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miércoles, 17 de septiembre de 2025

LA GUERRA COGNITIVA ESTÁ AQUÍ: ¿ESTÁS PREPARADO? 👥😵

 
LA  GUERRA  COGNITIVA:  
OPCIÓN   ESTRATÉGICA   EMERGENTE  
EN  LA  ZONA  GRIS   DE   LA  
COMPETICIÓN   GEOPOLÍTICA


1 INTRODUCCIÓN

La guerra cognitiva se define como un conjunto de actividades destinadas a influir, modificar o controlar percepciones, emociones, actitudes, comportamientos y procesos de toma de decisiones con el objetivo de alterar las capacidades cognitivas de individuos y grupos para alcanzar una posición de ventaja estratégica sobre los adversarios sin necesidad de recurrir al uso directo de la fuerza. Se fundamenta en el uso de las ciencias neurocognitivas y otros avances científicos y tecnológicos, como la nanotecnología, la biotecnología o la robótica, para manipular y perturbar la cognición humana, un componente fundamental en el actual entorno de seguridad internacional. 

Este artículo presenta la guerra cognitiva como una opción estratégica al servicio de los intereses de poder y seguridad de diferentes competidores globales en un escenario internacional definido por la transformación y la creciente rivalidad geopolítica

La naturaleza, siempre cambiante, que caracteriza la evolución de los diversos entornos de seguridad internacional, nos sitúa, ya entrada la segunda década del siglo XXI, en un momento de extrema complejidad, inestabilidad, conflictividad, incertidumbre e impredecibilidad. Vivimos en un acelerado y dinámico proceso de transformación global condicionado por la tensión y superposición de dos dinámicas contrapuestas: la globalización y la progresiva fragmentación del mundo global. Una dialéctica que alimenta este proceso de globalización fragmentada, donde las nuevas dinámicas de ruptura, cuestionamiento y relativización de estructuras y poderes hegemónicos por parte de actores estatales y no estatales con intereses enfrentados interactúan con las inercias de un orden global que todavía persiste, conformando un entorno de multipolaridad compleja e inestable, donde ningún polo de poder, con su bloque de actores asociado, dispone de las capacidades e instrumentos necesarios para imponerse de forma inapelable en la configuración y consolidación de las reglas del nuevo gran juego de competición geopolítica, en la intersección de dos procesos antagónicos. 

De un lado, la globalización, definida por la hiperconectividad, el desarrollo tecnológico y la interdependencia; pero también por las dinámicas transnacionales; los flujos masivos comerciales; la relevancia de las cadenas de suministro; la deslocalización empresarial; la libertad de movimientos de mercancías, trabajadores, capital y servicios; definida, en definitiva, por la configuración de una conciencia colectiva global. Un fenómeno multidimensional, generador de una conectografía2 fundamentada en una progresión tecnológica sin precedentes que, sin embargo, ha gestado su propia dinámica de desglobalización, caracterizada por la fragmentación política, la prevalencia de intereses nacionales excluyentes, el proteccionismo económico, la desinformación y otros desórdenes informativos, la polarización ideológica, así como la configuración de bloques multilaterales antagónicos, pero muy flexibles, que orbitan en torno a un determinado polo de poder, aunque sin renunciar al pragmatismo político que exige la ansiada búsqueda de la autonomía estratégica en defensa de intereses propios (y al servicio de ajenos) en un mundo en transición, altamente volátil, inestable y conflictivo. 

En definitiva, una tensión dicotómica estimulada por el paradigma del cambio3, que representa una acelerada revolución tecnológica en términos de impacto, alcance, versatilidad y velocidad, puesta al servicio de sofisticadas estrategias de manipulación e ingeniería social de las poblaciones, audiencias nacionales e internacionales, individuos y grupos, combatientes y no combatientes, con el objetivo de confundir, alterar, fragmentar, limitar, dirigir, en definitiva, influir en la capacidad de entendimiento del ser humano en un contexto en transformación y permanente competición global. 

Un objetivo estratégico recurrente, pero con inquietantes perspectivas en términos de impacto como consecuencia de la convergencia entre un acelerado proceso de digitalización, derivado de los avances sin precedentes en las tecnologías de la información y comunicación (TIC), y la progresión científico-tecnológica en los campos de las ciencias básicas y aplicadas. En el primer caso, para generar, sobre todo como consecuencia de la expansión de las redes sociales, un nuevo entorno de oportunidades en los flujos de información y comunicación, potenciando desórdenes informativos de alcance global como la desinformación4

Un fenómeno ya habitual, donde subyacen estrategias de subversión político-informativas; acciones FIMI (Foreign Information Manipulation Interference) o de interferencia extranjeras; operaciones de inteligencia encubiertas y orquestadas por los Estados con la colaboración de actores no estatales maliciosos; usos de trolls y chatbots, entre otras iniciativas, que operan como instrumentos de influencia y control en manos de actores estatales y no estatales en la consecución de objetivos político-militares orientados a debilitar, desestabilizar y, en último término, derrotar al adversario sin necesidad de combatir una guerra convencional en el espacio físico. 

