"Somos seres condicionados pero no determinados".
Paulo Freire
Javier Pérez Castells, químico orgánico:
la dinámica cerebral no anula el libre albedrío
Quienes niegan la libertad con el determinismo neuronal «buscan acabar con la responsabilidad moral»
La creencia de que el comportamiento del hombre está esencialmente determinado por la química de su cerebro no se sostiene con los datos reales de la neurología.La creencia de que el comportamiento del hombre está esencialmente determinado por la química de su cerebro no se sostiene con los datos reales de la neurología.
Benjamin Libet descubrió que la actividad cerebral inconsciente que conduce a una sencilla decisión como la de mover un dedo comienza aproximadamente medio segundo antes de que el sujeto sienta haber tomado tal decisión. Esta actividad cerebral no consciente previa no tiene, sin embargo, por qué ser decisoria, como avalan algunos trabajos recientes, lo que ha animado a algunos neurocientíficos a afirmar que la libertad está menos limitada de lo que se pensaba.
De todo el conocimiento que se está desarrollando sobre el sistema nervioso, los ojos de mucha gente están puestos en un elemento crucial. La clave de una bóveda que, en caso de eliminarse, produciría el derrumbamiento de toda una forma de ver el mundo y del propio concepto de persona. Si los impulsos eléctricos y químicos son responsables automáticos de la activación de las neuronas y nuestros pensamientos son resultado de la activación de conjuntos de neuronas, ¿está todo lo que hacemos y pensamos determinado? ¿Es nuestra capacidad de decisión una mera ilusión? ¿Somos máquinas de carne? Y si es así, ¿qué sentido tiene un Dios personal y amoroso?
La pregunta por el libre albedrío se convierte para muchos en la pregunta por Dios. Muchos fisicalistas ateos saben que, eliminando el libre albedrío, se cobran otras dos piezas de enorme importancia: la responsabilidad moral y la religión. Y por eso esta cuestión ha suscitado el interés de todos ellos. Ante cualquier resultado científico, por preliminar que sea, las posturas fisicalistas no solo concluyen que el libre albedrío es una ilusión, sino que certifican el fin de la responsabilidad, la culpabilidad, la imputabilidad y el pecado. Al declarar inexistente este último, de paso, creen golpear la base de las religiones. Este es actualmente el carro de batalla más caliente en la fricción entre ciencia y fe.
El experimento de Libet marcó el principio de la investigación sobre el libre albedrío. En este experimento se descubrió que la actividad cerebral inconsciente que condujo a una sencilla decisión consciente, como la de mover un dedo, comenzaba aproximadamente medio segundo antes de que el sujeto sintiera que había tomado tal decisión. Experimentos posteriores utilizando resonancia magnética funcional han corroborado este hallazgo. Esta actividad cerebral no consciente previa a la toma de decisiones no tiene, sin embargo, por qué ser necesariamente decisoria. Además, los impulsos inconscientes para llevar a cabo un acto volitivo podrían estar abiertos a la supresión por los esfuerzos conscientes del sujeto (capacidad de veto), tal y como avalan algunos trabajos recientes. Esto último ha animado a algunos neurocientíficos a afirmar que la libertad está menos limitada de lo que se pensaba.
El indeterminismo cuántico
Lo anterior se refiere a decisiones sencillas. Respecto a las decisiones complejas, que afectan a nuestra estrategia de vida, el asunto se ha tratado tradicionalmente con modelos en dos etapas. Existiría una fase inconsciente de generación de alternativas o consideraciones, seguida de un proceso de selección más consciente. Pensadores como Poincaré, Popper, Compton, Eccles o Denett han elaborado sus modelos que incorporan en muchos casos la indeterminación cuántica como el origen de la indeterminación decisoria. Sería necesario explicar cómo se produce la amplificación o ascenso de los eventos cuánticos microscópicos hasta llegar a afectar a las decisiones complejas. Para John Searle el cientifismo actual expresa que el mundo es un conjunto sin sentido de partículas que se organizan en sistemas cada vez más complejos hasta llegar a producir cosas como nosotros mismos. A esta proposición se le opone nuestra sensación constante de que somos seres conscientes, racionales, pensantes, intencionales y libres.
Para conciliar ambas visiones Searle acepta que el indeterminismo cuántico debe ascender hasta llegar a condicionar el funcionamiento de las biomoléculas. Siguen la misma línea otros como Peter Tse que propone la sinapsis como un fenómeno cargado de indeterminismo. Para Searle, en el indeterminismo cuántico está en el origen de la conciencia y las decisiones libres lo heredan sin su aleatoriedad. El continuo neurobiológico puede parecer más plausible, lógico y de sentido común, pero el discontinuo del que habla Searle, que es compatible con el libre albedrío, también cuenta con indicios a su favor. Así, no existe ventaja evolutiva lógica para que se utilicen tantos recursos, tanta energía y tanto esfuerzo en la ilusión del libre albedrío.
