CARTAS AL DIRECTOR
"CORUÑICIDIO" *
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Lanzo un S.O.S. a la conciencia de los coruñeses para que frenemos esta destrucción del alma y de la esencia de nuestra amada ciudad. Están apagando nuestra Coruña, La Coruña de nuestros antepasados y de nuestros hijos.
Se acuerdan de la campaña de hace años: "LA CORUÑA DESPEGA" de Paco Vázquez. Más bien, la realidad ha resultado ser la contraria: "LA CORUÑA COLISIONA"; y con la complacencia de la oposición oligárquica.
Desde el proyecto psoista urbanístico del catalanista SALVADOR RUEDA, peatonalizando cada vez más toda la ciudad de La Coruña. Quieren que la gente entre a la ciudad en bus o en taxi. Exeptuando a los caciques en sus coches con chofer.
El Carrilbus y el plan clonizador uniforme de IN-MOVILIDAD cerrado, ideado en las manzanas de MANHATTAN New YORK. Puesto que hay más centros comerciales que en Valencia o en Sevilla. Han dejado a las multinacionales saquear el dinero de los coruñeses para fuera, dejando sin circulante a la ciudad. Esto no pasa en Navarra ni en el pueblo vasco.
Aquí no hay metro ni conexiones de bus en el extrarradio o con la mancomunidad de municipios. Estos deberían ir a la cárcel.
Ya a finales de los 80, el Sr. Pedro Arias Veira hizo un profesional estudio socioeconómico sobre el exceso de implantación de suelo destinado a grandes superficies comerciales por habitante, profetizando las terribles consecuencias que esto tendría para la economía de La Coruña y de los coruñeses. Pero por desgracia para los coruñeses, los políticos no son precavidos (o lo hacen a propósito) ni cuentan con los profesionales sociales. Ellos no piensan en la ciudadanía ni en su futuro. No tienen visión ni misión social para el pueblo.
Esto ya pasó hace treinta años en el centro de París. Los comercios empezaron a desaparecer en el centro, calles oscuras, se fue llenando de vándalos, convirtiendo el gran centro en peligroso haciendo decaer las propiedades de las viviendas y de la zona llenándose de okupas. Para que después vengan las grandes firmas para volver al centro después de haber liquidado a la competencia y bajar los precios de la zona como pasó en la zona de la plaza de Lugo y en la misma plaza, retrasando la obra para que cerraran los comerciantes y así venir ellos como Zara, etc. Y eso que fue una donación de Don Eusebio Da Guarda para los trabajadores de la mar y de la tierra. Ni la plaza sigue llevando su nombre. Una vergüenza.
Y, además, quisieron suplantar al centro con la OPERACIÓN MARINEDA. construyendo miles de viviendas y así, crear la nueva Coruña: MARINEDA. Pero, la crisis de la burbuja urbanística desinfló el complot de destruirnos como ciudad.
Marineda no está ahí, ni estará. Marineda está aquí en el centro, pese al que le pese. Aquí están nuestros vitrales de la marina, nuestro puerto, nuestro patrimonio, nuestra belleza autóctona y coruñesa. No somos ni "city", ni estupideces...
NOSOTROS SOMOS MARINEDA. Nosotros sí estamos cerca de ti. Y nosotros sí somos de Galicia y trabajamos por Galicia y para Galicia. Nosotros somos la excelencia de lo nuestro. VIVIMOS para Galicia.
Como consecuencia de una política autocrática y personalista sin la participación de la ciudadanía. Que ha convertido una ciudad clónica y mcdonalizada. Acabando con lo propio y autóctono de lo gallego y coruñés. Han traído arquitectos y urbanistas foráneos, teniendo una autóctona universidad y teniendo una arquitectura con estilo propio como nuestras cristaleras de la marina, nuestros bellos pombales, etc. En lo peculiar y en lo propio está la diferencia y la atracción turística para conocer una ciudad.
