EL Rincón de Yanka: ¿QUÉ PASA EN LA IGLESIA?: MUCHOS CLÉRIGOS IGNORAN QUE SOMOS UNA MINORÍA

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miércoles, 19 de diciembre de 2018

¿QUÉ PASA EN LA IGLESIA?: MUCHOS CLÉRIGOS IGNORAN QUE SOMOS UNA MINORÍA


Cardenal Ravasi: 
muchos clérigos ignoran que somos una minoría
Muchos clérigos siguen viviendo como si estuvieran “en el pueblecito todo los domingos por la mañana, cuando suenan las campanas, todos se apresuran hacia la iglesia”, ironiza el cardenal Gianfranco Ravasi presidente del Consejo Pontificio para la Cultura. Lo que domina en Occidente, dice Ravasi, no es ni siquiera verdadero ateísmo, sino una especie de apatía religiosa.
El cardenal Gianfranco Ravasi presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, ha querido recordar a los católicos y muy especialmente al clero que los fieles somos desde hace tiempo una minoría en medio de una cultura que, dice en un entrevista concedida al diario italiano Il Corriere de la Sera, está dominada no tanto por un ateísmo real como por “una especie de apatía religiosa: no importa si Dios existe o no”.
Ravasi, que acaba de concluir en la Universidad Gregoriana de Roma una conferencia internacional sobre el destino de los inmuebles destinados al culto que la Iglesia se ve obligada a vender -“¿Dios ya no habita aquí?”-, hace referencia a esta realidad pareja a la descristianización de nuestra cultura y que afecta potencialmente a un patrimonio, solo en Italia, de más de 65.000 iglesias para un número cada vez menor de fieles y pastores.
La descristianización no ha llevado, dice Ravasi, a una cosmovisión coherente rival, sino a un ateísmo práctico en el que cada individuo debe construirse su propio sistema moral, según lo vea conveniente y ajustado a sus preferencias personales.
Ni siquiera las encuestas sobre las que se basan las estadísticas oficiales tienen mucho sentido. Uno puede denominarse a sí mismo cristiano a efectos de una encuesta, dice Ravasi, pero eso a veces significa muy poco. En relación a esto recuerda como, hace algún tiempo, escribió en la red social Twitter: “Fui extranjero y me acogiste”. El comentario causó un considerable revuelo en medio del encendido debate sobre la inmigración masiva, pero, recuerda el cardenal, la mayor parte de los que le respondieron “ni siquiera entendieron que estaba citando el Evangelio según San Mateo, 25:43”.

Ravasi plantea que existen dos alternativas como reacción a este entorno. La primera la detecta en el comportamiento de muchas iglesias protestantes: ceder a la tendencia, retirarse y limitar al mínimo las declaraciones religiosas y morales. El cardenal considera que esta postura es un error. “La presencia de los creyentes, aunque sean pocos, debe ser un grito, no un susurro”, dice Su Eminencia. Es mejor preservar el núcleo del mensaje cristiano: “los Diez Mandamientos, el Sermón de la Montaña, la Verdad, la Vida y la Muerte”.

Sin embargo, añade Ravasi, estas verdades deben proclamarse de modo que se entiendan hoy en día, en un lenguaje y unos medios adecuados. El Papa Francisco es ejemplo de ello, dice, “cuando habla en frases cortas y sencillas, usando imágenes creativas como hace Jesús, describiendo cosas tangibles en el mundo virtual”.

