EL Rincón de Yanka: MUJER

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martes, 8 de julio de 2025

LIBRO "LA CRIOLLA PRINCIPAL": MARÍA ANTONIA BOLÍVAR PALACIOS, LA HERMANA REALISTA DEL LIBERTADOR 🙋 por INÉS QUINTERO

 La criolla principal

INÉS QUINTERO

Como María Antonia Bolívar, este libro ya tiene una página en la historia de Venezuela. Una vida de estremecimientos, desazones y enterezas, convicciones y enfrentamientos, llena de intensidad cada párrafo de esta obra deliciosa y apasionante. Atrapada en una coyuntura que cambió la existencia de todos, esa mujer olvidada por la epopeya de los relatos oficiales reaparece aquí para dejarnos en claro que aquellos tiempos no pueden reducirse a explicaciones simplistas y maniqueas. Fueron años complejos y ardientes, cimbrados por decisiones que transformaron el horizonte y las cotidianidades. Monárquica confesa, luchó armada de sus verdades ante los embates libertadores de su hermano. Estoica y firme en sus posiciones, le tocó la suerte de los perdedores y se vio arrastrada, como tantos otros, a la vida republicana. María Antonia es el emotivo ejemplo de que llevar el apellido Bolívar no representó una misma forma de pensar ni de vivir esos momentos de vértigo y trastorno. Con más de 15000 ejemplares vendidos, «La criolla principal» es un libro de historia revelador que nos devuelve un pasado diferente al que suele ser confiscado entre héroes y versiones oficiales.

INTRODUCCIÓN

Es poco lo que se conoce sobre la vida de María Antonia Bolívar. La referencia ineludible sobre su persona es aquella que nos remite al consejo que le diera a su hermano, Simón Bolívar, cuando le advirtió que no aceptase la oferta que le hacían quienes pretendían coronarlo y le manifestó que, por ningún motivo, renunciase a su título de Libertador. 

Este episodio está presente en los escasos y breves escritos que dan cuenta de la vida de María Antonia. El padre Carlos Borges, en el acto inaugural de la Casa Natal del Libertador, al referirse al valor y trascendencia de este «histórico» consejo, comentó entusiasta en su discurso: «...¡¿Dónde encontró esta sublime caraqueña la pluma de Plutarco?!». 

Vicente Lecuna, estudioso de la obra del Libertador, no se quedó atrás y lo calificó como un «concepto soberbio» y como la más clara demostración de la «magnanimidad» y «grandeza moral» de María Antonia. El mismo Lecuna, al referirse a la hermana mayor de los Bolívar Palacios, aun cuando afirma que en un comienzo no compartió los ideales de su hermano ya que fue partidaria del rey, señala que era una mujer de «ideas elevadas, un gran sentido político y acendrado amor patrio».1

Otro acucioso investigador de nuestro pasado, el señor Manuel Landaeta Rosales, también se animó a emitir su opinión sobre María Antonia: «... era una mujer altiva, inteligente y de gran patriotismo».

La Revista de la Sociedad Bolivariana, al cumplirse el primer centenario de la muerte de María Antonia, en 1942, le dedicó unas páginas y en ellas estampó el panegírico de la «hermana devota del Héroe», tributo de admiración «a la memoria de esta mujer ejemplar».

Tres décadas más tarde, Irma De Sola Ricardo en su discurso de orden ante el Concejo Municipal del Distrito Federal, en ocasión de conmemorarse el Día Internacional de la Mujer, rindió homenaje a María Antonia Bolívar por la «indudable influencia que tuvo en la decisión más trascendental del Libertador», y la describió como una mujer de acendradas tradiciones religiosas, dedicada a su hogar y capaz de incursionar con resolución en la agricultura, en la administración de sus haciendas, en litigios judiciales y en la contienda pública. Era María Antonia, en palabras de la señora De Sola «... la heroína civil de las mil batallas cotidianas».

En cada uno de los escritos mencionados, todos los autores destacan el enorme afecto que unía a los dos hermanos. Dice Lecuna: «... nunca dejaron de amarse como buenos hermanos». Afirma Landaeta: «Bolívar siempre la [...] ensalzó, admiró y colmó de elogios bien merecidos dándole el nombre de madre»; y refiere la señora De Sola el recíproco cariño que unía a ambos hermanos. Hasta aquí no hay fisuras en la apreciación de esta pariente del Libertador; todos coinciden en que se trató de una mujer noble, patriota, devota de su hermano y quien supo encaminarlo y recomendarle lo que más le convenía. 

Más allá de estos apologéticos comentarios, no hay mayores noticias sobre la vida de María Antonia Bolívar. 

Otra obra sobre la misma dama nos da una versión totalmente opuesta. Se trata del libro de Paul Verna titulado María Antonia y las minas de Aroa. Pues resulta que el señor Verna discrepa por completo de las opiniones emitidas por el padre Borges, Vicente Lecuna, Manuel Landaeta Rosales y la señora Irma De Sola Ricardo. 

Referido de manera exclusiva al tema de la administración de las minas de Aroa por parte de María Antonia como apoderada del Libertador, Verna no se inhibe a la hora de fustigar y criticar duramente a la hermana de Bolívar. En opinión de Verna, María Antonia era una mujer «díscola» que enredó intencionalmente el negocio de las minas para quedarse con ellas luego de la muerte del Libertador. Denuncia sus «turbios manejos», cuya única motivación era impedir la venta de la propiedad a los ingleses. La califica de testaruda, avara, torpe, codiciosa, embrollosa y considera que se ha pretendido erigir una versión idílica de esta mujer cuando, según Verna: «... la verdad, la pura verdad (sin quitarle los méritos o las cualidades que pudiera tener) es que María Antonia era una mujer interesada, una persona aprovechada, avara y egoísta que sabía esconder muy bien a los ojos de su hermano la inmensa codicia que la devoraba».

Rechaza Verna la idea de su acendrado patriotismo. No fue nunca el tricolor glorioso la bandera de María Antonia. Por el contrario, su bandera será siempre «... la de sus intereses económicos, de la riqueza, del dinero. Su única bandera será la codicia y la codicia de María Antonia no tenía límites. De los tres colores del estandarte patrio, solo del primero que recordaba el oro, parecía haber hecho su símbolo».

La obra de Verna no ofrece detalles biográficos; no nos dice cuáles eran sus virtudes, si las tenía, o dónde nació, si tuvo hijos, qué tipo de vicisitudes padeció, cómo se desenvolvió su existencia. El interés primordial del autor es convencer al lector de que María Antonia era una mujer perversa que se aprovechó de la confianza de su hermano para salirse con la suya en el caso de las minas de Aroa. 

La existencia de esta mujer, en la obra de Verna, queda resumida en un párrafo que más que una descripción biográfica es una condena: 

... La vida de María Antonia será no solo la de una mujer de negocios, de una contadora que piensa y vive únicamente por aumentar las onzas de oro y los macuquinos de plata que duermen en su cofre, sino también la de una mujer desagradable e intrigante.

De acuerdo con la versión que nos brinda este autor, no hay nada rescatable en la biografía de la hermana del Libertador: no quería a su hermano, no fue patriota y solo la distinguían su avaricia y su mala intención. 

Las numerosísimas biografías de Simón Bolívar no son de mucho auxilio a la hora de tratar de conocer mayores detalles sobre la vida de María Antonia; la mayoría ni siquiera la mencionan y, cuando lo hacen, es para referirnos el mismo episodio del consejo «histórico» sobre el tema de la corona, o cuando se ocupan de describirnos su cuadro familiar y mencionan que tuvo dos hermanas, María Antonia y Juana, y un hermano, Juan Vicente.

Una excepción es la obra Bolívar, de Salvador de Madariaga, quien insiste sobre el tema de las ideas políticas de María Antonia, refiere su rechazo a la Independencia y da cuenta de las profundas reservas que tenía respecto a la conducta política de su hermano menor. Inclusive, Madariaga incorpora en el apéndice documental de su obra las representaciones que dirige María Antonia a las autoridades españolas en las cuales deja clara su posición respecto a la Independencia y solicita al rey de España que le conceda una pensión. No obstante, la obra de Madariaga tiene como propósito narrarnos la vida de Simón Bolívar y no la de su hermana María Antonia, de forma tal que no se extiende sobre los trámites que ocupan a la dama en cuestión. 

Es, pues, esta contradictoria percepción sobre María Antonia, así como la ausencia casi absoluta de información sobre su biografía, lo que me animó a escribir el presente libro. 

Indagar cómo fue la vida de María Antonia Bolívar, cuándo se casó, cuántos hijos engendró, qué impacto tuvo sobre su existencia el estallido de la Independencia, cómo reaccionó frente a la guerra, qué tipo de iniciativas tomó, cuáles eran sus angustias, cuáles fueron sus padecimientos, cómo era la relación con su hermano, con sus hijos, con los otros miembros de la familia, cuáles eran sus opiniones políticas, su actitud frente a su propia circunstancia, sus temores, sus determinaciones. Reconstruir cómo se desenvolvió su existencia a su regreso del exilio, sus criterios y manejos a la hora de defender el patrimonio familiar, su labor como apoderada de su hermano, sus tormentos frente al desorden y la anarquía, sus preocupaciones. Averiguar qué pasó con María Antonia cuando se inició la reacción antibolivariana, cómo transcurrió su existencia después de la muerte de su hermano, cómo se manejó con el reparto de la herencia, cuál fue el desenlace de los pleitos entre los herederos, cómo fue su vejez, de qué manera afrontó la soledad y cómo le llegó la muerte.

Sin embargo, mi interés por escudriñar en la vida de María Antonia forma parte de un área de investigación más amplia. Desde hace más de una década me he interesado por el estudio de nuestro proceso de Independencia y uno de los aspectos que más me han llamado la atención es la enorme contradicción que representó para la élite criolla, promotora de la Independencia, romper de manera tan drástica con los valores y principios que había sostenido y defendido en los años precedentes. 

En efecto, los criollos principales, instigadores fundamentales de la ruptura con la Madre Patria, hasta el año de 1810 no se animaron a cuestionar el vínculo que los unía con la Corona española; por el contrario, fueron muchas y representativas sus expresiones de lealtad a la monarquía y su inquebrantable determinación de impedir por diferentes medios el desmantelamiento del orden antiguo de la sociedad. Así lo hicieron cuando se negaron a admitir la Real Cédula de 1789 que regulaba el trato a los esclavos; cuando se opusieron a la aplicación de la Real Cédula de Gracias al Sacar en 1795; en ocasión de rechazar la conspiración de Gual y España en 1797; cuando condenaron la expedición de Miranda en 1806 y dos años más tarde, en 1808, cuando se apresuraron a constituir una junta para defender la integridad de la monarquía española en respuesta a la ocupación napoleónica de España y la destitución de los reyes borbones. 
Mi libro 1808. La conjura de los mantuanos. Último acto de fidelidad a la monarquía española (UCAB, 2002), da cuenta de este último episodio. 

