EL Rincón de Yanka: DESDE EL SILENCIO, LA PALABRA MÁS ROTUNDA

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miércoles, 1 de agosto de 2007

DESDE EL SILENCIO, LA PALABRA MÁS ROTUNDA

Cabe el silencio y cabe la palabra...
Cabe el silencio porque sólo en él cabe el dolor, porque, al final, es lo que queda, la cercanía de un silencio que estuvo al lado, que dio calor al momento más desgarrado, el más amargo. El silencio que es capaz de transmitir toda la presencia y albergarla. Un silencio que no estorba, ni ocupa, sencillamente está, tendido, como una prolongada acogida que acompaña sin apenas hacerse de notar. Ese silencio que se guarda como un signo indeleble, en el corazón, como una afirmación de los lazos, como una constatación de lo que une y que se verifica como verdad probada cuando más se precisa, porque no cabe más desamparo que el de no tener una comunión capaz de darse en el silencio.
Y también cabe la palabra, porque cuando es noble y verdadera, nace de la misma fuente . Cabe la palabra para proclamar que los valores más nítidamente humanos no se desmoronan con las bombas, para anunciar la determinada determinación que ante la masacre de toda cordura, responderemos como pueblo que confía en la no violencia para hacer camino en la historia, que declina todo alegato del terror y opta, más denodadamente, por el respeto y la acción eficaz, en lucha a vida, desde la no violencia.
Cabe la palabra, para recordar que no somos los únicos que padecemos estos golpes irracionales y desde ahí, percibirnos más que pueblo, hermanos en la misma barca y sentir lo de los demás como parte de nosotros.
Cabe la palabra para acercar el horizonte del ánimo y la esperanza para aquellos a quienes le lo han despojado de improvisto, para sobrellevar lo que ciertamente fue evitable, pero que es irreversible.
Cabe la palabra también para pedir unidad a nuestros legítimos representantes y que tomen cuenta de sus responsabilidades y nosotros de las nuestras, porque políticos somos todos por ende y el terrorismo no se improvisa, ni surge de la nada, todos estamos implicados sea cual sea nuestra condición y servicio.
Cabe la palabra también para orar, porque la impotencia nos recuerda que somos peregrinos de Absoluto y la muerte nos sacude la ilusión de toda autosuficiencia vana.. El dolor puede revelarnos, indignarnos, pero también puede hermanarnos, aumentar nuestra calidad humana y desperezarnos de la habitual insidia en la que normalmente duramos en vez de vivirnos. Mejor esto que darle el poder de destruirnos.Más allá de toda fácil simplificación, no dejemos que el eco de la detonación nos ensordezca y aisle, más bien permitamos que su onda expansiva movilice nuestra solidaridad, la permanente y cotidiana, la que de verdad transforma el devenir.
Miria, dominica del Monasterio de Valdeflores en Vivero
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