¿Qué pasa en la Iglesia? 
Lo explica el libro de un jesuita español…
Estimados seguidores de Stilum Curiæ, Ettore Gotti Tedeschi nos ha escrito para confiarnos su indignada reflexión sobre un libro de cristología firmado por un jesuita español, que había sido rector de la Universidad Pontificia de Madrid, profesor en esa Universidad, y que, por lo tanto, ha difundido lo que veréis, de manera directa e indirecta, en las mentes de decenas, cientos, tal vez miles de futuros sacerdotes.
Querido Tosatti, me gustaría contribuir a comprender el misterio, cada vez más complicado, de lo que está sucediendo en la Iglesia, pero querría hacerlo citando como base y punto de partida el pensamiento de un ilustre teólogo de la Iglesia, que escribió un libro sobre este tema, la cristología. Dicho “esclarecedor” libro, que ha obtenido la “aprobación eclesiástica”, tiene el título: "Cristología para empezar" – Ed. AdP, 2006. El autor es un jesuita español muy conocido, el padre José Ramón Busto Saiz, sacerdote jesuita, rector (a la fecha de la publicación) de la Universidad Pontificia (Comillas) de Madrid, profesor de exégesis y teología. Leyéndolo, me resultó natural decirme a mí mismo: “¡Ah!¡Ahí está! Ahora se entiende…”. Me gustaría saber si también le pasa a usted, Tosatti. La presentación anuncia que el libro es una “síntesis de las conferencias dadas a los educadores de los colegios de la Compañía de la Compañía de Jesús”; a continuación, se explica que el texto sirve para empezar a adentrarse en el misterio de Jesucristo después de la exégesis histórico-crítica y el redescubrimiento de su humanidad por parte de la teología, en la segunda mitad del siglo XX.

Por lo tanto, se introduce a Walter Kasper y su obra Jesús es el Cristo, que es (definida) clave de toda la teología. El autor continúa explicando qué ha cambiado en la cristología con el Concilio Vaticano II, qué nos ha hecho un poco más “adultos”. Y para hacerlo cita las sugerencias de Karl Rahner sobre el riesgo pasado de herejía inconsciente, que consistía en el hecho de que, para considerar a Jesús como el verdadero Dios, se dejaba demasiado en segundo plano el hecho de que Él es verdadero hombre y que tuvo una historia humana que debe ser investigada históricamente. A partir de los años 60 se comprende, por fin, que para creer en Dios es necesario que Dios sea creíble. (¡Caramba! me he dicho, ¿quieres ver que el padre Sosa tiene razón?). Por lo tanto, no como los evangelios nos transmitieron a Jesucristo, porque los evangelios no son obras históricas, dan testimonios sospechosos y los presuntos autores (excepto quizás uno) no son testigos presenciales de lo que relatan, se contradicen, no mencionan las fuentes, probablemente estaban influenciados por los destinatarios de su trabajo que querían que la historia de Jesús fuese interpretada así, para ayudar a la fe. Los evangelios, por lo tanto, deben ser leídos críticamente.

El libro menciona a María una sola vez, cuando menciona que la concepción y el nacimiento virginal de Jesús pertenecen a la fe de la Iglesia. Nosotros, en el Credo, confesamos que Jesús nació de la Virgen María, pero este misterio no se deduce de la investigación histórica; de hecho, no es accesible más que a la fe. Jesús predicó el Reino de Dios, sin describirlo nunca, y explicó que este reino llega gratuitamente a todos, independientemente de nuestras acciones. Es decir, significa que el reino de Dios se ofrece gratuitamente a todos sin necesidad de merecerlo porque Dios nos ama independientemente de lo que hagamos. Si debiéramos merecer el amor de Dios, entonces Jesús (se pregunta el autor) ¿sería probablemente un falso profeta?

Sin embargo, los primeros destinatarios del amor de Dios son los pobres (materiales) porque -deja entender el autor-, se intuye que la inequidad en la distribución de los bienes es el origen de todos los males (no el pecado original, que es completamente ignorado). Por lo tanto, todos son hijos de Dios (pobres, marginados, pecaminosos), pero los elegidos son los pobres materiales, ya que el mayor pecado (la inequidad) se ha cometido contra ellos.

