EL Rincón de Yanka: DIVERSIDAD

inicio














Mostrando entradas con la etiqueta DIVERSIDAD. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta DIVERSIDAD. Mostrar todas las entradas

domingo, 1 de septiembre de 2024

LIBRO "LA TRAMPA DE LA DIVERSIDAD" por DANIEL BERNABÉ ⛛⛒⛝⛨⛯⛭ y EL ARTÍCULO "LA LÚCIDA TEOLOGÍA DEL ATEO" por JUAN MANUEL DE PRADA


 «La trampa de la diversidad»*


Acabamos de leer "La trampa de la diversidad" * (Ediciones Akal), un lúcido ensayo que ha provocado gran polémica en ámbitos intelectuales izquierdistas. 
Su autor, Daniel Bernabé, sostiene que las llamadas ‘políticas de la diversidad’, que con tanto ardor defiende la izquierda, constituyen en realidad una artimaña del neoliberalismo para «fragmentar la identidad de la clase trabajadora». Es la misma tesis que hemos sostenido en infinidad de artículos desde hace años, citando a pensadores tan ilustres como Pasolini o Hobsbawn (a los que, misteriosamente, Bernabé no cita).

Como Bernabé señala en algún pasaje de su libro, «si todos somos una suma inacabable de especificidades, entonces no puede haber un nosotros». El posmodernismo habría sido, a juicio de Bernabé, el clima cultural que ha favorecido esta lacra: «Sin horizonte al que dirigirnos ni pasado del que aprender, sin posibilidad de afirmar lo cierto o lo falso, sin espacio para los conceptos válidos universales», el neocapitalismo habría podido realizar más fácilmente una serie de transformaciones económicas –desindustrialización, deslocalización, externalización, etcétera– que favorecieron la atomización laboral. Ciertamente, es mucho más sencillo desarrollar una conciencia de explotación laboral en el obrero que trabaja en una fábrica junto con otros cinco mil obreros que en el falso autónomo que reparte pizzas a domicilio en bici, requerido por una aplicación para teléfonos móviles. Y, a la vez, es mucho más sencillo encauzar la insatisfacción de este falso autónomo hacia reivindicaciones que lo hagan sentirse ‘distinto’, permitiéndole huir de su grimoso horizonte laboral. 

Con inteligencia ladina, a este falso autónomo se le puede infundir una ‘identidad aspiracional’ que lo haga sentirse orgulloso de ser homosexual, animalista y (risum teneatis) de clase media, en contraposición al trabajador de la fábrica, al que se caracterizará como heteropatriarcal, taurino y de clase baja. Esta capacidad del neocapitalismo para instilar ‘identidades aspiracionales’ entre los trabajadores más explotados, evitando que se organicen, supo aprovecharla, por ejemplo, Margaret Thatcher, que –como nos recuerda Bernabé– no tuvo empacho en mostrarse favorable a la despenalización de la homosexualidad o el aborto, a cambio de desactivar la acción colectiva de los trabajadores y de reducir a fosfatina conquistas laborales logradas en décadas anteriores.

Con la ayuda lacayuna de una izquierda traidora, el neocapitalismo ha logrado convertir a la clase trabajadora en un archipiélago de ‘consumidores de singularidades’ entre las que ocupan un lugar preponderante las ‘opciones sexuales’ y las ‘identidades de género’. Por supuesto, Bernabé no defiende que tales grupos no deban disfrutar de derechos civiles; pero advierte que la exaltación de la diferencia es la mejor coartada para los gobiernos rehenes de la plutocracia, que así pueden posar de progresistas ante la galería. Y no se le escapa tampoco a Bernabé que este mercado de la diversidad, como siempre ocurre entre los productos que compiten, provoca fricciones y contradicciones cada vez más ásperas entre las distintas identidades: así ha ocurrido recientemente, por ejemplo, con los llamados ‘vientres de alquiler’, que han enfrentado a feministas y homosexuales. Y, entretanto, nadie clama contra los recortes salariales.

Especialmente sagaz se muestra Daniel Bernabé cuando denuncia que esta traición de la izquierda ha dado alas a las nuevas derechas, más o menos extremistas o alternativas, que se benefician de la fragmentación ocasionada por las políticas de la diversidad, apelando a los perdedores de la globalización, a la vez que pueden azuzar los miedos de cada grupo nacido de esta fragmentación, adaptando su mensaje a sus particularidades. El encono con que algunos capitostes izquierdistas han descalificado La trampa de la diversidad nos prueba que su autor ha acertado a meter el dedo en la llaga, aunque sólo sea someramente. Así, por ejemplo, Bernabé no se atreve a recordar que estas ‘políticas de la diversidad’ son opíparamente subvencionadas por organismos públicos y privados; y que el ardor con que son defendidas desde la izquierda traidora es directamente proporcional a la cantidad de dinero que tales organismos invierten en ellas. Tampoco se atreve Bernabé a penetrar en la razón última por la que el capitalismo fomenta estas políticas de la diversidad, utilizando a la izquierda como su perro caniche. Pero para atreverse a dilucidar esa razón última hay que aceptar primero –como nos enseñaban lo mismo Proudhon que Donoso Cortés– que detrás de toda cuestión política subyace un problema teológico.


LA TRAMPA 
DE LA 
DIVERSIDAD *

«Llegaron a España las guerras culturales, conflictos en torno a derechos civiles y representación de colectivos que situaban lo problemático no en lo económico o lo laboral y mucho menos en lo estructural, sino en campos meramente simbólicos. El matrimonio homosexual, la memoria histórica, el lenguaje de género o la educación para la ciudadanía empezaron a copar portadas de los medios y a crear polémica.

¿Estamos afirmando que los ejemplos mencionados carecen de importancia? 
En absoluto. Es importante que un grupo social pueda tener los mismos derechos civiles que el resto o reconocer desde las instituciones nuestra historia y la dignidad de los republicanos olvidados. Lo que decimos es que estos conflictos culturales tenían un valor simbólico en tanto que permitían a un gobierno que hacía políticas de derechas en lo económico validar frente a sus votantes su carácter progresista al embarcarse en estas cuestiones».

