Anti-Iglesia (usurpadora)
católica y globalismo.
El modus operandi CONSTANTE de JMB.
El vive sumergido en una constante estrategia masónica. Te las enumero brevemente:
1. Doble discurso masónico (double mind)
2. Medias verdades
3. Transferencia de culpa
4. Esconderse en el más absoluto descaro
5. Lenguaje confuso y ambiguo como sello de calidad demoníaca, pues el Señor dice: "vuestro lenguaje sea sí, sí, no, no, que lo que pase de ahí, viene del Maligno"
6. Dos pasos adelante, uno atrás (lema revolucionario)
7. Dejar que cada cual pueda interpretar un mismo discurso de formas opuestas para que reine el relativismo.
8. Desvirtuar el evangelio, el depósito de la fe, la tradición, el señorío de Jesús y la autoridad del papado.
En resumen, no confirmar en la fe, y sí en la confusión y el error, permitiendo que la gente se quede con medias verdades sin sospechar que son las peores mentiras.
El caso de la Anti-Iglesia española
Ante la inquietud de muchos católicos que me han demandado opinión sobre el papel del Papa Francisco en relación a la Agenda 2030, me ha parecido oportuno iniciar esta nueva serie de entregas sobre la agenda globalista pero ahora centrada en su relación con al Iglesia católica.
El mundialismo tiene su génesis en la cosmovisión de la cultura anglosajona protestante en conjunción con la evolución del pensamiento ilustrado, con particular impulso de la masonería. En La paz perpetua de Kant el globalismo encuentra un referente filosófico para fundamentar la sociedad cosmopolita universal que preconiza, pero despojando al Estado de su fundamento natural, la comunidad nacional. Desde un pensamiento más pedestre, el Manifest Destiny imperialista useño, sirvió de antecedente al nuevo orden mundial basado en un idealismo liberal anglosajón, que Woodrow Wilson, autor de los llamados Catorce puntos que sirvieron de base programática a la Sociedad de Naciones, impulsó tras el fin de la Primera Guerra Mundial. Se trata de una visión gnóstica dentro del proceso de secularización del luteranismo, que se arroga la interpretación del sentido de la historia y la misión de liberar a los pueblos de todas las ataduras del pasado y conducirlos hacia un futuro de paz y justicia infinitas. Naturalmente el guía de la salvación universal debía ser Estados Unidos. Durante la campaña electoral de 1912, la que le llevó a la presidencia a Wilson, este ya empleó el argumento mesiánico: “Creo que Dios ha otorgado las ideas de libertad (…), que hemos sido elegidos, elegidos de un modo señalado, para mostrar el camino a las naciones del mundo cómo han de recorrer los caminos de libertad”.
Por su parte, la masonería siempre hizo gala de un laicismo beligerante contra el catolicismo y de una vocación universalista. La secularización de toda la vida pública y privada siempre ha sido un objetivo abierto y declarado de la masonería desde la Revolución Francesa, que pretende sustituir el concepto de Dios por el del “Gran Arquitecto del Universo” y la moral transcendente por un relativismo utilitarista. Paralelamente en materia de organización política también han perseguido el establecimiento de la república universal y la tan cacareada paz y bienestar universales, como afirmaban en el Congreso Internacional Masónico de París de 1889 o en el Congreso Masónico de las Naciones Aliadas y Neutrales celebrado también en París en 1917, que apoyó la creación de una institución supranacional para garantizar dichos objetivos, la Sociedad de Naciones. En 1962 el “Llamado de Estrasburgo”, elaborado por las principales organizaciones masónicas, insiste en la fraternidad y una política común universal para el crecimiento sostenible del mundo. En el Manifiesto de Atenas del año 2000 los principales “Grandes Orientes” se pronuncian sobre las nuevas tecnologías de la comunicación que auguran una mayor eficacia para la cooperación masónica en el nuevo milenio. Desde sus inicios la masonería ha sido repudiada por la Iglesia católica. La primera condena fue del Papa Clemente XII en 1738, recién fundada, pasando por León XIII en su Encíclica “Dieturum illud” y llegando hasta la actualidad, cuando en 1981 la Congregación para la Doctrina de la Fe publicaba que la actitud de la Iglesia permanece invariable respecto a la masonería.
Con el auge de los totalitarismos, tanto marxistas como fascistas, la búsqueda de la mejor forma de organización social se centró en el Estado, en un caso identificándolo con la Nación y en el otro con el Partido o la Clase, con este predominio de los totalitarismos estatistas no se dejaba espacio para el avance de la globalización. Tras la Segunda Guerra Mundial la ONU aspira a convertirse en la autoridad política mundial, de nuevo bajo el estandarte de la búsqueda de la paz universal. La guerra fría impide que el mundialismo se desarrolle, pero es en este periodo cuando empiezan a afianzar sus posiciones las organizaciones y redes que van a impulsar la agenda globalista actual. El Club de Roma, Population Council, la Fundación Ford, la Fundación Avalon y Fundación Old Dominion, magnates como los Rockefeller y los Rothschild… después vendrían el Club Bilderberg, el Foro de Davos, los Bill Gates, Soros y demás entramados mundialistas que han conseguido trasladar su idea de un nuevo orden mundial, donde el desarrollo ya no esté encabezado por el Estado-Nación, a la Agenda del Milenio o la Agenda 2030, y persiguen la gobernanza mundial a través del consenso capitalismo-socialdemocracia. Basta con echar un vistazo a los principales impulsores del mundialismo para darse cuenta de que su extracción proviene principalmente del capitalismo, el mundo financiero anglosajón o judío y la cultura protestante. En los años noventa, tras la caída del muro, el capitalismo veía en el enfoque liberal/idealista, librecambista e internacionalista como única forma posible del desarrollo triunfante que Estados Unidos encabezaba. La globalización parecía un proceso predominantemente económico y tecnológico, pero tras el 11-S adquiere una sólida perspectiva política cuando el viejo mundialismo capitalista y el postmarxismo se dan cuenta de que pueden encontrarse en torno a las ideas progresistas de los años sesenta con los temas de paz, género y ecología, sin referencia directa a Marx ni a Lenin y con un nuevo concepto de capitalismo inclusivo.
La iglesia contra el marxismo y el capitalismo.
La tradición de la Iglesia católica siempre ha sido situarse lejos del marxismo. León XIII en 1891 calificó al socialismo de “un cáncer que pretendía destruir los fundamentos mismos de la sociedad moderna” y Pío XI hizo lo propio en 1937, al afirmar que “el fin del comunismo es destruir la religión y la civilización”, lo cual no evitó el coqueteo católico con el marxismo, especialmente a raíz del Vaticano II y el empeño por secularizar la doctrina social de la Iglesiamen una acomplejada imitación paramarxista, sobre todo protagonizada por la “Teología de la liberación” y los “cristianos de base”. El Papa Juan pablo II, en su encíclica Centesimus annus, clarificó la cuestión sin dejar duda alguna: “en el pasado reciente, el deseo sincero de ponerse de parte de los oprimidos y de no quedarse fuera del curso de la historia ha inducido a muchos creyentes a buscar por diversos caminos un compromiso imposible entre marxismo y cristianismo”. La crítica al socialismo real de la Iglesia católica es demoledora: “El marxismo ha criticado las sociedades burguesas y capitalistas, reprochándoles la mercantilización y la alienación de la existencia humana. Ciertamente, este reproche está basado sobre una concepción equivocada e inadecuada de la alienación, según la cual ésta depende únicamente de la esfera de las relaciones de producción y propiedad, esto es, atribuyéndole un fundamento materialista y negando, además, la legitimidad y la positividad de las relaciones de mercado incluso en su propio ámbito. El marxismo acaba afirmando así que sólo en una sociedad de tipo colectivista podría erradicarse la alienación. Ahora bien, la experiencia histórica de los países socialistas ha demostrado tristemente que el colectivismo no acaba con la alienación, sino que más bien la incrementa, al añadirle la penuria de las cosas necesarias y la ineficacia económica”.
Pero no debemos olvidar que tan crítica es la postura de la Iglesia contra el marxismo como contra el capitalismo, en la medida que coincide con el marxismo en reducir totalmente al hombre a la esfera de lo económico y a la satisfacción de las necesidades exclusivamente materiales. El liberalismo/capitalismo se manifestó con fuerza a partir de la segunda mitad del siglo XIX. El principio del laissez faire en lo político, económico y moral, sumado a la Revolución Industrial que cambió la manera de producir y desarraigó a millones de campesinos, generó un caldo de cultivo para una tremenda injusticia social. Situación que provocó el nacimiento de los movimientos socialistas que conducían por el camino de la revolución a otra situación de grave injusticia social. A finales del XIX en la primera encíclica social de la Iglesia, la Rerum Novarumde León XIII, se critica tanto la propuesta socialista por no respetar la relación del hombre con la verdad o realidad personal, como la liberal capitalista por dejar, so pretexto de libertad de contrato, indefensa a la contraparte, la obrera, que es la más débil, sin que ello sea obstáculo para entender legítima la riqueza siempre y cuando sea fruto del trabajo y el ahorro y no se desentienda de la comunidad y solidaridad. Juan Pablo II, en la Solicitudo Rei Socialis reconoce la vigencia actual de aquella doctrina, ya que “en Occidente existe, en efecto, un sistema inspirado históricamente en el capitalismo liberal”; y afirma que “se puede hablar hoy día, como en tiempos de la Rerum novarum, de una explotación inhumana”; y que “a pesar de los grandes cambios acaecidos en las sociedades más avanzadas, las carencias humanas del capitalismo, con el consiguiente dominio de las cosas sobre los hombres, están lejos de haber desaparecido; es más, para los pobres, a la falta de bienes materiales se ha añadido la del saber y de conocimientos, que les impide salir del estado de humillante dependencia”. Por todo ello, entre otras razones, “la doctrina social de la Iglesia asume una actitud crítica ante el capitalismo liberal”. Evidentemente eso no quiere decir que la Iglesia católica no defienda la propiedad privada, incluso de los medios de producción, y no apruebe la economía de mercado. Benedicto XVI insistía en su encíclica Caritas in vertiste, “la sociedad no debe protegerse del mercado, pensando que su desarrollo comporta ipso facto la muerte de las relaciones auténticamente humanas. Es verdad que el mercado puede orientarse en sentido negativo, pero no por su propia naturaleza, sino por una cierta ideología que lo guía en este sentido”. Al igual que sucede con el marxismo, por supuesto que desde el catolicismo se coquetea también con el capitalismo y especialmente con el liberalismo, existe una corriente católica-liberal que aboga por la conciliación entre capitalismo y catolicismo ya que, aun admitiendo que el sistema capitalista liberal puede tener fallos y dar lugar a abusos, la solución estaría en inculcar a todos, empezando por empresarios y financieros, las virtudes humanas y cristianas.
La Iglesia contra el globalismo.
En la medida de que en la agenda mundialista confluyen las dos tendencias materialistas, la postura de la Iglesia debería ser también crítica y contraria a este proceso de cosmopolitización que se incluye en la Agenda 2030. Al menos hasta la llegada de Bergoglio al solio vaticano se advertía cierta preocupación y recelo. De hecho, Juan Pablo II ya advirtió en 1999 que “el proceso de mundialización no tiene en sí una connotación negativa desde el punto de vista ético, pero puede adquirirla en los hechos” y reiteró que el divorcio, el aborto, la eutanasia, las relaciones prematrimoniales y el hedonismo son valores “no cristianos” que enajenan el nombre de Dios, en el año 2000 añadiría que la globalización no debe “jamás violar la dignidad humana ni restar importancia a las personas ni a los sistemas democráticos”. En la Carta apostólica Novo millennio ineunte afirmaba que “hoy se ha de afrontar con valentía una situación que cada vez es más variada y comprometida, en el contexto de la globalización y de la nueva y cambiante situación de pueblos y culturas que la caracteriza. He repetido muchas veces en estos años la «llamada» a la nueva evangelización. La reitero ahora”. Con motivo de la Agenda del Milenio y el alumbramiento de la agenda globalista de la ONU, desde Roma se sucedieron las advertencias de que bajo a la etiqueta de salud reproductiva, se impulsaba la cultura de la muerte ya que se promovía el aborto. También dentro del marco de las celebraciones del milenio, en septiembre del 2000, la Cumbre de líderes espirituales y religiosos que se celebró en Nueva York pretendió impulsar una iniciativa unida de las religiones que tenía entre sus objetivos “velar por la salud de la Tierra y de todos los seres vivos”, en una especie de religión natural y ecologista común a todos los hombres. Representando a la Santa Sede, el Cardenal Arinze no aceptó firmar el documento final, que colocaba a todas las religiones dentro del mismo proceso de globalización pagano. El Instituto de Doctrina Social Cristiana de Méjico se hizo eco de numerosas voces de teólogos católicos que consideraban que “la Iglesia no puede dejar de oponerse a dicha globalización, que implica una concentración de poder que exhala totalitarismo. Delante de una «globalización» imposible, que la ONU se esmera en imponer alegando un «consenso» siempre precario, la Iglesia debe aparecer, semejante a Cristo, como señal de división”.
