EL Rincón de Yanka: 💥 LA IGLESIA VASCA ETARRA Y VOCES CALLADAS, VÍCTIMAS DEL TERRORISMO NAZIONALISTA

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sábado, 4 de marzo de 2017

💥 LA IGLESIA VASCA ETARRA Y VOCES CALLADAS, VÍCTIMAS DEL TERRORISMO NAZIONALISTA


con la complacencia 
de la conferencia episcopal
💥


Como hijo y miembro de la Iglesia Católica me duele escribir la siguiente entrada, pero aún me duele más la vergonzosa postura que ha mantenido y aún mantienen muchos sacerdotes vascos y del mismo modo me causa escándalo que se mantuviese en su puesto a cierto obispo, con lo que entrañaba de implícito apoyo del Vaticano a la postura filo-terrorista que este mantenía. 
Pero nunca olvidemos que la Iglesia es una institución de origen divino y santa, los que pecan son los hombres que la componen, no ella.
Las relaciones que desde los inicios de la banda terrorista han existido entre esta y la Iglesia católica han sido ciertamente constantes y sumamente fluidas, tanto que ETA ha recibido un apoyo que ha ido en no poca ocasiones más allá del sustento ideológico para recibir incluso apoyo logístico.
Antes de entrar a narrar cuales han sido estos apoyos, es preciso señalar que el fundador del PNV, Sabino Arana, contaba entre una de las bazas fundamentales del nacionalismo la confesionalidad a modo de una visión en la que la religión era una parte más de esa forma de contraponer lo vasco a lo español. Para que no haya duda alguna de esto vamos a reproducir algunos textos de Arana referentes a lo señalado:

-“En Vizcaya no se puede ser a la vez patriota y liberal, porque nuestro lema patrio Jaun-Goikua eta Lagi Zarra, al cual no puede quitársele nada, con su primer término significa que de Dios dimana toda potestad y que las leyes católicas son base de la legislación”.

-“El pueblo español, no obstante los largos siglos en que ha gozado de gobierno y legislación católicos siempre se ha resistido a su benéfica influencia, siempre ha permanecido irreligioso e inmoral, de suerte que su actual carácter no puede atribuirse en manera alguna al gobierno y a la legislación liberales que al presente rigen, sino que éstos así le encontraron”.
-“Entregad este pueblo en brazos del maketismo es precipitarle en los abismos del infierno”.
-“...Vizcaya dependiente de España, no puede dirigirse a Dios, no puede ser católica en la práctica”.

Un segundo aspecto que han dirigido la posición que la Iglesia católica en torno a lo que se refiere al nacionalismo vasco en general y a la organización ETA en particular lo encontramos en la tendencia que en torno a los años 60 tomó una parte del clero con respecto a las posiciones revolucionarias izquierdistas, denominada Iglesia de base o del pueblo.
Tampoco hay que perder de vista el sentimiento antifranquista que había prendido entre una parte no pequeña del clerecía vasca con ansias de revancha tras la derrota republicana y la posterior persecución de clérigos que habían sido a su vez nacionalistas.

La cobertura que recibió ETA desde sus inicios partió tanto de párrocos como de obispos, todos los niveles y numerosas órdenes estuvieron implicadas.
Aunque ya en la I asamblea ETA se ha posicionado doctrinalmente al definirse como socialista, revolucionaria y separatista y en la II ha adoptado los principios de la Guerra revolucionaria y ha comenzado a sabotear usando explosivos, se celebraron la V- 1966 en la Casa Sacerdotal del Párroco de Gastelu y la segunda parte de esta en la Casa de Ejercicios de la Compañía de Jesús en Guetaria. Fue en esta V asamblea.
Pero la cosa va más allá puesto que tras los primeros asesinatos, que se produjeron en el año 1968 y 69 se celebran la V asamblea hasparren en El Colegio S. José de esta localidad francesa.
En la reunión de 1972 en que ETA firma un pacto de colaboración con el IRA, será un sacerdote el representante permanente ante la banda irlandesa.

Según el sociólogo norteamericano Robert Clark, la participación hasta 1978 de sacerdotes religiosos y seminaristas en ETA fue de un 73%, habla de militantes, no sólo de simpatizantes, que serían un porcentaje mucho mayor.

El posicionamiento de la Iglesia en Vascongadas comienza cuando el 30 de Mayo de 1960 se hace pública un carta colectiva del clero vasco, firmada ni más ni menos que por 339 sacerdotes vascos que decía: “...en las comisarías de Policía de nuestro país se emplea el tormento como método de exploración y búsqueda del trasgresor de una ley muchas veces intranscendente y no pocas injusta...” En el comunicado venían a defender que aunque la ley estuviese del lado de la policía, la justicia estaba de parte del agresor.
El Seminario de Derio fue la cuna de oposición clerical al régimen de Franco y del terrorismo.

Tras una fuerte campaña de proselitismo realizada a la salida de iglesias y colegios, la militancia de ETA aumenta de modo espectacular.
A partir de esos momentos la Iglesia les apoya, se dedica a esconder a sus militantes y colabora en la difusión de sus publicaciones.
De este modo las FOP (Fuerzas de Orden Público) comienzan a ver con malos ojos a sacerdotes y religiosos vascos.

A principios de los años 60 la oposición al régimen del Movimiento Nacional aumenta por todas partes, y en esas fechas nace la idea de formar un sindicato libre que aglutine a todos los “curas” de Vizcaya. La idea es apoyada por curas y religiosos rurales como: Gabicagogeasoa, Berrioategortúa y Kalzada y por la mayor parte de los “curas obreros”. De esta forma se estaba transgrediendo la entonces legislación vigente en cuanto a sindicación.
ETA en el nº 45 de su boletín Zutik de 1966 recuerda a los curas vascos lo siguiente: “... el sacerdote ha de estar en la lucha con el pueblo, como uno más..”
De esta situación surge la comunión entre la Iglesia Vasca, sobre todo el clero puesto que la jerarquía colaboraba con el régimen de una u otra forma, y los movimientos de liberación.
A finales de los 60 ETA había iniciado su acción ya su acción de sabotaje e incluso había realizado algún asesinato, pues bien la Oficina Política del grupo terrorista encontró en el clero una inapreciable ayuda.
Según Antonio Ayestarán: “... en cada sacristía del País Vasco se abre una escuela social dirigida por un marxista-leninista del lugar...La “evangelización” se efectúa a través de un programa de veinte charlas, estándar, constituyendo la primera de ellas la lucha de clases en Asiria y Babilonia, dividiendo la sociedad en burgueses y proletarios, en buenos y malos, siendo los malos los sucesivos burgueses babilonios, asirios, egipcios, griegos, etruscos, romanos, visigodos, etc..., hasta llegar al País Vasco, en el que los malos, malísimos eran los burgueses vascos nacionalistas, léase el Partido Nacionalista Vasco”.

A partir de 1967, año en el que se declaró el estado de excepción en Vizcaya se produce en el clero vasco una clara separación, por un lado estaría la reformista, que buscaría introducir cambios pastorales con el apoyo de la Jerarquía, en este grupo se incluirían los 17 profesores del Seminario de Derio, y por otro estaría la corriente contestataria que buscaría la lucha fuera del sistema. Los contestatarios se fusionan con el JARC (Juventudes Rurales de Acción Católica), que desde el año 1965 actúa con ETA.

Los curas reformistas se comienzan a manifestar , Bilbao 12 de Abril de 1967,para mostrar su oposición tanto al régimen de Franco como a la Jerarquía eclesial. Más tarde un grupo de 107 sacerdotes y religiosos escriben una carta pública contra el estado de excepción
La lealtad de estos curas y religiosos a ETA se pone de manifiesto cuando la Oficina Política de la organización terrorista celebre su primera parte en la Casa Cural de Gazteu y la segunda parte de la V asamblea en la Casa de Ejercicios Espirituales que la Compañía de Jesús tenía en Guetaria.

