Tu Palabra nos da vida, Señor, nos ayuda a seguir adelante nos sirve para meditar y aprender, nos reconforta en la aflicción, nos orienta en el discernimiento y en la toma de decisiones.
Tu Palabra es un espejo que nos revela tu rostro. Nos permite conocerte, descubrirte, amarte con profundidad, anhelar el encuentro contigo.
Tu Palabra es una ventana por donde miramos al mundo que nos rodea, es una lupa poderosa que nos revela los secretos de la historia que vivimos, dandonos pistas, claves, guías para vivir con más fidelidad a tus propuestas de vida.
Tu Palabra es el pozo límpido donde ir a beber para apagar la sed de justicia y de paz que nos brota de adentro al contemplar las cosas que vivimos, la sociedad que hemos hecho, o tolerado, por no escuchar tus enseñanzas.
Tu Palabra es el grito que nos sacude de la tibieza tan propia de nosotros, los cristianos, que hemos hecho de tu voz un libro de fin de semana pasivamente escuchado sin que la letra encarne, con sus dolores, la vida nuestra de cada día.
Tu Palabra es cimiento, roca sólidadon de construir las bases de nuestro proyecto de vida.
Tu Palabra es tierra fértil, quien se queda a vivir en ella, da frutos buenos, frutos de vida, frutos de ternura, frutos de misericordia y libertad.
Tu Palabra resuena, Señor, interpelante y firme, pero a la vez, cálida y llena de paciencia. ¡Ahoga nuestras sorderas! Prepáranos para el cambio.
Tu Palabra es vida, Señor, quien vive según tus leyes es dichoso, descubrió la verdad, pero ¡qué díficil es ser coherente! Vivir la Palabra que proclamamos, escuchar para nosotros mismos lo que a veces decimos para los demás, empezar por cambiar nosotros para promover el cambio de los otros.
Tu Palabra es aliento, esperanza, llamada. Seguí hablando, buen Dios, necesitamos escucharte a diario, seguí hablando, necesitamos seguir cambiando.
Marcelo A. Murúa
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