Revisando los documentos referidos a cada uno de estos temas y problemas, tuve ocasión de toparme con un material poco conocido y de especial interés: las representaciones escritas por María Antonia Bolívar a las autoridades españolas para dejarles saber su rechazo a la Independencia y su condena a la dirección política del movimiento por parte de su hermano. Igualmente, tuve oportunidad de revisar la correspondencia personal de María Antonia a Simón Bolívar, así como las respuestas de este a las misivas de su hermana.

Este material epistolar y documental me animó a considerar que quizá podía resultar llamativo recuperar y analizar el testimonio de una criolla principal sobre los hechos de la Independencia, máxime cuando se trataba de alguien como María Antonia Bolívar quien, además de oponerse a la Independencia, se encontraba directamente emparentada con el protagonista estelar del movimiento. 

Fue así como surgió el proyecto de elaborar un trabajo breve sobre esta singular relación entre una mantuana, enemiga de la Independencia, y su hermano, el Libertador, figura emblemática de la ruptura con España. 

La intención era redactar una introducción al material epistolar entre ambos hermanos. Sin embargo, a medida que fui recabando información, el proyecto original dejó de ser una introducción para un epistolario y se convirtió en una biografía de María Antonia Bolívar. 

El presente libro forma parte, pues, de lo que ha sido y sigue siendo mi área de investigación y como tal es el resultado de una profusa y larga acumulación de lecturas y reflexiones sobre la complejidad de nuestra fundación como nación independiente. Sin embargo, el material documental que sostiene la investigación es, fundamentalmente, el escrito por María Antonia Bolívar. 

La «Representación a la Real Audiencia de Caracas» escrita desde Curazao el 28 de agosto de 1816 y la «Información promovida por María Antonia Bolívar sobre acreditar su conducta en los calamitosos días que turbaron la tranquilidad de la provincia de Caracas» fueron tomadas del Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, n.º 131, tomo XXXIII, julio-septiembre, 1950. La mayor parte de la correspondencia de María Antonia a su hermano está reproducida en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, n.º 62, 1933, pp. 265-298, Y en la obra preparada por Vicente Lecuna, Papeles de Bolívar, Caracas, Litografía del Comercio, 1917.

La correspondencia del Libertador a María Antonia se tomó de las Obras Completas de Simón Bolívar, La Habana, Editorial Lex, 3 tomos, 1950, y de la compilación de toda su correspondencia preparada por Vicente Lecuna, Cartas del Libertador corregidas conforme a los originales, Caracas, Litografía del Comercio, 1929- 1930, 10 vols. Otros documentos fueron tomados del apéndice documental que incluye Salvador de Madariaga en su Bolívar, tomo II, pp. 646-652. 

Para la reconstrucción del ambiente familiar, de la infancia y adolescencia de María Antonia, los datos de su linaje y prosapia, fueron de especial utilidad los mismos trabajos de Lecuna sobre la familia del Libertador en la obra ya referida Papeles de Bolívar y en el completo estudio titulado Catálogo de errores y calumnias en la historia de Bolívar, Nueva York, The Colonial Press Inc., 1956. Sobre el linaje de las familias Bolívar y Palacios fue de especial utilidad la obra de Rafael Fuentes Carballo, Estudios sobre la genealogía del Libertador, Caracas, Publicaciones de la Primera Entidad de Ahorro y Préstamo de Caracas, 1975; el libro de Luis Alberto Sucre, Historial genealógico del Libertador, Caracas, 1930, y también un largo ensayo de Felipe Francia sobre «La familia Palacios», publicado en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, enero-marzo de 1946, n.º 113, pp. 61-90. 

La recreación de la época de la Independencia y los sucesos que rodean los primeros años de la guerra resultó más sencilla, ya que se trata de fuentes documentales, testimoniales y hemerográficas que he tenido ocasión de trabajar con anterioridad. Son, pues, de primera importancia los volúmenes de la Gaceta de Caracas, primer periódico editado en Caracas desde el año de 1808; la obra de José Félix Blanco y Ramón Azpúrua, Colección de documentos para la historia de la vida pública del Libertador, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1979, XV volúmenes; el testimonio de José Domingo Díaz, criollo activista del partido del rey, Recuerdos sobre la rebelión de Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1961; la ineludible obra de Caracciolo Parra Pérez, Historia de la Primera República, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1959, 2 tomos; la clásica Historia constitucional de Venezuela de José Gil Fortoul, Caracas, Editorial Las Novedades, 1962, 3 tomos; el detallado Resumen de la historia de Venezuela de Rafael María Baralt, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1983, tres volúmenes; y como obra auxiliar para la reconstrucción del año 1814, el breve estudio de Juan Úslar Pietri. Historia de la rebelión popular de 1814, Madrid, Caracas, Editorial Mediterráneo, 1972. 

Para los años posteriores al regreso de María Antonia, además de sus cartas, fueron de interés las obras ya citadas de José Gil Fortoul y Rafael María Baralt, la Autobiografía de José Antonio Páez, Caracas, Academia Nacional de la Historia, dos tomos; los libros de los colombianos José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de la República de Colombia, Medellín, Editorial Bedout, 1969, 5 tomos y José Manuel Groot, Historia eclesiástica y civil de la Nueva Granada, Bogotá, Editorial Cromos, 1956, y el interesante y acucioso testimonio de sir Robert Ker Porter, Diario de un diplomático británico en Venezuela 1825-1842, Caracas, Fundación Polar, 1997. 

El tema de la reacción contra Simón Bolívar fue investigado con el auxilio de la obra de Emilio Rodríguez Demorizzi, Poetas contra Bolívar, Madrid, Gráficas Reunidas, 1966, en la cual reproduce muchos de los textos elaborados por quienes rechazaban la hegemonía política del Libertador. 

En la reconstrucción de los sucesos venezolanos a partir del año de 1830, resulta imprescindible la consulta de la obra de Francisco González Guinán, Historia contemporánea de Venezuela, Caracas, Ediciones de la Presidencia de la República, 1954, 15 tomos, y la Colección pensamiento político venezolano del siglo XIX, Ediciones de la Presidencia de la República, Caracas, 1961.

Finalmente, es preciso comentar una fuente de enorme relevancia: el Archivo del Libertador, el cual reúne el más importante acopio documental sobre Simón Bolívar que, por decreto presidencial del 13 de enero de 1999, quedó bajo custodia de la Academia Nacional de la Historia y el cual podía ser consultado en la sede oficial del Archivo ubicada en la avenida Universidad, esquina de Traposos, lugar acondicionado especialmente para la conservación y resguardo de este importante fondo documental, gracias al apoyo económico del Banco Venezolano de Crédito. El 13 de abril de 2010, por decreto presidencial n.º 7375, se ordenó el traslado de la totalidad del archivo a la sede del Archivo General de la Nación, junto con el Archivo de Francisco de Miranda, el cual, desde 1926, se encontraba bajo custodia de la Academia Nacional de la Historia. Según estableció el decreto del 2010, la decisión de trasladar ambos archivos a la sede del AGN se justificó argumentando que, tanto el pensamiento de Bolívar como el de Miranda y, en consecuencia, sus archivos, constituyen la «base ideológica de la Revolución Bolivariana» y el «legado revolucionario y liberador para los pueblos de América y del Mundo». 

En atención a ello, debían ser resguardados en «... instituciones del Estado que desarrollen sus funciones con el objeto de rescatar la memoria histórica de las luchas de liberación del pueblo venezolano, las cuales han sido ocultadas por factores públicos contrarios al proceso revolucionario». Tales argumentos generaron una fuerte polémica pública entre quienes manifestaron su abierto respaldo a la iniciativa del gobierno al considerar que de esta manera esta documentación se ponía al alcance y al servicio del pueblo y quienes, por el contrario, expresaron su abierto rechazo a la condición «revolucionaria» que se les otorgó a los documentos como soporte de la resolución que ordenó su traslado; denunciando, al mismo tiempo, el claro tinte político que determinó la decisión del Ejecutivo. 
Un completo índice de las declaraciones, artículos y consideraciones que se hicieron al respecto, así como de los documentos relativos a la decisión y al traslado de ambos archivos, se encuentra reproducido en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia n.º 372 (octubre-diciembre 2010). 

Una parte significativa del Archivo del Libertador ha sido publicada en diferentes obras que, desde el siglo XIX, se han ocupado de reproducir la correspondencia, proclamas, decretos, discursos y los más disímiles materiales relativos a la independencia y al Libertador. Sin embargo, de este mismo archivo también forma parte una variedad de documentos relacionados directamente con la familia de Bolívar, de los cuales es muy poco lo que se ha publicado. Fue, pues, de este copioso acervo documental no publicado de donde pudimos obtener la mayor parte de la información relacionada con la herencia del Libertador y todos aquellos documentos que dan cuenta de las discordias y litigios que dividieron los pareceres de sus herederos. 

La consulta se hizo en las copias microfilmadas del Archivo que se encuentran en la Academia Nacional de la Historia y en el Bolivarium, en la Universidad Simón Bolívar. Se trata de la reproducción que se hizo de los originales el año de 1961 con el auspicio de las fundaciones Creole, Shell, Eugenio Mendoza y John Boulton y cuyo índice puede consultarse bajo el título Archivo del Libertador, Casa Natal-Caracas, Caracas, 1961. 

Esta copia microfilmada fue sometida a un proceso de digitalización y automatización, durante el año 2011, por la Academia Nacional de la Historia y el Bolivarium de la USB a fin de que pudiese ser consultada libremente por investigadores y estudiosos en la página web de la Academia Nacional de la Historia.

En el trabajo de recuperar las fuentes y de procesar el material microfilmado y de archivo colaboró conmigo en calidad de asistente el entonces bachiller Ángel Almarza, quien paciente y eficientemente puso sus ojos y su interés al servicio de esta investigación. Sin su auxilio la redacción de este libro seguramente me hubiese llevado más tiempo. 

El Instituto de Estudios Hispanoamericanos de la Universidad Central de Venezuela, mi base de operaciones académicas, me brindó todas las facilidades para que pudiese adelantar la investigación como lo hizo durante más de dos décadas. Debo reconocer también el apoyo prestado por el personal de la Biblioteca Nacional, en especial por las amigas de la sala de préstamos especiales Nancy Fernández y Rosario D’Arthenay, así como por la señora Irma Pérez de Reyes, siempre atentas y dispuestas a colaborar conmigo en la búsqueda y localización del material bibliográfico. 

Igual mención merece la Academia Nacional de la Historia, en particular la doctora Ermila Troconis de Veracoechea y la licenciada Antonieta de Rogatis, quienes me ofrecieron todo su apoyo a la hora de consultar el archivo de Manuel Landaeta Rosales y los rollos de microfilm del Archivo de la Casa Natal del Libertador. 

Otro centro en el cual fui recibida con la mayor hospitalidad fue el Bolivarium, el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Simón Bolívar. Allí completamos la consulta de los microfilms del Archivo de la Casa Natal en medio de la tranquilidad que ofrece el valle de Sartenejas y con la esmerada atención de Adriana Hernández, colega de la Escuela de Historia de la UCV. 

Este libro tuvo dos lectoras preliminares, Ana Carlota Montiel de Quintero, mi mamá, y Valentina Quintero, mi hermana. Sus comentarios y recomendaciones me permitieron hacerle mejoras al original. El entusiasmo que despertó en ellas la historia de María Antonia fue el mejor estímulo para ponerle fin a la investigación. 

