EL Rincón de Yanka: ESPAÑA ES LA "DICTADURA PERFECTA"

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martes, 7 de marzo de 2017

ESPAÑA ES LA "DICTADURA PERFECTA"


España es la "dictadura perfecta" 
El escritor Aldous Huxley (Aldous Leonard Huxley, Godalming, 1894 - Los Ángeles, 1963) describió así la dictadura perfecta: "Tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar". España es hoy la plasmación más fiel de esa abominable dictadura perfecta en todo el planeta. 
Los españoles fueron admirados en todo el mundo por su valentía y comportamiento en los campos de batalla, pero hoy pasan por ser uno de los pueblos más cobardes del mundo y uno de los que soportan más abusos y arbitrariedades de su clase política. Uno no entiende por qué los españoles no se rebelan ante tanta injusticia, ante abusos como ese Impuesto de Sucesiones que cobran algunos gobiernos autonómicos y que obligan a miles de familias a renunciar a sus herencias, o ante la impunidad de los poderosos, la brutal corrupción, el desmesurado y costoso tamaño del Estado, los inmerecidos y enormes privilegios de los políticos, la desigualdad hiriente, la desprotección de los débiles y otras suciedades y canalladas que convierten el país en un infierno político y humano. 

La única explicación razonable de ese extraño fenómeno de sumisión y cobardía de un pueblo que hace apenas tres siglos era el más bravo y temido del mundo, cuyos ejércitos nunca sufrieron una derrota en casi tres siglos de combates contra todos, es que los políticos que gobiernan España han sabido construir la "Dictadura Perfecta", una forma de gobierno que el escritor visionario Aldous Huxley describía así: "Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud en el que, gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre". 

España clavada, el país donde la gastronomía, la ración de fútbol casi diaria, las innumerables fiestas y las mentiras del poder, sirven para fabricar esclavos tan imbéciles que creen vivir en un paraíso cuando la verdad es que sus políticos les oprimen con impuestos insoportables, les roban, les engañan diciéndoles que su dictadura de partidos es una democracia y en el que la Justicia, la información y prácticamente toda la acción de gobierno están infectadas de corrupción, arbitrariedad y abuso. 

Pero los españoles, como dijo Aldous Huxley, "aman su servidumbre". 

Cualquier otra sociedad europea sería incapaz de soportar tanto abuso y tanta injusticia como la española. Los rumanos, con una corrupción de inferior calado, han salido a las calles y plazas hasta acorralar a su gobierno y obligarle a que retire una ley que despenalizaba algunos delitos de corrupción, mientras que en España nadie se moviliza, a pesar de que los partidos políticos se han convertido, por la acumulación de delitos y por las colas de delincuentes que esperan ser procesados, en las asociaciones más peligrosos y delictivas del país, después de la bada terrorista ETA. 

En España los políticos gobiernan en contra de la voluntad popular, sin hacer caso de las aspiraciones más intensas de la población, entre las que destacan el deseo de que el Estado, demasiado grueso e imposible de financiar por estar preñado de políticos parásitos viviendo a costa de los impuestos, sea reducido drásticamente, que los partidos políticos dejen de ser financiados con el dinero de los impuestos y que se castigue a los corruptos y se les encarcele hasta que devuelvan el botín robado. 

Todas y cada una de las aspiraciones de los cobardes y felices españoles, atontados e imbéciles habitantes de esa España convertida en prisión sin muros, son ignoradas por los políticos, que incumplen sus promesas electorales, que no rinden cuentas ante los ciudadanos, que no respetan la separación de poderes, que prostituyen la democracia, que han ocupado la sociedad civil, que cobran impuestos insoportables y abusivos, que se han rodeado de privilegios inmerecidos y arbitrarios, que despilfarran y endeudan al país hasta la demencia, que practican la corrupción y que tratan el dinero de los impuestos con opacidad y como si les perteneciera. 