Debido a los asesinatos y a la posterior represión ejercida por las Fuerzas de Orden Público se creó un ambiente verdaderamente irrespirable. 15 sacerdotes vizcaínos se encierran en las oficinas del obispado de Bilbao, entrando la policía con la prohibición expresa de Monseñor Ciranda. En un Consejo de Guerra dos serán condenados a 10 años y otros a 12.
Consecuencia o no de los episodios arriba referidos, lo cierto es que el 7 de Julio de 1969 aparecerá un documento que firmarán conjuntamente PC, ETA y los curas vascos.

A finales de 1968 la entrada de nuevos seminaristas comienza a descender de modo vertiginoso en Guipúzcoa, En Álava y Vizcaya se mostrará de forma clara entre 1970-71. Debido a esto bajará la cantidad de curas que prestan ayuda a la organización terrorista, aunque aquellos que lo hagan se comprometerán con una mayor participación y riesgo.

Resulta muy esclarecedor el dato de que de los 16 procesados en el juicio de Agosto de 1970, dos de ellos eran sacerdotes, implicados por colaboración con la banda terrorista.
Cuando los atentados y los asesinatos arreciaban un amplio sector del clero daban un tristísimo espectáculo cuando se acercaban a las puertas de los pueblos para consolar a las viudas de los etarras o etzainas muertos en enfrentamientos pero siguiendo instrucciones de los obispos vascos dejaban de lado cualquier humano acompañamiento de las mujeres e hijos de guardias civiles y policías asesinados. Esta posición llegaba al extremo de no rezar siquiera un responso por sus almas. Esta actitud verdaderamente falta de todo atisbo de cristianismo había hecho que en no pocas ocasiones los entierros de guardias civiles y policías se celebrasen sin misas ni responsos y que saliesen los coches mortuorios del Gobierno Civil donde sus familiares y compañeros velaban los cadáveres saliesen de modo precipitado y “por la puerta de atrás” en dirección a su tierra de origen.

Cuando el 25 de Marzo de 1983 se produjo uno de los primeros asesinatos de la época socialista, el agente de la Guardia Civil D. Ramón Martínez García, el dirigente del PSOE se entrevistó con el obispo Setién para que autorizase que se celebrase un funeral solemne en la catedral, el religioso se negó rotundamente.
En otra ocasión, al preguntado por la dirigente del PP en San Sebastián María San Gil sobre el mismo tema, Setién le contestó con una pregunta; “¿En que parte de los Evangelios está escrito que Dios debía tratar a sus siervos por igual?”.
En alguna ocasión dijo que permitiría la celebración de un funeral en la iglesia del Buen Pastor pero bajo ciertas condiciones, como que no entrase el féretro cubierto con la bandera rojigualda en el templo.

Las situaciones eran verdaderamente vergonzosas, en una ocasión se celebraba una misa en la iglesia del Buen Pastor por el artificiero de la Policía D. Aniano Sutil Pelayo que murió desactivando una bomba de ETA. Se cumplió la imposición del clero y el ataúd entró y se colocó sin la bandera. En mitad de la misa se levantó el coronel de la Policía Nacional de Basauri a colocar la bandera nacional sobre el féretro, en ese momento el oficiante interrumpe la ceremonia y mira inquisitivamente al ministro D. José Barrionuevo, el cual para evitar que incidentes ordena que la bandera sea retirada. En cambio cuando los fallecidos son miembros de ETA las cosas transcurren de un modo muy diferente. Citaremos un solo ejemplo: Unos meses después del incidente recién reseñado, el 19 de Abril, mueren dos etarras, Felix Bandiola y José Antonio Gárate mientras preparaban una bomba que les explotó en las manos. En este caso las honras fúnebres se celebran con todos los honores y con la ikurriña no sólo sobre los cadáveres, se encuentra por todas partes.

La cooperación de la Iglesia con ETA no se redujo exclusivamente a párrocos aislados, sino que durante estas tres últimas décadas la jerarquía ha tomado una clara posición en pro de la postura digamos nacionalista, y en no pocos casos de los terroristas.

Nos referiremos en ahora al archiconocido Monseñor D. José María Setién. Fue nombrado obispo de San Sebastián por la Santa Sede. Desde un inicio se ha mostrado especialmente beligerante en contra de las Fuerzas de Orden Público que considera “enemigas del pueblo vasaco”. Impartió instrucciones de que nadie acudiese a los acuartelamientos de la Guardia Civil a celebrar los sacramentos el día de la patrona de la benemérita.
Es triste para un católico tenerlo que decir, pero todas estas cosas pasaban sin que desde la Jerarquía nacional (Conferencia episcopal) se llamase al orden ni que la Santa Sede pusiese un obispo digno que sustituyese al abominable Setién. 
Setién está a la cabeza de los sacerdotes que se niegan a celebrar misas por las víctimas de ETA. Para comprobar si ahora, en pleno proceso de paz, esto sigue sucediendo, los reporteros acompañaron a la viuda de un dirigente político asesinado por ETA a pedir una misa conmemorativa en distintas iglesias de Guipúzcoa. En todas recibió la misma negativa. Se le puede dedicar una misa a la víctima, pero sin decir los apellidos ni el motivo del fallecimiento del difunto.

Uno de los sacerdotes se defiende así cuando la viuda le asegura que esta postura le parece indecente: "¿Los curas? Es gente del pueblo y sintoniza con el pueblo, con sus familias, con la gente. Y somos de ahí, como decía el otro, metes el cazo y sacas lo que hay en la cazuela. El cura es un cazo que sacas. No somos ángeles, de angelicales nada... Y le voy a decir una cosa somos antes hombres políticos que curas y los obispos también".

Es por ejemplo lo que cuenta la que fuera presidenta del PP en el País Vasco, María San Gil, en su libro En la mitad de la vida. La popular guipuzcoana es católica practicante pero en algunos extractos de su obra explica sin tapujos su dolorosa relación con la institución eclesiástica en su tierra durante los años más duros de ETA, especialmente con Setién como obispo en activo.

El testimonio de San Gil es muy representativo de lo ocurrido en el País Vasco durante años. El silencio y la complicidad de una sociedad con ETA. "Como sociedad hemos dejado mucho que desear. Y no sólo me refiero a las instituciones políticas, porque en el País Vasco incluso la institución eclesiástica ha adolecido de falta de ejemplaridad e incluso de falta de caridad", indicó.

En la retina de muchos españoles todavía están muy presentes los entierros nocturnos de guardias civiles y policías, que salían por las puertas traseras de las iglesias y que debían tener santa sepultura de madrugada, como si ellos fueran los delincuentes. Y todo con la complacencia del obispo.

La popular cuenta una experiencia similar en su libro: "la foto del obispo Setién pasando de largo delante de los hijos de José María Aldaya concentrados para pedir la liberación de su padre y no deteniéndose para darles unas palabras de ánimo y consuelo es demoledora."

Añade además que "no se dignó a mirarlos. Unos hijos que sufrieron el vía crucis de tener a su padre secuestrado por ETA durante 341 días. ¿Por qué? Debería ser él quien contestara, pero aquel gesto no ayudó a mejorar la imagen que de Setién teníamos gran parte de los fieles. De Setién sabíamos, entre otras cosas, que durante los funerales prohibía dentro de las iglesias la bandera española sobre los féretros de los guardias civiles asesinados por ETA".

