EL Rincón de Yanka: EMILIO-LLEDÓ

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sábado, 24 de octubre de 2015

EMILIO LLEDÓ, PREMIO PRINCESA DE ASTURIAS DE COMUNICACIÓN Y HUMANIDADES 2015


Premios Princesa de Asturias 2015 Emilio Lledó: 

"El cielo ideal de las Humanidades 
está en la realidad lleno 
de nubarrones violentos".


A sus 88 años, Lledó recibe el galardón por toda su trayectoria.

Recalca la importancia de las Humanidades y de la Comunicación en el desarrollo social y personal.

Alerta, sin embargo, de la violencia y la ignorancia como sus grandes enemigas.

El filósofo y humanista español Emilio Lledó ha recibido el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2015 por toda su trayectoria como filósofo y pensador. En suu discurso, repleto de metáforas y conceptos abstractos, ha recalcado la importancia de las Humanidades para la identidad social y los peligros que acechan actualmente a esta especialidad.

Para comenzar, haciendo honor a su galardón, Lledó ha hablado de la vida, de esa "experiencia incesante". "Vamos aprendiendo a mirar, a asombrarnos de la naturaleza que nos rodea: los árboles, las nubes, la luz, el mar, la tierra, los frutos de la tierra. Fueron los primeros filósofos los que nos iniciaron en ese asombro y empezaron a especular sobre los principios fundamentales de la vida: el agua, el aire, la tierra".

Así es como este filósofo español de 87 años ha logrado imponerse a otros 27 candidatos para lograr este Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades.

En su discurso en la ceremonia de entrega de los Premios, en Oviedo, ha incidido en el "gozo de los sentidos" como clave de la Filosofía, o lo que ha llamado como "luz interior" una luz determinada por "una nueva forma de mirar" la realidad. De ahí surgen los "conceptos", los "nuevos objetos ideados, mirados; algo concebido por la mente y que habrían de forjar un nuevo universo de palabras elementales".
Lledó ha hecho referencia así a esta "constelación de significados", al "corazón del lenguaje" y a esa "luz interior que nos ha hecho comunicación y humanidad, que nos ha transformado en palabra. Esos elementos se llamaron 'Verdad', 'Bien', 'Belleza'.
El deterioro de las Humanidades
El pensador ha reflexionado sobre el concepto 'Humanidades', al que define como "un término que se nos ha hecho familiar, y que, por esa misma familiaridad, podríamos resbalar, sin darnos cuenta, por el fecundo territorio de sus significados", fruto de "un largo proceso cultural" y que es "un ideal en la memoria colectiva y, sobre todo, resultado no sólo de la 'teoría', de la mirada, sino que es fuerza, dinamismo, riqueza para la sociedad"

De ahí la importancia del aprendizaje y comunicación de las Humanidades. "Las necesitamos para hacernos quienes somos, para saber qué somos y, sobre todo, para no cegarnos en lo que queremos, en lo que debemos ser", ha insistido.

“El género humano no ha logrado superar la ignorancia y su inevitable compañía, la violencia, la crueldad“.

Sin embargo, ha advertido, "el cielo ideal de las Humanidades está en la realidad lleno de nubarrones violentos. Basta abrir los periódicos o escuchar las noticias". Ha hecho referencia así al deterioro de esta ciencia ya que, "a pesar de los indudables progresos reales, el género humano no ha logrado superar la ignorancia y su inevitable compañía, la violencia, la crueldad. 

El “género humano”, esa trivializada expresión, convertida en “desgénero humano”, en una degeneración.

De ahí ha reflexionado sobre otro concepto, el 'Bien' o 'Bondad', que "se levantó desde ese espacio de mutua ayuda y protección con que la naturaleza asimila, alienta y sostiene sus propios productos" y que suponía "una perspectiva humana; una mirada, pero desde dentro de uno mismo". Por lo tanto, ha explicado, "no es extraño que la belleza fuera unida a la bondad. Todo ello implicaba el despertar, ante nuestros ojos, ante nuestros oídos de ese horizonte de las Humanidades".

La importancia de la educación
"La educación, la paideía, inicia, ya en la infancia, ese proceso de construir el 'quien' que mide en nosotros", ha dicho Lledó, en referencia al modo en que la educación contribuye a la construcción de la propia persona.

"Estoy convencido de que los maestros, los profesores, son conscientes de ese privilegio de la comunicación, de esa forma suprema de 'Humanidades'. Ese anhelo de superación, de cultura, de cultivo es, tal vez, la empresa más necesaria en una colectividad, en una 'polis' y en su memoria. En ella, en esa educación de la libertad, alienta el futuro, el de la verdad, el de la lucha por la igualdad, por la justicia, por la inteligencia", ha expuesto.

