EL Rincón de Yanka: CONVENCER

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miércoles, 8 de enero de 2020

PELÍCULA "UNA RAZÓN BRILLANTE"(LE BRIO)": EL ARTE DE CONVENCER DE ARTHUR SCHOPENHAUER 💡

"UNA RAZÓN BRILLANTE (LE BRIO)"

EL ARTE DE CONVENCER


“Es un gozo ver que (…) una novela pueda levantar unas polémicas profundas, animadversión, ira, rencores y amenazas (…) Creo que es el único país del mundo y, obviamente, es el país más bello precisamente por eso”, afirmaba Romain Gary en el espacio televisivo Lectures pour tous, a propósito de la controversia generada por su novela "Las raíces del cielo", galardonada con el Goncourt en 1956. Sus declaraciones aparecen en el montaje de archivo que abre "Una razón brillante". Junto a las palabras de Gary, una reflexión elegíaca de Claude Levi-Strauss, una insolencia de Serge Gainsbourg y la definición de Jacques Brel de la estupidez como el estado de conformidad de quien ya no siente curiosidad por nada. Todos los fragmentos sirven al mismo propósito: ofrecer una imagen de la cultura francesa como territorio ilustrado, donde toda disidencia y disensión puede ser razonada y argumentada. 



La película "Una razón brillante" se subtitula “el arte de convencer”. Vamos, que no hay que ser ningún lumbreras para adivinar que Schopenhauer va a estar ahí, mano a mano con los protagonistas Camélia Jordana y Daniel Auteuil, para hacer algo más que un cameo. El filósofo y más concretamente su obra "El arte de tener razón –o El arte de tener siempre razón", en otras versiones– básicamente es el nudo del argumento. A grandes rasgos (y sin spoilers): Neïla Salah es una joven del extrarradio parisino que sueña con ser abogada. Se matricula en la facultad de Derecho más importante de París, pero el primer día de clase tiene un enfrentamiento con Pierre Mazard, un profesor polémico por sus declaraciones poco correctas, políticamente hablando. Él es hombre, maduro, blanco, exitoso, orgulloso, refinado… Ella es joven, mujer, norteafricana, inexperta, vestida con ropa “cutre e informal” en palabras de quien ha de convertirse en su mentor… Para solucionar el enfrentamiento que mantienen, la universidad les obliga a combatir juntos con las palabras: profesor y alumna tendrán que preparar juntos un concurso de debate nacional. Además de todos los calificativos enumerados anteriormente, él es un buen profesor y ella tiene muchas ganas de aprender, pero, claro, van a tener que entenderse entre ellos y con Schopenhauer…



“¿Usted cree que no se nos juzga por nuestra apariencia? ¿Que la manera como nos presentamos ante el mundo no importa?”, pregunta a su alumna el profesor Mazard. Seguramente la respuesta debería ser no, pero constituiría uno de esos casos (otro más) en los que el deseo no se lleva bien con la realidad, porque sí, la manera en la que nos presentamos ante el mundo hace que el mundo se haga una opinión de lo que somos y si es errónea, ¡ay!, cómo cuesta echarla por tierra. Además de la vestimenta, una de las primeras cosas que exhibimos de nosotros mismos es la manera de hablar, de modo que siempre es una buena inversión poner un poco de cuidado en ese punto.
El libro de Schopenhauer "El arte de tener razón" está en el corazón del argumento de la película dirigida por Yvan Attal "Una razón brillante"
Desterradas hasta hace años de la agenda educativa e informativa, la retórica y la oratoria se consideraban “dinosaurios” inútiles a los que no era necesario prestar atención. Obama y sus discursos tuvieron mucho que ver en el resurgimiento del poder de ambas disciplinas porque su ejemplo hizo comprender al mundo entero que hablar bien, de forma ordenada y con las palabras justas, podría ser parte de la victoria. Él resucitó a Cicerón y las normas de la oratoria clásica y, actualmente, hay cursos de oratoria en las empresas, los directivos contratan profesores que les curten en el arte de hablar bien en público y cada vez más colegios ofertan estas disciplinas como materia extraescolar. Ahora esta película se centra en las bondades y en las ventajas de saber expresarse con corrección en público. Sólo falta un detalle más: tener razón.

El arte de tener razón
Pierre Mazard se aliará con Schopenhauer para enseñar a su alumna a tener siempre razón.
“La oratoria, la retórica… Eso es precisamente lo que quiero que aprenda –explica el profesor Mazard a Neïla–, a tener siempre razón”. Y por si la alumna o alguien más se pregunta por el lugar de la verdad en este asunto… “La verdad da igual”. Es la respuesta del profesor, pero también es la de Schopenhauer en su curioso libro dedicado a tener “siempre” razón. Allí, nada más comenzar se lee: “La dialéctica erística (o el arte de tener razón, como explica el título del epígrafe) es el arte de discutir de tal manera que se tenga razón tanto lícita como ilícitamente”. El libro está basado en los Tópicos de Aristóteles y viene acompañado de 38 estrategias o estratagemas, que componen su núcleo, sus armas de destrucción retórica.

“Ah, esto está bien”, responderá la alumna. Schopenhauer razona el porqué de la no comparencia de la verdad en este asunto y le echa la culpa a la maldad del género humano: “Si fuésemos honestos por naturaleza, intentaríamos simplemente que la verdad saliese a la luz en todo debate, sin preocuparnos en absoluto de si esta se adapta a la opinión que previamente mantuvimos, o a la del otro; eso sería indiferente o secundario. Pero ahora es lo principal. La vanidad innata, que tan susceptible se muestra en lo que respecta a nuestra capacidad intelectual, no se resigna a aceptar que aquello que primero formulamos resulte ser falso y verdadero lo del adversario”.

La verdad no ocupa ningún lugar cuando se la mide con la vanidad

Efectivamente, queremos tener razón, a ser posible siempre, lo que incluye las ocasiones en las que no la tenemos. Lo cierto es que la verdad no tiene nada que hacer cuando se la mide con la vanidad, porque además: “Junto a la vanidad natural también se hermanan, en la mayor parte de los seres humanos, la charlatanería y la innata improbidad. Hablan antes de haber pensado y aun cuando en su fuero interno se dan cuenta de que su afirmación es falsa y que no tienen razón, debe parecer, sin embargo, como si fuese lo contrario. El interés por la verdad, que por lo general muy bien pudo ser el único motivo al formular la supuesta tesis verdadera, se inclina ahora del todo al interés de la vanidad”. En el caso de la película, más que de la vanidad habitual (que también, sobre todo por parte del profesor Mazard) se trata de la apuesta de los protagonistas, de un reto, de la capacidad de aprender y de superarse. Vencido todo ello, la protagonista, convertida en una oradora de primera afirma: “Juro decir la verdad, aunque mienta más de lo que respiro”.

Sobre el personaje que encarna, Camélia Jordana explica: “Neïla es una joven que ha entendido que el lenguaje es un arma, y que aprendiendo a utilizarlo podrá defenderse, a sí misma y a los suyos. Me gusta trabajar con este tipo de material inteligente. También me convenció la idea de un encuentro entre dos generaciones, la de Neïla y la de Mazard, que se encaran a pesar de que se han criado en el mismo país y comparten una misma cultura. El enfrentamiento surge sólo porque Neïla llega tarde a su primera clase con Mazard. Pero, a pesar de todo, cada uno de ellos se necesita respectivamente para acercarse a sus objetivos. Hay otro tema importante en la película basado en el conocimiento, la cultura, la lengua francesa, la belleza de los textos… Y todo esto es lo que marca a Neïla y Mazard, a pesar de sus diferencias”.

