EL Rincón de Yanka

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martes, 3 de junio de 2025

NO ES UN GOBIERNO MUNDIAL, SON TIRANÍAS DEMOCRÁTICAS por EMMANUEL MARTÍNEZ ALCOCER 👥👿💀


No es un gobierno mundial, 
son tiranías democráticas

Desde hace tiempo se viene hablando, y no sin motivos, de los intentos globalistas por imponer un gobierno mundial. Lo vemos desde lugares como el Foro de Davos, la Comisión Europea, la OMS y tantos otros organismos de carácter internacional. Si bien, la posibilidad de un «gobierno mundial» ha sido una constante en el imaginario político moderno, ya fuera planteado como un horizonte deseable o como una amenaza. Pero, como decíamos, esta posibilidad ha cobrado nueva fuerza en el contexto de los llamados problemas globales: pandemias, cambio climático, inmigraciones masivas o crisis energéticas. No obstante, desde una perspectiva materialista, dicha posibilidad debe ser tratada como un mito político funcional, sin perjuicio de su oscuridad y confusión (o precisamente por ello), pero no como una tesis políticamente operativa.
Desde la racionalidad materialista es obligado entender la política como una realidad derivada de estructuras históricas concretas, y no como una emanación de principios abstractos o deseos universalistas. Lo que impide tomar ontológicamente en serio la idea de un «Estado universal» sin incurrir en una hipótesis metafísica. No hay cuerpo político sin territorio, sin enemigos, sin límites, sin frentes. En consecuencia, y por decirlo de la manera más clara posible: no hay gobierno mundial que pueda funcionar como sujeto político real sin colapsar por la multiplicidad de intereses y potencias enfrentadas.

Sin embargo, mientras esta quimera metafísica y oscurantista sigue nutriendo el discurso de las elites tecnoadministrativas y de ciertos movimientos ideológicos globalistas, se produce un fenómeno mucho más tangible y urgente: la consolidación de nuevas formas de tiranía en el seno de los Estados democráticos. Hablamos de unas tiranías que en la actualidad no se presentan con el rostro clásico, y ya casi caricaturesco, del dictador o del caudillo. Sino con las formas blandas de una legitimidad electoral, una supuesta voluntad popular y una retórica de los derechos humanos. Son tiranías funcionales que operan de maneras sutiles aunque tampoco ocultas, al menos para quien lo quiera ver. Pues son tiranías que se van implantando mediante el vaciamiento de los mecanismos de oposición real, la neutralización de la pluralidad ideológica y la sustitución de la acción política por la gestión administrativa. Y todo ello se realiza mientras con el discurso diario, difundido mediante las poltronas y mercenarios mediáticos, nos dice lo contrario.

Como ya se ha señalado reiteradamente, desde la perspectiva del materialismo filosófico la democracia no es una Idea absoluta, ni un Bien en sí mismo, sino una forma política entre otras, con posibilidad de degeneración o perversión. Gustavo Bueno, en trabajos como El fundamentalismo democrático. Democracia y corrupción, entre otros, ha desmitificado la democracia como forma ideal. Y es que, si derrumbamos esa metafísica ideológica acerca de la democracia, podremos entender que una democracia puede alojar en su seno formas de poder oligárquico, tecnocrático o directamente despótico.

Otro asunto clave de estas tiranías democráticas radica en la internalización del consenso. Ya no se necesita imponer la obediencia por la fuerza, porque se obtiene por la convicción. Por la propaganda masiva. Por la lobotomización generalizada. Ese sistema produce sujetos que consienten su propia servidumbre porque, imbuidos en el ideal sagrado de la democracia como el fin de la historia, creen estar ejerciendo su libertad. Ahora bien, esto no sería posible sin la colaboración de los aparatos ideológicos del Estado: la educación, los medios de comunicación, la producción cultural, incluso la industria de la felicidad. Todos ellos construyen un «sujeto político» que identifica obediencia con virtud, conformismo con madurez, adaptación al caos con inteligencia. Así, las nuevas tiranías democráticas a las que estamos avanzando –hay quien diría progresando– no necesitan recurrir siempre a la censura abierta. Esta, por otro lado, tampoco es infrecuente y cada vez la podemos ver más amplia. Pero si no es necesaria permanentemente es porque el disenso se ridiculiza, se margina o se psicologiza. Es decir, se transforma en patología o en ignorancia. La autocensura ocupa el lugar de la represión.

