No retrases encuentros ni escatimes afectos,
la persona es un milagro
enmarcado en el tiempo.
Piensa que cada persona tiene un mundo
de soledad y silencio
que el pudor no le permite compartir.
Ten en cuenta que silencios prolongados
pueden ser llamadas urgentes de auxilio.
No enjuicies actitudes y situaciones.
El otro es un misterio.
Limítate a aceptarlo con amor.
No te afanes en buscar consensos,
las personas son inéditas.
Admite más bien las discrepancias,
pues aportan riqueza.
Utiliza la palabra con verdad y prudencia.
Ilumina con tu saber,
pero no quieras imponer criterios.
Tu esperanza en el otro
condiciona su crecimiento,
será lo que esperes de él
y en la medida de tu esperanza.
Rompe el temor con la ternura
y concédele espacio a la palabra.
Entrega dilatadamente
el regalo de tu tiempo,
y ten la certeza que en ocasiones,
no es nuestro decir el que salva,
sino la escucha silenciosa del que ama.
Ten la humildad de mostrar tus límites
y aceptar el consejo que te entregan.
Aprende a perdonar.
Si amas de verdad sentirás más el daño
que el otro se causo con la afrenta,
que tu propio dolor.
Tú eres el otro;
si lo abandonas,
olvidas o desprecias,
te pierdes para siempre.
No te defiendas de amar
con razones o por temor,
es Dios quien pide amor por ti.
No retardes el amor de Dios con tu desidia.
Sara López Escalona
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