Mis dos hijos, Alejandro y Luis, son seguramente los dos jóvenes venezolanos que más detalles conocen sobre la biografía de María Antonia Bolívar: durante varios meses tuvieron que escuchar cada uno de los hallazgos y cada una de las historias de María Antonia; debo agradecerles la paciencia y la solidaridad con las que me acompañaron durante los meses en que mi tema preferido de conversación fue la vida de esta «criolla principal». 

El libro que se ofrece al lector trata sobre una mujer que vivió intensa y apasionadamente la Independencia –el más crucial de los episodios de nuestra historia– quien estuvo vinculada de manera estrecha y familiar con Simón Bolívar, sin duda, el personaje más importante de la historia de Venezuela

Pero, al mismo tiempo, pone al descubierto los pareceres, consideraciones y resquemores de quien, muy probablemente, fue la única criolla principal que dejó testimonio escrito sobre el difícil y contradictorio proceso que se inició con el desmantelamiento del orden monárquico y finalizó con la disolución de Colombia y la creación de la República de Venezuela

Las páginas que siguen no persiguen otro objetivo que discurrir sobre la complejidad de nuestro surgimiento como nación independiente de la mano de una protagonista de excepción: María Antonia Bolívar, criolla principal y hermana del Libertador.
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1 Vicente Lecuna. «María Antonia Bolívar y las ideas monárquicas» en Catálogo de errores y calumnias en la historia de Bolívar, tomo ii, p. 85; V. Lecuna. «María Antonia Bolívar» en Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, n.º 126, abril-junio 1949, p. 148. El mismo Lecuna cita la frase del padre Borges.
2 Manuel Landaeta Rosales. «María Antonia Bolívar», El Universal, Caracas, 11 de enero de 1910.
3 «Centenario de la muerte de María Antonia Bolívar», Revista de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, n.° 11, vol. iv, 28 de octubre de 1942, pp. 193-196.
4 Irma De Sola Ricardo. «María Antonia Bolívar», Caracas, Concejo Municipal del Distrito Federal, 1973
5 Paul Verna. María Antonia y las minas de Aroa, Caracas, Cuadernos Literarios de la Asociación de Escritores Venezolanos, 1977, p. 38.
6 P. Verna. María Antonia Bolívar y las minas de Aroa, p. 40.
7 P. Verna. María Antonia Bolívar y las minas de Aroa, p. 42


Fue enemiga de la República y fiel defensora de la monarquía. Su condición de mujer, su posición contraria a la Independencia y su parentesco con El Libertador, la sacaron del relato de la Historia y hoy hablamos de ella.

María Antonia Bolívar, la hermana monárquica de El Libertador

María Antonia Bolívar, la hermana mayor de Simón Bolívar, fue enemiga de la República y fiel defensora de la monarquía. Su condición de mujer, su posición contraria a la Independencia y su parentesco con El Libertador, la sacaron del relato de la Historia. Huérfana a los 15 años, contrajo matrimonio con Pablo Clemente y procrearon 4 hijos. Descendiente de conquistadores y formada en los principios de la desigualdad y del honor vio con horror la destrucción del orden social que produjo la revolución de independencia. Obligada por su hermano a abandonar el país en 1814, se mantuvo en el exilio a regañadientes, obtuvo una pensión del Rey y regresó a Venezuela en 1822. Jamás se sintió a gusto en la República, obtuvo un poder de su hermano para administrar los bienes de la familia, dispuso de casas, haciendas y esclavos, mantuvo una nutrida correspondencia con su hermano para hacerle saber sus decisiones administrativas y sus posiciones políticas, apoyó la dictadura de 1828 convencida de la necesidad de leyes fuertes para contener la disolución social que se vivía en la República. Sobrevivió a su hermano y falleció en Caracas en noviembre de 1842. Sus restos responsa en la Catedral de Caracas.

miércoles, 14 de agosto de 2024

LIBRO "PALABRA PUTA": 🙋📢 VOCES DE LA PROSTITUCIÓN por ALFREDO URDACI


Palabra  Puta
Voces de la prostitución

La palabra de las prostitutas es un verbo silenciado, marginado y proscrito. El poder político las ha declarado víctimas de una violencia que se ejerce a través del sexo. Las han clasificado como pobres, sin estudios, sin capacidad para conseguir otros trabajos. Sobre esa descripción se sostiene la iniciativa política de “abolir” la prostitución, perseguir a los clientes y cerrar todo lugar donde se ejerce sexo mercenario. 

El texto y las imágenes que componen este libro se cuestionan la verdad de esa afirmación. La respuesta es una palabra puta, porque así la ha considerado el poder: mujeres, hombres y transexuales que afirman ejercer la prostitución con plena libertad, y que quieren seguir ejerciéndola con derechos, seguridad y protección, responden a la propaganda de los partidos políticos, y a las afirmaciones falsas de mandos policiales y de la llamada “industria del rescate”. 

Palabra Puta está formado por voces de personas que describen su vida, las razones por las que se dedican al mercado del sexo, las condiciones en las que ejercen su trabajo, los objetivos que persiguen, o sus planes para el caso de que España adopte el modelo sueco de persecución contra las trabajadoras y sus clientes. Mujeres, clientes, empresarios y académicos forman un libro coral que revela un mundo oculto por el estigma y la marginación, un universo desconocido que rompe con todos los prejuicios. 

La propuesta de abolición se encontró en España con una respuesta sin precedentes: miles de trabajadoras sexuales se manifestaron en tres marchas ante el Congreso de los diputados, y se integraron en la manifestación del 8 de marzo en Madrid. Fue una revuelta social para defender su libertad, para rechazar la etiqueta de víctimas y para recordarle al poder que no se puede legislar sin tener en cuenta a las personas afectadas por las leyes.

Palabra Puta. Voces de la prostitución, de Alfredo Urdaci, es un libro a favor de la libertad de las personas; es un texto partidario del derecho de cada adulto a elegir la vida que quiere llevar dentro del rango limitado de posibilidades que cada uno de nosotros tiene […]
Es un libro contra la pretensión del Estado de gobernar la moral de cada uno de nosotros, contra la intromisión en la vida privada de los ciudadanos, contra la pérdida de la autonomía personal, con el pretexto de la salvación de los individuos. Es un libro que cree en la conversión de los corazones, en la educación, en el humanismo.

La palabra de las prostitutas es un verbo silenciado, marginado y proscrito. El poder político las ha declarado víctimas de una violencia que se ejerce a través del sexo. Las han clasificado como pobres, sin estudios, sin capacidad para conseguir otros trabajos. Sobre esa descripción se sostiene la iniciativa política de “abolir” la prostitución, perseguir a los clientes y cerrar todo lugar donde se ejerce sexo mercenario. El texto y las imágenes que componen este libro se cuestionan la verdad de esa afirmación. La respuesta es una palabra puta porque así lo ha considerado el poder: mujeres, hombres y transexuales que afirman ejercer la prostitución con plena libertad, y que quieren seguir ejerciendo la con derechos seguridad y protección, responden a la propaganda de los partidos políticos y a las afirmaciones falsas de mandos policiales y de la llamada “industria del rescate”.

Palabra Puta está formado por voces de personas que describen su vida, las razones por las que se dedican al mercado del sexo, las condiciones en las que ejercen su trabajo, los objetivos que persiguen o sus planes para el caso de que España adopte el modelo sueco de persecución contra las trabajadoras y sus clientes. Mujeres, clientes, empresarios y académicos forman un libro coral que revela un mundo oculto por el estigma y la marginación, un universo desconocido que rompe con todos los prejuicios. La propuesta de abolición se encontró en España con una respuesta suya sin precedentes: miles de trabajadoras sexuales se manifestaron en tres marchas ante el Congreso de los Diputados y se integraron en la manifestación del 8 de marzo en Madrid. Fue una revuelta social para defender su libertad, para rechazar la etiqueta de víctimas y para recordarle al poder que no se puede legislar sin tener en cuenta a las personas afectadas por las leyes.

Urdaci comenta que una prostituta mandó 350 cartas al Congreso sin obtener ninguna respuesta. Apareció en los medios y fue silenciada cuando alegó que ella no era una esclava, sino que ejercía su oficio con plena libertad. Como se dice en el prólogo, se ha tratado de confundir a la opinión pública asociando prostitución con trata, con fines económicos deshonestos. Se ha montado una industria del rescate alegando que a las putas hay que salvarlas porque están oprimidas. En el libro se cita esta frase de Amnistía Internacional en Derechos humanos de las trabajadoras sexuales (2 de junio de 2022): «El consentimiento es fundamental para diferenciar el trabajo sexual de la trata de personas, la explotación y la violencia sexual o de género».

El debate sobre la moralidad requeriría algo más de desarrollo para ser juzgado. Ahora bien, por el lado económico, los eruditos de la prostitución estiman que hay unas 120 000 personas ejerciendo el oficio en España. Cuán repartido estaría el pago de impuestos en este país tras el aluvión de nuevos cotizantes si se hiciera caso a la petición de las trabajadoras. Armas, sexo, juego y drogas son los mayores negocios del mundo, y posiblemente los que menos dinero reportan impositivamente. Cuestión de Estado, o más bien de alta política. Las que entran por las que salen, pensarán los que se lucran en la sombra.
La pretensión del libro de Urdaci es denunciar el intento de gobernar la moral de la gente, la intromisión en la vida privada y la pérdida de la autonomía, con el pretexto de la salvación de las personas. «Tratar de abolir la prostitución porque existe la trata de personas sería como abolir la política porque existe la corrupción» (Valerie Tasso).
Como mínimo, 80 € × 5 servicios/día = 400 €/día y persona. 400 € × 120 000 personas = 48 millones/día. Unos 1500 millones de euros mensuales. 18 000 millones de euros al año. Recuerden que vamos volando bajo, puesto que hemos calculado los servicios diarios en 5 (las cifras se podrían doblar). Si estimamos el tramo impositivo de las profesionales en el 35%, salen 6300 millones de euros recaudados de forma directa en la renta.
Ante tales cifras, yo pediría a los políticos una sola cosa: déjenles cotizar, al menos mientras se les ocurre algo mejor que hacer con el asunto. Así quizás se reparta más la alegría de los lunes. Sobre todo para los asfixiados autónomos, entre los que me encuentro.
El autor donará los derechos de Palabra Puta. Voces de la prostitución se donarán a Oblatas del Redentor, congregación que atiende y ayuda a mujeres en situación de prostitución.

Úbeda en Llamas. Palabra Puta: Voces de la prostitución


VER+:



viernes, 11 de noviembre de 2022

ESTHER VILAR, UNA HEROÍNA DE LA INCORRECCIÓN POLÍTICA E IDEOLÓGICA DEL NAZIFEMINISMO O HEMBRISMO 🔙🔜 ¿POR QUÉ LOS HOMBRES YA NO SE CASAN?


