EL Rincón de Yanka: INNOVACIÓN

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martes, 7 de mayo de 2024

"EL PRINCIPIO DEL VACÍO" por JOSEPH NEWTON 🔘

 

EL PRINCIPIO DEL VACÍO 
Joseph Newton

Usted tiene el hábito de juntar objetos inútiles en este momento, creyendo que un día (no sabe cuándo) podrá precisar de ellos. 
Usted tiene el hábito de juntar dinero sólo para no gastarlo, pues piensa que en el futuro podrá hacer falta. 
Usted tiene hábito de guardar ropa, zapatos, muebles, utensilios domésticos y otras cosas del hogar que ya no usa hace bastante tiempo… ¿Y dentro de Ud.? 
Usted tiene el hábito de guardar resentimientos, tristezas, miedos, entre otras más. No haga eso. Es anti-prosperidad. 
Es preciso crear un espacio, un vacío, para que las cosas nuevas lleguen a su vida. Es preciso eliminar lo que es inútil en usted y en su vida, para que la prosperidad venga. Es la fuerza de ese vacío que absorberá y atraerá todo lo que usted desea. 
Mientras usted está cargando cosas viejas e inútiles, material o emocionalmente, no habrá espacio abierto para nuevas oportunidades. Los bienes precisan circular. 
Limpie los cajones, los armarios, el cuarto del fondo, el garaje. Dé lo que usted ya no usa. La actitud de guardar un montón de cosas inútiles amarra su vida. 
No son los objetos guardados que estancan su vida, sino el significado de la actitud de guardar. 
Cuando se guarda, se considera la posibilidad de falta, de carencia. 
Es creer que mañana podrá faltar, y usted no tendrá medios de proveer sus necesidades. 

Con esa postura, usted está enviando dos mensajes para su cerebro y para su vida: 

1. Usted no confía en el mañana. 
2. Usted cree que lo nuevo y lo mejor NO son para usted, ya que se alegra con guardar cosas viejas e inútiles. Deshágase de lo que perdió el color y el brillo y deje entrar lo nuevo en su casa... y dentro de sí mismo. 
Aprendamos de la naturaleza que todo lo circula! Eso se llama tener mentalidad de abundancia. 
¡HOY es un buen día para empezar a limpiar la mente, la casa, el cuerpo! 

¡APRENDE A VIVIR DISFRUTANDO! 

A. Camina de 10 a 30 minutos todos los días; mientras caminas, sonríe. 
B. Siéntate en silencio por lo menos 10 minutos cada día. 
3. Escucha buena música todos los días, es auténtico alimento para el espíritu. 
4. Al levantarte en la mañana, hazte un propósito definido. 
5. Vive con las tres E’s: energía, entusiasmo y empatía. 
6. Juega y diviértete más que el año pasado. 
7. Lee más libros que el año pasado. 
8. Mira al cielo al menos una vez al día y date cuenta de la majestuosidad del mundo que te rodea. 
9. Sueña más mientras estás despierto. 
10. Trata de hacer reír a por lo menos tres personas cada día. 
11. Elimina el desorden de tu vida y deja que nueva energía fluya. 
12. No gastes tu precioso tiempo en chismes, cosas del pasado, pensamientos negativos o cosas fuera de tu control. Mejor invierte tu energía en lo positivo del presente. 
13. Date cuenta que la vida es una escuela y tú estás aquí para aprender. Los problemas son lecciones que van y vienen; lo que aprendes de estos es para toda la vida. 
14. Sonríe y ríe más. 
15. No dejes pasar la oportunidad de abrazar a quien quieres. 
16. Deja de lado los juicios innecesarios. 
17. No te tomes a ti mismo tan en serio; nadie más lo hace. 
18. No tienes que ganar cada discusión; acepta que no estás de acuerdo y aprende del otro. 
19. Ponte en paz con tu pasado; así no arruinará tu presente. 
20. No compares tu vida con la de otros; no tienes idea del camino que ellos han andado en la vida. 
21. Nadie está a cargo de tu felicidad excepto tú mismo. 
22. Recuerda que tú no tienes el control de todo lo que te sucede, pero sí de lo que haces con ello. 
23. Aprende algo nuevo cada día. 
24. Lo que la demás gente piense de ti no es de tu incumbencia. 
25. Aprecia tu cuerpo y disfrútalo. 
26. No importa qué tan buena o mala sea la situación, ésta cambiará. 
27. Tu trabajo no se ocupará de ti cuando estés enfermo; tus amigos sí lo harán. Mantente en contacto con ellos. 
28. Desecha cualquier cosa que no sea útil, bonita o divertida. 
29. La envidia es una pérdida de tiempo; tú ya tienes todo lo que necesitas. 
30. Lo mejor está aún por venir. 
31. No importa cómo te sientas, levántate, vístete y asiste. 
32. Cada noche antes de acostarse da gracias por lo recibido y logrado. 
33. Recuerda que estás demasiado bendecido como para estar estresado. 
34. Disfruta del viaje. Sólo tienes una oportunidad; sácale el mayor provecho. 
35. ¡La vida es bella, disfrútala a cada instante! 

EL SECRETO Y EL PRINCIPIO DEL VACÍO 

La Ley de Atracción y el Vacío 

¿Tienes el hábito de guardar “por si acaso” cosas que desde hace tiempo no usas? ¿Estás acostumbrado a ir amontonando ropa que nunca más sale de tu armario, o papeles inservibles que sabes que un día u otro deberás tirar? ¿Almacenas objetos innecesarios por si dentro de unos meses e incluso años llegas a necesitarlos? Si es así (y la mayoría de personas lo hacen) deberías saber algo: ESO ES LO PEOR QUE PUEDES HACER si deseas lograr resultados con la Ley de Atracción. ¿Sabes por qué? La respuesta está relacionada con el VACÍO. Lo que vas a aprender en estas líneas es verdaderamente importante. 

La Ley del Vacío 

Si quieres algo, resérvale un espacio. Si quieres que algo nuevo llegue a tu vida, crea un vacío para que ese algo se encargue de llenarlo. De eso trata precisamente la Ley del Vacío, que dice que si quieres atraer algo, antes debes reservarle un espacio. Es por eso que la técnica de crear vacío resulta imprescindible si quieres lograr resultados con la Ley de Atracción. Básicamente eso es así porque si quieres que la prosperidad llegue a tu vida, antes hay que hacer espacio para recibirla. 

Así que si quieres atraer abundancia y prosperidad a tu vida, debes tener siempre esta frase presente: PARA ATRAER ALGO ANTES HAY QUE RESERVARLE UN ESPACIO. Por eso, si tienes más objetos de los que necesitas y usas (ropa, accesorios, bolígrafos, papeles, muebles... ¡TODO!) llegó el momento de empezar a vaciar y crear espacio para lo que venga. Piensa que lo que ocurre afuera, ocurre adentro... Y no puedes atraer prosperidad si afuera manifiestas sentimientos de carencia, dolor o miedo a perder lo que tienes. 

Las consecuencias de llenar todos los espacios 

¿Sabías que las personas no toleramos el vacío y por eso tendemos a llenarlo de lo que sea? No importa si no es lo que queremos... Tenemos tendencia a guardar todo por si un día nos falta, y eso precisamente lo que estamos transmitiendo al Universo: escasez y conformismo. Y como sabrás, eso es un grave error. ¿Sabías, también, que no dejar espacios es síntoma de rechazar el cambio y la prosperidad? Cuando más te resistas a crear vacío, menos dispuesto estarás a cambiar. Y mientras vayas acumulando cosas que no usas y no necesitas, serás incapaz de atraer algo nuevo y mejor para ti. Lo de guardar cosas “por si acaso”, no sirve, no funciona, y trae justo lo que quieres evitar: que la Ley de Atracción no te dé los resultados que esperas. 

Por ponerte un ejemplo: ¿Verdad que si quieres colocar un cuadro en la pared del comedor o de tu habitación te asegurarás que haya espacio para él antes de comprarlo? Básicamente, eso funciona así. Si quieres un premio reserva un lugar en tu estante para él... Pero no puedes decirle al Universo que te traiga algo mientras le estés transmitiendo que en tu vida no hay lugar para ello. Algo tan sencillo como no saber que HAY QUE CREAR UN ESPACIO para tener éxito con tus atracciones, ha provocado que miles de personas se quejen a menudo, se frustren todos los días, pongas trabas y límites a la hora de manifestar, se enojen, se lamenten... Y todo eso por pasar por algo la importancia de la Ley del Vacío. Si no creas vacío, estás diciendo al Universo que no necesitas nada nuevo. Recuerda que tus pensamientos, emociones y acciones definen tu realidad. 

¿Qué ocurre cuando guardas en el armario ropa, ropa y más ropa que llevas tiempo sin usar y que probablemente jamás volverás a usar pero que sin embargo dejas ahí “por si a caso”? Sin darte cuenta, con esa simple acción: 

1. Estás transmitiendo al Universo que lo viejo ya te sirve y que no necesitas nada nuevo. 
2. Estás desconfiando de tu capacidad para atraer de nuevo esas cosas a tu vida. 
3. Estás dudando de la Ley de Atracción y su poder para darte lo que le pides. 
4. Estás llenando vacíos impidiéndote a ti mismo manifestar lo que deseas. 

