EL Rincón de Yanka: enero 2025

inicio














viernes, 31 de enero de 2025

LIBRO "EL MALESTAR DE LAS ÉLITES Y LA REVOLUCIÓN DE LA AGENDA": IDEOLOGÍA, MORAL Y FUTURO DE OCCIDENTE por JUANDE GONZÁLEZ 🔥

EL MALESTAR DE LAS ÉLITES 
Y LA REVOLUCIÓN DE LA AGENDA: 
Ideología, moral 
y el futuro de Occidente 
(Reflejos de Actualidad)


Tras la caída del Muro de Berlín, aquellos destinados a liderar la sociedad creyeron que la tecnología y la globalización nos traerían un futuro espléndido. Sin embargo, se convirtieron en víctimas del pensamiento Pluto, una ideología perezosa que parecía invencible. Mientras tanto, algunos jóvenes activistas desde despachos universitarios estaban diseñando una nueva propuesta revolucionaria y social que, años más tarde, tendría en Occidente más influencia de la que jamás tuvo el comunismo. La caída del Muro no trajo la libertad esperada, sino nuevas cadenas invisibles. Hoy, quienes estudiaron en los años ochenta y noventa en costosas universidades privadas se preguntan por qué pasaron sus días aplicando políticas de igualdad y sostenibilidad basadas en principios que no compartían. 
La respuesta radica en que se equivocaron al pensar que la economía y la tecnología resolverían todos los problemas. 
El resultado contemporáneo es la disputada Agenda 2030, salpicada de dudas y muchos interrogantes, como: 
¿Quién ha diseñado la agenda política actual? ¿Por qué el cambio climático es una prioridad por encima de la natalidad? ¿Es más poderoso el que hace la ley o el que logra imponer un nuevo sentido común? 
Agenda o alternativa: el dilema de nuestro tiempo La Agenda propuesta desde las élites mundiales es una contienda moral que requiere del individuo y los ciudadanos el valor de explicar en qué se cree, obligándonos a estar debidamente informados. 
Juande González reconstruye los errores que llevaron a toda una generación a abandonar el terreno de las ideas y la cultura. Además, ofrece una prospección sociopolítica del nuevo terreno de juego, donde el presente y el futuro nos exigen definir y promover los elementos esenciales que permitan calificar una vida humana como verdaderamente buena. Por último, el autor hace una llamada a elaborar una agenda alternativa sobre dos pilares clásicos iluminados con una nueva luz: la familia y la nación.

Vi "La vida de Brian (1979, Monty Python)" en una reposición a mediados de los años 90, en el antiguo cine Madrid, a pocos metros de la Puerta del Sol. Como tantos espectadores antes y después, lloré de risa con la historia de Loretta -un hombre empeñado en que se le reconociera el derecho a ser madre- y con el célebre “qué han hecho por nosotros los romanos”, sin entender del todo que aquellas escenas parodiaban ciertas tendencias intelectuales de la universidad anglosajona que habían permeado círculos políticos minoritarios pero ruidosos.

La Vida de Brian (Frente Popular de Judea)

El libro tiene origen en un artículo que publiqué en Vozpópuli hace algo más de un año, en el reflexionaba sobre el papel de las élites más o menos conservadoras y liberales en lo que hoy llamamos guerra cultural. Yo estudié en los años 90 en ICADE, un centro universitario católico. En el artículo, describía el mundo de aquel momento histórico, imbuido de un fuerte optimismo, una fe inquebrantable en la tecnología y una renuncia a defender en el espacio público los propios valores.

Veinticinco años después, nos encontramos en un mundo muy distinto, en el que los valores dominantes son los de un progresismo radical, en ocasiones desquiciado, que nos hacen sentir, a los estudiantes de entonces, como extranjeros morales. Por poner un ejemplo: la idea de que uno es hombre o mujer según cómo se sienta y lo exprese. No es tanto que no se pueda discrepar (aunque la cultura de la cancelación es una realidad) como que el que discrepa tiene la carga de la prueba y, además, es visto como sospechoso. Aquel artículo tocó alguna fibra, tuvo mucha difusión y lo leyó Manuel Pimentel, el editor de Almuzara, que me propuso convertirlo en libro en su sello Sekotia.


Llamo así a la ideología por defecto del periodo que va de la caída del Muro de Berlín en 1989 a, al menos, la gran crisis de 2008. La describo como un progresismo liberal y tecnocrático (PLT, de ahí Pluto). Es progresista porque entiende la historia como una escalera hacia un futuro cada vez más perfecto, liberal porque confía en las instituciones básicamente liberales (hasta el punto de considerarlas fines en sí mismas) y tecnocrático porque cree que para cada problema hay una solución tecnológica disponible, y si no la hay, entonces es que no hay problema. Y por solución tecnológica entiendo tanto la inteligencia artificial como una reforma constitucional. El pensamiento pluto fue una ideología vaga en sus dos acepciones (perezosa e imprecisa), que además no sabíamos que lo era, sino que creíamos sinceramente que el mundo era así y que no había alternativa. Su principio fundamental era la supremacía de la libertad en sí misma, desgajada de la verdad: si alguien hacía algo libremente, tenía que ser bueno o, en todo caso, sólo esa persona podía juzgarlo. Veíamos la globalización como una fuerza imparable y sin apenas aristas, creíamos que la democracia se abriría camino en países como China simplemente porque sus ciudadanos habían entrado en contacto con la prosperidad. Hoy da algo de risa recordarlo.


Nosotros vivíamos en el pensamiento pluto, pero mientras tanto había una élite cultural de izquierdas que estaba elaborando y difundiendo propuestas de vida basadas en el pensamiento posmoderno desarrollado entre los años 50 y 70 en universidades primero francesas y luego anglosajonas. Estaban generando una alternativa al pensamiento pluto absolutamente radical, basado en la supremacía del deseo y que veía opresiones por todas partes: de los hombres contra las mujeres, de los blancos contra los negros, de los cis contra los trans, de los humanos contra los animales y contra el planeta… Una filosofía de la sospecha. A esto se le llama hoy políticas identitarias o, en ocasiones, marxismo cultural, aunque yo creo que hay una ruptura con el marxismo clásico en algunas cuestiones esenciales. En cualquier caso, esta élite cultural (académicos, escritores, guionistas, periodistas…) desarrolló una capacidad para decirle a todo el mundo cómo debía comportarse en cada aspecto de su vida: desde las relaciones entre los sexos hasta el coche que había que conducir, cómo debían ser tus vacaciones, qué debías comer y qué no… lo cual termina cuajando en una agenda política.