Esther Vilar escribió 
el varón domado (manipulado)” 
y "el mundo voló por el aire"
Ese libro de inicios de los setenta puso a discutir el mundo con piel erizada, en ocasiones con agresividad y brotes de violencia como argumento. Desafió a la noble corriente del feminismo

Sí, de verdad. Ese libro de inicios de los setenta puso a discutir el mundo con piel erizada, en ocasiones con agresividad y brotes de violencia como argumento. Había tocado nervio y dolió. Desafió a la noble corriente del feminismo y su lucha con una idea central. En realidad la mujer explota al hombre, lo domestica con reflejos condicionados a lo Pávlov: a cada buen comportamiento (sic) un rato de vagina como premio. 
Se ha reeditado hace muy poco con modificaciones y reconocimientos de pasajes en el tiempo. Pocos. Contempla los avances en materia de igualdad y cambios de actitud, pero no muchos, no vayan a creer.

En gran medida no solo alcanzó entonces dos millones de ejemplares en meses sino también la etiqueta de libro maldito. Me Too y la unanimidad de suscripción veloz de la política al feminismo como bandera le aplica la cancelación. Amazon lo ha retirado por declararlo centro de controversia inconveniente. Se puede comprobar: no lo vende. Esther tiene 86 años, nació en Buenos Aires de una familia de alemanes cultos, severos y dedicados ala producción de campo. Se hizo médica en la UBA, psicóloga y socióloga -las dos últimas carreras con post grados en Alemania, donde resolvió radicarse- y recibió sus diplomas con el nombre de documento: Esther Marguereta Katzen. El Vilar fue -es- nom de guerre para la literatura cuando salió al mercado “El varón domado” en el 71. Pronto se produjo un cara a cara entre ella y la líder feminista de Alemania entonces, Alice Swartzer. La discusión dio la vuelta a Europa y Vilar fue varias veces acusada de “fascista miserable“ durante el debate. Se defendió: “Los hombres son robustos, bien dispuestos, en general inteligentes ¿Por qué resultan manipulados y usados? Porque las mujeres se han especializado en el modo de dominar y sacar ventaja sobre ellos ¿Hace falta decir que el histórico panfleto -es su género”. Vilar lo admite: “Como el Manifiesto comunista o el ‘Jáccuse’ de Emile Zola en el caso del capitán Dreyfuss”- ¿No sería hoy publicable por escándalo o provocación?

Algunas cosas.

Esther ejerció como médica en una ciudad chica de Alemania mientras rumiaba su hipótesis sobre el hombre y la mujer. Pidió licencia de un año y salió del horno. Voló todo. Pero hay que agregar que para Vilar nunca fue una obra antifeminista sino alguien que se ha preocupado por mejorar la posibilidad de un cambio que –ni hablar- se reducía a una sociedad abierta y satisfecha de occidente, un punto. Ese mundo. El punto justo, eso sí: de lo contrario el despelote hubiera sido mucho menor. No lo fue, hasta la medida en que hasta ahora colea y se recuerda. Pasados cincuenta años, muchos conceptos se presentan como un puñado de ideas fuera de foco. Aunque no todos, quienes juzgan y repasan la aparición del libro en su momento. La igualdad de género y su definitiva implantación en la sociedad, fue una afirmación al dejar el cargo Angela Merkel en uno de sus serenos discursos y monólogos de comunicación pública. Ninguna posibilidad de vuelta atrás.

Hay que apuntar la dignidad de negarse a convertirlo en cine, a contratar giras en muchos países y fuera de toda duda lo que hoy sería una serie cantada. Dijo no, y admite no haberse enriquecido demasiado con el libro. Bancó parte de su casa incendiada al trasladar a Suiza -se encuentra en ella una extraña errancia que abarca España, Irlanda, breve temporada en Italia más el definitivo lugar para la escena final en el Reino Unido-pero con la inteligencia en forma. Si puedo participar un minuto, en lucha tan potente como cargada de justicia no se puede proscribir sino discutirse en libertad.

Y algunas otras.

Después de “El varón Domado” hizo “El hombre polígamo”, con más ruido y conflicto. Estudió y expuso también la personalidad de Albert Speer, el arquitecto de Hitler, quince años más joven que el dictador y con acceso que resultaba llamativo a la proximidad y se diría intimidad que levantó rumores. Speer, ministro de armamento además, no colgó en la horca pero fue condenado a 20 años. Vilar pinta un monstruo encantador que de ningún modo ignoraba el genocidio. Nada que ver en la línea que, no hace falta aclararlo, dio el campanazo con “El varón Domado”: pudo subir a otras miradas y otros temas. No se colgó del boom y la fama y marchó en otras direcciones.
Con todo, ha soltado contestaciones a preguntas de su marca: “No creo en la amistad entre hombre y mujer, excepto que uno por lo menos sea homosexual. Siempre hay algo”. Sigue leal a sí misma, parece. ¿Se casó alguna vez Esther Vilar? Sí, dos divorcios. De uno de ellos el hijo, Martín. “No me divorcié del hombre. Me divorcié del matrimonio”.
Dirías que la bomba que tiró en 1971 –el feminismo emergía de una lucha muy larga en la historia y entra como una de las grandes presencias al abrirse el siglo XXl-, no es ya cuestión de si tuvo razón o no. Al menos mientras escribo acerca de ella no puedo dejar de entender que se trata de una mente rompedora y frontal, un individuo que no admite el rebaño. Una heroína de la incorreción.


VER+:
Es uno de los fenómenos más reveladores de la revolución antropológica que estamos sufriendo: los hombres rehúyen el matrimonio como quien espanta al diablo.
Aunque la corrección política imponga el silencio sobre este tema, como sobre otros muchos, cada vez son mayores las señales de alarma.
Abismal descenso nupcial

Según el Centro de Investigación Pew (un reputado «think tank» norteamericano dedicado a la elaboración de estadísticas) se está produciendo una divergencia entre los hombres y las mujeres a la hora de valorar el futuro de sus vidas y su disposición al matrimonio.
Mientras que en los años ´70 un abrumador porcentaje del 80% de los hombres norteamericanos entre los 25 y los 29 años estaban casados, hoy la cifra es del 40%, es decir, la mitad. Si ascendemos en la edad -algo que a priori favorecería la convergencia de ayer y hoy – las diferencias siguen siendo enormes: el 85% de los varones entre los 30 y los 34 años habían adquirido en los setenta un compromiso matrimonial, mientras la misma franja de edad arroja hoy un porcentaje de apenas el 60%.
Pero no es solo una cuestión de cifras: ese abismal descenso de matrimonios tiene que ver con la natalidad, y esta con el futuro de nuestras sociedades.

En España

En nuestro país, en 1975 se produjeron 271.000 matrimonios; en 2013, la cifra fue de 153.000, lo que es tanto más significativo cuando que se ha producido un aumento sensible de la población entre una y otra fecha, de 35 millones a más de 46. La edad media en la que la mujer contraía matrimonio era de 25.6 en 1990, dos años más para el varón; en 2016 ha sido de 32.7 para la mujer y casi 35 para el varón. Cifras que, obviamente, tienen una incidencia directa en la natalidad.
Cada vez se tienen los hijos más tarde; hoy, las mujeres tiene los hijos a los 32,4 años, cuando hace cuatro décadas era a los 28 años; este retraso también coadyuva a que se tengan menos hijos y a que se acostumbre a vivir sin hijos. El aborto, convertido en el primer factor de mortalidad en España con unos 100.000 al año, supone que cada día eliminamos unas 300 vidas; es como si cada tres días se cerrase un colegio; en diez días, el aborto equivale a las víctimas de todos los accidentes de tráfico de todo un año; en treinta años, en definitiva, se han perdido millón y medio de vidas.

Acoso al varón

En los últimos veinte años, el porcentaje de mujeres que considera el matrimonio como algo muy importante en sus vidas ha aumentado en nueve puntos, del 28% de 1997 hasta el 37% en 2017; sin embargo, y muy significativamente, el porcentaje de hombres que opina de igual modo ha descendido en casi la misma proporción; desde un 35% en 1997 hasta un 29% hoy día.
El descenso no es, desde luego, casual; una legislación concebida para beneficiar sistemáticamente a la mujer en la práctica totalidad de cuestiones donde pueda existir conflicto, ha conducido a que el varón se sienta acosado. En consecuencia, cada vez es más habitual que los varones perciban el matrimonio como algo incluso peligroso.
Ningún varón desconoce que lo único que le separa de un calabozo es la acusación de una mujer, acusación que no necesita probar: la ruptura de la igualdad ante la ley y de la presunción de inocencia ha introducido un factor de enorme desconfianza entre los hombres y las mujeres.

Divorcio y suicidio…en los varones

Ese acoso en forma de discriminación legal sufrida por el hombre, tiene otra vertiente más macabra: los datos de suicidio, que apuntan a la incómoda realidad que muestra el que la mayor tasa de suicidios por edades, se produce entre los 45 y los 49 años…entre los varones divorciados o en proceso de divorcio.
Cierto que, en general, los suicidios de hombres son mucho más numerosos que entre las mujeres, en una proporción superior a dos a uno. Pero esa proporción se rompe de modo escandaloso entre los hombres y las mujeres que se divorcian: mientras que las mujeres que se divorcian aumentan su tasa de suicidios de un 2.5 a un 6 por 100.000, el hombre lo hace desde un 6 por 100.000 hasta un 38 por 100.000. Es decir, que la mujer multiplica por poco más de dos esa tasa y el hombre por más de seis.
Parece evidente el impacto que tiene la legislación en estas cifras. La «discriminación positiva» es un factor clave para comprenderlo en cuanto a que supone una ruptura de la igualdad ante la ley, y a que el hombre queda en una postura de inferioridad ante la mujer. Cada día hay más hombres conscientes de esta realidad, y por tanto más remisos a aceptar compromisos.

De hecho, aunque las estadísticas son interpretables, hasta un 15% de los suicidios podrían tener relación con los procesos de divorcio. Lo que parece poco discutible es que la divergencia de las cifras entre el suicidio de varones y el de mujeres a causa del divorcio refleja el carácter favorable para la mujer de la actual legislación.

La banalización sexual

Aunque en principio la revolución sexual acaecida entre los sesenta y setenta del pasado siglo semejó algo parecido a un paraíso para el varón, sus consecuencias no lo han sido en absoluto.
La introducción de los anticonceptivos en las relaciones de pareja, al disminuir drásticamente las posibilidades de fecundación, han disparado las relaciones sexuales esporádicas, de modo que los jóvenes se educan en el sexo por diversión y sin ataduras.
La lógica consecuencia es que cada generación es más reacia a contraer compromisos serios y, aún menos, de por vida. La función clásica del matrimonio, esto es, la de encauzar la natural pulsión sexual del ser humano se ha vuelto superflua. Siendo la sexualidad plenamente vivida antes del matrimonio, muchos jóvenes ya no encuentran razón para asumir unas responsabilidades que nadie les exige. Los anticonceptivos se constituyen, así, como un riesgo añadido para la familia y los compromisos.
La consecuente banalización de las relaciones sexuales ha depreciado la valoración de las mujeres en muchos hombres.