Tenemos así que esta situación responde al funcionamiento de una estructura política que ha sustituido la confrontación de proyectos políticos por la alternancia de gestoras. Da igual que se vote una alternativa u otra, el resultado será el mismo. Y más aún cuando se vive en una nación endeudada hasta decir basta y controlada por intereses extranjeros. En consecuencia, las democracias occidentales actuales no se definen ya por el conflicto político real entre modelos de sociedad, sino por la competencia superficial entre marcas partidistas homologadas. De modo que lo que se ofrece como «pluralismo» es, en realidad, una homogeneidad ideológica encubierta por diferencias aparentes. Los límites del debate político están trazados de antemano, y quien los traspasa es tachado de extremista, radical o negacionista.

Siendo así las cosas, podemos entender mejor que la aparición del mito del gobierno mundial cumple una función ideológica: distraer del proceso real de transformación de las democracias en estructuras de control blando (sin descartar el recurso a controles más duros, como pudimos ver en el proceso pandémico). Se teme un futuro que nunca llega, mientras se acepta sin resistencia un presente que despoja a la ciudadanía de sus instrumentos de acción política. Así, el mito globalista actúa como un relato movilizador y disuasorio al mismo tiempo: moviliza a quienes se oponen a una supuesta dictadura mundial que nunca se concreta, y disuade a los críticos internos tachándolos de paranoicos o antidemócratas.

Pero desde el racionalismo materialista podemos analizar esta situación desde el concepto de ideología, es decir, entendiendo este mito metafísico como una falsificación interesada de la realidad. El gobierno mundial no es una realidad política, sino una representación mistificada que impide ver las estructuras de poder efectivamente operantes. En cambio, lo que sí existe es una creciente homogeneización de los sistemas políticos bajo el modelo, que parece ya caduco, de la democracia formal liberal. Una democracia liberal cuyas instituciones se vuelven impermeables a las necesidades nacionales, mostrándose cada vez más dependientes de instancias transnacionales no electas.

Pero siendo eso cierto, no hay que confundirse. Pues estas instancias no configuran un «gobierno mundial», sino una red de poderes funcionales que influyen sobre los Estados sin constituir un sujeto político unificado. Y esto es lo más «interesante» del asunto, ya que su eficacia no reside en su unidad, sino en su dispersión y opacidad. En la medida en que ese poder global hegemónico es imposible, y en la medida en que vivimos en democracias cada vez más corruptas y controladas desde fuerzas ajenas, los ciudadanos no pueden identificar claramente a los responsables de las decisiones que afectan sus vidas. Porque en realidad los centros de decisión están fragmentados entre organismos internacionales, corporaciones, plataformas digitales y agencias reguladoras.

Esta «despolitización» de la vida pública, en la que los ciudadanos pierden su carácter de sujetos soberanos de la nación y devienen en meros consumidores de políticas diseñadas por expertos, es uno de los rasgos fundamentales de las tiranías democráticas. La ciudadanía ya no actúa: reacciona. Y reacciona por los cauces indicados. Por lo que el lenguaje de los derechos, la inclusión, la sostenibilidad o la diversidad se convierte en un repertorio retórico que legitima decisiones que escapan al control de los gobernados. La democracia se convierte en una etiqueta vacía, apropiada por fuerzas que no rinden cuentas ante nadie.

A esto es a lo que nos referimos al decir que lo político es sustituido por lo técnico. La política ya no se presenta como ámbito de confrontación de planes y programas con fundamento en los intereses nacionales, sino como problema de gestión de medios. El éxito se mide en indicadores macro, no en logros que supongan el fortalecimiento efectivo de la eutaxia estatal, no en la mejora real de las condiciones de vida de los ciudadanos de la nación.

