EL Rincón de Yanka

inicio














domingo, 28 de noviembre de 2021

LIBRO "ENCUBRIMIENTO Y VERDAD": ALGUNOS RASGOS DIAGNÓSTICADOS DE LA SOCIEDAD ACTUAL


Algunos rasgos diagnósticos de la sociedad actual

Jorge Martín Montoya Camacho; 
José Manuel Giménez Amaya
Como dice en la presentación de esta obra el profesor Javier Sánchez Cañizares, director del Grupo Ciencia, Razón y Fe (CRYF) de la Universidad de Navarra, los autores han tomado sobre sí, cada uno, la plena responsabilidad respecto de las verdades en las que sostienen a diario sus vidas (cfr. García-Baró, M., 2014, p. 11). Han aceptado el desafío de acoger valientemente el empeño de pensar los problemas actuales, de modo interdisciplinar, para intentar iluminar los retos que presenta la sociedad de nuestros días.
Por eso el profesor Sergio Sánchez-Migallón señala en el prólogo de este libro que Jorge Martín Montoya Camacho y José Manuel Giménez Amaya, se comprometen con sus páginas porque hablan de lo que nos pasa y de lo que nos espera, así como de lo que nosotros miramos o dejamos de ver. No se habla aquí solo de ideas, ni solo de diagnósticos de algo ajeno al investigador. Se tratan problemas de los que todos somos en alguna medida responsables: y los filósofos no menos que los científicos, ni los creyentes menos que los increyentes.
“Esa cosmovisión progresista, que está dominando el sistema cultural y comunicativo, nos exige salirnos del sistema para influir en el sistema. Las nuevas redes sociales y los fenómenos emergentes de los streamers, youtubers e influencers nos están invitando a romper con la intermediación clásica que representan los medios generalistas para cambiar el sistema desde dentro”.
“Salirse del sistema para influir en el sistema”, ese es el tema de fondo, o si lo quieres más radicalmente, se trata de “estar en Dios”.
No se trata de resistir, ni de organizar la resistencia: No.
Hay que ir a la raíz del problema, y hay que trabajar en la fe, no presuponerla, no darla por supuesta, estar constantemente activándola, actualizándola, viviéndola.

"Hay dos palabras claves e inseparables dentro del cristianismo: verdad y libertad". "Si el cristianismo dejara de comprenderse a sí mismo como verdad real y teológica, se estaría cometiendo un expolio de humanidad", ha asegurado. Así, ha hecho hincapié en que "la verdad que propone el cristianismo puede ser reducida a una suma de conceptos teóricos, normas morales o prescripciones para la convivencia social y su mensaje afecta a todas las dimensiones del ser, de la historia y de la persona". Olegario González de Cardedal

La filosofía es siempre el empeño por tomar sobre sí, cada uno, la plena responsabilidad respecto de las verdades en las que está sosteniendo a diario su vida. Lo que supone prestar infinita atención a los demás seres humanos e incluso a la realidad toda, porque esta voluntad de responsabilidad, de lucidez y de verdad se suscita sobre todo a la vista de lo fácil que es dañar a las personas y cosas cuando se deja uno vivir en la irresponsabilidad, en la ignorancia, en la pereza1.

Inspirados en estas palabras del profesor Miguel García-Baró iniciamos este estudio sobre los rasgos que definen la sociedad en la que vivimos y que hemos titulado Encubrimiento y verdad: algunos rasgos diagnósticos de la sociedad actual. La filosofía ha sido siempre un camino hacia la verdad, y los autores de este trabajo piensan que, también en el momento presente, análisis filosóficos como el que ahora comenzamos podrían aportar algo de luz para desentrañar las razones profundas de nuestro ser y de nuestro actuar en este momento de la historia. 

En efecto, una de las características más notables de estas décadas iniciales del siglo XXI es la dificultad, desde las perspectivas de la antropología y de la ética filosóficas, para caracterizar, de forma precisa, las raíces de la situación en la que vivimos y su comprensión en profundidad. Por una parte, la sociedad actual tiene una herencia de la llamada modernidad, que se ha desarrollado de manera paulatina y floreciente en los últimos siglos2
De otra parte, las experiencias tan dolorosas sufridas en el mundo durante el siglo XX y las primeras décadas del siglo XXI3, han puesto de manifiesto de manera más clara, si cabe, las profundas paradojas que se experimentan con el progreso y desarrollo de la humanidad. 