Benedicto XVI también criticó la agenda globalista, así en enero de 2008 afirmó que “este fenómeno no es sinónimo de orden mundial, sino al contrario” (…) si falta la verdadera esperanza, entonces se busca la felicidad en la euforia, en lo superfluo, en los excesos y uno se destruye a sí mismo y al mundo (…) “La Iglesia cumple plenamente su misión solo cuando refleja en sí misma la luz de Cristo y se convierte así en ayuda de los pueblos del mundo en el camino de la paz y del auténtico progreso”. Con ocasión de la reunión de la Academia pontificia de ciencias sociales para su XIII sesión plenaria, Benedicto XVI se refería a que “la globalización ha aumentado la interdependencia de los pueblos, con sus diferentes tradiciones, religiones y sistemas de educación. Eso significa que los pueblos del mundo, precisamente en virtud de sus diferencias, están aprendiendo continuamente unos de otros y entablando contactos cada vez mayores. Por eso, resulta cada vez más importante la necesidad de un diálogo que pueda ayudar a las personas a comprender sus propias tradiciones cuando entran en contacto con las de los demás, para desarrollar una mayor autoconciencia ante los desafíos planteados a su propia identidad, promoviendo así la comprensión y el reconocimiento de los verdaderos valores humanos dentro de una perspectiva intercultural (nótese que no habla de multiculturalismo).
Pero sobre todo podemos encontrar en su encíclica Caritas in vertate (2009) un verdadero tratado sobre la globalización y sus riesgos, que mantiene la tradicional doctrina de la Iglesia y está llena de advertencias hacía los objetivos mundialistas. Frente a un enfoque que se centra en la “colaboración de la familia humana”, el mundialismo aboga por el establecimiento de una gobernanza global. Encontramos alusiones al peligro del nuevo Estado-Corporación: “Cuando la lógica del mercado y la lógica del Estado se ponen de acuerdo para mantener el monopolio de sus respectivos ámbitos de influencia, se debilita a la larga la solidaridad en las relaciones entre los ciudadanos, la participación, el sentido de pertenencia…” Se niega a aceptar una humanidad guiada por valores materialistas: “La verdad de la globalización como proceso y su criterio ético fundamental vienen dados por la unidad de la familia humana y su crecimiento en el bien. Por tanto, hay que esforzarse incesantemente para favorecer una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria”. Incluso se niega la legitimidad al consenso internacional sin respaldo moral: “si los derechos del hombre se fundamentan sólo en las deliberaciones de una asamblea de ciudadanos, pueden ser cambiados en cualquier momento y, consiguientemente, se relaja en la conciencia común el deber de respetarlos y tratar de conseguirlos. Los gobiernos y los organismos internacionales pueden olvidar entonces la objetividad y la cualidad de «no disponibles» de los derechos. Cuando esto sucede, se pone en peligro el verdadero desarrollo de los pueblos”. Benedicto XVI siempre defendió la existencia de unos principios no negociables, que son las pautas que nunca se podrán derogar ni dejar a merced de consensos partidistas en la configuración cristiana de la sociedad: la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, la defensa de la vida humana desde su concepción hasta su término natural y los derechos de los padres a la educación de sus hijos.
La anti-Iglesia a favor del globalismo.
Pero con la renuncia de Benedicto XVI y el advenimiento de Francisco, parece que el apoyo a la Agenda 2030 del Vaticano ha vencido cualquier reticencia. No vamos a entrar en las teorías que apuntan a que tras estos sucesos se esconde una conspiración, que algunos denominan “primavera católica”, y que forzó la renuncia de Ratzinger debido a las finanzas vaticanas y la acción de la Administración Obama junto a una élite eclesial oculta y fuertemente infiltrada por la masonería, porque no tenemos ninguna prueba sobre ello. El arzobispo Viganò sí apuntala esta teoría al sostener que existe una “religión universal deseada por la ideología globalista, cuyo líder espiritual es Bergoglio” y que está auspiciada por poderes secretos… “La sumisión de Bergoglio a la agenda globalista es evidente, así como su apoyo activo a la elección de Joe Biden” para impulsar el gran reinicio que se auspicia desde el Foro de Davos y otras instancias, denunciaba Viganò. Sin embargo, Benedicto XVI también rechazó cualquier “teoría de la conspiración” sobre las razones que le llevaron a renunciar al pontificado en 2013. Aunque lo cierto es que nadie tiene claro del por qué se convirtió en el primer Papa en renunciar en más de 600 años.
El caso es que la postura del Vaticano hacía la Agenda 2030 es ahora positiva, ya que “los Objetivos de Desarrollo Sostenible proporcionan un marco para enfrentar los problemas globales, de los que podemos mencionar algunos: pobreza, hambre, educación para todos, destrucción del medio ambiente e injusticia social”. El Papa Francisco ha pedido a los católicos que sepamos leer entre las líneas de esos objetivos y soluciones sostenibles: “solo haciéndolo no fallaremos a la humanidad”. Ya en 2015 el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado del Vaticano, apuntaba al cambio desde un respaldo medido al apoyo incondicional. Al intervenir ante la mayor concentración de jefes de Estados y de gobierno de la historia convocada por las Naciones Unidas con motivo de los sesenta años de su existencia, afirmó: “La consecución e incluso la superación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio sigue siendo un deber de justicia al servicio de la dignidad humana y, al mismo tiempo, una condición indispensable para la paz y para la seguridad colectiva, incluida la eliminación o reducción sustancial del peligro del terrorismo y de la criminalidad internacional”.
En su primera encíclica Laudato si el Papa Francisco asumió todos y cada uno de los postulados de la ONU sobre cambio climático, una de las ideas fuerza sobre la que gravita el gran reinicio de la agenda mundialista. En el Sínodo de la Amazonia, celebrado en 2019, la Iglesia Católica da alas al culto a la madre-tierra del indigenismo y adopta un discurso que recuerda al empleado por el movimiento new-age, ya que habla de la “casa común” en términos cuasi-panteístas, además critica el antropocentrismo en un tono que recuerda al movimiento de ecología profunda. Tampoco somos capaces de diferenciar el discurso que emplea el Sínodo para analizar la explotación de la Amazonía del empelado por los partidos verdes/marxistas, las conclusiones son idénticas, reina el extractivismo predatorio como el mal mayor. También en 2019, en la Conferencia Internacional “Las religiones y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): Escuchar el clamor de la tierra y de los pobres”, la Santa Sede, por boca del cardenal Peter K. A. Turkson, coincidía con el Foro de Davos y la ONU al resaltar “la urgencia de la implementación de los 17 objetivos determinados por más de 190 naciones, y de canalizar la fuerza moral de la religión en la actuación de los objetivos de los ODS. Necesitamos trabajar juntos; porque ninguna fuente de sabiduría puede ser excluida, ¡así como nadie puede quedarse atrás!”. El Prefecto del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral aseguraba que “compartimos la visión de los ODS por una amplia gama de razones diferentes. Acogemos de buen grado los objetivos compartidos a los que los ODS han dado voz y propósito (entre ellos, no debemos olvidar, se encuentra la ideológia de género y la salud reproductiva que ampara el aborto); y el propósito es lo que nos motiva a cambiar nuestros estilos de vida, nuestra forma de producir, comerciar, consumir y desechar”.
Más polémica encontramos también en la siguiente encíclica de Francisco, Fratelli tutti, que según sus críticos usa un lenguaje que continuamente evoca reminiscencias masónicas, cuando reiteradamente se alude a la dimensión universal del amor fraterno o se hace expresa invocación del lema de los revolucionarios franceses, libertad, igualdad y fraternidad. El arzobispo Carlo Maria Viganò ha llegado a denunciar, como ya hemos dicho, que Francisco es una especie de antiPapa, que está detrás de un “proyecto masón-globalista” que ha infiltrado el Vaticano.
Lo que es indiscutible es que a lo largo de toda a la encíclica se insiste en la idea de sociedad abierta de Popper, que no es precisamente un filósofo católico, y se hace un guiño indisimulado a la social democracia cuando se habla del “desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. En ambos casos se advierte la dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las diversas culturas”. La postura favorable a un gobierno mundial puede deducirse del epígrafe “Globalización y progreso sin un rumbo común” o de las repetidas exhortaciones que consideran “indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas, (…) para asegurar el bien común mundial”. “Hacen falta valentía y generosidad en orden a establecer libremente determinados objetivos comunes y asegurar el cumplimiento en todo el mundo de algunas normas básicas”, o se considera necesaria, como hace el Foro de Davos en su gran reinicio, “una reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones” y sigue, “necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral”. “La sociedad mundial tiene serias fallas estructurales que no se resuelven con parches o soluciones rápidas meramente ocasionales. Hay cosas que deben ser cambiadas con replanteos de fondo y transformaciones importantes”. Una interpretación favorable a la sustitución del Estado-Nación por el Estado-Corporación también tiene su espacio: “Gracias a Dios tantas agrupaciones y organizaciones de la sociedad civil ayudan a paliar las debilidades de la Comunidad internacional, su falta de coordinación en situaciones complejas, su falta de atención frente a derechos humanos fundamentales y a situaciones muy críticas de algunos grupos. Así adquiere una expresión concreta el principio de subsidiariedad, que garantiza la participación y la acción de las comunidades y organizaciones de menor rango, las que complementan la acción del Estado”.
No obstante, existen otras partes de la encíclica que contradicen los objetivos de la agenda globalista. Se predica en favor de la natalidad: “La falta de hijos, que provoca un envejecimiento de las poblaciones, junto con el abandono de los ancianos a una dolorosa soledad, es un modo sutil de expresar que todo termina con nosotros, que sólo cuentan nuestros intereses individuales” y se argumenta en contra de la pérdida del arraigo, porque “si no logramos recuperar la pasión compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusión global que nos engaña se caerá ruinosamente y dejará a muchos a merced de la náusea y el vacío. Además, no se debería ignorar ingenuamente la obsesión por un estilo de vida consumista…” También se alerta contra la atomización social: “Destrozar la autoestima de alguien es una manera fácil de dominarlo. Detrás de estas tendencias que buscan homogeneizar el mundo, afloran intereses de poder que se benefician del bajo aprecio de sí, al tiempo que, a través de los medios y de las redes se intenta crear una nueva cultura al servicio de los más poderosos. Esto es aprovechado por el ventajismo de la especulación financiera y la expoliación, donde los pobres son los que siempre pierden. Por otra parte, ignorar la cultura de un pueblo hace que muchos líderes políticos no logren implementar un proyecto eficiente que pueda ser libremente asumido y sostenido en el tiempo”.
Algunos han querido interpretar que el Papa Francisco se coloca en una posición equidistante entre la defensa de las soberanías nacionales y el globalismo. No rechaza la sana reivindicación de lo nacional siempre que no niegue “la fraternidad universal que debemos promover por ser hijos e hijas de Dios” (obsérvese el uso del lenguaje inclusivo de la ideología de género), ni apoya el globalismo porque según dice “tampoco estoy proponiendo un universalismo autoritario y abstracto, digitado o planificado por algunos y presentado como un supuesto sueño en orden a homogeneizar, dominar y expoliar. Hay un modelo de globalización que «conscientemente apunta a la uniformidad unidimensional y busca eliminar todas las diferencias y tradiciones en una búsqueda superficial de la unidad. […] Si una globalización pretende igualar a todos, como si fuera una esfera, esa globalización destruye la riqueza y la particularidad de cada persona y de cada pueblo». Ese falso sueño universalista termina quitando al mundo su variado colorido, su belleza y en definitiva su humanidad. Porque «el futuro no es monocromático, sino que es posible si nos animamos a mirarlo en la variedad y en la diversidad de lo que cada uno puede aportar. Cuánto necesita aprender nuestra familia humana a vivir juntos en armonía y paz sin necesidad de que tengamos que ser todos igualitos».