El arte de enseñar

Ya lo anunciaba Jordana: aparte de adentrarse en el arte de tener razón o de convencer, la película plantea otros conflictos. Su director, Yvan Attal, se identifica en parte con algunos de ellos: “(la protagonista) una mujer francesa de ascendencia argelina, es víctima de los prejuicios, pero también es víctima de sí misma y de su séquito… Me siento muy conectado a esta historia. De hecho, de alguna manera muestra mi propio recorrido. Crecí en Créteil, donde el teatro me dio la oportunidad de abrirme al mundo a través del trabajo duro. Está la idea subyacente de que tenemos que pensar por nosotros mismos, lo cual nos obliga a cuestionarnos nuestros principios. Estos son los principales conflictos: la maleta que cargamos desde nuestro nacimiento, cómo utilizamos las oportunidades que se nos presentan para crecer, aceptando que otros contribuyan a nuestra formación (…). En mi caso, cuando llegué a la Cours Florent, tuve un enfrentamiento con un profesor que me forzaba a aproximarme a Molière, Marivaux, Musset y Claudet. Me llevó algún tiempo, porque por aquel entonces yo sólo quería interpretar Scarface o Taxi Driver. Pero las cosas finalmente encajaron, ya que en cierto punto, el poder y la poesía de lo que estás leyendo te noquean. No vengo de una familia educada que esté familiarizada con la lectura. Fue ese profesor en concreto quien me hizo darme cuenta de lo importante que es leer. Me reeducó (a mí y a mis compañeros) al compartir con nosotros, pero también al provocarnos y a veces hasta humillarnos. Exactamente igual que hace Mazard con Neïla”.
Además del arte de tener razón, la película también trata sobre cómo manejamos la “mochila” que cargamos desde que nacemos y cómo utilizamos las oportunidades que se nos presentan para crecer
Para el protagonista, Daniel Auteuil, ese profesor y sus métodos recuerdan a un Pygmalión contemporáneo, rememorando el mito y el guión de George Bernard Shaw en el que un profesor de fonética hace de una vendedora de flores una dama de dicción y modales exquisitos… “Comparte el mismo cinismo –sostiene Auteuil–. La ventaja en "Una razón brillante" es que habla sobre nuestro propio tiempo, a través de unos personajes y situaciones creíbles e identificables. El material me pareció rico y hermoso. Reconocí las posibilidades de poder hacer una película inteligente que habla sobre lo que somos hoy”.

"Sin el lenguaje estamos perdidos en el mundo"
"Vamos hacia una sociedad en la que todo se puede reducir a títulos, eslóganes, 'likes' y 'hates'. Estamos acostumbrándonos a creer que apretando un botón podamos arreglarlo todo".
DIALÉCTICA ERISTICA 
O EL ARTE DE TENER RAZON 

Expuesta en 38 estratagemas 

La dialéctica erística1 es el arte de discutir, pero discutir de tal manera que se tenga razón tanto lícita como ilícitamente –por fas y por nefas2. Puede tenerse ciertamente razón objetiva en un asunto y sin embargo, a ojos de los presentes y algunas veces también a los de uno mismo, parecer falto de ella. A saber, cuando el adversario refuta mi prueba y esto sirve como refutación misma de mi afirmación, la cual hubiese podido ser defendida de otro modo. En este caso, como es natural, para él la relación es inversa, pues le asiste la razón en lo que objetivamente no la tiene. En efecto, la verdad objetiva de una tesis y su validez en la aprobación de los contrincantes y los oyentes son dos cosas distintas. (Hacia lo último se dirige la dialéctica.) 

¿Cuál es el origen de esto? La maldad natural del género humano. Si no fuese así, si fuésemos honestos por naturaleza, intentaríamos simplemente que la verdad saliese a la luz en todo debate, sin preocuparnos en absoluto de si ésta se adapta a la opinión que previamente mantuvimos, o a la del otro; eso sería indiferente o en cualquier caso, algo muy secundario. Pero ahora es lo principal. La vanidad innata, que tan susceptible se muestra en lo que respecta a nuestra capacidad intelectual, no se resigna a aceptar que aquello que primero formulamos resulte ser falso, y verdadero lo del adversario. 

Tras esto, cada cual no tendría otra cosa que hacer más que esforzase por juzgar rectamente, para lo que primero tendría que pensar y luego hablar. Pero junto a la vanidad natural también se hermanan, en la mayor parte de los seres humanos, la charlatanería y la innata improbidad. Hablan antes de haber pensado y aun cuando en su fuero interno se dan cuenta de que su afirmación es falsa y que no tienen razón, debe parecer, sin embargo, como si fuese lo contrario. El interés por la verdad, que por lo general muy bien pudo ser el único motivo al formular la supuesta tesis verdadera, se inclina ahora del todo al interés de la vanidad: lo verdadero debe parecer falso y lo falso verdadero. 

Sin embargo, esa improbidad misma, el empeño en mantener tozudamente una tesis incluso cuando nos parece falsa, todavía tiene una excusa. Con frecuencia al comienzo de la discusión estamos firmemente convencidos de la verdad de nuestra tesis, pero ahora el contraargumento del adversario parece refutarla; dando ya el asunto por perdido, solemos encontrarnos más tarde con que, a pesar de todo, teníamos razón; nuestra prueba era falsa, pero podía haber habido una adecuada para defender nuestra afirmación: el argumento salvador no se nos ocurrió a tiempo. De ahí que surja en nosotros la máxima de luchar contra el razonamiento del adversario incluso cuando parece correcto y definitivo, pues, precisamente, creemos que su propia corrección no es más que ilusoria y que durante el curso de la discusión se nos ocurrirá otro argumento con el que podremos oponernos a aquél, o incluso alguna otra manera de probar nuestra verdad. De ahí que casi nos veamos obligados a actuar con improbidad en las disputas o, cuando menos, tentados a ello con gran facilidad. De esta forma se amparan mutuamente la debilidad de nuestro entendimiento y la versatilidad de nuestra voluntad. Esto ocasiona que, por regla general, quien discute no luche por amor de la verdad, sino por su tesis como pro ara et focis [por el altar y el hogar] y por fas o por nefas puesto que como ya se ha mostrado, no puede hacerlo de otro modo. 

Lo habitual será, pues, que todos quieran que sea su afirmación la que prevalezca sobre las otras, aunque momentáneamente llegue incluso a parecerles falsa o dudosa"3 . Los medios para conseguirlo son, en buena medida, los que a cada uno le proporciona su propia astucia y malignidad; se adiestran en la experiencia cotidiana de la discusión. En efecto, así como todo el mundo tiene su propia dialéctica natural, también tiene su propia lógica innata. Sólo la primera, no le conducirá ni tan lejos ni con tanta seguridad como la segunda. No es fácil que alguien piense o infiera contradiciendo las leyes de la lógica; si los juicios falsos son numerosos, muy rara vez lo son las conclusiones falsas. Una persona no muestra corrientemente carencia de lógica natural; en cambio, sí falta de dialéctica. Esta última es un don natural desigualmente repartido (en esto se asemeja a la capacidad de juzgar. La razón, por cierto, se reparte de manera más homogénea). 

Precisamente, dejarse confundir, dejarse refutar por una argumentación engañosa en aquello que se tiene razón o lo contrario, es algo que ocurre con frecuencia. Quien queda como vencedor de una discusión tiene que agradecérselo por lo general, no tanto a la certeza de su juicio al formular su tesis como a la astucia y habilidad con que la defendió. En éste, como en todos los casos, lo innato es lo mejor4 ; no obstante, tanto el ejercicio como la reflexión sobre las maniobras con las que puede vencerse al adversario, o las que éste utiliza con más frecuencia para rebatir, aportarán mucho para llegar a ser maestro en este arte. Si bien la lógica no puede tener provecho práctico alguno, sí puede tenerlo la dialéctica. Me parece que Aristóteles también expuso su propia lógica (analítica), principalmente como fundamento y preparación de la dialéctica, y que ésta fue para él lo principal. 

