EL Rincón de Yanka: ¡EPA ISIDORO!: EL ÚLTIMO COCHERO. UN CANARIO EN CARACAS

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viernes, 2 de noviembre de 2018

¡EPA ISIDORO!: EL ÚLTIMO COCHERO. UN CANARIO EN CARACAS




La elegancia de Isidoro y su Coche

Isidoro Cabrera, era un hombre elegante, ligeramente gordo de buen vestir y mejor trato, supo codearse con lo mejor de la época, fue testigo de muchos amores y galanteos, guardo grandes secretos, en los paseos que a cualquier hora de la madrugada hacia por las calles de aquella ciudad de los techos rojos, fría, bañada por la brisa que bajaba del Ávila.
Él y Billo simpatizaron desde el primer día, nació una amistad que les duro hasta la muerte.
En las décadas de los años 40 y 50, llevaba y esperaba a Billo en todas las presentaciones y fiestas que tenia, disfrutaban el paseo con guitarras y amores.
Fue testigo mudo de los amores y conquistas de los patiquines y pájaro bravo de ese entonces, pero su hermano del alma fue el músico.

Comenta el Cronista Román Martínez Galindo, que Billo le relató cómo fue el primer encuentro con Isidoro y su coche. Corría el año 1938, la orquesta que amenizaba a Caracas se llamaba la Billo’s Happy Boys”, la fiesta más importante de la época se hizo en el “Club Paraíso”, asistió como invitado de honor el general Eleazar López Contreras, presidente de la República.
Billo, un joven inquieto y enamoradizo de 22 años, cuenta que a la medianoche llegó a la mansión “en su regio y señorial coche refulgente de rojo, con lujosos asientos tapizados en cuero negro, tirado por un enjaezado muy bien cuidado caballo alazano engalanado con gríngolas bordadas de azules arabescos andaluces y el cochero conductor de aquel carruaje que parecía salido de una novela de Alejandro Dumas, el famoso cochero Isidoro”.
Luis María Frómeta Pereira (conocido como Billo Frómeta), inmortalizó a Isidoro Cabrera, lo conoció cuando tenía 22 años en 1938, desde esa noche el cochero lo acompañó hasta el final de sus días.
En diciembre de 1963, Caracas perdió a uno de sus iconos, Billo sintió la despedida del amigo, llego a exclamar “porque te vas, sin esperar el Cuatricentenario de Caracas”.
Su saludo siempre fue ¡Epa Isidoro!, le compuso una canción para que no pasara al olvido y lo inmortalizo.
Billo no era cantante, era director, no cantaba nada.
Pero en 1970, en una fiesta se paro ante el micrófono y cantó, le salió del alma “Epa Isidoro”, no estaba en la programación, todos los músicos quedaron asombrados, le hicieron el coro, todos pararon de bailar y empezaron a cantar y aplaudir, el éxito fue total, parecía que el espíritu del cochero se había posesionado del músico.
Desde ese día en todas sus presentaciones y bailes era y es hoy, una canción obligada en el repertorio:


El caballero andante era pulcro en el vestir y sus modales “vestía de rigurosa etiqueta, tocado por un sombrero a lo gentleman londinense, anudaba corbata y hacía gala de camisa sport fix a la última moda, de flux negro con finas rayas longitudinales todo confeccionado en legitimo casimir inglés, y cortado por el sastre Chacho, los zapatos negros de patente reflejaban la luz como límpidos espejos y sobre ellos ostentaba polainas como si fuera un lord que estuviera de visita en el Paris de la bella época”.
Evidentemente siempre fue un hombre importante que causaba respeto y confianza.
El Cronista Lucas Manzano cuenta que Isidoro, mantuvo una gran amistad con don Julián Sabal, una estrella de la sociedad caraqueña, cliente del prestigioso Club Venezuela.
El cochero lo buscaba a su casa o al trabajo y lo trasladaba al club, lo esperaba hasta que saliera igual hacia con Billo. Dice el Cronista que “Días antes de postrarse en el lecho, Don Julián Sabal, sin que Isidoro lo sospechara escribió de su puño un párrafo en el cual le dejaba su ropa, zapatos, y unos cuantos bolívares para que reformara su coche y renovara los caballos.
Isidoro Cabrera, el fiel y honesto cochero trajeado todo de negro y con los caballos enlutados, acompaño al cortejo fúnebre durante todo el trayecto”. Era cumplidor con sus amigos.