Aumenta la misoginia

Lo que toda esta situación de acoso y desigualdad ha generado es, por lo pronto, un aumento de la misoginia entre los más jóvenes. Una y otra vez todas las encuestas indican una fuerte tendencia en ese sentido, aunque desde los medios progresistas se pretende, si no negar, sí relativizar estos datos que ponen en cuestión el modelo actual.
Los factores que explican esto son varios. Uno de ellos es la insistencia educativa en la igualdad, entendida no como igualdad de oportunidades, sino como negación del dimorfismo sexual en la especie humana, de la desigualdad natural entre sexos.
Otro aspecto es la difusión de la pornografía y su consumo a edades muy tempranas, que cosifica a la mujer y la convierte en un simple medio de satisfacción para el varón.
Además, mientras que las mujeres e hijos gozan cada vez de mayores derechos, el varón adulto los va perdiendo.
No resulta extraño que, en las actuales circunstancias, los varones sientan una creciente desconfianza ante la posibilidad de contraer un compromiso como el que supone el matrimonio actual, que les asegura una posición de subordinación. Como poco.



ESTHER VILAR. Discusión sobre Feminismo 1971

EL VARÓN DOMADO: pionero de las CRÍTICAS al FEMINISMO

MGTOW: VIVIR SIN MUJERES (Hombres que siguen su propio camino)

Vilar Esther - El Varon Domado by kenyi


jueves, 18 de agosto de 2022

EDITH STEIN, LA PROFUNDIDAD ESPIRITUAL, FILOSÓFICA Y HERÓICA DE UNA TESTIGO SANTA PARA NUESTRO TIEMPO 🙋🕂💕


la profundidad espiritual, filosófica 
y heroica de una santa para nuestro tiempo

"Dios es la verdad. 
Quien busca la verdad, busca a Dios, 
sea de ello consciente o no".

“La religión no es algo para vivir en un rincón tranquilo y durante unas horas de fiesta, sino que debe ser la raíz y fundamento de toda la vida. Y esto, no sólo para algunos escogidos, sino para todo cristiano que lo sea de verdad”.
La crisis de confianza por la que atraviesa la Iglesia en la actualidad debido a las graves faltas de muchos de sus miembros, así como la explosiva demanda universal de reivindicación de la dignidad y los derechos de la mujer, invitan a poner la atención en ejemplos señeros de una fe sólida y abnegada al servicio de hombres y mujeres, capaces de un compromiso fiel, lúcido y valiente, que puede llegar incluso hasta el sacrificio supremo por las causas más nobles, tanto desde el punto de vista humano como divino. Uno de los modelos más notables en este sentido es el de Edith Stein o Sor Teresa Benedicta de la Cruz, nombre que adoptó al ingresar al Carmelo.

Formación filosófica y primeros escritos fenomenológicos

Edith Stein nace en el seno de una familia judía el 12 de octubre de 1891, en la entonces ciudad alemana de Breslau, capital de Silesia, que después de la Segunda Guerra Mundial pasaría a pertenecer a Polonia. Su nacimiento coincide con la conmemoración del Yom Kipur, día de la expiación, el perdón y el arrepentimiento sincero. Fue la menor de 11 hijos de un comerciante en maderas que murió antes de que ella cumpliera los dos años, por lo que su madre se encargó de dirigir el comercio y educar esmeradamente a sus hijos, de los cuales Edith fue la preferida, entre otros motivos, por la significación religiosa del día en que nació.

En 1911, Edith ingresa a la Universidad de Breslau y comienza a estudiar germanística, historia y psicología. A lo largo de toda su vida conservó el interés por esas materias, mostrando especial predilección por los poetas y dramaturgos Friedrich Schiller, y Johann Wolfgang Goethe. Pero la lectura de las Investigaciones lógicas de Edmund Husserl, el fundador de la escuela fenomenológica, despierta su vocación por la filosofía, por lo cual se traslada en 1913 a la Universidad de Gotinga con Husserl, y llega a ser miembro del círculo que reúne, en torno al maestro, a filósofos como Max Scheler, Adolf Reinach, Hans Lipps y el polaco Roman Ingarden. La fenomenología busca contrarrestar las corrientes naturalistas e historicistas imperantes hacia el fin del siglo XIX y el comienzo del siglo XX, proponiendo un método basado en una nueva concepción epistemológica (no psicológica) de la conciencia como ámbito exclusivo y esencial para la fundamentación de todo saber con pretensión de cientificidad. En 1916 Edith sigue a Husserl a Friburgo de Brisgovia, donde se desempeña como su asistente tras obtener el doctorado summa cum laude con una tesis «Sobre el problema de la empatía».

La empatía es una forma peculiar de acceso a las vivencias ajenas, es decir, a lo que ocurre en la subjetividad del otro, que constituye para Edith Stein una condición necesaria para conocer la unidad de la persona, tanto en el otro como en sí mismo, puesto que para conocerme necesito poder percibir también cómo otros me perciben a mí. Por la empatía, un yo se percata de que el otro está viviendo una experiencia determinada, como una alegría o una pena. Sin embargo, por ser ajena, no vive la experiencia del otro de modo originario, sino que la vive de manera no-originaria. En su tesis, Edith Stein distingue tres momentos o grados de realización de la empatía. El primero es la aparición de la vivencia, por ejemplo, la tristeza que se lee, por así decir, en la cara del otro. La conciencia percibe el fenómeno desde fuera, como un objeto. El segundo momento es la inmersión en la subjetividad ajena, al punto de ver allí la vivencia del otro como vivencia propia, con lo que se pierde momentáneamente la distinción entre el otro y el yo. El tercer momento es una vuelta al propio yo en el que se recupera la primera distancia, pero impregnada de la inmanencia ajena. [1]

Siguiendo a su maestro Husserl, Stein sostiene que la vida de la persona se caracteriza por no depender únicamente de relaciones de causa y efecto, como las que se dan propiamente en los fenómenos de la naturaleza, pues es vida espiritual, la cual no se rige por la causalidad, sino por una legalidad esencialmente distinta, que corresponde a la motivación. La motivación se refiere a conexiones de sentido que se viven de manera originaria en la conciencia propia o por empatía en relación con otros sujetos de actos personales: 

“La motivación es la legalidad de la vida espiritual, el entramado de vivencias de los sujetos espirituales es una totalidad de sentido vivenciada (originariamente o a la manera de la empatía) y como tal comprensible”. [2]

En el otoño de 1918 decide dejar de ser asistente de Husserl, pues comprueba que su deseo de obtener la habilitación para ejercer docencia libre no es posible para una mujer en esos tiempos, independientemente de sus méritos académicos, como se desprende de un informe que redacta el propio Husserl: “Si la carrera académica estuviera abierta para las damas, ella sería, desde luego, la persona recomendada en primer lugar y más calurosamente para las oposiciones a cátedra”. [3]

Entre 1918 y 1921, Edith Stein desarrolló por cuenta propia sus ideas sobre el psiquismo humano, conectándolas con investigaciones sobre la vida comunitaria en dos textos reunidos bajo el título común Contribuciones a la fundamentación filosófica de la psicología y de las ciencias del espíritu publicado el año 1922 en el volumen V del Anuario de filosofía e investigación fenomenológica fundado por Edmund Husserl. A estos estudios se sumó la Investigación sobre el Estado, que, si bien fue finalizada en 1921, se publicó recién en 1925 en el volumen VII del mismo anuario filosófico. Estos textos revelan la sensibilidad de la futura santa por los problemas sociales y políticos de su tiempo, sobre los que reflexiona con pasión y a la vez con el máximo rigor filosófico del que es capaz.

Compromiso social y conversión al cristianismo

Siendo adolescente, en 1906, Edith vive una crisis existencial. La asaltan grandes dudas sobre la fe en la que había sido educada y comienza a tomar conciencia sobre las discriminaciones que sufre la mujer. Decide dejar de rezar y, habiendo terminado el primer ciclo de enseñanza secundaria, pide dejar la escuela y viaja a casa de su hermana Elsa, que vivía con su marido y tres hijos en Hamburgo, para acompañarla y ayudarla en los quehaceres domésticos. Regresa al hogar en 1907 cuando se entera de la grave enfermedad de un sobrino, que después murió. Entonces reemprende sus estudios con un profesor privado y en marzo de 1911 aprueba el examen extraordinario que le permite ingresar a la universidad. Ese mismo año participa en diversos grupos estudiantiles y sociales, entre los cuales destaca la “Asociación Prusiana por el Voto Femenino”.

Al desatarse la Primera Guerra Mundial siente que su deber patriótico y humano es servir a los soldados heridos en el frente, por lo que en 1915 interrumpe sus estudios universitarios y colabora como enfermera en un hospital austriaco de campaña. Cuando ese hospital deja de funcionar, y poco antes de terminar su tesis doctoral, en 1916, Edith tiene una de sus primeras experiencias religiosas importantes en el proceso de su conversión al catolicismo. De paso en la Catedral de Frankfurt, observa que una aldeana entra con la cesta de la compra, quedándose un rato para rezar. El hecho de que una persona entre en una iglesia vacía, para conversar con Dios en la intimidad es para ella algo completamente nuevo que le impactó profundamente, pues en las sinagogas y las iglesias protestantes que antes había conocido, los creyentes solo asistían a los oficios religiosos. [4]

A finales de 1917 llega la noticia de que Adolf Reinach, uno de los miembros más destacados del círculo fenomenológico de Gotinga, había caído en el frente. Edith es designada para hacerse cargo de su legado filosófico. Tiene que pedir los papeles de Reinach a su mujer, y teme encontrarse con una viuda deshecha en lágrimas. Pero en la esposa de Reinach no vio solo dolor, sino también una fe robusta que comunicaba serenidad y fortaleza. Según el testimonio de uno de sus confesores, Edith habría afirmado, años después, que ese fue el momento en que tuvo la primera experiencia de la redención por la Cruz, que desmoronó su incredulidad. [5]

Pero antes de su conversión, entre 1918-1919 Edith desarrolla una intensa actividad política como miem-bro del recién formado Partido Democrático Alemán [6], haciendo un giro desde un inicial patriotismo conservador a un constitucionalismo liberal abierto a reformas sociales. [7] Con su compromiso aportó al éxito de la lucha por el derecho al voto femenino en Alemania, reconocido en 1919.

