Chus Villarroel O.P.
UN COMENTARIO PARA NUESTRO TIEMPO
La razón del Cantar de los Cantares no es otra que la de ayudarte si sientes tirón místico y esponsalicio por Jesucristo para que puedas aumentarlo o llegar a él con la misma pasión que la protagonista del Cantar con su esposo. No desprecies esa intención porque este libro es palabra de Dios que viene en tu ayuda. A un experimentado sin entrar en el Cantar le faltaría lenguaje y algo más. Por eso, lector, te encontrarás con una teología diluida en los distintos temas que no te apartará de este fin.
INTRODUCCIÓN
Me pongo a escribir esta introducción cuando el libro está a punto de entrar en la recta final. Ya sé, más o menos, lo que va a dar de sí. Ahora ya te puedo informar, querido lector, de cómo se ha desarrollado esta aventura. Sí, digo aventura porque atreverse a decir algo sobre el Cantar de los Cantares requiere atrevimiento. Yo lo estoy teniendo con la ayuda de una serie de factores que me lo permiten. De momento publicaré la primera parte, o sea, los tres primeros poemas de seis de los que se compone el libro. Más adelante, si Dios es servido y me concede tiempo y salud, intentaré terminarlo ya que ganas e ilusión no me faltan.
En primer lugar quiero decir que lo estoy escribiendo en medio de una pandemia. Un patógeno del género Coronavirus, llamado Covid 19, nos tiene recluidos en casa desde el mes de marzo del 20 hasta febrero del 21 que es cuando escribo esta introducción. Un año de confinamiento a veces total, otras no tanto. No son solo las autoridades las que nos confinan sino el miedo, la duda, la intranquilidad de la población. Esta peste se ha llevado por delante a muchos amigos y conocidos y cuando hay tantos difuntos de por medio la cosa se pone seria. Hasta ahora, ocho frailes, amigos del alma de toda la vida, contando sólo los más cercanos, han sido mi alcabala. Hay mucha prevención y apenas te atreves a salir de casa. La parte buena es que se te amplía el tiempo para estar en la habitación, para rezar, meditar y escribir, y a la vez, hemos aprendido a utilizar métodos nuevos para reunirnos y predicar por telemática.
Otro factor que me empuja a escribir es el de reivindicar para el pueblo una cosa tan bella como este libro. Sí, lo digo porque estos poemas se ven desde el pueblo como algo exclusivo de los grandes místicos o, al menos, de los grandes santos. Fuera del matrimonio espiritual y de la más alta intimidad divina, el libro se convierte en tabú y nadie se atreve ni siquiera a acercarse. Pues bien, yo creo que esto no le gusta al Espíritu Santo. En sus versos se alude a un amor humano que todos conocemos el cual, ungido por el Espíritu, nos puede hacer penetrar en el misterio del amor con que nos ama el Señor. Que me bese con los besos de su boca. Una niña novia, que puedes ser tú, se dirige a un ser superior para que su amado le bese con los besos de su boca. Esto es un anhelo que tiene cualquier niña que le pide a Dios que su novio la quiera. Es como una oración que puede hacer cualquiera. Yo lo aplico a mi situación y le pido al Padre del cielo que su hijo Jesucristo me bese con los besos de su boca. Yo sé que el beso de Jesucristo es el Espíritu Santo. Aunque yo no sea santo ni místico, no me quiero perder este lenguaje bellísimo en mi oración y en mi relación con Dios.
He descubierto al escribir estas páginas que el beso humano es la mejor parábola, comparación, símil o símbolo del amor divino. El Cantar fue escrito por algún poeta humano describiendo un himeneo o epitalamio de bodas. Este hecho no desmerece sino que aumenta la relación con Dios haciéndola muy real para nosotros. ¡Qué bello es todo lo humano cuando nos sirve para unirnos con Dios! El Papa Benedicto XVI ha intentado convencernos en su primera encíclica “Deus Charitas est” de que el amor de Dios, sobre todo el manifestado en Jesucristo, tiene que ser erótico y pasional. Si en ese amor no están implicadas las hormonas algo en la relación se desfigura.