Y es que Billo, quien amó tanto a Caracas que le compuso varias canciones inolvidables, no podía ocultar su admiración por el viejo Isidoro Cabrera, quien fuera cochero por casi sesenta años y falleciera ejerciendo su oficio, convirtiéndose en uno de los símbolos eternos de la ciudad que jamas volverá.
Isidoro cabrera nació el 2 de Enero de 1880, durante el segundo gobierno del Gral. Guzman Blanco en la casa identificada con el numero de 2 entre las esquinas de Teñidero y Chimborazo, parroquia "La Candelaria", era hijo de Victorino Cabrera de origen canario, de quien heredo la profesión de cochero a la que se dedico desde 1911 fecha que data su licencia.

Fue sin embargo la decisión de dedicarse a este oficio muy romántico, por no decir idealista, la Caracas a finales del siglo XIX era todavía una ciudad con las calles de tierra a la que no había llegado el pavimento, una ciudad con las calles de tierra salvo las principales que al estar empedradas los cascos de los caballos hacían soltar grandes chispas, y donde todo el transporte, tanto de personas como de mercancías se hacia a tracción de sangre-bestias.

Era la ciudad de los carruajes de topo tipo, desde la sencilla tartana de dos ruedas hasta el lujoso "Landó" de cuatro ruedas y techado, pasando por berlinas faetones, así mismo, era la ciudad de las carretas y carretillas, de los arrieros y sus recuas de mulas que traían los productos agrícolas por la vía del pueblo de Sabana Grande, de Petare, Chacaíto y de Chapellín por donde había otra entrada a la ciudad.
Sin embargo ya Caracas había empezado a cambiar desde el septenio del primer gobierno de Guzman Blanco- 1870-1877, quien propuso la modernización a la ciudad, y a la francesa, y acometió importantes obras publicas, como la edificación del Capitolio Federal, la remodelación de la Plaza Bolívar, el alumbrado publico a gas y la construcción del ferrocarril Caracas-La Guaira, inaugurado en 1883, con motivo del Centenario de El Libertador Simón Bolívar.

Guzman quien se distinguió en su interés por la modernización del transporte publico, autorizo en su segundo mandato el funcionamiento de la primera empresa de tranvías tirado por caballos, que comenzaron a operar en 1884, pero en 1907, estos tranvías serian sustituidos por los eléctricos, de tal modo que el cochero Isidoro se inicio en una profesión que tenia sus dias contados.

Isidoro Cabrera, tenia su parada en la esquina de Monjas a San Francisco, a veces en los alrededores del Capitolio o la Plaza Altagracia, fue el único cochero caraqueño conocido por su nombre y apellido, a los demás cocheros se les llamaba por sus apodos o sobrenombres, como Padre Eterno. Rabanito. Monseñor. Mascavidrio. Tantalo. Morrongo, el elegante entre otros, y a los que podían conseguir con sus vehículos estacionados en las esquinas céntricas de la capital.

Isidoro ofrecía a los caraqueños sus servicios de transporte utilitario recreativo, en la ciudad a comienzos el siglo 20 era usual pasear hacia la recién inaugurada urbanización "El Paraiso", donde quedaba el hipódromo de la época, o hacia El Calvario. La Candelaria o Gamboa, pero también ofrecía sus servicios a los trasnochadores que se dirigían a los nigt-clubs de moda, o a los novios y a sus amigos que llevaban serenatas a las muchachas. La Lechuza o coche nocturno era una viva estampa del ayer.
Cuenta el cronista Lucas Manzano que Isisdoro Cabrera mantuvo una solidad amistad con Don Julian Sabal, hombre de figuración en los cuadros de la sociedad caraqueña, cliente del prestigioso Club Venezuela hacia donde los trasladaba y lo aguardaba hasta que saliera, en las paginas de CARACAS DE MIL Y PICO, se lee, Dias antes de postrarse en el lecho. Don Julian Sabal, sin que Isidoro lo sospechara escribió de su puño un parrafo en el cual dejaba su ropa, zapatos, unos cuantos olivares para que reformara su coche y renovara los caballos. Isidoro Cabrera, el fiel y honesto cochero trajeado todo de negro y los caballos enlutados, acompaño al cortejo funebre durante todo el recorrido.