De forma muy general hay cuatro rasgos distintivos que, en nuestra opinión, podemos encontrar en la sociedad actual. El primero se podría enunciar como una gran complejidad, teñida de ambigüedad, que se presenta fehacientemente, sobre todo, en los aspectos antropológicos y éticos. En segundo lugar, observamos un mundo global en donde la velocidad de cambio –sobre todo desde la perspectiva tecnológica– produce una valoración siempre provisional de las propias experiencias cognitivas, afectivas y desiderativas, y del contexto antropológico y ético en el que deben ubicarse. En tercer término, es cada día más frecuente comprobar cómo los individuos y las sociedades se encuentran conviviendo en situaciones donde moralidad e inmoralidad forman parte de su misma vida. Además, están de tal manera implicadas entre sí, que para el propio individuo es, en no pocas veces, muy difícil distinguirlas con precisión: en la base se percibe la ausencia de un punto de referencia común para contestar a la pregunta sobre qué es el ser humano4
Finalmente, se ha producido en este inicio del siglo XXI, sobre todo en el mundo occidental y en países de una arraigada tradición cristiana, un descenso muy notorio de la práctica religiosa y de las convicciones morales estables y duraderas que han regido la vida de las personas durante mucho tiempo5

Este texto que presentamos ahora intenta dar algunas respuestas al porqué de las cuestiones antes planteadas. No pretende, en ningún caso, ser un documento cerrado o exhaustivo sobre los problemas culturales que se están desarrollando en la actualidad. Su objetivo, más bien, es ser un punto de inicio; o, mejor, un conjunto de sugerencias para la reflexión. En otras palabras, los autores pretenden presentar una serie de ideas sobre las que reclamar la atención y la reflexión, con el fin de aportar coherencia y unidad al estudio de situaciones difíciles de índole antropológica y ética muy extendidas en la sociedad de hoy en día, sobre todo, como ya hemos indicado, en la occidental6
Tales problemas, debido a su compartimentación conceptual7, y a que sistemáticamente ocultan su génesis y desarrollo, hacen que sea muy difícil –hablando en términos médicos– su diagnóstico certero y su posterior enfoque terapéutico. 

Una aclaración previa. Hemos querido hacer un estudio de investigación y no un ensayo más o menos erudito. De ahí el extenso aparato crítico y las abundantes citas de los diferentes autores tratados en el propio cuerpo del texto. El objetivo de esto último es que el lector se haga cargo, por sí mismo, del sentido directo de dichas citas y la interpretación que de ellos hemos realizado en nuestro trabajo a través de su selección y comentarios. La bibliografía final, consecuentemente, es bastante extensa. 

Aceptamos, como no podía ser de otra manera, que el lector sea crítico con esta visión que aquí presentamos, ya que, ciertamente, es parcial. Sin embargo, también esperamos comprensión en la lectura de nuestro análisis, aunque solo sea por el intento holístico de indagar sobre las raíces de los problemas que aquejan la cultura y la sociedad actuales. Nuestro propósito ha sido intentar aislarlos, comprenderlos y buscar modos de enfocarlos y tratarlos, en su caso, de manera algo diferente a como se hace hoy en día. Es por ello que, al estudiar las dificultades presentadas en este trabajo, nuestro principal interés haya sido intentar desenmascarar en ellas su aparente coherencia o lógica8
Y para ilustrar todo nuestro enfoque, como ya hemos mencionado, acudimos a autores y, muchas veces, a sus propias palabras en castellano. Además, el estudio cuidadoso de las numerosas notas también puede ayudar a profundizar en esta dirección. 

Hemos estructurado el libro en cuatro grandes capítulos. En el primero intentamos responder a la pregunta «¿qué nos pasa?», y revisamos con cierto detenimiento algunos rasgos que, pensamos, caracterizan el mundo actual. Nos apoyamos aquí en estudios de diferentes autores de los siglos XX y XXI. En el capítulo segundo, nos concentramos en una metodología de análisis que para nosotros ha sido vehicular en todo el libro, esto es, la capacidad de atención que se ha perdido en la modernidad, de tal manera que se focaliza la mirada solo en algunos aspectos de la realidad. Esta es la razón del título que le hemos dado: «¿Qué miramos?». 