Puede ser que el Papa Francisco tenga reparos de conciencia frente al mundialismo, pero el caso es que ha apoyado publica e incondicionalmente la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Personalmente, en 2019, ante la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, Bergoglio arremetía con veladas alusiones contra Trump y los populismos de derechas ya que podrían “comprometer las formas ya consolidadas de cooperación internacional”, haciendo que se corra el riesgo de “socavar los objetivos de las Organizaciones internacionales como espacio de diálogo y de encuentro para todos los países en un nivel de respeto mutuo, y obstaculizar el logro de los Objetivos de desarrollo sostenible aprobados unánimemente por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 25 de septiembre de 2015”.
Si a esto unimos otros reveladores comportamientos, como la alianza del Vaticano con el Consejo para el Capitalismo Inclusivo, impulsado por la familia Rothschild y que agrupa a más de 30 grandes multinacionales, todas ellas también relacionadas con el Foro de Davos, nos queda clara la posición del actual Papa respecto de la Agenda 2030. Bergoglio y el cardenal Turskon se reunirán al menos una vez al año con Lynn Forester de Rothschild, los directivos de compañías como Bank of America, BP, EY, Johnson & Johnson, Salesforce y Visa, los grupos de inversión Calpers, State Street y las Fundaciones Ford y Rockefeller o el enviado especial de la ONU para el clima y las finanzas. El Papa Francisco en un comunicado hecho público en el mes de diciembre de 2020 anunciaba su respaldo al Consejo del Capitalismo Inclusivo, “se necesita urgentemente un sistema económico que sea justo, digno de confianza y capaz de abordar los desafíos más profundos que enfrenta la humanidad y nuestro planeta. Ustedes han aceptado el desafío buscando formas de hacer que el capitalismo se convierta en un instrumento más inclusivo para el bienestar humano integral”. Por su parte Marcie Frost, CEO de Calpers, dijo que la iniciativa provocará “un cambio significativo y que eso se suma a la gran cantidad de compromisos ambientales, sociales y de gobernanza asumidos por la mayoría de las grandes compañías”.
Si tras el Vaticano II la Iglesia católica, en su afán por acomodarse a los nuevos tiempos, pierde la perspectiva intemporal, provocando una crisis que no se superó hasta bien entrado el pontificado de Juan Pablo II, con Francisco se acomete una alianza con poderes globalistas que sin duda acabará volviéndose en contra de la propia Iglesia y acentuará aún más el comprometido proceso de secularización que arrastra la religión católica.
La atormentada relación con la Ideología de género.
Al principio hemos querido analizar la influencia que esa ideológia mundialista tiene en la Iglesia católica a través de las huellas de las principales “palancas” que guían a la agenda globalista. Para ello abordaremos las posturas que, en respuesta a las políticas del New Green Deal construidas en torno al cambio climático, la ideológia de género y la apertura de fronteras se están desarrollando en el seno de la Iglesia. Para no cansar al lector trataremos cada uno de los apartados independientemente, pero convenientemente agrupados nos darán una visión de conjunto que nos permita extraer conclusiones. Por tanto, sigan atentos a las entregas.
A) Ideología de género.
En este tema existe un total antagonismo con la agenda mundialista. La doctrina de la Iglesia católica sobre la familia y la ideológia de genero son incompatibles. La elección de identidad sexual entendida como un acto meramente dependiente de la voluntad del ser humano por encima de la naturaleza es una aberración, no sólo por atentar contra la moral católica, sino por atentar contra la lógica y la razón, pues pretender que el hombre pueda prescindir a su antojo de la realidad biológica es emular a un Frankenstein del género en una nueva versión contemporánea del mito de Prometeo.
Pero la homosexualidad sin duda ha suscitado un debate abierto en el seno de la Iglesia. No cabe duda de que, como señalaba Juan Pablo II, no puede haber discriminación contra la persona del homosexual. “Al contrario, debería haber una preocupación explícita de la comunidad cristiana en acoger a los homosexuales”. Caeríamos en la misma hipocresía de la que hace gala el “progresismo”, si a la vez que condenamos la persecución de homosexuales dentro del islam no aceptásemos la dedicación pastoral de la Iglesia católica a unos hijos pródigos que no quiere apartar de su seno. El Catecismo de la Iglesia Católica establece que deben ser tratados con “respeto, compasión y sensibilidad” y que se debe “evitar cualquier signo de discriminación injusta”.
Otra cuestión es que cada día se abran paso las posturas a favor de las uniones homosexuales equiparables al matrimonio. La postura tradicional ha sido y es que “La Iglesia enseña que el respeto por las personas homosexuales no debe conducir de ninguna manera a la aprobación del comportamiento homosexual o al reconocimiento legal de las uniones homosexuales. El bien común requiere que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión conyugal como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas con el matrimonio significaría no solo aprobar un mal comportamiento, con la consecuencia de convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también eclipsar valores fundamentales que forman parte del patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, por el bien de los hombres y de toda la sociedad “. En este sentido la Exhortación Apostólica Post Sinodal Amoris laetitia, de 2016, afirmaba que “es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el ‘matrimonio’ entre personas del mismo sexo”. Por su parte, el pontífice emérito, Benedicto XVI, alertaba en 2020 de que “hoy todo el que se oponga a él (matrimonio gay) queda excomulgado socialmente”.
El Papa Francisco afirmó en marzo de 2020 que “los homosexuales tienen derecho a estar en una familia, son hijos de Dios. No se puede expulsar a una persona de su familia ni hacerle la vida imposible”. Es decir, insistía en manifestarse contra la discriminación de las personas por su opción sexual. Perfecto. Pero a continuación dijo, “lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil, para estar legalmente amparados”, lo que se interpretó como una aprobación de las uniones homosexuales. De nuevo el Papa Francisco se comportaba como un líder político que quiere adaptar su organización a los tiempos que corren, en vez de como el líder espiritual de la catolicidad. En marzo de 2021 la Congregación para la Doctrina de la Fe cerraba la puerta a la bendición de parejas homosexuales: “La Iglesia no bendice ni puede bendecir el pecado”.
Pero es evidente que esta posición no es pacífica en el seno de la Iglesia, explícitamente el cardenal austríaco Christoph Schonborn, uno de los grandes apoyos en pastoral familiar de Bergoglio, lamentaba la nota de Doctrina de la Fe, apuntando que “muchas madres bendicen a sus hijos y una madre nunca rechaza a su hijo, aunque tenga problemas en la vida”. Y ha ido aún más allá cuando dice: “No me ha gustado esta declaración de Doctrina de la Fe por la sencilla razón de que el mensaje que dejó en los medios de comunicación de todo el mundo fue sólo un ‘no’”. “La Iglesia es una madre, y una madre no rechaza una bendición”.
Bendecir, según el diccionario de la RAE significa “alabar, engrandecer, ensalzar a alguien”. En Derecho canónico, bendecir supone consagrar al culto divino con una determinada ceremonia. De lo que se trata pues es de trasladar al Derecho canónico una legislación civil que reconoce y regula las uniones de hecho junto al matrimonio, pero sin equiparar ambas figuras. Introduciendo la bendición de las uniones gays junto al sacramento del matrimonio, se lograría mimetizar a la Iglesia con la sociedad civil, pero sin llegar a considerarlos matrimonios, una fórmula que quiere sortear la contradicción con toda la doctrina católica sobre el matrimonio entendido como la unión de un hombre y una mujer en la que se funda la familia natural.
En Alemania hay una rebelión abierta contra la postura de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El Obispo de Essen Mons. Franz-Josef Overbeck, apoya expresamente a los sacerdotes de su diócesis que deciden bendecir parejas homosexuales. La propia Conferencia Episcopal Alemana no se ha opuesto a que el 10 de mayo de 2021 se diese una macro bendición a cientos de parejas gays en templos católicos. Además, en Austria, 350 sacerdotes católicos han firmado un manifiesto rechazando la doctrina tradicional sobre la familia y afirmando que ellos “no rechazarán ninguna pareja que se ame y busque la bendición de Dios”. En Estados Unidos, la Iglesia Episcopal, rama del anglicanismo en Estados Unidos, en su día puso en marcha un ritual de “bendición” para celebrar las uniones de parejas del mismo sexo y la Iglesia presbiteriana fue más allá permitiendo el matrimonio homosexual. Innumerables sacerdotes católicos en Estados Unidos han imitado a sus homólogos protestantes y bendicen las uniones homosexuales, encontrando en las posturas del cardenal Tobin junto al jesuita James Martin en favor del colectivo LGTBI, además de los obispos Steven Biegler de Cheyenne y Edward Weisenberger de Tucson, su principal respaldo.
En el Vaticano existe una línea de prelados que estudian de qué forma se puede avanzar con argumentos viables (compatibles) en la doctrina sobre la familia para adaptarse a las situaciones de la vida de las personas de hoy, eufemismo para referirse a las parejas homosexuales. Sin duda el Papa Francisco simpatiza con esta línea que busca aceptar dentro de la Iglesia las uniones gays. Bergoglio ha agradecido el pasado mes de junio de 2021 al jesuita James Martin, el principal “ideólogo” de la posición que defiende tratar por igual a las uniones homosexuales y a las familias naturales, su labor pastoral en apoyo al colectivo LGTBI, usando deliberadamente el lenguaje inclusivo de la ideología de género, al afirmar que se trata de “un sacerdote para todos y todas”. El principal argumento del padre James Martin es que nadie es pecaminoso por nacer homosexual o bisexual. “Todas las personas LGBT son creadas a imagen y semejanza de Dios”. Y como los homosexuales son parte de la creación no hacen falta más argumentos para homologar las familias naturales con las uniones de convivencia entre personas del mismo sexo. No se trata por tanto del respeto a las personas homosexuales, sino de normalizar la homosexualidad en la Iglesia.
Vamos a dejar aparte el sensacionalismo del abuso sexual de menores y lo que se ha dado en llamar “mafia lavanda” en referencia a la supuesta red de curas y obispos homosexuales que se protegían y ayudaban entre sí, principalmente en Estados Unidos, y que denunciara el sacerdote Andrew Greeley. Pero lo que es innegable es que desde el Vaticano II, incluso desde el pontificado de Juan XXIII, existe dentro de la Iglesia católica un debate más o menos velado sobre la homosexualidad, que algunos achacan a la influencia de Jacques Maritain y su visión personal a favor de la “amistad amorosa” entre hombres, pero que otros, creemos que más certeramente, imputan al proceso de secularización a raíz del Vaticano II y la visión de un Dios más mundano y utilitarista proyectada sobre las realidades de la humanidad actual. Sin que podamos hablar de cisma, lo que no se puede ocultar es esta división dentro de la Iglesia debido a las tensiones morales y teológicas en torno a la opción sexual y familia, una falta de homogeneidad en el mensaje pastoral y doctrinal que desconcierta y divide también a los fieles.
Quizá por ello encontremos editoriales católicas, como SM, que al otorgar el premio Gran Angular de literatura juvenil al libro titulado “La versión de Eric”, con un protagonista trans, asumen los postulados y los tópicos sobre visibilidad e identidad sexual que encontramos en la ideología de género que defiende la ONU, la Open Society Foundations de Soros o el Foro de Davos. La fundación pontificia Scholas Occurrentes dentro de una colección de libros que ha titulado “Con Francisco a mi lado”, ha publicado varios cuentos para niños adoptando la perspectiva de género. “¡Soy un perro!”, relata la historia del esfuerzo de un gatito blanco, que buscaba ser reconocido públicamente como un can. En la narración “Chiquillería”, se trasmite a los niños la idea de un auténtico galimatías parental: “hay niños que tienen padre y madre. Uno de cada uno. Otros, dos de cada uno. Otros, uno y dos. O dos y uno”. El fragmento es ilustrado con dos niños tomados de la mano por dos personajes que usan falda. Por otro lado, instituciones católicas, como la Comisión Católica Internacional de Migración utilizan sin empacho alguno el lenguaje inclusivo, (p. ej. “desigualdades de género”), de manera idéntica a como lo emplea la ONU.
