HEARTLAND (1979):
CARTAS DE UNA GRANJERA PIONERA
En 1910 una viuda y su hija viajan a Wyoming para trabajar como ama de casa de un ranchero. Una vez instalada la mujer querrá adquirir un trozo de terreno para su cultivo, pero la buena fortuna no le acompañará en su cometido.
Hace más de cien años una joven viuda decide marcharse a colonizar las deshabitadas montañas de Wyoming con su hija pequeña. Partiendo de cero, aprende a realizar todas las tareas necesarias para vivir entre una naturaleza tan exuberante como implacable.
Cartas de una pionera narra en primera persona cómo Elinore Pruitt Stewart rompió convencionalismos sociales y tomó por completo las riendas de su vida. La autora, con una gran maestría y una espontaneidad feliz y llena de humor, le cuenta a su antigua empleadora,la señora Coney, su día a día en el rancho y un sinfín de aventuras con sus nuevos y entrañables vecinos. En un tiempo en el que la mujer sólo podía dedicarse al cuidado de su familia, Elinore Pruitt Stewart apostó por reinventarse y aprender a valerse por sí misma, en un entorno tan generoso como exigente. Las narraciones de las escapadas campestres que hace junto a su hija pequeña, en medio de nevadas, cuatreros y fogatas, llenarán del aire fresco de las montañas de Wyoming nuestro lugar de lectura irremediablemente. De la mano de esta mujer increíble aprenderemos a cazar, a plantar tomates verdes y a montar a Chub, el caballo más perezoso de todo Wyoming.
NOTA DEL EDITOR DE 1914
La autora de las siguientes cartas es una mujer joven que perdió a su
marido en un accidente ferroviario y fue a Denver en busca de sustento para
ella y para su hija de dos años, Jerrine. Primero se puso a trabajar como
limpiadora doméstica y lavandera. Más tarde, por ese afán suyo de mejorar en
la vida, aceptó una oferta de ama de llaves en casa de un adinerado ganadero
escocés, el señor Stewart, quien se había hecho con una cuarta parte del
territorio de Wyoming.
Las cartas, escritas en el transcurso de varios años, cuentan la historia de
su nueva vida en una región nueva para ella. Se trata de cartas auténticas,
transcritas tal y como fueron escritas, a excepción de alguna omisión
ocasional y algún que otro cambio de nombre.
HOUGHTON MIFFLIN CO.
INTRODUCCIÓN
Si bien podríamos decir que toda obra artística es hija de su tiempo, el
contexto histórico, social y económico cobra una importancia capital en
títulos como el que aquí nos trae. Las Cartas de una pionera se comenzaron a
publicar en octubre de 1913 en la Atlantic Monthly, la revista literaria por
excelencia del Boston liberal y vanguardista. Las primeras entregas
supusieron ya un enorme éxito de crítica y público. Tanto, que en 1914 la
Houghton Mifflin Company reunió todas las cartas y las publicó en un solo
volumen. Una joven y desconocida escritora narraba su nueva vida como
colona en el oeste de los Estados Unidos, tierra aún con resonancias exóticas
y salvajes para los urbanitas de Nueva Inglaterra.
Estamos en los primeros años del siglo XX. Los Estados Unidos son el
nuevo aspirante a potencia mundial; se han impuesto a España en la guerra de
Cuba y necesitan nuevas fuentes de riqueza para seguir expandiéndose.
El
primer paso para ello es acabar de poblar el enorme territorio arrebatado a la
corona británica tras la guerra de independencia. Los nativos americanos ya
no suponen un problema: pocos años antes de la victoria en Cuba, el gobierno
estadounidense ha conseguido doblegar a los últimos indios rebeldes y los ha
obligado a trasladarse a las reservas habilitadas para reubicarlos.
La vía está libre para que en 1862 se apruebe la norma que regula la
colonización de las vastas tierras del oeste de Estados Unidos, la
Homesteading Act.