La lógica se ocupa de la mera forma de las proposiciones, la dialéctica de su contenido o materia, de su valor intrínseco; de ahí que debiera preceder la consideración de la forma, en cuanto lo universal, a la del contenido o de lo particular. Aristóteles no define el objeto de la dialéctica tan sutilmente como yo lo he hecho; si bien es cierto que asigna como su objeto principal la discusión, al misivo tiempo también la búsqueda de la verdad (Tópicos l, 2). Después añade de nuevo: "las proposiciones se consideran filosóficamente según la verdad y dialécticamente teniendo en cuenta la credibilidad o el aplauso que obtienen en la opinión de los otros" (Tópicos 1, 12). Es consciente de la diferencia y disyunción de la verdad objetiva de una proposición y del hecho de hacerla valer o de obtener su aprobación, pero no lo hace con la suficiente sutileza como para asignar este último fin a la dialéctica5. Sus reglas para conseguir el último propósito son, a menudo, también asignadas al primero, encontrándose combinadas. De ahí que me parezca que no supo terminar airosamente su tarea6

Aristóteles abordó en los Tópicos la exposición de la dialéctica con el espíritu científico que lo caracteriza, de forma extraordinariamente metódica y analítica; aunque esto sea muy digno de admiración, no llegó a alcanzar completamente su propósito, que aquí es evidentemente práctico. Tras considerar en los Analíticos los conceptos, juicios y silogismos según su pura forma, pasó después a considerar el contenido, que únicamente tiene que ver con los primeros, ya que es en ellos donde reside. Proposiciones y silogismos son en sí mismos pura forma; los conceptos significan su contenido7

Su procedimiento es el siguiente: Toda discusión tiene una tesis o un problema (éstos difieren simplemente en la forma) y luego, axiomas que deben servir para resolverlo. Se trata siempre de la relación de unos conceptos con otros. Estas relaciones son, inicialmente, cuatro. De un concepto se busca, o 1) su definición, o 2) su género, o 3) su característica particular, su marca esencial, proprium, o 4) su accidens, es decir, una cualidad cualquiera, sin importar si es peculiar y exclusiva o no; brévemente, un predicado. El problema de toda discusión hay que reconducirlo a una de estas relaciones. Ésta es la base de toda la dialéctica. 

En los ocho libros de los Tópicos, Aristóteles presenta el conjunto de todas las relaciones en las que los conceptos pueden hallarse recíprocamente, con respecto a las cuatro clases, e indica las reglas para toda posible relación; esto es, cómo debe comportarse un concepto con respecto a otro para ser su proprium [propio], su accidens [accidente], su genus [género] o su definitum o definición; qué errores pueden cometerse fácilmente durante la formulación y qué es lo que debe tenerse en cuenta cada vez que formulamos una relación, y qué es lo que puede hacerse para refutarla si la ha formulado el otro. Aristóteles denomina locus [tópico] a la formulación de cualquiera de estas reglas o de cualquiera de las relaciones entre tales clases de conceptos, indicando 382 topoi: de aquí el nombre de Tópicos. A éstos adjunta unas cuantas reglas sobre la discusión en general que, por lo demás, no son en modo alguno exhaustivas.

1 Por lo general, los antiguos, usaron lógica y dialéctica como sinónimo; también los modernos. 
2 Erística sería sólo una palabra más severa para designar lo mismo. Aristóteles (según Diógenes Laercio, V, 28) colocó juntas a la retórica y a la dialéctica, cuyo propósito es la persuasión, tò pizanón; así también, la analítica y la filosofía, cuya meta es la verdad. [“Dialéctica es el arte del discurso con el que afirmamos refutar o probar alguna cosa por medio de la pregunta y la respuesta de los interlocutores”] (Diógenes Laercio, III, 48, en Vita Platonis). Aristóteles distingue 1) la lógica analítica, como la teoría o instrucción para obtener los silogismos verdaderos o apodícticos; 2) la dialéctica o la instrucción para obtener los silogismos probables, los que corrientemente se tienen por verdaderos, probabilia (Tópicos I, 1-12) - Silogismos a propósito de los cuales no está establecido que sean falsos, pero tampoco verdaderos (en sí y para sí), no siendo esto lo importante. ¿qué es esto más que el arte de tener razón, independientemente de que de verdad se tenga o no se tenga? Por lo tanto, es el arte de conseguir que algo pase por verdadero, sin preocuparse si en realidad lo es. Aristóteles divide los silogismos en lógicos y dialécticos, como hemos dicho; 3) en erísticos (erística), en los que la forma del silogismo es correcta pero las proposiciones, la materia, no lo son, sino sólo lo parecen; y finalmente 4) en sofísticos (sofística) en los que la forma del silogismo es falsa, pero parece correcta. Estas tres especies, pertenecen propiamente a la dialéctica erística, puesto que no atienden a la verdad objetiva, y sin preocuparse de ella sólo estiman su apariencia y el hecho de tener razón. El libro sobre silogismos sofísticos fue editado sólo más tarde. Era el último libro de la Dialéctica.
3 Maquiavelo escribió al príncipe que aprovechase cada instante de debilidad de su vecino para atacarle, porque de lo contrario aquél se aprovecharía a su vez de los suyos. Si dominasen la fidelidad y la franqueza, seria muy distinto: pero como su uso no es frecuente, también está permitido dejar de utilizarlas, o de lo contrario uno se verá mal pagado. Lo mismo ocurre en la discusión; si le doy la razón al adversario mientras parece que la tiene, será difícil que él lo haga en el caso inverso; más bien procederá por nefas; por eso tengo yo que hacer lo mismo. Se dice fácilmente que debe buscarse únicamente la verdad, sin el prejuicio del amor a la propia opinión; pero no hay que anticipar que el otro también lo haga; ésta es la causa por la que tenemos que abstenernos de pretenderlo. Además, puede suceder que al renunciar a mi argumento por parecerme que el adversario tenía razón, ocurra que, inducido por la impresión momentánea, haya renunciado a la verdad a cambio del error.
4 Doctrina sed vim promovet insitam ["Sólo la educación agudiza las facultades innatas". Horacio, Carmina IV, 4, 33] 
5 Por otra parte, en el libro De elenchis sophistices, Aristóteles se esfuerza de forma especial por separar la dialéctica de la sofistica. La diferencia debe consistir en que los silogismos dialécticos son verdaderos tanto en la forma como en el contenido, mientras que los silogismos erísticos o sofísticos (que sólo se distinguen por el propósito, siendo en los primeros -"erísticos"- el de quedarse con la razón, y en los últimos -"sofísticos"- el de conseguir credibilidad y, mediante ella, obtener dinero) son falsos. Saber si las proposiciones son verdaderas en cuanto a su contenido es algo completamente incierto, pues el criterio para determinarlo no puede tomarse de ellas; tampoco quienes discuten tienen sobre esto la menor certeza, pues incluso la conclusión final de la disputa proporciona al respecto un resultado también incierto. Por lo tanto, debemos incluir la erística, la sofística y la peirástica en la dialéctica de Aristóteles y definirla como el arte de tener razón en las discusiones; naturalmente, la mejor ayuda para eso es que efectivamente se tenga razón objetiva en la cuestión a discutir; sin embargo, según la manera de pensar de la gente, esto no es suficiente y, por otra parte, dada la debilidad de su entendimiento, tampoco absolutamente necesario. Hay, pues, una serie de estrategias que al ser independientes del hecho de que se tenga razón objetiva, pueden ser utilizadas también cuando objetivamente no se tiene razón; si éste es el caso, tampoco es algo que nunca puede saberse con absoluta certeza. Mi punto de vista es, por lo tanto, el de diferenciar la dialéctica de la lógica mucho más sutilmente de como lo hizo Aristóteles; es decir, dejar a la lógica la verdad objetiva, en tanto que ésta sea formal, y limitar la dialéctica al arte de tener razón. Por lo demás, no separar de ella la sofística y la erística, como hace Aristóteles, ya que esa diferencia se refiere a la verdad material objetiva sobre la que no podemos tener previamente algo claro, sino exclamar con Poncio Pilato "¿qué es la verdad?"; pues veritas est in puteo [la verdad está en lo profundo”], según el dicho de Demócrito (Diógenes Laercio, IX, 72). Se dice fácilmente que en la discusión no existe otro fin más que el de sacar a relucir la verdad; el hecho es que no se sabe donde reside, ya que tanto quiere desviársela mediante los argumentos del adversario como mediante los propios. Por lo demás, re intellecta, in verbis simus faciles ["cuando se ha comprendido una cosa, es fácil ponerle palabras"]. Como, en general, es frecuente utilizar el nombre de dialéctica como equivalente al de lógica, deseamos denominar a nuestra disciplina dialéctica erística. 
6 (Siempre hay que distinguir claramente el objeto de una disciplina del de todas las demás) 
7 Los conceptos pueden subsumirse dentro de ciertas clases como género o especie, causa y efecto, propiedad y contrariedad, posesión y privación, y otros afines; para estas clases sirven unas cuantas reglas generales: los loci. Por ejemplo, un locus de causa y efecto es: "la causa de la causa es causa del efecto" [Christian Wolf, Ontología, § 928]; aplicándolo obtenemos: "mi riqueza es la causa de mi felicidad, quien me ha dado la riqueza es el causante de mi felicidad". Loci de antónimos: 1) que se excluyen, por ejemplo, derecho y curvo. 2) Están en el mismo sujeto; por ejemplo, si el amor está en la voluntad también el odio. Si éste reside en el sentimiento, entonces también el amor. Si el alma no puede ser blanca, tampoco puede ser negra. 3) Si falta el grado mínimo, también el máximo: un hombre que no es justo tampoco es benévolo. Podrá observarse que los Loci son ciertas verdades generales que conciernen a clases enteras de conceptos a los que puede recurrirse en casos en casos concretos para fundar desde ellos un argumento, e incluso para apelar a el como universalmente evidente. Sin embargo, la mayoría de los tópoi son muy engañosos y están sujetos a muchas excepciones. Por ejemplo, el locus siguiente: cosas contrapuestas tienen relaciones contrapuestas, por ejemplo, la virtud es bella, el vicio feo, la amistad es benevolente, la enemistad malévola. Mas ahora el derroche es un vicio, la avaricia una virtud; los tontos dicen la verdad, luego mienten los listos: no funciona. La muerte es un pasar, la vida un empezar: falso.