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-¿Por qué la democracia necesita de las humanidades?

-Las humanidades proporcionan tres ingredientes que cualquier sociedad decente necesita con urgencia: la capacidad socrática de examinarse a uno mismo y pensar críticamente, que no debe ser coartada ni por la autoridad, ni por las presiones. Especialmente en esta era de los medios de comunicación 'sound bites' (breves declaraciones que suenan bien) esta habilidad es más necesaria que nunca si queremos tener una cultura pública verdaderamente deliberativa y reflexiva. Otro sería la capacidad de pensar sobre los problemas universales como 'ciudadano del mundo', bien informado sobre la historia, la naturaleza de las principales religiones del planeta, y sobre la variedad de culturas. Por último, una imaginación cultivada, es decir, la capacidad de ver cómo el mundo mira a través de los ojos de personas muy diferentes de uno mismo. ¿Cómo podemos votar sobre políticas que afectan a otros sin antes saber cómo es el mundo en el que viven? Por lo tanto, es una cosa terrible que los programas de humanidades estén siendo recortados. Son parte esencial de la educación para todos los ciudadanos. En EE UU las damos a través de la asignatura 'artes liberales', donde todos los estudiantes tienen un tema principal que les prepara para una carrera concreta, pero también reciben cursos generales, incluyendo Humanidades, asignaturas que preparan para la ciudadanía y la vida.




jueves, 15 de enero de 2015

LIBERTAD DE EXPRESIÓN NO ES LIBERTAD DE OFENSIÓN U OPRESIÓN: LIBERTINAJE

El derecho de Libertad de Expresión no puede implicar el derecho de ofender ni atacar ni incumplir otros derechos humanos como los de libertad religiosa o de pensamiento. Libertad, es entender y aceptar que todos los seres humanos poseemos iguales derechos.

Libertad de Expresión NO ES = Libertad de Ofensión u Opresión: Insultar y denigrar cualquier otro Derecho Humano como la libertad de pensamiento o credo
"A mí me llama la atención que siempre se habla, y con razón, de libertad de expresión. Es obvio que hay que tener eso, pero lo que hay que tener, principal y primariamente, es libertad de pensamiento. ¿Qué me importa a mí la libertad de expresión si no digo más que imbecilidades? ¿Para qué sirve si no sabes pensar, si no tienes sentido crítico, si no sabes ser libre intelectualmente?" Emilio Lledó




La ideología de los derechos humanos. FORJA 113 

 

sábado, 25 de octubre de 2014

LOS DIENTES DEL ESPÍRITU

Matthias Stom (1600-1650) 
lectura del hombre por luz de las velas

Los dientes del espíritu
JOSÉ VICENTE PASCUAL

El estudio de las humanidades en la escuela y los centros de enseñanzas medias tiene el mismo problema que la honorabilidad de algunas damas: necesita argumentarse y defenderse cada cierto tiempo.


El estudio de las humanidades en la escuela y los centros de enseñanzas medias tiene el mismo problema que la honorabilidad de algunas damas: necesita argumentarse y defenderse cada cierto tiempo. Cuando algo, alguien, precisa analizarse a sí mismo y explicar al mundo su utilidad... malo. Y así está el asunto de las humanidades y su consideración como algo provechoso por el conjunto del vecindario: fatal, muy mal desde hace tanto que ni siquiera los más viejos redactores de esta página recuerdan épocas peores.

Triste es defender lo evidente, decía el poeta. Como mi tendencia es deprimirme pero no entristecerme, no voy a hacer un alegato en favor de las sufridas asignaturas de literatura, filosofía, historia, latín, griego... (¿religión?); nunca lo he hecho, ni siquiera cuando, siendo muy jovencito, mis familiares, amigos y otros allegados, entre los que se encontraban mis profesores, se extrañaban del fervor con que seguía el estudio de aquellas asignaturas (que en el fondo "no sirven para casi nada", escuché más de una vez), mientras que mi ineptitud para materias con futuro como las matemáticas, la física, la química y demás torturas docentes, era clamorosa. Una vez saqué un cinco en matemáticas y en mi casa hicieron fiesta. El caso era (es), que siempre me han fastidiado las disciplinas intelectuales que te dicen lo que tienes que pensar, lo correcto y lo inexacto, el horrendo 2+2 = 4 que nunca falla y jamás explica nada. Todos los números pares siempre son la suma de dos números primos (no impares, no te confundas; he escrito "primos"). ¿Por qué? Ni se sabe. Es un misterio que ningún matemático, al día de hoy, ha sabido desentrañar. Sin embargo, dos más dos siguen siendo cuatro. Y todos tan contentos porque las ciencias exactas son útiles y no hay nada más útil que lo útil.