La oración del Padre Nuestro, entonces, no ha salido de los labios de Jesús tal como la recitamos, decimos que ha sido adaptada por las comunidades primitivas para comunicar la concepción de Jesús y sus seguidores. Nuestro inspirado autor resalta que en esta oración Jesús desea una vida dedicada a la producción y al reparto equitativo de los bienes de este mundo, naturalmente en relación con la Creación, perfumada de ambientalismo. La relación con Dios tiene lugar, de hecho, a través del entorno que nos rodea, cosas, animales, personas, porque la Creación es el cuerpo de Cristo y, por lo tanto, cada vez que se violenta la Creación, se violenta el Cuerpo de Cristo, por lo tanto, se hace daño a Dios. Y aquí el autor enseña a transformar los mismos evangelios (a pesar de que él mismo ha puesto en duda la veracidad de los mismos) para afirmar lo que quiere. Afirma que la frase “Danos hoy nuestro pan de cada día” no está presente en ningún evangelista. Según él, Mateo dice “danos hoy nuestro pan del mañana” y Lucas, “el pan del mañana dánoslo cada día“. Tal vez yo tenga un evangelio equivocado, pero Mateo 6, 9-13 y Lucas 11, 3 dicen lo que yo recito en el Padre Nuestro.

Hablando de la Eucaristía, explica que para los cristianos es la repetición de la última cena de Jesús. La explicación dada de por qué los judíos deciden matar a Jesús es muy intrigante: porque ha expulsado a los mercaderes del templo, poniendo en discusión el sistema social judío. De hecho, por este motivo Caifás cumplió con su deber de hacerlo condenar. Jesús se buscó él mismo su muerte. ¿Tal vez en complicidad con Judas mismo? Que entonces debería ser rehabilitado…

El hecho más importante de nuestra fe, la Resurrección, en resumen, es tratada como profesión de fe vinculada a experiencias místicas. Quien resucita al hombre es Dios y, al decir que Jesús resucitó, estamos diciendo que Dios es el resucitador de los muertos. Sobre la Resurrección no hay evidencias y los testigos no son fiables, incluso son probables mentirosos, nada concuerda con lo que afirman. Jesús es reconocido, después de la muerte, con los ojos de la fe. Pero si la Resurrección no ha sido demostrada, los Sacramentos no son divinos y han sido establecidos por un hombre, tal vez perfecto, tal vez pecador (en cuanto hombre ¿podría no serlo?, se pregunta el autor).

Al final, ¿cuál ha sido la obra de Jesús? Amar incondicionalmente, como Dios Padre. Y la historia está hecha de la correspondencia de este amor. Pero, como recuerda nuestro autor, la famosa explicación de san Anselmo sobre la necesidad de la encarnación de Dios por la lógica de la Redención ya no se sostiene, porque es inaceptable que Dios exija la muerte de un inocente. Por lo tanto, esta explicación debe cambiarse explicando que la salvación ya se ha obtenido, no debemos merecer realmente nada. ¡Dios no es meritocrático! Caramba. Pero entonces, nos preguntamos, ¿Jesús, de quién es el Salvador? ¿Y de qué nos ha salvado? Pero, ¿por qué debíamos ser salvados?

Querido Tosatti, se diría que antes del Concilio Vaticano II Dios se había encarnado, había sido crucificado para asumir las culpas del pecado original, había resucitado y nos enseñaba que para resucitar también nosotros tenemos que quererlo y merecerlo.

Después del Concilio Vaticano II, nuestra salvación parece lograrse sólo reproduciendo a Jesús en nosotros; Jesús que ya ha salvado a todo y a todos, ya nos ha reconciliado, ya nos ha hecho perdonar. Dios ya nos ha dado la salvación, no debemos ya merecer nada. Para los cristianos no existen los Diez Mandamientos que pertenecen al Antiguo Testamento.
He querido resumir, mal desde luego, porque no soy teólogo. Todo esto servía para explicar qué puede enseñarse en un seminario o en una Universidad Pontificia. En el libro nunca se habla de pecado original, de Satanás, del mal, del infierno, de la gnosis, nunca en todo el libro. ¿Quizás porque ya no tienen que existir?
Publicado por Marco Tosatti en su blog, Stilum Curiæ; traducido por Pablo Rostán para InfoVaticana.