Extraña paradoja la que plantea este libro: ¿son los sistemas de privilegios, opresiones y revisiones una forma efectiva de enfrentarse a la desigualdad?; ¿dónde quedó, entonces, el conflicto capital-trabajo? 
Sin embargo, debemos dar una respuesta urgente a estas preguntas, si no queremos que la fuerza de lo colectivo se acabe diluyendo en el irremediable individualismo de lo identitario.

En un mundo donde lo ideológico se ha convertido en una coartada para afirmar nuestra personalidad aislada, el activismo se esfuerza en buscar las palabras adecuadas para marcar la diversidad, creando un entorno respetuoso con nuestras diferencias mientras el sistema nos arroja por la borda de la Historia. Ya no se busca un gran relato que una a personas diferentes en un objetivo común, sino exagerar nuestras especificidades para colmar la angustia de un presente sin identidad de clase.

Ha llegado el momento de tener unas palabras con la trampa de la diversidad…

Presentación

Cuando los independentistas catalanes convocaron una butifarrada festiva para reivindicar su lucha, un sector vegano protestó al tratarse de una comida con carne que no contemplaba su dieta. Existe un movimiento, los antinatalistas, que, indignados ante el «capitalismo terrible y despiadado» que vivimos, propugna no luchar política y organizadamente, sino no tener hijos para así acabar con la especie humana. 

Cuando el "periodista" Antonio Maestre usó el titular «Mierda animal sobre los restos de las víctimas» para denunciar que en un pueblo de Granada habían instalado un establo de ganado sobre las fosas que podrían albergar más de 2000 represaliados por el franquismo, algunos lectores le acusaron de «especista», es decir, de discriminación a los animales por considerarlos especies inferiores. 

¿Estamos insinuando que no debemos respetar a estos grupos? Por supuesto que no. 
¿Estamos planteando que sus reivindicaciones son incompatibles con las movilizaciones originales? Pues quizá sí si la diversidad se convierte en una competición de protagonismos en detrimento de luchas y causas que deberían ser más unitarias. Y de eso trata el libro "La trampa de la diversidad", de Daniel Bernabé. Desde los años sesenta vivimos un repliegue ideológico en el que hemos ido abandonando la lucha colectiva para entregarnos a la individualidad. El gran invento de la diversidad es convertir nuestra individualidad en aparente lucha política, activismo social y movilización. La bandera deja de ser colectiva para ser expresión de diversidad, diversidad hasta el límite, es decir, individualidad. En inglés, unequal quiere decir «desigual». Los hombres y mujeres que luchaban por una sociedad más justa combatían la desigualdad.

El nuevo giro, que denuncia Daniel Bernabé, es que «unequal» también significa «diferente». Ahora se reafirma y reivindica la diferencia sin percibir que, tras ella, podemos estar defendiendo lo que siempre combatimos:
la desigualdad, unequal. Bernabé nos explica: Margaret Thatcher supo conjugar ambas acepciones y confundirlas, transformar algo percibido por la mayoría de la sociedad como negativo, la desigualdad económica, en una cuestión de diferencia, de diversidad. Ya no se trataba de que fuéramos desiguales porque un sistema de clases basado en una forma económica, la capitalista, beneficiara a los propietarios de los medios de producción sobre los trabajadores, sino que ahora teníamos el derecho a ser diferentes, rebeldes, contra un socialismo que buscaba la uniformidad.
El neoliberalismo ha estado décadas reivindicando el derecho a la diferencia y a la individualidad, frente a lo que ellos llamaban la uniformidad colectivista y socialista, que tanto rechazaban. En cambio, la izquierda entendía que, frente a la individualidad, la desigualdad, la diferencia, había que esgrimir la lucha colectiva (o nos salvamos todos, o no se salva ni Dios), que la unidad nos hace fuertes, que nadie se debe quedar atrás, que queremos derechos para todos, que los convenios laborales son colectivos y no contratos individuales. Ahora, dice Bernabé, «nuestro yo construido socialmente anhela la diversidad pero detesta la colectividad, huye del conflicto general pero se regodea en el específico».

Parece que más que buscar a tus iguales para sumar fuerzas, intentamos buscar nuestras diferencias para afirmarnos según lo que comemos, lo que deseamos sexualmente, a quien rezamos, con lo que nos divertimos, cómo nos vestimos. Somos veganos, budistas, pansexuales, naturistas, friganos, antinatalistas… No se trata de no respetar esos estilos de vida, bien claro lo deja Bernabé, sino de advertir de la simbiosis entre esas competencias en el mercado de la diversidad y el neoliberalismo:
El proyecto del neoliberalismo destruyó la acción colectiva y fomentó el individualismo de una clase media que ha colonizado culturalmente a toda la sociedad. De esta manera hemos retrocedido a un tiempo premoderno donde las personas compiten en un mercado de especificidades para sentirse, más que realizadas, representadas.
Todo ello a costa de abandonar nuestro sentimiento de clase y, por tanto, las luchas colectivas que pasan a un segundo plano para ser absorbidas por esas identidades. Owen Jones ya advertía cómo en el Reino Unido la izquierda se había entregado a las reivindicaciones identitarias de las minorías en nombre de la diversidad y la tolerancia, todo con especial atención al lenguaje y las formas, pero sin prestarlo a las necesidades sociales de la clase trabajadora, concepto que desapareció en la división de razas, religiones y culturas. Como consecuencia, el sector trabajador blanco y protestante, en lugar de buscar su igual de clase entre las otras razas y religiones, se vio despreciado por la izquierda multicultural y terminó en manos de quienes se dedicaron a aplaudirles su raza y su religión: la ultraderecha. 