A cada persona que lo solicitase se le cedían 160 acres
(casi 650.000 m²) por 15,5 dólares inicialmente, a condición de que
construyera allí una casa y la empleara como vivienda habitual durante al
menos cinco años. Si el solicitante era una mujer, se le requería que fuera
mayor de 21 años, soltera, viuda, divorciada o cabeza de familia.
La aventura de la colonización se hacía atractiva a los ojos de los trabajadores de la costa este. Fueron muchos y muchas los solicitantes de
tierras en los estados menos poblados de norteamérica.
El perfil medio es el
de un asalariado que prefiere probar fortuna en la arriesgada empresa de
colonización a seguir pasando penurias con las sangrantes condiciones laborales que se le ofrecen en el este. Se habla de la colonización como
válvula de seguridad ante posibles conflictos sociales y económicos. Pero lo
cierto es que la clase trabajadora de Nueva York o Boston no tenía ni los
conocimientos ni el dinero como para triunfar fácilmente en su nueva vida de
pioneros. De modo que muchos de los que lo intentaron, acabaron trabajando
para otros en los sembrados y ganaderías del oeste.
La mayoría de quienes sí
triunfaron en su propósito de convertirse en hacendados compaginaban las
duras labores agrícolas con otros oficios que solían representar su primera
fuente de ingresos.
De entre los muchos testimonios que nos quedaron de este proceso de
colonización tardío, sobresale uno en particular: el de Elinore Pruitt Stewart.
Viuda, con una hija pequeña y asqueada de su penosa vida en Denver, Elinore
decide irse a las frías tierras de Wyoming para comenzar una nueva vida,
primero como gobernanta en la casa de un acaudalado ranchero, y luego como
hacendada ella misma.
Elinore está dotada de un innato talento para construir
narraciones a pesar de apenas haber cursado estudios elementales.
Conocemos al detalle las evoluciones de su lucha por la supervivencia a
través de las cartas que periódicamente enviaba a una antigua patrona suya, la
señora Juliet Coney, de Denver, Colorado. Y es por esas geniales cartas por
las que ha trascendido en el tiempo y por las que cien años después será leída
por primera vez en castellano.
Elinore Pruitt Stewart destaca sobre todo por su carácter y por su ironía.
Las difíciles circunstancias que ha vivido a lo largo de sus treinta años no le
han restado capacidad para afrontar con decisión lo que se le ponga por
delante, y para contarlo con gracia e ingenio. Nacida en plena reserva india de
Oklahoma, quedó huérfana a muy temprana edad, de modo que tuvo que
asumir la educación y el cuidado de sus ocho hermanos pequeños, como nos
cuenta ella misma en sus cartas. A los catorce años ella y otros cinco
hermanos comienzan a trabajar para el ferrocarril, principal motor de la
economía del momento. Aprenden a cocinar, a llevar todo tipo de maquinaria y a valerse por sí mismos.
Elinore se casa muy joven con un viudo bastantes años mayor que ella y,
aunque en sus cartas afirma que su marido murió en un accidente ferroviario,
lo cierto es que hay indicios que nos llevan a pensar que en realidad se habían
divorciado anteriormente. Posteriormente, Elinore se traslada al medio oeste y
consigue trabajo como enfermera primero y como lavandera después. Con
treinta y tres años y una hija de dos, responde a la oferta de trabajo de un
ranchero escocés residente en la frontera entre Wyoming y Utah, y se convierte en la gobernanta de la casa del señor Stewart, que así se llama su
nuevo patrón. Pero la historia de Elinore es la de una mujer insumisa, no
nacida para las ataduras. A pesar de las loas al matrimonio y a la vida en
pareja que menudean en sus cartas, predomina en ella un espíritu
inconformista y rebelde que la lleva a perseguir el mito de la vida en la
frontera:
Lo único que quería era andar por ahí descalza y libre y ver la vida como la ven los gitanos. Había pensado ir a ver las viviendas de los moradores de los barrancos; quedarme allí mismo hasta poder imbuirme del alma del entorno y así revivir sus andanzas, aunque solo fuera con la imaginación. También tenía planeado ir a visitar las viejas misiones e ir a Alaska; ir a cazar a Canadá. Incluso soñé con Honolulú. La vida se me antojaba un largo y feliz paseo.