En el caso del aborto, la doctrina tradicional de la Iglesia ha sido oponerse a la cultura de la muerte, incluida la eutanasia, ya que supone una violación sistemática del derecho a la vida. La interrupción del embarazo, que en su absoluta mayoría de casos se práctica por motivos egoístas, se alimenta del individualismo, el utilitarismo y el hedonismo. “De este modo, los valores del ser son sustituidos por los del tener o los del placer. El único fin que cuenta es el bienestar material, la calidad de vida, interpretada como eficiencia económica, consumismo desenfrenado, rechazo de toda forma de sacrificio, para terminar, instrumentalizando la sexualidad, la convivencia y, en definitiva, la persona humana y la norma moral que permite distinguir entre el bien y el mal”.
Incluso el Papa Francisco en relación con la reciente legalización del aborto en Argentina dijo: “Vivir es, ante todo, haber recibido la vida. Todos nacemos porque alguien ha deseado para nosotros la vida”. En definitiva, la postura de la Iglesia católica choca frontalmente con los designios de la agenda mundialista que contempla el aborto como un derecho y desprecia el valor de la vida dependiente del nasciturus, que se supedita a las políticas demográficas y a la decisión de la mujer, como si el feto fuera una cosa de la cual se puede disponer con mayor facilidad que de la propiedad de un inmueble.
Sin embargo, parece que también sobre esta cuestión no existe la misma contundencia de antaño dentro del Vaticano. El Papa Francisco no se pronunció en su visita de 2015 a Washington en favor de la campaña provida que se desarrollaba en pleno escándalo por la comercialización de material procedente de fetos abortados por parte de Planned Parenthood (la multinacional abortista). Precisamente, ¿qué razón hay para explicar la presencia de la directora de Planned Parenthood Suiza, en unas conferencias organizadas por la Pontificia Academia de la Vida en el año 2017? Al año siguiente, en 2018, el Vaticano concedió a la ex ministra de Comercio Exterior, Desarrollo y Cooperación de Holanda la medalla de Caballero de la Orden Pontificia de San Gregorio Magno. Lilianne Ploumen también era una firme defensora del aborto. El Consejo Pontificio para la Cultura del Vaticano convocó para este pasado mes de mayo de 2021 a Chelsea Clinton, Anthony Fauci y Deepak Chopra, entre otros, a una conferencia sobre “la mente, el cuerpo y el alma” y su papel en la atención sanitaria. Chelsea Clinton es una destacada activista proaborto, sin más mérito que ser la hija de su madre y su padre, Hillary y Bill Clinton.
Para la Iglesia católica la lucha contra el aborto y las campañas provida, ya no son como antes, una cuestión esencial. Ya lo anunció el Papa Francisco en una entrevista concedida en 2013 a la revista jesuita La Civiltà Cattolica: “No podemos seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos. (…) Conocemos la opinión de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas cosas sin cesar”. Lo que desde luego no cesan son los abortos que impiden nacer a millones de personas todos los años, pero parece que no hay que dar la matraca sobre cuestiones mal vistas por la opinión políticamente correcta dominante. Por supuesto, mientras la Iglesia ha aflojado en su lucha contra el aborto, el globalismo no ha parado de promocionarlo. Así, el Parlamento Europeo acaba de dar el visto bueno (25 de junio de 2021) al informe para instar a los países miembros a eliminar cualquier obstáculo en el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo y considerarlo como un “derecho humano”.
Resumiendo el estado actual de la cuestión, podemos afirmar que la Iglesia católica no sigue de ningún modo las directrices de la agenda mundialista en materia de ideológia de género, pero aguerrida, lo que se dice aguerrida, su oposición como institución no es, porque se debate entre adaptarse a la corriente dominante de la postmodernidad o mantener su tradición. Claro que las confesiones cristianas luteranas llevan años aceptando en mayor o menor medida los postulados de la ideología de género en materia de feminismo y homosexualidad, Alemania, Finlandia y Suecia especialmente en Europa junto a la Iglesia Anglicana, también las confesiones protestantes de Estados Unidos, a excepción de las conservadoras Iglesias evangélicas de la región del Cinturón de la Biblia, como tampoco se ha hecho en el seno de las Iglesias Ortodoxas. De momento la posición oficial de la Iglesia católica sigue siendo fiel a su doctrina tradicional plasmada en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, en la que el Papa Francisco confirma que la ideología de género niega “la diferencia y la reciprocidad natural del hombre y la mujer” y promueve “una sociedad sin diferencias de sexo”, desvinculada “de la diversidad biológica entre hombre y mujer” y que “vacía la base antropológica de la familia”. “No debemos ignorar el hecho de que el sexo biológico (sexo) y el papel sociocultural del sexo (género) pueden distinguirse, pero no separarse”.
Cambio climático y nueva religión verde.
Si hay una cuestión en la que la posición del Vaticano y la agenda mundialista coinciden es en materia de cambio climático. El Papa Francisco es una “autoridad moral convincente” en la lucha contra el cambio climático, decía en mayo de 2021 el enviado especial de Estados Unidos para el clima, John Kerry, tras una reunión con el pontífice. Por su parte, los altos cargos de la ONU no paran de resaltar la sintonía del Papa con sus objetivos climáticos: Christiana Figueres, secretaria ejecutiva de la CMNUCC, máxima responsable de la ONU sobre cambio climático, se refirió a la encíclica Laudato Si afirmando que “subraya que actuar frente al cambio climático es un imperativo moral para ayudar a las poblaciones más vulnerables del planeta, proteger el medio ambiente y fomentar un desarrollo sostenible. El imperativo económico junto al imperativo moral no deja lugar a dudas de que debemos actuar ya frente al cambio climático”. Achim Steiner, Director Ejecutivo del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA): “El Programa de la ONU para el Medio Ambiente da la bienvenida al llamado sin ambigüedades del Papa Francisco, un llamado a la acción para hacer frente a la degradación medioambiental y al cambio climático. Compartimos la visión del Papa Francisco de que nuestra respuesta al cambio climático y la degradación ambiental no puede estar exclusivamente definida por la ciencia, la tecnología o la economía, sino que se trata también de un imperativo moral”. La Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, aseguraba que “el Papa Francisco ha llamado a la humanidad a mirar el planeta con una nueva visión, verlo como nuestro hogar. Es un llamamiento a la valentía y la unidad, para que todos los hombres y mujeres cuenten con las oportunidades y la capacidad de poner de su parte, especialmente los más marginalizados, para quienes la sostenibilidad significa mucho más que leyes y políticas “verdes”, significa nuevas formas de pensar y de comportarse como ciudadanos globales”.
En efecto, el discurso de Bergoglio es idéntico al programa mundialista de la ONU y su Agenda 2030. Sin caer en la teatralidad histérica de Greta Thunberg (“La gente está sufriendo. La gente se está muriendo. Ecosistemas enteros están colapsando”), el Papa Francisco emplea el mismo tono alarmista que el Secretario General de la ONU. Así el Papa calificó el cambio climático como “uno de los principales retos a los que se enfrenta la humanidad” el pasado mes de abril de 2021 con ocasión del Día de la Tierra, para acabar exhortando: “¡Es el momento de actuar, estamos al límite!”. En la Cuarta Conferencia de la ONU sobre el Clima celebrada en Katowice en 2018, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, ya afirmaba “aunque somos testigos de impactos climáticos devastadores que provocan el caos en todo el mundo, seguimos sin hacer lo necesario, no vamos suficientemente rápido”. Bergoglio también asegura que la pandemia del coronavirus es una de las “respuestas de la naturaleza” a los humanos, que ignoran la crisis ecológica. Así lo ha manifestado en una entrevista concedida al semanario católico The Tablet and Commonwealth, en la que utiliza un lenguaje equívocamente próximo al panteísmo: “No sé si es son venganzas de la naturaleza, pero sí creo que son respuestas de la naturaleza”. En marzo de 2020 oficialmente la ONU también afirmaba que “el cambio climático es más mortal que el coronavirus”.
El Secretario General de la ONU ha dicho en repetidas ocasiones, “somos la primera generación que puede acabar con la pobreza y la última que puede actuar para evitar los peores impactos del cambio climático”, un mensaje muy parecido al del Papa Francisco, que indica “que la naturaleza global necesita nuestras vidas en este planeta, a la vez que nos enseña más sobre lo que tenemos que hacer para crear un planeta justo, equitativo y ambientalmente seguro”. Concluye el Secretario general de la ONU que este “cambio climático es real y las actividades humanas son sus principales causantes”, lo mismo que hace el Papa Francisco cuando afirma en su encíclica Laudato si, que “hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático… La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo, para combatir este calentamiento o, al menos, las causas humanas que lo producen o acentúan”.
Sin embargo, esta aseveración no es cierta, no existe tal consenso científico, por mucho que la ONU o el Vaticano quieran convertir lo que no son más que hipótesis científicas en dogmas de fe. La tesis oficial de la ONU que el Papa Francisco ha querido que sea también la de la Iglesia católica se basa en dos premisas: Que se está produciendo un cambio climático que amenaza la biodiversidad y que dicho cambio se debe principalmente a la acción del hombre. Las dos cuestiones son debatidas. Muchos científicos sostienen que no existen suficientes registros para afirmar que se esté produciendo un cambio climático que sea ajeno a los fenómenos naturales de largo recorrido que se producen en el planeta. Los efectos de tal cambio tampoco están claros, buena muestra de ello son los continuos vaticinios erróneos que han oscilado entre el calentamiento global y el enfriamiento en los últimos 50 años, sin que ninguno de ellos se haya cumplido. Más polémica es aún la afirmación de que tal cambio climático es consecuencia de la actividad humana, cuando prestigiosos científicos apuntan a que los ciclos solares tienen bastante más más influencia que cualquier obra del hombre. Lo que sí es sin duda indiscutible es que la ONU y sus patrocinadores del Foro de Davos y aláteres impulsan la introducción de severos cambios en los sistemas económicos, energéticos y de producción de todas las naciones, que supondrán un gasto para combatir la amenaza climática estimado en, nada más y nada menos, 19,5 billones, con B, de euros.
Choca que un Papa pretenda sentar doctrina sobre cuestiones climáticas, rama del saber sobre la que carece de conocimientos y de autoridad alguna para hacerlo. Creemos muy impudente introducir en una encíclica supuestas verdades científicas, más aún si recordamos que la Iglesia sostuvo otrora, tan equivocada como tercamente, otro aparente consenso científico, que al final resulto ser un fiasco, el de que el sol giraba en torno a la tierra. No hace falta silogismo alguno para demostrar lo arriesgado que resulta “pontificar” sobre premisas científicas no demostradas y provocar por ellas un gigantesco desembolso económico de consecuencias imprevisibles y beneficiarios más que dudosos.
Ello no quiere decir que no podamos por menos que coincidir con la preocupación ecológica que muestra el Papa en su encíclica Laudato si por temas como la degradación de los ecosistemas, el acceso al agua, unas ciudades ambientalmente sanas o la perdida de la biodiversidad, pero lo que resulta alarmante es el evidente seguidismo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030. Por primera vez una encíclica papal reproduce el programa de un organismo ajeno a la Iglesia. En Laudato si, podemos encontrar, casi literalmente, en el llamado del Papa Francisco “sobre el cuidado de la casa común” las mismas propuestas del “nuevo contrato global” que persigue la Agenda 2030: Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todas las personas. Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todas las personas. Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles, promover las modalidades de consumo y producción sostenibles, Gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad. Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible. Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.