Su experiencia con el prelado donostiarra, obligado a renunciar por el Vaticano años antes de que alcanzase el límite de edad, no acaba ahí. María San Gil relata con dolor que "me parecía increíble que Setién, mi obispo, no fuera más solidario con nuestro dolor y por eso creí que teniendo una reunión con él y explicándole directamente cuales eran nuestras circunstancias, su actitud cambiaría". Sin embargo, la cosa no ocurrió tal y como esperaba la política vasca, y cuenta que "le puse el ejemplo de lo que sufría mi madre, pensando que me podía pasar algo y que nunca, a pesar de ir todas las semanas a misa, había recibido una palabra de consuelo o de ánimo".

"¿Cómo voy a saber que tu madre sufre si no me lo cuenta?", le contesto Setién. Ante el estupor que causa esta frase, la popular reflexiona que "quizás las madres de los presos de ETA sí le contaban sus penas, porque les llegó incluso a ceder los bajos de la catedral del Buen Pastor para que hicieran sus encierros".




Después de esto, afirma que al ser gente educada, terminaron de manera correcta la reunión con el que era entonces obispo de San Sebastián. Afirma que bajó "con los ojos llenos de lágrimas al darme cuenta de que, a pesar de formar parte de la grey, a mi ‘pastor’ le importábamos bastante poco". Para colmo, Setién llegó a preguntar a San Gil que "dónde está escrito que hay que querer a todos los hijos por igual". "Mi obispo me dejó muy claro que, para él, había fieles de primera y fieles de segunda. O sea, como los vascos, que los hay de primera, que suelen ser los nacionalistas, y de segunda, que somos lo no nacionalistas".

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LA CASA DE MI PADRE


(Del libro Orquesta de desaparecidos. Hiperión, 2015)

Desde la vivienda primero se veía el miedo y después el color verde del paisaje.

Ahora digo:

Defenderé la casa de mi padre contra la pureza y sus banderas ensangrentadas.

Para defenderla, regalaré cada una de sus piedras, ventanas y puertas. Las recibirán quienes no piensan como yo.

Los nuevos habitantes airearán los solivos y escaleras; alzarán el vuelo bajo de nuestros espíritus.

Defenderé la casa de mi padre abriendo una brecha en el tejado; por allí gotearán los idiomas y músicas venidos de tierras desconocidas o remotas.

En la defensa de la casa vaciaré el orgullo con que dibujamos una frontera de árgomas mojadas.

Descompuestas las paredes, ningún adversario vivirá ovillado en el nombre de un animal.

Sólo veremos un clavo enfermo en el sitio donde estuvieron las frases de quien justificó el crimen político. El silencio ha desnudado a los que callaron ochocientas veintinueve veces.

Sin enemigos, el poeta Gabriel Aresti se recostará aliviado en la nobleza de los lobos. 

Ofrecida la casa, impediremos que en el espacio de su ausencia y memoria los hombres sean extranjeros.



EL ÁRBOL Y LAS NUECES: LA RELACIÓN SECRETA ENTRE ETA Y PNV
¿Cuál es la auténtica actitud del PNV y de su presidente, Xavier Arzalluz, ante el terrorismo de ETA? ¿Lo rechazan o, por el contrario, comprenden y justifican que se produzcan esos crímenes que se han cobrado ya más de ochocientos muertos, pero que aparentemente pueden ayudar también a conseguir los objetivos del PNV?

«No conozco ningún pueblo que haya alcanzado su liberación sin que unos arreen y otros discutan. Unos sacuden el árbol, pero sin romperlo, para que caigan las 
nueces, y otros las recogen para repartirlas.» Estas palabras de Arzalluz en una reunión secreta con representantes de partidos proetarras sirven para dar 
título a esta obra de dos periodistas que conocen en profundidad el mundo vasco: Isabel San Sebastián y Carmen Gurruchaga (unas de las 300.000 personas exiliadas) que tuvieron que abandonar su hogar en Euskadi tras varios atentados-. Ellas han aceptado el reto que supone tirar del hilo de las relaciones oscuras 
que unen el nacionalismo democrático con aquellos que usan el disparo en la nuca, la goma2 y el cóctel molotov como argumentos. Y han encontrado decenas de documentos y de hechos inéditos sobre varias cuestiones claves: 
¿La Ertzaintza lucha realmente contra los violentos? ¿Engañaron los etarras al PNV con la  tregua o todos sabían desde un principio que era una mera artimaña para confundir a los demócratas?

Son muchas preguntas que el lector sabrá responder tras leer este libro, -una de las investigaciones periodísticas más apasionantes y valientes de los últimos años-, además de la cuestión fundamental: 
¿Son Arzalluz y el PNV -o parte de él- cómplices silenciosos de los asesinos de ETA?


La obra ’Vidas Rotas’ recoge a lo largo de más de 1.300 páginas la historia de las 857 víctimas mortales que ETA ha provocado desde hace 50 años, cuando la bebé de dos meses Begoña Urroza se convirtió en la primera asesinada por la organización terrorista. El objetivo del libro, definido por la presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundua, como "un monumento hecho con palabras", es hacer visibles a las víctimas para que su memoria sea preservada por la sociedad. La obra ’Vidas Rotas’ recoge a lo largo de más de 1.300 páginas la historia de las 857 víctimas mortales que ETA ha provocado desde hace 50 años, cuando la bebé de dos meses Begoña Urroza se convirtió en la primera asesinada por la organización terrorista. El objetivo del libro, definido por la presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundua, como "un monumento hecho con palabras", es hacer visibles a las víctimas para que su memoria sea preservada por la sociedad.

El prólogo de la obra corre a cargo del director de la Fundación Dos de Mayo,
Fernando García de Cortázar, quien sostuvo en la presentación que "defender a las víctimas del terrorismo es en España defender a las víctimas de una idea de la civilización y de una idea de la nación". Según recordó, en España la historia de la democracia reciente "ha coincidido" con el terrorismo, algo que no ha sucedido en ningún otro país europeo.

García de Cortázar quiso hacer hincapié en que la condena a los atentados todavía no es un unánime, ya que dejó fuera de ella a quienes "nunca han rechazado la violencia". "Pero además, ¿por qué no dejar fuera de ese consenso cívico también a quienes permiten que el terrorismo sea una deficiencia de nuestra democracia? —se preguntó—. Demasiadas veces quienes se llaman nacionalistas democráticos acompañan su condena con una inmediata reticencia por las medidas legales que se toman".

En este punto, uno de los autores, Florencio Domínguez, recordó que durante mucho tiempo las víctimas fueron "las grandes olvidadas" y los medios de comunicación estaban ocupados en conocer "con todo detalle" la historia de los etarras. Por eso, insistió en la importancia que tiene cambiar esa situación y garantizó que "mantener viva la memoria de las víctimas supone una derrota de los terroristas".


LLEVAR A LAS VÍCTIMAS AL ÁGORA

En el mismo sentido se manifestó Marcos García Rey. "Igual que los terroristas han llevado al ágora sus asesinatos, reconforta que hoy podamos llevar al ágora la historia de todos los asesinados por ETA", afirmó antes de recordar que a las 857 víctimas mortales hay que sumar los miles de heridos, todos aquellos que sufren el acoso terrorista y, también, los no natos debido al asesinato de sus madres.

Por último, Rogelio Alonso coincidió en destacar la importancia que tiene reflejar el "enorme impacto humano y político" que ha tenido el terrorismo y recordó que uno de sus objetivos es "deshumanizar", por lo que son muy importantes proyectos como este para poner nombre, cara y voz a todas las víctimas.