Y eso puede aplicarse a todas las áreas de tu vida. Por tanto, ¿qué es lo que debes hacer para atraer abundancia y prosperidad a tu vida? 
Efectivamente: CREAR VACÍO. 
Lo que queremos que entiendas es que mientras guardes cosas innecesarias solamente por si algún día llegas a necesitarlas de nuevo, NO lograrás resultados con la Ley de Atracción porque le estás transmitiendo que no las necesitas y no existe espacio para ellas. 
Si creas un espacio para cada una de tus futuras atracciones, estarás enviando al Universo la señal de que ya estás listo para recibir lo que quieres. Y además, tus pensamientos, emociones y vibraciones estarán dándote la razón.


martes, 27 de febrero de 2024

"GAUDEAMUS IGITUR" 🙋🎓




De modo que «dice Google» que le bastan 6 meses, 300 $ y recursos en línea para entregarte «un certificado que equivale a una carrera», y el personal se pone de los nervios. La cosa, por supuesto, proviene de la enésima banalización periodística de una nota del gigante tecnológico que se refiere a puestos de «analista de datos», «diseñador UX» y otros así, esto es, proletariado informático (y a mucha honra) con sueldos que aquí suenan estratosféricos, pero en California dan para lo que dan. Valga, en cualquier caso, el enésimo sobresalto en el corazón de la educación superior para recordarnos sus complejos y su mala conciencia.
La moral de la tropa universitaria está por los suelos. No ayuda que quien ostenta la cartera del asunto no haya dicho esta boca es mía en meses; ni que, cuando, bronceado y broncíneo, lo ha hecho, haya afirmado que no hay plan B para la pandemia (plan A tampoco había). Con tanta pata en tanto charco no es mal momento para limpiarse las gafas de cieno y recordar para qué sirve la universidad.
Recuperar esta misión emancipadora de nuestras universidades no solo no colisiona con la empleabilidad, sino que la mejora. La innovación, con la que tanto se nos llena la boca, requiere personalidades ricas, diletantes en el mejor sentido del término, personas con los suficientes recursos intelectuales, sentimentales y morales.
Por lo visto, no es «educación», la universidad. Cuando la educación sale a la palestra, en los medios de comunicación, en las redes sociales o en las cenas familiares, se alude exclusivamente a la primaria y la secundaria. Si la terciaria asoma en un periódico o en Twitter es para lamentar que las universidades nacionales salgan hundidas en esos rankings internacionales con los que de vez en cuando nos asustan. Y en nueve de cada diez discusiones sobre la universitas solo se emplea el vocabulario de la empleabilidad. Hemos terminado por creernos que educar, lo que se dice educar, es algo que nos compete hasta la mayoría de edad (hasta los dieciséis para los que no llegan al bachillerato), y que a partir de ese punto lo que no sea aprender un oficio es perder el tiempo. No cabe duda de que ganarse la vida, además de una necesidad, es una contribución civil imprescindible. Pero no es menos cierto que la profesión no agota la ciudadanía de uno, y mucho menos supone el todo de lo que significa vivir.

Condorcet, que fue el pensador ilustrado más brillante en la arena educativa, concibió que la misión de la universidad era doble, técnica y moral. John Henry Newman dijo que una educación liberal consistía, además de en la capacitación profesional, en el ejercicio libre y reflexivo de la razón. En Misión de la universidad, Ortega escribía: «Se entenderá por universidad stricto sensu la institución en que se enseña al estudiante medio a ser un hombre culto y un buen profesional». A causa de cierto pragmatismo miope —una moral de esclavo, que diría Nietzsche—, estas afirmaciones suenan cada vez más a bravatas lisérgicas estilo Woodstock o a nostálgicas lamentaciones de humanistas trasnochados.

Solo una visión extraordinariamente pobre de la vida, de la educación o de ambas cosas justifica que obviemos que la educación terciaria, como sostenía Giner de los Ríos, forma una «continuidad indivisa», con la primaria y la secundaria. La universidad no es una mera agencia de capacitación profesional; es también el lugar donde se cultiva la libertad. En su vertiente individual, eso implica preparar el terreno para la autónoma búsqueda de nuestro camino en la vida. En términos civiles, conlleva conseguir que proliferen los ciudadanos libres. Basta atender a lo que ocurre en nuestras sociedades crispadas, emotivistas y a pique de repetir grandes errores del pasado para que nos demos cuenta de que la convivencia democrática nos va en ello.
Un ciudadano libre posee un espíritu crítico. Esto es algo que no se aprende en casa (de suyo); y es algo que resulta especialmente perentorio en una sociedad en la que el engaño está a la orden del día y cuenta con mecanismos más masivos y efectivos que nunca. De ahí la importancia democrática de conseguir que la gente sepa desmontar embustes, para lo cual se ha de disponer de cierta cultura política. Estar políticamente cultivado es lo opuesto a estar politizado, que es lo que abunda en nuestras actuales universidades. El fenómeno es global: las encuestas nos dicen que cada vez hay más jóvenes que reniegan de nuestras conquistas democráticas; y qué les voy a contar de los escraches WOKE y la cultura de la cancelación que se extiende como una mancha de aceite. De algún modo hemos creído que la política es más sencilla que la arquitectura o la física; no obstante, entenderla requiere cierta madurez en el educando, y por eso el lugar natural para aprender cómo se convive en las sociedades complejas es la formación profesional y universitaria.
La soberanía de un pueblo empieza y termina en la capacidad de sus miembros para pensar libremente. La libertad, sin andamiaje intelectual, es de pega. No nos ponen de rodillas Soros ni el club Bilderberg, sino nuestra ignorancia. Y es tarea de la universidad explicar que esto es ser joven y rebelde: 
tener juicio propio y ejercerlo, en vez de asentir a los politicastros o mercachifles de turno. 
Promulgar leyes contra la corrupción y castigar a los corruptos es un ejercicio necesario y sano. Pero, como escribe Condorcet en sus Cinco memorias, «difundiendo las luces es como, al reducir la corrupción a una vergonzosa impotencia, haréis nacer esas virtudes públicas que son las únicas que pueden dar firmeza y honrar el reino eterno de una apacible libertad».

Tenemos un problema de nivel, y es general. Nos gusta consolarnos pensando que quienes hacen el ridículo en el Congreso, en los mítines y en las tertulias no nos representan; pero no es cierto. «Ellos» son «nosotros», por definición estadística. Y la calidad de las sociedades suele estar en su medio. También lo había visto Ortega, quien en «La elección del amor» escribía: «Nótese que lo decisivo en la historia de un pueblo es el hombre medio […] Y lo que hace magníficos a los pueblos no es primariamente sus grandes hombres, sino la altura de los innumerables mediocres». Este enanismo intelectual y ético es el que nos está conduciendo dócilmente al despeñadero.

Si queremos un espacio de convivencia a resguardo de impresentables, ladrones y autoritarios, la universidad tiene que forjar caracteres sobrios, valientes y críticos. Para ello hace falta cierto bagaje estético, porque se aprende tanto o más en la literatura, la música o en la pintura que en las ciencias sociales. Además, todo ciudadano merece ser instruido en la fragilidad del ser humano, en sus limitaciones y en sus fallas. ¿Cómo puede un economista no hacer el ridículo si no sabe nada de antropología? ¿Y cuánto daño hace que haya tantos dirigentes a los que las Humanidades les suenen a chino? El conocimiento del ser humano por parte de quienes dirigen a otros seres humanos es, por lo común, paupérrimo. Y la gente que no sabe cómo piensan, actúan y padecen sus semejantes está siempre causando problemas.

«Un pueblo ignorante» —escribe Condorcet— se convierte necesariamente en víctima de los bribones que, ya sea que los adulen, ya sea que los opriman, lo hacen instrumento de sus proyectos y víctima de sus intereses personales». Así las cosas, cabe plantearse si no convendría fusionar los ministerios de Educación, Universidades y Defensa, siendo como es la educación la principal arma con la que un pueblo cuenta para defenderse de los que tratan de expoliarlo. Mataríamos tres pájaros de un tiro: también ahorraríamos fondos (que falta hace), y las carteras ministeriales de Castells y Celaá revertirían en Margarita Robles.

Recuperar esta misión emancipadora de nuestras universidades no solo no colisiona con la empleabilidad, sino que la mejora. La innovación, con la que tanto se nos llena la boca, requiere personalidades ricas, diletantes en el mejor sentido del término, personas con los suficientes recursos intelectuales, sentimentales y morales. Y otro tanto cabe decir de la dirección de equipos y organizaciones. El mercado, que no es idiota, lo sabe, lo valora y busca esta riqueza desesperadamente. Les reto a que se hagan uno de esos cursillos de Google y traten de alcanzar un puesto de responsabilidad en el gigante de Mountain View, California; uno de esos que multiplica por diez (o por cien) lo que gana un «analista de datos».

No toda la libertad es civil, ni mucho menos. También se va a la universidad, como dice Allan Bloom, «a tener una aventura con uno mismo». Recuerden que los 18 años de ahora son, siendo benévolos, como los 15 de antes. Un campus es un lugar donde se desarrollan intereses, proyectos y relaciones que con suerte nutrirán el resto de nuestras vidas. En la universidad, puesto que hay educación, también se aprende a vivir. Es igualmente un lugar idóneo para sacudirse prejuicios y falsas seguridades. El proceso no es fácil, ni cómodo. Como le decía al escritor Lewis Lapham uno de sus profesores más queridos, «una educación es como una herida que uno se inflige a sí mismo». No estoy seguro de que eso apetezca a todos, dada la histérica aversión a lo difícil y a lo doloroso que estamos desarrollando. Pero el anhelo persiste. Como escribe William Deresiewicz en El rebaño excelente:
Mis viajes de los últimos años me han enseñado que hay un hambre intensa entre los estudiantes de hoy de lo que la universidad tendría que estar haciendo, pero no hace: ayudarles a encontrar un sentido mayor, un propósito y un rumbo; proporcionarles una experiencia que les hable como seres humanos, no de amasijos de aptitudes; ofrecerles una guía para que afronten las cuestiones importantes de la vida; u otorgarles el simple permiso para pensar sobre esas cosas y el vocabulario con el que hacerlo.
Doy fe, en primera línea de fuego, de lo que Deresiewicz describe: sigue habiendo hambre de encontrar un camino entre tanto ruido y tanto vendedor de crecepelo. Lo de ser un esclavo también deja de tener gracia en cuanto te das cuenta. Y hasta en los peores momentos, saber y entender dignifica y da sabor a la vida. Nos gusta despreciar a los jóvenes (a nosotros, los viejos), pero son todavía muchos los que sueñan, al matricularse, con adentrarse en el mundo para vivir una genuina aventura. Gaudeamus igitur

VER+:


miércoles, 8 de septiembre de 2021

EL FUTURO QUE YA SUCEDIÓ por XAVIER MARCET


EL FUTURO QUE YA SUCEDIÓ

Peter Drucker nos propuso el concepto del futuro que ya sucedió ( the future that has already happened ). Nos recomendaba que innováramos inspirados en el futuro que ya sucedió. Aquel futuro del que ya sabemos muchas cosas y que porqué todavía atesora muchas incertidumbres nos da un gran margen de generar oportunidades. Drucker no era muy amante de las predicciones, por eso sentenciaba que la mejor forma de predecir el futuro era crearlo. Arremangarse, vamos. Todas las organizaciones que se sienten una comunidad alrededor de un propósito piensan en el futuro. Les inquieta poder tener las mismas u otras preocupaciones dentro de veinte años y ello no es posible sin pasar a la acción.