Siendo esto así, agradezco pertenecer a la cultura del beso. En Oriente les va a costar un poco más entrar en el misterio que el beso preconiza. Viajando un día de Seúl a Tokio con una monja japonesa me hablaba de su cultura. Hay muchas palabras cristianas que no entienden y apenas ahora entran en su diccionario. Son palabras como perdón, indulgencia, compasión, cruz, gracia, clemencia y tantas otras. También hay muchos gestos que les resultan contraculturales como por ejemplo el beso. He viajado bastante por oriente y siempre he tenido algún embarazo con el tema. Si saludas con un poco de cariño o te cortan o, al menos, percibes la rigidez del saludado que te avisa de que no debes pasarte.
La cultura nunca debe ser maestra porque en gran parte es hija del pecado. Ni siquiera en las mejores cosas de la vida como pueden ser las virtudes tenemos que obedecerla. Santo Domingo de Guzmán dijo que si él sabía de algún fraile que pensara salvarse por el cumplimiento de las constituciones iría a su celda y le rompería su códice con la navaja. El místico dominico alemán Maister Eckhart, del siglo XIV, dice que las virtudes y, por ende, la cultura, no nos hacen buenos; somos nosotros los que las tenemos que hacer buenas a ellas. Esto lo digo pensando también en nosotros. Entre nosotros hay gente culturalmente malsana a las que un pudor, modestia o recato morboso les impide leer con soltura los requiebros y piropos del Cantar. Nos viene bien a todos buscar fuentes de bondad superiores a lo que nosotros solemos producir.
Otro factor que me importa aclarar es el de mis fuentes. Alguien me puede preguntar: ¿de dónde sacas tú todo eso? Bueno, pues de donde puedo. Agradezco la experiencia del Espíritu de la que estoy disfrutando desde hace años. Te confieso que no he consultado con nadie, ni he abierto ningún libro ni he entrado en ninguna biblioteca, a no ser Google, para escribirlo. Tampoco lo he hecho yo solo. Tengo una comunidad preciosa con la que vivo mi crecimiento que me ayuda siempre con el compartir y con su testimonio.
Alguno me ha dicho que debajo de lo que digo hay una teología. Claro, eso es evidente porque no puede ser de otra manera. El que escriba cosas de fe sin una teología debajo es un iluminado o fideísta peligroso. La fe es visión pero nuestra inteligencia de la fe se realiza mediante un silogismo cuya mayor es de fe, la menor de razón, y la conclusión de ambas. Hubo una época en mi vida en que yo abandoné todo discurso racional para conocer a Dios, invitándome a ello las mociones del Espíritu que recibía a partir de mi bautismo en el Espíritu. En estas mociones se da un conocimiento vivencial o místico que es la cumbre de nuestra cercanía a Dios. Ahora bien, cuando yo predico o escribo sobre lo que he entendido de Dios tengo que hacerlo con una menor de razón, es decir con una teología, porque, de lo contrario, podría tomarse mi conocimiento por algo emocionalista y subjetivo.
La razón en este caso me sirve para comunicarme con los demás y aunque no está capacitada para juzgar mi conocimiento y ni siquiera mi lenguaje, sí me advierte de mis posibles excesos que delatan que no voy por buen camino. Alumbrados, iluminados, fideístas, gnósticos, herejes, ideólogos y los sectarios de toda especie, son gente que se han alimentado con una mala teología. La razón del Cantar de los Cantares no es otra que la de ayudarte si sientes tirón místico y esponsalicio por Jesucristo para que puedas aumentarlo o llegar a él con la misma pasión que la protagonista del Cantar con su esposo. No desprecies esa intención porque este libro es palabra de Dios que viene en tu ayuda. A un experimentado sin entrar en el Cantar le faltaría lenguaje y algo más. Por eso, lector, te encontrarás con una teología diluida en los distintos temas que no te apartará de este fin. Es más, también te encontrarás con una filosofía porque debajo de una teología siempre habrá una filosofía de la vida. Procura que la filosofía sea también racional y equilibrada respetando la ley natural y el recto sentir ya que de lo contrario tu teología no conectará con la realidad y la historia en la que los hombres nos movemos.