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ETA ha asesinado en sus 51 años de historia a 857 personas, según las cifras que maneja la Fundación Víctimas del Terrorismo. El año que arroja el mayor balance de víctimas mortales es 1980, con 98, tan sólo tres años después de que la Ley de Amnistía General vaciara de etarras todas las cárceles. La cifra es significativa si se tiene en cuenta que la banda aún no había estrenado el coche bomba, su arma preferida para provocar matanzas indiscriminadas.

En 1960, ETA asesinó a la niña de un año Begoña Urroz. No se volvieron a registrar víctimas mortales hasta 1968, con dos personas asesinadas. A continuación se ve una línea ascendente que tiene su momento culminante en 1980, con esos casi cien muertos. A partir de ahí, en la década de los ochenta el número de víctimas mortales oscila entre las 18 que hubo en 1989 -hay que tener en cuenta que hubo una tregua de tres meses- y las 52 de 1987, año en que ETA provocó las matanzas de Hipercor y Zaragoza.

EL TERROR DE ETA. LA NARRATIVA DE LAS VÍCTIMAS

Memoria, dignidad y justicia es lo que las asociaciones y fundaciones de víctimas del terrorismo de ETA han adoptado como eslogan que resume su quehacer y su exigencia. Parece que la sociedad, la vasca y el conjunto de la española, han asumido como suyo este eslogan, pero si preguntarse por el significado efectivo de las tres palabras.

Parece que la memoria significa cerrar el capítulo negro de la historia de ETA definitivamente, como si no hubiera existido, parece que la dignidad no contiene nada que suponga una exigencia para los ciudadanos, y la justicia es algo inexistente para más de 300 asesinados cuyos asesinos no han sido puestos a disposición de los tribunales. La sociedad quiere olvidar la historia de terror de ETA.

Quiere pasar página, quiere mirar al futuro, no al pasado. Pero si se olvida la historia de terror de ETA, las víctimas se quedan sin memoria, sin dignidad y sin justicia. Y entonces todos nosotros nos quedaremos sin futuro en libertad.


Y NO OLVIDAREMOS. TERRORISMO Y LIBERTAD

Diario que escribió Jose Ignacio Eguizábal a lo largo del año 2011. El motivo fundamental fue terapéutico. Este filósofo quería escribir sobre el nacionalismo y su deriva más maligna: el terror, la muerte. Coincidió con una grave enfermedad de su madre de la quiso también guardar memoria.
Resultó sorprendente el entrecruzamiento de memorias perdidas, guardadas o a salvaguardar, de lucidez y de demencia con la que la realidad se le presentó entonces. Mediante una exquisita combinación de días dedicados a tratar el fenómeno del terrorismo y otros a la delicada salud de su madre.

Por una lado Eguizábal no quería olvidar lo que ha ocurrido en España por más de 40 años, y por otro veía cómo su madre iba perdiendo la memoria, producto de la enfermedad. Y es que una sociedad que olvida es una sociedad enferma. Una sociedad que lejos de acercarse a la madurez, le llega su propia demencia senil.

MORIR PARA CONTARLO
El volumen es un conmovedor recorrido autobiográfico: Salvador tenía trece años cuando ETA asesinó a su padre en 1979, fue testigo de las amenazas y de las vejaciones que lo condujeron al cadalso, y padeció después el abandono y la incomprensión. El prólogo lo firma Ángeles Escrivá, redactora del diario El Mundo y autora de varios libros sobre el terrorismo de ETA.

Prólogo de “Morir para contarlo” de la periodista de El Mundo Ángeles Escrivá

La historia que aquí se cuenta cayó en mis manos de forma indirecta, casi por casualidad. Fue Pedro J. Ramírez quien me pidió que le echase un vistazo para calibrar su interés profesional. La abordé con el mismo cansancio que sentíamos todos a esas alturas. Después de veinte años de escuchar y ver atentados y secuestros y haber tenido que mantener la distancia suficiente como para contarlos. Después de más de décadas de haber tenido que incorporar inevitablemente su trágica iconografía a mi vida. Sintiendo una rabia intensa, la mayor parte de las veces. Otras no. Otras tenía que obligarme a ver que detrás de la noticia había personas y no movimientos estratégicos más o menos burdos entre un Estado y una banda terrorista. Por que la épica del mal atrapa intelectualmente y al final todo se reduce a un movimiento de piezas y a una especie de partida, una especie de largo combate incorporado a la cotidianeidad. En definitiva, sentía ese cansancio de las contradicciones y del exceso de intensidad. Y ETA había dejado de matar y era tanta la tentación de cambiar de piel…

La lucha contra ETA ha atravesado muchas etapas. Los primeros 20 años de la democracia, y no es poco tiempo, probablemente se caracterizaron por una especie de complejo hacia el pasado más inmediato. Ese fue el motivo por el que la sociedad española acabó siendo enormemente generosa con los miembros de ETA. Se decidió amnistiarlos y así se hizo; más tarde, a principios de los ochenta, se decidió darles una oportunidad a los que, ya en un sistema de libertades, quisieran abandonar a la organización terrorista, y se les posibilitó su regreso al País Vasco con tan escasas exigencias que quedan decenas de crímenes de aquel entonces sin esclarecer. Se quiso mantener una vía de salida y los sucesivos gobiernos estuvieron siempre prestos a su reinserción – se contabilizan centenares de casos- hasta el punto de que, a veces, los terroristas ni siquiera entraban en prisión o centenares de años de condena se saldaban con muy pocos años de reclusión. Sus partidos políticos tenían representación parlamentaria y cobraban de los impuestos de todos, sus familiares eran ayudados con el dinero público, sus asociaciones presentadas como movimientos humanitarios que merecían tener el respaldo institucional. Y, además, siempre se mantuvo la puerta abierta a la negociación con sus dirigentes.

Tuvieron que pasar muchas cosas para que se cambiase este tipo de política y esa mentalidad que nos había mantenido en una especie de empate infinito en el que ellos golpeaban y el Estado devolvía el golpe o al contrario, pero siempre superados por un horroroso bucle sin final en el que los muertos a veces parecían peones; simples y desmadejados parapetos asaltados a traición. Resignados sujetos sacrificiales al servicio de aquel enorme esfuerzo colectivo por construir un sistema democrático. Contra toda inercia, con la aplicación de la Ley y de la lógica, esa estrategia consiguió ser modificada, de modo que, cuando ETA traspasó todos los umbrales de sadismo, los empates se acabaron y los terroristas salvapatrias empezaron a perder la partida. Porque también hemos sido valientes y resistentes y solidarios. E incluso, algunos fueron héroes porque pensaron que todos merecíamos una sociedad mejor y se dejaron la vida en ello. Aun así, cuando la organización terrorista quedó derrotada, un Gobierno democrático se sentó con sus dirigentes a negociar aspectos que jamás debieron ponerse en una mesa con esos componentes y les ofreció una salida que, de nuevo, rechazaron.

Llegados a este punto, no puede ser bueno que todo esto quede olvidado. No es suficiente con que se repita que las víctimas y sus familias son nuestro referente moral y después, asaltados por urgencias más inmediatas, intentemos dejar en el fondo de nuestras prioridades aquel trago que fue tan amargo. No hay nación ni sociedad civilizada que se precie, que valore tan poco aquello que costó tanto esfuerzo.

En las fechas en las que escribo estas líneas, las Fuerzas de Seguridad han contabilizado 112 actos de homenaje a los terroristas y las páginas interiores de los diarios cuentan cómo todo un grupo parlamentario dominado por proetarras ‘blanqueados’ ha salido en su defensa; que el diputado general de Guipúzcoa ha otorgado una medalla al periódico que fuera vocero e instrumento de la banda terrorista y que recibe con honores institucionales a aquellos que formaron parte del semillero de ETA, que hace más de dos años que no mata pero que se mantiene de forma residual intentando que sea su relato de lo ocurrido el que prevalezca.