Una universidad puede centrarse en el futuro que ya sucedió, por ejemplo, porque conoce perfectamente las tendencias demográficas que le afectarán en los próximos años. Una empresa basada en materiales sabe que no podrá continuar usando materiales no reciclables en un contexto marcado por la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático. Cualquier organización sabe que la inteligencia artificial es el futuro que ya sucedió a la hora de tomar decisiones basadas en datos y algoritmos. Si no innovamos no es porque no sepamos por dónde va el futuro, si no innovamos es porque es difícil o porque no estamos organizados para ello. Innovar no es enfrentarnos a una bola de cristal, es gestionar la incertidumbre prototipando el mundo real, para decirlo al modo de Luís Pérez Breva (MIT) autor de Innovating . O también puede ser, buscar innovaciones para el futuro que ya sucedió probando cosas dentro de una caja de puros, que es el modo al que se refiere Ramon Comellas, cofundador de Circutor, para rememorar la forma cómo impulsaba la I+D en los inicios de su empresa. El éxito en innovación no viene de saber de pe a pa los libros de design thinking (aunque eso pueda ayudar), tiene que ver con desarrollar tenaz y pacientemente nuevas soluciones, equivocándonos, aprendiendo, replanteando las cosas. La innovación no es teoría, es acción. La innovación no son talleres decorados con post-it , son prototipos que mejoran dentro de una caja de puros, sobre una mesa o en las entrañas de un ordenador. Prototipos en la sala de espera del mercado.

En innovación no se trata de aplicar recetas, se trata de crear. Y crear es cosa de personas. Las máquinas pueden ayudar, pero crear es cosa de personas. Innovar es crear nuevo valor y por eso innovar es algo rotundamente humano. En los últimos quince años he probado con mis clientes varios modelos de innovación y concluyo que aquellos que nos han dado mejores resultados son los que ponen el énfasis en las personas, más que en las ideas o más que en las metodologías. Lo que mejor nos ha funcionado es dejar que personas de la empresa actúen como emprendedores en el sentido de ir tomando decisiones entorno a un proceso de creación de valor no exento de riesgo. La innovación sin riesgo es puro placebo. Hay muchas empresas enganchadas a placebos de innovación, para utilizar un término que es santo y seña de la consultora Inusual liderada por Pere Rosales. La innovación requiere autenticidad en el empeño. Autenticidad, talento y empuje.

Cuando trabajamos con un grupo de intraemprendedores lo que más importa no es su experiencia, sino su compromiso, su empatía con problemas o aspiraciones reales y su autenticidad en el empeño de explorar. Autenticidad que a menudo deviene una pasión contagiosa. Cuando la gente siente como equipo o como persona esta presión de explorar, de desarrollar las corazonadas de las que nos habla Pérez Breva, de prototipar soluciones que maduran como maduraría una fruta injertada y de contrastar su valor con los compañeros, con clientes cercanos, con expertos, entonces empiezan a pasar cosas que desafían las inercias de verdad. Empiezan a aparecer prototipos que no son para coleccionar en el baúl de todos los placebos de innovación, aparecen prototipos que nos ponen ante el espejo del futuro que ya sucedió. ¿Quieren apostar por la innovación? Apuesten por las personas. Y pidan solamente a cambio, que pase lo que pase, hay que aprender. Lo único que el futuro que ya sucedió no nos permitirá es no aprender. Aprender nunca es negociable.

Los intraemprendedores despliegan prototipos de innovación que responden a los retos estratégicos que las organizaciones tienen y la tarea de los directivos es que estas innovaciones del futuro que ya sucedió encuentren huecos en la agenda del presente. La innovación basada en intraemprendedores da resultados. No siempre sale bien, si siempre saliera bien no sería innovación, sería un sucedáneo de esos que acaban en las estanterías de nuestros museos corporativos de la innovación placebo.

El primer libro que conozco que usó el término “intraemprendedor” (Gifford Pinchot, Intrapreneuring ) es de 1985. Es curioso porque es un libro que, leído desde hoy, con todo lo que ha caído desde entonces, es muy fresco e inspirador. Deberíamos abandonar de una vez la solemne tontería de no prestar atención a los libros de management que tienen más de dos años, no hay papanatismo mayor. Hay una expresión en el libro que me ha atrapado, cuando define a las empresas como una confederación de intraemprendedores. Es atractiva la imagen de unas empresas compuestas por una confederación de intraemprendedores igual que lo es imaginar una sociedad con un gran peso de los emprendedores. Todos los emprendedores deberían tener en común el tomar la responsabilidad y el riesgo del futuro en sus manos.
Pronósticos. Drucker no era amante de las predicciones, por eso decía que la mejor forma de predecir el futuro era crearlo
La confederación de intraemprendedores debería evitar morir por una sobredosis de iniciativas. No hay que quedarse ni en las puras inercias incapaces de enfrentar el futuro que ya sucedió, ni dispersarse con múltiples iniciativas que no podemos digerir y que nos desvían del foco estratégico y del propósito que tenemos. Sospecho que, cual banda de jazz, lo atractivo sería mantener el foco y combinarla la energía creativa de la confederación de intraemprendedores. Sin dispersarse, sin enrocarse, sin adicción a los placebos, sin dejar de atender los desafíos del futuro que ya sucedió.

Reto: ¿Quieren apostar por la innovación? Apuesten por las personas. Y pidan solamente a cambio que, pase lo que pase, hay que aprender

martes, 24 de enero de 2017

VOLVER AL COMIENZO: LA NOVEDAD DE JESÚS. TODOS SOMOS SACERDOTES Y COEXISTENCIA DE DOS ECLESIOLOGÍAS


"La novedad de Jesús. Todos somos sacerdotes" 

Volver al comienzo (I)
Es bueno cuestionar ciertos procedimientos eclesiásticos, que no encajan ni de lejos con la praxis y enseñanza de Jesús y también con la manera de ser y obrar de la Iglesia primitiva.
Desde siempre se nos ha hablado del sacerdocio común, como algo propio de todos los cristianos. Pero, ha servido de bien poco. Ese sacerdocio, que es el de Jesús, y que representa una mutación sustancial con respecto al sacerdocio del pueblo judío y de otras culturas del Antiguo Oriente, es el único existente en la Iglesia católica, pero ha pasado a ser exclusivo de los hoy llamados clérigos.

El sacerdocio de Jesús no necesita de templos, ritos y sacrificios , ni de especiales intermediarios entre Dios y los hombres; es distinto y se condensa en el amor que rige y mueve toda su vida, no en otro tipo de sacrificio externo, violento, oficiado por intermediarios sagrados.

Hay que volver al origen y retomar el Evangelio, porque nos hemos alejado de él, otorgando el título de sacerdotes, únicamente a una élite,- la clase clerical-, contrapuesta al laicado y erigida sobre él como una categoría superior, con poderes que la elevan sobre el resto de los fieles.

Admitir que la Iglesia se compone de dos categorías: una clerical y otra laical, con desigualdad entre ambas, es introducir algo contrario a la condición y dignidad sacerdotal de todo cristiano, fundadas en el sacerdocio de Jesús. En el Vaticano II, aparecen aún dos eclesiologías, no armonizadas. Así, en LG 10 se dice: "El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque su diferencia es esencial, no sólo gradual, sin embargo se ordena el uno para el otro, porque ambos participan, del modo suyo propio, del único sacerdocio de Cristo".

Es el único texto donde se señala que la diferencia es esencial, pero sin fundamentar en qué y por qué. El sacerdocio de Jesús se comunica y opera en todos según lo que es. Y así se caminó en la primitiva Iglesia. Asignar a un "grupo" -los hoy clérigos- una participación singular y específica de ese sacerdocio hasta el extremo de establecer una diferencia esencial, es un invento posterior. El Vaticano II recalca en mil partes la posesión y comunión de todos en el sacerdocio de Jesús y en virtud de ella queda descartada toda desigualdad, discriminación o subordinación. El sacerdocio "jerárquico" no responde al sacerdocio de Jesús ni tiene sentido en la primitiva Iglesia. Será, a lo más, una de las tareas o servicios que producirá y designará la comunidad sacerdotal, pero nunca en el sentido de transferirle un valor o dimensión nueva que le de plenitud en el obispo y en menor grado en el presbítero.

El sacerdocio de Jesús es laical en él y en consecuencia en todos, y creará en las comunidades cuantas funciones, tareas, carismas o servicios (ministerios) sean necesarios. Es bueno cuestionar ciertos procedimientos eclesiásticos, que no encajan ni de lejos con la praxis y enseñanza de Jesús y también con la manera de ser y obrar de la Iglesia primitiva. El tema de la excomunión aplicada y comentada estos días a personas cristianas, no hay por donde reconocerlo confrontado con el Evangelio y el vivir de los cristianos del comienzo.

Como he dicho, ilustra sobremanera y sugiere modos de obrar distintos el estudio que un buen y reconocido biblista como Xabier Pikaza acaba de hacer: "La novedad de Jesús: todos somos sacerdotes". Estudio sereno, riguroso, superdocumentado y que ayuda a poner en su lugar el poder abusivo de la clase clerical. En este momento de crisis y de inevitable y creativa renovación según propugna el Papa Francisco, se necesitan estudios así, para entender, aclarar y estimular propuestas que seguramente a muchos van a sorprender. Los caminos, que ahí se abren al futuro y que hay que ensayar y crear son innovadores, fecundos seguramente, si sabemos asumirlos responsablemente. Nada tienen que ver con el capricho, la indisciplina, o la rebeldía instintiva u otros motivos que algunos puedan imaginar. 
Surgen y hay que crear nuevas soluciones. Paz y bien.

Introducción
La razón del tema es clara. Nos encontramos, tras dos mil años de historia, con que el tema del sacerdocio cristiano ha entrado en gravísima crisis: los llamados a continuar con la figura tradicional del sacerdocio no responden ni llegan y, al mismo tiempo, la escasez de los existentes y el envejecimiento de la mayor parte, ponen al descubierto una brecha que amenaza el modelo eclesiológico bipolar Clérigos / Laicos.