De forma simultánea, los destacados avances tecnológicos en diversos campos científicos como la neurociencia, la psicología, la farmacología, la biología o la ingeniería han permitido profundizar en el conocimiento del cerebro humano y, por lo tanto, en los procesos vinculados con la percepción, la recepción, la selección y el procesamiento de la información. De hecho, las sinergias entre las ciencias cognitivas, las biológicas y las tecnológicas han impulsado el desarrollo de nuevas, sofisticadas y eficaces formas en el diseño y diseminación de narrativas que, junto con otros avances tecnológicos, han facilitado una mayor comprensión de las funciones cognitivas humanas, abriendo un horizonte de posibilidades en su interactuación con máquinas y algoritmos. 

Avances tecnológicos exponenciales que están modificando la forma en la que los actores internacionales, Estados y actores no estatales, ejercen su poder, proyectan su influencia y, en último término, conducen sus relaciones internacionales en entornos de seguridad cambiantes, inestables y hostiles. Escenarios, donde los límites entre la guerra y la paz, entre lo político y militar, entre lo táctico y lo estratégico, entre lo cinético y lo no cinético, entre lo interno y lo internacional, entre lo estatal y no estatal se tornan cada vez más difusos, desdibujados en la confusa y expansiva zona gris que ocupa los entornos de seguridad del siglo XXI. 

Y, es que, la morfología de los conflictos contemporáneos se sustenta sobre la base de un complejo paradigma de hibridación, donde las tácticas de subversión no cinéticas se combinan con acciones cinéticas de coerción-disuasión y proyección de fuerza desplegadas en los dominios tradicionales. 
Alternativas híbridas que permiten combatir al adversario con criterios de eficiencia y eficacia, simplemente controlando, no sólo lo que piensa en términos de suministro de contenidos y construcción de significados y narrativas; sino, y lo más importante, cómo piensa y actúa, lo que afecta a las funciones cognitivas de los individuos. 

2. Tecnologías emergentes, disruptivas y convergentes en la era de la información: la cognición humana como objetivo 
Así, la guerra cognitiva como concepto emergente surge en la era de la información, vinculada a la enorme progresión de las TIC. En una era de no paz/no guerra, definida por la confluencia de múltiples y complejos factores como la irrupción de las denominadas tecnologías disruptivas emergentes5 (EDT); la proliferación de amenazas y conflictos híbridos; o la participación de múltiples actores de naturaleza asimétrica con intereses cambiantes, dispuestos a confrontar en el escenario no cinético que brinda la mente humana, donde se encuentran las percepciones, las emociones o la memoria. Configurando, así, nuevos horizontes de competición gracias a las posibilidades que ofrecen los desarrollos vinculados con la inteligencia artificial, la biotecnología o la computación cuántica 6, tecnologías disruptivas con el potencial de transformar/revolucionar la conducción de los asuntos militares en los escenarios de un futuro cercano. 

Un planteamiento que sería abordado en un extenso informe, Converging Technologies for Human Performance7, impulsado por la National Science Foundation (NSF) de Estados Unidos, publicado en 2002 con el visto bueno del Departamento de Defensa (DoD), con el objetivo de promover un ambicioso proyecto de innovación científico-tecnológica de carácter multidisciplinar, conformado bajo el acrónimo NBIC 8 , y diseñado para aglutinar las aportaciones y avances tecnológicos experimentados en cuatro campos científicos diferenciados, pero convergentes: la Nanotecnología (nanorobot, nanosensores y otras nanoestructuras); Biotecnología (biogenoma, bioingeniería, neurofarmacología); las tecnologías de la Información (computación, microelectrónica); además de las tecnologías Cognitivas (ciencia cognitiva y neurotecnología, psicología). 

Partiendo de una perspectiva neurotecnológica9, las investigaciones y avances de las tecnologías convergentes NBIC, proyecto replicado posteriormente por distintos países y organizaciones intergubernamentales10, se centran en la experimentación y creación de técnicas y procedimientos altamente efectivos, como el perfeccionamiento de complejos sistemas híbridos humano-máquina, orientados a transformar y mejorar las capacidades sensoriales y cognitivas del ser humano, no solo en los campos de la medicina o la educación, sino en los ámbitos de la seguridad y la defensa de los Estados. 