En el libro explico que el primer punto es volver a unir a la libertad con la verdad. El pensamiento pluto contribuyó a desligarnos de la noción de verdad, y el progresismo radical nos ha tratado de vender como verdades toneladas de chatarra intelectual. Necesitamos recuperar una verdad compartida, elementos sagrados desde los que fundar nuestra comunidad. Lo que enmascara la agenda política progresista, en realidad, es un profundo nihilismo. No hay verdades últimas, sólo construcción social y poder. Se da por hecha una antropología absurda, la del hombre como plastilina en manos del Estado o de unas instituciones supraestatales entregadas a la ingeniería social. Frente a eso, hay que afirmar que existe una naturaleza humana, que el hombre tiene un telos, una finalidad, y que para alcanzarla puede y debe practicar unas virtudes concretas. No soy ingenuo, entiendo que no será fácil encontrar en una sociedad tan fragmentada esos elementos comunes y veraces, pero al menos habrá que intentarlo. La familia y la nación pueden ser buenos puntos de partida, aunque no niego que pueda haber otros.


Va a ser seriamente revisado. En parte, por el malestar al que aludo en el título del libro, pero también porque una parte importante de las sociedades occidentales sienten que las están estafando, incluso materialmente. Están pidiendo ya un regreso a políticas de lo concreto (vivienda, empleo, seguridad personal…), están rechazando la falsa autoridad de las instituciones globales y de sus líderes, que no hacen sino fracasar (recordemos el papelón de la OMS durante la pandemia). Se percibe un regreso a lo local, a la tradición y también a la religión. Dentro de no mucho tiempo nos preguntaremos cómo pudimos creer o callar ante ciertas afirmaciones delirantes y no hicimos nada ante problemas mucho más graves. Pero la lección que espero que extraiga el lector es que es necesario compartir nuestras verdades. Somos humanos, somos falibles, podemos estar equivocados en muchas cosas, pero si no creemos en verdades sólidas, en que el ser humano es algo más que materia, entonces volverán los sofistas y las falsas agendas a llenar el vacío.


INTRODUCCIÓN

Si has abierto este libro y estás leyendo estas líneas, probablemente se deba a que te sientes incómodo con la agenda política actual. Los temas que se tratan y los enfoques desde los que se abordan responden a una forma de ver la vida que no es la tuya. No se trata simplemente de que el «debate público» transite unos caminos que no te interesan; es algo peor: tienes la sensación de que tratan de imponerte un nuevo sentido común. Escuchas a presuntos expertos y a altos cargos de respetables instituciones hablar con la suficiencia de quien tiene los hechos de su parte. Son discursos de apariencia científica, técnica, objetiva. Pero sabes que fuera de foco agitan el dedo acusador de quienes imparten lecciones morales.

Es tentador ver la parte de la realidad que no nos gusta como una conspiración, sobre todo cuando percibes que la nueva agenda lo ha permeado todo -el diario que lees, las series que ves, el trabajo con el que te ganas la vida y hasta la educación que reciben tus hijos-, cuando te cuesta encontrar argumentos para oponerte o, al menos, un lugar silencioso donde descansar de esta tabarra moralizante. No niego que haya gente ganando dinero y ostentando poder gracias a la toma de decisiones políticas y a la imposición de discursos dominantes. Pero este libro te va a proponer una mirada diferente. Voy a adelantarte algo: no es una conspiración, sino algo peor.

Detrás de la disputa por la agenda hay una contienda entre diferentes visiones del mundo. El problema es que la batalla ya tuvo lugar y algunos ni nos enteramos. Cuando abrimos los ojos ya habíamos sido derrotados y nos habíamos convertidos en extranjeros morales, habitantes de un país cuya lengua apenas entendiamos. No nos ganaron con dinero ni con poder: eso vino después. Nos ganaron con palabras y con ideas escritas en oscuros despachos universitarios por académicos, activistas y periodistas que diseñaban una nueva propuesta radical que iba a tener en Occidente más influencia de la que jamás tuvo el comunismo.

¿Vamos a culpar a los ideólogos radicales por defender sus ideas, por elaborar propuestas culturales y encontrar la forma de convertirlas en hegemónicas? Sería un error. En el origen de este libro está la perplejidad ante la rendición sin condiciones de mi generación. En especial de quienes, como yo, disfrutamos de una educación en universidades de élite en las que, supuestamente, se nos preparaba para liderar el futuro al tiempo que se nos formaba en los valores del humanismo cristiano. Si vamos a impugnar la actual agenda progresista necesitamos ver con claridad nuestros errores antes que los de nuestros adversarios,y esto no va a suceder si no recuperamos la vista.

Los que estábamos llamados a cierto liderazgo social caímos rendidos ante un sistema ideológico vago y reticente (al que en el libro llamaremos pensamiento pluto) que nos desconectó de las intuiciones y creencias que nos constituían como personas. Nos dejamos llevar por el espíritu de los tiempos y solo vimos problemas técnicos donde, en realidad, había serios problemas éticos. Todavía hoy, cuando en el grupo de Whatsapp de mis amigos de la facultad alguien expresa su descontento por el mundo en el que vivimos, es habitual que se proponga reformar alguna ley, como si todo fuera cuestión de legalismos, semiconductores y análisis de procesos. La aversión a expresar nuestra idea de qué es una vida buena nos ha privado del lenguaje y el ánimo para defender racionalmente nuestras intuiciones morales, que terminan aflorando de mil maneras, algunas de ellas enfermizas.

La mayor parte de mis campaneros de promoción viven bien. Tienen puestos de cierta responsabilidad en grandes empresas y ganan sueldos que los protegen de las angustias financieras que padecen tantas familias. En general, se casaron relativamente jóvenes, tienen varios hijos a los que educan en buenos colegios y, hasta la fecha, apenas ha habido divorcios. Sus vidas no son interesantes, sino algo mejor: estables y predecibles. Son afortunados y diría que así lo experimentan.

Pero experimentan algo más: un malestar difuso que afecta a su día a día y proyecta sombras sobre su futuro y el de sus hijos. Dedican buena parte de sus largas jornadas a la elaboración de planes de igualdad, a implantar políticas de sostenibilidad y a vigilar el cumplimiento de los objetivos ESG (Environmental, Social and Governance). Al vivir dentro de la agenda, no tienen la impresión de liderar nada, en contra de la promesa que se les hizo. Los que son más jóvenes que nosotros se sienten traicionados; su malestar es más patente y la búsqueda de respuestas más acuciante.