Lo divido en tres poemas siguiendo al libro. En la numeración el dígito indica el poema y el número el capítulo correspondiente. Por ejemplo, 2. 15, significa segundo poema capítulo quince. No tengas miedos ni recelos. Es todo muy sencillo. Entra en el libro y lo verás.
PRIMER POEMA
1. 01 QUE ME BESE
Que me bese con un beso de su boca (Ct 1, 1). Yo creo que vivimos actualmente un momento privilegiado del Espíritu y, por lo tanto, de la fe. Hay, hoy día, suficiente gente a la que se les da un oído de discípulo para poder escuchar y gustar la obra de Dios. Siempre una minoría absoluta, pero amplia. Hoy se puede predicar del Espíritu Santo sin que te tomen por un extraterrestre. En mi juventud no se mencionaba, más tarde se hablaba del gran desconocido del que se sentía cierta necesidad, hoy son muchos los que reclaman su presencia si queremos un cambio en la Iglesia, en la Teología y en la Espiritualidad.
Cuando llega una época grande del Espíritu vuelven los grandes temas como la humanidad de Jesucristo, la Carta a los Romanos y el Cantar de los Cantares. En los cistercienses se escribieron en su primer siglo de existencia, siglo XII, once comentarios al Cantar de los Cantares, después ha habido mucho silencio durante ocho siglos, hasta hoy que se empieza a mover algo. De esto me han informado los propios cistercienses. Ahora se está volviendo a la espiritualidad. La gente la necesita y echa de menos. Parece que vuelven de nuevo las ganas de Dios porque no es lo mismo creer en Dios que tener ganas de Dios. Al Dios manifestado en Jesucristo. Pienso que en tiempos próximos habrá bastante gente que se atreva a orar con esta expresión: Que me bese con un beso de su boca.
La verdad es que mucha gente busca hoy espiritualidad porque dignifica y da pedigrí pero quieren una espiritualidad sin religión y sin Dios. Por eso, la renovación espiritual de la que hablo, parece que no va a tener su pista de aterrizaje preparada. La cultura actual no la reclama. Hoy en día la pérdida de la fe y el endurecimiento son tan grandes que parece que todo está en bancarrota y a punto de desaparecer. Algunos esperan para pronto la gran apostasía. Solo son espejismos. El poder del mundo y del mal son muy pequeños y se resquebrajan con facilidad. Un pequeño virus patógeno nos tiene en este momento humillados y desconcertados después de siglos de ensalzar a la ciencia como poderosa y omnipotente. Dios deja que sucedan cosas y que se llegue a pobrezas muy grandes para que la renovación sea radical. Está claro que el pecado no ha hecho todavía todo su recorrido y se pueden esperar cosas grandes, incluso la gran apostasía, pero el resto, los siete mil varones que no doblarán su rodilla ante Baal, también estarán ahí.
El que se vea impelido a buscar espiritualidad, pues, que siga adelante y deje al mundo seguir su camino. Vale más, decía San Juan de la Cruz, un hombre en alto grado místico que todo lo que hace la Iglesia con una caridad mediana. Yo veo cosas que pueden facilitar la llegada de una gran espiritualidad. Aparte de la honda nostalgia humana de trascendencia está la cultura vivencial que hoy predomina en la sociedad. La gente está harta de ideas y de ideologías; lo abstracto, lo ideal y lo utópico nos dejan fríos. Las ideologías que son las madres de lo rígido y pecaminoso porque matan la caridad, pueden llegar a producir hartazgo. Hoy todos estamos a la búsqueda de experiencias y vivencias. Puede parecer el nuestro un mundo sentimentalista pero hay más profundidad de la que parece. Para que yo le pueda decir a Dios: Que me bese, que Cristo me bese con un beso de su boca, necesito conocer y disfrutar de vivencias semejantes. Por otra parte, si el amor de Dios no es apasionado, ¿qué es?