El capítulo tercero nos lleva, en directo, al intento de desvelar rasgos que han quedado ocultos en el mundo moderno, y que tienen un peso relevante para una valoración global, antropológica y ética de la situación en la que nos encontramos. Con el capítulo cuarto se concluye nuestro trabajo, y en él hacemos una proyección de futuro, concentrándonos en algunos retos que tenemos por delante. También hacemos mención, que en nada pretende ser pormenorizada y erudita, de un tema de amplísimo calado intelectual como son las relaciones entre la fe cristiana y el mundo moderno. Terminamos el capítulo con unas consideraciones sobre la esperanza cristiana desde una perspectiva antropológica.

Finalmente, en el epílogo exponemos, a modo conclusivo de todo nuestro análisis y de manera breve, un resumen de todo lo obtenido con nuestro trabajo. También, lógicamente, nos hacemos eco de cómo lo expuesto anteriormente tiene una incidencia en el mundo que estamos viviendo en el contexto de los acontecimientos de la pandemia de la COVID-19, y que puede suponer también un cambio de paradigma antropológico y ético en este inicio del siglo XXI. 

El origen de nuestro trabajo fue una conferencia impartida por uno de los autores (JMGA), hace ya algún tiempo, al grupo Ciencia, Razón y Fe (CRYF) de la Universidad de Navarra. A partir de ese esquema general hemos trabajado al unísono todo el texto del libro, dedicando muchas horas al estudio y conversación para profundizar en la clarificación de los contenidos y en una redacción conjunta de todos los apartados. El resultado lo tiene el lector en sus manos y esperamos que sea de ayuda. 

Agradecemos al grupo CRYF de la Universidad de Navarra –sobre todo en la figura de su director, el profesor Javier Sánchez Cañizares– el apoyo para realizar esta investigación, y al profesor Sergio Sánchez-Migallón el prólogo a nuestro trabajo, y todos sus consejos y sugerencias. Finalmente queremos agradecer toda la ayuda recibida de la editorial EUNSA, especialmente, de Ana Gil de Pareja, por su labor de asesoramiento, y a María Victoria de Rojas Gutiérrez de Gandarilla por su trabajo de corrección en el texto que presentamos.

_______________________

1. García-Baró, M., Descartes y herederos: introducción a la historia de la filosofía occidental, Salamanca: Ediciones Sígueme, 2014, p. 11.
2. El concepto de modernidad es un periodo de la historia de difícil definición. En todo nuestro texto haremos referencia a una modernidad que se desarrolla, en un itinerario histórico muy amplio, desde perspectivas gnoseológicas, antropológicas y éticas. Desde la gnoseología, el punto de referencia es el nominalismo de Ockam y sus precedentes en la filosofía de Roscelino de Compiègne en el siglo XI (cfr. Gambra, R., Historia sencilla de la filosofía, Madrid: Ediciones Rialp, 1994, p. 137). Estos presupuestos gnoseológicos condicionarán la visión antropológica y ética del hombre en el Renacimiento y en la Ilustración. En todo ello, como indica Leonardo Rodríguez Duplá, sobre la modernidad: «Conviene hacer aquí dos aclaraciones. 

En primer lugar, está claro que los grandes periodos históricos no nacen de la nada. Los precede un largo tiempo de gestación, y la mentalidad moderna no es una excepción a este respecto. Ante la imposibilidad de ocuparme en este lugar de los orígenes de la modernidad, me limitaré a apuntar lo que me parece una de sus raíces principales: el auge de la filosofía nominalista durante el siglo XIV. 
En segundo lugar, aunque haya señalado el Renacimiento como fecha natal aproximada de la modernidad, lo cierto es que las primeras obras en las que el nuevo espíritu aparece desarrollado consciente y sistemáticamente son de la primera mitad del siglo XVII; me refiero, claro es, a las obras de Francis Bacon y Thomas Hobbes» (Rodríguez Duplá, L., «¿Qué rasgos definen la cultura emergente?», en Qué tipo de persona queremos educar para el nuevo milenio, Madrid: Editorial Bruño, 2000, p. 10). 