Como parte de la generación que no se enteró ni de cuál era la pregunta, no estoy en condiciones de dar lección alguna. Pero, por el mismo motivo, sí me considero obligado a poner mis vivencias y mis aprendizajes a disposición de las generaciones que solo han conocido una crisis tras otra, con un propósito de utilidad, no justificatorio: la experiencia es una valiosa forma de conocimiento. Además, mis compañeros de promoción y todos los profesionales que lean este libro y puedan identificarse con lo que estoy relatando, tal vez encuentren argumentos y motivación para revisar y desafiar la visión moral que permea su trabajo diario. No renuncio a dialogar con el lector de izquierdas: aunque recurra de vez en cuando a la sátira, me tomo muy en serio sus ideas y trataré de explicar, sin construir hombres de paja, por qué, a mi juicio, está equivocado. Por último, cuando eres padre lo haces todo por tus hijos. Los míos están empezando la adolescencia. No puedo adivinar los contornos del tiempo que les tocará vivir y, precisamente por ello, me gustaría dejarles el mapa de mis exploraciones, una relación de dilemas a los que se van a enfrentar y unas cuantas ideas con las que empezar la travesía.

Propongo al lector un viaje en cuatro etapas, que se corresponden con las cuatro partes del libro. En la primera se tratará de averiguar dónde estamos y cómo hemos llegado hasta aquí. Exploraremos los hechos históricos y las ideas que dieron lugar al pensamiento pluto, una forma de entender el mundo que nos volvió insensibles a las amenazas que crecían a nuestro alrededor.También haremos una visita a las élites actuales y viajaremos al surrealista país del progresismo del siglo XXI, donde conoceremos a sus habitantes.
Entonces sabremos cómo nos extraviamos, pero nos quedará conocer los contornos del territorio en el que nos hallamos. Parto de la certeza de que hemos desconectado de nuestras intuiciones morales y adoptado ciertas creencias sobre la libertad y la verdad que nos están lastrando y de las que nos debemos librar para continuar el viaje. En la segunda parte, por lo tanto, saldremos a la búsqueda de algún elemento sagrado que nos permita imaginar vidas que merezcan ser llamadas buenas y, desde ahí, proponer una nueva agenda. Ya que valoramos la belleza por encima de la originalidad, mi propuesta no será revolucionaria, sino veraz: encontraremos estos elementos sagrados en la familia y la nación.

En la tercera parte descubriremos que si pensamos los más acuciantes temas de la actualidad (y alguno que debería serlo) desde la familia, el resultado es mucho más fructífero que si lo hacemos desde la estéril ideología. En la cuarta y última parte defenderemos la vigencia de la nación como algo más sutil y valioso que un entramado de leyes e instituciones, y veremos su relación (menos simple de loque nos han contado) con la democracia. Como setrata de ser concretos, tendremos que hablar de la nación que el autor conoce mejor: España.
Para hacer este viaje, me he enfrentado a ideas que no siempre eran asequibles al primer contacto. He hecho lo posible por explicarlas con sencillez y sin desvirtuarlas. Pero lo que confío que dé auténtico valor al libro es mi experiencia personal. No porque sea única o fascinante, sino porque es verdadera.

Cuento lo que pasó a la luz de mis vivencias, como estudiante de ADE en una universidad de élite madrileña; como padre que se enfrenta a una doble crisis económica y personal;como profesional de la comunicación política que está aburrido de argumentarios que no solo se apoyan en falacias, sino que son socialmente corrosivos.
Recurro ocasionalmente al cine para ilustrar algunos de los puntos del libro, siempre a películas muy conocidas. Hasta la fragmentación inducida por las plataformas digitales, el cine (junto con la música pop) era la forma de cultura popular más extendida. Los miembros de cada generación se reconocían en unos cuantos diálogos e imágenes convertidas en referencias y lugares comunes. Espero que esto contribuya al tono ligero y poco solemne que he procurado dar al texto. El lector juzgará hasta qué punto lo he conseguido.

Este libro es el resultado de una improbable serie de acontecimientos que no habrían sucedido sin la participación de unas cuantas personas a las que estoy muy agradecido. Pedro Herrero me animó a publicar columnas en prensa y me puso en contacto con Víctor Lenore, que me acogió en la sección, de Cultura de Vozpópuli. Tras una conversación sobre nuestras experiencias universitarias, Víctor me propuso que escribiera un artículo que tuvo un impacto inesperado. Uno de sus lectores fue Manuel Pimentel, fundador y editor de Almuzara, que sugirió al responsable de Sekotia, Humberto Pérez, que en aquella columna tal vez latiera un ensayo.

Entre los dos me convencieron de que así era. María Campos leyó una primera versión y me hizo con delicadeza valiosos comentarios que han mejorado el texto original. Mi hermano Eduardo González también dejó sus notas. A todos ellos, muchas gracias.
Por último, mi mujer, Arantxa, y mis hijos, Álvaro y Julia, han soportado con paciencia que, durante diez meses, su marido y padre dedicara los fines de semana y festivos a escribir y a refunfuñar. Aparte de eso, en un libro que ha terminado girando en torno al sentido, a los tres se les puede considerar tanto coautores como protagonistas. Gracias, familia.

En esa misma línea hablamos con Juande González, escritor de 
‘El malestar de las élites y la revolución de la agenda’.

jueves, 30 de enero de 2025

HIMNO A LA BELLEZA INTELECTUAL por PERCY BYSSHE SHELLEY 🌌

Himno a la belleza intelectual

I

La abrumadora sombra de algún Poder no visto
entre nosotros flota, aun sin verse: visita
este variado mundo con alas tan cambiantes
como vientos de estío que van de flor en flor;
como rayo de luna tras la lluvia entre pinos,
visita con mirada inconstante, asomando
a cada corazón humano, a cada rostro;
como las armonías y matices de ocaso,
como nubes dispersas en la luz estelar,
como recuerdo de una música que escapó,
como cuanto podría amarse por su gracia
y aún más por su misterio.

II

Alma de la Belleza, que consagras así
con tus olores todo aquello en que refulges
de forma o pensamiento humano, ¿a dónde has ido?
¿Por qué desapareces y dejas nuestro ser,
este valle de lágrimas, borroso y desolado?
Pregunta por qué el sol no teje para siempre
un arco iris encima de ese río de monte,
por qué sueños y miedo, y muerte y nacimiento
lanzan sobre la luz del día de esta tierra
tal tiniebla; ¿por qué es tan capaz el hombre
para el amor y el odio, esperanza y hastío?

III

Ninguna voz de un mundo más sublime jamás
ha dado esas respuestas al sabio o al poeta,
y, por tanto, los nombres de Espíritu, Demonio
y Cielo son recuerdos sólo de un vano empeño,
frágiles dichos cuyo encanto pronunciado
no cabe separar de cuanto se oye y ve,
la duda y el azar, la mutabilidad.
Sola tu luz: neblina por montes empujada,
o música que envía el viento de la noche
a través de las cuerdas de un callado instrumento,
o la luz de la luna en un río nocturno,
al sueño inquieto de esta vida, es verdad y gracia.