Los coches halados por caballos comenzarían a desaparecer con la llegada del tranvía, el tren los automóviles y autobuses.
Es por ello que a Isidoro por mantener su oficio hasta muy entrado el siglo 20, se le considero el ultimo cochero de Caracas, profesión que ejerció hasta el día de su muerte en 1963.



Isidoro Cabr­era nació el 2 de Enero de 1880, durante el segundo gob­ierno del gen­eral Guzmán Blanco, en la casa iden­ti­fi­cada con el número 2 entre las esquinas de Teñidero y Chimb­o­razo, par­ro­quia La Can­de­laria. Era hijo de Vic­torino Cabr­era, de ori­gen canario, de quien heredó la pro­fe­sión de cochero a la que se dedicó desde 1911, fecha que data su licencia.

Fue sin embargo su decisión de dedi­carse a este ofi­cio muy román­tico, por no decir ide­al­ista. La Cara­cas a finales del siglo 19 era todavía una ciu­dad con las calles de tierra a la que no había lle­gado el pavi­mento, salvo las prin­ci­pales que al ser empe­dradas hacían que los cas­cos de los cabal­los soltaran grandes chis­pas, y donde todo el trans­porte, tanto de per­sonas como de mer­cancía se hacía a trac­ción de bestias.

Era la ciu­dad de los car­ru­a­jes de todo tipo, desde la sencilla tar­tana de dos ruedas hasta el lujoso lando de cua­tro ruedas y techado, pasando por berli­nas fae­tones. Asi mismo, era la ciu­dad de las car­retas y car­retil­las, de los arrieros y sus recuas de mulas que traían los pro­duc­tos agrí­co­las por la via del pueblo de Sabana Grande, de Petare, Cha­caito y de Chapellin.
Sin embargo ya Cara­cas había empezado a cam­biar desde el septe­nio del primer gob­ierno de Guzmán Blanco (1870–1877) el cual pro­puso la mod­ern­ización de la ciu­dad al estilo Francés, y acometió impor­tantes obras públi­cas como la edi­fi­cación del Capi­to­lio Fed­eral, la remod­elación de la Plaza Boli­var, el alum­brado público a gas y la con­struc­ción del fer­ro­car­ril Caracas-La Guaira, inau­gu­rado en 1883, por motivo de la cel­e­bración del Cen­te­nario de El Lib­er­ta­dor Simón Bolívar.
Guzmán Blanco, quien se dis­tin­guió en su interés por la mod­ern­ización del trans­porte público, autor­izó en su segundo mandato el fun­cionamiento de la primera empresa de tran­vías tirado por cabal­los, que comenzó a operar en 1884. En 1907, estos tran­vías fueron 
susti­tuidos por los eléc­tri­cos, de tal modo que el cochero Isidoro se ini­ció en una pro­fe­sión que tenia sus dias contados.

Isidoro Cabr­era tenía su parada en la esquina de Mon­jas a San Fran­cisco, a veces en los alrede­dores del Capi­to­lio o en la Plaza Alt­a­gra­cia. Fué el único cochero caraqueño cono­cido por su nom­bre y apel­lido, ya que a los demás cocheros se les llam­aba por sus apo­dos o sobrenom­bres como: Padre Eterno, Raban­ito, Mon­señor, Mas­cav­idrio, Tan­talo, Mor­rongo, el Ele­gante ‚entre otros, y a los que podían con­seguir con sus vehícu­los esta­ciona­dos en las esquinas cén­tri­cas de la Capital.