Preocuparse por el medio ambiente es muy diferente a construir una teoría ecologista en torno a la idea de “madre tierra”. Juan Pablo II, a través del Consejo Pontificio de la Cultura y el Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, en el texto “Jesucristo portador del agua de la vida”, reconocía que la cultura occidental está ahora imbuida de una conciencia ecológica más generalizada que ha ejercido un enorme impacto en los estilos de vida de las personas, asimismo apuntaba al auge “de la ecología como fascinación por la naturaleza y resacralización de la tierra, la Madre Tierra o Gaia”. También avanzaba que, al contemplarse a la raza humana como el agente ejecutivo de la Tierra, la armonía y comprensión que se requieren para un gobierno responsable, acabaría entendiéndose como un gobierno global, con una estructura ética global. Pero la Iglesia de Juan Pablo II alertaba, “parte de lo que proponen los elementos más radicales del movimiento ecológico es difícilmente conciliable con la fe católica. El cuidado del medio ambiente, en general, es una señal oportuna de una renovada preocupación por lo que Dios nos ha dado, quizá incluso una señal del necesario cuidado cristiano de la creación. La «ecología profunda», sin embargo, se basa con frecuencia en principios panteístas y, en ocasiones, gnósticos”. En efecto, el biocentrismo niega la visión antropológica de la Biblia, según la cual el hombre es el centro del mundo por ser cualitativamente superior a las demás formas de vida natural, por tanto, toda doctrina que olvide que el planeta está al servicio del hombre, infravalora al ser humano y confunde el respeto por la naturaleza y el cuidado del medio ambiente con la idea de la Madre Tierra, cuya divinidad penetraría toda la creación, “herejía” que se alimenta de la falsa percepción creciente de una crisis ecológica inminente.
Parece que Bergoglio es consciente de este peligro en Laudato si: “Esto no significa igualar a todos los seres vivos y quitarle al ser humano ese valor peculiar que implica al mismo tiempo una tremenda responsabilidad. Tampoco supone una divinización de la tierra que nos privaría del llamado a colaborar con ella y a proteger su fragilidad. Estas concepciones terminarían creando nuevos desequilibrios por escapar de la realidad que nos interpela. A veces se advierte una obsesión por negar toda preeminencia a la persona humana, y se lleva adelante una lucha por otras especies que no desarrollamos para defender la igual dignidad entre los seres humanos. Es verdad que debe preocuparnos que otros seres vivos no sean tratados irresponsablemente. Pero especialmente deberían exasperarnos las enormes inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros. Dejamos de advertir que algunos se arrastran en una degradante miseria, sin posibilidades reales de superación, mientras otros ni siquiera saben qué hacer con lo que poseen, ostentan vanidosamente una supuesta superioridad y dejan tras de sí un nivel de desperdicio que sería imposible generalizar sin destrozar el planeta. Seguimos admitiendo en la práctica que unos se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos”.
Pero, aunque Laudato si alude al Papa Juan Pablo II y su interés por el medioambiente, el Papa Francisco no duda en chapotear en ese peligroso charco de la gnosis y el movimiento de ecología profunda, porque “cuando se habla de «medio ambiente», se indica particularmente una relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida”, ¿un todo que está por encima del hombre, que no sería más que otro elemento más de la creación, por muy inteligente que sea? Bergoglio quiere “proponer a los cristianos algunas líneas de espiritualidad ecológica”, porque “todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra”. Aboga por una especie de ecumenismo ecológico: “También se vuelve necesario un diálogo abierto y amable entre los diferentes movimientos ecologistas, donde no faltan las luchas ideológicas. La gravedad de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis y generosidad, recordando siempre que «la realidad es superior a la idea» «Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo […] Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida”.
En su discurso a los participantes en la conferencia “transición energética y cuidado de nuestra casa común” organizado por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral en junio de 2018, el papa Francisco afirmaba, “la crisis ecológica actual, especialmente el cambio climático, amenaza el futuro de la familia humana y esto no es una exageración”. Bergoglio ha defendido con énfasis las conclusiones del panel climático de la ONU: “Durante demasiado tiempo, de hecho, los análisis científicos han sido ignorados, mirando con desprecio e ironía las relativas predicciones catastróficas”. “La falta de gestión de las emisiones de carbono ha generado una enorme deuda que ahora tendrán que pagar con intereses los que vienen después de nosotros”, lo que Bergoglio no nos cuenta es quienes van a pagar los casi 20 billones de euros que se van a gastar en la alarma climática ni las consecuencias de tal megalómano gasto para esta generación y las siguientes, mientras, ha adoptado un tono que ahora sí nos recuerda a Greta Thunberg: “Las generaciones futuras están a punto de heredar un mundo en ruinas. Nuestros hijos y nietos no deberían tener que pagar el costo de la irresponsabilidad de nuestra generación”.
Con estas comprometidas ideas que difunde el Papa Francisco no es de extrañar que en 2019 el Sínodo de la Amazonia se haya deslizado en su documento final, Instrumentum laboris, hacia un abierto paganismo panteísta y una especie de teología de la ecología. Se reivindica un Dios inclusivo la hablarse en “la fe en Dios Padre-Madre Creador” y a través del indigenismo se valoran las creencias animistas basadas en las relaciones con los antepasados, la comunión y armonía con la tierra y la conectividad con las diferentes fuerzas espirituales. Se abrazan los postulados del movimiento New Age, que nada tiene de católico, ya que se afirma sin ambages que “los rituales y ceremonias indígenas son esenciales para la salud integral pues integran los diferentes ciclos de la vida humana y de la naturaleza. Crean armonía y equilibrio entre los seres humanos y el cosmos. Protegen la vida contra los males que pueden ser provocados tanto por seres humanos como por otros seres vivos. Ayudan a curar las enfermedades que perjudican el medio ambiente, la vida humana y otros seres vivos”. Incluso se propone crear un pecado ecológico en el que se incluyan las “transgresiones contra los principios de interdependencia y la ruptura de las redes de solidaridad entre las criaturas” además de impulsar una red de propaganda con la creación de ministerios especiales para el cuidado de la “casa común” y “la promoción de la ecología integral a nivel parroquial y en cada jurisdicción eclesiástica, que tengan como funciones, entre otras, el cuidado del territorio y de las aguas, así como la promoción de la Encíclica Laudato si”.
En diciembre de 2020, el Papa Francisco reiteró su compromiso con los Objetivos del Desarrollo Sostenible, ahora ya contemplados con el horizonte del 2050. “Ha llegado el momento de un cambio de rumbo; no robemos a las nuevas generaciones la esperanza en un futuro mejor”, insistía una vez más en el mensaje dirigido a la Cumbre sobre Ambición climática organizada conjuntamente por las Naciones Unidas, el Reino Unido y Francia. Sostuvo además que el Vaticano impulsará un cambio cultural basado en “promover una educación para la ecología integral” y promoverá las políticas de cero emisiones de carbono: “Las medidas políticas y técnicas deben unirse con un proceso educativo que favorezca un modelo cultural de desarrollo y de sostenibilidad centrado en la fraternidad y en la alianza entre el ser humano y el ambiente”, postuló Bergoglio, mientras insistía en que “todo está conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global”. El próximo mes de noviembre de 2021 el Papa acudirá a la cumbre de cambio climático que se celebrará en Glasgow donde pondrá a la Iglesia católica al servicio de los objetivos de la agenda mundialista de la ONU y será aún más intransigente en la defensa de las hipótesis científicas que sostiene el Grupo Intergubernamental de Expertos de Cambio Climático (IPCC).
En definitiva, la postura del Papa Francisco en relación al pretendido calentamiento global precipita la secularización de la Iglesia católica y profundiza en la perdida de sus propiedades espirituales para pasar a mimetizarse en la sociedad civil, sobre la que aspira a mantener su ascendiente, pero despojándose de las aspiraciones religiosas, ya que adopta la posición de la agenda mundialista respecto a la toma de las grandes decisiones en el campo político, social, económico y cultural. Se trata de un proceso de sincretismo religioso en el que la Iglesia se va amalgamando con otras esferas ajenas a lo católico, que en el caso concreto del cambio climático y el ecologismo introduce dentro de la doctrina católica los bosquejos de una peculiar religión verde.
Lejos quedan las palabras del que fuera líder de los obispos españoles, el cardenal Antonio María Rouco Varela, que aseguró en 2013 que “la unidad de la nación española es una parte principal del bien común de nuestra sociedad que ha de ser tratada con responsabilidad moral”. A esta responsabilidad pertenece necesariamente el respeto de las normas básicas de convivencia –como es la Constitución española– por parte de quienes llevan adelante la acción política”. El Arzobispo de Pamplona, Mons. Fernando Sebastián Aguilar, decía en 2003, “España ha sido fundamentalmente católica” y que tiene unas “vigorosas raíces católicas tanto en la vida personal como familiar, como social, como cultural. No tenemos que caer en la tentación de pensar que ese patrimonio está caducado (…) Ha habido mucha gente que al pensar que entrábamos a la democracia ya podíamos tirar por la borda todo el bagaje religioso y moral que ha sido y sigue siendo el fundamento y la fortaleza interior de nuestra vida y nuestra cultura”.
En 2011 los obispos catalanes ya publicaron un documento denominado “Raíces cristianas de Cataluña”, que incluía un apartado sobre la nacionalidad catalana donde afirmaban: “Como obispos de la Iglesia en Cataluña, encarnada en este pueblo, damos fe de la realidad nacional de Cataluña, configurada a lo largo de mil años de historia”. La Conferencia Episcopal Española ha manifestado recientemente su respaldo a los indultos concedidos a los golpistas separatistas catalanes, apoyando a los obispos independentistas de Cataluña que llaman a “romper con actitudes inamovibles”, en referencia a la convocatoria de un referéndum sobre la independencia y ha coincidido con las tesis del gobierno social comunista de Pedro Sánchez abogando por “la fuerza que tienen el diálogo y las medidas de gracia en todas las situaciones de conflicto”. Evidentemente la Conferencia Episcopal Española no considera ya un deber moral la defensa de la unidad de España, lo cual, aunque no sea un efecto directo, sin duda conecta con el mundialismo que aboga por abolir fronteras y contemplar las “viejas” Naciones como un obstáculo al nuevo orden mundial. “El nacionalismo no es una opción para los cristianos”, es la postura que deben mantener los católicos, según el Cardenal Reinhard Marx, respecto a los movimientos nacionalistas y populistas que se extienden por Europa.
En materia de ideología de género la Conferencia Episcopal Española no ha tomado partido por posturas que favorecen la agenda globalista, pero en reiteradas ocasiones ha guardado una tibieza incomprensible con relación a cuestiones esenciales para los católicos españoles. Así, ha procurado poner distancia con Hazte Oír por defender lo que se supone debía ser la doctrina católica sobre ideología de género y familia o ni se ha planteado la movilización de los católicos, aceptando mansamente la ampliación de los supuestos del aborto legal y su consideración como un derecho. Ahora bien, a diferencia de la Conferencia Episcopal Alemana, la Española sí se ha mostrado contraria a la bendición de las uniones homosexuales.
En cuanto al problema de la inmigración masiva, aparte de la lógica asistencia humanitaria, la Conferencia Episcopal Española habla de la “la extraordinaria aportación de los que llegan a nuestras sociedades envejecidas” (sic) y por supuesto se hace eco de la doctrina del Papa Francisco que aboga por aumentar y simplificar la concesión de visados; abrir corredores humanitarios; garantizar la vivienda, la seguridad y los servicios esenciales; ofrecer oportunidades de trabajo y formación; fomentar la reunificación familiar; proteger a los menores; garantizar la libertad religiosa y promover la inclusión social. Al menos no olvida que lo verdaderamente importante no debería ser proteger los flujos migratorios, sino “crear en los países de origen posibilidades concretas de vivir con dignidad”. Pero la CEE abraza las directrices de la ONU y su Pacto Mundial sobre la Migración, porque debemos “hacernos cargo de su existencia a través de un conjunto de acciones que el Papa resume en acoger, proteger, promover e integrar”. Por tanto, parece que la Iglesia católica española, se muestra atemorizada ante las directrices mundialistas en materia de ideología de género, y titubeante respecto al desmantelamiento de los Estados-nación, pero totalmente abierta a la recepción de la inmigración masiva. Prueba de ello es su comunicado ante la última crisis en Ceuta y Melilla en la que 18.000 inmigrante ilegales saltaron la valla: La CEE, “Muestra su solidaridad con las diócesis de Cádiz y Ceuta y Málaga y Melilla, de reconocida trayectoria en la atención y acogida a migrantes, así como con las necesarias iniciativas en ambas ciudades autónomas, para acoger integralmente y custodiar los derechos de las personas migrantes, especialmente de los menores”. El discurso de la Conferencia Episcopal Española coincide exactamente con la agenda globalista y las proclamas de la ONU y Foro de Davos sobre la inmigración. El 26 de septiembre de 2021 se celebró en España, bajo el lema «Hacia un nosotros cada vez más grande»,la Jornada del migrante y refugiado, que se centra en “el desafío de las migraciones y las oportunidades que nos ofrecen de cara al futuro”.