Daniel Bernabé nos precisa que la «diversidad puede implicar desigualdad e individualismo, esto es, la coartada para hacer éticamente aceptable un injusto sistema de oportunidades y fomentar la ideología que nos deja solos ante la estructura económica, apartándonos de la acción colectiva». En este libro nuestro autor nos desvela lo que llama «la trampa de la diversidad: cómo un concepto en principio bueno es usado para fomentar el individualismo, romper la acción colectiva y cimentar el neoliberalismo». De hecho el uso y abuso que de la diversidad está haciendo el mercantilismo es espectacular. Así, una mera tienda de juguetes eróticos consigue un reportaje titulado como «Una eroteca vegana, feminista, transgénero y respetuosa con la diversidad relacional y corporal» (Eldiario.es, 22 de marzo de 2016). 

En la Semana de la Moda de Nueva York una casa de diseño presentaba «una transgresora propuesta», según calificaba la prensa; un mensaje de «diversidad y tolerancia», en palabras de la empresa. En su nota de prensa afirmaba que su objetivo era que «todas las diferencias, incluso si no se comprenden completamente o no se está de acuerdo con ellas deben ser toleradas; todas las criaturas merecen espacio bajo el sol». 
Quería trasladar con su propuesta «el deseo individual de transformarse y convertirse en la mejor versión de uno mismo». 

¿Y qué presentaba tras su canto a la transgresión, la tolerancia y la diversidad? Pelucas para vaginas. No, no es una errata de imprenta lo que ha leído. La firma Kaimin presentaba en Nueva York unas pelucas que simulan vello púbico desfilando a la vez que se proyectaban vídeos con imágenes de diversas vaginas (El Español, 20 de febrero de 2018). Un anuncio de Benetton presentará imágenes de personas de diferentes razas, eso sí, todos jóvenes, guapos, limpios y bien alimentados. La diversidad nunca es de clase. 

En un reportaje sobre las elecciones estadounidenses los reporteros nos explicarán la diferencia de comportamiento para votar entre los hombres y las mujeres, entre los protestantes y los musulmanes, entre los blancos, afrodescendientes y latinos; pero no se pararán a exponer la diferencia de voto entre los directivos de Wall Street y los estibadores del puerto de Nueva York. 

En nuestras series de televisión vemos un emigrante, un gay, un vegetariano… y, con ellos, toda la conflictividad cotidiana presentada de forma banal, pero nunca aparece uno de los protagonistas volviendo del trabajo indignado porque su jefe no le paga las horas extras o porque ese mes lleva encadenados cinco contratos de dos días de duración. No existe la clase trabajadora, y menos todavía el conflicto social de clase. Pero la serie será percibida como progresista porque nos ha presentado y ensalzado la diversidad como baluarte de pluralidad, tolerancia y vanguardia ideológica. 

De ahí que pidamos presencia de mujeres, emigrantes, LGTB y jóvenes en un debate televisivo sin plantearnos si todos los elegidos tienen el mismo ideario. Si repasamos los titulares de un periódico de línea progresista descubriremos que las noticias y conflictos en torno a la diversidad tienen más presencia que las noticias referentes a las injusticias materiales. 

El conflicto mediático y político gira en torno a una drag queen en el carnaval; unas Reinas Magas en la cabalgata; una discusión sobre la llegada de refugiados, sin explicar el origen de su guerra; o la situación de los cerdos en una granja, mientras ignoramos la explotación que sufren los trabajadores de ese mismo lugar. Todo eso tiene su correlación en el comportamiento de los políticos y de los votantes. La política se convierte en un supermercado donde lo que vende es el envase en lugar del contenido. 

Los candidatos y los proyectos pierden el contenido y se uniformizan para intentar pescar todos en el caladero de la clase media. Empezamos vaciando de significados la política para competir en el mercado de las preferencias ciudadanas. Así, Theresa May lucía un brazalete de Frida Kahlo porque mola como símbolo feminista (cuando en realidad era comunista), Barack Obama aparece en un icónico cartel a modo de plantilla de arte callejero y la izquierda española lanza GIF de gatos en Twitter. Por su parte, la clase media, en realidad la mayoría de las clases, ansía diferenciarse del resto, reafirmándose en su identidad. Nada mejor para ello que una oportuna oferta de diversidades, inocuas para el capitalismo, individualistas y competitivas entre ellas cuando buscan presencia en los medios, reconocimiento de los políticos y significación social. 

Como señala el autor, los ciudadanos reniegan de participar en organizaciones de masas donde su exquisita especificidad se funde con miles para luchar por un programa electoral global, «temen perder su preciada identidad específica, que creen única». El mercado de la diversidad y su aparato ideológico les ha hecho creer que son tan exclusivos, tan singulares que no pueden soportar la uniformidad de una disciplina unitaria de lucha social por un objetivo global.

Basta ver en los perfiles de Twitter que, cuanto más políticamente incorrecto se autocalifica un usuario más retrógrada suele ser su ideología. Bernabé también nos habla del auge de la ultraderecha. Tal como ya indicamos anteriormente en el razonamiento de Jones, mientras «la izquierda secciona a los grupos sociales intentando dar protagonismo a todos los colectivos que pugnan en ese mercado identitario», la ultraderecha construye grupo en torno al discurso de la honradez, la decencia y la invasión del diferente.

Guy Debord alertó en 1967 de que vivíamos en la sociedad del espectáculo. Pasolini, a principios de los setenta, auguraba que el culto al consumo lograría una desideologización que nunca consiguió el fascismo. En 1985, Ignacio Ramonet acuña el término «golosina visual» para referirse a los mecanismos de seducción de los medios audiovisuales. Todas esas agoreras previsiones en su momento resultaron revolucionarias, el tiempo les ha dado la razón y ahora son aceptadas sin discusión. 