Las ideologías no entienden ni una palabra de todo esto. Y ¡cuidado! porque son sinuosas y las llevamos muy adentro, en subconscientes muy profundos. Yo he necesitado un toque del Espíritu para salir de su cautividad. Mi conocimiento sabroso de Jesucristo nunca se me hubiera dado sin él y mucho menos en el beso. La exégesis racionalista hace mucho daño a cantidad de personas ya que reduce el Cantar a un epitalamio secular con lo que lo desmitifica eliminando el misterio y la sobrenaturalidad de los personajes y, por tanto, la acción del Espíritu Santo que nos los pone como modelos. Quitar la santidad a la chica del Cantar es matar toda unción reduciendo su lectura a cosas viejas del pasado. Así tenemos nuestros monasterios contemplativos llenos de obras y de rezos pero con muy poco amor.
La Magdalena representa otro modelo de sabiduría. Hubiera dado un mundo por un beso de Cristo cuando le descubrió en el huerto. No era el momento, pero sí era el ideal. En ella habría mucho de humano todavía. Pero, ¿cuál fue su espiritualidad el resto de su vida? Nos lo dice el Cantar “Que me bese”. ¿Puede haber otra mística superior a esta? Y es que Magdalena tenía ganas de Cristo. Lo que nos falta a nosotros son esas ganas pero la gran renovación puede llegar con ellas y pienso que el Espíritu Santo lo está haciendo ya. Es una gracia. Desechemos toda mentalidad de méritos. Estamos en un reino de gratuidad. Aquí el agente principal es el Espíritu Santo. Si escribimos sobre el Cantar es porque, pese al racionalismo, ya hay demanda, ya hay muchas personas que sienten el tirón de Cristo y la necesidad de un lenguaje y una pasión de amor como la que se expresa en este librito. El viejo moralismo nos ha saturado de pudores insanos que no nos ayudan a acoger el beso de Cristo.
Durante esta pandemia de coronavirus en la que estoy escribiendo se celebran muchas misas y otros actos religiosos por telemática. En otra época, más platónica, hubiéramos sido del todo felices ya que nos librábamos del contacto con la materia, mas ahora no somos así. El mismo Papa Francisco dijo en varias homilías del tiempo inicial de la pandemia que está bien la telemática pero que nunca dejemos de echar de menos el calor y la ternura de la carne y del estar juntos. La Iglesia necesita el contacto carnal de los unos con los otros. La Iglesia es pueblo y en el pueblo se camina juntos con el mismo sudor y fatiga, no instalados en un diván cada cual en su propia casa. Si no hay otra posibilidad bueno es, y de hecho esta experiencia en la pandemia está siendo fructífera y nos abre muchas posibilidades.
Por falta del calor y ternura de la carne tampoco podemos interpretar el Cantar de los Cantares relacionando a la novia con Dios, al alma con Dios, como hacen casi todos los comentaristas. Las novias no se enamoran de lo abstracto. Dios es un concepto, un abstracto. No es un sujeto vivencial sino analógico. Interpretando el Cantar espiritualmente, el novio no puede ser otro que el Cristo de la Magdalena, el Señor resucitado pero humano. Sabemos que un beso de Cristo es un beso de Dios no solo por la unión hipostática sino porque es camino verdad y vida; ahora bien, nuestra espiritualidad humana solo se plenifica vivencialmente cuando se relaciona en directo con el hombre Jesús, ya resucitado. No con Jesús de Nazaret sino con el Jesús de la fe, el Resucitado que, como sabemos, es el mismo en distinta situación.
Sin embargo, podemos preguntarnos: ¿Dónde besa Jesucristo a la novia?