Uno de los conflictos que afronta la protagonista de estas cartas es la
poligamia que siguen ejerciendo de manera disimulada sus vecinos mormones
de Utah, a los que busca para conocer más en profundidad y fustigar sin
piedad. Y es que Elinore es una mujer que no se somete al papel que de ella
se esperaba hace un siglo. Tiene bien claro que quiere valerse por sí misma, y
que aspira a ganarse el respeto del género masculino con su capacidad de
trabajo y adaptación al medio. Es por eso que se habla de Elinore Pruitt
Stewart como de una protofeminista, a pesar de que no tenga consciencia de
ello, ni de que, obviamente, alce la bandera de la emancipación femenina.
Pero sí tiene claro que es preferible trabajar para una misma en la durísima
vida de las montañas de Wyoming, que sufrir los salarios de hambre que
ofrecen las ciudades norteamericanas.
Es por eso que las aventuras de Elinore
tuvieron y siguen teniendo tantísimo éxito entre la sociedad estadounidense.
El espíritu de superación e independencia de nuestra heroína enlazaba con los
valores de individualismo del americano hecho a sí mismo; el Atlantic
Monthly era leído en buena parte por mujeres acomodadas de clase media y
alta, que vibraban con el espíritu aventurero de su par en el salvaje oeste, un
retrato rústico y encantador de la vida en la frontera; incluso la defensa del
entorno puro y saludable de la naturaleza de Wyoming encajaba a la
perfección con el resurgir que tuvo el movimiento de vuelta al campo a
principios del siglo XX.
De hecho, entre 1898 y 1917 se colonizó más tierra
que en las tres décadas anteriores.
Pero en las cartas de Elinore Pruitt Stewart encontramos mucho más que
costumbrismo y defensa de los valores tradicionales. Nos hayamos frente a
una persona con escasa formación académica que ha desarrollado su innata
capacidad narrativa de una manera formidable, a partir únicamente de su
bagaje como lectora. Son continuas las referencias literarias que hace la Stewart en su epistolario, clásicos norteamericanos y anglosajones, sobre
todo. Sus descripciones de la exuberante naturaleza del medio oeste nos
envuelven y trasladan a las áridas planicies de Utah, a la frondosidad de los
bosques de Wyoming, a la inmensidad del medio ambiente frente al
insignificante ser humano:
Al rato dejamos atrás el Valle de Henry Fork; pequeños y prósperos ranchos salteaban la vista, el grano crujía con gusto mientras maduraba a la luz cálida de la mañana, y los campos de alfalfa recién segada se distinguían como manchas brillantes en medio del paisaje pardusco. Los álamos temblones comenzaban a tornarse amarillos; por todas partes se extendían espectaculares mantos de áster morado, menos donde crecían matas de chamisa, ondeando sus dorados plumeros. Y planeando por encima de todo, un cielo de azul intenso, con alguna que otra nubecilla liviana y blanca vagando perezosa. Cada brisa traía perfumes de cedro, pino y salvia.
Y también:
¡En mi vida había visto semejante nevada! La nieve había empujado las ramas hacia abajo, de ahí el coscorrón que me di en la cabeza. Nuestra fogata seguía ardiendo con alegría y el calor impedía que entrara la nieve. Salí gateando y aticé el fuego; luego, como apenas eran las cinco, volví a la cama. Aquí estaba yo, a treinta o cuarenta millas de casa, en unas montañas que no pisaba nadie en invierno y donde sabía que la nieve podía alcanzar los diez o quince pies de altura. Como no servía de nada abatirse, me levanté y preparé el desayuno, mientras Baby se ponía los zapatos. Comimos ardillas y más patatas asadas y yo me tomé un café negro delicioso.