Los cientifistas ateos pretenden demostrado o a punto de serlo el determinismo neuronal. Se basan en un conocimiento todavía precario del cerebro y en pruebas muy poco consistentes. Para que exista libertad es necesario pero no suficiente el azar, y como tal, muchos pensadores ofrecen vías para llevar el indeterminismo cuántico a la escala de la biología. De alguna forma habrá que entender cómo se desprende de la indeterminación la aleatoriedad. Esta cuestión en mi opinión excederá siempre del ámbito científico.
"Neuronas y libre albedrío", de Javier Pérez Castells.
Sobre neurociencia y libertad (Digital Reasons),
incide sobre esta cuestión.
“Ni siquiera sobre los psicópatas hay un acuerdo general sobre que haya desaparecido completamente el libre albedrío”, pero “hay quienes buscan acabar con conceptos como la responsabilidad moral y favorecer la práctica de políticas autoritarias”. Así lo sostiene el profesor Javier Pérez Castells, doctor en Química Orgánica y catedrático de dicha especialidad en la Universidad San Pablo-CEU, además de licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales.
-Neuronas y libre albedrío: ¿qué relación necesaria hay entre unas y otro?
-Todos nuestros procesos mentales, nuestros sentimientos, nuestros recuerdos y nuestros pensamientos, tienen una base física. Hay neuronas disparándose cada vez que pensamos, cada vez que decidimos. Y buena parte de la actividad cerebral es inconsciente.
»Para algunos esto significa que no hay nada más allá de la mecánica de las sinapsis y que, cuando decidimos, es siempre un proceso automático, derivado de una serie de condicionantes. Nosotros tan solo tendríamos una ilusión de libertad.
»Frente a estas posturas, que no se expresan en forma de opinión sino de afirmación científica, creo que es importante señalar que aún sabemos muy poco del cerebro. No conocemos en detalle el proceso de la decisión, no tenemos modelos plausibles sobre la conciencia y, por lo tanto, no hay suficiente bagaje para saber qué hace especial al ser humano, incluido el libre albedrío. No hay tales pruebas que indiquen que la libertad es una ilusión y no nos asusta saber que todo tiene una base física.
»Hay, al contrario, indicios muy claros que apoyan la existencia de un libre albedrío fuerte. El simple hecho de que exista esa presunta ilusión que todos tenemos es uno de ellos. ¿Por qué habría de desarrollarse un mecanismo, tan costoso evolutivamente hablando, como creer que somos libres, si no fuera real? Frente a posturas tan claras, y diría que anticuadamente deterministas, he querido escribir para mostrar que la libertad del ser humano no está amenazada por lo que dice la ciencia.
-¿Cree que está en peligro la libertad del ser humano con los planteamientos de la actual neurociencia?
-No, no lo creo. Pero sí que está en peligro la tranquilidad de mucha gente que querría seguir pensando que es libre, pero que se ven influidos por las opiniones e interpretaciones de algunos experimentos científicos. Hay que distinguir entre lo que es un resultado científico y lo que de él se interpreta. Cuando se bucea en los detalles se ve que no se ha demostrado nada concluyente acerca de la libertad del hombre.
-¿En qué modo y medida influyen los componentes biopersonales y biosociales en nuestro comportamiento?
-Por supuesto que influyen y mucho. Que el libre albedrío exista, no significa que no estemos condicionados. Nos condiciona nuestra genética, nuestro entorno, nuestra educación, nuestro estado de ánimo y las personas que nos rodean y mediatizan muchas de nuestras decisiones. Pero las diferencias de comportamiento entre distintos seres humanos ante situaciones similares y las decisiones que se toman contra todo pronóstico, contra la lógica, incluso contra la seguridad personal, son indicios que hablar en favor de la libertad.
»Muchas decisiones las tomamos de forma automática o como consecuencia directa de nuestros condicionamientos. Incluso esas pueden ser libres, porque surgen de automatismos creados a propósito por nosotros en el pasado, para disponer de más control sobre otros elementos del presente. Una preparación adecuada nos hace más libres y capaces de decidir liberándonos de lo que nos dirige.
»Pero, además, no todos los comportamientos son automáticos. Hay decisiones que deliberamos y ponemos en práctica tras un tiempo de reflexión tan largo como nosotros queramos. Y, finalmente, podemos revisar nuestras creencias y nuestros valores para producir cambios en decisiones del futuro.
Anthony Hopkins en "El silencio de los corderos" (1991), de Jonathan Demme. El doctor Hannibal Lecter es uno de los psicópatas más célebres de la historia del cine.
-En el sentido anterior, hay planteamientos que apuntan al determinismo en las conductas de determinados individuos, como los psicópatas, los drogodependientes, los que sufren distintas enfermedades psicológicas-psiquiátricas...
-En efecto, si todos estamos condicionados, mucho más aún lo están las personas que padecen alguna de estas condiciones. Estudiarlas es parte de lo que nos puede dar indicios, pero ni quisiera en los casos más graves, como el de los psicópatas, hay un acuerdo general sobre que haya desaparecido completamente el libre albedrío. Incluso el carácter del psicópata se va haciendo a lo largo de su vida y hay muchas pequeñas decisiones que harán bascular a esa persona hacia un ser más o menos malvado. Hay distintas opiniones de expertos en enfermedades mentales, sobre cuánto margen de maniobra les queda para modular esos impulsos negativos y ser mejores, dentro de las posibilidades que ellos tengan.