Puede que la ausencia de vocaciones sea un factor importante en este fenómeno. Pero, independientemente de él, se muestra otro aspecto que considero radical para esclarecer lo que está pasando y alumbrar un nuevo futuro: ¿Se trata simplemente de una crisis vocacional o más bien de un retomar el Evangelio y ver si el sacerdocio de Jesús , propio de todo cristiano, se ha mantenido en su recorrido histórico en lo que de verdad es o se lo ha reemplazado por otro, que lo trastueca profundamente?

Dada la preponderancia absoluta que la figura del sacerdote, tal como la conocemos hoy, ha adquirido por siglos en la cristiandad, a muchos les parece más que temerario cuestionar esta figura y suscitará -de ello no tengo duda- asombro, dudas y protestas inacabables.

No es mi intención entrar a describir la peculiar personalidad del clérigo , que le lleva a renunciar a la propia autonomía y libertad para cumplir incondicionalmente la norma del sistema clerical establecido, sino ver si la figura clerical dominante responde al nuevo sacerdocio de Jesús, con las consecuencias que esto conlleva para sus seguidores.

Esto supone, primero de todo , fijar el significado original del sacerdocio jesuánico y comprobar si, a lo largo de la historia, lo hemos sabido mantener o nos hemos apartado de él. Puedo adelantar que el estudio arroja luz en el sentido de que, a partir del siglo III, esa figura primordial fue adquiriendo rasgos y cualidades, que lo sustraían a la comunidad y se la reservaba a una minoría, como categoría superior al margen de la comunidad.

El inicio y el recorrido histórico nos traen hasta el mundo de hoy y entonces podemos confrontar si el retrato actual del sacerdote concuerda o no con el del comienzo.

El sacerdocio de Jesús

1. El sacerdocio como poder en el tiempo de Jesús
En las diversas culturas del Antiguo Oriente, existían los sacerdotes. Eran intermediarios entre Dios y los hombres (el mismo "patriarca" o rey del clan, que eran sacerdotes, estaban en simbiosis con Dios); suscitaban su poder y lo controlaban en lugares y fiestas determinadas ; eran creadores de santidad ritual y especialistas en sacrificios.

Dentro del pueblo judío, siglos antes de Jesús, aparecen también santuarios y grupos sacerdotales (levitas), especialistas en sacrificios. El Código Sacerdotal ( libros Levítico y Números ) hablan del Sumo Sacerdote como autoridad máxima , representante de Dios y delegado del Rey persa, quien una vez por año tiene que penetrar en el "Sancta Sanctorum" del templo para interceder por el pueblo.

Hasta la conquista romana (64 a. C) se mantiene esta situación y, a partir de ella, las funciones se dividen: un Gobernante romano con poder civil y un Sacerdote con autoridad religiosa.

2. Jesús fue un laico
Metido Jesús en su vida pública, se lo conoce y actúa como un laico, en la línea de los profetas y de los pretendientes mesiánicos, de los sanadores carismáticos y de los sabios populares. En el punto culminante de su vida, Jesús sube a Jerusalén y se enfrenta con los sacerdotes. Sube a Jerusalén, pero no para "legalizar" sus ritos y someterse a la autoridad de los Sumos Sacerdotes, sino para mostrar que el templo ya no tiene valor sagrado para el pueblo.

A muchos sacerdotes actuales, les sorprenderá que se diga de Jesús que fue un laico. Considero de gran utilidad sintetizar lo que el citado Xavier Pikaza desarrolla sobre este punto (Cfr. La novedad de Jesús: todos somos sacerdotes, pp. 13-31).

"El sacerdocio de Jesús coexiste en El desde su condición de laico. El Hijo del hombre, humano a cabalidad, no se atribuyó títulos de honor, pues títulos y honores los tenían otros (sacerdotes y rabinos, presbíteros, pontífices y obispos-inspectores), sino que actuó como un simple ser humano , sin tareas oficiales, ordenaciones jurídicas , ni documentaciones acreditativas. No se llamó sacerdote , ni recibió las sagradas órdenes, sino que fue un judío marginal, de origen galileo y de extracción campesina , obrero de la construcción (albañil o carpintero) sin tierras propias.

Jesús tuvo la certeza de que el tiempo se había cumplido y que Dios le impulsaba a proclamar la llegada del Reino , que él debía empezar ofreciendo a los enfermos, marginados y excluidos de Israel, para abrirlo después por medio de ellos a todos los hombres y mujeres, siempre a partir de los pobres. Se sintió Mesías enviado de Dios Abba, creador y amigo de los hombres, pero no quiso hacerse rey con poder político, ni fue sacerdote o guerrero sagrado, sino que pareció y actuó simplemente como un hombre, anunciando salud para los enfermos, plenitud para los pobres y reconciliación para todos. Así lo dijo y lo vivió sin cátedras, templos, palacios, en el "bazar" abierto de la calle y el camino.

Jesús, pues, era un laico o seglar, sin estudios ni titulaciones especiales, al interior de las tradiciones de Israel (en una línea profética) , pero fuera de las instituciones poderosas de su entorno (templo, posible rabinato). Creía que Dios era Padre de todos los hombres, creó un movimiento de sabiduría singular, curación integral y comunión entre los marginados de su entorno, a quienes iba despertando, acompañando y animando, pues ellos eran destinatarios y herederos del Reino de Dios, que es vida para los enfermos y hartura para los hambrientos y expulsados de la sociedad establecida (Cf. Mt 5,3; 11,5; Lc 6,20; 7,22).

Era un marginal y, como tal, estaba convencido de que sólo en el margen (fuera de las instituciones del sistema), podía plantarse la obra de Dios, la nueva humanidad porque el Reino pertenece a los pobres; no empleó métodos de reclutamiento y separación clasista, no adiestró a un posible grupo de combatientes, ni fundó una agrupación de especialistas de la ley ni un resto de "puros" frente a la masa perdida. No apeló al dinero, ni a las armas, ni educó un plantel de funcionarios , sino que vivió directamente en el bazar abierto de la vida.

Habló con imágenes que todos podían entender y actuó con gestos hacia los excluidos y necesitados que todos podían asumir. Compartió la comida a campo abierto con aquellos que venían a su lado y mostró un cuidado especial por los niños, enfermos y excluidos de la sociedad.

No fue un soñador cándido, ajeno a la sociedad (un simple contra-cultural), pero tampoco un hombre del orden social o religioso. No se le podía asemejar a los fariseos, que daban primacía a la ley; él colocaba el servicio y el amor a los pobres por encima de las normas nacionales. No fue un hombre del sistema, pero tampoco un outsider utópico. Fue profeta mesiánico y hombre carismático , al margen de la buena sociedad, pero supo ponerse en el centro de la gran plaza de la vida y promover la convivencia, desde un amor a Dios, que hace posible el perdón y la libertad entre hombres. La religión no era a su juicio, un sistema de organización sagrada, sino una experiencia directa de comunicación gratuita con Dios y entre los hombres.

Dos eran sus principios:
  • Creía en Dios y en su nombre actuaba.
  • Fue amigo de los pobres. Ellos fueron los primeros destinatarios de su mensaje. 
Quiso ser universal desde las zonas campesinas donde habitaban los humildes. En su mensaje cabían todos, por encima de las leyes de separación nacional, social o religiosa. Se rodeó de seguidores y amigos, algunos de los cuales dejaban casas y posesiones para estar con El. Convocó a doce discípulos especiales, los hizo mensajeros del nuevo Israel y los mandó a anunciar la llegada del Reino, sin que tuvieran autoridad administrativa o sacral alguna (no eran sacerdotes) sino como corazón de la nueva humanidad reconciliada.

Presentó su causa ante el gran Sanedrín, sin armas, pero los sacerdotes, secuestradores del Dios del Templo, le acusaron ante Pilato, y pensaron que condenándole a muerte acallarían su voz y destruirían su utopía mesiánica, que era peligrosa, por universal e igualitaria. Murió entre otros dos "bandidos". Su delito fue amar y anunciar un Reino universal, pues el amor es peligroso para el sistema del templo y del imperio.

De manera que, en el comienzo real de la Iglesia, están los pobres, a cuyo servicio debían ponerse los Doce y los restantes seguidores. Dentro de su movimiento mesiánico, sin una filosofía especial, sin una fórmula social particular, sin un programa económico o político , militar o religioso , aparecía él simplemente como un hombre amigo de todos y, en especial, de los pobres y excluidos: "Por aquellas fechas vivió Jesús, un hombre sabio... autor de hechos extraordinarios y maestro de gentes que gustaban de alcanzar la verdad. Y, aunque condenado por Pilato a morir en la cruz, las gentes que le habían amado anteriormente, tampoco dejaron de hacerlo después. Y hasta el día de hoy no ha desaparecido la raza de los cristianos, así llamados en honor de él" (Flavio Josefo).

Sólo en este fondo de amor se puede entender a Jesús, profeta galileo marginado, en contacto directo con los excluidos, dentro de una sociedad dominada por un imperio implacable (cuyo César se proclamaba rey divino), mientras parecía que el Dios nacional y/ o judío, secuestrado por los jerarcas del templo, callaba. Jesús murió fracasado, pero su fracasó mostró que era verdad lo que había vivido y anunciado. Algunos de sus seguidores descubrieron que él estaba vivo y así reiniciaron el más prodigioso de los caminos mesiánicos de la historia".

3. El testimonio de Pablo: La Iglesia sacerdotal, muchos ministerios
El grupo que más próximamente seguía a Jesús, nunca se sintió un "cuerpo sacerdotal exclusivo" sobre el resto de los creyentes. Nos lo cuenta Pablo, que escribió sus Cartas a los 20 años de la muerte y pascua de Jesús. Todos, según él, constituyen Iglesia sacerdotal que crea y desarrolla muchos ministerios.

Necesitamos releer sus enseñanzas (Corintios, Romanos, Galatas....) para recuperar este sacerdocio frente a otras posteriores interpretaciones. Tres cosas claras recalca Pablo:

a) El Cristo mesiánico, cuerpo entero de la Iglesia
Según Pablo, el Cristo mesiánico es como un cuerpo donde todos son miembros de todos, sin cabeza superior ni cuerpo subordinado. Dicho cuerpo despliega diversos carismas, unificados por el amor.
- Unos, vinculados a la palabra.
Profecía, 
Enseñanza,
Consuelo.
- Otros, vinculados a la acción:
Diaconía (asistencia comunitaria),
Participación (entrega de los bienes a favor de los demás),
Presidencia (dirección de los asuntos comunes),
Acción Misericordiosa (ayuda personal humana).