Otra cosa parece respecto al cambio climático. En esta cuestión los obispos españoles aciertan de pleno cuando el obispo auxiliar de Valladolid, durante la inauguración de la Cumbre católica sobre el clima en 2019, alertaba: “Hay otro riesgo, que vemos aparecer en las corrientes llamadas ecológicas, que es pensar que es la especie humana la que verdaderamente supone un problema y, por lo tanto, lo mejor sea reducir el número de humanos, hacer propuestas de reducción de lo que significamos las personas”. El portavoz de la CEE advirtió de que “el sistema económico dominante” quiere imponer “un capitalismo verde”, demostrando que, cuando quiere, la Iglesia española es capaz de poner el acento de manera magistral en el auténtico trasfondo de las cuestiones, llevando incluso la contraria al mundialismo… y matizando el pensamiento que Berdoglio plasma en su Encíclica Laudato si.
Llama por ello la atención que la Conferencia Episcopal Española, por boca del cardenal Osoro, simplemente se haya remitido a los historiadores, para corregir la postura sectaria del Papa Francisco, cuando el Vaticano ha pedido perdón por los «pecados» cometidos por la Iglesia Católica en la evangelización de México, unida indisolublemente con la Conquista, por mucho que se haya querido disociar ambos hechos para salvar la metedura de pata de Bergoglio. De nuevo el Papa Francisco nos insta al revisionismo: “Es preciso hacer una relectura del pasado, teniendo en cuenta tanto las luces como las sombras que han forjado la historia del país. Esa mirada retrospectiva incluye necesariamente un proceso de purificación de la memoria, es decir, reconocer los errores cometidos en el pasado, que han sido muy dolorosos. Por eso, en diversas ocasiones, tantos mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización”. Naturalmente que hubo abusos en la Conquista y Evangelización de América, pero las luces siempre han sido superiores a las sombras. Luces a las que el Papa no ha hecho referencia, y cuando se resaltan los defectos y se olvidan las aportaciones, no se está cumpliendo con la obligación de dar testimonio de la verdad. Teniendo en cuenta que fue la Iglesia española la encargada de la evangelización de aquellas tierras, parece que algo tendrían que decir los obispos españoles sobre la labor de sus antecesores. A lo mejor es que España debía haberse comportado como los amigos globalistas de Bergoglio, y en vez de preocuparse por a la evangelización y a la difusión de la fe católica en el Nuevo Mundo, debía haber imitado el modelo extractivo del imperialismo anglosajón y protestante, garantizando una abrumadora mayoría de población blanca en el subcontinente, mientras se encerraba en reservas a los indios, unos salvajes cuya espiritualidad importaba un bledo al imperio británico.
Que el Papa esté más cerca del indigenismo que pone en cuestión el legado español en América, que del agradecimiento a España por la difusión del catolicismo, por cuya defensa hizo tantos sacrificios nuestra patria, no deja de hacernos sospechar que de nuevo nos encontramos ante la infiltración de ideas mundialistas dentro de la Iglesia. En este caso, lo que se ha dado en llamar “cultura woke”, que pretende culpabilizar a Occidente por su pasado histórico hasta hacernos repudiar nuestros modelos culturales, para, una vez revisados, conseguir que abracemos ese mezcladillo multicultural que propugna la agenda globalista. De eso se trata cuando en Méjico vejan la figura de Hernán Cortes o cuando se derriban estatuas de Colón o Fray Junípero Serra en Estados Unidos. Por ello se echa en falta un comunicado de la Conferencia Episcopal Española señalando que junto a las sombras por las que hay que pedir perdón, están las luces por las que hay que dar las gracias.
Particularmente, la huida de situaciones polémicas por parte de la Conferencia Episcopal Española adquiere caracteres de indiscutible cobardía cuando se trata de cuestiones relacionadas con la Guerra Civil. El talante acomodaticio de la jerarquía eclesiástica española quedó de manifiesto cuando sólo el Prior de la Abadía del Valle de los Caídos mantuvo una posición honorable respecto a la exhumación de los restos mortales de Franco. Nada nuevo. La Conferencia Episcopal Española no sólo procura pasar de puntillas sobre las razones de la persecución religiosa de la II República, un auténtico genocidio, que ha dado el mayor número de mártires después de las persecuciones de cristianos de la época romana, sino que ha consentido, con una obscenidad e ignominia indescriptibles, la retirada de cruces y listados de caídos que dieron su vida por defender la fe católica de los muros de sus iglesias. Un gesto como el de colocar discretamente placas en el interior de los templos con esos listados que el gobierno ultraizquierdista obligaba a retirar del exterior, junto a un mensaje de reconciliación, habría dejado a salvo, no solo un testimonio de la verdad histórica, sino que habría hecho honor a ese dicho de que “ser agradecidos es de bien nacidos”. Pero qué podíamos esperar de un clero que en el País Vasco ha sido cómplice del terrorismo etarra y en Cataluña de los sediciosos, sin que el Vaticano moviese un dedo. Baste un botón de muestra. El Papa Francisco, en plena polémica por los indultos, se reunió con la monja separatista Sor Lucia Calam, conocida también por sus posturas a favor de las fronteras abiertas. La inoportuna reunión tenía que ver con las obras de beneficencia que lleva a cabo en Cataluña, pero lo cierto es que en ningún momento el Vaticano ha efectuado gesto alguno a favor de la unidad de España y en contra de las opiniones políticas que sostiene la monja. El Papa Francisco simplemente se ha limitado a decir: “la unidad nacional es fascinante, pero nunca se va a lograr sin la reconciliación de los pueblos”. Por ello, invitó a cualquier país a abrir un proceso de reconciliación con la “propia historia”. De nuevo el revisionismo. El pasado 2 de septiembre de 2021 en una entrevista concedida a COPE, apostó por el dialogo: “el hecho clave en este momento en cualquier país con este tipo de problemas es plantearse si se han reconciliado con su propia historia, sobre todo la historia del siglo pasado. No sé si España lo está del todo, sobre todo con la del siglo pasado. Si no lo está, creo que tiene que hacer un paso de reconciliación. Esto no significa claudicar de sus posiciones, sino entrar en un proceso de diálogo y de reconciliación; y, sobre todo, huir de las ideologías, que son las que impiden cualquier proceso de reconciliación”.
Indiscutible que existen sacerdotes y religiosos, incluso obispos y algún cardenal, que cumplen con su obligación de dar testimonio de la fe y la caridad de manera ejemplar. Intelectuales y Universidades católicas admirables por su aportación al pensamiento social, económico y político español e internacional. Pero desgraciadamente, con este panorama, en el que los pastores más señalados han abandonado el rebaño a los lobos, nadie debe extrañarse de no pocas perdidas de fe y del alejamiento, cuando no abandono, de la Iglesia por parte de muchos católicos españoles. Dice el canon 375 § 1. del Código de Derecho Canónico que “los Obispos, que por institución divina son los sucesores de los Apóstoles, en virtud del Espíritu Santo que se les ha dado, son constituidos como Pastores en la Iglesia para que también ellos sean maestros de la doctrina…”. Su principal preocupación debe ser enseñar “el magisterio de la Iglesia sobre la dignidad y libertad de la persona humana; sobre la unidad, estabilidad y deberes de la familia; sobre las obligaciones que corresponden a los hombres unidos en sociedad; y sobre el modo de disponer los asuntos temporales según el orden establecido por Dios” (canon 768). Dante situaba al Papa Nicolás III o a Clemente V en el infierno por sus pecados de simonía. Es decir, por traficar con las cosas espirituales para hacerse con ventajas materiales, anteponiendo el beneficio a corto o largo plazo al respeto inmediato de la moralidad. Los obispos españoles sabrán en su conciencia si corren el riesgo de unirse a esos Pontífices en el infierno por vender su patria y traficar con la moral católica.
En cuanto al Papa Francisco, que tan bien se lleva con el consenso capitalismo-socialdemocracia y su agenda mundialista, debería recordar las enseñanzas de su predecesor, el Pontífice Benedicto XVI, que afirmó que, “en los decenios sucesivos al Concilio Vaticano II, algunos interpretaron la apertura al mundo no como una exigencia de ardor misionero” sino como “un pasaje hacia la secularización”, razón por la cual ha habido una pérdida de fieles dentro de la Iglesia católica. Jorge Mario Bergoglio parece que está empeñado en repetir y aumentar aquellos errores. La defensa de la tradición católica y su doctrina ética, como bien apuntaba el filósofo materialista Gustavo Bueno en su obra «El animal divino», implica mantener un referente objetivo que sirve a los fieles en tiempos de cambio y crisis como los actuales, lo contrario supone anular al catolicismo como religión y convertir a la Iglesia en una especie de ONG en la que muchos, en vez de consuelo, encontramos zozobra.
La verdad es que estamos leyendo con mucho interés el blog ‘El gran aviso’ después de que ayer leyéramos una de las publicaciones que realizó sobre las inoculaciones en 2012 que nos dejó tan impactados. Y hemos buscado fechas señaladas para buscar qué tipo de información publicaba, por ejemplo, poco antes de la abdicación de Benedicto XVI y poco antes del nombramiento de Begoglio como Papa.
Esas publicaciones también nos han dejado tremendamente impactados puesto que acertaban en su momento lo que sucedería y están acertando con sorprendente exactitud sobre lo que está sucediendo ahora. Benedicto XVI abdicaba del papado el 28 de febrero de 2013, esto es lo que se decía el 25 de febrero de 2013 en una publicación que pueden leer a través de este enlace.
“Él será un aliado muy cercano del falso profeta, y está muy claro quién es él – el hijo de Satanás”.
Mi amadísima hija, los tiempos que se avecinan sacudirán al mundo de su adormecimiento, sin importar qué religión, si en su caso existe alguna, la gente sigue, porque la voz del cuerno pequeño dominará la atención de todo el mundo. Sentado en la silla de Pedro, este impostor gritará fuerte y orgullosamente proclamará su solución para unir a todas las iglesias como una sola. Aclamado como un innovador moderno, será aplaudido por el mundo secular porque va a consentir el pecado.
Él traerá nuevas leyes, las que, no sólo contradecirán las Enseñanzas de la Iglesia Católica, sino que irán en contra de todas las leyes Cristianas. Los sacerdotes que se oponen a estos Mensajes se verán obligados a reconsiderarlos cuando la terrible verdad sea revelada. La Verdad de Mi Palabra, dada a ti, hija Mía, poco a poco, al fin les iluminará. ¡Cómo llorarán de pena cuando se den cuenta que soy Yo, Jesucristo, quien –con la Bendición de Mi Padre– te revela las profecías del fin de los tiempos con todo detalle.
Y luego devorarán cada Palabra de Mis Sagrados Labios a medida que revelo más eventos venideros, para preparar a la humanidad. Es esencial que las personas escuchen y respondan a Mi Llamado, para que pueda salvar a todos de las garras de la bestia.
El falso profeta, que mientras tanto se ocupa de sus grandes ambiciones para impresionar a los Católicos del mundo, será hecho a un lado por un tiempo, porque el anticristo entrará ahora en el escenario mundial, como fue predicho. Cuando escuchéis los informes de los medios de comunicación sobre el nuevo prometedor, hábil, y pacífico negociador, sabréis quién es él. Él será un aliado muy cercano del falso profeta, y está muy claro quién es él –el hijo de Satanás.
Recordad que no importa cuán aterrador pueda ser esto, Yo, Jesucristo, Soy el Rey. Ningún hombre, ningún enemigo, tiene más poder que Dios. Pero la batalla por las almas debe ser peleada, como fue predicho. Mediante la difusión de Mi Palabra, Mis Mensajes y Mis Oraciones, me ayudaréis a salvar las almas que necesito, para que Mi Nuevo Paraíso pueda ser poblado con todos los hijos de Dios.
Confiad siempre en Mí, vuestro Jesús, mientras os guío y protejo durante esta abominación en la tierra. Os prometo que el período será corto.
Vuestro Jesús”.