Esta situación, pues, exige una filosofía crítica de segundo grado. Una reflexión que no se conforme con denunciar la corrupción o la ineficiencia, sino que analice los mecanismos de legitimación ideológica de estas nuevas formas de dominación. El mito de la felicidad, de la cultura o el gobierno mundial se convierten en númenes ideológicos: objetos intocables, revestidos de sacralidad, que no pueden ser cuestionados sin incurrir en herejía moral. Y es que la crítica materialista, como la que aquí estamos ejerciendo, no busca sustituir un mito por otro, sino disolverlos en el análisis estructural de sus funciones. No se trata de negar la existencia de problemas que puedan tener un alcance global, sino de impedir que estos se conviertan en coartadas para el vaciamiento de la soberanía política efectiva. Un vaciamiento que incluye, por ejemplo, la venta del territorio nacional a corporaciones extrajeras para la explotación de sus minas, o para la sustitución de campos de olivos en campos de placas solares. Frente a la disolución de la acción política en un sentimentalismo globalizador, el materialismo político exige la defensa de los cuerpos políticos determinados, dotados de fronteras, instituciones, normas y enemigos reconocibles.

A la luz de dicha crítica disolvente, todo discurso sobre la humanidad o el planeta se muestra como carente de sujeto real. Resulta pura retórica operada por redes de poder que actúan en nombre de una totalidad que no existe más que como mito. Por tanto, lo que debe preocupar no es la imposición de un orden mundial unificado, sino la consolidación de una maquinaria ideológica que anula toda posibilidad de acción política efectiva en nombre de consensos prefabricados. El enemigo de nuestras libertades políticas no es un tirano interior o exterior, sino una estructura interna que anula la acción mediante la saturación de discurso y la coacción simbólica. Porque por doloroso que sea de reconocer la tiranía no se impone: se consiente.

La democracia realmente existente sin dialéctica, sin conflicto, sin oposición real, deviene en una farsa. Se mantiene la forma, pero se vacía el contenido. Se vota, pero no se elige. Se debate, pero no se decide. Y todo esto ocurre, insistimos, mientras una parte de la opinión pública sigue hipnotizada por el espejismo del gobierno mundial, temiendo la llegada de un Leviatán que ya no es necesario, porque el consenso blando ha ocupado su lugar.

El análisis materialista no pretende despertar las conciencias ciudadanas para llevarlas a la utopía, sino para mostrar el espesor y la opacidad de algunas de las estructuras que las determinan. Porque, como diría Benito Espinosa, no hay libertad sin saber, sin el conocimiento de los límites y las ficciones que nos rodean. En este sentido, derrumbar del mito del gobierno mundial es un paso necesario para recuperar el sentido político de la acción cotidiana en una democracia, que no puede verse reducida a meter una papeleta en una urna cada pocos años. Hay que actuar críticamente sobre estructuras reales, no sobre fantasmas. Por lo demás, denunciar las tiranías democráticas en las que poco a poco nos hacen vivir no es negar la posibilidad de nuestra democracia, sino prevenirla de su autodestrucción ideológica.

Es en el Evangelio de San Lucas, voy a leer la cita, digamos, capítulo 4, versículo 5 al 8, cuando el Señor Jesucristo está frente a las tres tentaciones que le propone el maligno y en la peor de todas, el maligno le propone que se arrodille frente a él porque le muestra todos los reinos del mundo, es decir, los Estados, el Estado, y le dice que si se arrodilla frente a él, le dará el poder sobre todos los Estados del mundo porque ese poder le fue dado, es decir, está la compasión propia del maligno que el Estado es la representación del demonio. Por eso cada vez que avanza el Estado, digamos, hay más pobreza, hay más calamidades, hay miseria, por eso es que les digo, despertemos a la fe, despertemos a la fe, porque eso es lo que nos traerá no solo el cielo, sino la prosperidad aquí también en la tierra”. @javiermilei