Entre todos los carismas hay comunicación y encuentro y por ellos todos los cristianos son unos ministros de los otros. El carisma de la presidencia viene reseñado como el último y a nadie de quienes lo ejercen se le llama obispo o presbítero, ni se lo concibe como sacerdote.

Pablo invierte, además, una experiencia religiosa de tipo jerárquico, que era dominante en el entorno helenista. Cada cristiano debe servir a los demás, especialmente a los que conforme al honor del entorno eran menos honrados; para la Iglesia son los más importantes los que menos tienen, pueden y saben.

Allí donde la Iglesia posterior se siente afirmando la unidad del Cuerpo desde un a jerarquía sagrada, de tipo episcopal o presbiteral, definida como signo de Dios o su Cristo, ella podrá ser platónica o romana, pero no paulina o cristiana.

La novedad descubierta por Pablo es que en el Cuerpo eclesial no hay jerarquías superiores , que se imponen, ni funciones exclusivas de varones (o mujeres) pues todos han sido llamados al servicio mutuo. El contexto social romano y helenista frenó esta novedad y así ha quedado en la Iglesia católica hasta tiempos actuales.

b) Actualidad de Pablo: superar el jerarquismo sacral y la exclusión de las mujeres
Estamos en los comienzos del tercer milenio, conocemos el peso de los condicionamientos helénico-romanos, que hoy podemos revisar y superar. El Cuerpo mesiánico es para todos encuentro igualitario en Cristo, superando el jerarquismo sacral y la exclusión de las mujeres.

Pablo habla de mujeres (Evodia y Sintique) y de grupos de colaboradores donde predominan las mujeres (Tebe, Prisca, Aquila, María, Junia, Trifena y Trifosa, Pérsida...). Mujeres que se han esforzado por la causa de Jesús pero sin que en ningún momento las designe como inferiores o subordinadas al varón, están a su mismo nivel, al igual que él son "atletas" del Evangelio, portadoras del mensaje de Jesús. Estas mujeres son apóstoles (testigos de Jesús, servidoras de la comunidad y dirigentes (presidentes) de iglesias domésticas, como sucede también en otras comunidades cristianas. Sus ministerios han brotado de manera normal, según las necesidades apostólicas y organizativas de la Iglesia, por iniciativa de Pablo y de sus iglesias conforme al carisma del Espíritu Santo.

Todavía por entonces no se ha implantado en la Iglesia el patriarcalismo, que triunfará con las Cartas Pastorales (escritas por discípulos de Pablo) imponiendo una estructura de poder que es, en principio, extraña al Evangelio.

4. Sucesores de Pablo, comienza el patriarcalismo
Conocemos las Cartas de la Cautividad (Colosenses y Efesios) y las Cartas Pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito), escritas por discípulos de Pablo, entre el 70-90 d.C. El mismo autor Xabier Pikaza resume así las innovaciones que se introdujeron:

-"Estas Cartas expresan un esquema jerárquico de organización social no fundada en los pobres y excluidos, sino que responde a una casa-familia rica, con buen amo, mujer, hijos y criados. (Cf. Ef 2,21; 4,12.16.29). (Idem, pg. 75).

"Aunque el carisma paulino pervive en ellas, sus autores tienen miedo de la libertad cristiana (quizás por temor al gnosticismo). Por eso, apelan a la autoridad, tanto en línea de tradición (mantener lo dado), como de organización (obedecer a presbíteros, obispos) para establecer las iglesias como grupos honorables, con orden y limpieza administrativa, siguiendo el ejemplo del buen judaísmo (retorno a un tipo de ley, que Pablo había superado) y el testimonio del imperio romano, sistema eficiente de personas y pueblos...

Se vuelve primordial un tipo de organización parecida a la que existe en el entorno. Los presbíteros-obispos , padres de la casa eclesial, acogen a los que vienen y enseñan a todos, son servidores de la palabra/oración. Lógicamente, las Pastorales no promueven la misión (no hay apóstoles), ni la experiencia directa de Jesús (no hay profetas) , sino que mantienen el depósito de la fe, la buena doctrina de la tradición, por unos ministros bien estructurados" (Idem, pgs. 90-91).

Podemos subrayar que en este tiempo comienzan a profesionalizarse las tareas del Evangelio y se asumen los principios de honor social, que Jesús había superado expresamente realizando seguramente la mayor inversión de la historia cristiana.

5. Reinterpretación de los ministerios desde una perspectiva sacral
En la Iglesia primitiva los diversos ministerios en ningún momento se identifican con un tipo de "sacerdocio", propio del culto judío o pagano. El sacerdocio de Jesús se entiende de una forma nueva y como tal se aplica a la Iglesia entera. No esperemos que Pedro, Santiago, Juan o la Magdalena se presenten como sacerdotes, con elementos del antiguo Israel y del entorno helenista y romano.

Pero, es a partir del s. III d.C. que la Iglesia ha reinterpretado sus ministerios desde una perspectiva sacral, con elementos del antiguo Israel y del entorno helenista y romano. De este modo, los fieles llegan a perder su "carácter" sacerdotal y se vuelven meros laicos.

a) El ritual y sacerdocio de Jesús se identifica con su propia vida
La Carta de los Hebreos sabe a heteredoxa, en cuanto rechaza el ritual de Jerusalén con su templo y sacerdotes y presenta el sacerdocio de Jesús como nuevo y más antiguo que el mismo de Jerusalén, tal como aparece con Melquisedec antes del ritual del Levítico y del Templo.

Hay entonces cristianos helenistas que rechazan y superan el templo con sus sacerdotes y no muestran ninguna nostalgia por la destrucción del templo (año 70 d. C) sino que esperan la reconstrucción final en el verdadero templo y sacerdocio de Jesús. Retornar al sistema sacral es una equivocación. Hebreos dice que hay que vivir el sacerdocio de Jesús sin templo ni sacerdotes superiores, con un nuevo sacerdocio.

La institución sacerdotal de Aarón (templo,culto y ritos de Jerusalén) desaparece y llega el nuevo sacerdocio de Jesús (Heb 9, 11-12). Desaparece el rito externo con su violencia sacrificial y emerge la vida personal , gratuita, que Jesús regala a Dios ofreciéndola a favor de los humanos. Culmina así su camino penetrando en el templo de los cielos y queda sin sentido la liturgia de Israel (Heb 10, 4-9). El único "sacrificio" es la vida. En esa línea, Jesús sí que es sacerdote, al expresar en su humanidad el ser divino y vivir en amor hacia los demás: "No olvidéis de hacer el bien y ayudaros mutuamente. Estos son los sacrificios que agradan a Dios" (Heb 13, 14).

Todos los creyentes, por la ofrenda de nuestra vida, quedamos integrados en el sacerdocio de Jesús. Todo intento de aplicar este sacerdocio a la función sacral de unos jerarcas (obispos o presbíteros) que se llamarían sacerdotes, carece de sentido. 
El texto de los Hebreos condena, paradójicamente, el orden levítico con sus sacerdotes y sacrificios especiales. Pero, una parte de la Iglesia cristiana, en contra de los Hebreos, ha recuperado y expresado el simbolismo sacral del templo de Jerusalén (y la sacralidad greco-romana) en su organización y liturgia, en línea del Antigua Testamento.

Ha llegado, pues, el momento de volver a la letra y espíritu de Hebreos, que es tanto como asumir el carácter existencial y comunitario del sacerdocio de Jesús. La comunidad profesa una espiritualidad sacerdotal no reservada para algunos miembros superiores o especiales de la Iglesia.

Y esta misma enseñanza aparece en (1 Pedro y Apocalipsis): el sacerdocio es un don del pueblo entero, todos los cristianos auténticos son sacerdotes , todos forman el Reino , esperando la llegada de la nueva Jerusalén: "Todos los miembros de la comunidad, fieles al testimonio de Jesús y dispuestos a entregar la vida en la lucha final de la historia, se vuelven sacerdotes de este gran "sacrificio" que es el amor que se mantiene firme en medio de la persecución" (X. Pikaza, Idem, p. 108).

6. La gran inversión 

Grupos de cristianos, después del 150, intentaron separar el cristianismo de su base israelita. La Iglesia reaccionó defendiendo su origen israelita, su idependencia y sus propios ministerios sacralizados.

"En ese contexto la Iglesia sufrió una re-sacralización judía, una jerarquización helenista ny una organización imperial romana. De esa manera, a partior del 200 d.C, la Iglesia se estructuró y expandió como cuerpo social y religioso, con una sacerdocio nuevamente "elitista", de unos pocos, mientras que el judiasmo rabínico se centraba en las tradiciones laicales de la Misná...

"Los cristianos apelaron pronto a una visión jerárquica del gobierno reinterpretando su culto en una línea sacral, de manera que sus sacerdotes aparecerán como un orden superior de humanidad, en contra de la experiencia de Jesús y de la primera Iglesia que vinculó el nuevo sacerdocio a la comunidad cristiana.

"Dentro de una visión ontológica de la realidad y de la Iglesia, los de arriba (obispos, presbíteros) se presentarán como signo de Dios, en contra del Evangelio, que supo descubrir a Dios en los últimos del mundo, en los pobres y excluidos de la sociedad. Esta jerarquización se vincula con la filosofía griega y el imperio romano en cuyo entorno se introdujo el cristianismo. Mientras el judaísmo rabínico rompía sus relaciones con el helenismo para recuperar su matriz semita (hebrea, aramea), el cristianismo asumía desde la perspectiva de Jesús la filosofía jerárquica griega (platónica y estoica) y un tipo de organización romana (sacralizando así la autoridad).

"Esta fue la gran inversión. Ella pudo "salvar" al cristianismo (evitando el riesgo de disolución gnóstica del Evangelio), pero lo hizo a costa de un elemento muy importante del mismo evangelio, que es la identificación del sacerdocio con la vida cristiana, es decir, con el amor comunitario abierto a Dios" (X. Pikaza, Idem, 112-115).

7. Bautismo y Eucaristía
En línea con lo dicho, conviene encuadrar el origen y significado del bautismo y Eucaristía como dos de los signos laicales primordiales de pertenencia a la Iglesia.

Bautismo
Muy pronto los discípulos, tras la expresión pascual de Jesús, bautizaban a los creyentes, indicando que "morían" para servir a la vida. El bautismo en agua fue la primera institución (signo) visible de los seguidores de Jesús.