IV

Amor, estima propia, esperanza: se van
y vienen como nubes, y en préstamo fugaz
como si el hombre fuera inmortal, poderoso,
tú, la desconocida y temible, en su espíritu
te estableces en firme con tu gloriosa escolta.
¡Oh tú, la mensajera de esos entendimientos
que crecen y descienden en los ojos que se aman,
tú que das alimento al pensamiento humano,
como la oscuridad a una llama que muere!
No te marches de aquí como llegó tu sombra,
no te marches, no sea que vaya a ser la tumba,
como el miedo y la vida, una realidad negra.

V

Muchacho aún, buscaba espíritus, corriendo
por ámbitos que oían, por cavernas y ruinas,
y bosques estrellados, persiguiendo con miedo
esperanzas de un alto conversar con los muertos.
Palabras venenosas grité, con que se nutre
nuestra juventud: no me oyeron, no les vi,
mientras que meditaba la suerte de esta vida
en ese dulce tiempo en que el viento corteja
todas las cosas vivas que despiertan trayendo
noticias sobre pájaros y sobre floraciones:
de repente, tu sombra cayó sobre mí: ¡di
un grito y apreté en éxtasis mis manos!

VI

Entonces hice voto de consagrar mis fuerzas
a ti y lo tuyo: ¿acaso no lo cumplí? Con ojos
llenos y corazón apresurado, ahora
a los fantasmas llamo de mil horas, cada uno
de su tumba sin voz: en visionarias frondas
de celo cuidadoso o de placer de amor
tras la envidiosa noche, han velado conmigo:
saben que nunca el gozo iluminó mi frente
sin tener la esperanza de que liberarías
al mundo de su oscura esclavitud; que tú,
oh abrumadora gracia amable, donarías
todo lo que no pueden expresar las palabras.

VII

El día se va haciendo más solemne y sereno
después del mediodía; una armonía crece
en otoño, y un brillo en el cielo, que nunca
se escuchó ni se vio a través del verano,
¡como si no pudiera ser, y no hubiera sido!
Así haz que tu poder, que, como la verdad
de la naturaleza en mi niñez pasiva,
descendió, proporcione a mi vida interior
su calma -para mí, para éste que te adora
y adora toda forma que te contiene a ti,
a quien, hermoso Espíritu, ligaron tus conjuros
a temerse y a amar a la humanidad toda.

miércoles, 29 de enero de 2025

LIBRO "RESISTIR A LO POLÍTICAMENTE CORRECTO EN LA HISTORIA": HITOS PARA UN CONOCIMIENTO NO CONTAMINADO POR LA IDEOLOGÍA GLOBALISTA por ARNAUD IMATZ

Resistir 
a lo políticamente correcto 
en la historia
Hitos para un conocimiento 
no contaminado por la ideología globalista

El debate histórico se vuelve cada día más difícil puesto que los inquisidores y censores modernos pretenden aceptarlo solo a partir de la posición «nosotros defendemos el Bien, nosotros poseemos la Verdad». Rechazar la fatalidad de la dependencia de los mercados financieros y negarse simultáneamente a propugnar la utopía del mundo «diverso», «multicultural», sin raza, sexo, nación ni cultura, es exponerse ipso facto a ser declarado racista, xenófobo, odioso, violento, machista, ultraderechista, fascista o nazi, y, en consecuencia, a ser expulsado del campo de la respetabilidad política y mediática. La policía del pensamiento único vigila, encierra y bloquea, pero, desde hace algún tiempo, por fin, la resistencia se está organizando en Europa y América, donde la opinión pública parecía condenada para siempre al letargo. Cada vez son más las voces que se alzan para denunciar el carácter odioso, despreciable y mortífero que subyace en la ideología globalista. La tarea de regeneración es a todas luces inmensa y no ha hecho más que empezar. Centrado en la historia contemporánea de Francia y España, este libro está firmemente enraizado en ese movimiento antitotalitario de liberación y emancipación de los pueblos. Examina una treintena de temas especialmente controvertidos, pone en tela de juicio muchos de los prejuicios y mitos que se han reproducido una y otra vez, y contribuye así a deconstruir la propaganda de los «deconstructores».
«A modo de introducción, hagamos dos tipos de reflexiones. Primero, sobre los frecuentes ataques a los principios de la investigación histórica y los peligros de la ideología del gran mortero globalista, y, segundo, sobre el declive lento pero tangible de Europa y Occidente». Así presenta Arnaud Imatz su último trabajo, «Resistir a lo políticamente correcto en la historia», un conjunto de hitos para un conocimiento no contaminado por la ideología globalista. El prólogo es de Dalmacio Negro Pavón, con nueve reflexiones, y el lector descubrirá que está ante un fino análisis de la realidad política y cultural que nos rodea.
El marco ético y los métodos de la investigación histórica, ampliamente aceptados durante el siglo XX, a pesar de los desastrosos avatares del totalitarismo socialista-marxista y nacionalsocialista, sufren hoy día singulares desviaciones y distorsiones. Como señala, cada vez son más pisoteadas por los diversos activistas de la globalización feliz y de la utopía diversitaria, atrincherados en los círculos político-financieros, mediático-culturales, académicos y universitarios.
Así, el debate histórico se vuelve cada día más difícil puesto que los inquisidores y censores modernos pretenden aceptarlo solo a partir de la posición «nosotros defendemos el Bien, nosotros poseemos la Verdad».
Rechazar la fatalidad de la dependencia de los mercados financieros y negarse simultáneamente a propugnar la utopía del mundo «diverso», «multicultural», sin raza, sexo, nación ni cultura, es exponerse ipso facto a ser declarado racista, xenófobo, odioso, violento, machista o ultraderechista, y, en consecuencia, el resultado es ser expulsado del campo de la respetabilidad política y mediática. La policía del pensamiento único vigila, encierra y bloquea, pero, desde hace algún tiempo, por fin, la resistencia se está organizando en Europa y América, donde la opinión pública parecía condenada para siempre al letargo. Cada vez son más las voces que se alzan para denunciarlo, como es el caso de Imatz.

La intención de este trabajo es poder regenerar todo esto, y lo hace comenzando por la historia contemporánea de Francia y España. Examina una treintena de temas especialmente controvertidos, pone en tela de juicio muchos de los prejuicios y mitos que se han reproducido una y otra vez, y contribuye así a deconstruir la propaganda de los «deconstructores». Se divide en dos partes, centradas fundamentalmente en el siglo XX, el siglo de las ideologías: la primera sobre la vida política francesa, la segunda la sombra de Descartes es alargada, cada parte tiene exactamente 16 capítulos, pues el 33 -decimoséptimo de la segunda- es una entrevista. La entrevista es realizada por Fernando Vaquero Oroquieta y se titula «España y Europa, radiografía por un hispanista francés».

