EL Rincón de Yanka: LA TEOLOGÍA DEL CUERPO: LLAMADOS A LA COMUNIÓN DESDE LA ETERNIDAD 👪

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domingo, 28 de julio de 2019

LA TEOLOGÍA DEL CUERPO: LLAMADOS A LA COMUNIÓN DESDE LA ETERNIDAD 👪


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¿Por qué hemos sido creados hombre y mujer? 
Porque desde el origen 
estamos llamados a la comunión
La Teología del cuerpo es un recopilatorio de 129 catequesis que san Juan Pablo II dedicó al tema los miércoles de los años 1979 a 1984. Constituyen un tesoro de una gran profundidad teológica sobre lo que significa ser hombre y mujer en relación el uno con el otro y con Dios. Aquí 10 preciosas citas de esta Teología del cuerpo desarrollada magistralmente por el papa polaco:
1. El hombre y la mujer son creados a imagen de Dios
El hombre, al que Dios ha creado "varón y mujer", lleva impresa en el cuerpo, "desde el principio", la imagen divina; varón y mujer constituyen como dos diversos modos del humano "ser cuerpo" en la unidad de esa imagen (2 de enero de 1980)

2. El hombre y la mujer han sido hechos el uno para el otro 
El hombre, por sí mismo, no realiza totalmente esta esencia [de ser una persona]. Sólo la realiza existiendo "con alguien", y aún más profundamente y más completamente existiendo "para alguien" (···). Una comunión de personas significa existir en un "para" recíproco, en una relación de don recíproco (9 de enero de 1980).

3. Nuestro cuerpo nos permite convertirnos en don para los demás en el amor
El cuerpo humano contiene desde "el origen" (···) la capacidad de expresar el amor: este amor en el que precisamente el hombre-persona se hace don y -por la intermediación de este don- realiza el sentido mismo de su esencia y de su existencia (16 de enero de 1980).

4. El cuerpo revela el misterio del amor de Dios para los demás
El cuerpo, y sólo él, es capaz de hacer visible lo que es invisible: lo espirituali y lo divino. Este ha sido creado para transferir a la realidad visible del mundo el misterio oculto en Dios desde la eternidad [el amor de Dios por el hombre] y ser así el signo de ello (20 de febrero de 1980).

5. El matrimonio es la revelación más antigua del plan de Dios
El matrimonio [es] la más antigua revelación (y "manifestación") de este plan en el mundo creado y la revelación y "manifestación" definitiva, la revelación por tanto del hecho de que "Cristo ha amado a la Iglesia y se ha donado a Sí mismo por ella" (Ep 5,25), confiriendo a su amor redentor un carácter y un sentido esponsal (8 de septiembre 1de 1982)

6. El matrimonio es la unión en una sola carne
El matrimonio (···) [es] sacramento en el que el hombre y la mujer, llamados a convertirse en "una solda carne", participan en el amor creador de Dios mismo. Y participan en él tanto por el hecho de que, creados a imagen de Dios, han sido llamados en virtud de esta imagen a una particular unión (communio personarum), como porque esta unión ha sido bendecida desde el principio con la bendición de la fecundidad (15 de diciembre de 1982).

7. El marido es sobre todo, el que ama y la mujer, en cambio, la que es amada. 
Se podría incluso arriesgar la idea de que la "sumisión" de la mujer al marido, entendida en el contexto de todo el pasaje (5, 22-23) de la Carta a los Efesios, significaba, sobre todo, "experimentar el amor". Tanto más cuanto que esta "sumisión" se refiere a la imagen de la sumisión de la Iglesia a Cristo, que consiste ciertamente en experimentar su amor (1 de septiembre de 1982).

8. La vocación al matrimonio requiere comprender la Teología del cuerpo
Los que buscan cumplir su vocación humana y cristiana en el matrimonio están llamados ante todo a hacer de esta "Teología del cuerpo" cuyo "origen" encontramos en los primeros capítulos del libro del Génesis, el contenido de su vida y de su comportamiento. En efecto, ¡cuán indispensable es en el camino de esta vocación la conciencia profunda del significado del cuerpo en su masculinidad y en su feminidad! ¡Cuán necesaria es una conciencia precisa del significado esponsal del cuerpo, de su significado procreador! (2 de abril de 1980)

9. La sexualidad humana es un don de sí en el matrimonio y la aptitud para procrear
Porque al mismo tiempo "el acto conyugal une profundamente a los esposos (···) y "los hace aptos para la generación de nuevas vidas" y que lo uno y lo otro se da "en razón de su estructura íntima", resulta que la persona humana "debe" (por necesidad propia de la razón) considerar al mismo tiempo los "dos significados del acto conyugal" y también "el vínculo indisoluble entre los dos sentidos del acto conyugal". Aquí se trata sólo de leer en la verdad el "lenguaje del cuerpo" (11 de julio de 1984).