Ejemplo de la falacia de tales tópoi: Scoto Eurígena en el libro De praedestinatione, cap. III, quiere refutar a los paganos que admiten en Dios dos praedestinationes [predestinaciones] (una la de los elegidos para la salvación, otra la de los destinados a la condenación) y utiliza para eso este topos (sólo Dios sabe de dónde lo habrán sacado): ["Las causas de lo que es opuesto entre sí, deben ser contrarias entre sí; pues que una e idéntica causa produzca un efecto contrario y otro no contrario es algo que prohíbe la razón"]. ¡Bien sea! Pero experientia docet [la experiencia enseña], que es el mismo calor el que endurece la arcilla y derrite la cera, y así cientos de ejemplos similares. Y aun así, el topus suena plausible. Eurígena construye tranquilamente su demostración a partir del topus, mas ésta no nos interesa. Una colección entera de locis con sus refutaciones es la recopilada por Baco d[e] Ver [ulamio] con el título Coloris boni et mali. Pueden ser utilizadas aquí como ejemplos. El las denomina sophismata. También puede ser considerado un locus el argumento con el que Sócrates en El banquete demuestra a Agatón, que había atribuido al amor todas las cualidades excelentes, belleza, bondad, etc. , lo opuesto: "lo que se busca, no se posee; si el amor busca lo bello y lo bueno, es que no los posee". Tiene algo de apariencia engañosa el que haya ciertas verdades reconocidas universalmente que sean aplicables a todo, y mediante las cuales se puede decidir en los casos singulares que se presentan, aun siendo éstos de muy diversas especies sin preocuparse mucho de sus aspectos específicos. (La ley de la compensación es propiamente un buen locus). Pero esto no resulta, sencillamente porque los conceptos han surgido por abstracción de las diferencias y porque comprenden las cosas más diversas que van quedando aparte cuando por medio de los conceptos se asocia y se determinan las cosa singulares de las más diversas especies, y sólo se decide según los conceptos generales. Es incluso algo connatural al hambre que al encontrarse acosado durante la discusión, intente refugiarse tras cualquier topus de carácter general. Loci son también la lex parsimoniae naturae [Ley de economía de la naturaleza] y el principio natura nihil facit frustra [la naturaleza no hace nada en vano]. Todas las sentencias son loci de tendencia práctica.






Una Razón Brillante Trailer Español

¿HACE EL HÁBITO AL MONJE?



domingo, 5 de junio de 2016

CONVENCIONAL, CONVENCIDO, CONVINCENTE O CONVERTIDO

¿Convencional (llegar juntos), 
Convencido (vencer juntos), 
Convincente o Convertido? 


Mucha gente hoy en día esta convencida de cosas de la cual habla la Biblia, es más, hay muchos cristianos convencidos PERO no todo cristianos esta convertido, y eso es una gran diferencia.
1. La palabra convencer significa: Llegar a saber o creer algo con firmeza, persuadido de una cosa.
a. Esta persuasión siempre es intelectual y superficial y no practica.

b. Mucha gente esta convencida de la existencia de un DIOS y de Su Hijo Jesucristo, que los hombres necesitan la salvación, que debemos adorarle, que el pecado le condena.
c. Algunos se han convencido por los hallazgos arqueológicos, la ciencia, la medicina, otros por la evidencia Bíblica.
d. Es mas, el libro de Santiago habla de demonios convencidos Cap. 2:19-20. Y uno muchas veces no esta tan lejos de ser un demonio.
e. Pero todo esto es intelectual y superficial, no práctico, es decir no cambia a las personas. 
f. Convencerse es fácil, no causa dolor. La persona cree muy importante sus convicciones pero no son imperativas. Puesto que la fe y la comprensión son únicamente el poseer los hechos adecuados, ella acepta los hechos, se apoya en unos cuantos hábitos nuevos necesarios, y continua viviendo una vida "normal." Su vida es sencilla, fácil, y no considera decisiones complicadas. Ella esta a gusto con su vida y se asegura en sí misma que todo marcha bien porque ella ha aceptado estos hechos correctos. Ella goza de la máxima comodidad de vida sin problemas de conciencia. 

2. La Escritura nos revela que muchos estaban convencidos pero no cambiaban su forma de vida.
a. Juan 12:42-41
I. Estaban convencidos en Jesús PERO no le confesaban por causa de los hombres.
II. Hoy es lo mismo: "Es verdad PERO..." 
III. Un hermano es enseñando o amonestado y dice: "Es cierto, es verdad PERO..."
b. Hechos 26:24-29
I. El Rey estaba convencido.
II. Pero dice que "Por poco..."
III. Por poco nadie se salva. Aunque estaba convencido lo poco no le cambio la vida.
IV. Asi hay muchos cristianos en la iglesia del Señor. Simplemente convencidos.

3. La palabra convicción significa: Hacer que alguien se transforme en algo distinto de lo que era.
a. La conversión es mas allá que una verdad intelectual, es la verdad aplicada y transformadora. Muchos sacerdotes, obispos, laicos nunca experimentaron una conversión "conversionando" que es en gerundio...
b. Pablo dice en Romanos 12:2 que debemos transformarnos (metamorfo [Mudar]) por medio de la renovación de nuestra mente. 
c. Esta palabra metamorfo es utilizada en cuanto a la mutación del gusano a la mariposa, metamorfosis. ¿Usted sabe como es el cambio verdad? Pues asi debe ser en nosotros.
d. La conversión no es fácil ni sencilla, pero no imposible de hacer. Ella causa dolor. La persona mira honestamente las realidades ásperas en si, observa su pecado, su condición y la necesidad de un cambio urgente, un abandonar la vida anterior.
e. Muchos cristianos están convencidos en que deben llevar una vida santa. Pero eso es mas en la teoría que en la practica. No están convertidos a esta verdad. Citan I Pedro 1:14-16, pero la verdad sobre llevar una vida santa es relativa y no absoluta. Otros, convencidos en la adoración Dominical, pero tampoco están convertidos a esta verdad. Para ellos es igual venir como no venir. Citan Mateo 18:20, pero la verdad sobre la presencia de Jesús es relativa y no absoluta.

4. Hay un gran ejemplo de conversión en las Escrituras.
a. Pablo estaba convencido de algo (Hechos 26:9-11)
b. Pero no estaba convertido a la verdad (Hechos 26:15)
c. Pero la conversión de Pablo no fue fácil, le causo dolor y sufrimiento (Hechos 26:19-21)
Conclusión:Estar convencido no implica estar convertido. Algunos cristianos solo se convencen de ciertas verdades "simples" de hacer. Muchos no están tan lejos de ser "demonios" convencidos. Aprendamos del ejemplo de Pablo, digno de imitar. El bautismo y la adoración Dominical no lo es todo, es una parte. Algunos cristianos "Por poco" alcanzaran una verdadera conversión. Pero no llegaran porque siempre estuvieron "por poco".
VER+:

Se discute desde hace tiempo entre los exegetas si se debe seguir hablando de la conversión de san Pablo; algunos prefieren hablar de "llamada" o "vocación", más que de conversión. Hay quien quisiera que se aboliera incluso la fiesta de la conversión de san Pablo, desde el momento en que conversión indica un alejamiento y un renegar de algo, mientras que un hebreo que se convierte, a diferencia del pagano, no debe renegar de nada, no debe de pasar de los ídolos al culto del Dios verdadero.
Hay muchos cristianos que se han quedado con la fotografía estática de Jesús y no le conocen “cara a cara” porque nunca han tenido un encuentro personal con él.
Hay predicadores en la Iglesia que sólo repiten lo que los teólogos han escrito o sus maestros les enseñaron en las aulas, pero ellos no tiene experiencia personal de la resurrección de Cristo Jesús. Mientras no se haya tenido ese encuentro personal con Jesús resucitado se estarán repitiendo teorías y enseñanzas que otros dijeron que otros habían dicho. Estamos llamados a ser testigos de lo que predicamos. Mas, para ser auténtico testigo se necesita tener experiencia personal de lo que se proclama, haberlo vivido en carne propia.
La vida eterna consiste precisamente en conocer, es decir, experimentar a Dios y su enviado Jesucristo.