Nos encontramos, pues, ante unas tecnologías altamente disruptivas en términos de alcance, versatilidad, aplicabilidad y potencial innovador, especialmente, en los escenarios de conflicto no cinéticos de carácter asimétrico, no plausibles y focalizados en estrategias de subversión. Una disrupción tecnológica que está impactando en la configuración de los entornos de seguridad y defensa, brindando a los competidores geopolíticos múltiples posibilidades de acción, algunas aún por explorar, en el ámbito de lo que se ya se ha comenzado a configurar como el sexto dominio11: la mente humana.
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1 Soledad Segoviano Monterrubio es Profesora de Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias de la Información en la Universidad Complutense de Madrid e investigadora en el Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI). E-mail: DOI
2 Blázquez Navarro, Irene: “Tecnología y geopolítica: sobre una teoría del cambio en las Relaciones Internacionales”, Economía y Geopolítica en un mundo en conflicto, Revista ICE, nº 935, (abril, mayo, junio2024), p. 136
3 Ibid., p. 135 
4 Aunque no existe un consenso generalizado en torno al concepto de desinformación, la Comisión Europea lo plantea como un tipo de información verificablemente falsa o engañosa que se crea, presenta y divulga con fines lucrativos o para engañar deliberadamente a la población y que puede causar un perjuicio público […] que comprende amenazas contra los procesos democráticos políticos y de elaboración de políticas, así como contra la protección de la salud, el medio ambiente o la seguridad de los ciudadanos de la UE, citado en: “Informe C: Desinformación en la era digital”, Oficina de Ciencia y Tecnología del Congreso de los Diputados (Oficina C) 2023, p.1. De acuerdo con este Informe, una de las clasificaciones más extendidas para abordar los denominados desórdenes informativos gira en torno a tres conceptos diferenciados: información errónea, definida como falsa, pero sin intención de provocar un perjuicio; información dañina, puede ser real o falsa, no siempre verificable, elaborada y compartida con la intención de causar un daño explícito; y, por último, desinformación, definida como información verificablemente falsa con la intención de provocar daño, en Ibid., p.3 
5 Una tecnología disruptiva es aquella que convierte en obsoleta una tecnología existente, alterando, desde la forma de operar hasta el propio tejido industrial, López Vicente, Patricia: “Tecnologías Disruptivas: Mirando el futuro Tecnológico”, Boletín de Observación Tecnológica en Defensa, nº 25 (2009), pp. 172-176; por su parte, las tecnologías emergentes se refieren al efecto de emerger con un escaso nivel de desarrollo, pero con importantes expectativas de futuro. Tienen potencial disruptivo si tienen la capacidad de promover cambios revolucionarios y desplazar tecnologías existentes, en: Riola Rodríguez, José María: “La dimensión tecnológica de la innovación disruptiva en el ámbito de defensa”, p. 22, en CESEDEN: Tecnologías disruptivas y sus efectos sobre la seguridad, mayo 2015  
6 La Agencia Europea de Defensa (AED) identifica seis tecnologías especialmente disruptivas: tecnologías basadas en la computación cuántica; inteligencia artificial (IA); robótica y sistemas de armas autónomos; análisis y procesamiento big data; sistemas de armas hipersónicas y tecnologías espaciales; junto con nuevos materiales avanzados. Por su parte, Estados Unidos incorpora las armas de energía dirigida y la biotecnología, veáse: “Emerging disruptive technologies in defense”, European Parliament 2022  
8 Claverie, Bernand and Du Cluzel, François: “Cognitive warfare: the advent of cognitics in the field of warfare”, Capítulo 2, p. 6, en Claverie, Bernad et, al. (2022): Cognitive warfare: the future of cognitive dominance, NATO Collaboration Support Office
9 Ibid.
10 Unos años más tarde, en 2006, salía a la luz un segundo informe Managing Nano-Bio-Info-Cogno Innovations: Converging Technologies in Society, donde se insistía en los importantes avances para la condición humana, derivados de la fusión de estas tecnologías convergentes. Ambos informes tendrían gran impacto, no solo en Estados Unidos y en la UE, sino en Japón, China, Canadá o España, donde se impulsarían importantes proyectos vinculados con las NBIC con enormes implicaciones sociales, económicas y empresariales.
11 En la actualidad, existe un importante debate entre los aliados de la OTAN sobre la conveniencia de considerar el cerebro humano y, por tanto, sus capacidades cognitivas y sensoriales, como un sexto dominio operativo en términos estratégicos-militares. La idea es generar debate para valorar si es preciso recomendar la identificación de la Mente Humana como el sexto dominio, en la medida que la cognición es crucial en el proceso de toma de decisiones políticas y clave en el comportamiento de individuos, grupos y organizaciones. Véase: Le Guyader, Hervé (2022): “Cognitive Domain: A Sixth Domain of Operations”, Capítulo 3, p.2, en Bernad et, al., op., cit.

Control y Dominio



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