En este libro Daniel Bernabé nos trae otra: la trampa de la diversidad, que se une a las anteriores con el objeto de seguir desmovilizando, o mejor dicho, movilizando con humo, a la izquierda y la clase trabajadora. Qué término tan extraño ya, ¿verdad?, clase trabajadora. Una columna suya sobre este tema escrita en la revista La Marea me cautivó hasta el punto de plantearle la posibilidad de desarrollar el asunto a lo largo de un libro. 
No imaginaba que nos podría sorprender con estas clarificadoras ideas presentadas con tanto respeto hacia las minorías como contundencia en sus argumentos.
Pascual Serrano

La lúcida teología del ateo *

La tesis del libro (que ha encolerizado a los gerifaltes de la izquierda al servicio de la plutocracia) es la misma que el menda ha sostenido en multitud de artículos: las llamadas «políticas de la diversidad» constituyen en realidad una artimaña del neocapitalismo para desactivar a los trabajadores y convertirlos en un archipiélago de consumidores de «opciones sexuales», «identidades de género» y demás derechos de bragueta, mientras pisotea sus derechos laborales.

Bernabé considera que la izquierda debe recuperar su discurso tradicional. Y, para ilustrar su tesis, trae a colación la enseñanza que nos brinda la serie "El joven papa", de Paolo Sorrentino, sobre un imaginario pontífice que, contemplando el creciente desapego de los fieles a la Iglesia, decide restaurar la liturgia en latín, expulsar a los homosexuales de las estructuras eclesiásticas y abominar de la vis mediática de sus predecesores. 
«El joven papa -escribe Bernabé- ha llegado a la conclusión de que Dios no es un coach ni la Biblia un libro de autoayuda. (...) El hecho de que la Iglesia pierda fieles no es por estar poco adaptada a los tiempos y por ser poco dúctil, sino por todo lo contrario, por haberse convertido en un objeto de consumo. 
La Iglesia, con su tradición milenaria, habiendo sobrevivido a sistemas económicos, imperios, guerras y todo tipo de vicisitudes históricas, está seriamente amenazada porque no puede competir en el mercado de la diversidad».

Bernabé advierte que la Iglesia ha iniciado una carrera suicida tratando de «adaptarse a los tiempos», edulcorando su mensaje con ambigüedades delicuescentes, reblandecimientos del dogma y guiños miramelindos a las ideologías en boga. Y lo sintetiza con una terrible lucidez marxista: 
«El joven papa de Sorrentino plantea una guerra porque sabe que no se puede ganar al neoliberalismo en su propio terreno, por eso decide convertir a la Iglesia en un ente incodificable para el capital.

Evidentemente, en los primeros compases de su maniobra los fieles huyen despavoridos. Pero él sabe (…) que si el capitalismo neoliberal es experto en pantallas y fuegos de artificio, también deja las vidas vacías, a las personas desesperadas y a la historia sin un horizonte al que dirigirse». Y para brindar esperanza a esas personas desesperadas, la Iglesia -nos enseña Bernabé, con clarividencia hiriente y profética- tiene que restaurar su tradición, tan antigua y tan nueva: 
«La Iglesia católica no puede competir contra otros productos en el mercado de la diversidad identitaria, no puede competir contra el neoliberalismo siendo neoliberalismo, por lo que tiene que expulsar al mercado de sí misma y encarar la lucha por su supervivencia ofreciendo no sólo otra forma de ser, de comportarse, otra identidad, sino una filosofía completamente diferente para tratar con el presente. La Iglesia era poderosa cuando era misterio, cuando Dios se mostraba omnipotente y despiadado, cuando la imponente altura de las catedrales y la incomprensible sonoridad de las palabras del sacerdote, sus movimientos calculados, traían la experiencia de la divinidad por unos instantes a la tierra».
Es impresionante que un rojazo como Bernabé pronuncie estas palabras de fuego, restallantes como látigos, mientras el decrépito oficialismo católico farfulla paparruchas inanes.

Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los meapilas y las revelaste a los ateos.

miércoles, 3 de julio de 2024

PELÍCULA "ESTRELLAS EN LA TIERRA (Taare Zameen Par)": CADA NIÑO ES ÚNICO Y ESPECIAL ☆☆☆☆✨🌍

 

ESTRELLAS  EN  LA  TIERRA
CADA  NIÑO   ES   ESPECIAL

Hermosa película, sin duda tendría que ser vista por todo el mundo, especialmente padres y profesores, el mundo necesita altas dosis de empatía para seguir evolucionando.
"Taare Zameen Par" es una película de la India que narra la historia de un niño llamado Ishaan Awasthi quien tiene necesidades especiales debido a dislexia (dificultad especifica en el aprendizaje de la lectura y escritura de un niño que no presenta ningún otro déficit intelectual o sensorial, y que está sometido a un régimen de escolarización normal), lo cual le impide progresar en el colegio; y de Ram Nikumbh, su maestro.

Ishaan Awashi es un niño de 8 años cuyo mundo está plagado de maravillas que nadie más parece apreciar: colores, peces, perros y cometas, que simplemente no son importantes en la vida de los adultos, que parecen más interesados en cosas como los deberes, las notas o la limpieza. E Ishaan parece no poder hacer nada bien en clase. Cuando los problemas que ocasiona superan a sus padres, es internado en un colegio para que le disciplinen. Las cosas no mejoran en el nuevo colegio, donde Ishaan tiene además que aceptar estar lejos de sus padres. Hasta que un día, el nuevo profesor de arte, Ram Shankar Nikumbh, entra en escena y se interesa por el pequeño Ishaan.

¡ATENCIÓN PADRES CON NIÑOS 
QUE TIENEN DIFICULTADES DE LECTOESCRITURA!

Me ha llenado el corazón esta película. Me ha hecho volver a la infancia y recordar muchos momentos en los cuales, como el niño protagonista, mi cabeza estaba principalmente ida hacia fantasías, dibujos, juegos e imaginaciones, lo cual era visto por los demás como un problema, como una indisciplina, como un niño no apto para estudiar que había que dejar por imposible.

Entonces, cuando un pequeño (que por ser así no es tonto ni falto de inteligencia, sino simplemente necesitado de un ritmo distinto) siente como la familia, los maestros y los demás niños te recriminan, te miran raro, sin entender que todos los árboles no tienen el mismo ritmo de crecimiento ni de poda, entonces ese niño incomprendido, sufre mucho, se siente afuerado, se ensimisma, se hacia solitario, insociable, incluso puede hundirse y perecer.

