"Cambian los paradigmas (accidentes),
no los fundamentos (esencias)"
La falacia de estos tiempos...
Se comete al confundir la esencia con el accidente, lo sustancial con lo adjetivo. Incurre en ella, por ejemplo, quien juzga por las apariencias.
Como es sabido, el hábito no hace al monje y aunque la mona se vista de seda... Todo esto viene a decir lo mismo: que las cosas tienen esencia y accidentes.
Esencia es la substancia de una cosa, lo que no se puede suprimir sin alterar el concepto; lo inherente, lo necesario, y también lo universal, porque es en lo que coinciden todos los individuos del mismo género.
Puede adoptar muchas presencias accidentales, pero lo común, lo inseparable, lo que se predica de todas es su esencia. Percibimos las cosas por sus accidentes y es preciso desnudarlas para conocerlas, para descubrir su meollo, aquello que permanece bajo los cambios de apariencia: la substancia, esto es, lo que sostiene los accidentes (del latín substare = estar debajo).
Accidente (del latín accidere = sobrevenir a) es lo que particulariza las cosas, lo añadido, lo sobrevenido. El accidente puede faltar, no es necesario para el concepto; es contingente, yuxtapuesto.
La Falacia del accidente se comete por tomar una propiedad accidental como esencial, lo que conduce a errores al generalizar y al definir.
Atribuimos como esencial a todos los individuos de una especie una cualidad que sólo conviene accidentalmente a algunos de ellos.
La definición por los accidentes traiciona el concepto. Si definiéramos las aves como vertebrados que vuelan, no serían aves ni los pingüinos ni el Pato Donald, pero podrían serlo Dumbo y los murciélagos.
Es una falacia muy próxima a la Generalización precipitada. La mayoría de las Falacias del accidente se cometen al generalizar a partir de los accidentes de las cosas, lo que ocurre con más facilidad cuando los datos son insuficientes.
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