Para una visión antropológica de la modernidad nos parece de gran interés la consulta de: cfr. Murillo, J. I., «Antropología», en Diccionario de Teología, C. Izquierdo, J. Burggraf y F. M. Arocena (eds.), Pamplona: EUNSA, 2006, pp. 29-49, y la bibliografía incluida en ese artículo. Para un análisis ético de la modernidad, se pueden consultar las siguientes obras, entre muchas otras: vid. Valverde, C., Génesis, estructura y crisis de la modernidad, Madrid: BAC, 1996; Rodríguez Duplá, L., Ética de la vida buena, Bilbao: Desclée De Brouwer, 2006; Giménez Amaya, J. M., Sánchez-Migallón, S., Diagnóstico de la universidad en Alasdair MacIntyre: génesis y desarrollo de un proyecto antropológico, Pamplona: EUNSA, 2011; Bello Rodríguez, H. J., Giménez Amaya, J. M., Valoración ética de la Modernidad según Alasdair MacIntyre, Pamplona: EUNSA, 2018; y, Giménez Amaya, J. M., La universidad en el proyecto sapiencial de Alasdair MacIntyre, Pamplona: EUNSA, 2020. Para una visión de la historia de las ideas en la modernidad y del proceso de secularización en esa época, se puede consultar entre otras obras: vid. Fazio, M. Historia de las ideas contemporáneas: una lectura del proceso de secularización, Madrid: Ediciones Rialp, 2018.

3. Nos referimos, especialmente, a la gran pandemia de la enfermedad del coronavirus (COVID-19), iniciada en China a finales del año 2019 y que se extendió por todo el mundo en los primeros meses del 2020.
4. Un autor que ha puesto de manifiesto este proceso de fragmentación o de compartimentación de la vida humana ha sido el filósofo anglosajón Alasdair MacIntyre. Esta dinámica antropológica y ética lleva, a su vez, a contradicciones vivenciales, y a un progresivo ocultamiento de la propia realidad del individuo [cfr. Giménez Amaya, J. M., «La fragmentación y “compartimentalización” del saber según Alasdair MacIntyre», en Sapienza e libertà: studi in onore del Prof. Lluis Clavell, M. Pérez de Laborda (a cura di), Roma: Edusc, 2012, pp. 193-202; y, Giménez Amaya, J. M., La universidad en…, pp. 305-310].
5. En gran medida, nuestro análisis se centra en el ámbito del denominado mundo occidental. En el contexto específico del descenso de la práctica religiosa, y de lo que se ha referido como «patologías de la religión», puede ser instructivo consultar la introducción realizada en el año 2000 por Joseph Ratzinger a su conocida obra Introducción al cristianismo: lecciones sobre el credo apostólico (cfr. Ratzinger, J., Obras completas. IV, Introducción al cristianismo: fe, bautismo, seguimiento, Madrid: BAC, 2018, pp. 12-27).
6. Cfr. Bello Rodríguez, J. H., Giménez Amaya, J. M., Valoración ética…, pp. 76-137; y, Giménez Amaya, J. M., La universidad en…, pp. 125-134.
7. Empleamos esta palabra siguiendo la terminología utilizada por el filósofo moral anglosajón Alasdair MacIntyre. Él se refiere a esta fragmentación como la ausencia de unidad en las acciones morales del sujeto y en su vida comunitaria. También a una falta de relación entre los distintos saberes. En definitiva, la fragmentación es referida a una falta global de unidad de vida personal y con la comunidad. Como bibliografía de referencia, se pueden consultar, entre otros trabajos, los siguientes: cfr. MacIntyre, A., «The End of education: The Fragmentation of the American University», Commonweal, 133 (2006), pp. 10-14; Giménez Amaya, J. M., «La fragmentación…»; Bastien, R., Cinco defensores de la fe y la razón: A. MacIntyre, C. S. Lewis, G. K. Chesterton, J. H. Newman y P. Kreeft, Madrid: Ediciones Rialp, 2019, pp. 21-35; Giménez Amaya, J. M., Sánchez-Migallón, S., «Los problemas de la universidad liberal según Alasdair MacIntyre», Scientia et Fides, 8 (2020), pp. 99-121; y, Giménez Amaya, J. M., La universidad en…, pp. 262-268.
8. Cfr. MacIntyre, A., Justicia y racionalidad: conceptos y contextos, Pamplona: Ediciones Internacionales Universitarias, S. A., 1994, pp. 373-374; Ruiz Arriola, C., Tradición, universidad y virtud: filosofía de la educación superior en Alasdair MacIntyre, Pamplona: EUNSA, 2000, p. 121; Giménez Amaya, J. M., La universidad en…, pp. 105-106.