La experiencia decisiva para su conversión la tiene en el verano de 1921, durante una visita de unas semanas en Bergzabern (Palatinado), la finca de Hedwig Conrad-Martius, ex miembro del círculo fenomenológico de Gotinga que, junto con su esposo, se había convertido al catolicismo. En ese lugar lee la autobiografía de Teresa de Ávila y se convence de adherir a la fe católica. El 1 de enero de 1922 es bautizada, y añade a su nombre el de Hedwig, en honor a su amiga, que ofició de madrina. Esta conversión es incomprendida por su familia y causa un gran dolor a su madre, pues la siente como una traición a su pueblo judío. Pero Edith considera que su inserción como católica, lejos de robarle su identidad como judía, más bien le da cumplimiento y un sentido más profundo, pues encuentra en Jesucristo el sentido de toda su fe y su vida como judía. Anticipando las enseñanzas del Concilio Vaticano II, considera también que, más allá de la Iglesia visible, todo buscador sincero de la verdad, aunque no sea cristiano ni creyente, puede alcanzar la salvación. Así lo refleja la carta que dirige años más tarde a la hermana Adelgundis Jaegerschmidt, quien acompaña a Edmund Husserl en su lecho de muerte:

“No tengo preocupación alguna por mi querido Maestro. He estado siempre muy lejos de pensar que la Misericordia de Dios se redujese a las fronteras de la Iglesia visible. Dios es la verdad. Quien busca la verdad, busca a Dios, sea de ello consciente o no”. [8]

Desea entrar lo más pronto posible a la vida religiosa, pero su asesor espiritual le aconseja que espere, considerando que aún tenía mucho bien que hacer por medio de sus actividades “en el mundo”. Así desarrolla entre 1922 y 1933 un inmenso apostolado. Hace clases en el colegio de Santa Magdalena de las dominicas de Speyer, y además escribe, traduce, imparte conferencias y programas radiales dentro y fuera de Alemania sobre las bases de una pedagogía humanista de inspiración cristiana y sobre la formación de la mujer. En una de esas conferencias afirma con fuerza:

“Que las mujeres están capacitadas para ejercer otras profesiones aparte de la de esposa y madre, solo lo ha podido negar la ceguera carente de objetividad. La experiencia de los últimos decenios y en general también la experiencia de todos los tiempos lo han demostrado. Desde luego puede decirse que en caso de necesidad toda mujer sana y normal puede ejercer una profesión, y que no existe ninguna profesión que no pueda ser llevada a cabo por una mujer”. [9]

Pero Edith no solo defiende los derechos de las mujeres, también denuncia las injusticias que se cometen contra la población judía con la llegada al poder del régimen nazi con Hitler en marzo de 1933. En una demostración de lucidez profética, escribe al Papa Pío XI señalando los peligros que se ciernen sobre el pueblo judío, sobre Alemania y la misma Iglesia Católica con la nueva situación:

“Como hija del pueblo judío que, por la gracia de Dios, desde hace once años también es hija de la Iglesia católica, me atrevo a exponer ante el Padre de la Cristiandad lo que oprime a millones de alemanes.

Desde hace semanas vemos sucederse acontecimientos en Alemania que suenan a una burla de toda justicia y humanidad, por no hablar del amor al prójimo. Durante años, los jefes nacionalsocialistas han predicado el odio a los judíos. Después de haber tomado el poder gubernamental en sus manos y armado a sus aliados —entre ellos a señalados elementos criminales—, ya han aparecido los resultados de esa siembra del odio. [...]

Todos los que somos fieles hijos de la Iglesia y consideramos con ojos despiertos la situación en Alemania nos tememos lo peor para la imagen de la Iglesia si se mantiene el silencio por más tiempo. Somos también de la convicción de que a la larga ese silencio de ninguna manera podrá obtener la paz con el actual régimen alemán”. [10]

No se conoce una respuesta del Papa, y por desgracia el pronóstico de Edith se convirtió en una terrible realidad. No sería extraño que, años más tarde, al escribir Pío XI la encíclica Mit brennender Sorge, publicada el 14 de marzo de 1937 sobre la situación de la Iglesia en la Alemania nazi, haya recordado la carta de la futura santa.

Integración de tomismo y fenomenología

En el período que transcurre entre las dos guerras mundiales ocurre un florecimiento de la intelectualidad católica, en el marco de una renovación de la filosofía escolástica, especialmente tomista, sostenida y animada sobre todo por la encíclica de León XIII Aeterni Patris (1897), que exhorta a seguir el modelo de los estudios filosófico-teológicos de Santo Tomás. Las obras de filósofos cristianos como los franceses Etienne Gilson y Jacques Maritain y los alemanes Martin Grabmann y Romano Guardini son un gran estímulo espiritual para las reflexiones de Edith Stein. Especialmente importante es la cercanía con el jesuita alemán Erich Przywara, que le encomienda la traducción al alemán de las Cartas y diarios del Cardenal Newman (aparecida en 1928), y la traducción, en dos tomos, de las Cuestiones sobre la verdad de Santo Tomás de Aquino (1931-32). La cada vez mayor importancia que cobra Santo Tomás para Edith cristaliza primero en el artículo “La fenomenología de Husserl y la filosofía de Santo Tomás”, publicado en 1929 como aporte a un número especial del anuario de fenomenología en homenaje a Husserl en su septuagésimo cumpleaños. En él confronta la búsqueda infinita de la verdad por parte de una razón que pone entre paréntesis la existencia real de lo que se presenta en la inmanencia de la conciencia (Husserl), con una filosofía de la vida que se asienta en la experiencia de lo real y se abre a la trascendencia (Santo Tomás).

Sin negar su primera etapa como fenomenóloga, Edith desarrolla en los años siguientes una metafísica de inspiración tomista, en Potencia y acto (1930-1931) y en su obra principal, Ser finito y Ser eterno (1936), que retoma y perfecciona el libro anterior. Uno de los temas que aborda en esta etapa se refiere al análisis husserliano de la temporalidad de la conciencia, al que conecta con la estructura aristotélica y tomista de potencia y acto. La fenomenología describe el presente como una vivencia que retiene lo que acaba de pasar y anticipa lo que está por venir. Ambos momentos son para Stein formas de potencialidad referidas al ser en acto del presente:

“En lo que yo soy ahora, hay algo que yo no soy actual, pero que lo será en el futuro. Lo que yo soy ahora en el estado de actualidad, lo era ya antes, pero sin serlo en el estado de actualidad. Mi ser presente contiene la posibilidad de un no ser actual futuro y presupone una posibilidad en mi ser precedente. Mi ser presente es actual y potencial, real y posible al mismo tiempo”. [11]

Por otra parte, recupera el concepto aristotélico y tomista de sustancia como núcleo permanente en el que se asienta la estructura acto-potencia que subyace a las múltiples vivencias subjetivas, sin reducirlas a la conciencia que el yo tiene de sí.

Otro tema que Edith Stein aborda en estos textos se refiere al principio de la individualidad personal. Tomás de Aquino veía el principio de individuación en la materia signata quantitate, la materia dotada de relaciones de extensión y magnitud determinadas, o sea, la materia concreta que singulariza la forma esencial del ser humano. En cambio, para el fenomenólogo personalista Max Scheler, la esencia humana es propiamente individual e irrepetible, y que en el ámbito del espíritu solo puede haber existencias distintas si hay esencias distintas. Edith Stein tampoco piensa que el principio de individuación en el caso de los seres espirituales sea la materia signata quantitate. Sostiene que el criterio tomista se puede aplicar a los seres materiales inanimados, las plantas y los animales. Pero agrega que respecto de los seres humanos cada individuo es en cierto modo su propia especie, retomando a su manera un argumento que el propio Santo Tomas aplicó a los ángeles.

También es digna de mención la posición que Stein toma frente a una de las principales obras filosóficas de esa época, Ser y tiempo (1927) de Martin Heidegger, discípulo de Husserl que había propuesto una ontología fundamental que pudiera abrir un camino de respuesta a la pregunta por el sentido del ser. Ello exige una previa explicitación del ente que se plantea dicha pregunta, el hombre, cuyo modo de ser es la existencia, que tiene que hacerse cargo de sí mismo y proyectarse eligiendo entre las diversas posibilidades de ser que se le presentan. Entre ellas hay una que no puede rehuir: la muerte, posibilidad de que todas las demás posibilidades se conviertan en imposibles, y que nadie puede asumir por otro. El “ser para la muerte” no se constata mediante un acto de pensamiento, sino mediante una disposición afectiva: la angustia ante la carencia de fundamento seguro de los proyectos humanos y de la existencia misma. El análisis existencial revela, según Heidegger, que la unidad de las distintas estructuras que caracterizan el Dasein es esencialmente temporal, en la que el futuro y el pasado se entrelazan con el presente y fundan la historicidad humana.

Edith Stein comienza a leer Ser y tiempo desde el mismo año en que apareció. Si bien reconoce la potencia del pensamiento de Heidegger, considera que, a pesar de declarar que solo pretende hacer un análisis fenomenológico de la existencia, asume de hecho compromisos ontológicos que de ningún modo son evidentes. Entre ellos resalta que el filósofo alemán haya situado al ser del hombre únicamente en el horizonte de lo temporal finito. Ella busca compensar esa perspectiva con la afirmación de la eternidad que trasciende la temporalidad, y por eso afirma que

“solo la plenitud hace propiamente inteligible por qué ‘de lo que se trata para el hombre es de su ser’. Ese ser es no solo un ser que se extiende en el tiempo y por tanto está siempre ‘adelantado a sí mismo’, el hombre anhela el siempre nuevo ser regalado con el ser para poder agotar lo que el instante simultáneamente le da y le quita. No quiere dejar lo que le da plenitud, y querría ser sin final y sin límites para poseerlo enteramente y sin fin. Alegría sin fin, dicha sin sombras, amor sin límites, vida intensificada al máximo sin debilitamiento, obra plenísima de fuerza, simultáneamente la completa calma y el verse desligado de todas las tensiones: esta es la beatitud eterna. De este ser es de lo que se trata para el hombre en su ser ahí”. [12]

Espiritualidad de la cruz

Cuando el 15 de abril de 1934 Edith Stein toma el hábito de monja en el Carmelo de Colonia adopta el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz. El nombre de Benedicta obedece al reconocimiento de las gracias recibidas en la abadía benedictina de Beuron, que había visitado a menudo, sobre todo en Semana Santa. También es significativa la inclusión en su nombre de la Cruz. Ello obedece a la actitud típicamente teresiana de entrega completa a Dios mediante un amor que se vacía de sí mismo a fin de dejar sitio para la vida de Dios. Este vaciarse progresivo para permitir que Dios actúe en nosotros no tiene nada que ver con una despersonalización o un cierre del alma a las tribulaciones del mundo para autocomplacerse en determinados sentimientos religiosos, sino todo lo contrario. Así lo muestra el ejemplo de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, que supieron comprender las necesidades de su tiempo y promover una profunda reforma del Carmelo en el siglo XVI.

Justamente sobre San Juan de la Cruz escribe Teresa Benedicta su última obra, con ocasión del cuarto centenario de su nacimiento, en 1942. Expone su teología mística, y la enseñanza que de ella se desprende para una vida de fe marcada por la cruz, en la que Dios parece guardar silencio y abandonar al creyente. Una característica de la experiencia interior de Dios es la “noche oscura de la fe”. Para encontrar a Dios, el místico recorre un camino de obscuridad, pobreza y humillación, y después de terminar con todo asomo de autocomplacencia y arrogancia, el fuego purificador de Dios lo convierte en “llama de Dios viva”. [13]
Una característica de la experiencia interior de Dios es la “noche oscura de la fe”. Para encontrar a Dios, el místico recorre un camino de obscuridad, pobreza y humillación, y después de terminar con todo asomo de autocomplacencia y arrogancia, el fuego purificador de Dios lo convierte en “llama de Dios viva”. [Imagen de la Capilla del Carmelo de Edith Stein en Echt, provincia de Limburg, Países Bajos. En el vitral aparecen, en los extremos, Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, los dos maestros espirituales de la santa. En el centro, Edith Stein antes y después de tomar el hábito].