En cierta ocasión, el Gen­eral Igna­cio Andrade, pres­i­dente de la República, quien fuera der­ro­cado el 19 de Octubre de 1899 por Cipri­ano Cas­tro y su rev­olu­ción restau­radora, solic­itó sus ser­vi­cios para que lo con­du­jera a la casa de Gob­ierno. Isidoro y el Gen­eral con­ver­saron durante el trayecto y el Pres­i­dente se intereso en ayu­darlo. Al descen­der del car­ru­aje le dijo: "¡Vuelva mañana que le voy a regalar un coche!" Así Isidoro obtuvo un coche nuevo, un “Vic­to­ria” inglés, obse­quio presidencial.
Isidoro ofrecía a los caraque­ños sus ser­vi­cios de transporte util­i­tario recre­ativo. A comien­zos el siglo 20 era usual pasear en la ciu­dad hacia la recién inau­gu­rada urban­iza­cion El Paraiso, donde qued­aba el hipó­dromo de la época, o hacia El Cal­vario. La Can­de­laria, o Gam­boa. Tam­bién ofrecía sus ser­vi­cios a los trasnochadores que se dirigían a los night­clubs de moda, o a los novios y a sus ami­gos que llev­a­ban ser­e­natas a las muchachas. La Lechuza o coche noc­turno era una viva estampa del ayer.

Cuenta el cro­nista Lucas Man­zano que Isis­doro Cabr­era man­tuvo una sol­i­dad amis­tad con Don Julián Sabal, hom­bre de fig­u­ración en los cuadros de la sociedad caraqueña y cliente del pres­ti­gioso Club Venezuela a donde Isidoro lo traslad­aba y lo aguard­aba hasta que saliera. En las pági­nas de Cara­cas de Mil y Pico, se lee: Días antes de pos­trarse en el lecho, Don Julián Sabal, sin que Isidoro lo sospechara escribió de su puño un pár­rafo en el cual le dejaba su ropa, zap­atos, y unos cuan­tos boli­vares para que refor­mara su coche y ren­o­vara los cabal­los. Isidoro Cabr­era, el fiel y hon­esto cochero tra­jeado todo de negro y con los cabal­los enlu­ta­dos, acom­pañó al cortejo fúne­bre durante todo el recorrido.

Los coches hal­a­dos por cabal­los comen­zaron a desa­pare­cer con la lle­gada del tran­vía, el tren, los auto­moviles y los autobuses.

Es por ello que a Isidoro, por man­tener su ofi­cio hasta muy entrado el siglo XX, se le con­sid­eró el último cochero de Cara­cas, pro­fe­sión que ejer­ció hasta el día de su muerte en 1963.

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Encontré esta poesía dedicada al Sr. Isidoro Cabrera, muy merecida y hermosa, acá se la dejo para que también se deleiten con ella.

Viejo auriga, gran amigo
Que a los niños vos amasteis
Y una cola a veces nos brindabas,
Te recuerdo con cariño
Y por eso hoy esto a ti yo escribo
En señal de agradecimiento
Al último auriga de mi ciudad.
Viejo auriga, viejo amigo,
Tomando ron y comiendo pan
Luego de la faena diaria
¡Oh gran transnochador!
En tu coche adornado de guirnaldas
Que el caraqueño conoció
Se pasearon: curas, militares
Y damas de sociedad.
Tulipa de San Nicolas
Con tu sombrero capote,
Por el Paseo Colón
Donde Los Caobos Guardianes
Te vieron cada noche pasar.
Ya al alba, luego de contar dinero,
Echándote a cuestas el último trago,
Al Prado de María regrasabas.
Y allí, en la puerta de tu casa
Seguías apegado a tu morfeo
Hasta que el sol te despertaba.
Viejo Canario, amigo Gomero
Tus caballos conocieron
La ruta del regreso.
Y una vez tú ido,
Tus caballos te siguieron.

Autor
Orlando Colmenares.




¡Epa Isidoro! Billos Caracas Boys