VER+:
OLEGARIO GONZÁLEZ DE CARDEDAL

sábado, 27 de noviembre de 2021

LIBRO "EL IMPERIO DE LO POLÍTICAMENTE CORRECTO": ENSAYO SOBRE LA RESPONSABILIDAD POLÍTICO-MEDIÁTICA


Ensayo sobre la respetabilidad político-mediática

Mathieu Bock-Côté

El mundo entero está de nuevo en marcha; 
pero marcha al revés. 
G. K. Chesterton


«Los niños tienen pilila, las niñas no». Esta es una de las verdades primeras que aprendemos en la vida. Una de esas verdades que implican abrirnos, desde nuestra mera infancia, al conocimiento de qué es el ser humano. Para los que somos varones, se trata de un descubrimiento repleto de luces y de nuevos misterios. Por lo general, a esa edad no preguntamos «¿por qué las niñas no tienen pilila?», pues nos suponemos que la respuesta debe de tener algún tipo de conexión con otro hallazgo maravilloso y más bien simultáneo: nos gustan las niñas. No es que nos caigan bien; es que nos gustan. Con cinco años, un amigo nos cae bien, incluso lo queremos, aunque no sabemos qué signifique eso —yo quiero a papá, a mamá, a los abuelos, pero ¿a un amigo?—; sin embargo, las niñas nos gustan. Nos gustan igual que el pollo frito o las patatas con kétchup. De esa manera.

A lo largo de la vida de un varón, las mujeres suponen figuras alternativas de lo humano que no siempre significan lo mismo. Hay una época en que decimos: «Las chicas son un rollo». Igual que ellas dicen: «Los chicos son unos brutos». Durante unos años, a los chicos nos encanta estar sucios, oler mal, portarnos mal. Luego, un buen día, sin saber por qué, nos vuelven a gustar las chicas. Nos gustaban cuando nos contaron que ellas no tienen pilila, cuando nos fascinábamos con sus leotardos, sus faldas, sus lacitos y su pasión por el color rosa. Cuando teníamos novia en la guardería o en la plaza, y jugábamos a besarnos, sin saber del todo por qué. Pero un buen día, tras una temporada guarra y gamberra, nos volvemos a duchar y a oler a colonia. Porque otra vez nos gustan las chicas, pero de otra manera. Nuestra pilila ya es otra cosa, y lo que ellas tienen en vez de pilila nos figuramos que también habrá cambiado. No sabemos cómo ni por qué, pero hay algo que nos lo insinúa. 

Estas verdades —diáfanas como una mañana de verano, como una piscina a primera hora de un día de agosto— nunca habían sido negadas a lo largo de la historia. Igual que jamás se había negado que el sol sale al comienzo de la jornada, se oculta por la noche, y volverá a resplandecer con la siguiente aurora. Hoy somos testigos de que, por primera vez desde que el ser humano huella este planeta, se niega que los niños tienen pilila y que las niñas no tienen. Pero no lo niegan alocados provocadores, sino los propios gobiernos, las leyes, los medios de comunicación, la universidad. Hoy supone un escándalo afirmar que los niños tienen pilila y las niñas no, como cantaban Los Inhumanos en los años 80.
Hemos visto casos en que se ha llevado a los tribunales a quienes han osado proclamarlo en público mediante autocares que circulaban por las calles de media España. 

Este libro del canadiense Mathieu Bock–Côté nos expone, casi de principio a fin, en qué consiste este proceso que nos arrolla, sin que apenas chistemos. Un proceso que no sólo impone una verdad oficial, como sucediera en regímenes tiránicos, sino que nos fuerza a negar lo que vemos con nuestros ojos. No nos hallamos ante un intento de restringir la libertad de expresión o el pluralismo político o académico. Es algo cualitativamente más intenso. El autor acierta al referirse en repetidas ocasiones a la famosa novela distópica 1984 (publicada en 1949). En esta obra de Orwell nos topamos con instituciones que empiezan a sonarnos familiares, como el Ministerio de la Verdad o el «crimental» («crimen mental»), concepto bastante cercano al «precrimen» de Minority Report (Philip K. Dick, 1956), historia llevada al cine por Steven Spielberg (2002). Quizá el momento que mejor resume el libro de Orwell es el empeño del gobierno totalitario por lograr que el inane protagonista diga y, sobre todo, piense que dos más dos no son cuatro, sino cinco. Porque eso es lo que dice el Partido. 