La suerte del niño protagonista de esta preciosa y educativa película es que se cruza en su camino un maestro que nada más verlo, comprende qué es lo que le pasa, entiende su proceso y lo que está ocurriendo dentro de su ser. Este maestro resulta un bendito de Dios, un ángel de la guarda, un salvador, un valedor del débil, segregado e incomprendido ante el mundo y la gente que lo habita.

El director Aamir Khan demuestra con esta película que sabe filmar una historia real como la vida misma, tocando con mucha ternura los sentimientos y las contrariedades por las que cualquier marginado ha de pasar, removernos el alma y la fuente de las lágrimas, y además compaginarlo todo con canciones pegadizas al estilo del cine indio actual de Bollywood, e incluso ser un serio aspirante a suceder al magnífico e imperecedero director indio de "El mundo de Apu", Satyajit Ray.

Bellísima película, una desapercibida aguja de oro en un pajar de miles de filmes intrascendentes llenando las carteleras, la cual será encontrada o vista por muy pocos seres humanos. Yo por lo pronto he cumplido escribiendo de forma gratis y desinteresada sobre esta joya cinematográfica "made in India".

Por último les hago una llamada a los padres que tienen niños con dificultades de lectoescritura: ¡Vean esta película! Les será de mucha utilidad, les abrirá ventanas que quizás no conocían, de las que no se habían percatado o que no sabían que se podían abrir. Será una bendición para ustedes y para sus hijos.



¿Cómo papás, mamás, entrenadores, 
maestros, adultos, vecinos, podemos ver más allá?
¿Podemos ver más allá de las apariencias?
¿Podemos ver más allá de los prejuicios?
¿Podemos ver más allá de las etiquetas?
¿Podemos ver más allá de lo pre establecido?
¿Nacimos para volar o para arrastrarnos?


Un día, Thomas Alva Edison llegó a casa y le dio a su mamá una nota.
Él le dijo a ella: "Mi maestro me dio esta nota y me dijo que sólo se la diera a mi madre".
Los ojos de su madre estaban llenos de lágrimas cuando ella leyó en voz alta la carta que le trajo su hijo.
"Su hijo es un genio, esta escuela es muy pequeña para él y no tenemos buenos maestros para enseñarlo, por favor enséñele usted".
Entonces la madre se dedicó a enseñarle a Edison.
Muchos años después la madre de Edison falleció, y él fue uno de los más grandes inventores del siglo.

Un día él estaba mirando algunas cosas viejas de la familia. Repentinamente él vio un papel doblado en el marco de un dibujo en el escritorio.
Él lo tomó y lo abrió. En el papel estaba escrito:
"Su hijo está mentalmente enfermo y no podemos permitirle que venga más a la escuela".
Edison lloró horas, entonces él escribió en su diario: "Thomas Alva Edison fue un niño mentalmente enfermo, pero por una madre heroica se convirtió en el genio del siglo".

Qué impresionante la reacción de la mamá, ¿verdad?
En lugar de leer lo que realmente decía la carta, y habiendo podido hacer sentir menos a su hijo, le dió un giro completamente y ¡le inyectó seguridad y certeza a su hijo!
Le hizo creer que era un genio y se lo creyó tanto, que creció y murió siéndolo.
Es asombroso el poder que tienen los padres sobre los hijos.
ES MUY IMPORTANTE RECORDAR SIEMPRE EL PODER QUE TIENEN LAS PALABRAS…
Y como la mamá de Edison, no hay que dejar que las palabras nos afecten, si ya las escuchamos entonces hay que superar las expectativas de los demás y lo más importante…
¡No rendirse nunca!
Autor: desconocido

Taare Zameen Par - Estrellas en la Tierra

VER+:






domingo, 6 de junio de 2021

LIBRO "HEREJES" por ANTONIO PAU SOBRE QUIENES NO ACEPTAN LA CORRECCIÓN POLÍTICA E IDEOLÓGICA DEL PENSAMIENTO ÚNICO Y COMÚN DE LA MASA

"HEREJES"

EN ESTOS TIEMPOS DE CORRECCIÓN POLÍTICA, DE ALIENACIÓN, MANIPULACIÓN Y DE IDEOLOGÍAS HUMANICIDAS Y LIBERTICIDAS, TENEMOS QUE SER INCRÉDULOS, DISIDENTES, HEREJES (NO HERÉTICOS), HETERODOXOS, DESCONFIADOS, ASTUTOS, SUSPICACES, REBELDES E IR EN CONTRACORRIENTE DE LO ESTABLECIDO COMO DOGMA Y LEY.


Los herejes, los disidentes del pensamiento común, obligan a poner en duda las ideas generalmente admitidas que sobreviven en muchos casos por inercia. Los disidentes mejoran el pensamiento del que disienten. Quizá por esa razón escribió san Pablo: "Conviene que haya herejes". En nuestro tiempo la idea de herejía se ha desvanecido. Pero la palabra sigue viva para referirse a los que se apartan de las reglas escritas o no escritas.
Los herejes tuvieron el valor de decir lo que pensaban y de morir por sus ideas. A muchos de ellos les hubiera resultado fácil retractarse en el último momento y librarse de la cárcel o la muerte, pero no lo hicieron, porque lo que pensaban lo pensaban con honradez, y no se traicionaron a sí mismos. En estas páginas se esbozan las vidas de veintidós de ellos. Aunque parezcan fantásticas e inverosímiles, son absolutamente reales. Pero de esa realidad que, como tantas veces, se aproxima a la ficción.