Sabios estrategas, conocedores profundos de la historia de las guerras advierten de que no hay que humillar al derrotado porque esa actitud sólo consigue enquistar el rencor. Y tienen razón. Pero procurar su alivio violentando a quienes siempre han apostado por construir sin utilizar la violencia no parece la mejor de las soluciones. Un país que buscase venganza, deshonraría la memoria de sus ancestros y demostraría su debilidad. Pero un país que no resolviese con serenidad, dignidad y decencia, un episodio tan doloroso y tan relevante, puede convertirse en papel mojado sobre el que cualquiera puede escribir su versión de la historia.

Este libro, centrándose en un solo caso, cuenta una increíble y desgarradora tragedia colectiva que vivimos muy intensamente y durante muchos años. Cuenta también la tragedia íntima de Salvador y de las personas que le quieren y cuánto le costó superarla y da referencia de la enorme calidad humana de su compañera y de sus compañeros de viaje. Y, finalmente, expone las conclusiones personales, la mayor parte de ellas muy amargas y críticas, la lectura política, la perspectiva de una víctima del terrorismo.

No tenemos por qué coincidir en esas conclusiones, ni siquiera tenemos que coincidir en el concepto de país que puedan tener las víctimas y sus familiares, ni en su visión de España. No se trata de eso. Supongo que hubo casi tantas víctimas como planteamientos. Es suficiente con que tengamos claro que fue inaceptable, inasumible, totalmente cobarde e ilegítimo que un enorme grupo de terroristas y sus simpatizantes y sus votantes, tratasen de imponer sus ideas asesinando. Y que, para merecernos respeto, hemos de mostrar agradecimiento y respeto, en el más amplio sentido del término, a quienes nos ayudaron a resistir. Esa es, creo, modestamente, la abismal diferencia.

Doy las gracias a Salvador por su lucha y por haber pensado en mí para esta introducción. Me siento honrada. Sin duda, me viene grande.

LA HIJA DEL TXAKURRA

La obra comienza con el desgarrado relato que hace la esposa del guardia civil Félix, acribillado a balazos en el interior del bar que regentaba en Irún. Suceso que corre parejo, en su dolida memoria, con el atentado que costó la vida a José Ángel Pardines Arcay, primer miembro de la Institución asesinado por ETA, y con el que, once años atrás, su esposo formaba pareja de servicio. 

El libro hace un recorrido por el turbado paisaje emocional de las personas que sufrieron directa o indirectamente la violencia de la organización terrorista. Y, también, el de esa sociedad que oficiaba de telón de fondo sobre el que esta proyectaba, por la inercia del horror, la perversa sombra de su voluntad autoritaria.

Por qué hay que apoyar el libro

«Porque nace de la propia experiencia. Porque es honesto. Porque no es maniqueo, pero tampoco ecléctico o equidistante, distingue entre víctimas y verdugos. Porque es una decidida apuesta por lo humano que nos definía frente a lo divino que se nos exigía. Porque no es un glosario de magníficas virtudes sino un vendaval de elementales miserias. Porque no hace apología de poderosas fuerzas sino de humanas debilidades. Porque no busca justificarse sino mostrarse. Porque se habla de esos a los que no va a tener en cuenta la historia.»

LAS OSCURAS MANOS DEL OLVIDO

Es el primer cómic que trata en profundidad el tema de ETA. “Un libro incómodo para todas las partes menos para las víctimas”.
Ganadores del Premio Nacional del Cómic en 2009 por Las serpientes ciegas (Norma) Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí son dos de las actuales estrellas del cómic europeo. Su nuevo trabajo es Las oscuras Manos del olvido (Norma) un emocionante thriller que es el primer cómic que trata en profundidad el tema de ETA.
Cuenta la historia de Toinou, un mafioso marsellés que sale de la cárcel (tras 30 años) y está decidido a cumplir la promesa que hizo a un empresario vasco de vengarlo si él o alguien de su familia eran asesinados. Por eso Toinou deberá buscar a un tal Itzala y liquidarlo, para lo que precisará la ayuda de las víctimas del terrorismo.
“La historia –asegura Hernández Cava- es un homenaje a las víctimas del terrorismo, más allá de que tenga una intriga policíaca de por medio y un personaje protagonista con sus propios conflictos personales. Hemos concebido el argumento como un Via Crucis que este personaje realiza acompañando a las víctimas en las sucesivas paradas”.

“Cuando estábamos trabajando en Las serpientes ciegas -comenta Bartolomé Seguí- Felipe me comentó que tenía en mente una trilogía sobre el tema de los héroes anónimos empujados por la historia. Y nos parecía fundamental posicionarnos del lado de las víctimas”.

“Creo que el hecho de que el protagonista sea un criminal marsellés -continúa Seguí- consigue universalizar la historia y convertirla en un reconocimiento a las víctimas de todos los conflictos de este tipo”.

“A las víctimas solo les quedará el rincón del olvido”

Un trabajo valiente que Hernández Cava considera que puede molestar a algunos sectores: “Posiblemente sea un libro incómodo para todos menos para las víctimas, al menos eso esperamos. Para el resto de los factores implicados creo que es un cómic muy poco complaciente, porque trata el fenómeno de los terroristas y los políticos de uno y otro signo. Los que piensan que el terrorismo de estado es la vía para terminar esto o los que apuestan por las negociaciones encubiertas y opacas. Unos y otros se van a ver señalados”.

“No sabemos cómo va a terminar el tema de ETA, pero reconozco que el mensaje del cómic es desesperanzador –confiesa Hernández Cava- porque pensamos que para que los poderes políticos cierren toda esta historia a su conveniencia van a sacrificar a las víctimas, a las que no les quedará otro lugar, como siempre ocurre, que el rincón del olvido”.

“Un tema inédito en el cómic”

El tema de ETA era prácticamente inédito en el cómic. El por qué es una pregunta para la que Hernández Cava no tiene respuesta: “Creo que sólo se había tocado un poco de refilón en La última ola, de Ramón de España, aunque no era el tema principal. Es un asunto que me preocupa desde hace décadas y queríamos homenajear a las víctimas que pocas veces se ven reflejadas en el cine y la literatura salvo en trabajos como los documentales de Iñaki Arteta (Voces sin libertad) o Elías Querejeta (Al final del túnel) o las novelas de Raúl Guerra Garrido y Fernando Aramburu”.

“Queríamos ser una pieza más de todo esto –continúa Hernández Cava- y empezamos a trabajar en la historia, con la incertidumbre de si nos íbamos a quedar desfasados, porque los acontecimientos se han precipitado en los últimos tiempos. Pero creo que no es el caso y vamos a ver cristalizar, en la realidad, varias conclusiones del cómic”.

Hernández Cava lleva décadas colaborando con las víctimas: “Para el Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco de la época de Maite pagaza escribí dos documentales de los que el productor fue Jorge Martínez Reverte y el director Pedro Arjona. Y quedamos bastante satisfechos en la forma de acercarnos a la historia. Y para la Asociación de Víctimas del Terrorismo escribí el guión de otro documental que homenajeaba a las tres mujeres que en condiciones adversas crearon la AVT, Ana María Vidal-Abarca, Sonsoles Álvarez de Toledo e Isabel O’Shea”.


COLORES PROHIBIDOS
La novela se centra en las relaciones sociales entre inmigrantes procedentes de Galicia, Andalucía, Extremadura… que llegaron al País Vasco y cómo el nacionalismo radical les ha afectado en sus relaciones con los vascos, en cuanto a la politización de los idiomas, la identidad, la libertad de expresión, la opresión del entorno… Está narrada desde la mirada de una adolescente.