Cuando estudié la carrera de Periodismo —entonces era una licenciatura, no un grado—, nadie dudaba de que los niños tienen pilila —a esa edad ya no decíamos pilila— y las niñas otra cosita. Precisamente por eso, todos asumíamos, pues es lo que nos inculcaban con solercia nuestros profesores, que la profecía de Orwell resultaba errada —había errado, al menos en el año. No ya políticamente, sino antropológicamente. Nos decían, y lo creíamos a pies juntillas, que el análisis atinado se hallaba en Divertirse hasta morir: El discurso público en la era del show business, de Neil Postman, editado originalmente en 1985. Según Postman, la verdadera amenaza era la descrita por Aldous Huxley en Un mundo feliz (1932).
La tesis, de manera resumida, es esta: no resulta posible un mundo abiertamente tiránico, como el narrado por Orwell, sino más bien el que postula Huxley, donde ya no hará falta que los libros y las verdades alternativas a las oficiales estén prohibidos; simplemente, ya no interesarán a nadie. Para lograr el entumecimiento social, lo mejor es acudir a fórmulas viejas y eficaces, como la diversión banal, el sexo deshumanizado y las drogas.
Todo un pronóstico acertado de lo que es la televisión. De ahí que Postman dijera que la televisión nos traería el mundo embotado de Huxley, no la tortura y la represión de un mundo gris como el de Orwell. 

Hace bastantes años empecé a replantearme lo aprendido durante mis primeros años universitarios. Empecé a olerme que tanto Huxley como Orwell estaban en lo cierto. Que un mundo lleva al otro. Por medio de lo que explicaba otra eminencia a la que aludían nuestros profesores; Elisabeth Noelle–Neumann, en La espiral del silencio (1977), analiza el modo como una minoría puede implantar su verdad a una mayoría, y cómo cualquier grupo social puede verse recluido, casi por propia iniciativa, al ostracismo. La mecánica de la «espiral del silencio» consiste en que, una vez que se logra que exista una verdad oficial, oficiosa, o apariencia de tal —por ejemplo, lo que dicen «todos» en la televisión—, las personas con opiniones alternativas se callan, por temor a ser señaladas como disidentes. Es algo que ocurre en cualquier círculo social. Se llama el miedo a ir contracorriente. El miedo a ser un salmón que remonta el río, y que nada con fuerza en el sentido opuesto al del agua. Llevado al extremo, y como advierte Bock–Côté, la cuestión es que ahora nos obligan a nadar en contra de lo que dicen nuestros propios ojos. 

Para avanzar, hace falta que acuda a una anécdota de comienzos de este siglo, o del último año del siglo pasado. 
Cuando los niños tenían pilila, y las niñas no. Iba en autobús municipal —de esos que en Madrid fueron rojos y con asientos de formica— y, al subirme, el busero me dijo que ese día el trayecto se había alterado debido a una manifestación. Como no me afectaba, no le presté atención. Dos o tres paradas antes de apearme, entró en el autobús un hombre de unos sesenta años o quizá más. El conductor le comentó el cambio de recorrido, a lo que preguntó el paisano por qué. El conductor le dijo que había una manifestación de «gays». No pronunció «gueis», sino «gais». El paisano reaccionó: «¡Anda, los maricones!». 

Por encima de lo que cualquiera pueda opinar sobre la homosexualidad y el trato que la sociedad, los particulares o el Estado debe brindar a las personas con tal apetencia o tendencia, la anécdota refleja gran parte de lo que desarrolla este libro. Al conductor, como representante de la administración pública, se le había inculcado algo sobre lo que él podría o no tener reservas; en cualquier caso, se las guardaría para su fuero interno. 
Por su parte, el paisano no había sido «educado» en la corrección política. De ahí que ninguno dijera «homosexuales», y que ninguno conociera la pronunciación ni origen del término gay. Sea como fuere, al menos era posible entonces mostrar la disconformidad con la opinión del Estado o de los medios. Algo que hoy se antoja difícil. Todo aquel que hoy lo intente recibe ipso facto la etiqueta de «fascista», e incluso alguna demanda, querella, multa o represión de cualquier tipo. 