UN PUEBLO SIN PENSAMIENTO CRÍTICO  
ES EL SUEÑO DE TODO TIRANO


El estado es la encarnación 
del demonio.
Jesús Huerta de Soto





Hoy, pareciera imposible imaginarla. Pero no siempre fue así. Ni en Atenas, ni en los inicios de Estados Unidos, ni en las primeras repúblicas modernas.
En este episodio de Contrarrelato destripo el mito de que “más partidos = más democracia”.
Recorremos el surgimiento de los partidos de notables, los de masas, los partidos atrapa-todo, cartel, electoral-profesionales… y terminamos preguntándonos si no estamos viviendo el colapso del sistema de partidos.

lunes, 2 de junio de 2025

LIBRO "SOBRE LA LIBERTAD" por ISAIAH BERLIN 🗽

Isaiah Berlin
🗽
Los Cuatro ensayos sobre la libertad están entre las obras más representativas del pensamiento de Isaiah Berlin, tanto en lo que respecta a la originalidad de sus ideas como en lo que concierne al carácter brillante e incisivo de su estilo. «Las ideas políticas en el siglo XX» pasa revista a las grandes corrientes del pensamiento de dicha centuria; «La inevitabilidad histórica» constituye una lúcida reflexión sobre los condicionamientos históricos de la acción humana. 
«Dos conceptos de libertad» es una defensa del pluralismo y de la libertad individual. Finalmente, «John Stuart Mill y los fines de la vida» se ocupa del papel que desempeña el ideal de la libertad en el pensamiento de uno de sus más devotos campeones. 
En la larga introducción escrita para esta edición, Isaiah Berlín contesta a las críticas sobre sus ensayos formuladas por algunos destacados pensadores (E. H. Carr, Ernest Nagel, Morton White, S. H. Hampshire), dividiendo sus respuestas en cuatro apartados principales: el determinismo y su importancia en las ideas acerca de los hombres y de su historia; el lugar de los juicios de valor, especialmente los juicios morales, en el pensamiento histórico y social; la distinción en el ámbito de la teoría política entre libertad positiva y libertad negativa; finalmente, la cuestión del monismo y de la unidad o armonía de los fines humanos.
INTRODUCCIÓN

... Se puede preguntar que cuál es el valor que hay en la libertad como tal. ¿Es esta una respuesta a una necesidad básica del hombre, o es solamente algo presupuesto por otras exigencias fundamentales? Y más aún ¿es esto una cuestión empírica, para la cual son importantes los hechos psicológicos, antropológicos, sociológicos e históricos? ¿O es una cuestión puramente filosófica, cuya solución se basa en el análisis acertado de nuestros conceptos básicos y para cuya respuesta es suficiente y apropiado que se saquen ejemplos, sean estos reales o imaginarios, y no las pruebas fácticas que exigen las investigaciones empíricas? «La libertad es la esencia del hombre». 

«Frey sein ist nichts, frey werden ist der Himmel» (ser libre no es nada, hacerse libre es el mismo cielo). «Todo hombre tiene derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad». ¿Expresan estas frases proposiciones que se basan en algún fundamento empírico, o tienen algún otro estatus lógico? ¿Son proposiciones o mandamientos encubiertos, expresiones emotivas, declaraciones de intenciones o compromisos? ¿Qué papel tiene la prueba —histórica, psicológica o sociológica—, si es que tiene alguno, para el establecimiento de la verdad o de la validez en estas cuestiones? ¿Podría darse el caso de que, si las pruebas de los hechos se pusiesen en contra nuestra, tuviésemos que revisar nuestras ideas o retirarlas por completo o, en el mejor de los casos, conceder que estas proposiciones — si es que lo son—, son solamente válidas para determinadas sociedades, épocas o lugares, como pretenden algunos relativistas? 
¿O está demostrada su autoridad por el análisis filosófico que nos convence de que ser indiferente a la libertad no es compatible con ser humano, o por lo menos, con ser completamente humano; entendamos por ser humano bien el término medio de los que pertenecen a nuestra propia cultura, o bien el hombre en general en todo tiempo y en todo lugar? 