A pesar de todo eso y de que, a cambio de los impuestos y de los esfuerzos del pueblo, los ciudadanos cada día reciben menos salarios y menos servicios de calidad del Estado, los españoles, convertidos en esclavos imbéciles, creemos que vivimos en un paraíso, ignorando nuestros dramas más intensos: que el país se despedaza, víctima de los enloquecidos independentistas, que nuestros políticos anteponen una y mil veces sus propios intereses al bien común, que nuestros jóvenes tienen que emigrar porque no tienen trabajo ni oportunidades en España, que las pensiones de jubilación, pagadas con esfuerzo durante toda la vida laboral, están en peligro, que la corrupción lo inunda todo y que la educación y la enseñanza de nuestros hijos es pura basura. 

¡Vivan las "caenas" de la cárcel España! 









"Más cuesta mantener el equilibrio de la libertad 
que soportar el peso de la tiranía". 
Simón Bolívar

“Cada vez que se encuentre usted 
del lado de la mayoría, 
es tiempo de hacer una pausa y reflexionar”. 
Mark Twain

1984 es la antiutopía o distopía más célebre de todas cuantas fueron escritas durante la primera mitad del siglo XX. En ella, Orwell presenta un futuro en el que una dictadura totalitaria interfiere hasta tal punto en la vida privada de los ciudadanos que resulta imposible escapar a su control. La odisea de Winston Smith en un Londres dominado por el Gran Hermano y el partido único se puede interpretar como una crítica de toda dictadura, aunque en las analogías con el comunismo estalinista resultan evidentes, dada la trayectoria vital del autor. La novela cobra nueva vigencia en la sociedad actual, en la que el control a los ciudadanos, coercitivo o no, se halla más perfeccionado que en ningún otro momento de la historia de la Humanidad.

Control social


El sistema político presentado por Orwell está encaminado a alienar al individuo, a hacerlo virtualmente incapaz de pensar por sí mismo. Siguiendo la definición anteriormente expuesta de distopía, es una sociedad cerrada sobre sí misma, que se presenta como la sociedad perfecta. Sólo aislando las influencias externas se podrá realizar el ideal del Ingsoc. El exterior sólo puede ser malo. Sólo el Gran Hermano y el Partido son capaces de ofrecer algo bueno al ciudadano de Oceanía. A tenor de lo que hemos leído en la obra de Goldstein, todo nos hace suponer que este esquema de sociedad es idéntico en Eurasia y en Asia Oriental. La guerra exterior frente a dos enemigos identificables (un enemigo físico: las potencias enfrentadas a Oceanía; un enemigo ideológico: Goldstein) es el factor de cohesión, que llega adonde el Gran Hermano no alcanza con sus eslóganes.

Existen medios coercitivos para asegurarse este control. El Ministerio del Amor dispone un aparato represor sin fisuras. No es infrecuente que tu propio hijo te delate, a semejanza de los jóvenes camisas pardas nazis. Así pues, vemos que existen diversos niveles de control social:

1. La guerra exterior contra el enemigo físico e ideológico. Es la razón de ser última del Estado. Hay que odiar a Goldstein y a la potencia enemiga de turno; sólo así, por contraposición, se podrá amar al Gran Hermano.

2. La guerra interior contra el crimental. Fomenta la participación de los propios ciudadanos en su sistema represor. Pasa ineludiblemente por el aprendizaje y repetición de las consignas fundamentales del Partido. Es el segundo nivel de cohesión: el amor al Gran Hermano.

3. La guerra contra la verdad. Orquestada por los medios de comunicación, consiste en un lavado de cerebro permanente de las masas. Configura la realidad que el Partido quiere imponer. A falta de pruebas en contrario, termina por ser La Verdad. Es un nivel más profundo de cohesión del sistema: si el recurso al enemigo externo y a la desviación ideológica no son suficientes, se encarga de anular las últimas manifestaciones espontáneas de contestación. No sólo hay que amar al Gran Hermano: además hay que agradecerle el bienestar actual. Todos los adelantos, sean de la índole que sean, son obra exclusiva del Gran Hermano.