O de otra manera: ¿De dónde brotan los suspiros de ella? Todos los místicos se han roto el cerebro descubriendo ese lugar: Unos que en el centro, otros que en lo más hondo de uno mismo, otros que en lo profundo del alma. Para mí siempre ha sido más fácil utilizar la antropología de cuerpo, alma y espíritu, que la griega de cuerpo y alma. Con esta antropología, que la utilizan también Orígenes y Guillermo de Saint-Tierry, está claro que el beso se da en el espíritu de ella y no en su cuerpo o su psicología. Jesús, el Resucitado, que es espíritu se une con el hombre en el espíritu del hombre.
La racionalidad es algo específico del hombre en relación con los animales pero con Dios tiene que haber un lugar donde el hombre esté capacitado para el nivel del Espíritu, de los dones del Espíritu, y es ahí donde suceden la fe, la esperanza y la caridad. Ahí es donde se da la oración más honda y el diálogo interior. Ahí es donde Dios se revela, donde se celebra la boda, donde se da la experiencia mística y las mociones más hondas del Espíritu. Con la antropología griega de alma y cuerpo se nos hablaba de la potencia obediencial que hay en el hombre, es decir, la capacidad de ensancharse que tiene el hombre para recibir los regalos de Dios. Creo que es mucho más claro que en vez de potencia obediencial digamos espíritu.
Al adentrarnos en el comentario al Cantar nos daremos cuenta de que no es un simple epitalamio o un simple canto nupcial, que puede ser que fuera en su origen, pero que es susceptible de una profundidad inaudita. Parece que no es nada: Epi=sobre, tálamos=cama. Lo que pasa sobre la cama. Si sobrepasamos la interpretación puramente erótica, el Espíritu nos puede regalar el ver al amor humano como un sacramento del amor con que Dios nos ama. Benedicto XVI intentó hacernos comprender esta realidad con su encíclica “Deus Caritas est”.
Al que sí hemos de tener en cuenta es al que los griegos llaman paraninfo, que es el padrino de la boda, el que anuncia a la novia la llegada del novio, una figura muy importante en las bodas griegas porque él lo revisaba todo y lo dirigía todo. En la dimensión espiritual en la que nos vamos a mover es el Espíritu Santo. Es este Espíritu el que nos va a presentar a Jesucristo para que nos bese. La experiencia del Cantar en las almas cristianas solo se puede dar en el nivel del don. La fe vulgar y principiante que se mueve a nivel racional y de virtudes no alcanza este rango de vivencias; le parecen extrañas y exóticas y no les da importancia.
Yo no me voy a meter en una exégesis más o menos científica. No es mi tema. Mi realidad está en la historia. A pesar de que el Cantar es un libro en apariencias puramente humano, donde no se cita a Dios, lo cierto es que fue admitido en el canon judío y de ahí pasó al cristiano con sumo respeto. Evidentemente la interpretación alegórica cabe perfectamente. Algunos rabinos definieron el libro diciendo: “Los libros de la Sagrada Escritura son santos, el Cantar es el Santo de los santos”. Este libro conserva un hechizo tanto entre los judíos como entre los cristianos que, aunque algunos desmitificadores lo ven contraproducente, en el elenco de la palabra de Dios, nadie se atreve ni se ha atrevido a tocarlo.
Yo lo he llevado siempre en el corazón. Todo mi cristianismo sin la dimensión a la que me abre el Cantar se hubiera quedado orgánico y estructural. Reconozco que va con mi temperamento y el modo de relacionarme con el mundo y las personas. Lo puedo llamar empatía o simpatía por las criaturas; lo puedo llamar afecto, amistad, cariño; puede ser que tenga inclinación a lo lírico, a lo bucólico, a lo suave y enternecedor; puede ser esa mi tendencia. La verdad es que las imágenes de este libro penetran con facilidad en lo más interior de mi más íntima oración. Me encanta que yo pueda dirigirme a Dios como la novia del Cantar diciendo que me bese con un beso de su boca refiriéndome a Jesucristo.