VER+:

PARA QUE HAYA UNA NUEVA EVANGELIZACIÓN SE REQUIERE PRIMERO UNA NUEVA CONVERSIÓN, UNA NUEVA ECLESIOLOGÍA, UNA NUEVA PASTORAL: UN NUEVO PENTECOSTÉS


No se puede perseverar en una evangelización fervorosa si uno no sigue convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo. Por eso evangelizamos. 

El verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera. Si uno no lo descubre a Él presente en el corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie.


domingo, 30 de septiembre de 2012

DECÁLOGO DE LA PERSUASIÓN ¿Diferencia entre persuadir y convencer? La Persuasión: El arte de comunicar bien.


PROPONER NO ES  IMPONER NI MANIPULAR


“Puede decirse que el  COMUNICADOR es el que puede abrir alguna de las cuatro puertas que hay en el hombre: la del corazón, para motivarlo; la de la voluntad, para persuadirlo; la de la inteligencia, para convencerlo; y la de la imaginación, para enaltecerlo” (Antonio Miguel Saad)
¿Diferencia entre persuadir y convencer?
Los discursos argumentativos buscar responder a la finalidad de dos tipos de razonamientos:

* Convencer:

En un proceso racional y reflexivo, en el que prima la razón en el ámbito de la ciencia y el conocimiento. El emisor fundamenta lógicamente sus argumentos, puesto que por lo general suele estar refiriendose a algún elemento del mundo real o de la realidad social, común a todas las personas.

* Persuadir:

Es el proceso donde los motivos priman a las razones en el ámbito de gustos y convicciones. El emisor apela a los aspectos subbjetivos que pueda tener en común con su interlocutor, suele ser el tipo de argumentación más común en la vida cotidiana y en el mundo privado de la sociedad. Por lo mismo no es lo mismo ocupar los mismos argumentos persuasivos con una persona u otra.

Basándome principalmente en la etimología, la palabra persuadir viene del latín persuadere (inducir). El prefijo per- (por) y suadere (recomendar como bueno con palabras suaves). Éste último término coincide en su raíz con disuadir y suasible. Ésta última palabra (suasible), en inglés significa sensible, y viene de la raíz indoeuropea *swad, de la cual surgen palabras como suave y sweet (en inglés).
Por su parte, la palabra convicción y convencimiento hacen alución a la idea de vencimiento, de ser vencido, de derrota.
La diferencia es clara: la persuasión es suave, el convencimiento no. Estar convencido es estar derrotado por la opinión de otro, mientras que ser persuadido es ser inducido (in- latín = en español, y ducere= llevar, portar), ser metido en la idea del otro POR LAS BUENAS, dulcemente.

La Persuasión: El arte de comunicar bien

PERSUASIÓN:  s. f. Capacidad o habilidad para convencer a una persona para que haga o crea alguna cosa, empleando argumentos o razones.
 Capacidad para convencer a alguien con argumentos


"Quien más persuade es quien menos interés tiene en hacerlo".

Persuadir consiste en mover a otra/s persona/s a aceptar nuestro punto de vista de manera voluntaria.
En la vida cotidiana nos influenciamos constantemente, pero sólo algunas veces nos persuadimos. La diferencia entre ambos términos estriba en la voluntad aplicada. Influimos sin querer: por cómo nos comportamos, por las cosas que tenemos y suscitan envidia, por lo que somos...

Quien influencia no pretende cambiar actitudes de tal o cual persona. Quien persuade sí, y se esfuerza en ello.

Pocas veces reconocemos ser objeto de influencia, pero sí notamos la acción persuasiva y nos inquieta. La persuasión nos inquieta porque desvela la fragilidad de nuestras convicciones. En cambio, la influencia es vivida como una manera de ejercer nuestra libertad. Para clarificar algo más los términos:

- Ejemplos de influencia: las modas en el vestir (las que vemos en la calle, no las que se anuncian), las costumbres de nuestros jefes, una estrategia productiva de la competencia que ahorra dinero y esfuerzo...
- Ejemplos de persuasión: la publicidad en general, una charla para convencernos sobre nuevas maneras de hacer determinados procesos productivos, un compañero que desea que le apoyemos en el comité Directivo...

He aquí algunos conceptos básicos:

- ACTITUD: tendencia o predisposición adquirida a evaluar de una determinada manera una situación, persona o circunstancia.
- INFLUENCIA: cambio genuino y espontáneo en las preferencias y actitudes de una persona para situarlas acordes a una persona o grupo.
- PERSUASIÓN: intento deliberadamente ejercido por parte de una persona o grupo para cambiar las actitudes de otra/s persona/s.
- NEGOCIACIÓN: intercambio de expectativas o productos por el que se alcanza un acuerdo de actuación.

Veamos ahora algunos de los resultados de la acción persuasiva:

- CONVERSIÓN INAPARENTE: el sujeto en apariencia no es convencido, pero al cabo de cierto tiempo se descubre defendiendo frente a otras personas nuestros argumentos.


    - CONFORMIDAD SIMULADA: el sujeto nos da la razón y aparenta estar convencido, pero en el fondo no lo está en absoluto.

    - CONFORMIDAD COMPRADA: el sujeto accede a cambiar su actitud siempre y cuando vaya recibiendo algún tipo de compensación (monetaria, afectiva, prestigio o de cualquier otro tipo).

    - CONVERSIÓN EPISÓDICA: por un espacio de tiempo limitado el sujeto actúa y siente como si estuviera convencido, pero a la postre vuelve a aflorar su actitud inicial.

    - CONVERSIÓN CONTEXTUAL: en determinadas situaciones el sujeto se comporta como si estuviera convencido, y en otras situaciones o contextos se comporta como si no lo estuviera.

    - CONVERSIÓN FIRME:
el sujeto adopta la nueva actitud como parte estable de su manera de ser.

    - FALTA DE CONVERSIÓN: el sujeto declara y actúa de manera estable como si nuestros argumentos no le hubieran influido en absoluto.

ELEMENTOS BÁSICOS DE LA PERSUASIÓN

Los antiguos retóricos distinguían tres elementos como pilares de la persuasión: el ETHOS, eso es, la bondad moral del mensaje y, por extensión, de quien actúa como fuente de información o persuasión. El LOGOS, eso es, los argumentos. Y el PATHOS, las emociones que dan soporte a los argumentos. Este enfoque no ha sido superado, aunque sí ampliado. La retórica clásica analizaba muy bien al orador pero olvidaba aspectos tan importantes como son el receptor del mensaje, el mensaje en sí mismo, y el canal utilizado.

Los estudios actuales sobre la persuasión dan una importancia crucial a la fuente de la que parte la acción persuasiva. La fuente debe ser creíble para que el mensaje tenga efecto.
Un mensaje es legítimo si quien emite el mensaje está socialmente legitimado para hacerlo, es decir, tiene autoridad moral o institucional. Para saber si un mensaje es legítimo podemos formularnos la pregunta: ¿Tiene esta persona autoridad para decir lo que dice? Si la respuesta es afirmativa, el mensaje es legítimo.

Un mensaje es competente si el mensaje es emitido de tal manera que el receptor se ve obligado a procesarlo y tomarlo en cuenta. La pregunta para saber si un mensaje es competente es: ¿Por su formato, obliga a ser procesado por el receptor?. Por ejemplo la propaganda que nos colocan en el parabrisas del coche suele ser poco competente y por lo general la tiraremos sin leerla. Sin embargo, una carta con el membrete del "Ministerio de Hacienda" nos merecerá la máxima atención.