Tal como nos desgrana Bock–Côté, la corrección política no es sólo un mecanismo censor, represor o emasculador. Es, sobre todo, un mecanismo atiborrado de escotillones e incongruencias. De ahí que, además de obligarnos a decir que dos más dos hacen cinco, luego nos obligue a decir que son seis o tres, según lo vuelva a decidir el Partido. Ese es el motivo por el que la corrección política está a favor de la blasfemia contra Cristo —lo llaman libertad de expresión—, pero no tolera que se diga que Mahoma era un pederasta —lo llaman xenofobia. 

Está a favor de reírse en Twitter del asesinato del presidente Carrero Blanco, pero en contra de señalar que las denominadas «Trece Rosas» fueran unas criminales. A favor de expulsar a Platón, Lincoln, Franco, Pemán o Virgilio de los planes de estudio y de los callejeros, pero en contra de quitar estatuas de Abderramán III, de Pol Pot o de Santiago Carrillo. Lo relevante de la corrección política no es que resulte estomagante. No. Lo relevante es que es de obligado credo, es ley. Mejor dicho; es la sustitución del Derecho. Los estados se siguen llamado «democracias», pero cada día se parecen más a las denominadas «democracias populares», como Bock–Côté observa con atención. 

La corrección política y su arbitrariedad suponen la muerte de los principios generales del Derecho. Mediante su «cultura de la cancelación», la corrección política convierte el entero espacio público —y también el privado— en un gulag, en un campo de reeducación de la mente, de lavado de cerebro. Porque, con su posesión absoluta de la Verdad, el Estado políticamente correcto pretende dar muerte definitiva a Dios y proclamarse su heredero. Al igual que el Dios del Sinaí, el Estado de la corrección política nos ordena amarlo con todo el corazón, toda el alma y todas nuestras capacidades. Curiosamente, dice el Génesis que Dios creó al hombre «varón y mujer» —o sea, él con pilila y ella sin pilila—, y que aquello era muy kalós («bueno, bonito»).
José María Sánchez Galera

LOS NUEVOS MANDAMIENTOS DEL GLOBALISMO 
DE LA CORRECCIÓN POLÍTICA

VER+:



viernes, 26 de noviembre de 2021

LIBRO "GEOINGENIERÍA: UN INFAME PACTO DE SILENCIO" 👥💀


SINOPSIS

En una era de sobresaturación de publicaciones prescindibles y desinformación galopante, la aparición de Geoingeniería: Un infame pacto de silencio viene a llenar el escandaloso vacío bibliográfico (en lengua española) en torno al asunto central que denuncia esta obra: la geoingeniería, esa sofisticadísima arma de múltiples filos (económicos, geopolíticos, antropológicos, etc.) que modifica y perturba nuestra percepción de lo que nos rodea. Un libro de autoría colectiva (coordinado por Alba Lobera y José Antonio Bielsa Arbiol) de todo punto indispensable para conocer la más siniestra «arma de destrucción progresiva» de la postmodernidad.
En una era de sobresaturación de publicaciones prescindibles y desinformación galopante, la aparición de Geoingeniería: Un infame pacto de silencio viene a llenar el escandaloso vacío bibliográfico (en lengua española) en torno al asunto central que denuncia esta obra: la geoingeniería, esa sofisticadísima arma de múltiples filos (económicos, geopolíticos, antropológicos, etc.) que modifica y perturba nuestra percepción de lo que nos rodea. Un libro de autoría colectiva de todo punto indispensable para conocer la más siniestra “arma de destrucción progresiva” de la postmodernidad.

Como explica Alba Lobera, coordinadora de la obra y muy conocida por su canal de YouTube Mundo Viperino, «Geoingeniería: Un infame pacto de silencio tiene como finalidad denunciar, desde la rigurosidad científica más estricta y con documentación firme, la modificación climática que tantos años lleva retando a la Madre Naturaleza. La labor de coordinación (titánica y apretada por los contratiempos que han protagonizado el plazo de elaboración de este trabajo) ha sido gestada desde un abanico de variopintas propuestas en su composición. Aportes sobre un punto crítico de la ciudadanía, de los medios de comunicación, de la política, del ámbito médico y biológico, y desde la estricta definición científica, apoyan al libro acertadamente dividido en tres partes, siendo cerrado por unos anexos y despedido por un epílogo tan crudo como directo».