Posteriormente, Bergoglio era nombrado Papa. Esto sucedía el 13 de marzo de 2013. Esto es lo que se decía el 8 de marzo de 2013, justo cinco días antes del nombramiento.
“Él ha sido enviado a desmantelar Mi Iglesia y romperla mil pedazos.
Mi amadísima hija, Satanás está furioso contra Mi Iglesia en la tierra y su infestación continúa propagándose dentro de sus muros.
El astuto impostor, que ha permanecido a la espera entre los bastidores**, pacientemente, pronto declarará su reinado sobre Mis pobres incautos siervos sagrados. El dolor que infligirá es demasiado duro de soportar para Mí, y aún así, su reinado culminará en la depuración final del mal desde dentro del núcleo de Mi Iglesia.
Él Ha manipulado cuidadosamente su posición y pronto su actitud pomposa se verá rodeada por su espléndida corte. Su orgullo, arrogancia y la auto-obsesión serán al principio cuidadosamente ocultados al mundo. Para el mundo exterior, un suspiro de alivio se escuchará cuando las trompetas repiquen para anunciar su mandato como jefe de Mi Iglesia.
Mi Cuerpo es Mi Iglesia, pero no va a ser para Mí, Jesucristo, él prometerá su fidelidad, porque no posee ningún amor por Mí. Su fidelidad es a la bestia y cómo va a reír y a burlarse de Mis siervos sagrados que le apoyan.
Él que se atreve a sentarse en Mi Templo, y que ha sido enviado por el maligno, no puede decir la verdad, porque no proviene de Mí. El ha sido enviado para desmantelar Mi Iglesia y romperla en mil pedazos* antes de que la escupa por su repugnante boca.
Mi Cuerpo es Mi Iglesia. Mi Iglesia está todavía viva, pero sólo aquellos que dicen la Verdad y se adhieren a la Santa Palabra de Dios pueden ser parte de Mi Iglesia en la tierra. Ahora que el insulto final sea manifestado en Mi contra, Jesucristo, por la Sede de Pedro, comprenderéis finalmente la Verdad.
El Libro de la Verdad, predicho a Daniel, para el tiempo del fin, no será tomado a la ligera por los integrantes de Mi Iglesia, porque su contenido enfermará a Mis amados siervos sagrados cuando se den cuenta de que digo la verdad.
El falso profeta –el que se hace pasar como el líder de Mi Iglesia– está preparado para colocarse las túnicas, que no fueron hechas para él.
Él profanará Mi Sagrada Eucaristía y dividirá Mi Iglesia por la mitad y luego a la mitad otra vez.
Él hará esfuerzos para despedir a los fieles seguidores de Mi amado Santo Vicario el Papa Benedicto XVI, designado por Mí.
Él erradicará a todos los que son fieles a Mis Enseñanzas, y los echará a los lobos.
Sus acciones no serán visibles inmediatamente, pero pronto las señales serán vistas mientras se dispone a buscar el apoyo de los influyentes líderes mundiales y de aquellos en puestos altos.
Cuando la abominación eche raíces, los cambios serán repentinos. Los anuncios(las invitaciones) por parte de él para crear una Iglesia Católica unificada al enlazarse con todos los credos y otras religiones, vendrán poco después.
Él dirigirá la nueva única-religión mundial, y reinará sobre las religiones paganas. Él abrazará el ateísmo al hacer más débil el estigma++ que él dirá está asociado con la búsqueda de los así llamados “derechos humanos”. Todos los pecados, a los Ojos de Dios, serán considerados aceptables por esta nueva Iglesia que todo lo incluye.
Cualquiera que se atreva a desafiarlo será buscado y castigado. Aquellos sacerdotes, obispos y cardenales que se opongan a él serán excomulgados y despojados de sus títulos. Otros serán intimidados y perseguidos junto con muchos sacerdotes que tendrán que pasar a la clandestinidad(ocultarse).
A aquellos Mis pobres siervos sagrados que reconocéis Mi Voz ahora, por favor escuchadme mientras me acerco a vosotros para llevaros consuelo. Yo nunca os pediría que rechacéis Mi Iglesia en la tierra porque fuí Yo, vuestro amado Salvador, quien la creó. Ofrecí Mi Cuerpo como el Sacrificio Vivo para salvaros. Se os ha dado la responsabilidad de testificar en Mi nombre, para salvar las almas de aquellos a los que instruís y guiáis.
Todo lo que podéis hacer es confiar en Mí y continuar sirviéndome. Lo que no debéis hacer es aceptar cualquier doctrina presentada a vosotros y la cual sabréis, inmediatamente, que no está de acuerdo con Mis Enseñanzas. Debéis hacer lo que os dice vuestro corazón, pero sabed esto:
Este período va a causar un profundo dolor y la cruda aflicción que experimentaréis cuando veáis cómo Mi Iglesia será profanada os dejará llorando. Pero debéis reconocer las mentiras que os han de ser presentadas como lo que son –un insulto/ofensa a Mi muerte en la Cruz.
Esta destrucción puede resultar en el colapso de la estructura de Mi Iglesia. Los cambios y adaptaciones de los edificios, junto con el nuevo templo creado para la única iglesia mundial serán manufacturados y colocados en Roma.
Tened la seguridad de que, al igual que Mi Templo es profanado, Yo, Jesucristo, el Salvador de toda la humanidad, seré descartado y arrojado a la cuneta+.
Vuestro Jesús”.
′′Aprobando esta práctica la infernal conducta
de la primera bestia, aconsejará a todos, pública y privadamente,
que se acomoden las circunstancias del tiempo
por el bien de la paz, de una falsa y maldita paz.
Jesucristo en tales casos no quiere paz,
sino guerra, y él mismo dice que nos trajo la guerra,
y que por bien de esa paz tomen en sus manos
y en su frontera la marca de la bestia, esto es,
que se declaren por ella. Así, lo harán muchos,
apostatando cobardemente, pero los fieles bien instruidos
en sus deberes impugnarán con valor y descaro′′
San Antonio María Claret
LA ESENCIA DEL GLOBALISMO ES SATÁNICA
El plan de Satanás es establecer el reino del Anticristo, dándole la oportunidad de parodiar la vida terrenal de Cristo, imitar Sus milagros con prodigios grotescos, arrastrar a las multitudes no con la sencillez de la Verdad sino con engaños y mentiras. El globalismo constituye, por así decirlo, el montaje panorámico, el guión y la escenografía que debe preparar a la humanidad para el ascenso político del Anticristo, a quien los gobernantes del mundo -sus servidores- cederán las soberanías nacionales para que se convierta en una especie de tirano mundial.
Pero el reino del Anticristo no surge de la nada: primero es necesario borrar lo que quedó del reino de Cristo en las instituciones, en la cultura y en la vida cotidiana de los ciudadanos. La disolución moral es uno de los caminos más simples para subyugar a las masas, incitándolas al vicio y burlándose de la virtud; y, obviamente, destruyendo la familia natural, célula fundamental de la sociedad, que una vez eliminada hace posible que los niños se conviertan en mercancías, productos que quienes tienen dinero pueden pedir en Internet, alimentando una red criminal cada vez más vasta y cada vez más floreciente, por no hablar de la industria de la maternidad subrogada. . El divorcio, el aborto, la eutanasia, el homosexualismo y el pansexualismo, las mutilaciones para la transición de género han demostrado ser instrumentos eficaces para eliminar no sólo la Fe revelada, sino también los principios más sagrados de la Ley Natural.
Y es de hecho una religión la que se está instaurando con la ideología woke; una religión que como la verdadera, pero con finalidades diametralmente opuestas, pretende imponerse en la sociedad, impregnar con sus propios dogmas las instituciones, las leyes, la educación, la cultura, las artes y las actividades humanas. Los globalistas aplican los principios católicos de la “realeza social”, pero proclaman a Satanás rey de las sociedades:
Te nationum præsides honore tollant publico: colant magistri, judices; leges et artes exprimant. A ti los Príncipes de las naciones te proclaman Rey con honra pública: te adoran los maestros, los jueces; las leyes y las artes lo expresan. Estas son las palabras del himno de Cristo Rey, pero las vemos aplicadas blasfemamente por los sacerdotes del Nuevo Orden Mundial a su rey, el Príncipe de este mundo, y al Anticristo en su tiempo.
Pero atención: el globalismo, como emanación del pensamiento masónico y revolucionario, proclama aparentemente la democracia y condena los regímenes absolutos, aunque en realidad sabe muy bien que la Monarquía de derecho divino es la mejor forma de gobierno posible, porque somete a todos -incluso al Rey mismo, que es vicario de Cristo en las cosas temporales- a una ley trascendente a la que todos deben obediencia.
La censura de las noticias no alineadas con la narrativa oficial, llevada a cabo con la complicidad de las plataformas sociales y los medios de comunicación, es la misma censura que los liberales del siglo XIX condenaron en sus hojas clandestinas, pero cuando se aplicaba para evitar la difusión de errores filosóficos y doctrinas contrarias a la verdadera religión católica. Y no es casualidad que la ficción democrática recurra a medios de represión violenta de las protestas populares que en una democracia libre deberían llevar a barricadas y a la execración internacional -pienso, entre otros, en Macron, alumno de los Jóvenes Líderes para el Mañana del Foro Económico Mundial de Klaus Schwab. No basta con llamar “democracia” a una dictadura para que se convierta en eso por arte de magia, sobre todo cuando el consentimiento de los ciudadanos para quienes interpretan su estado de ánimo y sus expectativas constituye una peligrosa amenaza a la supervivencia de estos parásitos subversivos.
Si Civitas tuviera un centenar de afiliados y un programa genérico como los partidos “conservadores” del sistema no preocuparía a nadie; si lo atacan e intentan disolver este movimiento político es porque saben que como no se puede manipular con dinero o con el chantaje, si consiguiera escaños, sus elegidos se les irían de las manos. La paradoja se hace evidente cuando vemos que se acusa de extremismo a un partido católico francés, al tiempo que se envían armas y ayuda al régimen de Zelenskyj, apoyado por grupos neonazis que practican la limpieza étnica contra sus ciudadanos rusoparlantes, persiguen a los ministros de la Iglesia Ortodoxa rusa (y también de la Iglesia Católica de rito oriental en el lado húngaro), exhiben esvásticas y símbolos hitlerianos, glorifican al criminal Bandera y celebran el exterminio de los judíos del que fue responsable en Ucrania.
Repito: Si la democracia funcionara, no dejarían a los ciudadanos participar en la farsa de las elecciones y de la ilusión de estar representados en el Parlamento. Si la permiten, es porque la oligarquía masónica sabe que puede controlarla a través de sus emisarios, colocados en todas partes. Por otra parte, el Anticristo será rey, no presidente; ejercerá el poder de forma absoluta, totalitaria, dictatorial. Y los que hayan creído en la fábula de la democracia descubrirán demasiado tarde que han sido engañados.
PADRE MISIONERO LEOPOLDO ESTEBAN DE PARAGUAY
NOS HABLA DE LA GENOCIDA ONU
Y DEL NUEVO ORDEN GLOBALISTA
BERGOGLIO PIDE OBEDECER AL NUEVO ORDEN MUNDIAL
Cardenal Müller
a InfoVaticana:
«Los falsos profetas que se presentan como progresistas han anunciado que convertirán a la Iglesia Católica en una organización de ayuda para la Agenda 2030
Se acerca la fase final del Sínodo de la Sinodalidad que comenzará este próximo mes de octubre. Entre los 400 asistentes (entre cardenales, obispos, laicos y religiosos) participará el ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: el cardenal Müller.
Ya que desde el Vaticano han comunicado que los periodistas solo tendrán acceso a la información que ellos mismos proporcionen, hemos querido charlar con el purpurado alemán sobre este próximo acontecimiento eclesial que tiene a buena parte de la Iglesia en vilo.
Como verán a lo largo de la entrevista (hecha por escrito ya que el cardenal está esta semana en Polonia) Müller aborda las cuestiones planteadas sin rehuirlas y entrando hasta el fondo de la cuestión.
Entrevista al cardenal Müller:
P- Este próximo mes de octubre dará comienzo la fase final del Sínodo de la sinodalidad ¿Cómo lo afronta?