Un mensaje es persuasivo si el mensaje moviliza emociones o cogniciones capaces de transformar una actitud. Muchas veces un mensaje es persuasivo pero poco competente. Por ejemplo, podemos haber visto veinte veces un anuncio de televisión sin comprender y atender al mensaje (baja competencia) pero si una vez por casualidad lo hacemos, quedamos fascinados o hipnotizado, y procedemos a la compra del producto. Este el motivo por el cual los anuncios televisivos son tan machacones.

Un ejemplo de lo contrario: competente pero no persuasivo. La carta del Ayuntamiento conminándonos a pagar una nueva tasa municipal puede ser poco persuasiva (no nos convencen las razones del nuevo impuesto), pero seguramente analizaremos de manera concienzuda los pros y los contras de pagarla.

Un mensaje es apropiado si por su formato, por quién emite el mensaje, canal escogido y otras características, puede obtener los resultados apetecidos. Este concepto es muy global pues se refiere a sí en la vida real el mensaje ha logrado o no su propósito. La pregunta clave para saber si un mensaje es apropiado sería: ¿ Es o fue eficaz para cambiar conductas?. Como es lógico, tanto más será un mensaje apropiado cuanto más legítimo, competente y persuasivo.

El buen comunicador sabe sacrificarse él mismo como emisor de mensajes cuando detecta que otra persona o grupo de personas pueden ser más persuasivas. ¡ Persuadir no debe confundirse con ejercer un liderazgo carismático!


Otras maneras de incrementar la credibilidad de la fuente serían:

- Aportar estadísticas, datos y testimonios incontestables.
- Invitar a un ponente de prestigio a que refuerce la línea argumental.
- Presentar adecuadamente a quien habla o emite la información. Sobre todo interesa destacar su imparcialidad o falta de interés para decir lo que dice a favor de una opción determinada.
- La fuente de información más creíble es aquella que habla en contra de sus propios intereses. Por consiguiente, la persona más creíble suele ser aquella que a pesar de tirarse piedras sobre el tejado admite que el mejor camino a emprender es el que expone.


Se logra mayor persuasión combinando canales. Un mismo mensaje repetido por diferentes canales activa en mayor medida la atención del receptor, sobre todo si tienen continuidad temporal.

Un mensaje será tanto más persuasivo cuanto logre mover a la persona o grupo que lo reciba hacia:


- Sentimientos de inconsistencia con su situación actual, y necesidad de cambiar en la dirección indicada por nosotros.
- Sentimientos de agradecimiento hacia el emisor de los mensajes. Por ejemplo: "Vaya suerte que tengo de haberme enterado de esta información privilegiada".
- Sentimientos de "estar en la tónica de lo que ahora mismo se lleva", y por extensión, promover expectativas de prestigio.
- Sentimientos de oportunidad.


La longitud total de la comunicación debe ser coherente con el público a que se destina y el interés que suponemos despertará el tema. Un segundo principio común es despertar el interés del lector u oyente. Y, finalmente, que sepa concluir a tiempo sin aburrir. Algunas veces conviene hacer explícita la conducta esperada: "A partir de hoy debemos actuar de tal y tal manera". Serían mensajes concluidos. Otras veces es mejor que el oyente o lector deduzca lo que esperamos de él: serían mensajes sin concluir, preferibles ante audiencias muy sensibles a la reactancia.

LA PERSUASIÓN INTERPERSONAL

Si en la persuasión escrita los argumentos son el eje central del discurso, en la persuasión cara a cara este papel central lo ocupa el tono y clima emocional.

La persuasión en la venta cara a cara está bien estudiada. Se coincide en la existencia de un perfil de vendedor cuyos rasgos serían: extraversión, ganas de contactar con las necesidades de las personas y cierta dosis de entusiasmo. Suele añadirse a este perfil básico la ambición de hacer dinero y conocimientos específicos del producto que se desea vender o promocionar.


Las normas generales para la persuasión cara a cara son:

- Claridad de intenciones.
- Bidireccionalidad y respuesta evaluativa.
- Ajustar la persuasión al interés de cada persona: reconversión de ideas.
- Buscar cambios de actitud y conducta estables.


La respuesta evaluativa consiste en estimular a la otra persona para que nos explique sus ideas, creencias, posición o dudas. Tiene un rendimiento sorprendente. Por un lado, la gente es más inteligente de lo que solemos pensar, en otras palabras, sus dudas suelen ser razonables. Pero el hecho mismo de darles una oportunidad para explicar estas dudas disminuye de por sí el efecto reactancia. La persona suele estar más abierta al diálogo posterior.

Respuestas evaluativas serían: "¿Cuál es tu opinión?", "Me interesa saber lo que tú harías en estas circunstancias", "Te ruego te expreses con entera libertad, pues a lo mejor de tus ideas podemos ampliar o modificar algún aspecto del Proyecto".


Recursos persuasivos:

- PERSUASIÓN IDENTIFICATIVA: El deseo de ser parecido a una persona, o la pertenencia a un grupo, son aprovechadas para modificar actitudes y conductas del individuo. ("Si no actúas así estarás mal visto", "Quién no haga esto, traiciona al grupo", "Todo el mundo hace esto", "No nos defraudes haciendo tal cosa", "Nos sentiremos orgullosos si haces esto").

    - PERSUASIÓN NORMATIVA: Las normas implícitas o explícitas del grupo o de la persona promueven el ajuste o cambio de actitud o conducta. ("Las normas del buen hacer obligan moralmente a", "Las personas con tu tipo de responsabilidad tienen la obligación de").

    - PERSUASIÓN ARGUMENTATIVA: La orientación hacia el beneficio, sea éste del tipo que sea, promueve el cambio de actitud o conducta. ("Os propongo lo siguiente...cuyos beneficios serían", "Si hacemos esto, nuestra vida será más placentera", "El coste de no actuar es superior al de actuar").

Podemos enunciar varias normas generales:

- ESFUERZO DEL EMISOR: Siempre requieren menor esfuerzo las estrategias persuasivas de tipo identificativo y normativo que las de tipo argumentativo. Ello conduce a cierto abuso de este tipo de persuasión, con la desventaja de no obtener cambios tan estables como los logrados por la vía argumentativa.

    - RECEPTOR: A persona más cualificada, más necesidad de persuasión argumentativa. En general, se trabaja mejor cuando se sabe el porqué de una determinada acción, orden o estrategia.

    - TIPO DE TRABAJO: A trabajo más cualificado, más requerimientos argumentativos. A trabajo con mayor responsabilidad, mayor necesidad de complementarlos con mensajes ético-normativos.

    - TIPO DE MENSAJE: Los mensajes más persuasivos son aquellos que conectan directamente con el sistema de creencias de la persona. El peor enemigo de una creencia son otras creencias de signo opuesto igualmente sustentadas por el individuo.

Presente sus ideas con posibilidades de éxito:

- A mayor número de personas es necesario una menor densidad de conceptos y más amenidad.
- Traer como fuente de información a aquellas personas o testimonios que gocen del mejor prestigio.
- Iniciar la charla con los contenidos más agradables o las conclusiones que deseamos queden más patentes en la memoria de las personas.
- Lograr reacciones de asentimiento.
- Repetir mensajes importantes o exponerlos desde perspectivas distintas pero confluentes.

La mayor parte de diálogos persuasivos se cierran sin tener la certeza de haber logrado un cambio de actitud estable y genuino. Esta debilidad es inherente a la persuasión. Por consiguiente, sólo podemos aspirar a crear un clima de bidireccionalidad y honestidad que facilite la expresión de dudas. A mayor distancia y miedo, más peligro de conformidad simulada.



Bibliografía consultada:


- Manuel Couto, "Como hablar bien en público", Ed. Gestión 2000

- Francesc Borrell, "Comunicar bien para dirigir mejor", Ed. Gestión 2000

- Robert L. Genua, "Cuidado con lo que dice...", Ed. Gestión 2000



Por Gloria Marsellach Umbert, Psicólogo







"Al inteligente se le puede convencer; 

al tonto, persuadir".

Germaine de Staë



VER+:


DECÁLOGO DE LA PERSUASIÓN



1. La ley de la disonancia: ¿La gente normalmente tiene más tendencia a seguir y a gravitar hacia las personas que son coherentes en su comportamiento?


2. La ley de la obligación o de la reciprocidad: ¿Cuándo los demás hacen algo por nosotros sentimos una fuerte necesidad, incluso una presión, para devolver el favor?