El bautismo era un recuerdo del bautismo de Jesús donde él recibe la misión de ponerse al servicio de los hermanos. En ese momento, Jesús se dispone a proclamar el triunfo de la vida de Dios a través del perdón y de los excluidos del sistema.

El bautismo aparece como un rito vinculado a la vida, al alcance de todos, signo de la salvación realizada por Cristo. Habiéndose cumplido la espera, Dios por medio del Espíritu, revela su obra en el rito entendido como don de Dios y compromiso al servicio de los demás: para realizar en el mundo lo mismo que Jesús.

Como el agua, es un rito universal, símbolo de un nuevo nacimiento en amor e igualdad. Es también un rito secular, plenamente laical, que puede realizarse por cualquiera de los creyentes y no por un grupo especializado de sacerdotes (que no existían). Jesús no fue al templo de Jersusalén a bautizarse ni a pedir permiso a los sacerdotes para poder bautizar. En la comunidad de los suyos, todos eran "sacerdotes" al estilo suyo, y todos podían bautizar.

Eucaristía
La eucaristía es una experiencia, vivida entre los discípulos, como comida compartida y recuerdo de la vida de Jesús.

-Comida tenida en el campo con sus seguidores y con el pueblo, sin ningún rito.

-Comida que les recordaba la cena de despedida de Jesús, la última, con sus palabras: "Cuando os renunáis, haced esto en memoria de mí", palabras dirigidas a ellos como representantes de la totalidad de los que le habían de seguir.

-Comida que les servía para unirse, vincularse, recordar que él estaba vivo, después de haber muerto por anunciar el Reino, y acrecentar entre ellos el conocimiento, el amor y la unidad como cuerpo mesiánico.

-Comida normal, al uso cotidiano del lugar, sin ser preparada por un cuerpo de sacerdotes ni liturgos especiales. A partir de los años 40, se había hecho un modelo universal, pero ajeno al modelo del sacerdocio de los sacerdotes de Jerusalén.

-Comida, y no rito sacrificial para ser repetido por sacerdotes profesionales. San Pablo, en ningún momento habla de quién debe presidir esa "comida" integrada por el Pan y el Vino. Le preocupa cómo se vive y cómo ayuda a los que en ella participan. La regulación de la presidencia está ausente. Preside, dentro de la casa familiar, uno u otro, hombre o mujer, sin aludir para nada a un ordo de sacerdotes que se atribuyera tal tarea como propia. 

Todo nuevo paradigma requiere actualizar y renovar el mismo lenguaje: darle nuevo –verdadero, auténtico, genuino, legítimo- significado a las palabras o definiciones conceptuales. Por ejemplo: los conceptos IGLESIA, CLERO, LAICO, SEGLAR, SAGRADO, PROFANO, ETC. Tienen que acomodarse o re-convertirse a los nuevos tiempos y, re-significar nuevas realidades...

El mismo concepto de CLERO, que en griego significa “suerte” o porción de herencia, designaba y correspondía a la totalidad de la Iglesia (del Pueblo de Dios), del Pueblo afortunado, el Pueblo cuya suerte es Dios; por eso mismo, son “pueblo sacerdotal” (Apoc. 1,6; 1Pe 2,5)
LAICO no significa “profano” en oposición a una “jerarquía sagrada”, sino simplemente miembro del Pueblo de Dios.
Recordemos que la palabra "fanático", viene del latín "fanum", que significa "templo" o "faro" e incluye a los que están en el templo, a los iluminados que estrujan en sus manos la verdad única y no abrigan ni permiten dudas. Para ellos, todos los que actúan fuera del templo, o de la luz, son "pro fanum", de donde viene "profanos": gente que no respeta lo sagrado. Ellos, en cambio, siempre tratan de fanatizar a los que los apoyan.

Los nuevos paradigmas de concepción del mundo que vamos percibiendo y emergiendo y, que van cambiando otros paradigmas como en el eclesial, las definiciones de relación diferenciadora y opuestas como clero-laico; sagrado-seglar; jerarquía-fieles, etc. No tienen sentido opuesto. Tienen relación de pertenecer a la misma unidad, función y complementariedad. O es que, un sacerdote no es miembro del Pueblo de Dios. Esto confunde y no se funda en la realidad.

Como la palabrita SECULARIZACIÓN Y SUS DERIVACIONES:

El término secularización viene de saeculum, SIGLO. Etimológicamente quiere decir que todo lo que pertenece al siglo es secular, que debe ser autopromocionado y respetado como tal. Secularizar significa hacer que el siglo sea lo que es, con todas sus potencias y cualidades. Bueno, históricamente se entendía que la secularización como el polo opuesto de la sacralización; lo secular venía a marcar el mundo opuesto a lo religioso, lo que quedaba fuera de la Iglesia; secularizarse era lo mismo que “pasar de la Iglesia al mundo”. (Esto parece dimensiones de la tercera fase).


LA IGLESIA DE JESÚS: 
UNA SOCIEDAD DE IGUALES
De la majestad de la catedral 
a la sencillez de la plaza pública

Empezar de nuevo (y II): 
coexistencia de dos Eclesiologías
El Vaticano II quiso volver a sus orígenes, anteriores al siglo XI, (Iglesia gregoriana 1073-1085) y aun antes del siglo III para recuperar las cosas como fueron al principio.De esa herencia vivimos hasta el Vaticano II. Pero el concilio no pudo incluir armónicamente (Lumen Gentium 1964; Gaudium et Spes 1965) las dos visiones de Iglesia.De hecho, aparece dominante una eclesiología de comunión, pero en el plano jurisdiccional y práctico se hace más explícita una eclesiología jerárquica.En el primer modelo: “Iglesia = Pueblo de Dios”, lo primero es la iglesia sacerdotal y, dentro de ella a su servicio, se instituyen los ministerios.
En el segundo, se parte de un grupo al que el mismo Cristo habría instituido como “dirigentes sacerdotes” (apóstoles, obispos…) para regir la Iglesia. Dicho grupo posee por encima del pueblo el poder sagrado, ha dominado y ha hecho que nada cambiase. Se ha seguido hablando de iglesia de comunión pero en realidad ha dominado la eclesiología del sacerdocio jerárquico, que es la que se admite y repite sin más.

El problema de fondo es que se ha descartado la identidad del sacerdocio de Jesús, propia de toda la Iglesia, y de los ministerios que le pertenecen. Se trata, por tanto,

1. De reconstruir una experiencia y piedad sacerdotal, propias de todos los cristianos, no exclusiva de clérigos. Ni el Papa ni los Obispos son más sacerdotes que un “simple” cristiano.

2. Sólo cuando los ministerios se los vea como tareas de todo el pueblo de Dios se podrá hablar de renovar esos ministerios, en la línea de un servicio evangélico y comunitario. Y sólo así surgirán vocaciones nuevas, de varones y mujeres, casados o solteros, de servicios eclesiales.

La novedad cristiana: un nuevo templo, el amor y comunión de los creyentes.
Los primeros grupos cristianos se relacionaban desde la memoria de Jesús crucificado, aceptando, en parte, la forma organizativa de las casas y las sinagogas, y en las que se vinculaban por amor, gratuitamente, desde los pobres.
Su misma comunión les hace ser cristianos, identificados en una misma fe. Les congregaba el amor de Dios y la esperanza de su Reino, tal como se había manifestado en Jesús. Ninguno de los ministros, que había en sus grupos, se arrogaban un poder sacerdotal sobre los otros, pues ese “poder” pertenecía a todos. La esencia de su vida cristiana era una experiencia de comunicación creyente, personal y social, una forma de vida compartida sin apelar al dinero, no un dogma ni una espiritualidad intimista.

La fe en Cristo y de unos en otros, los libra y los hace vivir dando la vida los unos a los otros: ”Su misma comunión eclesial , les hace ser cristianos” (Pg. 127), sin que previamente sean cristianos y luego tengan que reunirse.
El sistema judío, helenista y romano heredado, cumplió su función, pero ha ido perdiendo consistencia y hoy se impone retornar al primer momento de la Iglesia, que vuelve a vincularnos con los pobres: los expulsados y fracasados de la historia.
Pasamos así de una estructura jerárquica a un movimiento de comunicación inmediata de la vida, que infunde un impulso de amor en lo social, que los organiza entre sí con una diversidad de servicios y no como un orden de doble categoría: superiores y más altos unos e inferiores y subordinados, otros.

Surge un nuevo templo donde compartir experiencias y enriquecerse unos a otros desde el anuncio del Reino de Dios. “Salir de la catedral para situarse en la plaza de la vida” (Pgs. 129-130) y convivir espontáneamente con los expulsados del sistema, sin tener que pasar por el control de los sacerdotes o maestros de la Ley. Ni estructura Imperial ni Templo sino Dios, sin intermediarios superiores, en reconocimiento de la vida de los otros y aportando la propia, para descubrir de esa manera al Dios de los pobres. Simplemente, vivir amándose mutuamente, en una comunión donde caben y tienen la Palabra los más pobres.
No se necesitaban, por tanto, modelos de poder centralizado para acoger, cultivar y regalar la vida como Jesús, para cultivar la presencia de Dios y construir un nuevo Templo: la misma creación era el Templo de Dios. “El orden de la catedral viene de fuera, como una dictadura que se impone sobre la piedra y la madera muerta, “obra de las manos” de los hombres; la Iglesia de Jesús es el “edificio nuevo” que se identifica con el mismo amor y comunión de los creyentes, que van creando su propia humanidad (Pg.131).

Una red amor y comunión: la nueva catedral.
El principio del cristianismo supuso en el siglo I que Jesús estableciera una forma nueva de comunicación, expresada en el Sermón de la Montaña, que como “ mano invisible” divina, se fue expandiendo desde abajo; se dio un tipo de intercambio personal y social que antes no existía. Esta experiencia se vinculaba a Jesús, presente espontáneamente en múltiples gestos y contactos, promovidos y organizados por la experiencia del Señor resucitado en la plaza de los acontecimientos diarios y no por una jerarquía más alta.
La Iglesia crece en espacios donde la vida se comparte libremente y con amor. Esa vida no es una catedral, (sin alma) construida, sino una red de conexiones que se hacen y recrean incensantemente. El espíritu de Jesús daba unidad a esa red de relaciones sociales.

