Jesús heredó toda la rica tradición de la fe de Israel. Para el judaísmo antiguo, Dios es ante todo el Señor, el que siempre está por encima de nosotros, el Todopoderoso, el único y verdadero Dios. Jesús tiene fe en todo ello. El es un verdadero israelita. Pero su fe se adentra de tal modo en el ser de Dios, que toma características totalmente nuevas. Aceptando la fe israelita, Jesús muestra una imagen nueva de Dios, mucho más clara y cercana.
El respeto a Dios como Señor absoluto es un elemento esencial en la predicación de Jesús, pero no es su centro. Para él Dios es ante todo Padre.Ya en el Antiguo Testamento se habla de Dios como Padre, pero con Jesús esta paternidad recibe acentos nuevos. La experiencia de Jesús ante Dios es totalmente original. Cuando Jesús habla de Dios quedan superadas todas las creencias del Antiguo Testamento.
La vida de Jesús, sus actitudes, sus amistades, sus compromisos, todo en él se halla animado de tal manera por la realidad "Padre Dios", que adquieren un estilo y originalidad que resultan sorprendentes para los que tratan con él: "¿Quién es este hombre?" (Lc 8,25). Es imposible comprender a Jesús y su mensaje sin conocer al Dios en el que creyó y del que se dejó penetrar hasta las últimas consecuencias.
Para Jesús lo principal no es la palabra "Dios", sino los hechos que hacen presente al hombre la realidad "Dios". El nunca se enreda en "palabrerías" teológicas, ni en oraciones vacías de sentido. Jesús nunca se sirvió de teorías sobre "Dios" para adoctrinar a sus oyentes, sino que se refería a él en situaciones concretas, buscando siempre descubrir los signos de su presencia en el mundo.No enseñó ninguna doctrina nueva sobre la paternidad de Dios. Lo original en él es que invoca a Dios como Padre en circunstancias nuevas. Lo que hay de nuevo en el caso de Jesús es que invoca a Dios como Padre metido en medio de una acción humanizadora. Él designa a Dios como el que rompe toda opresión, incluso la opresión religiosa: actuando de este modo, proféticamente, como destructor de toda opresión, a favor de la vida, es como se atreve a llamarlo Padre.
Porque siente de una manera nueva a Dios como padre, Jesús deja de cumplir ciertas normas de la ley, contrarias a ese proceso de liberación humana en el que él ve la presencia bondadosa del Padre.
Su original experiencia de Dios le lleva a un enfrentamiento con los adoradores del Dios oficial. Para los escribas y fariseos Jesús era un blasfemo porque cuestionaba el Dios del culto, del templo y de la ley.
Su original experiencia de Dios le lleva a un enfrentamiento con los adoradores del Dios oficial. Para los escribas y fariseos Jesús era un blasfemo porque cuestionaba el Dios del culto, del templo y de la ley.
Jesús no ve a Dios encerrado dentro del templo, o sometido al cumplimiento exacto de los ritos del culto, o midiendo el cumplimiento detallado de todas las normas de las complicadas leyes judías. El abre nuevas ventanas, nuevos horizontes, por los que descubrir la presencia de Dios.
El no anuncia al Dios oficial de los fariseos (parábola del fariseo y del publicano), ni al Dios de los sacerdotes del templo (parábola del buen samaritano), sino a un Dios que es cercano y familiar, al que se puede acudir con la confianza de un niño. Es el Dios que nos sale al encuentro en todo lo que sea amor verdadero. El Dios que busca al pecador hasta dar con él. El Dios que prefiere estar entre los marginados de este mundo, y posterga a los que ocupan los primeros puestos. Jesús ofrece un Dios sin los intermediarios de la ley, el culto, las normas, los sacerdotes, el templo...
El Dios de Jesús es un Dios-Loco para los representantes del Dios oficial. Jesús sustituye la fidelidad al Dios de la ley por la fidelidad al Dios del encuentro, de la liberación y el amor.
Siente profundamente a Dios como padre de infinita bondad y amor para con todos los hombres, especialmente para con los "pecadores", los desanimados y perdidos. Ya no se trata del Dios de la ley, que hace distinción entre buenos y malos: es el Dios siempre bueno que sabe amar y perdonar, que corre detrás de la oveja descarriada, que espera ansioso la venida del hijo difícil y lo acoge en el calor del hogar familiar. El Dios que se alegra más con la conversión de un pecador que con noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse. El Dios que prefiere a las prostitutas antes que a los "piadosos"…
Toda la vida de Jesús se apoya en esta nueva experiencia de Dios. El se siente tan amado de Dios, que ama como Dios ama, indistintamente a todos, hasta a los enemigos. El se siente de tal manera aceptado por Dios, que acepta y perdona a todos.
Jesús encarna el amor y el perdón del Padre, siendo él mismo bueno y misericordioso para con todos, particularmente para con los desechados religiosamente y desacreditados socialmente. Así concreta él el amor del Padre dentro de su vida.
Nosotros llegamos a ser cristianos en la medida en que sentimos una experiencia de Dios al estilo de Cristo. No basta con creer en Dios: hay que creer en él del modo como nos enseñó Jesús.Las demás experiencias de Dios puede que sean buenas, como eran buenas las de los judíos, pero incompletas, camino ojalá para llegar a la experiencia de Jesús.
Muchos de los llamados hoy cristianos en realidad no son sino buenos paganos o a lo más buenos judíos. Pero para ser de verdad discípulos de Jesús hay que llegar a vivir la experiencia nueva de Dios que él tuvo.
José L. Caravias, S.J
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