3. La ley de la conectividad: ¿Cuánto más conectados nos sentimos con alguien, o nos sentimos más parte de alguien, o cuando alguien nos gusta o nos atrae, más persuasivo nos resulta?


4. La ley de la validación social: ¿Tendemos a cambiar nuestras percepciones, opiniones y comportamientos de acuerdo y coherentemente con las normas del grupo (?) consideramos que el comportamiento es más correcto cuando vemos que lo tienen otras personas?

5. La ley de la escasez: ¿Las oportunidades siempre son más valiosas y emocionantes cuando son escasas y están menos disponibles?

6. La ley del envoltorio verbal: ¿Cuánto más hábil sea una persona en el uso del lenguaje, más persuasiva será?  Incluye el autor una cita de Jim Rohn que dice La persuasión verdadera procede de poner más de usted en todo lo que dice. Las palabras tienen efecto. Las palabras llenas de emoción tienen un efecto poderoso.

7. La ley del contraste: ¿Cuándo nos presentan dos alternativas completamente distintas de forma sucesiva (?), en general, si la segunda opción es muy distinta de la primera, tendemos a verla incluso más diferente de lo que es en realidad?

8. La ley de las expectativas: ¿Una persona tiende a tomar decisiones en función de cómo esperan los demás que actúe?

9. La ley de la implicación: ¿Cuánto más se atraigan los cinco sentidos de alguien, cuanto más los implique mental y físicamente y cree el ambiente adecuado para la persuasión, más efectividad y persuasión conseguirá?

10. La ley de la valoración: ¿Todas las personas necesitan y quieren elogios, reconocimiento y aceptación?

11. La ley de la asociación: ¿Para mantener el orden en el mundo, nuestro cerebro relaciona objetos, gestos y símbolos con nuestros sentimientos, recuerdos y experiencias vitales (?) Los maestros de la persuasión se aprovechan de la asociación para evocar sentimientos y pensamientos positivos que correspondan al mensaje que intentan transmitir?

12. La ley del equilibrio: ¿A la hora de persuadir, debe concentrar su mensaje en las emociones, a la vez que mantiene el equilibrio entre la lógica y los sentimientos?



El secreto de la PersuaCCión: la transición de fase hacia las presentaciones que dejan huella













lunes, 9 de abril de 2012

LA FE NACE, POR GRACIA, DE LA EXPERIENCIA

"Que el Señor remueva las aguas de nuestra existencia, 
estancadas por la "cómoda herejía de la indiferencia", 
como precisaba Papini". 


Un vago espiritualismo sustituye la atención a la realidad y exaspera el subjetivismo. Entrevista a monseñor Rino Fisichella, rector de la Pontificia Universidad Lateranense, sobre la revelación como don y la separación entre fe y razón. A cargo De STEFANO MARIA PACI
El escritor francés Charles Péguy hablaba del respeto que se debe a la realidad, «el respeto religioso a la realidad soberana y maestra absoluta, a la realidad como viene, como se nos dada, al acontecimiento como se nos da».

¿Cuál es la importancia del dato sensible para la fe cristiana?
Nosotros somos el pueblo por el cual el Verbo se ha hecho carne. Los sentidos tienen una importancia capital en la vida de la fe. Nuestra religión es la religión del ver, no sólo del escuchar, como era en cambio para los judíos. San Pablo dice que Cristo es Eikon, imagen del Dios invisible, y Eikon, en griego, tiene un significado contundente: quiere decir “retrato”. El retrato no es una representación teórica, sino una “fotografía”. Es volver a presentar la realidad.
Durante la lucha iconoclasta, cuando una parte de la Iglesia sostenía que no se podía representar el rostro de Cristo porque el Misterio es irrepresentable, hizo falta un Concilio para restablecer la verdad: puesto que Cristo se ha hecho carne, nosotros lo podemos ver. Entonces, la fe cristiana surgió como la fe del ver. Se ve el rostro de Dios crucificado y resucitado, a quien se puede mirar, lo cual indica la importancia de los sentidos en la fe.
Piense en lo que sucede en la culminación de la vida cristiana que es la Eucaristía, en todos los sentidos que están implicados en esta experiencia. La Eucaristía es un momento absolutamente sacro en el que cada hombre puede decir: «Yo toco, veo y me como a Cristo». Los sentidos son todo. Aunque después, delante del Misterio, como dice santo Tomás, los sentidos menguan: entonces queda la contemplación.
¿Me equivoco, o con frecuencia también en la Iglesia esta atención a la realidad ha sido sustituida por un vago espiritualismo, como si para vivir la experiencia cristiana hiciera falta separarse de la realidad y refugiarse en un intimismo exasperado?
Seguramente. Ha habido formas que han jugado mucho, incluso demasiado, con la emotividad. Se ha dado un exceso de emotividad que ha llevado a formas de un subjetivismo exasperado. Por ejemplo, se ha producido una falta de respeto hacia la forma concreta de oración de la Iglesia que es la liturgia. Hay oraciones que no tienen espesor teológico, profundidad ni espiritualidad, sino que están construidas sólo sobre un vago espiritualismo.
El Evangelio, en cambio, habla continuamente de hechos y experiencias concretas. Los doce primeros tuvieron la experiencia de un hombre que vivía con ellos, que caminaba con ellos, que comía con ellos y que decía que era Dios. Y lo relatan sin adornos literarios. Y de estas experiencias vividas nació la Iglesia.

Mons. Fisichella ¿en qué medida es importante la experiencia para un cristiano?
Necesitamos la experiencia, porque la fe nace de la experiencia. La experiencia es una forma de conocimiento fundamental para el hombre. En el proceso cognoscitivo no se puede pasar por alto la experiencia, porque a través de ella el hombre comprende la realidad. Santo Tomás intuía esto cuando dijo: «Nihil est in intellectu quod prius non fuerit in sensu», el intelecto no puede elaborar una forma de conocimiento si antes no han percibido los sentidos.
Sí, los discípulos tuvieron experiencia de Cristo, vivieron con Él, escucharon el anuncio del Reino, vieron los milagros que realizaba. Compartieron todo, durante tres años, día tras día, con Jesús de Nazaret. Tuvieron un conocimiento del maestro de Galilea en el que todos los sentidos estaban implicados: lo veían, lo tocaban, hablaban con Él.
Pero hay que tener cuidado de no reducir la Revelación sólo a la experiencia que el hombre hace de ella. Porque la Revelación no es un producto del sujeto que la recibe, la Revelación es un don. Como explicaba el gran Hans Urs Von Balthasar, con cuyos textos me he formado, lo que prima es la actuación de Dios, no del hombre. Por eso creo que es fundamental la categoría del testimonio: puesto que existe la primacía de la intervención de Dios, yo me convierto en testigo de algo más grande que yo. No por casualidad los apóstoles, después de la Pascua, cuando anunciaban lo que habían visto y oído, decían: «Nosotros somos testigos». El testigo tiene experiencia de la gracia, tiene experiencia de la fe, tiene experiencia de Dios y de la Revelación; pero es consciente de ser testigo, sabe que en el centro ya no está su persona, sino eso más grande que se le ha comunicado.
El célebre filósofo francés Alaín Finkielkraut, judío y abanderado de la laicidad, me dijo una vez que el problema del siglo que acaba de terminar, el siglo de las ideologías, es que el hombre ha pretendido suprimir los datos que provienen de la experiencia. Al rechazar la realidad tal como se presenta ante nuestros ojos, deja de formarse una razón modelada sobre la imagen del mundo, y trata de construir un mundo sobre la imagen de la razón. En definitiva, si se eliminan la experiencia y la realidad, la ideología se convierte en un “a priori” que explica al hombre prescindiendo del dato sensible y, por tanto, encerrándolo en medidas que establecemos por nosotros.
Monseñor Fisichella, ¿cree que este error nace del hecho de que en nombre de una ideología se justifique el asesinato de millones de personas, como sucedió en el siglo pasado, pero de lo que, desgraciadamente, somos testigos aún hoy con los ataques a las Torres Gemelas y el terrorismo?
Es un proceso que empezó hace mucho tiempo, en lo que Juan Pablo II llama «la dramática separación». Es el proceso que se verifica después de la muerte de santo Tomás. Se empieza a separar la unidad fundamental que la Edad Media había alcanzado leyendo la realidad en una unión armónica entre la razón y la fe. Ockham, después Descartes, Kant, Hegel y Nietzsche crean una separación progresiva entre la fe y la razón, que antes estaban unidas en la lectura de la realidad. Poco a poco la razón se hace tan autónoma que quiere subordinar a sí misma incluso la fe, o bien la reduce a Noumeno, es decir, a algo que no puede ser conocido. Esto es un tremendo error. Descartes presenta la duda como elemento que caracteriza el conocimiento. Y nace el predominio de la duda; se pregunta incluso si está soñando o está viviendo realmente.
De ahí nace el gran proceso de división que ha tratado de convencer al hombre de que sólo existe lo que la razón produce. Por tanto, sólo la razón piensa. ¿Y la fe qué hace? La fe cree, se confía, en ella no existe posibilidad de conocimiento. Basta leer las intervenciones de nuestros maestros del pensamiento, como por ejemplo Eugenio Scalfari, para comprender lo viva que está esta concepción. Una concepción que hace del predominio de la razón la única forma de conocimiento. Sin tener en cuenta la naturaleza de la fe cristiana.
Dice san Agustín: si la fe no pasa también a través de la razón, no es fe. Es esta “dramática separación” lo que lleva a la debilidad de la razón y, por tanto, también a la debilidad de la fe.
En la Fides et Ratio, el Papa dice que la relación entre fe y razón es tan importante que no es verdad que donde existe una razón débil haya una fe fuerte. Por el contrario, una fe fuerte requiere una razón fuerte.
Es dramático, pero si no volvemos a una correcta concepción de la razón, los errores de los que somos testigos están destinados a perpetuarse.
"El punto crucial de la cuestión es este: si un hombre, empapado de la civilización moderna, un europeo, puede todavía creer; creer propiamente en la divinidad del Hijo de Dios Cristo Jesús. En esto, de hecho, está toda la fe". Son palabras cargadas de provocación que provienen de uno de los escritores más significativos del siglo pasado: Dostoewskj. 