Han acabado con una Coruña que era abierta y acogedora con los que nos visitaban o que venían de afuera de nuestra ciudad, a una ciudad cerrada y asfixiada con el plan de PEATONALIZACIÓN INTEGRAL EN UNA CIUDAD ABANDONADA Y SIN OPCIONES. Se escucha cada vez más que la gente no quiere entrar en La Coruña porque son todos impedimentos y costes de estacionamiento y te castigan con represivas multas. Ya lo había dicho Paco Vázquez, QUE IBA A SER UN LUJO (DE CARÍSIMO) VIVIR EN LA CIUDAD. Eso sí, donde viven los coruñicidas, en la zona del parrote, la han cerrado al tráfico para que no le hagan ruído. Este caciquismo ha sido de lo peor que ha pasado en España. Pura casta más avasalladora que nunca. Puro feudalismo partidocrático de m....
La ciudad no tiene prestigio, ni futuro. Es puro CORUÑICIDIO. Y nosotros mismos hemos elegido a sus criminales.
La Coruña, ciudad en la que todos somos forasteros rechazados, exceptuado a su oligarquía...
* "CORUÑICIDIO": ES EL URBICIDIO DE LA CORUÑA
VER+:
Extraño resulta encontrar denuncias parecidas en las publicaciones contemporáneas y menos en un periódico main-stream. Cuando ello sucede corresponde saludarlo calurosamente.
Es como si, en torno a los años 30 del pasado siglo, al colocar la contención de costes por encima de cualquier otra consideración, allanando así el camino para el triunfo del hormigón, poco a poco hubiéramos dejado de prestar atención a esta dimensión esencial del ordenamiento del mundo que es la belleza en la arquitectura y el urbanismo. Cualquier exigencia estética fue entonces desapareciendo de los pliegos de condiciones presentados por contratistas públicos y privados y, lo que es peor, desapareció de la mente de los responsables de la toma de decisiones y de los arquitectos. Tres cuartos de siglo después de este revolución estética, nos hemos acostumbrado tanto a hacer de la funcionalidad el alfa y el omega de lo nuevo que el arquitecto que se atreviera a labrar detalles encaminados a embellecer la obra no sabría probablemente cómo justificar lo que se consideraría como una manía carente de sentido.
Sean cuales sean las causas, éstas se produjeron en el peor momento posible, cuando, espoleada por el fuerte crecimiento económico y demográfico, la necesidad de construcción era mayor que nunca.
Esta pérdida de atención por la belleza ha llevado a un deterioro gradual pero masivo de nuestro entorno vital, con graves consecuencias para el bienestar y el “bien-ser” (digámoslo así) de la población.
La intuición de que la belleza del entorno, en igualdad de condiciones, contribuye a la dicha de los hombres es algo que lo confirman los estudios realizados sobre el tema. A nivel colectivo, la belleza cotidiana de un entorno vital también produce efectos positivos, mientras que la fealdad, por el contrario, tiene consecuencias negativas sobre los vínculos sociales. Cuanto más encantador y acogedor sea un entorno, de forma que anime a la gente a pasear y a utilizar el espacio público, tanto más tenderán sus habitantes a apropiárselo colectivamente y a cuidarlo. Por el contrario, la fealdad funcional y sin alma sólo genera lugares de tránsito y barrios dormitorio, donde la gente se limita a pasar el tiempo mínimo necesario.
Resulta tan extraño encontrar denuncias parecidas en publicaciones contemporáneas que no podemos sino saludar este clarividente texto. Consideraciones curiosamente muy parecidas, pero escritas desde una óptica distinta, aparecen también en la novela de Javier R. Portella, El deber de lo bello, recientemente publicada. Se trata en este caso de un rápido fogonazo que, en medio de un diálogo, dice así:
La fealdad, en cambio… No la llaman así, claro que no; pero hay que ver cómo les encanta a quienes difunden lo feo, promueven lo ramplón, expanden lo vulgar, lo espantoso incluso. ¡Oh, qué bien, pero qué bonito que ha quedado!, dicen, y hasta lo piensan cuando inauguran cualquiera de los incontables adefesios urbanos. Y quienes no inauguran ni crean nada, quienes sólo se topan, pero cada día, con la fealdad que les rodea, quienes en el mejor de los casos no hacen más que vivir entre lo anodino y vulgar, éstos se limitan a callarse y encogerse de hombros sin darse cuenta siquiera de lo que en torno a ellos está desplegado.