Mirada así, la Iglesia más que una catedral (con un Papa, unos obispos y unos sacerdotes-presbíteros controlando desde fuera) es como un bazar en el que se da la experiencia de hombres y mujeres que se aman, poseídos por el espíritu de Cristo, en comunión múltiple de vida. O, mirada desde dentro, es el “templo vivo donde cada una de sus piedras (cada creyente) crece y comparte con los otros un organismo nunca imaginado de comunicación y vida personal. De esa manera, sin catedrales ni posiciones de privilegio, Jesús hizo de su Iglesia un edificio de piedras vivas, un cuerpo mesiánico” (Pgs. 134-135).

Salir de la catedral para descubrir, en medio de los pobres, el Evangelio.
Jesús no encerró a sus seguidores en una catedral, ni los trató como menores, sino que los miró como libres y responsables, reyes de sí mismos, como hijos de Dios-Padre, y contando con ministerios no jerárquicos.

El Nuevo Testamento no conoce ministerios “sacerdotales” de un orden superior , sino ministerios fraternales, propios del sacerdocio universal de Cristo en línea de servicio: presidir, (presbiterado), supervisar (episcopado), y que ponen en crisis el modelo que culmina con el Papa y los obispos que él nombra, alejados de la fraternidad y del Evangelio.
Papa, Obispos y Presbíteros son sacerdotes por pertenecer a la comunidad sacerdotal de la Iglesia, a la que sirven y de la que reciben la Palabra y el Sacramento. Esta comunidad cristiana es fruto del amor infinito de Dios, que nada imponen y no de un orden de poder papal o episcopal que se ejerce al estilo de la filosofía griega y del imperio romano, que se configura de arriba a abajo, con la dignidad de unos hombres más altos y sabios, que son los que gobiernan:”En este sentido, la “potestas” (suprema, plena, universal e inmediata) de la Iglesia (representada por el Papa) es el amor compasivo, universal con que se aman los creyentes, en apertura a todos los hombres, de manera que podemos decir que el mismo amor es “Obispo” y Papa” (amigo/a, hermano/hermana…) de la Iglesia (Pg. 139).

La unidad y autoridad cristianas residen en la comunión multiforme de los creyentes. Lo que de verdad ayuda a realizar sus objetivos no es el poder ni otro tipo de consenso y presencia.

La revolución cristiana se realiza fuera del poder.
La conversión (revolución) cristiana ha de hacerse desde fuera del poder, no como suele hacerse en la vida económica y política de los pueblos. En la Iglesia de Jesús, no es que el Papa y los Obispos puedan regalar nada a la comunidad (más autonomía, ) sino que actúan para que todos puedan amarse en libertad, y organizarse por sí mismas, manteniendo dialogal y ministerialmente la comunión entre ellas.

La autoridad es de los oprimidos y expulsados, lo que significa que la Iglesia tiene puesto su corazón en los pobres y entregándose y amando a ellos manifiesta que le pose el amor de Dios y revela la verdad del Evangelio.
De esta manera, la unión en el amor mutuo se presencializa el amor de Cristo entre los hombres y da a entender que lo primero es . cultivar la libertad y comunión del Evangelio y no cambiar las instituciones o las verdades definidas de la fe.

¿Celebración de un nuevo concilio?
La celebración de un nuevo concilio Vaticano III, que asegure nuevas estructuras de la jerarquía, que solucione desde arriba el tema del celibato, ordenación de las mujeres, poderes de los obispos, función del Papa…, tras saber que las mayoría de los obispos han sido nombrados en una línea sacral y fundamentalista, no sería representativo de la Iglesia ni de la dinámica del Evangelio ni participarían como conviene las otras Iglesias.

Lo primero y más importante es que las Iglesias busquen caminos desde abajo, mientras sirven a los pobres, aprendiendo a compartir los sufrimientos de los expulsados y abrir con ellos un camino de libertad. El celebrar lo tienen los pobres, con autoridad propia, que los constituye en concilio permanente. Entonces , el concilio deja de ser un acto separado, y se convierte en un lugar donde unos y otros regalan y comparten la vida. Un concilio demostrado en la vida diaria, con formas concretas de presencia y servicio a los pobres , con la oferta de la Palabra y el Pan, de dignidad y comunión de amor.
“Por coherencia histórica y evangélica , los dirigentes de la Iglesia deben volver al lugar donde estuvo Jesús y los primeros cristianos: entre los hambrientos y marginados del imperio antiguo y así redescubrir y recrear la catolicidad del Evangelio” (Pgs. 146-147).

Lo que une a la Iglesia no son dogmas ni leyes, ni unas jerarquías superiores, sino la mutación evangélica mostrada en el amor mutuo y en el pan compartido, y en el perdón que brota desde los mismos pecadores perdonados. Así surgió y operó la declaración fundacional del primer concilio de Jerusalén: “Nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros …” (Hch 15,28)

Desde esa comunión, puede haber funciones diversas (1 Cor 12,14) . El Dios de Jesús habla a cada uno, en su intimidad, pero en común con otros. Potenciar la vida de comunidad para no caer en el individualismo ni en manipulaciones impositivas, requiere que las comunidades celebren por sí mismas, como derecho propio, el bautismo y la eucaristía, abriendo la puerta a nuevos creyentes. La eucaristía misma , celebrada por la comunidad en el nombre de Jesús, hace posible el surgimiento de una comunidad, con dones diferentes, pero todas al servicio del mismo cuerpo eclesial.

Sacerdocio común, nuevos ministerios.
“Puede que , en general, los “jerarcas” actuales de la Iglesia sean personas sacrificadas y de gran altura moral.Pero la institución del poder sagrado no responde al evangelio. Los sacerdotes muy legales de Jerusalén condenaron a Jesús, pretendidamente mesiánico. Pero muchos seguidores de aquel, han vuelto a establecer un tipo de sacerdote semejante al anterior” (Pgs. 150-151).
Conviene, pues, distinguir una autoridad de funcionarios pendientes del funcionamiento y producción de la máquina-sistema, esclavos a sueldo, de otra que busca el encuentro directo, abierto a todos, especialmente a los carentes de dignidad y expulsados del sistema.Esta autoridad, testigo del Reino, regala vida y está al servicio de la comunidad.
. La organización de la burocracia sacerdotal que ha configurado la historia de Europa, alzándose como clase elegida, inviolable, nobleza espiritual, de halo divino no es la que corresponde al Nuevo Testamento y, en consecuencia, no puede seguir recibiendo honores de casta superior.A partir de la ilustración (siglo XVIII) sobrevienen las ciencias y el capitalismo, que se añaden a un pasado cristiano, con un presente de globalización neoliberal.. En este proceso, la Iglesia católica, a partir de la ruptura del protestantismo, intensificó su unificación jerárquico-burocrática, destacando el sentido universal (católico) del Evangelio , pero quedaba convertida en sistema que no salvaguardaba la libertad de personas y comunidades.
El cambio cultural y la dinámica del evangelio han puesto en crisis estos modelos de autoridad. El ministro católico del futuro, como creyente que forma parte del pueblo sacerdotal, realizará su tarea en servicio de la comunidad en la línea de Cristo. Esta visión se está gestando ya en diversos lugares y formas., sin que los más interesados por la Iglesia oficial, no logren verlo. Este camino no olvida el pasado, pero no se encierra en él.

Frente a este futuro, se pueden diseñar tres tipos de ministerios, insuficientes:
-El del clérigo, que aparece al lado de la catedral o de la nobleza medieval o barroca, llamado a extinguir y que pronto será objeto de museo, ajeno al Evangelio.-El del clérigo, que sigue funcionado como si los lacios fueran clientes de una jerarquía de la que reciben servicios espirituales. Y-El del clérigo que, al ritmo actual del mercado, trata de cuidar y programar su oferta para aumentar sus ventas.
La autoridad del sacerdocio común: el mensaje y vida de Jesús.
Tal como hemos ido viendo, el ministerio cristiano no es un poder de sistema, separable de los fieles; no es un honor añadido a los ministros; ni es una habilidad para atraer más clientes, sino que es la vida misma de los fieles. No hay nada ni nadie por encima de los fieles, constituidos en verdad definitiva con su amor mutuo y su comunión con la Palabra y el Pan.
En el principio, pues, está el “sacerdocio común”, que el mensaje y vida de Jesús ofrece a todos los que quieran escucharle,
Por lo que “en la iglesia no hay lugar para consagrados especiales, ni sedes santas, ni santos lugares, o personas, ropas, canciones o colores ofrecidos a Dios por ser distintos. No hay para Jesús un mundo de Dios por arriba, sino que el mundo de abajo (pobres y expulsados) es presencia de Dios (Pgs. 160-161).

Todo en la iglesia es mundano y laical y, a la vez, sagrado, expresión de su misterio. Y la misión cristiana consiste en cultivar la vida de Dios en este mundo. A la Iglesia , para ser lo que Jesús le ha confiado, le basta con la Palabra y el Amor mutuo, al estilo de Jesús. Le sobran los edificios, y planes burocráticos; le sobra el capital, el activismo y la propaganda de mercado, y le basta con la vida misma de los fieles.
En un segundo momento, y desde ese sacerdocio común, se podrá hablar de ministerios especiales al servicio de la misión y comunión cristiana.

Lo primero de todo el Sacerdocio de base.
Unida por la Palabra y el pan, La iglesia expresa su identidad en el camino concreto de la finitud y fragilidad de la vida humana, del nacimiento y muerte de los hombres. Celebrar la presencia de Dios en este espacio de fragilidad supone que, a diferencia de una visión jerárquica y sagrada de los ministros,los bautizados pueden proclamar y compartir el pan por sí mismos, cumpliendo con las palabras de Jesús: “Donde estén dos o tres reunidos en mi nombre… allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18, 20).
La tradición posterior invirtió la experiencia de Jesús. Ahora, es momento de recuperar el sacerdocio de base. Aun cuando no sea oficial, “Siempre que un grupo de cristianos se reuna, de buena fe, en nombre de Jesús, escuche su palabra, e invoque su memoria en el Pan y en el Vino compartidos, podemos y debemos afirmar que existe eucaristía , encarnación sacramental de Dios, por Cristo, Iglesia” (Pg. 164).

Lo primero en la iglesia s el sacerdocio de base. Y “La gran iglesia , sólo puede entenderse en forma de comunión de comunidades autónomas, que aprenden a celebrar por sí mismas, escogiendo para ello sus propios ministros” (Pg, 165).

