Por doquier, como vemos, el deseo de serenidad y armonía. De algún modo, la búsqueda de los orígenes, el regreso a los elementos primordiales de la creación y al silencio de las cosas. La conciencia que se repliega sobre sí misma, en una especie de hibernación defensiva. Una voluntad también de purificación y espiritualidad. Pero ahí se bifurcan -¡ay!- dos caminos: por un lado, el encapsulamiento individualista, la mística del individuo occidental que se niega a salir de su propia subjetividad.
Encerrado en la cárcel invisible de sí mismo, se refugia en un universo taoísta de silencio y transparencia, pero pagando el tributo de una profunda soledad. El otro camino, en cambio, es el de la verdadera voluntad de luz. Aquí, el minimalismo no se utiliza como un parapeto contra la realidad, sino de una manera franciscana. Desprenderse de todo lo accesorio para reencontrarse con lo esencial. Pensemos, por ejemplo, en la escultura minimalista de Brancusi. Pensemos también en la simplicidad del peregrino. La peregrinación es siempre una aventura minimalista: ir despojándose de la impedimenta del ego y acercarse ya sin posesiones a la presencia de Dios.
¿Qué forma de minimalismo quiere elegir Occidente, hoy situado en una decisiva encrucijada? De su elección, como es obvio, depende el rumbo futuro de nuestro mundo.
Nihilismo, alter ego del minimalismo: El arte de la nada
Manuel Gutiérrez Tejedor
Claves para entender los puntos comunes de dos conceptos, a priori, diferentes.
¿Quién dijo que una obra “artística” debe expresar algo o hacernos interiorizar algún tipo de sentimientos? ¿Por qué no se puede expresar o hacer sentir nada?
El arte minimal no suele remitir a nada más que a sí mismo. Precisamente esta negación de toda función asociativa, la autorreferencialidad y los espacios blancos o neutros que los minimalistas usaron para colocar sus autónomos “objetos específicos”, responde a una motivación política que no se debe ignorar: los artistas pretendían crear un arte que pudiera existir sin el lastre de los contenidos e ideales de formación propios de la cultura burguesa. Este arte supuso el principio del fin de la modernidad. L. Lippard afirmaba que el minimal había levantado una nueva clase de monumento funerario, palabras que enlazan con las de Nietzsche al decir que el nihilismo consiste en reducir el valor de la vida a lo mínimo.
Acercamiento al último nihilista: Nietzsche
Friedrich Wilhelm Nietzsche, el primer anarquista y el último nihilista, fue quien mejor entendió el concepto de nihilismo gracias a sus continuas crisis personales, que para él eran etapas para alcanzar la transmutación de todos los valores. Estas etapas son, aproximadamente, el nihilismo negativo, el reactivo, el pasivo y el activo. Con esta última etapa surgirá el “amanecer de la tierra”, y concluye con la muerte de Dios, donde el hombre se libera de sí mismo.
Nietzsche expone el problema del nihilismo en estrecha conexión con el del pesimismo. El límite entre los dos fenómenos no es tajante, pero podemos entender el nihilismo como el desarrollo ulterior del pesimismo: el pesimismo es la situación histórica de la civilización occidental, mientras que el nihilismo es el acontecimiento futuro que está por venir.
Etimología del nihilismo
Etimológicamente, el término nihilismo procede de la locución latina nihil (nada). De aquí se elabora el significado que se ha ido configurando en Occidente: pérdida de validez de los valores vigentes o carencia de valores. Por tanto en el nihilismo fundamentaría la cultura de la nada, un sentimiento de rechazo a toda la historia occidental viciada por los falsos ídolos: el dinero, la religión, el estado, etc. La “nada” pasa a ocupar el centro de toda existencia, lo que sólo es posible si ocupa el lugar que en Occidente pertenecía por derecho a Dios.
Nihilismo es el proceso histórico de desvalorización progresiva de aquellos valores supremos que han venido dominando en los distintos ámbitos de la vida europea y que, piensa Nietzsche, siguiendo las líneas que conducen al nihilismo extremo, podremos alcanzar una perspectiva privilegiada para el análisis e interpretación del fenómeno nihilista en su conjunto.
De la angustia existencial a la creación: requisitos para el artista "nadaista"
La angustia es la respuesta de un hombre al que se le niega la relación tranquilizadora con los dioses. Esto lo lleva a contemplar el peligro de la destrucción que la nueva religión acarrea: la tecnificació promete un futuro de progreso sin “fin”, no sólo a través de la guerra, sino a través del empobrecimiento de la relación entre los hombres con los objetos reducidos a su utilidad, separados de su magia, su poesía. Entreguerras y guerra serán, no por casualidad, el escenario de esta toma brusca de la impotencia del hombre ante el mal, ante la posibilidad de delinear el futuro mediante el pensamiento.
La creación es una pregunta en la que se conservan latentes las respuestas en forma de obras; cada pieza es la señal dejada por un paso, la herida abierta presente como búsqueda de una solución parcial. Pero en ello no hay una huida a otro universo, para los existencialistas no existe otro mundo más allá de éste, el universo de la subjetividad humana.
LOS RESTAURANTES YA NO SON LO QUE ERAN
EL CLUB DE LA COMEDIA