Y esto sucede, en un grado u otro, con todo el mundo: con los ricos y los pobres, con los cultos y los incultos, con los de arriba y los de abajo. Y, si no, mira a los pobres, medio pobres o precarios de nuestros días, míralos y toma a cualquiera de los pobres de otros tiempos, toma incluso aquél de Calderón que tan pobre y mísero estaba que sólo se sustentaba de las hierbas que cogía; tómalo y dile a cualquiera de aquellos pobres de antaño que, en lugar de acudir a los templos griegos (y todos acudían), en lugar de apiñarse (y todos se apiñaban) en los foros y circos romanos, en lugar de agolparse (y todos se agolpaban) en las catedrales y plazas medievales, en lugar de orar en las iglesias y de andar por las calles renacentistas y barrocas (y todos oraban y andaban), diles que en lugar de eso vayan y entren…, no, si hasta me da vergüenza decírselo, en cualquiera de las iglesias con pinta de depósito industrial de nuestros días, diles que vayan e intenten orar en ellas, que anden y se paseen por la marabunta de coches de nuestras autopistas urbanas, que penetren en nuestros polideportivos, que compren en nuestros supermercados, que se alojen y vivan (¡oh, claro que el confort, claro que las comodidades les fascinarían, y cómo y con cuánta razón!) en las colmenas de hormigón armado que se alinean, macilentas y tristes, en cualquiera de los barrios periféricos o centrales de cualquier monstruo urbano de cualquier país del mundo. Ve, anda y diles a los pobres de aquellos tiempos que hagan tales cosas, que entren y se paseen por ahí, que vivan por ahí, oren o dejen, mejor dicho, de orar por ahí. ¡Ni uno solo lo haría!
—¿Estás seguro de que no lo harían? —objetó su amigo Álvaro—. No sé, no sé… Son tan tentadoras, tan admirables (tú mismo lo decías) nuestras comodidades, nuestros conocimientos, nuestras condiciones sanitarias.
—No sólo son tentadoras y admirables. En cierto sentido, hasta son fascinantes. Piensa, por ejemplo, en la fascinación que embargó a los futuristas. Y eso, ¿ves?, eso es precisamente lo que me desespera, lo que me descalabra: el que tengamos todo lo que tenemos… y carezcamos de lo más importante. Porque, vamos a ver, ¿de qué nos sirve gozar de tan espléndidas condiciones de vida si hemos perdido la belleza, si se nos ha roto el espíritu, si se nos ha apagado el fuego de lo sagrado? ¿De qué sirve, si nos moriremos sin dejar nada que nos recuerde, nada grande, nada noble, nada bello?
PEATONALIZACIÓN TOTALIZADORA:
CIUDAD FANTASMA CEMENTERIO
SOMOS EXTREMISTAS:
MOTORIZAMOS TODO O PEATONALIZAMOS TODO
Una cosa es el abuso del vehículo privado y otra muy diferente es convertir los centros históricos en parques temáticos, lugares aculturizados, y cada vez más despersonalizados, escaparates de cara a la galería, porque habría que preguntarse:
¿Peatonalizados para quién? ¿Para las grandes firmas comerciales y hoteleras? ¿Para ocupar el espacio público con multitud de veladores?
Como ha pasado con nuestra Plaza de Lugo, una obra realizada filantrópicamente, gracias nuestro benefactor Don Eusebio da Guarda.
Por eso creo que hay que andarse con cuidado con la peatonalización indiscriminada. Porque precisamente, los grandes crecimientos urbanísticos y la dispersión de los servicios son factores importantes para la muerte de una ciudad determinada.
No sé si a alguien más le pasa, pero yo empiezo a odiar la “calle peatonal”. Esa calle “de compras” en la que, da igual en Copenhague que en Estambul, uno siempre encuentra la misma tienda de ropa, la misma hamburguesería, tienda de bombones o de jabones perfumados. La misma multitud, homogéneamente variada, haciendo “shopping” o turismo, dejándose llevar por la seductora textura del pavimento que remite a lo histórico y lo monumental, lo perteneciente a una época anterior al coche y al asfalto. Pero no es más que un fraude, un centro comercial disfrazado de ciudad, o más bien de pueblo: CIUDADES CLÓNICAS SIN IDENTIDAD NI PECULIARIDAD.
