiempo, simplemente comenzó a eliminar grupo tras grupo sin ninguna lógica. Solo todos. Por eso Hannah Arendt decía que un estado totalitario es siempre un monstruo que devora a sus propios hijos. Y ese proceso destructivo comienza cuando la gente deja de hablar.
Esa es probablemente la razón por la que, a principios del siglo XX, hubo varios países donde hubo formación de masas, pero donde nunca hubo un estado totalitario en toda regla.
Probablemente, hubo suficientes personas que no se callaron, que continuaron hablando. Eso es algo que es tan crucial de entender. Cuando surge la formación de masas, la gente suele sentir que no tiene sentido hablar porque la gente no se despierta. La gente no parece sensible a sus contraargumentos racionales.
Pero nunca debemos olvidar que hablar claro tiene un efecto inmediato. Quizás no que despierte a las masas, sino que perturbe el proceso de formación de masas y la hipnosis. Y de esa manera, evita que las masas se vuelvan altamente destructivas hacia las personas que no las acompañan.
También pasa algo más. Las masas comienzan a agotarse. Comienzan a destruirse a sí mismos antes de comenzar a destruir a las personas que no los acompañan. Entonces, esa es la estrategia que se utilizará para la resistencia interna hacia los regímenes totalitarios”.

Rechazar el transhumanismo y la tecnocracia

Como se mencionó anteriormente, los líderes que declaran las narrativas también están siempre hipnotizados. Son fanáticos en ese sentido. Sin embargo, si bien los líderes mundiales de hoy son fanáticos del transhumanismo y la tecnocracia, es posible que no crean necesariamente lo que dicen sobre el COVID.
Muchos saben que están diciendo mentiras, pero justifican esas mentiras como necesarias para llevar a buen término las ideologías del transhumanismo y la tecnocracia. La ridícula agenda de COVID es un medio para un fin. Esta es otra razón por la que debemos seguir presionando y alzando la voz, porque una vez que desaparezcan los contraargumentos, estos líderes se volverán aún más fanáticos en su búsqueda ideológica.

“Al final, el desafío final no es tanto mostrarle a la gente que el coronavirus no era tan peligroso como esperábamos, o que la narrativa de COVID está mal, sino que esta ideología es problemática: esta ideología transhumanista y tecnocrática es un desastre para la humanidad; este pensamiento mecanicista, esta creencia de que el universo y el hombre es una especie de sistema mecanicista material, que debe ser dirigido y manipulado de una manera transhumanista tecnocrática mecanicista.
Ese es el desafío final: mostrarle a la gente que, al final, una visión transhumanista del hombre y del mundo implicará una deshumanización radical de nuestra sociedad. Entonces, creo que ese es el verdadero desafío al que nos enfrentamos. Mostrando a la gente, ‘Mira, olvídate por un momento de la narrativa de la corona’.
A lo que nos dirigimos, si seguimos en el mismo camino, es a una sociedad transhumanista radicalmente controlada tecnológicamente, que no dejará espacio alguno para la vida de un ser humano”.

Empeorará antes de mejorar

Al igual que yo, Desmet está convencida de que nos dirigimos rápidamente hacia el totalitarismo global y que las cosas empeorarán mucho antes de mejorar. ¿Por qué? Porque estamos solo en las etapas iniciales del proceso de totalitarismo. En el horizonte, la identidad digital todavía ocupa un lugar preponderante, y con eso viene una red de control insondablemente poderosa capaz de quebrar a casi cualquiera.
El rayo de esperanza es este: todos los que han estudiado la formación de masas y el totalitarismo han llegado a la conclusión de que ambos son intrínsecamente autodestructivos. No pueden sobrevivir. Y cuantos más medios tenga a su disposición para controlar a la población, antes podrá destruirse a sí mismo, porque el totalitarismo destruye la esencia del ser humano.

En definitiva, “totalitarismo” se refiere a la ambición del sistema. Quiere eliminar la capacidad de elección individual, y al hacerlo, destruye el núcleo de lo que es ser humano, “porque la energía psicológica en un ser humano emerge en cada momento en que un ser humano puede hacer una elección que es realmente su elección propia”, dice Desmet. Cuanto más rápido un sistema destruye al individuo, más pronto colapsa el sistema.
Una vez más, la única arma contra la destrucción brutal de la humanidad es hacer retroceder, alzar la voz, resistir sin violencia. Puede que no detenga el totalitarismo en seco, pero puede mantener a raya las atrocidades más atroces. También proporcionará un pequeño espacio donde los resistentes puedan tratar de sobrevivir juntos y prosperar en medio del paisaje totalitario.

“Entonces, si queremos tener éxito, tendremos que pensar en estructuras paralelas que nos permitan ser un poco autosuficientes. Podemos intentar asegurarnos de que ya no necesitamos demasiado el sistema. Pero incluso estas estructuras paralelas serían destruidas en un momento si la gente no continúa hablando. Entonces, eso es crucial.
Trato de traer esto a la atención de todos. Podemos construir estructuras paralelas tanto como queramos, pero si el sistema se vuelve demasiado destructivo y decide usar todo su potencial agresivo, entonces las estructuras paralelas serán destruidas. Pero el sistema nunca llegará a este nivel de profundidad de la hipnosis si hay voces disonantes que continúan hablando. Por lo tanto, estoy muy dedicado a seguir hablando”.


Si bien es imposible hacer predicciones precisas, el presentimiento de Desmet es que probablemente pasarán al menos siete u ocho años antes de que el sistema totalitario que emerge actualmente se consuma y se autodestruya. Podría ser más, podría ser menos. La sociedad es un sistema dinámico complejo, e incluso los sistemas dinámicos simples no se pueden predecir ni siquiera con un segundo de anticipación. Esto se conoce como la imprevisibilidad determinista de los ecosistemas dinámicos complejos.

Más información

Independientemente de cuánto tiempo tome, la clave será sobrevivir a todo y hacer lo que podamos para minimizar la carnicería. Un desafío clave a nivel individual será mantener los principios elementales de la humanidad. En la entrevista, Desmet habló sobre el libro de Aleksandr Solzhenitsyn, «El archipiélago Gulag», que destaca la importancia de aferrarse a su humanidad en medio de una situación inhumana.
“Eso, tal vez, es lo único que puede garantizarnos un buen resultado de todo el proceso, que es un proceso necesario, creo. Esta crisis no tiene sentido. No es sin sentido. Es un proceso en el que la sociedad puede dar a luz algo nuevo, algo mucho mejor de lo que existe hasta ahora”, dijo.
Para obtener más información sobre este tema verdaderamente crucial, asegúrese de obtener una copia del libro de Desmet, 
«La psicología del totalitarismo» .

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