Mara siempre ha sentido que algo en su vida no encaja, como si viviera inmersa en una gran contradicción interna, acuciada por la claustrofobia que le provoca el lugar en el que vive, la Ciudad de Ensueño.
La historia de una lucha que no concluye, unida a sus circunstancias personales, la llevan a plantearse una serie de preguntas que omite en presencia de su tutora, Amelia–una mujer rígida y hermética –, de sus propias amigas (sus “agrupadas”) o incluso del chico del que está enamorada.
En un contexto social y personal que no termina de comprender y revolucionada por un amor que desata locura, aparecerá en su vida una mujer excéntrica, que la empujará a enfrentarse al gran dilema del que huye, y cuyo secreto tendrá que verse obligada a desvelar.
Una historia de superación y amor, en un mundo lleno de prohibiciones y trabas incapaz de detener a una joven ciudadana resuelta a alcanzar la verdad… a cualquier precio. “Colores Prohibidos” va más allá de una historia de amor en el contexto de una sociedad muy represiva. Indaga en las contradicciones de una ciudadana, Mara, en el conflicto interno a raíz de una familia que no termina de encajar emocionalmente, de un lugar cuyo lugar de nacimiento cree que no debiera haber sido, un trasfondo de tinte políticos que dicta en exceso.

“Colores Prohibidos”, en un intento de darle una forma coherente a todos esos matices, es un lugar que plantea preguntas, a las personas que buscan respuestas sobre la libertad, la locura del amor, la identidad, el arraigo, la familia…
La novela se sitúa en un mundo fantástico, la Ciudad de Ensueño, un escenario que quiere “transportar al lector a la realidad del pasado de la sociedad vasca”.
La autora define esta dimensión fantástica no como una evasión de la realidad social y un pasado sin resolver, si no como una manera de acercarse a esa realidad, para nombrarla y encajarla en el presente.
“Colores Prohibidos” descubre una perspectiva invisibilizada, un emprendimiento de la memoria, dirigido a plantear preguntas sobre el pasado reciente en el País Vasco de cara a un futuro en el que las generaciones puedan vivir en paz, con independencia de la lengua, el origen y/o el arraigo.

LLUVIA DE FANGO
Los artículos que se reúnen en esta gavilla testimonial han sido escritos a causa de la sangre. De la sangre derramada por la vesania terrorista vasca, de la sangre en las venas de su autora, del corazón de la misma, que la bombea para oxigenar la memoria que nunca debe de perderse y que tantas fuerzas hostiles pretenden sepultar en la sima del olvido a base de mentiras, manipulaciones y pirotecnias verbales de toda laya, perversión de un lenguaje que debería aspirar a servir a la verdad.
Maite Pagazaurtundua devuelve al lenguaje su noble naturaleza, la comunicación de los hechos, aquellos que vio Hannah Arendt cómo sus compatriotas alemanes, tras el sangriento y enloquecido interludio nazi en su historia, confundían con «opiniones».
Sumamente valiosa se me figura en tal sentido la aportación siempre lúcida y ponderada de Maite Pagazaurtundúa, quien, como es sabido, sufrió de lleno la crueldad de una organización totalitaria dedicada a la práctica del mal como instrumento para el logro de fines políticos. Quien lea sus artículos comprobará que no hay en esta mujer valerosa pulsión vengativa ninguna: antes al contrario, su escritura pone de manifiesto un denodado afán de equidad, además de un bagaje cultural extraordinario y un talante democrático impecable.

Como afirma Maite, la lucha se juega ahora principalmente en el terreno del lenguaje entre los partidarios de la verdad histórica y el Estado de Derecho, y los difusores de ambigüedades y mentiras encaminadas por una parte a borrar las huellas de un periodo de sangre derramada en nombre de convicciones que aún profesan; por otra, a hacer pasar por heroico lo que no fue sino una mera sucesión de atrocidades.

LIBRO "EL ÁRBOL Y LAS NUECES": 
LA RELACIÓN SECRETA ENTRE ETA Y PNV






"VOCES CALLADAS. 
EL VERDADERO RELATO"
En este documental, producido por la AVT, vivimos en primera persona los testimonios de Resurreción Basarrate (perdió una mano al recoger una cartera bomba en la Playa de Muskiz), Ángela Rosa Durán (viuda de Ángel Rodríguez, mecánico asesinado por ETA), Antonio Malfeito (herido atentado de la Plaza República Argentina), Lorena Díez (hermana del escolta de Fernando Buesa, Jorge Díez), Genoveva Iglesias (madre del funcionario de prisiones Ángel Jesús Mota) , Nacho Parada (hijo del Guardia Civil Alfonso Parada), José Javier Motos (hijo de Lorenzo Motos, teniente coronel del Ejército) y de nuestro Presidente, Alfonso Sánchez.
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TERRORISTAS DE ETA CRIMINAL
«Que un pueblo oprimido responda con violencia 
no sé si es terrorismo, es una guerra entre bandos»

EDUARDO GARCÍA SERRANO
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DAMIÁN GALERÓN: 
EL CAMINO HACIA EL ABISMO DE LOS JESUITAS

Les traemos el artículo del Profesor Damián Galerón sobre el camino hacia el abismo de los Jesuitas. En él, el profesor desgrana como Bergoglio es un hombre de ideas muy fijas, que fue formado “teológicamente” en el socialismo popular a través de la influencia marxista marcada por la llamada “teología de la Liberación”. Dicha teología, posteriormente se dividió en cuatro tendencias diferentes, una de las cuales, la llamada teología del “pueblo”, fue en la que se formó el actual «Francisco», y en esto, tuvo una influencia decisiva el padre Scannone, también jesuita. Imperdible
Para comprender un poco la grave deriva doctrinal que es observable entre los jesuitas, es necesario encontrar el momento en que la compañía de Jesús inició su camino hacia el abismo. Añadiendo a esto que, los jesuitas del presente no tienen nada que ver con san Ignacio de Loyola.
Tampoco debemos ignorar que fueron notoriamente infiltrados por la masonería durante el siglo XX y, en especial en fechas previas y posteriores al Concilio Vaticano II.

¿En qué momento se inicia este camino de los jesuitas hacia el abismo? Para comprenderlo tenemos que situarnos en el año 1972, y más exactamente en la localidad madrileña de San Lorenzo del Escorial, a unos 60 km de la capital de España. Pues bien, en esa localidad, en 1972, los jesuitas celebraron un “Simposio Fe cristiana y cambio social el América Latina”. Se reunieron entonces no pocos de los teólogos de la teología de la liberación. Fue precisamente en ese simposio cuando los jesuitas se inclinaron por la tesis del ideólogo marxista y dominico peruano, padre Gustavo Gutiérrez, fundador de la Teología de la Liberación.
Es a partir de ese momento cuando los jesuitas se decidieron por seguir la línea del socialismo marxista. Y desde ese momento, nada ni nadie ha conseguido enderezar la compañía de Jesús, de manera que se implicaron en la rápida expansión del marxismo por toda Sudamérica y por toda la Iglesia. Partiendo de esa reunión en El Escorial en 1972, los jesuitas se entregaron en cuerpo y alma a esa tarea. En un par de décadas, inclinaron la Iglesia, a través de los teólogos, hacia posiciones doctrinales donde la influencia del socialismo marxista era indiscutible.