"La lectura de Herejes de Antonio Pau sirve al autor para reflexionar sobre la capacidad creadora de las creencias y lo destructora que puede ser la ortodoxia cuando no está templada por la experiencia religiosa". Álvaro Pombo, El Mundo
"Acaba de aparecer un libro fascinante, Herejes, de Antonio Pau. Es un libro breve, escrito con claridad azoriniana. Su claridad expositiva es también notoria y fiables el rigor de las citas y las fuentes. La mayor parte de las veintidós vidas que se glosan en él parecen sacadas de un relato de Borges, y no es improbable que alguna vez nos hayamos cruzado con sus nombres leyendo al escritor argentino: Pelagio, Pedro Valdo, el Maestro Eckhart, Servet, Valentín el Gnóstico..." (Andrés Trapiello en El Mundo)
"El ensayista Antonio Pau ilustra su apasionada defensa de la libertad de pensamiento analizando la vida y la obra de una veintena de perseguidos por la Iglesia". (Babelia)

Disidentes necesarios
Antonio Pau publica los ensayos «Herejes», sobre quienes no aceptan el pensamiento común, y «Gatuperios»

Afirma Pau que los herejes son un modelo de comportamiento social «porque son gente de una honradez intelectual y de una valentía personal muy grande y la prueba es que a veces mueren por sus ideas, por eso son un modelo de conducta y de coherencia total entre su pensamiento y su vida. Pensamos que tienen mala doctrina, pero no es así, son personas de buena fe que quieren mejorar la Iglesia».
Y explica: «Es bueno que haya rebeldes, discrepantes e insatisfechos, porque son los que hacen avanzar la sociedad, los que ponen de relieve las deficiencias y la sacan de la atonía y la inmovilidad. Se atreven a criticar lo que está mal y a proponer soluciones para mejorar. Herejía deriva del griego haíresis, opinión, creencia, criterio. En ese sentido, San Pablo asegura: hoeresses oponiet esse “Es conveniente que haya herejes” (I Cor 11, 17-19), o sea, que haya gente con criterio, porque aún no había adquirido un sentido negativo».

¿Y por qué no hay herejes ahora? Afirma que en nuestro tiempo la idea de herejía se ha desvanecido. «Dentro de la propia Iglesia se habla poco de ello ya por esos ecos lúgubres de los quemados por la Inquisición. El trato ahora es distinto, se acepta su disidencia pero como opinión personal. La palabra ya tiene demasiadas resonancias negativas históricas como para seguir usándola, pero en sentido de crítico o como persona con criterio propio, sí los hay, aunque no sobresalgan en esta época de pensamiento único y de lo políticamente correcto. Hay temor a hacer crítica, gente que piensa muy bien y no se atreve a decirlo y gente osada cuyo pensamiento no es constructivo. A veces se da disociada la honradez intelectual con la valentía personal y los herejes son modelos de conjunción de esos dos rasgos de la personalidad, tuvieron el valor de decir lo que pensaban y de dar la vida por sus ideas».

PRÓLOGO 

Los herejes, los disidentes del pensamiento común, obligan a poner en duda las ideas generalmente admitidas que sobreviven en muchos casos por inercia. Los disidentes mejoran el pensamiento del que disienten. Quizá por esa razón escribió san Pablo: «Conviene que haya herejes». Y Eugenio d’Ors añadía: «Y conviene precisamente en interés de la fe. La fe es combate, y no hay combate donde no hay enemigo». Se trata de una constatación histórica: la fe se fue perfilando a golpe de herejía. Los duros concilios medievales que condenaron a los herejes fueron como golpes de cincel que iban perfilando la estatua. Además, como advirtió Pascal, las herejías hicieron que los creyentes dejaran de creer por inercia y comprendieran mejor el objeto de su fe. Pero aquella idea —oportet haereses esse— es generalizable: es bueno que haya rebeldes, que haya contradictores, que haya disconformes, que haya discordantes, que haya insatisfechos, que haya discrepantes. Porque hacen mejorar a la sociedad entera. 

En una época como la nuestra, en que hay temor de expresar lo que se salga del pensamiento único y en que la conducta se procura mantener en el cauce de lo políticamente correcto, los herejes son un modelo. Un auténtico modelo de comportamiento social. Herejía deriva del griego haíresis, que significa opinión, creencia, criterio. Todas esas cosas las tuvieron los herejes. Y además tuvieron el valor de decir lo que pensaban y de morir por sus ideas. A muchos de ellos les hubiera resultado fácil retractarse en el último momento y librarse de la cárcel o la muerte, pero no lo hicieron, porque lo que pensaban lo pensaban con honradez, y no se traicionaron a sí mismos.

Hoy, los disidentes pagan un alto precio de soledad y de vacío. Romper con el orden establecido lleva a sentirse desgarrado de la sociedad, e incluso a sentir el desgarro de sí mismo. 

Ya no se habla de herejías ni de herejes. En nuestro tiempo la idea de herejía se ha desvanecido, afortunadamente. Sigue estando la definición en el Codex, pero la palabra tiene demasiados ecos lúgubres para que se siga usando en su sentido propio. Además, muchos herejes históricos estarían hoy dentro de la más absoluta ortodoxia, y se corre el riesgo de volver a cometer el mismo error. Pero la palabra sigue viva en un sentido más coloquial para referirse a los que se apartan de las re- glas escritas o no escritas de los grupos humanos. 

En estas páginas se esboza la vida y el pensamiento de veintidós herejes. ¿Por qué veintidós? Quizá porque veintidós fueron las vidas imaginadas por Marcel Schwob, con las que este libro está remotamente emparentado. Solo remotamente: aunque parezcan fantásticas e inverosímiles, las vidas de estos veintidós herejes son absolutamente reales. Pero de esa realidad que, como tantas veces, se aproxima a la ficción. 

Las vidas y los pensamientos solo se esbozan: son dibujos de trazo grueso, que marcan los rasgos esenciales de cada personaje. Como si solo tuviéramos un rato para conocer a cada hereje, porque nos lo hubieran presentado en una reunión de amigos que terminara pronto. 

Casi todos los herejes que aparecen en estas páginas padecen un mismo mal, y un mal que en muchos casos les lleva hasta la muerte. Es ese espíritu geométrico que desfigura la visión del mundo, tanto del visible como del invisible. Ya lo advirtió Fénelon en su célebre carta al marqués de Blainville: «Sobre todo, no se deje usted hechizar por la atracción diabólica de la geometría. Nada apagaría tanto en usted la gracia, el recogimiento y la vida del espíritu». Porque una cosa es la razón y otra, esta sí que nefasta, el racionalismo. 