Tiene que venir un catalán para hacer una nueva Coruña. Esto es peligroso. Todo una ciudad histórica y gallega y coruñesa. Pero qué es esta estupidez? Estos catalanes quieren catalanizar a España. Pero qué pasa con nuestros intelectuales y arquitectos gallegos y coruñeses. No tienen que decir nada al respecto. Esto no les es vinculante e interpelante. Dónde están nuestros pombales y nuestra típica visión arquitectónica gallega. Nuestros GALERÍAS de La MARINA SON NUESTRO SELLO DE IDENTIDAD CORUÑESA. Aquí mismo tenemos una universidad coruñesa de arquitectura. Esto tiene que estudiarse y debatirse. Nosotros somos los que vivimos aquí.
Yo me quedo con la ciudad “ciudad”, con coches pero sin rotondas, con bicicletas pero sin carril bici, con peatones pero sin “la calle peatonal”. Somos una ciudad de servicios. Y para que haya "servicios" tiene que haber diversidad y accesibilidad de medios, de movilidades: reparto, suministros, etc.
Creo en una calle que lo permita todo y a la vez, nada se dé por hecho. Sin monopolios ni intereses mercantilistas ni plutocráticos. Que casualidad, que dicha peatonalización beneficie a los gestores de cuatro aparcamientos subterráneos con más de dos mil plazas (COMAR y COPASA).
Una avenida que durante la semana soporta un tráfico intenso se puede convertir en mercado en Manhattan o en el Pijp de Amsterdam. Son espacios flexibles. La bicicleta es un vehículo versátil que no necesita de carriles exclusivos de ida y vuelta. El ciudadano de a pie atento, está suficientemente capacitado para cruzar la calle por cualquier sitio cuando no vienen coches.
Creo que las calles, son cómo válvulas en una ciudad, a la que sirven bajo determinadas circunstancias para determinados fines, en determinado momento. Es decir: creo que el área de circulación vehicular, (calles), debe ser un espacio dinámico...
Los reglamentos generalizados en estos casos no funcionan, cada ciudad, cada calle, cada manzana, tiene sus propias necesidades, tensiones, focos de atención y “funciones”, dentro de un organismo mayor que es la ciudad. El punto está en la identificación de estas características y la planificación específica y conectada con distintas calles…evaluaciones periódicas y reajustes. La calle debe ser así, centro de atención continua y no presa de un reglamento “de moda”, que lo único que busca es salir del paso a ciertos requerimientos de moda, pero que sin embargo, no reconocen la vitalidad de un espacio público único y palpitante.
Creo que con este afán que nos invade por poner un sitio para cada cosa acabaremos consiguiendo que uno pueda pasear mirando a las batuecas sin el menor peligro de ser arrollado por una bicicleta, pero puede que en ese momento, y sin darnos cuenta, hayamos acabado con la ciudad: CORUÑICIDIO.
LA HISTORIA DE LOS AUTÓNOMOS
UN CUENTO QUE NO ES CUENTO
En una pequeña ciudad próspera de doscientos cuarenta mil habitantes que vivían del puerto y sus calles llenas de comercio propio o autóctono, iluminando sus calles y dando su servicio personalizado y confiable. Todos se conocían y se ayudaban:
El panadero le compraba al carnicero y viceversa; el peluquero le consumía al del bar y este compraba en la tienda de ultramarinos y así todos los vecinos de la ciudad. Y TODOS CONTENTOS ¡CALIDAD DE VIDA Y DE CIUDAD!
Hasta que llegaron unos centros comerciales del extranjero y todos los habitantes como locos por comprarles. Todo gracias a los dirigentes de la ciudad que hicieron que vinieran regalándoles los terrenos y descuentos especiales en la retribución impositiva.
Al cabo de unos pocos años el panadero cerró su negocio como el carnicero y el hostelero. La ciudad se llenó de multinacionales, de chinos que no pagan impuestos mientras que los nativos, sí. Pasó unos años más y las multinacionales y los chinos se fueron, y la ciudad quedó empobrecida, sus calles oscuras y tristes, los pisos de las zonas comercial se devaluaron como la ciudad. Y con poca población ya que muchos tuvieron que emigrar, como siempre en Galicia...
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