Preguntarse si el hombre de hoy está todavía dispuesto a creer en Jesús como Hijo de Dios comporta necesariamente la cuestión conexa: si el hombre de hoy siente todavía la necesidad de la salvación. Aquí está todo el problema para nosotros creyentes, para nuestra credibilidad en el mundo de hoy; pero también el problema para cuantos no creen y desean darle un significado pleno a su vida. No encuentro otra posibilidad fuera de esta cuestión, que impulsa a buscar una respuesta. Delante a la posibilidad de Jesucristo no se puede permanecer neutral; se debe dar una respuesta si se quiere dar un sentido a la propia vida. Según algunos, aquí se concentran las grandes cuestiones que nos tocan a cada uno de nosotros y la simple respuesta que la Iglesia ofrece anunciando, como si el tiempo nunca hubiesa pasado, el mismo contenido de los primeros años de nuestra existencia como cristianos: Jesús, crucificado y resucitado; El que ha pasado en medio a nosotros, anunciando el reino de Dios y haciendo el bien a cuantos se dirigían a Él.

Sabemos que estamos en medio a una profunda crisis que se ha convertido en crisis de Dios. Esquemáticamente se podría decir: la religión sí, pero Dios no. En dónde este "no", en todo caso, no debe entenderse en el sentido categórico de los grandes ateísmos. No existen más, permítaseme repetir, grandes ateísmos. El ateísmo de hoy en realidad puede nuevamente hablar de Dios sin entenderlo realmente. En síntesis, la crisis actual está determinada del poder y saber hablar de Dios; el tema no puede dejarnos indiferentes después de casi cincuenta años del Concilio Vaticano II, que tuvo entre sus principales objetivos el hablar de Dios al hombre de hoy de manera comprensible. La crisis que vivimos, entonces, se podría resumir de manera aún más sintética: Dios hoy no es negado, sino desconocido. Por parte del hombre contemporáneo hay algo de verdadero, probablemente, en este modo de plantearse el problema en torno a el nombre de "Dios". En algún sentido se podría decir que se ha pasado de la hipótesis inútil a la buena posibilidad ofrecida al hombre. Con respecto a esta perspectiva deberíamos ser capaces de agitar las aguas a menudo demasiado tranquilas de dos lagos artificiales: el de la indiferencia, que frecuentemente domina el contexto cultural referido a esta problemática; y el de la obviedad, que evidencia cuánta ignorancia, a menudo supina, existe acerca de los contenidos religiosos. Indiferencia e ignorancia, lamentablemente, se encuentran en la base del sentido común religioso todavía presente, haciendo siempre más débil la pregunta religiosa y, especialmente, la decisión consciente y libre. Retorna inmediatamente la escena tan familiar de Pablo en las calles de Atenas (Hch. 17, 16-34). No ha cambiado tanto desde entonces. Las calles de nuestra ciudad están repletas de nuevos ídolos. El interés hacia un muy genérico sentido religioso parecería tomarse una especie de revancha; expresiones religiosas se multiplican y frecuentemente están vacías de espesor racional. En algunos casos se sigue el soplo de la emotividad, en otros, al contrario, diversas formas de fundamentalismo; ambos no indican otra cosa que la ausencia de espesor intelectual. Por último, aparecen de nuevo en el horizonte mesías de la última hora, predicando el inminente fin del mundo. En este contexto hay que preguntarse quiénes son los nuevos Pablo de Tarso conscientes de ser portadores de una hermosas novedad que entra en el areópago de nuestro pequeño mundo con la convicción y la certeza de querer anunciar al "Dios desconocido".

"La fe es la experiencia en un acontecimiento de encuentro amoroso con Dios Padre Materno Vivo y personal, que te mueve a la alteridad y a la solidaridad. 

"Debemos acometer con fuerza renovada la cuestón acerca de cual es el modo en que puede anunciarse de nuevo a este mundo el evangelio de manera que llegue a él." Benito XVI, en Luz del Mundo.

"Dios": el término está entre los más usados del lenguaje mundial, y sin embargo, cuántos sentidos, diferentes y tantas veces, contrarios entre sí al punto de oponerse mutuamente. Debemos preguntarnos si Dios existe y qué cosa sea, o quién sea Dios. Preguntas inevitables que no pueden permanecer sin respuesta. El Dios del que hablamos, no sólo se ha hecho escuchar, sino que se ha hecho uno de nosotros. Y consigo trae a nuestra vida la respuesta a la pregunta fundamental por el sentido: "con la encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre. Ha trabajado con manos de hombres, ha pensado con mente de hombre, ha actuado con voluntad de hombre, ha amado con corazón de hombre. Naciendo de María Virgen, él verdaderamente se ha hecho uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, menos en el pecado" (GS 22). Ningún pretexto de parte nuestra. Él ha experimentado en todo nuestra condición humana, sobre todo allí cuando ella significa dolor, sufrimiento, enfermedad, muerte. La nueva evangelización requiere, entonces, la capacidad de saber dar razón de la propia fe, mostrando a Jesucristo, el Hijo de Dios, único salvador de la humanidad. En la medida en que seamos capaces de esto, podremos ofrecer al mundo contemporáneo la respuesta que espera o que debemos provocar en él. Como decía Benedicto XVI el día antes de ser elegido Papa: "En estos momentos de la historia tenemos verdadera necesidad de hombres que, a través de una fe iluminada y vivida, hagan a Dios creíble en el mundo...

Tenemos necesidad de hombres que tengan la mirada dirigida a Dios, aprendiendo de Él la verdadera humanidad. Tenemos necesidad de hombres cuyo intelecto sea iluminado por la luz de Dios y a quienes Dios abra el corazón, de modo que su intelecto pueda hablar al intelecto de los otros y su corazón pueda abrir el corazón de los otros. Solamente a través de hombres tocados por Dios, Dios puede retornar a los hombres". La nueva evangelización, por tanto, parte de aquí: de la credibilidad de nuestra vida de creyentes y de nuestra convicción de que la gracia actúa y transforma hasta el punto de convertir el corazón. El mundo de hoy tiene necesidad profunda de amor, porque conoce desgraciadamente sólo sus grandes fracasos. Aquí probablemente nace la paradoja que se despliega nuestros ojos y que empuja a la mente a reflexionar sobre el sentido de una tal acción.

¿Creo en la resurrección?, cuanto: 
¿vivo como resucitado con la fuerza de Pentecostés?