En este sentido, uno de los colaboradores del libro, Patricio Carrasco (químico y director del popular canal de YouTube La Resistencia del Expreso, antes conocido como El Expreso de Medianoche), señala que la geoingeniería «es un negocio creado por la ONU, no sólo para la obtención de grandes cantidades económicas, sino para evitar la evolución de los países en vías de desarrollo. Y no sólo eso: también por la creación de protocolos, los cuales no todos se cumplen a rajatabla, como el Protocolo de Kyoto, que casualmente no está firmado por los países más contaminantes«. «A esto hay que sumarle que de pronto empiezan a vendernos las cuotas de emisiones de CO2. Esto lo que hace al final es que las grandes empresas se coman a las pequeñas, evitando así que avancen, minando la economía de los países y no pudiendo éstos llegar nunca a ser autosuficientes ni a prescindir de créditos de grandes corporaciones como el FMI o el BCE», añade.

Hablan los autores

“¿Qué habrá de verdad en todo lo que nos cuentan? ¿Y si el cambio climático, tal y como oficialmente se define… fuese una mentira?” (Alba Lobera)

“La geoingeniería no puede ayudar a combatir el cambio climático porque no hay cambio climático: hay manipulación climática” (Patricio Carrasco Lorente)

“Hoy las guerras ya no son sólo militares, sino que existen muchas otras herramientas para forzar a otros países a que obedezcan tus órdenes” (Miguel Blasco)

“La farmacéutica tendría la posibilidad de sembrar en el aire esporas, bacterias, virus y hongos con la intención de causar patologías… y así conseguir nuevos clientes para sus procesados medicamentos” (Juan Carlos Baruque Hernández)

“La geoingeniería pone a los ecosistemas, a la biodiversidad y a las comunidades humanas más heterogéneas en gravísimo riesgo” (Luys Coleto)

“Bajo este pretexto de falso ecologismo y falsa sostenibilidad, organismos supranacionales y globalistas supervisarán todos los desarrollos económicos verdes y se apropiarán de los recursos de los Estados-Nación” (Gonso García)

“¿A quién habrá que pedir responsabilidades en un futuro cuando se descorra tan gran cortina de humo?” (José Antonio Bielsa Arbiol)

“La geoingeniería es actualmente la mayor amenaza para la vida en la historia de la humanidad” (Taras Kozak)



VER+:

Un infame pacto de silencio

El lenguaje divino

La cimática es la ciencia que intenta comprender el principio de la vida, es decir, qué es aquello que al interactuar con materia inerte produce formas en movimiento. ¿Cuántas formas se pueden producir? ¿Cuán complejas pueden llegar a ser esas formas? ¿Podría ser nuestro mundo un simple experimento de cimática? ¿Podríamos serlo nosotros mismos?
La cimática es aquello a lo que se refería Tesla, cuando decía “Si quieres entender el universo piensa en energía, frecuencia y vibración”. Es “el verbo hecho carne” al que se refiere la Biblia. Es el “Om” de los budistas. Es el conocimiento más secreto, más oculto. Es la ciencia con la que la élite espera obtener un control total sobre la materia, sobre los cuerpos y también sobre las mentes, pues ¿Qué son las mentes sino emisiones de ondas, de frecuencias? (Alfa, beta, gamma, delta, thera, así las llaman). Es la posibilidad de alterar pensamientos, de infundir sentimientos, deseos, necesidades, y mucho más.

La geoingeniería, en general, no es más que un experimento de cimática a gran escala. Para manipular el clima necesitan espesar el aire (Y eso hacen, espolvoreando diferentes materias desde aviones) y aplicar al aire espesado una determinada frecuencia de sonido (Que no tiene por qué ser audible). Son los “chemtrails”, es HAARP, es el CERN, son «tantas antenas», es el «5G». Es la tan buscada “partícula de Dios”. Es el intento de generar una frecuencia que pueda oponerse a la frecuencia divina, de encontrar una voz que pueda suplantar, anular, la voz de Dios. Es la intención de cambiar lo natural por lo artificial, la creación por la fabricación. Es el Nuevo Orden Mundial. Es el futuro que nos están preparando, mientras nos mantienen entretenidos con Harry Potter y tantas fantasías más. Es la locura de unos hombres que pretenden destripar a Dios, desintegrarlo, reduciéndolo a partículas. Toda su alquimia no les ha servido para comprender que Dios es Amor, esa energía insuperable, a la que solo se puede acceder amando.