San Juan de la Cruz se queja de todos los mensajeros que recibe y que le hablan de Dios pero que no saben de cirle lo que él quiere. Sotos umbríos, naturaleza bella, montes y collados, la hermosura toda de la creación. Es verdad, nada vale: ni los discursos de los grandes predicadores, ni la liturgia, ni la palabra de Dios, ni los sacramentos: todo son figuras, anticipo de lo real. Él busca la realidad. Ni siquiera la eucaristía pasa de ser figura. En el cielo no habrá eucaristía de pan y de vino. Allí nos encontraremos con la realidad: el beso. En el beso está la realidad íntima, el gozo, el disfrute, la vida y felicidad eterna.
Ay, ¡quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero;
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.
(San Juan de la Cruz,
Cántico espiritual. Estrofa 6).
VER+:
💕
Que me bese con los besos de su boca
Mejor que el vino son tus amores
Mejores al olfato tus perfumes, amor
Ungüento derramado es tu nombre
Llévame en pos de ti, corramos
Llévame en pos de ti
Llévame en pos de ti, corramos, amor
Llévame en pos de ti
El Rey me ha introducido en sus mansiones
Por ti exultaremos nos alegraremos
Evocaremos tus delicias amor
Con que razón eres amado
Llévame en pos de ti, corramos
Llévame en pos de ti
Llévame en pos de ti, corramos, amor
Llévame en pos de ti
Llévame en pos de ti, corramos
En pos de ti, Señor
Llévame en pos de ti, tras de tu amor
Llévame en pos de ti
Llévame en pos de ti
VER+:
El Instituto Cervantes y Vaso Roto presentaron esta edición definitiva del Cantar de cantares de Salomón, de Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1528), y editada por Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes entre 2012 y 2017 y de la Real Academia Española entre 1998 y 2010. Fray Luis de León abrió un camino nuevo dentro de la prosa armonizando el ritmo del latín clásico con el decir cotidiano, que se admira en el Cantar de cantares de Salomón, uno de los libros fundamentales de la Biblia. A mediados del siglo XVI Fray Luis de León tradujo el original hebreo. Censurado y prohibido por la Inquisición, no fue publicado hasta 1798.
(1) Uno es dialogal: comunicación recíproca, en la que cada uno muestra su hermosura al otro, de manera que ambos se descubren vinculados, siendo iguales o equivalentes, como suele suceder en las parejas humanas.
(2) Otro es de engendramiento (= maternal): la hermosura del Amado es superior, de manera que con ella embellece a la amante, como hemos señalado en CB 32-33. Ambos se miran (plano dialogal), pero lo hacen desde la hermosura superior del Amado (que es como padre-madre trascendente). Desde aquí citamos ya el comentario que San Juan de la Cruz ha puesto en boca de la amante. Es un comentario intenso, que traza los momentos y claves de la contemplación mutua.
Y vámonos a ver en tu hermosura.
Que quiere decir: hagamos de manera que,
por medio de este ejercicio de amor ya dicho,
lleguemos hasta vernos en tu hermosura en la vida eterna.
Que de tal manera esté yo transformada en tu hermosura,
que, siendo semejante en hermosura,
nos veamos entrambos en tu hermosura,
teniendo ya tu misma hermosura;
de manera que, mirando el uno al otro,
vea cada uno en el otro su hermosura,
siendo la una y la del otro tu hermosura sola,
absorta yo en tu hermosura: y así,
te veré yo a ti en tu hermosura, y tú a mi en tu hermosura,
y yo me veré en ti en tu hermosura,
y tu te verás en mí en tu hermosura;
y así parezca yo tú en tu hermosura,
y parezcas tú yo en tu hermosura; y así
seré yo tú en tu hermosura, y serás tú yo en tu hermosura,
porque tu misma hermosura será mi hermosura;
y así, nos veremos el uno al otro en tu hermosura
(Coment 36, 5).
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