A esto, basta con decir que los que valoraron la libertad por sí misma creyeron que ser libre para elegir, y no para que elijan por uno, es un ingrediente inalienable que forma parte de lo que hace humanos a los seres humanos, y que esto es la razón fundamental de que se exija positivamente, tanto al tener voz en las leyes y actividades de la sociedad en que se vive, cuanto el que se le conceda a uno un ámbito, hecho artificialmente si es necesario, en el que uno sea su propio dueño, un ámbito «negativo» en el que ningún hombre esté obligado a dar cuenta de sus actividades a nadie, en tanto que esto sea compatible con la existencia de la sociedad organizada.

Quisiera añadir una observación final. Nada de lo que digo en el ensayo referente a dos conceptos de libertad sobre las fronteras de la libertad individual (y esto también es válido para la libertad de los grupos y de las asociaciones) debe ser entendido como que la libertad, en cualquiera de sus significados, sea inviolable o suficiente, en un sentido absoluto. No es inviolable porque pueden producirse condiciones anormales en las que, para evitar una alternativa suficientemente terrible, puede que haya que pasar por alto incluso las sagradas fronteras de que habla Constant, como por ejemplo, las que son violadas por las leyes retrospectivas, el castigo al inocente, el asesinato judicial, los informes que dan los hijos contra sus padres, o el testimonio de falsos testigos. 

El señor McFarlane dice esto contra mí, y yo creo que con razón. Sin embargo, la excepción confirma la regla: precisamente porque consideramos que tales situaciones son completamente anormales y que tales medidas son detestables, pudiendo ser solamente condonadas en situaciones urgentes que sean tan críticas que lo que haya que elegir haya que hacerlo entre grandes males, reconocemos que en condiciones normales, para la mayoría de los hombres, en la mayoría de las épocas y de los lugares, estas fronteras son sagradas; es decir, que traspasarlas conduce a la inhumanidad. A la inversa, el ámbito mínimo que requieren los hombres, si hay que evitar tal deshumanización, ámbito mínimo que pueden invadir los demás hombres o las instituciones que ellos han creado, no es más que un mínimo; sus fronteras no deben ser ampliadas en contra de las pretensiones suficientemente rigurosas de otros valores, incluyendo los de la misma libertad positiva. 

Sin embargo, a mí me sigue pareciendo que el concepto adecuado de los grados de libertad individual consiste en la extensión que tenga el ámbito en el que sea posible elegir. Este ámbito mínimo puede que sea incompatible con las situaciones que requieren otros ideales sociales, tecnocráticos y otros parecidos; pero esta pretensión es lo que lleva consigo la exigencia de la libertad individual. Lo que menos implica esta, es que los individuos o los grupos cedan en el autogobierno democrático de la sociedad, una vez que se han asegurado y protegido contra los demás sus derechos bonitamente calculados, dejando todo el resto a la actividad de la Política. Una expansión indefinida del ámbito en el que los hombres pueden elegir libremente entre varias maneras posibles de obrar, claramente puede no ser compatible con la realización de otros valores. 

De aquí que, siendo las cosas como son, nos veamos obligados a ajustar pretensiones, llegar a compromisos, establecer prioridades y ponernos a hacer todas esas operaciones prácticas que de hecho siempre ha requerido la vida social, e incluso la vida individual. Si se sostiene que la identificación del valor de la libertad con el valor de un ámbito de decisión libre equivale a una doctrina de la autorrealización positiva que de la negativa, yo no pondré ninguna objeción importante y solamente repetiré que, de hecho, históricamente, la deformación de este significado de la libertad positiva (o autodeterminación) llevada a cabo incluso por un liberal tan bienintencionado como T. H. Green, por un pensador tan original como Hegel, o por un analista de la sociedad tan profundo como Marx, ha oscurecido esta tesis, y la ha transformado en su contraria. Kant, que expresó mucho menos equívocamente su postura moral y social, denunció el paternalismo, ya que lo que este obstruye es precisamente la autodeterminación; aunque sea indispensable para curar ciertos males, para los que se oponen a la tiranía, es, en el mejor de los casos, un mal necesario, como lo son todas las grandes acumulaciones de poder como tal. 