Uno no puede más que dejarse llevar por las sensaciones que transmite
nuestra protagonista, envolverse en pieles y mantas y deslizarse junto a ella en
el trineo tirado por caballos sobre el suelo cubierto de nieve. Y nos
encontramos también frente a una gran psicóloga, capaz de examinar el
interior de cada persona y de actuar en consonancia con lo que de ella se
espera. O de apretar la tecla precisa para conseguir de su nuevo marido
aquello que necesita o que le gustaría hacer. Nos lo cuenta además con un
estilo narrativo tremendamente ingenioso, irónico, atractivo.
Es la escritura de
una sureña que expresa con sarcástica resignación el choque cultural con sus
nuevos vecinos (incapaces de «comprender», por ejemplo, el «cariño» racista
que sienten los del sur hacia los negros). Porque el vecindario de Burnt Fork
es como una pequeña y sorprendente torre de Babel. Ahí están el insufrible
gaitero Stewart (que más tarde se convertirá en su marido) y el entrañable
eremita sureño Zebulon Pike, con sus «bichos» y su shakespeariana historia
de amor.
Están también las mellizas Sedalia y Regalia, y la prusiana señora
Louderer, «con su grasa de ganso, su pan y sus deliciosos kuchens». Y por
supuesto, Cora Belle y la eficiente señora O’Shaughnessy, maestra costurera
y de «naricilla tan respingona que parece estar siempre olfateando las estrellas». Con todos ellos, Elinore acabará trabando una sincera amistad y
vivirá numerosas y disparatadas aventuras en medio de las montañas azules
de Wyoming.
Las cartas de Elinore son el triunfo de la mujer que lleva dentro el cambio
social. Si bien acepta el matrimonio como recurso de apoyo mutuo, Elinore es
un espíritu libre que no se someterá jamás al papel que en sus tiempos se
reservaban a la mujer, no se resigna a llevar una vida abnegada como madre
de familia, dependiente de su marido y consagrada al cuidado de sus niños:
Cuando usted me vuelva a ver se pensará que no me caben más condecoraciones en el pecho, pero es que dicen de mí que soy casi tan sensata como un hombre, y ese es un honor al que nunca había aspirado, ni en mis sueños más alocados.
Ese carácter positivo, alegre, optimista, hacen de sus cartas una obra
apasionante y divertida, y un buen ejemplo de solidaridad y preocupación por
el prójimo. Porque a pesar de los intereses del editor en destacar el triunfo del
espíritu emprendedor e individualista, lo que nos narra Elinore es la victoria
de la cooperación.
En estas cartas el mito del pionero solitario, que se impone
a las adversidades con su solo esfuerzo, se tambalea. Elinore echa mano de las
familias vecinas cuando necesita ayuda, y los vecinos saben que pueden
contar con ella para lo que haga falta. Con las inmensas distancias existentes
y los retos que implica el clima extremo de Wyoming, la hospitalidad es
obligada, y todos abren sus puertas y disponen la cena para cualquier
forastero, sin importar quién sea o de dónde venga.
Y es la conjunción de todos estos factores lo que hace de la lectura de
Cartas de una pionera una experiencia deliciosa.
Cien años llevan las
aventuras de esta alocada madre soltera encandilando a lectores de todo el
planeta. No necesitamos más que bajar la luz, abrir la ventana, y comenzar a
respirar el aire puro de las montañas nevadas del oeste norteamericano.
LAURA SANDOVAL,
marzo de 2013
Heartland es una película estadounidense de 1979, dirigida por Richard Pearce, protagonizada por Rip Torn y Conchata Ferrell. La película es una cruda descripción de la vida rural en el Oeste americano. Está basada en las memorias de Elinore Pruitt Stewart, tituladas "Cartas de una mujer granjera pionera" (1914).
En 1980, la película fue presentada como un "tesoro enterrado" (una película que recibió poca atención durante su presentación inicial) por los críticos de cine Roger Ebert y Gene Siskel, calificando la película como una de las mejores películas de 1981. En el mismo año, la película compartió el premio Oso de Oro a la Mejor Película en el 30º Festival Internacional de Cine de Berlín, y un año más tarde estuvo entre las Diez Mejores Películas del National Board of Review junto a pesos pesados del cine como la ganadora del Premio de la Academia a la Mejor Película Carros de fuego y el éxito de taquilla de Steven Spielberg Indiana Jones y los cazadores del arca perdida.