Pues como te iba diciendo: me molesta la presuntuosidad de quienes saben de antemano lo que hay qué pensar y cómo hay que pensarlo. A la contra, siempre me ha encandilado la certeza de que existen materias, territorios de indagación, maestros, sabios que te enseñan a pensar pero no te dicen lo que tienes que pensar. Eso fueron siempre las humanidades para mí: el único camino coherente para aprender a pensar. En los demás paisajes, como con las aguas mansas, ya me valgo yo solito. Sé que la imagen puede resultar un poco grosera, pero ahí va: imaginen a un mozo en edad de crecer y alimentarse, al que sus progenitores abastecieran de abundante comida pero, ay, careciese de dentadura. También se puede comer sin dientes, claro. Pero muy mal. Puede que hasta se olvide la manera correcta de hacerlo, lo que nos conduce al recuerdo quevediano del infeliz pupilo del Dómine Cabra, enfermo sin remedio de un hambre muy antigua, al cual, ya en lecho de muerte, llevaban sus compañeros de pensión algunas tajadas, por ver si lo reanimaban y salvaban in extremis; lo malo fue que el agonizante no atinaba a llevarse a la boca aquellos garbanzos de urgencia, por la falta de costumbre.

Grosería suma: las humanidades son los dientes del espíritu. Perder la costumbre de usarlos es una condena segura a la única y verdadera plaga de nuestro tiempo: la muerte del espíritu por pura inanición.






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Por Jose Antonio Marina

Todos los alumnos nos han preguntado alguna vez: ¿Y esto para qué sirve? Suele ser una pregunta incómoda, que podemos interpretar como una muestra de cerrilismo del alumno. ¡No se dan cuenta de lo importante que es leer, saber historia, aprender filosofía, disfrutar con la poesía! Por su parte, muchos padres están preocupados por el futuro laboral de sus hijos y reclaman asignaturas útiles para ganarse la vida. Con frecuencia, los docentes nos refugiamos en las leyes educativas, o en una vaga evidencia del valor de lo que enseñamos, y dedicamos poco tiempo a explicar para que vale lo que deseamos que aprendan. Por eso me interesa mucho la obra de Martha Nussbaum, una gran humanista a la que se le concedió el Premio Príncipe de Asturias. Hace ya bastantes años, Emilio Lledó me dijo que era la mejor helenista del momento. Su libro La fragilidad del bien es admirable por su erudición y por su perspicacia. Luego ha escrito muchas obras sobre ética y filosofía del derecho, y trabajó con Amartya Sen, premio Nobel de economía, estudiando las hirientes diferencias sociales y las situaciones de injusticia. Hoy quiero referirme a dos libros suyos dedicados a la educación: El cultivo de la humanidad, y, sobre todo, Not for Profit, que lleva un subtítulo llamativo: ¿Por qué la democracia necesita las humanidades? En el primero, estudia la situación de las humanidades en la universidad americana, y expone las tres destrezas intelectuales que solo las humanidades desarrollan y que son imprescindibles para la convivencia democrática: (1) La capacidad de examinar críticamente las propias ideas y las tradiciones culturales en que se ha crecido, (2) La capacidad de verse a sí mismos no solo como ciudadano pertenecientes a una nación, sino como seres humanos vinculados a los demás seres humanos por lazos de reconocimiento y mutua preocupación, (3) Lo que podemos llamar “imaginación narrativa”, que permite ponerse en el lugar de los demás. El segundo libro comienza con una afirmación dramática: “Estamos en medio de una crisis de proporciones masivas y grave significado global. No, no me refiero a la crisis económica que comenzó el año 2008. Al menos, en este caso todo el mundo sabe que existe y muchos líderes mundiales trabajan rápida y desesperadamente para encontrar soluciones. No, me refiero a una crisis que está pasando desapercibida, como un cáncer, una crisis que puede ser, a largo plazo, mucho más destructiva para el futuro de la democracia: la crisis mundial en la educación.