No debe sorprendernos por lo tanto que sean los jesuitas quienes en estos momentos controlan toda la Iglesia y, tampoco debe sorprendernos que el actual «papa» sea precisamente un jesuita. Esta elección de Francisco confirma por sí misma que, la deriva teológica-doctrinal hacia el socialismo popular que se ha infiltrado profundamente dentro de la Iglesia a través de los jesuitas, tuvo sus raíces en ese famoso encuentro en El Escorial, provincia de Madrid en el año 1972.
Se inició en ese momento la “deformación teológico-doctrinal” que han recibido durante décadas, quienes, al mismo tiempo, a través de las universidades católicas y centros de enseñanza, consiguieron que el socialismo ideológico se infiltrara en el actual pensamiento de la Iglesia. Esto fue llevado a cabo por parte de los más conocidos teólogos jesuitas, ateos en su mayor parte.

Pues bien, Bergoglio es el resultado de esta deriva doctrinal y teológica y, quien piense que volverá a la ortodoxia doctrinal de la Iglesia Católica, defendida por siglos y siglos de tradición apostólica, está muy equivocado. Bergoglio es un hombre de ideas muy fijas. Fue formado “teológicamente” en el socialismo popular a través de la influencia marxista marcada por la llamada “teología de la Liberación”. Dicha teología, posteriormente se dividió en cuatro tendencias diferentes, una de las cuales, la llamada teología del “pueblo”, fue en la que se formó el actual «Papa», y en esto, tuvo una influencia decisiva el padre Scannone, también jesuita.
No son pocos los que quieren ignorar que fue a partir de finales del Concilio Vaticano II cuando la Iglesia fue profundamente infiltrada por la masonería. Fueron precisamente los jesuitas quienes llevaron a cabo esta labor de demolición doctrinal y, que actualmente, continúan en esa demolición de la Iglesia.
Todo el desastre teológico, doctrinal y Magisterial que ha llegado sobre la Iglesia católica, tiene sus orígenes en este desgraciado evento del Concilio Vaticano II.
Desconocer que también fueron ellos quienes expandieron la “teología de la liberación” por Sudamérica y por la mayor parte de la Iglesia, es ignorar igualmente los hechos que hicieron variar el destino histórico de la Iglesia.


DEL HÁBITO A LAS ARMAS
Los tres curas de sangre y pistola de ETA, 
que nunca se arrepintieron


El capuchino ‘Igeldo’ le quitó la vida a un guardia civil jubilado hace 43 años. Ya libre, declara: “Sé que ningún cristiano puede matar, pero ese mandamiento también lo ha violado la Iglesia”. Otro benedictino fue ‘maestro’ de Josu Ternera y envió a Madrid al comando que terminó matando a Carrero Blanco.

“No tuve problemas de conciencia”, dice ‘Etxabe’, también sacerdote antes que etarra. La lista de nombres que vinculan a la Iglesia vasca con la banda terrorista es larguísima. Esa investigación no está abierta en el Vaticano, adonde acaba de llegar la de la pederastia con hábito en España

«En una lucha (la de ETA) como la nuestra no hay espacio para el remordimiento, ni el arrepentimiento… Me comprometí con el Evangelio al mismo tiempo que con una sociedad igualitaria y justa… No hay tanta diferencia… En las mismas circunstancias volvería a hacer lo mismo… Yo pedí a ETA formar parte de la organización y me aceptaron con todas las consecuencias… El jefe supremo era entonces José Miguel Beñarán Ordeñana (Argala)…».

Quien así habla en el documental de Iñaki Arteta Bajo el silencio es Fernando Arburua Iparraguirre (alias Igeldo), condenado por tres asesinatos, entre ellos, el del guardia civil retirado y enfermo de cáncer Félix de Diego Martínez.

El próximo 31 de enero se cumplirán 43 años de aquel día en el que Igeldo alcanzó con siete disparos a bocajarro el cuerpo del agente de la Benemérita mientras estaba sentado en el irrundarra bar Herrería, propiedad de su esposa, que se encontraba a su lado. En el suelo fue rematado sin miramientos, cubierto de sangre, por otro integrante del comando Txirrita, Manuel Ostolaza Alcocer, que volvió a entrar en el local al comprobar que la víctima se debatía entre la vida y la muerte.

DE HÁBITO CAPUCHINO A MATAR A TIROS

Arburua Iparraguirre compatibilizaba en aquellos años la jefatura del sangriento comando Txirrita con la titularidad, como sacerdote capuchino, de la parroquia San José Obrero, sita en el donostiarra barrio de Alza, donde sus feligreses le conocían como «el padre Fernando», ajenos a su actividad principal con la pipa. Entre 1978 y 1981, hasta su detención, Igeldo fue el terrorista más sangriento de la banda.

Cuarenta años después, tras pasar 24 años en una prisión de El Puerto de Santa María (Cádiz), el cura etarra Igeldo declara: «En nuestra lucha no hay espacio para el remordimiento…».

Fernando Arburúa había ingresado a los 11 años en el seminario de Alsasua (Navarra). A los 25 hizo profesión de votos en la orden de los capuchinos. Ya en libertad, con la pena cumplida pero sin asomo de contrición, reconoce: «Solicité en ETA el máximo compromiso… Sé que ningún cristiano puede matar, pero ese mandamiento también lo ha violado la Iglesia». Y concluye: «Seguramente hizo falta todo aquello, incluidas las casi 900 muertes de un lado y las nuestras».

En pleno periodo democrático ya, en 1981, Igeldo es detenido en su propia parroquia bajo la acusación de ser el jefe del comando Txirrita, que llevaba ya a sus espaldas tres asesinatos. Se le incautaron cinco pistolas, granadas, metralletas, explosivos y abundante munición.

Contumaz, Igeldo fue detenido de nuevo en 2015 por ser uno de los líderes del llamado frente de las cárceles. Ahora, que cumple 88 años, lejos de mostrar arrepentimiento parece estar orgulloso de su pasado. «Porque el tema moral es algo muy relativo», decía en el documental. Vive en San Sebastián.

La extensa investigación sobre los crímenes etarras [en los días en que una investigación sobre los abusos sexuales de religiosos a menores llega al Vaticano] deja aún 300 casos sin esclarecer. Resulta especialmente oscura cuando se intenta enlazar nombres y apellidos de activistas etarras con el olor de las sotanas de las pistolas.

DE FRAILE EN EL MONASTERIO A JEFE MILITAR DE ETA: ‘TXIKIA’

Ya el primer pretendido mártir etarra, venerado hasta el día de hoy, fue Francisco Javier (Txabi) Echebarrieta Ortiz, conecta la banda con las sacristías vascas. Cuando se cobró la primera víctima de ETA, el 7 de junio de 1969, en la joven vida del guardia civil de Tráfico José Antonio Pardines,

Etxebarrieta se dirigía, junto con otro miembro de la banda, Iñaki Sarasketa (cuya posterior condena a muerte en el Proceso de Burgos fue conmutada por intercesión del padre Arrupe, superior de los jesuitas), al monasterio benedictino de Lazcano, donde le esperaba el fraile Eustaquio Mendizábal Benito (Txikia).

Txikia fue un personaje peculiar. Permaneció durante 12 años en la abadía guipuzcoana, y de ella salió para convertirse en jefe militar de ETA en Guipúzcoa, previo paso de entrega del hábito.

El cambio del hisopo por la pistola le fue rentable a Txikia para medrar en su carrera como terrorista (1944-1973). Se convirtió en la mano derecha del jefe supremo militar de la banda, Juan José Etxabe, al que sustituye cuando éste se harta de sangre, pólvora y cadáveres. Mendizábal toma el relevo al frente de ETA-V en 1967.

El ex monje quiere demostrar que se ha sacudido su docena de años entre el ora et labora y exige a la banda «acción» por encima de cualquier otro predicamento teórico. Dirige manu militari una retahíla de secuestros de industriales vascos y navarros (Huerta, Zabala) con los que hace caja y más caja, sumando además atracos a sucursales bancarias por doquier.