Las ideas dirigen la historia. Pero como dice Arnaud Imatz, para el historiador de las ideas, hay muy pocas ideas nuevas. Lo nuevo es la presentación, así que este libro es una sólida reflexión sobre las causas de la situación histórico-política de Francia en relación con la de España desde el punto de vista de la historia de las ideas políticas, fundamentada en una impresionante serie de datos. El resultado es una invitación al lector a reflexionar también sobre el futuro inquietante de estas dos grandes naciones. Futuro que es también el de Europa y de lo que puede llamarse todavía la Cristiandad.

¿Por qué eligió un título tan contundente? ¿Cree que refleja la polarización actual en el debate histórico?

Como muchos observadores, historiadores y politólogos, tanto de Europa como de Occidente, creo que ya es hora de que despertemos y dejemos de engañarnos a nosotros mismos. Se necesita un verdadero “electroshock” y si con el título Resistir a lo políticamente correcto en la historia y el subtítulo Hitos para un conocimiento no contaminado por la ideología globalista logro despertar el interés de unos cuantos potenciales lectores ¡Laus Deo!

Todos sabemos, más o menos, lo que significa la expresión “políticamente correcto”. Teóricamente se refiere a una forma de lenguaje o discurso normativo que pretende no herir a nadie, en particular a los grupos minoritarios percibidos como víctimas, excluidos o discriminados. Venida de Estados Unidos a principios de los años 1990, dicha expresión no ha parado de expandirse en toda Europa. Ocurrió tras la caída del Muro de Berlín y el fin de la URSS y con ello el descrédito del socialismo marxista. Y también se agravó cuando en la década 2010 la izquierda socialista europea decidió abandonar la defensa prioritaria de las clases populares -obreros y empleados-, para recurrir a un nuevo tipo de electorado supuestamente mayoritario (burguesía urbana globalista, jóvenes diplomados, feministas radicales, minorías de barrios de inmigrantes, descolonialistas, proimmigracionistas, islamoizquierdistas, etc.). El resultado ha sido catastrófico.

Por supuesto lo políticamente correcto tiene defensores “vergonzosos” o “camuflados” que suelen relativizar el concepto. Dicen que no se trata de algo absoluto sino de una simple relación social cambiante; en el fondo, no pasaría de ser una especie de moda. Lo políticamente correcto (la realidad y no el vocablo) habría siempre existido. Solo sería un consenso sobre lo que es aceptable y lo que no en la sociedad. Pero naturalmente ellos niegan o se cuidan de no decir que el uso de la palabra conlleva una burda, constante y extrema distorsión de la realidad y peor aún, una terrible restricción de la libertad de expresión.

Como bien dijo el novelista Michel Houellebecq: “Hay que ser al menos tan cauteloso en una entrevista como en una investigación policial”. (18.09.2024, JD News). Los censores, neoinquisidores vigilan, controlan… Muy significativamente, estos guardianes o defensores de su “democracia elitista” (la cual no pasa de ser un oxímoron) afirman constantemente, con evidente mala fe, su determinación de combatir la desinformación y defender el Estado de Derecho. Para eso amenazan, sancionan, multan e imponen penas de prisión a sus opositores. Instrumentalizan a diario el cacareado delito de odio o la acusación de complotismo. En fin, si los tiranos torpes usan bayonetas, nuestros nuevos tiranos usan e instrumentalizan el derecho.

Ese nocivo ambiente se repercuta por supuesto en la enseñanza y en la investigación, especialmente en los campos de la historia de las ideas y de los hechos, ámbitos que me son más familiares. El método científico, la tradición de rigor y probidad invocados y repetidos como mantras, están continuamente burlados. Cuando se acepta el debate partiendo de la posición de que “sólo nosotros podemos presentar argumentos racionales o pertinentes, sólo nuestras palabras son legítimas, solo nosotros poseemos la verdad porque lo que decimos es lo correcto históricamente” entonces, por definición, ya no hay debate. No se puede pretender monopolizar el debate y hacer un uso terrorista de argumentos “científicos” y “seudocientíficos” sin caer fuera del ámbito de la investigación seria y, en última instancia, de la democracia.

En definitiva, mi libro es una llamada a la resistencia contra todo lo históricamente correcto en la historia y, ante todo, una exhortación a defender la libertad de expresión. Deconstruye metódicamente un buen número de prejuicios, falacias y leyendas propagados incansablemente por los relatos ideológicos de moda. Es una defensa firme y decidida de la historia de los pueblos de Europa y Occidente, frente a los “memoricidios” cometidos por legiones de activistas, periodistas y académicos, woke, islamoizquierdistas, LGBT, racialistas, ecologistas-punitivistas y otros progresistas extremistas con el beneplácito o la connivencia de gran parte de las élites políticas, económicas y mediáticas europeas.

En el libro menciona la «policía del pensamiento único». ¿Podría explicar cómo se manifiesta actualmente en el ámbito académico e historiográfico?

A lo largo de las últimas décadas, muchos autores y personalidades “no conformistas” han sido declarados injustamente racistas, xenófobos, violentos, conspiracionistas, machistas, sexistas, extremistas, fascistas o nazis, y en consecuencia, han sido expulsados del campo de la respetabilidad política y mediática, simplemente por haber rechazado la fatalidad de la dependencia de los mercados financieros, defendido el poder adquisitivo del pueblo y, al mismo tiempo, reivindicado la identidad de los pueblos frente a la utopía globalista de un mundo “diverso”, multicultural, sin raza, sexo, nación, identidad o cultura. La policía del pensamiento del sistema bloquea eficazmente cualquier actitud que considera perjudicial o desafortunada. Podría citar muchísimos ejemplos de prestigiosos autores, periodistas y académicos víctimas de la censura y del odio “progresista”. Me limitare aquí a recordar los nombres de Michel Onfray (proudhoniano, antimarxista y soberanista), Sylviane Agacinski (filósofa feminista, mujer del ex primer ministro socialista Lionel Jospin, opuesta al “alquiler de vientres”), Florence Bergeau-Blaker (la antropóloga especialista en los Hermanos Musulmanes), Mathieu Bock Côté (critico agudo de la teoría del racismo sistémico) … o, en España, los nombres de Pío Moa (bestia negra de la “progresía”), Gustavo Bueno o Pedro Carlos González Cuevas. Conservo en mi archivo personal la copia de una carta del presidente de la Universidad Paris-Sorbona (B. Jobert) rechazando con hipocresía y mero formalismo (para mayor vergüenza, en nombre de la “pluralidad”, de la “libertad” y del “orden público”) la petición de una asociación estudiantil gaullista de una sala para un debate sobre mi libro Droite-Gauche sortir de l’équivoque (13 décembre 2016)… Y sin embargo, unos días antes se había concedido un auditorio a un escritor abiertamente islamista…

¿Cómo describe la relación entre la ideología globalista y esta interpretación de la historia?