Unamuno, al que el obispo Antonio Pildáin llamó, en una célebre carta pastoral, «hereje máximo y maestro de herejías», escribió unas palabras en su Diario íntimo que sin embargo revelan, como pocas, lo que les falta a los herejes: «Hay que buscar la verdad y no la razón de las cosas, y la verdad se busca con la humildad». 

En los complejos y sinuosos procesos de herejía a los que se alude en este libro se hablaba de palabras oídas desde lejos, de gestos interpretados con suspicacia, de conductas que se salían de la regla, y a veces, también, de creencias in- trépidas o extravagantes. Pero en esos procesos Dios no estaba. No existía la misericordia ni el perdón. Porque una cosa era precisar la doctrina y otra cosa era encender la pira. Lo primero no exigía lo segundo. Habría bastado con cincelar la estatua sin necesidad de clavar el cincel.

«Herejes», de Antonio Pau

VER+:

por JUAN PABLO VITALI 🙋


«Brindemos por los locos, por los inadaptados, por los rebeldes, por los alborotadores, por los que no encajan, por los que ven las cosas de una manera diferente. No les gustan las reglas y no respetan el statu-quo. Los puedes citar, no estar de acuerdo con ellos, glorificarlos o vilipendiarlos. Pero lo que no puedes hacer es ignorarlos. Porque cambian las cosas. Empujan adelante la raza humana. Mientras algunos los ven como locos, nosotros vemos como genios. Porque las personas que se creen tan locas como para pensar que puedan cambiar el mundo, son las que lo hacen…» – En el camino, Jack Kerouac (Estados Unidos, 1922 – 1969)

viernes, 1 de mayo de 2020

POEMA "DISTINTO" DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ Y MANIFIESTO UCRÓNICO POR ÓSCAR DE LA BORBOLLA 👨👩👳👷👸

"Distinto"



Lo querían matar
los iguales,
porque era distinto.

Si veis un pájaro distinto,
tiradlo;
si veis un monte distinto,
caedlo;
si veis un camino distinto,
cortadlo;
si veis una rosa distinta,
deshojadla;
si veis un río distinto,
cegadlo.
si veis a un hombre distinto,
matadlo.

Y el sol y la luna
dando en lo distinto?

Altura, olor, largor, frescura, cantar, vivir
distinto
de lo distinto;
lo que seas, que eres
distinto
(monte, camino, rosa, río, pájaro, hombre):
si te descubren los iguales,
huye a mí,
ven a mi ser, mi frente, mi corazón distinto.


Manifiesto Ucrónico 
(Reconstrucción de la historia sobre datos hipotéticos)


"Nunca olvides que sólo los peces muertos 
nadan con la corriente". 
Malcolm Muggeridge



Hartos de callar. Hartos de mantener ese silencio que sirve de mordaza y vuelve llevadera la injusticia. En contra de los traidores y los equivocados, de los cómplices inconscientes y de los verdugos de vocación. Contra todos aquellos que con su ignorancia o ingenuidad, o con su espaldarazo meditado y científico brindan su irresponsable apoyo al desastre. Y en contra también de los que canalizan la protesta hacia infiernitos o perfilan su crítica para distraer con minucias la generalizada inconformidad, elevamos este Manifiesto.

No nos mueve a ello ningún hecho reciente, ni siquiera la reiterada y procaz indiferencia e ineficacia que caracterizan las decisiones de este tiempo, sino la vergonzante confirmación, repetida como un delirio, de que en todos los pueblos –geográfica e históricamente revisados– predomina la sujeción, el sometimiento y la represión. Tal pareciera que un único designio gobierna el mundo desde sus inicios: oprimir al hombre, sujetarlo como a los gansos que se clavan al piso para que graznen y le crezca el hígado, o doblarlo como a una carta que se envía a la vida y que debe pasar por la estrecha ranura del buzón.

Por ello juzgamos necesario, nos sentimos obligados, reconocemos lo imperativo de suspender esta producción de paté foiegras y de vidas timbradas que desembocan en la dirección de la muerte sin otro remitente que el absurdo o la nada. Pues aunque el coro de la ortodoxia oficial ha comenzado a reconocer la crisis, y los corifeos de la disidencia se desgañiten al enfatizarla, todavía no se deja oír la voz que dé en el blanco del desastre. La voz que señale, sin rodeos ni matices, el verdadero motivo de la protesta; porque hasta hoy la insatisfacción metafísica ha sido capitalizada por grupúsculos políticos con idearios miserables que, al no proponer horizontes sucesivos hasta el infinito, sino metas mediocres más allá de las cuales se abre el acantilado de la desesperanza, frustran a los rebeldes y transforman su indignación en desgano y sus sueños en pesimismo.

Esta es la razón de quebrantar el silencio de los adormecidos o el ruido vocinglero de las estridencias políticas, y ésta la justificación que nos da derecho a tomar la palabra por todos aquellos que, como nosotros, se rasgan el vientre con un puñal japonés, se levantan el capacete del cuero cabelludo de un balazo, se arrojan al precipicio de un puente, se empastillan con cianuro, se amarran al cuello una piedra que florece en ondas sobre la espantada superficie de un lago, se tiran a la cama de una habitación perfumada con gas, se serruchan las muñecas en un baño público, se rocían de gasolina en un bosque donde se prohíben las fogatas o inauguran una desviación hacia el paisaje abierto de la barranca, o saltan al fondo del alcohol o al fondo del opio o al fondo de un recuerdo o al fondo de un libro que vale más que la vida diaria que se desperdicia.