Teresa Benedicta trabaja en este libro hasta el mismo día de su detención por los nazis. En 1938 había sido trasladada, por su seguridad, desde el monasterio de Colonia, en Alemania, al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda, donde la acompaña su hermana Rosa, que también se había bautizado en la Iglesia Católica. El 24 de julio de 1942 se lee en todas las iglesias católicas de Holanda una carta pastoral de los obispos en la que condenan la persecución y deportación de los judíos. Como represalia, el comisario del Reich ordena la deportación de todos los judíos católicos. El 2 de agosto la Gestapo se lleva a Edith Stein junto con su hermana y las deporta a Auschwitz, donde el 9 de agosto son asesinadas en la cámara de gas.

Este final no la toma por sorpresa, pues ella misma, fiel a su vocación al misterio de la Cruz y solidaria con su pueblo ultrajado, se había ofrecido a Dios como víctima sacrificial por su pueblo judío y por la paz. El 26 de marzo de 1939 escribió a su priora:

“Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, ofrecerme al Corazón de Jesús como víctima propiciatoria por la paz verdadera: que el poder del Anticristo, si es posible, se derrumbe sin una nueva guerra mundial, y que pueda ser instaurado un nuevo orden de cosas”. [14]

Los testimonios recogidos de sobrevivientes del holocausto que vieron a Teresa Benedicta en alguna de las estaciones de su camino a la muerte dan cuenta de la serenidad y grandeza con que lo enfrentó, dando consuelo y tranquilizando sobre todo a las mujeres y a los hijos de madres desesperadas que ya no eran capaces de atenderlos. [15]

La síntesis de la vida y obra de esta mujer santa permite apreciar las muchas razones por las cuales constituye un ejemplo luminoso para el creyente de hoy, pues su testimonio inspira y aporta orientaciones en diversos ámbitos: por una parte muestra la amplitud de la auténtica identidad católica, capaz de dialogar en forma acogedora e integradora con distintas formas de espiritualidad, como la teología escolástica, la mística carmelita y benedictina, la religión judía y toda búsqueda sincera y profunda de la verdad. Asimismo, es un ejemplo de la capacidad de diálogo entre tradiciones filosóficas aparentemente tan disímiles entre sí, como la fenomenología y el tomismo, en las que además sabe complementar equilibradamente la dimensión puramente intelectual con la dimensión afectiva y volitiva. No menos importante es su frecuente referencia a la literatura, la poesía y el arte, que le confieren un sentido humanista e interdisciplinario más amplio y rico a sus reflexiones filosóficas y teológicas. Pero no se limita a la reflexión, sino que muestra lucidez profética y compromiso con múltiples y diversas causas sociales y religiosas: defensa política y pedagógica de los derechos de la mujer, atención como enfermera a las víctimas de la guerra, profesora, monja, mártir de la fe.

Todos estos elementos confluyen en su canonización y nombramiento como copatrona de Europa el año 1998, y se resumen en las palabras que Juan Pablo II le dedicara con ocasión de la ceremonia de beatificación en Colonia, el 1 de mayo de 1987:

“Nos inclinamos profundamente ante el testimonio de la vida y la muerte de Edith Stein, hija extraordinaria de Israel e hija al mismo tiempo del Carmelo, sor Teresa Benedicta de la Cruz; una personalidad que reúne en su rica vida una síntesis dramática de nuestro siglo. La síntesis de una historia llena de heridas profundas que siguen doliendo aún hoy...; síntesis al mismo tiempo de la verdad plena sobre el hombre, en un corazón que estuvo inquieto e insatisfecho hasta que encontró descanso en Dios”.

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Notas

[1] Edith Stein, Sobre el problema de la empatía, en Obras completas (OC). Traducidas bajo la dirección de J. Urquiza y Francisco Javier Sancho. Burgos: Monte Carmelo, 2002-2007, vol. II, p. 87.
[2] Ibíd, p. 179.
[3] Carta de recomendación de Edmund Husserl, 6 de febrero de 1919, en OC I, p. 1658 s.
[4] Cf Autobiografía, en OC I, p. 480 y ss.
[5] Carta del P. Johannes Hirschmann SJ a la priora del Carmelo de Colonia, 13 de mayo de 1950.
[6] Este partido formó parte del gobierno de Alemania durante el período que se conoce como la República de Weimar, y su líder Walther Rathenau fue Ministro de Relaciones Exteriores hasta junio de 1922, cuando fue víctima de un atentado que acabó con su vida en medio de la gran crisis política en Alemania que desembocó en el trágico período del nazismo.
[7] Cf. Alasdair MacIntyre, Edith Stein: Un prólogo filosófico, 1913-1922. Granada: Editorial Nuevo Inicio, 2008, p. 163-172.
[8] Carta del 23 de marzo de 1938, en OC I, p. 1251.
[9] E. Stein, El ethos de la profesión femenina, (1931), en OC IV, p. 167. He corregido ligeramente la traducción. Otros textos importantes de este período son: Sobre la idea de formación (1930), Vocación del hombre y de la mujer según la naturaleza y la gracia, El misterio de la Navidad (1931), La estructura de la persona humana (1932-3).
[10] Carta escrita probablemente a inicios de abril de 1933, citada en OC IV, p. 29-31.
[11] Ser finito y ser eterno, en OC III, p. 648.
[12] Ser finito y Ser eterno, p. 1176.
[13] Cf. Ciencia de la Cruz, en OC V, p. 183-477.
[14] Carta a Ottilia Thanisch, 26 de marzo de 1939, en OC I, p. 1307.
[15] Cf. Al respecto las biografías de Francesco Salvani, Edith Stein. Hija de Israel y de la Iglesia. Madrid: Ediciones Palabra 2012, p. 358-365, y de Jesús Moreno Sanz, Edith Stein en compañía. Vidas filosóficas entrecruzadas de María Zambrano, Hannah Arendt y Simone Weil. Madrid/México: Plaza y Valdes 2014, p. 552-555.


La filosofía de Edith Stein


Con este título acaba de publicar José Ramón Recuero un excelente libro (Ed. Ygriega, 2021). En primer lugar, hay que felicitar al autor por las numerosas y extensas citas de las obras de Edith Stein, que pueden encontrarse en sus páginas.

Aunque las Obras Completas de esta notable pensadora han sido publicadas en español, en cinco volúmenes y conjuntamente por Ediciones El Carmen, Editorial de espiritualidad y Editorial Monte Carmelo entre los años 2002 y 2007, son muchos los intelectuales que las desconocen. Y confieso que yo soy uno de ellos.

Sin embargo, y gracias al sistemático y exhaustivo compendio que de ellas hace José Ramón Recuero, quien lee su libro acaba por convencerse de que ha conseguido una visión de conjunto suficiente para hacerse cargo de la importancia de la figura de Edith Stein. Y no sólo en en el ámbito de la filosofía pura, sino también como mística y mártir, que ha merecido llegar a los altares y ser declarada Doctora de la Iglesia Iglesia con el nombre de Santa Teresa Benedicta de la Cruz.

En cuanto al aspecto filosófico, Edth Stein trabajó con Husserl y consiguió el grado de doctora bajo su dirección. Luego hizo todas las habilitaciones necesarias para optar a una cátedra en una universidad alemana. No lo consiguió por los prejuicios vigentes en la primera mitad del siglo XX. Era imposible en aquel tiempo que una mujer alcanzase el máximo nivel académico en filosofía. Ni el propio Husserl la apoyó.

Con todo, hay que encuadrarla dentro la escuela conocida como “Fenomenología”. En realidad los méritos de Husserl se reducen a haber capitaneado, contra el idealismo dominante desde Kant, aquel amplio movimiento -zu den Sachen selbst- de vuelta a las cosas mismas. Produjo entre otros los frutos de Max Scheler, Nicolai Hartmann, Dietrich von Hildebrand y la propia Edith Stein. En cuanto a Husserl, y a pesar de su formación originaria como matemático, más bien acabó por perderse en una jungla de divisiones y subdivisiones, en la cual el lector ya no sabe siquiera de qué se está hablando exactamente. Recuero hace notar expresamente que Edith Stein supo apartarse a tiempo del estéril desierto en que terminó su maestro. Logró con sus numerosos libros levantar un cuerpo de doctrina consistente y sólido, que constituye una destacada aportación al pensamiento occidental.

Sin duda la fenomenología fue un saludable espíritu de honradez intelectual, que invitaba a ser sencillos y leales al describir la realidad. Todo lo contrario del retorcido idealismo en sus múltiples variantes. Aunque con la limitación de expresarse siempre en lenguaje ordinario y exponerse a sus peligrosas trampas.

Aprovecharé la ocasión para recordar que ahora disponemos de algo mejor que la fenomenología. Me refiero a la formalización de la lógica por Frege y Peano. Su resultado inmediato en el orden práctico ha sido nada menos que Internet, la plataforma formada por millones de ordenadores interconectados. Pero sus efectos en el orden teórico no son menores. Algunos problemas, que torturaron las mentes de los filósofos por siglos, han quedado aclarados para siempre.

Consideremos, por ejemplo, el caso del tiempo. Recoge Recuero esta frase de Stein criticando a Heidegger: “lo finito ha alcanzado el más alto grado de participación en lo eterno, algo intermedio entre tiempo y eternidad, que la filosofía cristiana ha caracterizado como evo (aevum)” (Pag. 240). Quedan aquí bien distinguidos los tres conceptos de eterno, temporal y eviterno. Hasta ahí llegó la fenomenología.

Pero el cálculo lógico va mucho más allá y alcanza la total precisión. La definición de tiempo es “si nace → (puede sí morir & puede no morir)”.

Las palabras “nacer” y “morir” se entienden aquí en el sentido amplio de acceder a la existencia o cesar en ella.

Los operadores lógicos implicador y conjuntor cumplen en la fórmula su función ordinaria. Las expresiones puede sí morir y puede no morir no forman contradicción. Al contrario se reclaman mutuamente.

Temporal lato sensu es haber nacido, con independencia de si muere o no.

Eterno es su antónimo, existir sin haber nacido, sin haber recibido el ser. Es lo propio de Dios.

Temporal stricto sensu es haber nacido y morir de hecho. Su antónimo es eviterno, haber nacido y vivir para siempre.

Puede no morir se cumple en el espíritu humano. Es eviterno. Nace y no muere.

Puede sí morir se cumple en el cuerpo humano. Nace y muere, Y sobre todo, se distingue entre los dos sentidos de temporal, detalle éste que se echa en falta en la gran mayoría de los filósofos.

El que conoce la anterior fórmula, y los cuatro conceptos que de ella resultan, puede dispensarse de la lectura del farragoso Sein und Zeit de Heidegger, o la voluntariosa traducción al español que hizo Gaos. Algo mucho más drástico, desde luego, que la suave crítica de Stein entes mencionada.

Hecho este excursus, volvamos al pensamiento de nuestra protagonista.

Recuero señala repetidamente que Stein unió estrechamente, desde su conversión desde el judaísmo al catolicismo, la filosofía racional con la fe sobrenatural. En efecto, quizá sea éste el rasgo más característico del pensamiento de Edith Stein.