Al parecer, un día Napoléon dijo: “Un buen resumen vale más que mil palabras”. Parafraseándolo diré que “una buena imagen vale más que un largo discurso”. Les remito por lo tanto a la ceremonia de inauguración de los juegos olímpicos de Paris 2024, con la triste burla de la última cena de Jesucristo. Sepan que el director artístico Thomas Jolly y el principal coautor de la ceremonia, el historiador Patrick Boucheron, son dos globalistas partidarios de Macron. Patrick Boucheron se hizo conocer denunciando y estigmatizando a Sylvain Gougenheim, “el Serafin Fanjul francés”, por ser el autor del libro Aristóteles y el islam. Las raíces griegas de la Europa cristiana. Director de una obra de ideología marcadamente globalista “Historia mundial de Francia” celebrada por la propaganda “macroniana”, Boucheron ha sido nombrado “por sus méritos” profesor en el Collège de France.

Usted menciona una creciente resistencia en Europa y América. ¿Qué formas concretas está tomando esta resistencia? ¿Qué papel juegan los historiadores en ella?

No hay acción sin reflexión. El papel del historiador es secundario, pero esencial. Numerosísimos libros, artículos, programas de televisión y comentarios en las redes sociales, especialmente desde hace diez años, dan testimonio de esa nueva resistencia ya imparable. En mi libro espero haber dado una buena visión general de ellos. El mundo “postwestfaliano” del fin de la Historia y la presunta “globalización feliz” ha muerto. La historia de las naciones soberanas e independientes vuelve con fuerza. Vuelve, reavivada por el enfrentamiento chino-estadounidense y la creciente desafección de la comunidad internacional hacia Occidente.

Por supuesto, no ignoro ni puedo ignorar la reelección de Donald Trump, que representa una rotunda victoria del pueblo de Estados Unidos frente a las fuerzas antidemocráticas del Estado profundo aliado del «wokismo», a su vez apoyado por los neoconservadores belicistas del Partido Demócrata y otros pseudoprogresistas. Sé que Trump defiende los intereses de Estados Unidos y de los norteamericanos, y que éstos no son los de las naciones europeas ni los de los pueblos europeos, pero también sé que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”. Dios quiera que Trump actúe como revulsivo y ayude a las naciones y pueblos europeos a emanciparse de la sumisión a los dictados de la UE. Esperemos que recuperen por fin sus soberanías nacionales y sus auténticas democracias.

Francia y España: ¿Por qué decidió centrar su análisis en estos dos países? ¿Qué similitudes y diferencias encuentra en sus contextos históricos y la manera en que enfrentan la corrección política?

Habiendo nacido y vivido toda mi juventud, como mis antepasados, en el País Vasco a orillas del Bidasoa sobra decir que los dos países que mejor conozco y que más quiero son Francia y España. Son países y naciones que tuvieron su época de gloria y que hoy, en el siglo XXI, se ven lamentablemente reducidos al papel de figurantes sumisos en la escena internacional. Tienen en común la misma mediocridad de la mayoría de sus élites políticas, económicas y culturales y la misma propensión a absorber lo peor de Estados Unidos con diez años de retraso. Y esto para no hablar del activismo y de la ideologización de los jueces y magistrados y aun menos de la mediocridad moral insondable que afecta a sus oligarquías: consumo expandido de cocaína, pedofilia endémica, silencio sobre los abusos en la educación sexual de niños prepúberes, conversión del aborto en supremo tabú… (que yo sepa, no les afectó en absoluto que el aborto hasta los nueve meses haya sido autorizado en Minnesota, bastión del gobernador y fallido candidato demócrata a la vicepresidencia Tim Walz). Y, ¿qué decir de los pueblos europeos? Para ser caritativo, solo subrayemos que estos no tienen nada que ver, ni de lejos, con los hombres que se sacrificaron luchando contra las tropas de Napoleón o los que dieron sus vidas en las trincheras de Verdún… Mejor no insistir. No creo exagerar mucho si añado que desgraciadamente la situación es similar en el resto de Europa Occidental. Quieren que Ucrania luche contra los “odiados” rusos, pero únicamente … hasta el último ucraniano.

¿Qué narrativas históricas cree que han sido más distorsionadas por la corrección política?

¡Muchas! ¡Muchísimas! En este libro examino más de treinta temas seleccionados entre los más significativos y controvertidos de los siglos XX y XXI: Revolución Francesa, Revolución Rusa, Guerra Civil de España, derechos humanos, laicismo, liberalismo, nacionalismo, fascismo, gaullismo, protestas de 1968, populismo, oligarquismo, realismo político, modelo demo-liberal, crítica a la división derecha-izquierda, tradicionalismo católico, democristianismo, nacional-sindicalismo, franquismo, separatismo, al-Andalus, la Leyenda Negra, etc. También aprovecho la ocasión para recordar unas cuantas biografías de figuras intelectuales y políticas destacadas, como José Antonio Primo de Rivera, Melchor Rodríguez, Federico García Lorca, Dionisio Ridruejo, Clara Campoamor o Mercedes Formica.

¿Qué opina sobre el papel de las universidades en la promoción o censura de ciertas ideas históricas?

Es sencillamente patético. Va en contra de siglos de tradición occidental. Hannah Arendt decía, con valentía moral y lucidez, que las personas más fácilmente subyugadas, aterrorizadas y sometidas son los profesores, escritores, periodistas y artistas. Así que entre ellos no sólo existe la censura impuesta por la minoría activista, sino también la autocensura ejercida sobre uno mismo por la mayoría.

¿Cómo influyen los medios de comunicación en la construcción de una narrativa histórica dominante?

Bueno, los grandes medios de comunicación siempre han pretendido ser neutrales y nunca militantes. Pero, en realidad, seleccionan las informaciones, las destacan en mayor o menor medida, optan por difundir un mensaje más o menos orientado o tendencioso, y al final sirven a una determinada comunicación política o defienden unas ideologías. Afortunadamente, hoy en día los medios de comunicación mainstream, convencionales o dominantes, están siendo desafiados por sitios web o diarios en Internet y por las redes sociales, cada vez más favorecidos por los jóvenes para informarse. Los defensores del statu quo y del sistema no cesan de denunciar los excesos de las redes sociales, la fragmentación de la opinión pública, el resurgimiento de las teorías de la conspiración, la manipulación y la difusión de información falsa (fake news), y claman por la regulación (por no decir censura) de los servicios digitales, pero la suerte está echada y la libertad sólo puede reprimirse durante cierto tiempo.

¿Podría citar algunos ejemplos de historiadores y politólogos actuales o del pasado que han resistido lo políticamente correcto y han marcado una diferencia en la disciplina?