10. Cristo es el modelo de matrimonio cristiano
Cristo manifiesta el amor con el que Él ha amado [a la Iglesia] "dándose por ella". Este amor es una imagen y sobre todo un modelo del amor que el marido debe manifestar a su mujer en el matrimonio, cuando ambos se someten uno al otro "en el temor de Cristo" (25 de agosto de 1982)





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1. La vocación al amor y la unidad original entre el hombre y la mujer

Jesús, de manera contundente le dice a los fariseos: «¿No han leído que el Creador, desde el principio, los hizo hombre y mujer, y que dijo: “los dos se harán una sola carne”? Pues bien, lo que Dios unió no lo separará el hombre» (Mt 19, 4-6). Para comprender esto necesitamos seguir el eco de nuestro hombre histórico manchado por el pecado y llegar hasta el mundo (quizá difícil de imaginar) donde el hombre existía sin culpa. Ahí descubrimos el sentido de la soledad original, la unidad original y la desnudez original, conceptos propuestos por san Juan Pablo II.

En el principio Dios inscribió en nuestra humanidad la vocación al amor y a la comunión. El amor es por tanto nuestra vocación fundamental e innata. Por tal motivo, la salvación de nuestra sociedad está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad que exista en fidelidad entre el hombre y la mujer.

«El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente» (Redenmtor Hominis nº 10).


2. La purificación del corazón
Lo que experimentamos ahora (después del pecado) es de alguna manera, lo opuesto a esa imagen y semejanza de Dios. El hombre y la mujer, en unión al amor de Dios, recrearían el misterio de la creación (procreación). Antes del pecado, este era el verdadero sentido del deseo sexual: amar como ama Dios, la entrega total al otro; una entrega que da fruto. Al estar manchados por el pecado, es necesario volver a comenzar a vivir de acuerdo a la verdad de nuestro cuerpo a través de un camino concreto: la Cruz. Esto significa purificarse. Cristo, el nuevo Adán, nos enseña a vivir esta experiencia. Es con su luz que podemos aprender a amar siguiendo el modelo de aquella mujer cuyo fiat encontró la plenitud en su sufrimiento a los pies de la cruz.

3. La resurrección de la carne
«»Cristo nos dijo que el hombre y la mujer no resucitarán en matrimonio» (Mt 22, 30). ¿Contradice esto al significado nupcial del cuerpo? Por supuesto que no, ya que las palabras de Cristo apuntan a comprender que precisamente en la resurrección descubriremos el objetivo de nuestra creación: encontrarnos cara a cara con el misterio del amor, Dios mismo» (San Juan Pablo II. Audiencia General 9/12/1981).

4. El celibato cristiano
«Hay hombres que a sí mismos se han hecho tales por amor al Reino de los Cielos. El que pueda entender, que entienda» (Mt. 19, 11-12). La continencia de nuestros deseos y pasiones debe estar animada por la voz que viene desde lo alto. Por tal motivo, los que están llamados a hacer una opción por el Reino a través del celibato, comprenden que éste es el vehículo que les permite llegar a conformar un vínculo con Cristo y el Padre hasta encontrar su realización en la vocación al amor. Si elegimos conscientemente esta manera de vivir nuestra realidad corpórea, estaríamos eligiendo, en cierto modo, nuestra participación especial en el misterio de la redención, encontrando también semejanza en la forma de vivir Cristo.

5. El sacramento del matrimonio
San Juan Pablo II nos recordó que el matrimonio es el sacramento primordial, ya que precisamente su condición sacramental lo hace signo visible de una realidad invisible que se verá consumada: «Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne» (Ef 3, 31-32).
Un sacramento es un misterio, un signo visible y eficaz de la gracia. En el matrimonio este sentido sacramental se encuentra en dos puntos importantes: el primero es el de los votos matrimoniales y el segundo es el de la relación sexual conyugal, porque solo de este modo es posible evidenciar el verdadero significado de las palabras: “te tomo como mi esposa (o mi esposo)”. Así pues, la sexualidad es la manera en la que el hombre y la mujer encuentran lo divino en el mundo natural.
«El compromiso que hacen los esposos en el altar, de amarse totalmente, fielmente y abiertos a la vida (indisolubilidad, fidelidad y apertura a los hijos) se expresan cuando se hacen una sola carne. Si los esposos son fieles a estas promesas en sus expresiones sexuales, podrán comunicarse verdaderamente el lenguaje de sus cuerpos» 


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