Las críticas sobre Heartland (1979) son abrumadoramente positivas, elogiando su realismo auténtico y la actuación extraordinaria de Conchata Ferrell. Los críticos destacan la habilidad del director para capturar la dureza y la vida cotidiana de la frontera de una manera honesta, así como la fotografía impactante y la representación de mujeres pioneras fuertes.
La película se basa en las cartas de la pionera real Elinore Pruitt Stewart, lo que le otorga una base de hechos que añade profundidad y autenticidad a la historia.
La película se aleja de las representaciones glorificadas de la frontera, ofreciendo un retrato crudo y honesto de las dificultades de la vida de los colonos.
Actuaciones destacadas: Conchata Ferrell y Rip Torn reciben elogios por sus interpretaciones naturales y convincentes, que hacen que los personajes se sientan como personas reales.
Representación de mujeres fuertes: A diferencia de otros westerns, Heartland se centra en la tenacidad y el espíritu de las mujeres en la frontera, ofreciendo una visión más compleja y auténtica de su papel.
Fotografía: La cinematografía es elogiada por su belleza y por capturar el paisaje de la frontera de una manera que hace que la naturaleza sea casi un personaje más en la película.
Adaptación de hechos reales: La película se basa en las cartas de Elinore Pruitt Stewart, una mujer real que se mudó a Wyoming a principios del siglo XX, lo que aporta credibilidad a la narrativa.
ELVIS PRESLEY - In the garden ( con subtítulos en español ) BEST SOUND
Vengo solo al jardín,
Mientras el rocío está aún sobre las rosas;
Y la voz que oigo, cayendo sobre mi oído,
Me revela al Hijo de Dios.
Estribillo: Y Él camina conmigo, y Él habla conmigo,
y Él me dice que soy Suyo,
y la alegría que compartimos mientras permanecemos allí,
ningún otro la ha conocido jamás.
Él habla, y el sonido de su voz
es tan dulce que los pájaros callan su canto;
y la melodía que Él me dio
resuena dentro de mi corazón.
Me gustaría quedarme en el jardín con Él
, Aunque la noche caiga a mi alrededor;
Pero Él me pide ir; A través de la voz de la aflicción,
Su voz me llama.
What a Friend We Have in Jesus - George Lewis
Qué amigo tenemos en Jesús
What a Friend We Have In Jesus
Qué amigo tenemos en Jesús
What a friend we have in Jesus
¡Todos nuestros pecados y dolor tienen que soportar!
All our sins and grief’s to bear!
Qué privilegio llevar
What a privilege to carry
¡Todo a Dios en oración!
Everything to God in prayer!
Oh, qué paz perdemos a menudo
Oh, what peace we often forfeit,
Oh, qué dolor innecesario soportamos
Oh what needless pain we bear,
Todo porque no llevamos
All because we do not carry
¡Todo a Dios en oración!
Everything to God in prayer!
¿Tenemos pruebas y tentaciones?
Have we trials and temptations?
¿Hay problemas en algún lugar?
Is there trouble anywhere?
Nunca debemos desanimarnos
We should never be discouraged
Llévenselo al Señor en oración
Take it to the lord in prayer
¿Podemos encontrar un amigo tan fiel?
Can we find a friend so faithful
¿Quién compartirán todas nuestras penas?
Who will all our sorrows share?
Jesús conoce todas nuestras debilidades
Jesus knows our every weakness;
Llévenselo al Señor en oración
Take it to the lord in prayer
Encontré un amigo, encontré un amigo
Found a friend, I found a friend
Encontré un amigo, encontré un amigo
Found a friend, I found a friend
Tienes el tipo de amor no te defraudará
Got the kind of love won’t let you down
Nunca voy a encontrar un sonido más dulce
I’m never gonna find a sweeter sound
Encontré un amigo, encontré un amigo
Found a friend, I found a friend
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