Los nuevos ministros.
“Los nuevos ministros bastará con que sean hombres o mujeres de comunidad que, por vocación personal, carisma del Espíritu y aceptación comunitaria, quieran y puedan servir a la iglesia, sin dejar por ello su vida secular… Y lo serán durante el tiempo en que la misma comunidad les confíe su tarea al servicio del Reino” (Pg. 168).

Estos ministros deben saber discernir y decir la Palabra de Jesús, pues la Iglesia no tiene más capital que esa palabra de libertad que escuchan y expanden para compartir la vida en común.
Desde ese compartir Palabra y Pan, la liturgia no es un rito separado de la vida, sino el gesto central de la misma, que nos lleva a superar la visión egoísta de las economía y del mercado.
En sentido estricto, aunque pueden ser uno o varios los celebrantes, los celebrantes son todos los cristianos que comulgan entre sí al comulgar a Cristo. Los cristianos, a diferencia de otras teorías, ofrecen la misma vida hecha palabra que engendra y educa, cura y acoge. Dar la palabra significa que se deja espacio al otro, para que todos seamos juntos.

La Iglesia, presente entre los excluidos, como red de comunidades.
La iglesia trabaja dentro del sistema económico actual, donde aparece la vida más amenazada, introduciéndose como Dios en la historia y expresar su amor gratuito en el amor que los hombres tienen y comparten. De esta manera , manifiesta la vida de Dios, que triunfa sobre la muerte en espera de la resurrección: “Jesús no fue un reformador de instituciones, ni quiso crear un orden nuevo de ritos. Desarrolló la creación , partiendo desde abajo, de los pobres y por eso fue asesinado por los representantes del sistema político-religioso…El tiempo de ciertas instituciones de tipo sagrado y de poder social , creadas posteriormente, se están acabando y desde la raíz del Evangelio , han de surgir nuevas comunidades que empalmen con la primera comunidad del siglo I después de Cristo” (Pg. 174). “El cambio ha comenzado y aunque no es de esperar que lo promueva la cúpula clerical, este cambio debe ser cristiano, evangélico, en el sentido más intenso de este término” (Pg. 176).

Se trata de abrir el Evangelio a todos los humanos, con superación de la institución actual, pero sin abandonar a cada uno a la improvisación y al grupo a la anarquía, sino vivir el encuentro de la Palabra y Pan con espacio y camino para todos.
Por tanto , ni jerarquía sin comunidad, ni comunidad sin jerarcas; ni cristianos sin institución ni cristianos con instituciones fuertes sin libertad; ni angelismo, ni improvisación , ni imposición jerárquica con sumisión de los fieles, ni pura anarquía.
Como en el principio, podemos compaginar la variedad de tendencias y grupos, que brotan del mensaje de Jesús y de su Pascua, en autonomía y comunión: “Las Iglesias se unieron como red de comunidades que se saben vinculadas por un mismo Jesús” (Pg. 10).

Sólo quedan fuera, los que pretenden ser única Iglesia.
La gran Iglesia sólo rechazó a ciertos grupos judeo-cristianos que intentaron cerrar el mensaje y vida de Jesús en unas estructuras legales de tipo nacional (sólo para ellos), negándose a recibir en su comunión de Cristo a los paganos. Sólo quedaron fuera de la Iglesía los que quieren ser única Iglesia: se expulsan a sí mismos, los que expulsan a otros porque piensan y comen de distinto modo. En la gran iglesia cristalizó la mutación evangélica, expresada en el pacto eucarístico de las diferentes iglesias, cada una con sus ministros y proyectos de Evangelio , pues la misma Pascua les llevaba a la unidad “carnal” de los creyentes , un camino que sigue abierto a todos (Cfr. Pg, 183).
La Eucaristía es un momento central de la vida, que vincula a los creyentes en torno a una mesa, en diálogo de afecto y palabra, por encima de diferencias ideológicas y sociales. Es comida y compromiso de entrega personal por los demás como Jesús, en gesto que se abre a todos los humanos.

La Eucaristía, Cena abierta a todos.
Sin dejar de profesar la Divinidad del Cristo y su presencia misteriosa en los creyentes, la Eucaristía invita a quienes quieran dialogar, por ser una Cena abierta a todos los que quieran participar en ella, situándose así en cualquier lugar del mundo, al servicio de la humanidad entera; es una comida que se comparte y disfruta entre todos.

“El principio universal de la “nueva evangelización” es que tengamos pan y vino, cereal y zumo para todos y que existan, de un modo especial, ámbitos de encuentro hechos de palabra fraterna y comunicación universal directa” (Pg. 189).
La comida compartida, propia de todos los hombres, queda como signo de comunión, hoy que andan tan divididos,para que puedan sentarse a la mesa de la realidad compartiendo un amor y una esperanza.
Ser y sentirse católicos supone hacerse universales, acogierndo los valores de otros, respetando sun identidad social y religiosa, sin querer convertirlos, ofreciéndoles aquello que la Iglesia más valora, la eucaristía.
La tradición cristiana sabe que el único Dios real es el Amor, revelado como don de sí. Por encima de la Ley, que enaltecece y desiguala, está el amor generoso, pues da gratuitamente lo que tiene. La idolatría del Capital nace de la envidia que nos enfrenta a unos con otros, máxima miseria que nos impide saber lo que es amor en gratuidad, centro del ministro cristiano del amor.

Sobre el principio del Amor, se asientan todos los ministerios.
Dios, que ha creado todo por amor, sin pedir nada a cambio, se ha hecho carne en nosotros, para continuar dándose gratuitamente. El Capital del amor no busca seguridades, ni ganancias, se entrega sin más seguridad que la respuesta de los amados. Sobre ese fondo del amor, se asientan todos los ministerios. El Pan compartido es el símbolo del regalo que de sí mismo hace cada uno a los demás, para que vivan, si competencia ni violencia agresiva. Cada vez más, surgen personas y grupos pequeños que se se sienten llamados a vivir el Amor-Pobreza de Dios, en un despliegue gratuito de la vida, colaborando a que la iglesia , como institución, deje de operar como un sistema que le procure riqueza y seguridad: “Tras siglos de historia, con brillantes concilios y leyes, organizaciones y doctrinas muy precisas, la Iglesia tiene que desandar ese camino, para situarse de nuevo ante el Dios de Jesús, en gesto de pobreza radical” (Pg, 199).

Las comunidades de la Iglesia deben renunciar a los métodos y formas del capital en todo lo que implica edificios, poderes legales, y ventajas económicas, sociales e ideológicas, rompiendo el sistema y regalando sus bienes a los pobres. Así caminará con los pobres, en generosidad de amor y podrá hablar en nombre de ellos y hacerse fermento y código de humanidad.
Abierta así, la Iglesia no tendría necesidad de buscar unos ministros separados de la vida.Desde ese fondo surgirán “vocaciones ministeriales” de servido evangélico. La Iglesia sólo es verdadera y rica en la medida en que se disuelve como institución en línea de sistema, en favor de los pobres.
Como comunión que es de personas, la Iglesia se alza frente al sistema capitalista con el Amor compartido, utopía de humanidad, anunciando como los primeros ministros el Evangelio, creando comunidades liberadas frente a los riesgos del capital.
De esta manera, la iglesia no necesitará buscar dinero para “pagar” a sus ministros (seminarios, sostenimiento,…) sino que, como comunidad de Jesús, actuando confiadamente tendrá personas dispuestas, voluntarias y delegadas de las comunidades al servicio del Evangelio.

El cristianismo sin huir de este mundo refugiándose en la interioridad, está dentro de la historia al servicio de la comunión personal de los hombres, gratuitamente, pues nada produce para vender. Su propósito es ser eficiente en clave de gratuidad.

Recrear y pensar la misión de la Iglesia.
Obviamente, la misión de la Iglesia no es comercial a modo de conquista o negocio, ni puede presentarse como a veces ha ocurrido, como empresa espiritual que produce bienes morales y los vende en el gran mercado del mundo: “El tiempo de la “empresa clerical” acabó y nuestra tarea es recrear y pensar la misión de la Iglesia , en línea evangélica, desde la libertad y comunión de Cristo… En esta línea, la crisis desde de los seminarios constituye una bendición pues nos sitúa ante la exigencia de potenciar el ministerio de un modo cristiano, no artificial, desde la vida misma de las comunidades” (Pgs. 206-207).

El mundo entero se ha convertido en una empresa productora ramificada en mil empresas menores, pero gobernadas por el mismo capital-mercado. La Iglesia en cambio es una Comunidad de comunidades caracterizada por su capacidad de ponerse al servicio de la comunión. Vive en ella la gratuidad creadora de Jesús , que ofrece una experienciza compartida de gratuidad personal.
Las empresas productoras son necesarias, pero fácilmente por su dinámica acaban mercantilizándode y pierden su identidad. La iglesia, que trabaja en términos de recibir, compartir y entregar la vida libremente, se presenta como portadora de los siguientes ministerios:
. Suscitadora de amor, en plena gratuidad, para bien de todos.. Promotora del “nacimiento ” humano en profundidad en sí mismo (bautismo) y en los demás (eucaristía).. Creadora de humanidad entre quienes están fuera del orden establecido (cojos, mancos, ciegos, pobres, expulsados, sobrantes…) haciéndoles capaces de ver y andar, de acogerse y darse unos a otros.
Estos ministerios pueden realizarse sin medios económicos, pues quienes los realizan cuentan con la vida misma, y contribuye a expandirla ente quienes carecen de ella.
“La misión de Evangelio de la Iglesia quiere abrir un camino de humanidad para todos sobre el mundo, en actitud de pura gracia, pues sólo la gracia es capaz de transformarlo todo” (Pg. 212).

“Frente a la globalización del sistema, que se impone por fuerza en el mundo, se abre así el amor de comunión gratuita para todos los humanos. Este amor no destruye los mecanismos del sistema en cuanto tales (mediaciones económicas, organismos políticos, reglas del mercado), pero quiere y puede convertirlos , poniéndolos al servicio de la gratuidad y comunión humana. En este contexto, apoyándonos en la gracia de Jesús, he presentado el sacerdocio y los ministerios de la Iglesia como experiencia y camino de encarnación y comunión pascual, sobre las normas del mercado, en esperanza de resurrección” (Pgs. 222-223).