Hace unas pocas semanas publicaron en París una versión francesa del apasionante libro del argentino Marcelo Gullo Nada por lo que pedir perdón. En la “Introducción para el público francés” aproveche la circunstancia para dar una lista no exhaustiva de los autores importantes que han tratado el tema polémico de la “Leyenda negra”, es decir, por una parte, americanos, hispanoamericanos y europeos como Rómulo D. Carbia, Sverker Arnoldsson, Charles F. Lummis, Philip Wayne Powell, Charles Gibson, James Brown Scott, Lewis Hanke, William S. Maltby, William Thomas Walsh, Stanley Payne, Henri Pirenne, John Elliott, Hugh Thomas o Robert Goodwin y, por otra parte, españoles, como Elvira Roca Barea, Alberto G. Ibañez, Luis Suarez, Serafín Fanjul, Rafael Sánchez Saus, Iván Vélez, José Antonio Vaca de Osma, Pedro Insua, Pedro Fernández Barbadillo, Javier Esparza, Pío Moa, Javier Rubio Donzé, Adelaida Sagarra Gamazo, etc.

Imagínese si intentara hacer lo mismo con todos los temas que he tratado, esto se volvería pesado e interminable. Lo que sí puedo y quiero hacer es rendir homenaje a cuatro maestros contemporáneos no solo por la importancia de sus obras sino por la valentía intelectual que demostraron a lo largo de sus vidas. Son el historiador e hispanista Pierre Chaunu (que ya denunciaba el colapso demográfico de Europa en 1976 levantando la ira de sus adversarios), y tres grandes politólogos realistas: los franceses Julien Freund y Jules Monnerot y el español Dalmacio Negro, quien me hizo el honor de prologar ese libro.

Arnaud Imatz es historiador universitario francés, doctor de Estado en Ciencias Políticas y diplomado en Derecho y Ciencias Económicas. Es también Académico Correspondiente extranjero de la Real Academia de la Historia y empresario. Estudioso del mundo hispánico, ha publicado una docena de libros y ha colaborado con numerosos ensayos y artículos en revistas europeas y americanas.

IUSTITIA EUROPA. SÉ PROTAGONISTA DEL CAMBIO

La voz de los ciudadanos tiene que oírse. España necesita una transformación profunda y urgente. Necesitamos un Reinicio Moral que devuelva la decencia y el compromiso real con la ciudadanía. Los ciudadanos nos negamos a continuar con esa política de confrontación que nos enfrenta entre ciudadanos. La corrupción de este régimen no es solo política sino moral. Se está destruyendo nuestras instituciones y nuestra sociedad.

VER+:












martes, 28 de enero de 2025

EUGENIO MONTEJO, POETA CÓSMICO DE VENEZUELA 🌌

Eugenio Montejo (Caracas, 1938 – Valencia, 2008). Poeta y ensayista venezolano. Publicó, entre otros, los libros Elegos en 1967, Muerte y memoria en 1972, Algunas palabras en 1977, Terredad en 1978, Trópico absoluto en 1982, Alfabeto del mundo en 1986 y Chamario en 2003. También escribió los ensayos La ventana oblicua en 1974, El taller blanco en 1983 y El cuaderno de Blas Coll en 1981. Fue fundador de la revista Azar Rey y cofundador de la Revista Poesía de la Universidad de Carabobo. En 1998 recibió el Premio Nacional de Literatura de Venezuela y en 2004 el Premio Internacional Octavio Paz de Poesía y Ensayo. Se desempeñó como investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos de Caracas (CELARG), profesor universitario y gerente literario de la editorial Monte Ávila de Venezuela. También trabajó en la embajada de Venezuela en Portugal en varias ocasiones. Como dato curioso, uno de sus poemas es citado en la película 21 gramos del director mexicano Alejandro González Iñárritu.
Algunas palabras

Algunas de nuestras palabras
son fuertes, francas, amarillas,
otras redondas, lisas, de madera…
Detrás de todas queda el Atlántico.

Algunas de nuestras palabras
son barcos cargados de especias;
vienen o van según el viento
y el eco de las paredes.

Otras tienen sombras de plátanos,
vuelos de raudos azulejos.
El año madura en los campos
sus resinas espesas.

Palmeras de lentos jadeos
giran al fondo de lo que hablamos,
sollozos en casas de barro
de nuestras pobres conversas.

Algunas de nuestras palabras
las inventan los ríos, las nubes.
De su tedio se sirve la lluvia
al caer en las tejas.

Así pasa la vida y conversamos
dejando que la lengua vaya y vuelva.
Unas son fuertes, francas, amarillas,
otras redondas, lisas, de madera….
Detrás de todas queda el Atlántico.

De Antología histórica de la
poesía venezolana del siglo XX (2001)

***
Adiós al siglo XX

a Alvaro Mutis

Cruzo la calle Marx, la calle Freud;
ando por una orilla de este siglo,
despacio, insomne, caviloso,
espía ad honorem de algún reino gótico,
recogiendo vocales caídas, pequeños guijarros
tatuados de rumor infinito.
La línea de Mondrian frente a mis ojos
va cortando la noche en sombras rectas
ahora que ya no cabe más soledad
en las paredes de vidrio.
Cruzo la calle Mao, la calle Stalin;
miro el instante donde muere un milenio
y otro despunta su terrestre dominio.
Mi siglo vertical y lleno de teorías…
Mi siglo con sus guerras, sus posguerras
y su tambor de Hitler allá lejos,
entre sangre y abismo.
Prosigo entre las piedras de los viejos suburbios
por un trago, por un poco de jazz,
contemplando los dioses que duermen disueltos
en el serrín de los bares,
mientras descifro sus nombres al paso
y sigo mi camino.

***
Terredad

Estar aquí por años en la tierra,
con las nubes que lleguen, con los pájaros,
suspensos de horas frágiles.
Abordo, casi a la deriva,
más cerca de Saturno, más lejanos,
mientras el sol da vuelta y nos arrastra
y la sangre recorre su profundo universo
más sagrado que todos los astros.

Estar aquí en la tierra: no más lejos
que un árbol, no más inexplicables;
livianos en otoño, henchidos en verano,
con lo que somos o no somos, con la sombra,
la memoria, el deseo hasta el fin
(si hay un fin) voz a voz,
casa por casa,
sea quien lleve la tierra, si la llevan,
o quien la espere, si la aguardan,
partiendo juntos cada vez el pan
en dos, en tres, en cuatro,
sin olvidar las sobras de la hormiga
que siempre viaja de remotas estrellas
para estar a la hora en nuestra cena
aunque las migas sean amargas.

De Terredad (1978)
***
La poesía

La poesía cruza la tierra sola,
apoya su voz en el dolor del mundo
y nada pide
ni siquiera palabras.

Llega de lejos y sin hora, nunca avisa;
tiene la llave de la puerta.
Al entrar siempre se detiene a mirarnos.
Después abre su mano y nos entrega
una flor o un guijarro, algo secreto,
pero tan intenso que el corazón palpita
demasiado veloz. Y despertamos.