R- Rezo para que todo esto sea una bendición y no un perjuicio para la Iglesia. También estoy comprometido con la claridad teológica para que una Iglesia reunida en torno a Cristo no se convierta en una danza política en torno al becerro de oro del espíritu agnóstico de la época.
P- El Papa Francisco le incluyó en la lista de los participantes que tendrán voz y voto en el Sínodo ¿Cómo recibió la noticia?
R-Quiero hacer lo mejor que pueda por el bien de la Iglesia, por la que he dedicado toda mi vida, pensamiento y trabajo hasta ahora.
P-¿Tiene pensado el mensaje que va a transmitir durante la Asamblea?
R-Sobre todo quisiera decir, en vista de las muchas decepciones de los jóvenes de Lisboa: una Iglesia que no cree en Jesús el Cristo, el Hijo del Dios vivo, ya no es la Iglesia de Jesucristo. Cada participante deberá estudiar primero el primer capítulo de Lumen Gentium, que trata del misterio de la Iglesia en el plan de salvación del Dios Trino. La iglesia no es el patio de recreo de los ideólogos del “humanismo sin Dios” ni de los estrategas de las conferencias del partido impedidas.
La voluntad universal de Dios de salvar, que se encuentra en Cristo, único Mediador entre Dios y los hombres, realizada histórica y escatológicamente, es el programa futuro de Su Iglesia y no el Gran Reinicio de la “élite” atea-globalista de banqueros multimillonarios que esconden su despiadado enriquecimiento personal detrás de la máscara de la filantropía.
P-¿Qué le parece la medida de que no se acepte que los periodistas sigan en directo lo que ocurre?
R-No sé la intención que hay detrás de esta medida, pero 450 participantes ciertamente no mantendrán las cosas cerradas. Muchos explotarán a los periodistas en su propio beneficio o viceversa. Esta es la gran hora de la manipulación, de la propaganda de una agenda que hace más daño que bien a la Iglesia.
Si los laicos participan en él con derecho a voto, entonces ya no se trata de un sínodo de obispos
P-Hay algunas voces que han criticado la presencia de laicos en esta Asamblea sinodal ¿A usted que le parece?
R-Los obispos participan en su cargo ejerciendo la responsabilidad colegiada sobre toda la Iglesia junto con el Papa. Si los laicos participan en él con derecho a voto, entonces ya no se trata de un sínodo de obispos o una conferencia eclesiástica que no tiene la autoridad docente apostólica del colegio episcopal. Hablar de un Concilio Vaticano III sólo se le puede ocurrir a una persona ignorante, porque un sínodo romano de obispos no es desde el principio un concilio ecuménico, que el Papa no podría declarar posteriormente sin ignorar el derecho divino de los obispos a un Concilio Vaticano III, que podría fundar una nueva Iglesia superando o completando la supuestamente estancada en el Concilio Vaticano II.
Cada vez que los efectos populistas inclinan la balanza hacia decisiones tan espontáneas, se oscurece la naturaleza sacramental de la Iglesia y su misión, incluso si posteriormente se intenta justificarla con el sacerdocio común de todos los creyentes y se intenta nivelar la diferencia en esencia con respecto a el sacerdocio de ordenación sacramental (Lumen Gentium 10).
P-Cada vez hay más obispos y fieles que expresan su preocupación por lo que pueda ocurrir durante este Sínodo ¿Hay algo a lo que temer?
R-Sí, los falsos profetas (ideólogos de las nubes) que se presentan como progresistas han anunciado que convertirán a la Iglesia Católica en una organización de ayuda para la Agenda 2030. En su opinión, sólo una Iglesia sin Cristo encaja en un mundo sin Dios. Muchos jóvenes regresaron de Lisboa decepcionados porque el foco ya no estaba en la salvación en Cristo, sino en una doctrina de salvación mundana. Al parecer hay incluso obispos que ya no creen en Dios como origen y fin del hombre y salvador del mundo, pero que, de manera pannaturalista o panteísta, consideran que la supuesta madre tierra es el comienzo de la existencia y la neutralidad climática la meta del planeta tierra.
P-¿Cree que pueden aprobarse cambios en materia de fe y doctrina como pretenden algunos grupos y movimientos dentro de la Iglesia?
R-Ningún persona en la tierra puede cambiar, añadir o quitar la Palabra de Dios. Como sucesores de los apóstoles, el Papa y los obispos deben enseñar a la gente lo que Cristo terrenal y resucitado, el único maestro, les ha ordenado hacer. Y sólo en este sentido se aplica la promesa de que el ejército y la cabeza de su cuerpo permanecen siempre con sus discípulos Mt 28, 19s). La gente confunde, lo cual no es sorprendente dada la falta de educación teológica básica incluso entre los obispos, el contenido de la fe y su insuperable plenitud en Cristo con la progresiva reflexión teológica y el crecimiento de la conciencia de la fe de la Iglesia a lo largo de la tradición eclesiástica (DEI verbum 8-10). La infalibilidad del Magisterio sólo se extiende a la conservación y a la fiel interpretación del misterio de la fe confiado una vez por todas a la Iglesia (depositum fidei o sana doctrina, la enseñanza de los Apóstoles). El Papa y los obispos no reciben una nueva revelación (Lumen gentium 25, DEI verbum 10 ).
Bendecir la obsolescencia inmoral de personas del mismo o del sexo opuesto es, como contradicción directa, una blasfemia
P-¿Qué ocurriría si, por ejemplo, la Asamblea sinodal aprobase la bendición a parejas homosexuales, el cambio de moral sexual, la eliminación de la obligatoriedad del celibato sacerdotal o el permitir el diaconado femenino? ¿Usted lo aceptaría?
R-El celibato sacerdotal debe ser eliminado de esta lista, ya que la conexión del sacramento del Orden Sagrado con el carisma de la renuncia voluntaria al matrimonio no es dogmáticamente necesaria, aunque esta antigua tradición de la Iglesia latina no puede ser abolida arbitrariamente de un plumazo, como los Padres del Concilio lo subrayaron expresamente el Concilio Vaticano (Presbyterorum Ordines 16). Y los ruidosos agitadores rara vez se preocupan por las preocupaciones de salvación de las comunidades sin sacerdotes, sino más bien por atacar este consejo evangélico, que consideran anacrónico o incluso inhumano en una época sexualmente ilustrada. Bendecir la obsolescencia inmoral de personas del mismo o del sexo opuesto es una contradicción directa con la palabra y la voluntad de Dios, una blasfemia gravemente pecaminosa. El sacramento del orden en los niveles de episcopado, presbiterio y diaconado puede proporcionar poder divino.
Sólo un bautizado cuya vocación haya sido verificada por la Iglesia en cuanto a su autenticidad puede recibir el derecho. Tales exigencias con una mayoría de votos serían obsoletas a priori. Tampoco podrían ser implementados en el derecho canónico por todo el colegio de obispos con el Papa o por el Papa solo porque contradicen la revelación y la confesión clara de la Iglesia.
La autoridad formal del Papa no puede separarse de la conexión sustantiva con la Sagrada Escritura, la Tradición Apostólica y las decisiones dogmáticas del Magisterio que le precedió. De lo contrario, como Lutero malinterpretó el papado, se pondría en el lugar de Dios, quien es el único autor de su verdad revelada, en lugar de simplemente testificar fielmente, en la autoridad de Cristo, de la fe revelada de una manera no abreviada y no adulterada. y presentándolo auténticamente a la iglesia.
En una situación tan extrema, de la que Dios puede salvarnos, todo funcionario eclesiástico habría perdido su autoridad y ningún católico está ya obligado a obedecer religiosamente a un obispo herético o cismático (Lumen Gentium 25; cf. respuesta de los obispos a la mala interpretación de Bismarck). del I. Vaticano, 1875).
P-¿Cree que se está haciendo lo suficiente desde la Iglesia para defender con claridad las verdades que hoy están en discusión?
R-Lamentablemente no. Su tarea sagrada es proclamar la verdad del Evangelio con valentía dentro y fuera de la iglesia. Incluso Pablo se opuso abiertamente una vez al comportamiento ambiguo de Pedro (GAL 2), sin, por supuesto, cuestionar su primacía establecida por Cristo.
No debemos dejarnos intimidar dentro de la Iglesia ni dejarnos seducir por la perspectiva de una carrera por la buena conducta deseada desde arriba. Los obispos y sacerdotes son nombrados directamente por Cristo, lo que deben tener en cuenta los respectivos superiores en la jerarquía. Sin embargo, están en comunidad entre sí, lo que incluye la obediencia religiosa en cuestiones de fe y la obediencia canónica en el gobierno de la Iglesia. Pero esto no exime a nadie de su responsabilidad de conciencia directamente ante Cristo, pastor y maestro, cuya autoridad santifica, enseña y guía a los creyentes.
También debe hacerse una distinción estricta entre la relación del Papa con sus nuncios y empleados del Vaticano y la relación colegiada del Papa con los obispos, que no son sus subordinados sino sus hermanos en el mismo oficio apostólico.
Siempre que los Papas se han sentido o se han comportado como políticos, las cosas han ido mal
P-¿Qué papel debe jugar el Papa en estos momentos?
R-A lo largo de la historia de la Iglesia, siempre que los Papas se han sentido o se han comportado como políticos, las cosas han ido mal. En política se trata del poder del pueblo sobre el pueblo, en la Iglesia de Cristo se trata del servicio de la salvación eterna de los hombres, al que el Señor ha llamado a los hombres para que sean sus apóstoles. El Papa está sentado en la Cátedra de Pedro. Y la forma en que se presenta a Simón Pedro en el Nuevo Testamento, con todos sus altibajos, debería ser un fortalecimiento y una advertencia para cada Papa. En el Cenáculo, antes de su Pasión, Jesús le dice a Pedro: Una vez convertidos, fortaleced a vuestros hermanos (Lc 22,32), es decir, en la fe de Cristo, Hijo de Dios vivo (Mt 16,16). Sólo así es él la roca sobre la que Jesús construye su iglesia, las puertas del infierno no pueden ser superadas.
VER+:
La "Santa" Sede ha hecho público este medio día la nueva exhortación apostólica del "Papa" Francisco: Laudate deum, que pretende ser la continuación de Laudato si.
Para Bergoglio, ya «no basta pensar en los equilibrios de poder sino también en la necesidad de dar respuesta a los nuevos desafíos y de reaccionar con mecanismos globales ante los retos ambientales, sanitarios, culturales y sociales, especialmente para consolidar el respeto a los derechos humanos más elementales, a los derechos sociales y al cuidado de la casa común. Se trata de establecer reglas globales y eficientes que permitan “asegurar” esta tutela mundial». Con esta última afirmación, el "Papa" se muestra partidario de destruir la soberanía nacional de los países en pro de un poder supremo que establezca políticas comunes para todos los países.
VER+:
El masón Gabriele Caccia observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, ha vuelto a salir en defensa de la perversa y globalista Agenda 2030
No se puede imponer la contradicción ni la incoherencia. La inobservancia de este tipo de normas no es desobediencia, y se convierte, según el autor, en un deber.
EL QUE OBEDECE A BERGOGLIO Y A SU AGENDA SATÁNICA 2030 DESOBEDECE A DIOS Y A LA IGLESIA.
ARZOBISPO VIGANÒ: LA SANTA SEDE HA RENUNCIADO DELIBERADAMENTE A LA MISIÓN SOBRENATURAL DE LA IGLESIA
𝗘𝗟 𝗔𝗥𝗭𝗢𝗕𝗜𝗦𝗣𝗢 𝗚𝗔𝗟𝗟𝗔𝗚𝗛𝗘𝗥 𝗦𝗔𝗟𝗘 𝗘𝗡 𝗗𝗘𝗙𝗘𝗡𝗦𝗔 𝗗𝗘 𝗟𝗔 𝗜𝗠𝗣𝗟𝗘𝗠𝗘𝗡𝗧𝗔𝗖𝗜𝗢́𝗡 𝗗𝗘 𝗟𝗔 𝗔𝗚𝗘𝗡𝗗𝗔 𝟮𝟬𝟯𝟬 Secretario para las Relac. con los Estados y las O. I. de la S.S. , reitera compromiso del Vaticano con Objetivos de D. S. de la ONU
¡Aca tienen MODERNISTAS!... el gran circo bergogliano, este es su representante, ¡¡¡DESPABILEN!!!
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