Adquirimos el derecho de tomar la palabra –y también nuestros motivos– de la montaña de cacharros donde se han acumulando los actos sin despliegue de los temerosos, los actos que abandonan los arrepentidos, las promesas rotas y, en general, todas las acciones tronchadas por la conspiración de los vital traidores, pues más allá de ellos, más allá del impedimento de las estrechas condiciones reales o de la mezquindad de quien no supo, no quiso o no pudo llevar sus deseos hasta el fondo, más allá: en esa montaña de despojos donde hincamos nuestro derecho de tomar la palabra, germina la fuerza de esos actos huérfanos reclamando un protagonista que la encarne, alguien dispuesto a ponerse delante del toro desbocado de la marcha histórica, un nuevo movimiento capaz de descarrilar la inercia humana y hacer que se estrelle en el espejo de sus desatinos. Un movimiento comprometido, nada más, con el limbo imperecedero de los anhelos y los sueños incumplidos del hombre.

Nuestra oposición, en consecuencia, no puede ser parcial. Los críticos parciales, partidistas (y no se han conocido otros), cumplen un papel funcional: generan las enmiendas, los parches, los pegotes que sirven para reestructurar las sociedades; son pivotes de escape que aplazan la explosión; son reformistas que sólo atacan una ley o buscan un sistema distinto, como si la ley o el sistema no fuesen simples fragmentos de una realidad más compleja, de una totalidad completamente insufrible.

Nosotros estamos en contra de la ordenanza estúpida, del decreto perjudicial; pero también en contra de la disposición certera, de la orden correcta, pues la esencia misma del mandato es la represión.

Nosotros estamos en contra de los gorilas públicos que desde el poder asesinan y queman a los disidentes, y en contra de los gorilas privados que en un callejón arrebatan al que pasa su verdadero y único patrimonio: la vida. Pero también en contra de la muerte que acreditada como ley natural siega año con año y mes a mes a millones de seres sin reparar siquiera en la índole personal de aquellos a quienes aplasta. Estamos en contra de esa ley que pretende ostentar su ceguera como equidad cabal y no es sino la peor de las canalladas y la más grande de las injusticias. Estamos en contra de la muerte y en contra de sus más eficaces instrumentos: los dictadores que multiplican su capacidad de aniquilación desde el poder.

Desaprobamos la injusta desigualdad social, pues no sólo condena al hambre a más de las tres cuartas partes de la población del mundo, sino que agrava con las taras de la anemia el desequilibrio de una biología de por sí arbitraria que asigna a cada individuo una inequitativa dotación psicobiológica. Desaprobamos el orden genético pues, más allá de todo esfuerzo de instauración de la justicia y de cualquier intento de reparto equitativo, siempre ha desnivelado las posibilidades humanas. Nos declaramos también enemigos del racismo, del racismo con el que se agrede a todos aquellos que son discriminados por cualquier causa, pues la exclusión es una práctica universal en la que el desprecio ejerce sus infamias indistintamente contra los débiles sean negros o blancos, cobrizos o amarillos, grupos minoritarios o mayorías interminables. Nuestro antirracismo propone la inclusión absoluta, pues no es posible que siendo el universo un espacio infinito no quepa todo en un jarrito sabiéndolo respetar.

Estamos, pues, en contra del dolor y de la muerte, de la escasez de oportunidades y de la falta de libertad para poder tener muchas vidas distintas y no estar asfixiados por ninguna. Nos inconformamos ante el hecho de tener que cargar con nuestro pasado y no poder cambiarlo como quien se muda de ropa o elige otro dentífrico. ¿Por qué no todo el mundo puede hacer y vivir lo que le plazca, en lugar de tener que hacer aquello a que lo obligan y las más de las veces lo que puede? ¿Por qué sólo tenemos este remedo de vida suficiente para encender la pira inmoral de la subsistencia?

Impugnamos a los políticos que por motivos inconfesables o por ineptitud probada no han conducido a la sociedad hacia el mundo al que apuntan los suspiros utópicos.
Impugnamos a los científicos por no haber aplicado toda su ciencia en reparar las graves fallas del cosmos.
Impugnamos a los artistas y a los intelectuales que con su genio no han sabido poner o siquiera proponer un mundo hacia el que habríamos podido dirigirnos.
Impugnamos a los vendedores por no vender las claves de la vida o al menos una satisfacción duradera.
Impugnamos a los ingenieros que no hacen casas donde pueda caber toda la gente, ni los puentes para que la humanidad atraviese hacia la otra orilla.
Impugnamos a los médicos que no encuentran el remedio definitivo contra la gripe y la muerte.
Impugnamos a los barrenderos que no barren tanta indignidad y podredumbre.
Impugnamos a los obreros que no han construido el brazo de palanca ni la catapulta que podría levantarnos y, en síntesis,
Impugnamos a todos los seres humanos por su milenaria semejanza con los taxistas, pues sólo son capaces de ir al sitio que se les ordena por más que elijan la ruta más larga, la del rodeo torpe y el errar inútil.

Se ha edificado un mundo ominoso frente al que sólo quedan dos respuestas: despedazarlo hasta sus cimientos y hundirlo en el fondo de las raíces sin memoria o abandonarlo: emprender el éxodo al Mundo Ucrónico: exiliarnos en masa al inconmensurable espacio onírico que resulte de juntar los islotes de nuestros sueños individuales.

Comencemos la fuga. Sólo si universalmente desertamos del mundo real se creará un movimiento capaz de volver inoperante la inercia de un proceso histórico que a estas horas se dirige ya de modo fatal hacia el desastre. No es una convocatoria enloquecida, aunque sí exasperada. En el mundo se ha estrangulado la posibilidad de vivir y, por eso, la alternativa racional, la alternativa sana, la alternativa posible recae, por rigurosa eliminatoria, en una solución fantástica: trasladarnos en bloque a la Ucronía para fundar allí una civilización distinta.

Nadie puede tachar de utópica una salida en la que no haya empeñado todas sus fuerzas.

¡Por el triunfo de la vida y la ampliación de la esperanza!
¡Por la instauración de un mundo nuevo!
¡Por la posibilidad total de lo imposible!
¡Por la destrucción de la realidad!
¡PROHIBIDO MORIR!







ÓSCAR DE LA BORBOLLA "Atrévete a pensar"


Óscar de la Borbolla "La rebeldía de pensar"