Nussbaum sostiene que una preocupación obsesiva por el “beneficio”, por el progreso económico, está expulsando de la educación aspectos esenciales para una convivencia justa y noble. En este momento se ha asentado en los sistemas educativos la idea de que solo las ciencias, la tecnología y el inglés son importantes, mientras que las demás asignaturas son un “lujo mono”, como era la costura, el piano y la cultura general para las señoritas del siglo XIX. Todos colaboramos en esta idea, porque defendemos con poca contundencia argumental el papel de las humanidades. Para justificar la necesidad de leer, solo se nos ocurre decir que es un gran placer. Los maestros de la República veían las cosas con más claridad cuando imprimían carteles con el lema: “La lectura es la mejor defensa contra el fascismo”. Nussbaum comenta: “Las humanidades son necesarias para pensar críticamente, para superar las lealtades locales y acercarse a los problemas globales como un “ciudadano del mundo”, y, finalmente, para comprender empáticamente a otras personas.” Y estas cosas son esenciales para la democracia. Así pues, la educación -concluye- debe ser “for profit” y “not for profit”. Es decir, para conseguir bienes económicos y también para conseguir bienes no económicos. Como en los seriales.


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El experto en escepticismo griego reflexiona sobre la deriva de las Letras en su último libro, 'La terapia de lo inútil', y propone la Filosofía como remedio contra el tedio contemporáneo



-¿Por qué la democracia necesita de las humanidades?
-Las humanidades proporcionan tres ingredientes que cualquier sociedad decente necesita con urgencia: la capacidad socrática de examinarse a uno mismo y pensar críticamente, que no debe ser coartada ni por la autoridad, ni por las presiones. Especialmente en esta era de los medios de comunicación 'sound bites' (breves declaraciones que suenan bien) esta habilidad es más necesaria que nunca si queremos tener una cultura pública verdaderamente deliberativa y reflexiva. Otro sería la capacidad de pensar sobre los problemas universales como 'ciudadano del mundo', bien informado sobre la historia, la naturaleza de las principales religiones del planeta, y sobre la variedad de culturas. Por último, una imaginación cultivada, es decir, la capacidad de ver cómo el mundo mira a través de los ojos de personas muy diferentes de uno mismo. ¿Cómo podemos votar sobre políticas que afectan a otros sin antes saber cómo es el mundo en el que viven? Por lo tanto, es una cosa terrible que los programas de humanidades estén siendo recortados. Son parte esencial de la educación para todos los ciudadanos. En EE UU las damos a través de la asignatura 'artes liberales', donde todos los estudiantes tienen un tema principal que les prepara para una carrera concreta, pero también reciben cursos generales, incluyendo Humanidades, asignaturas que preparan para la ciudadanía y la vida.



viernes, 13 de diciembre de 2013

LA VERDADERA CRISIS ES LA DE LA INTELIGENCIA




-¿La crisis ha reducido nuestra capacidad de pensar, de replantearnos las cosas?

“Creo que no estamos tanto ante una crisis económica, sino en una crisis de la mente, de nuestra forma de entender el mundo. La crisis más real -con independencia de los problemas económicos, que son muy reales- es la crisis de la inteligencia. No estamos solo ante una corrupción de las cosas, sino ante una corrupción de la mente. A mí me llama la atención que siempre se habla, y con razón, de libertad de expresión. Es obvio que hay que tener eso, pero lo que hay que tener, principal y primariamente, es libertad de pensamiento. ¿Qué me importa a mí la libertad de expresión si no digo más que imbecilidades? ¿Para qué sirve si no sabes pensar, si no tienes sentido crítico, si no sabes ser libre intelectualmente? También ocurre que uno intenta pensar y escribe cuatro especulaciones y no puede hacer nada. Piensas pero no tienes poder. De ahí el poder de la política”.
"¿Qué me importa a mí la libertad de expresión si no digo más que imbecilidades? ¿Para qué sirve si no sabes pensar, si no tienes sentido crítico, si no sabes ser libre intelectualmente?"  - Emilio Lledó -

-A nosotros nos han obligado a pensarlo todo en términos de rentabilidad económica..

“Exacto. La economía es importante, pero es solo una parte. Hay que dejar que los muchachos, los cinco o seis años que están en la universidad, se entusiasmen con algo, que no se obsesionen con cómo ganarse la vida, ya se la ganarán o la lucharán. La obsesión por ganarse la vida es la forma más radical de perderla”.

-Eso lleva a otra pregunta: ¿Cómo nos está deteriorando el uso perverso del lenguaje?

“De una manera increíble. Una forma de deteriorar la mente es deteriorar el lenguaje. Utilizamos palabras sin pensarlas. Por ejemplo, ahora hay que ponerlo todo en valor. Sin embargo, no sabemos qué es el valor porque no sabemos lo que son los valores. La universidad tiene que fomentar un debate sobre los ideales. Los creadores de riqueza son necesarios, pero unos pasos más adelante hay que crear algo que rompa la pura pragmacia. O la practiconería, que es una palabra que seguro que la Real Academia no aceptaría, pero que me parece muy expresiva”.

¿Por qué cada vez hay más estúpidos?





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