4. La guerra contra las costumbres. Consiste en dar apariencia de virtuosismo a todos los actos cotidianos. Ninguna conducta puede ser considerada errónea, so pena de incurrir en el crimental. Hay que practicar la abstinencia sexual. Hay que acudir a los autos de fe contra los enemigos del Partido y del Estado. Hay que gritar en los Dos Minutos de Odio. No hay que dar pie a conductas ambiguas en la calle. Hay que estar siempre visible para la telepantalla. El Gran Hermano te vigila y, como corresponde a una figura fuertemente paternalista, está dispuesto a castigar al hijo descarriado que traiciona su confianza y desprecia su amor.

Falseamiento de la realidad

La única manera de perpetuar un régimen dictatorial como el presentado por Orwell es falseando la realidad, perpetuando la mentira. Para que el sistema funcione, hay que acabar con la disidencia. El crimental es el mayor delito, y para evitarlo hay que terminar con las causas que conducen al mismo. Hay que manipular el pasado, hacerlo inexistente si es necesario. "Quien controla el pasado, controla el futuro, y quien controla el presente, controla el pasado." Este axioma tiene una interpretación evidente: el futuro será de quienes han manipulado el pasado hasta el punto de modelarlo a su antojo. Mediante la anulación de cualquier tiempo que no sea el mismo presente se podrá evitar la contestación al régimen: la disidencia suele recurrir a factores históricos, a un pasado en el que las cosas no eran como ahora, y ese recurso al pasado conduce a rectificar el presente y mejorar el futuro. Anulando la línea temporal se atajan de raíz estas posibilidades. El único pasado existente es aquel que el Partido dispone, y puede cambiarlo a su antojo, si una cifra de producción de chocolate no cuadra, si un objetivo del plan trienal no se cumple, si tres líderes antirrevolucionarios deben ser vaporizados. Cualquier discordancia entre el pasado y la propaganda oficial puede inducir a pensar que el presente no es perfecto o no está completamente controlado. Ante la imposibilidad de viajar en el tiempo para modificar esos parámetros descontrolados, la única manera posible de eliminar el problema es borrándolos de la memoria. Si se manipulan y adulteran, los nuevos registros pasarán a ser la única verdad. La antigua verdad nunca habrá existido, luego no será verdad. No será. Una persona incómoda para el régimen, un culpable confeso de crimental (pues el crimental siempre conlleva una confesión de culpabilidad), será anulado como persona, primero se le despojará de su personalidad y más tarde, cuando su ejemplo viviente ya haya sido interiorizado por el súbdito, será vaporizado, será una nopersona. No será. No habrá sido nunca.

Esta realidad configura un futuro perfecto. El pasado, en perpetuo movimiento, dará lugar a un futuro inmóvil, en el que no quepa la disidencia porque ya no existirá palabra para la disidencia. La neolengua se encargará de ello. El lenguaje modelará la mentalidad de los hombres y mujeres futuros, en la misma medida que la manipulación de la Historia. Llegará un momento en que el tiempo se estanque, pues, como todo cuerpo perfecto, la entropía habrá desaparecido y se encontrará en estado de reposo absoluto. Sólo en ese momento darán igual el pasado y el futuro, puesto que sólo se vivirá en el presente. Ese momento no está lejano. Los expertos prevén que hacia 2050 se publicará la edición definitiva del Diccionario de neolengua. Esa es la fecha que el Ingsoc se ha marcado para controlar la realidad. Una fecha tal vez utópica, puesto que (y esto sólo puede significar que el Partido está próximo a alcanzar sus fines) Winston no tiene la certeza de la fecha en que vive. Elige 1984 como fecha para comenzar su diario por aproximación, no porque le conste. Es probable que la acción de 1984 ni siquiera transcurra en el año 1984. El tiempo está dejando de existir.

Pero este ideal puede no alcanzarse. En tanto no se hayan borrado todos los registros del pasado que puedan comprometer el presente, y en tanto no se haya perfeccionado la estructura mental de los habitantes de la Oceanía futura, existe el riesgo del libre pensamiento. Y sólo con la violencia se puede erradicar el germen del individualismo. (...)