Los que sostienen que estas concentraciones de poder a veces son necesarias para remediar injusticias o para aumentar las libertades insuficientes de los individuos o de los grupos, tienden a ignorar o a minimizar el reverso de la medalla; a saber, que mucho poder (y mucha autoridad) es también, por regla general, una amenaza estable a las libertades fundamentales. Todos los que han protestado contra la tiranía en los tiempos modernos, desde Montesquieu hasta hoy, han luchado con este problema. La doctrina que dice que las acumulaciones de poder no pueden ser nunca demasiado grandes, en el supuesto de que se usen y se controlen racionalmente, ignora la razón fundamental que hay para querer la libertad en primer lugar: que todos los gobiernos paternalistas, por muy benevolentes, cautos, desinteresados y racionales que hayan sido, han tendido en último término a tratar a la mayoría de los hombres como niños pequeños, que son la mayoría de las veces irresponsables o tontos incurables, o, si no, que maduran tan despacio que no está justificado liberarles en una fecha que se pueda prever con claridad (lo cual, en la práctica, significa nunca). 

Esta es una política que degrada a los hombres y que creo que no se basa en ningún fundamento racional o científico, sino, por el contrario, en una idea profundamente equivocada de lo que son las necesidades humanas más profundas. En los ensayos que siguen he intentado examinar algunas de las falacias que se basan en una mala comprensión de ciertas necesidades y finalidades humanas fundamentales; es decir, fundamentales con arreglo a la idea normal que tenemos de lo que es un ser humano, un ser dotado de un núcleo de necesidades y fines, que es común a todos los hombres, que puede que tenga una estructura cambiante, pero cuyos límites están determinados por la necesidad básica de comunicarse con otros seres semejantes. La idea de este núcleo y de estos límites forma parte de la concepción que tenemos de los atributos y funciones fundamentales en cuyos términos pensamos a los hombres y a las sociedades. 

Me doy cuenta perfectamente de algunas de las dificultades y puntos oscuros que tiene todavía mi tesis. Pero, estando a punto de escribir otro libro, no podía hacer más que tratar de las críticas que me parecían al mismo tiempo más frecuentes y menos eficaces, basándose como lo hacen en una aplicación demasiado simple de determinados principios científicos o filosóficos a los problemas sociales y políticos. Pero incluso en esto, también me doy cuenta de que hay que hacer mucho más, especialmente en la cuestión del libre albedrío, cuya solución requiere, a mi juicio, un conjunto de nuevos instrumentos conceptuales, y una ruptura con la terminología tradicional, que nadie, que yo sepa, ha sido capaz de proporcionar.


BERLIN, Isaiah, Cuatro Ensayos Sobre La Libertad by Jaime Garcia Muñoz


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domingo, 1 de junio de 2025

¡CAMINA A BELÉN!



Si la incomprensión te pesa, camina a Belén.
Si la soledad te acompaña, camina a Belén.
Si la tribulación y el dolor inundan tu corazón, camina a Belén.
Si te sientes derrotado y el mundo te ha traicionado, camina a Belén,
porque allí se encuentra el Niño que para ti ha nacido,
y desde Su pobre cuna te muestra que viene a derrotar toda tristeza,
y darte una vida nueva,
para que en tu corazón siempre florezca el amor y la paz verdadera.

¡Oh Belén que en todos los corazones Jesús te quiere poner!

Hoy quiero meditar estas palabras, frase por frase, en la Luz de la Navidad que Jesús quiere poner en nuestras almas, para mejor preparación de nuestro corazón a la Venida del Niño que tanto esperamos.

Si la incomprensión te pesa, camina a Belén.

María caminaba en silencio, incomprendida por el mundo, y sin poder explicarle a la gente cual era la realidad que realmente la llenaba de gozo, y de dolor. 
El gozo y el dolor eran como un ramo de hermosas rosas que perfumaban su alma, pero llenas de espinas que hacían difícil tomarlas con las manos sin lastimarse. 
¿Cómo borrar esa incomprensión sin decir que el Dios de lo alto había anidado en su Vientre? 
Las habladurías, las críticas de los familiares, las miradas esquivas, ¡cómo dolían en su alma! El silencio fue siempre el compañero fiel de María, por eso Ella caminó a Belén simplemente guardando estas cosas en su Corazón.