Acierta Recuero al destacarlo. La lectura de las obras de Teresa de Avila catapultó, por así decir, su decisión de llegar hasta el fondo del enigma humano. Edith buscaba
apasionadamente la verdad, que estaba fuera de ella. Teresa en cambio no filosofaba sobre la verdad, sino que la vivía, la tenía dentro. Edith quiso ser desde entonces como Teresa, sólo que con mayor bagaje intelectual que la santa de Avila. Esta incesante búsqueda de la unidad entre razón y revelación, tan propia y distintiva de Edith Stein, se consolidó aún más cuando estudió a fondo a San Juan de la Cruz. Tan a fondo que tradujo al alemán su excelsa poesía.

Otro detalle que me llamó la atención fue la seguridad con que Stein defendió la creación por Dios de un espíritu humano cada vez que se forma un cigoto, o sea, en toda ocasión en que un espermatozoide fecunda un óvulo. Recuero había opinado antes lo mismo. Relata que leyó con ansiedad y emoción este pasaje de Stein, para ver si coincidía con ella o no. Me apresuro a declarar que yo también opino lo mismo.

El cigoto implica la aparición de un nuevo código genético, con una combinación inédita de 46 cromosomas, 23 de cada progenitor. Nada de tamaña envergadura ontológica ocurre después. Luego no hay más que el desarrollo del cigoto y la multiplicación de esos 46 cromosomas en todas las células que van surgiendo.

Sin duda, el nacimiento de un niño a los nueve meses nos llega al corazón con la máxima intensidad emotiva y afectiva.

Pero con todo, esa reacción es meramente sentimental. Objetivamente se trata sólo de un cambio de lugar y un nuevo modo de alimentación. Nada comparable con la constitución del cigoto, que acabará siendo nada menos que una persona. Y cada persona es única en toda la historia universal. Toda persona es absolutamente nueva e irrepetible, como tantas veces repetía Unamuno. Y lo es desde el momento en que surge un nuevo cigoto.

Así pues, el momento preciso de la infusión divina de los operadores lógicos es la creación del cigoto. Que esos operadores lógicos permanezcan luego por unos meses en forma virtual, sin manifestarse al exterior en el lenguaje, no implica que no existan. Más bien se trata de una condición suficiente que está a la espera de que se cumplan las previas condiciones necesarias.

En conclusión, leer de principio a fin los cinco tomos de las Obras Completas de Edith Stein es algo reservado para especialistas como José Ramón Recuero. Pero el resumen que ha logrado condensar en 274 páginas proporciona un conocimiento más que suficiente a todo aquél que quiera estar informado sobre el pensamiento y vida de la ejemplar y extraordinaria figura que fue, como persona y como intelectual, Santa Teresa Benedicta de la Cruz.
El testamento de Edith Stein
“Desde ahora acepto con alegría, y con absoluta sumisión a su santa voluntad, la muerte que Dios ha preparado para mí. Pido al Señor que acepte mi vida y también mi muerte en honor y gloria suyas; por todas las intenciones del Sagrado Corazón de Jesús y de María; por la Santa Iglesia y, especialmente, por el mantenimiento, santificación y perfección de nuestra Santa Orden, en particular los conventos Carmelitas de Colonia y Echt; en expiación por la falta de fe del pueblo judío y para que el Señor sea acogido por los suyos; para que venga a nosotros su Reino de Gloria, por la salvación de Alemania y la paz en el mundo. Finalmente, por todos mis seres queridos, vivos y muertos, y todos aquellos que Dios me dio. Que ninguno de ellos tome el camino de la perdición".
Edith Stein, filósofa y creyente
 
Edith Stein: "Quien busca la verdad, busca a Dios, sea de ello consciente o no".

La Pasion Por La Verdad - E... by danielkedar


Edith Stein intenta mostrar en «El ser finito y eterno» que el fundamento de la fi­losofía, a saber, la cuestión del ser, no puede ser agotada en su sentido último sólo por la filosofía. La pregunta por el ser se desarrolla, según ella, en la tensión existente entre la ciencia y la fe. La res­puesta de la fe y la respuesta de la filosofía son esencialmente diversas y se complementan de tal manera, que no se puede excluir ninguna, si se pre­tende acceder con éxito a la cuestión del «sentido del ser».

Esta comunicación íntima entre el pensar y el creer tuvo para Edith Stein no sólo un carácter teo­rético, sino también existencial. Con su filosofar y su vida nos muestra que es posible acceder por el pen­samiento a la fe y que hay personas en las que la fi­losofía y la vida personal en la fe no se contradicen. Edith Stein alcanzó la cumbre de la conjunción en­tre la fe y la ciencia en la mística. En su última obra teológico-mística «La ciencia de la cruz» se sigue reconociendo con toda claridad a la filósofa, o más precisamente, a la fenomenóloga, aun cuando su concepto de ciencia se ha modificado esencialmen­ te. La ciencia moderna -y hasta quizás la misma teología- no puede reflejarse en esa ciencia, que dejó de ser ciencia en el sentido de una teoría pu­ra. La nueva «ciencia de la cruz» va también en busca de la verdad, pero de una Verdad personal que sale al encuentro del hombre existencialmen­te. La filosofía se convierte así en una opción exis­tencial que se realiza en la aceptación de una ver­dad viviente y ésta es una perfección concedida a muy pocos pensadores.

Cuando se habla de «filosofía» o se dice de al­ guien que es un «filósofo» se asocia involunta­riamente a ello una serie de complejos argumen­tales por demás complicados y hasta ininteligibles. Las personas, hombres y mujeres, que los represen­tan, parecen provenir de un mundo de teorías y principios abstractos, que poco tiene que ver con los acontecimientos de la vida cotidiana. Los ver­daderos filósofos y la filosofía misma tienen, sin embargo, muy poco que ver con esa opinión la­mentablemente demasiado extendida. Sin duda alguna, la filosofía es una «Ciencia» y como tal no es inmediatamente accesible al que se interesa por ella; por otra parte, sin embargo, la filosofía es una «pasión» que asume a la persona no sólo en su intelectualidad, sino también en su corazón y la lanza constantemente a la búsqueda de la Verdad. Precisamente aquí se encuentra el centro de toda filosofía y de cada filósofo o filósofa: en la búsqueda insaciable de la Verdad. 

En este sentido podemos decir que Edith Stein era una gran filósofa. La búsqueda incansable de la Ver­dad acuñó toda su vida y la entrega incondicional a esa Verdad le dio su sentido y contenido pro­pios.

En el devenir de la historia cada persona vive su propia historia y la de Edith Stein se desarrolló desde su juventud en íntima comunicación con la filosofía, interpretada ésta como ciencia y como pa­sión. Sus primeros intentos científicos en el ámbito de la gerrnanística, de la historia y la sicología en la Universidad de Breslau concluyeron, después de apenas dos años. para dar lugar a una dedica­ción casi exclusiva a los temas filosóficos. 

Profun­damente decepcionada por la «sicología sin alma» descubrió en las «Investigaciones lógicas» de Ed­mund Husserl la precisión de pensamiento que ha­bía buscado desde el comienzo de sus estudios. Edmund Husserl fue el fundador de un nuevo mé­todo de investigación filosófica de principios de es­te siglo llamado «fenomenología» y con la obra ci­tada abrió rumbos de pensamiento que aún hoy siguen siendo fructíferos en el quehacer filosófico. 

Edith Stein fue su fiel discípula y penetró de tal manera en el método de su «Maestro», que toda su obra posterior mantuvo la impronta fenomenológi­ca recibida en sus años de formación.

La filosofía académica de los comienzos de nuestro siglo estaba preñada de una suerte de neo-kantianismo que se desarrollaba cada vez más ra­ dicalmente hacia una visión filosófica eminente­mente subjetiva. 
El «Yo» (sujeto) constituía las ca­tegorías de la realidad y pasaba a ser de esa manera su fundamento y medida. Según esto, la realidad perdía su carácter objetivo y no podía ser considerada en independencia de un sujeto. 
Hus­serl se opuso fervientemente con su método feno­menológico a esa forma de neokantianismo, inten­tando dar un paso revolucionario y conservador a la vez, a saber, proporcionar a la realidad una nueva autonomía, considerándola en cuanto tal y en inde­pendencia de un sujeto. Su lema era: «Volver a las cosas». 

Resultaba imperioso rechazar todos los prejuicios filosóficos y científicos para que la filo­sofía se dirigiera directame te a la realidad, tal co­mo ella es y como se nos muestra: como fenómeno (de ahí el nombre «fenomenologfa» ). Esa visión inocente («naiv») y desprejuiciada de los fenóme­nos implicaba un reconocimiento absoluto de la in­dependencia que la realidad exterior tiene respec­to de la conciencia. Con ello estaba replanteando no sólo temas concernientes a la filosofía, sino tam­bién numerosas cuestiones de carácter teológico. De esa manera, por ejemplo. Dios deja de ser un mero postulado para convertirse en la posibilidad objetiva de la trascendencia. En consecuen cia. se abre la posibilidad de la aceptación de la fe como fenómeno extra-subjetivo que no puede ser con­ceptualizado categorialmente por la conciencia. 

Esa apertura frente a la fe era una de las caracte­rísticas de la fenomenología y Husserl bromeaba muchas veces diciendo que debería ser canonizado por la Iglesia Católica en razón de que tantos de sus discípulos habían encontrado el camino de la fe a través del método fenomenológico.

Edith Stein se convirtió en una verdadera espe­cialista del método fenomenológico y lo manejaba con capacidad admirable. Su tesis doctoral «Sobre el problema de la empatía» es una prueba eviden­ te del dominio que tenía del método ideado por Husserl. En ese trabajo investiga la esencia de los actos empáticos y la constitución interior del indi­viduo sicofísico. La filosofía intenta explicitar con el término empatía el esfuerzo de la persona huma­na. A ese proceso pertenecen esencialmente el 'Yo' (sujeto) y el 'Tú' exterior (objeto) y ambos se comu­nican en una suerte de unidad de vivencia. 

El nú­cleo de su investigación se centra en el análisis del fenómeno de la existencia de esos sujetos ajenos a la propia persona y en el acto fundante que posibi­lita la percepción de una existencia personal dis­tinta a la propia. La empatía se define, según esto, como la «participación afectiva y por lo común emotiva de un sujeto humano en una realidad aje­na al mismo sujeto». Después del tratamiento ex­ haustivo de este tema Edith Stein se abocó a la aplicación del método fenomenológico a cuestiones de sicología y filosofía social colaborando activa­mente con el «Anuario de filosofía e investigaciones fenomenológicas». En este órgano de expresión de la escuela filosófica fundada por Husserl publicó tres trabajos muy importantes de carácter también estrictamente fenomenológico. 

Dos de ellos son «Aportes a la fundamentación filosófica de la sicología y de las ciencias del espíritu»: 'Causalidad psí­quica' e 'Individuo y Comunidad'.  En ellos intenta una interpretación fenomenológica de los conceptos mencionados y la investigación de las condiciones de posibilidad de la apertura del sujeto individual­ personal a la vida en comunidad. 
El tercer trabajo publicado en el Anuario, «Una investigación sobre el estado» tiene carácter filosófico-social e intenta sentar las bases sobre las cuales ha de apoyarse la constitución de una comunidad estatal. Esta obra es la resolución socio-política de la distinción hecha anteriormente entre el carácter individual y social que le corresponde a toda persona humana.