Durante su liderazgo Txikia envía un comando a Madrid para preparar el atentado al delfín de Franco, el almirante Carrero Blanco, que se materializará en diciembre de 1973. Ese comando se llamaría Txikia en honor a su jefe, que caería fulminado por policías expertos en antiterrorismo al ser localizado al bajar del tren en Algorta (Vizcaya).

Una plaza del elitista municipio vasco fue bautizada con su nombre, decisión revocada luego por la Justicia bajo la sentencia de que hería «la dignidad de las víctimas». Se le imputan otros asesinatos directos y otros tanto producidos bajo sus órdenes.

Durante una misa celebrada en Sokoa (Francia), otro clérigo vinculado a ETA, el famoso padre Piarres Larzabal (Ascain, 1915), no invocó a Dios, sino al «héroe» abatido. «Eustaquio se nos ha ido… Soy el intérprete de los compañeros caídos del 36 y después del 36, y os pido que nos unamos para obtener la unificación y promoción de nuestro pueblo…

Yo te absuelvo». Cuando el comando etarra al mando de Txikia secuestra el cónsul alemán en San Sebastián, Eugene Beihl, en diciembre de 1970, Mendizábal lo esconde en la casa del citado cura galo… «Yo te absuelvo», pronunció antes y después Piarres Larzabal.

Uno de los subordinados preferidos del monje benedictino fue, por cierto, Josu Ternera, de misa diaria. La Audiencia Nacional acaba de abrir juicio oral contra él por el atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, donde fueron asesinadas 11 personas, seis de ellas, niños.

Txikia no se arrepintió. Un disparo de los agentes policiales que lo cazaron lo mandó con el dios al que juró servir. El hombre que había sido formado bajo el lema benedictino pax había hecho de la guerra total su santo y guía.

EL CURA DE PUEBLO

«Fui ordenado sacerdote al final de la década de los años 50. Salí empapado de la mística sacerdotal. Cura de pueblo, se fue reforzando en mí la vivencia de servicio al mismo y la conciencia de mi responsabilidad con él como sacerdote. Paralelamente, se fue reforzando en mí el sentimiento de patriotismo, generado tanto en mi infancia como en mi juventud, sobre todo en el ambiente familiar…».

Así hablaba en euskera Jon Etxabe Garitacelaya el 3 de diciembre del 2020 en un acto en Éibar para conmemorar el medio siglo del Proceso de Burgos, en el que fue condenado por pertenencia a banda armada.

Continúa hablando en euskera: «En Éibar [donde nació en 1933], ya como sacerdote en los años 60, la influencia y repercusión de las acciones de ETA me producían contradicciones, dificultades para comprenderlo, pero también adhesiones y esperanza. Esa resaca me alcanzó de lleno… Una persona me propuso trasladar a militantes de ETA en mi coche. Acepté.

Sabía que atendiendo a la doctrina oficial de la Iglesia significaba asumir una contradicción enorme; sin embargo, pensé que no se podía negar amparo a los que actuaban a favor del pueblo, ni siquiera Dios se negaría a hacerlo. Ofrecer aquella ayuda estaba en el núcleo mismo del Evangelio. Cuando la policía me fichó, escapé.

ETA me propuso entonces convertirme en liberado. Dar el paso significaba para mí que actuar en una organización armada era algo muy distinto a la actividad sacerdotal, pero no tuve problemas de conciencia. No entré en consideraciones teológicas. No tuve problemas ni con la Iglesia ni con Dios. Acepté la organización de la propaganda y pedí ir armado. La policía se lo pensaría dos veces antes de acercarse a mí».

CÁRCEL CONCORDATARIA PARA SACERDOTES

Cuando es detenido, Etxabe pasa a la cárcel concordataria para sacerdotes de Zamora. Durante el Proceso de Burgos reafirma su fe en el pueblo vasco («Estoy seguro de que triunfaremos»), mientras reconoce su pistola entre muchas otras incautadas a la banda por la policía. Nunca fue probado que cometiera directamente delitos de sangre, pero sí que participó en la reunión donde se decidió el asesinato del inspector Melitón Manzanas, decisión tomada en un convento de los Padres Sacramentinos.
Etxabe fue condenado a 50 años de prisión y tras la sentencia pidió a la Iglesia su secularización. Hoy, con 88 años, vive en sus tierras guipuzcoanas sin que conste dolor de contrición alguno. Sus víctimas no lo acreditan.


El obispo y la bandera

La memoria es fundamento de la vida, por eso que creo oportuno la reseña de ciertos acontecimientos. Es San Sebastián, hace ya cuarenta años, cuando se recibe la llamada de un paquete sospechoso en el barrio de Gros, un joven policía nacional especialista en desactivación de explosivos acude al lugar; la trampa, la potencia de la explosión lo matará. El mando de Policía Nacional de la provincia activa los pormenores propios de la situación, entre ellos su funeral. 

Surge una cuestión: ¿lo hacemos entre nosotros o lo mostramos como lo que es, un ciudadano de San Sebastián asesinado, dependiente de un obispo cuidador de su rebaño? Se decide esto último y un capitán se dirige a la catedral del Buen Pastor a gestionar los detalles. En la sacristía, lo recibe el párroco a quien se le traslada nuestro deseo, no dice nada y se remite al obispo. Al poco rato sale el obispo, no traslada su pésame pero dice que no habría problema, a salvo las «manifestaciones políticas» que se produjeran. Nadie quiere que este hecho sea objeto de acción política. Se le indica que no habrá discursos ni simbología partidaria de ningún tipo. Al capitán se le viene a la mente la enseña nacional que estará presente cubriendo el féretro, y se lo dice. 

"Eso, a eso me refiero", le indica el obispo: no puede entrar en el templo la bandera de España. Viendo al obispo, la respuesta, y que eso podría impedir el funeral, el capitán recuerda el maltrecho cuerpo de su compañero asesinado y no puede contener las lágrimas. No obstante, indica que va a trasladar esa exigencia a sus mandos. La exigencia es difícil de aceptar, pero se acepta y así se transmite al ministro del Interior y al obispo. La parroquia del Buen Pastor espera el féretro que llega a los acordes del himno nacional y cubierto con la enseña nacional. 

En los arcos de acceso al templo tienen que ser el comandante jefe y el capitán quienes retiran la enseña, nadie quiere hacerlo. Dentro del templo, cuando el párroco dice las primeras palabras de la eucaristía, el coronel jefe de Policía Nacional del País Vasco saca de su chaquetón una bandera de España con la que cubre el féretro; el sacerdote calla, no pronuncia palabra alguna, el ministro y autoridades callan, el capitán está en un lateral, es el comandante jefe quien sale de su asiento y retira la bandera. Como un resorte y como si se hubiera apretado el botón de ‘on’, el sacerdote continúa la eucaristía. 

Finalizada la eucaristía, bajo los arcos de entrada, se vuelve a cubrir el féretro con la bandera de España. El Estado no combatió solamente contra una organización terrorista.

VER+:
Ese es un hecho, como ese obispo famoso que justificaba a los asesinos con sus pastorales. Lo de la Iglesia vasca con ETA no tiene perdón de Dios.

¡IMPACTANTE! Una generación maldita de sacerdotes (por DAMIÁN GALERÓN)


🎬 🔴 LA INFILTRACIÓN. Damián Galerón

 
🎬 🔴 LA INFILTRACIÓN (2). Damián Galerón. ¡EL DESENLACE!... 
Y anuncio grave de lo que viene.


CURAS PRO-ETA BAJO EL CAMPANARIO DE LEMONA