***
Escritura

Alguna vez escribiré con piedras,
midiendo cada una de mis frases
por su peso, volumen, movimiento.
Estoy cansado de palabras.

No más lápiz: andamios, teodolitos,
la desnudez solar del sentimiento
tatuando en lo profundo de las rocas
su música secreta.

Dibujaré con líneas de guijarros
mi nombre, la historia de mi casa
y la memoria de aquel río
que va pasando siempre y se demora
entre mis venas como sabio arquitecto.

Con piedra viva escribiré mi canto
en arcos, puentes, dólmenes, columnas,
frente a la soledad del horizonte,
como un mapa que se abra ante los ojos
de los viajeros que no regresan nunca.

***

Los ausentes

Viajan conmigo mis amigos muertos.
Adonde llego, van por todas partes,
apresurados me siguen, me preceden,
gentiles, cómodos e incómodos,
en grupos, solos, conversando, paseando.
A mi paso se mezclan sus huidizos colores
hasta envolverme en un lento crepúsculo…
Tantos y tantos, cada quien en su estatua,
y en torno siempre las máscaras del sueño.
Y mi estatua también a su lado, flotando.
Muertos de nunca habernos muerto,
de estar en algún tiempo, en algún parque,
juntos y apartes, conformes, inconformes,
mudos, charlando, con voces, sin voces,
en verdad ya ni vivos ni muertos:
algo intermedio que tampoco es estatua,
aunque tengamos ya de piedra los ojos
y unos y otros nos sigamos, corteses polémicos,
contentos de estar en la tierra y de no estar en ella,
en eternas tertulias donde, se hable o no se hable,
todo queda para después o para antes,
para cuando no sabíamos que después era entonces
ni que nuestras sombras de pronto levitaban
visibles e invisibles en el aire.

Un instante de nuevo me reúno con ellos,
conversando otra vez esta tarde, tan tarde,
en un Café de ruidos urbanos, suburbanos…
Es decir, bebiendo sin beber, un poco abstemios,
pues los muertos no beben, pero beben a veces,
juntos y alegres, aunque no tanto, sino alegres,
con un trago o ninguno, pero con un trago,
creyendo que el tiempo ya pasó y no ha pasado,
y por eso pasó sin pasar, es decir, nunca pasa.
Cada quien con un whisky sin hielo o con hielo,
más cálido que frío, sin instante un instante,
con el recuerdo que nada recuerda esta tarde
y por eso se acuerda ahora de todo…
Bebiendo con ellos que fuman y charlan,
que parten y vuelven, dialogan, discuten,
hablando por hablar y a veces por no hablar,
hasta decirnos qué de Picasso hay en la ausencia,
cuánto cubismo en la manera de alejarnos,
el modo de mirarnos con ojos verticales
y saludarnos con la mano a la inversa,
la forma de beber un solo vaso roto
que ya no tiene vidrio ni licor ni volumen
el modo de no beber creyendo que se bebe
y seguir todos juntos ahora que estoy solo.

*
Ningún amor cabe en un cuerpo solamente

Ningún amor cabe en un cuerpo solamente,
aunque abarquen sus venas el tamaño del mundo;
siempre un deseo se queda fuera,
otro solloza pero falta.

Lo sabe el mar en su lamento solitario
y la tierra que busca los restos de su estatua;
no basta un solo cuerpo para albergar sus noches,
quedan estrellas fuera de la sangre.

Ningún amor cabe en un cuerpo solamente,
aunque el alma se aparte y ceda espacio
y el tiempo nos entregue la hora que retiene.
Dos manos no nos bastan para alcanzar la sombra;
dos ojos ven apenas pocas nubes
pero no saben dónde van, de dónde vienen,
qué país musical las une y las dispersa.
Ningún amor, ni el más huidizo, el más fugaz,
nace en un cuerpo que está solo;
ninguno cabe en el tamaño de su muerte.

***
La casa

En la mujer, en lo profundo de su cuerpo
se construye la casa,
entre murmullos y silencios.
Hay que acarrear sombras de piedras,
leves andamios,
imitar a las aves.
Especialmente cuando duerme
y en el sueño sonríe
—nivelar hasta el fondo
no despertarla;
seguir el declive de sus formas
los movimientos de sus manos.
Sobre las dunas que cubren su sueño
en convulso paisaje,
hay que elevar altas paredes,
fundar contra la lluvia, contra el viento,
años y años.
Un ademán a veces fija un muro,
de algún susurro nace una ventana,
desmontamos errantes a la puerta
y atamos el caballo.
Al fondo de su cuerpo la casa nos espera
y la mesa servida con las palabras limpias
para vivir, tal vez para morir,
ya no sabemos,
porque al entrar nunca se sale.

***
Ulises

Barcos que veo allá lejos, balanceándose
cerrados como libros hace mucho leídos
¿Qué dicen, qué no dicen? —Hoy hablo griego
a bordo del primero que parta. Soy Ulises.

Barcos que cierro los ojos para ver
dentro de mí con la añoranza de sus Ítacas.
No sé en cuál voy, en cuál de tantos leo a Homero,
el biógrafo de mis nativos horizontes,
ahora que llevo un poco de café para los dioses
que nos prometen un viaje propicio.

Soy o fui Ulises, alguna vez todos lo somos;
después la vida nos hurga el equipaje
y a ciegas muda los sueños y las máscaras.
Mi corazón ya leva el ancla. Estoy a bordo.
Cuando distinga la voz de las sirenas
en altamar, al otro lado de las islas,
sabré por fin qué queda en mí de Ulises.

De Alfabeto del mundo (1986)

***
Final sin fin

…Y yo me iré
J.R.J.

La que se irá al final será la vida,
la misma vida que ha llevado nuestros pasos
sin tregua a la velocidad de su deseo.
Se llevará también todas sus horas
y los relojes que sonaban y el sonido
y lo que en ellos siempre estuvo oculto
sin ser tiempo ni trastiempo…
Cuando haya de partir –se irá la vida,
ella y su música veloz entre mis venas
que me recorre con remotos cánticos,
ella y su melodiosa geometría
que inventa el ajedrez de estas palabras.

De todo cuanto miro en este instante
será la vida la que parta para siempre o para nunca,
es decir, la que parta sin partir, la que se quede
y con ella mi cuerpo noche y día,
siguiéndolas en sus luces y sus sombras…
Si, tal vez nadie se aleje de este mundo,
aunque se extinga cada quien en su momento.
—Nos iremos sin irnos,
ninguno va a quedarse ni va a irse,
tal como siempre hemos vivido
a orillas de este sueño indescifrable,
donde uno está y no está y nadie sabe nada.



Terredad Montejo.pdf by newton696


Alfabeto del mundo, Eugenio... by Sergio J. Monreal


Algunas palabras, de Eugeni... by Alejandro Useche