Si la soledad te acompaña, camina a Belén.

José y el burrito iban con Ella, y sin embargo la soledad la envolvía con más dureza que el frío del camino. 
José la miraba con palabras de consuelo, tratando de no mostrar el dolor que laceraba su interior. 
María estaba acompañada por la hermana soledad, esa amiga que se empeña en unirse a nosotros cuando más necesitaríamos el calor del mundo, las miradas comprensivas, los abrazos de bienvenida, el aceptar sin preguntar, el confiar sin saber. 
La hermana soledad nos llama entonces a cerrar los ojos y a ir de su mano por los estrechos senderos de nuestra alma, al encuentro del que nos espera en Su cuna de Belén.

Si la tribulación y el dolor inundan tu corazón, camina a Belén.

María, portadora en su vientre del más maravilloso Tesoro que jamás pudiera haber existido, fue rechazada como si fuera una molestia, un motivo de distracción para los que gozaban del calor de las posadas, de los hogares donde acudieron por ayuda. José estaba en su pueblo, en su Belén, y sin embargo no fue escuchado por sus propios familiares o amigos. 
¡Cuánto dolor y tristeza hizo nido en los corazones de estas purísimas almas! Pero María sabía que el sufrimiento, cuando es extremo, anuncia la cercanía de grandes Gracias. ¡Ella, Nuestra Señora de la Alta Gracia, la Gracia de ser Madre del Salvador!

Si te sientes derrotado y el mundo te ha traicionado, camina a Belén,
porque allí se encuentra el Niño que para ti ha nacido,
y desde Su pobre cuna te muestra que viene a derrotar toda tristeza,
y darte una vida nueva,
para que en tu corazón siempre florezca el amor y la paz verdadera.

El estallido de dolor ante la traición de los cercanos, y de los lejanos, y el fracaso ante los ojos del mundo, fue reemplazado por un estallido de Gloria. 
María vio esos Ojos que la miraban desde un montoncito de paja y polvo, y comprendió que todo había tenido sentido, como anticipando la Cruz que como espada iba a atravesar su Corazón, pero también viendo las puertas del Reino de Dios que se abrirían ante la reconciliación de Dios con Su Criatura. 
María vio como el camino a Belén derrotó los dolores del mundo e invitó a la Gloria de los ángeles que nos cantan a nosotros aún hoy sobre la paz a los hombres de buena voluntad, a los que verdaderamente aman al Señor.

¡Oh Belén que en todos los corazones Jesús te quiere poner!

Ayer, hoy y siempre, la humildad de Belén es puesta por Jesús en nuestro pesebre interior, nuestro corazón. Como lo hizo María, Él espera de nosotros obediencia heroica, humildad en el silencio, entrega en el dolor, aceptar sin comprender, caminar sin ver el camino, oración aún cuando duela, caminar aunque las piedras traspasen nuestros pies. Belén está delante de nosotros, fulgurante, majestuosa, aunque escondida a los ojos del mundo.

Ese es nuestro secreto, compartido con María. Belén, nuestra Belén Celestial, en la que el Niño por nacer nos espera. Hermano, hermana, no mires atrás.

¡Sólo camina a Belén!




Letra y Música: 
Antonio Alcalde
.
¿Por dónde se va a Belén?
Por cualquier camino del mundo
donde brota un amor profundo,
por allí se va a Belén.
.
Para llegar a Belén
no andes solo el camino,
pues junto a ti, peregrino,
camina el Niño Emmanuel.
.
Oveja, mula y rabel
van caminando contigo
buscando el rostro divino
del Dios nacido en Belén.
.
Donde brota una sonrisa,
donde se tiende una mano,
donde se escucha sin prisa
la palabra del hermano,
por allí se va a Belén.


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