-A veces, se subraya la inexistencia de libertad humana por los condicionantes aludidos, porque se considera abstractamente que no tenemos libertad absoluta.
-Aquí tocamos con otro asunto interesante. Exactamente, ¿qué es lo que entendemos por libre albedrío? Los expertos dan una serie definiciones que muchas veces contrastan con la idea popular que tiene la gente sobre lo que es la libertad. Estos expertos se sorprenden cuando se pone un micrófono delante ciudadanos de la calle y se les pregunta por lo que consideran que es ser libre. Por eso hablar de libertad “absoluta” me parece complejo.
»En cualquier caso, diré que la libertad es algo que hay que trabajarse. Muchas personas viven mayoritariamente esclavas de sus propios deseos, manías, miedos, etc. La pereza y la falta de voluntad son muy importantes aquí, porque los circuitos neuronales que empleamos habitualmente nos suponen muy poco esfuerzo y, por tanto, es sencillo hacer lo de siempre, mantener nuestro cerebro adormecido, actuando de manera convencional.
»Cuando queremos tomar decisiones que implican comportamientos diferentes, sorprendentes, creativos, tenemos que esforzarnos para que en nuestro cerebro las cosas transcurran por caminos nuevos y eso es mucho menos cómodo que hacer lo de siempre. Por tanto, quizá pocas personas y en pocos momentos de la vida alcancen esa libertad absoluta.
Una cierta filosofía moral niega que el hombre sea libre en sus decisiones... pero exalta hasta el paroxismo la libertad absoluta para cualquier decisión suya.
-Esas posturas de quienes niegan la libertad parecen interesarles más que sea el Estado quien regule las conductas de los individuos en aras de una mayor cohesión social. ¿Qué opina al respecto?
-En efecto, esta pregunta toca con el verdadero interés que tienen muchos por declarar finiquitado el libre albedrío. Todos deberíamos preferir ser libres y no se entiende que haya personas que se empeñen en declarar lo contrario, con la escasez de pruebas científicas que hay. Por un lado, es claro que vende más decir que el hombre es una máquina de carne determinada que afirmar lo contrario, que es lo que está en el sentir de la mayoría.
»Pero, además, lo que realmente se busca es acabar con conceptos como la responsabilidad moral y favorecer la puesta en práctica de políticas autoritarias de un malentendido igualitarismo. Por ejemplo, sueldos iguales para todos, ausencia de castigos, impuestos desmesuradamente progresivos… Se confunde la necesaria igualdad de oportunidades, que todo estado debe procurar, con una injusta igualdad de retribución, independiente del esfuerzo y el sacrificio que cada cual le quiera poner a su vida. Si todo está determinado, no tengo la culpa de nada, ni siquiera de no esforzarme y me tienen que dar lo mismo que a todos…
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1-. Qué opina sobre el cerebrocentrismo. No cree que la neurociencia se quiere convertir en la madre y en el padre de las ciencias, matando a la filosofía. El estudio de la Neurociencia debe enfocarse sin perder de vista los problemas filosóficos que ella misma plantea.
2-. No piensa que una historia muy larga prueba que la ciencia jamás es inocente (Los científicos también tienen prejuicios, también tienen un cerebro imperfecto). Y que una ciencia completamente inductiva es un mito peligroso.
La neuroética es uno de los campos más fructíferos pero también más controversiales de las ciencias contemporáneas. Por una parte cuestiona las implicaciones éticas de los avances en neurociencias, y por otra busca explicar y resolver problemas que se consideran el núcleo de la condición humana: si aceptamos que el cerebro es el órgano de la individualidad y que de él surge nuestro comportamiento, debemos también reconocer que los avances neurocientíficos pueden ya informar sobre nuestras decisiones en materia de educación y de impartición de justicia. Es así que la neuroética tiene implicaciones prácticas en disciplinas como el derecho, la medicina, la economía, la educación y las ciencias de la comunicación, entre otras. Digamos que la neuroética tiene dos caras. En una de ellas las neurociencias informan sobre las capacidades de nuestro cerebro con el fin de sofisticar la discusión de problemas añejos que hasta hace pocos años eran restringidos a la filosofía, como lo son la autoconsciencia, el libre albedrío, la identidad, la intersubjetividad, la moralidad, la vida emocional y la cognición del mundo; y en la otra cara, cuestiona los valores, las normas y las prácticas en el uso de las tecnologías para manipular la función de nuestro de cerebro, por ejemplo:
¿es ético utilizar la información sobre el cerebro de una persona para influir en sus decisiones futuras?, ¿hasta qué punto el conocimiento neurocientífico nos llevaría al Mundo Feliz de aldous Huxley?, ¿quién debería tomar esas decisiones? Este libro es un testimonio de reflexiones y controversias surgidas del diálogo entre neurocientíficos y filósofos. Propone nuevos paradigmas para generar nuevos especialistas e instalar nuevas visiones en las ciencias analíticas y empíricas, en las naturales y en las sociales. Nos une a los esfuerzos humanos por comprender el sentido de la existencia y la vida.
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