EL Rincón de Yanka: BODAS MILÉNICAS "MILLENNIALS": SER COMO VICENTE, DONDE VA LA GENTE Y TE DICTE GOOGLE 👫🎉📷

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domingo, 2 de octubre de 2022

BODAS MILÉNICAS "MILLENNIALS": SER COMO VICENTE, DONDE VA LA GENTE Y TE DICTE GOOGLE 👫🎉📷





















Los milénicos, esa generación "Y" que nació entre 1981 y 1995, han nacido y crecido en una sociedad totalmente diferente gracias a la nueva era tecnológica. Esto les ha hecho ser unas personas sensíblemente manipulables y sin criterio,  que se creen independientes, que creen que saben lo que quieren y cómo lo quieren.
En el tema de las bodas, cada vez se casan más tarde ya que es más prioritario tener una casa perfecta o un buen viaje antes que una boda.
«No me gusta que me digan lo que tengo que hacer», Yo sé elegir por mí misma (pero hace lo que hace todo el mundo), que ya lo busco yo, en internet. Filosofía milenial
La generación "Y" parece comprometida a vivir sin Dios, sin la Biblia y sin las iglesias cristianas como fundamentos en su vida personal o dentro de la Sociedad. En los años sesenta y setenta, los baby boomers abrieron las compuertas del cuestionamiento cultural. La Generación X continuó esa transición cultural, aunque con menos énfasis. Los Millennials están emulando la agresividad de los Boomers en su determinación de remodelar la cultura de acuerdo con sus preferencias.

Es difícil imaginar un desafío más fuerte, más claro y más directo al futuro de la fe cristiana en el mundo. Si las iglesias, los pastores, las escuelas y las personas cristianas creen que para un cristiano la fe es importante, no solo para ellos, sino también para nuestra nación y el mundo más allá de ella, se está acabando el tiempo para actuar agresiva y estratégicamente sobre esa creencia, antes de que aquellos que tan vehementemente están en desacuerdo logren destruir la libertad y la oportunidad de preservar los caminos de Dios.

Sin embargo, la cultura del secularismo está haciendo su trabajo. Los cristianos más jóvenes están absorbiendo profundamente los argumentos acerca de respetar el espacio de los semejantes, no criticar las preferencias de otros, ni tratar de argumentar que mi verdad es absoluta. Los más jóvenes al parecer están siendo discipulados en cuanto al evangelismo por sus escuelas, colegios y universidades, y la cultura secular, y no por sus padres ni por sus iglesias.

La respuesta de muchos cristianos de las generaciones más jóvenes es esconder, suavizar o integrar su fe para que sea menos estricta y pueda convivir y ofrecer tolerancia a otras cosmovisiones religiosas o seculares. No ofender para permanecer en el grupo es la premisa fundamental, mientras la sociedad secular ve con cada vez más escepticismo a aquellos que se comprometen fuertemente con su fe.

Pero quizá la tentación más peligrosa que existe en los más jóvenes es creer que si viven vidas lo suficientemente buenas pueden renunciar a hablar abiertamente de su fe, y las personas a su alrededor llegarán a conocer a Jesús gracias a las buenas acciones y a su actitud desinteresada. Esta forma de evangelismo parece ser cada vez más común en una cultura que busca la vía rápida y la solución simple.

Lo que sí está claro es que es completamente necesario enseñarles a las generaciones más jóvenes de nuestras congregaciones que el acto de compartir nuestra fe es un elemento esencial del cristianismo y que no es negociable.

Cabe una explicación antropológica sencilla. En primer lugar, todos los datos negativos señalados más arriba tienen fundamento en la realidad, pero no son toda la realidad, siendo algunos inexactos y otros simplemente falsos; la contraposición entre ciencia y fe, por ejemplo. Si la primera impresión es negativa, un poco de reflexión matiza las cosas.
En segundo lugar, porque los jóvenes pueden dejarse llevar con más facilidad por modas o generalizaciones fáciles, pero la vida y sus golpes, la experiencia, suelen colocar las cosas en su sitio. ¿Por qué la religiosidad revive una y otra vez contra todo pronóstico? Porque a pesar de las apariencias, la sed de infinito, eternidad y trascendencia que anida en el corazón humano no se apaga nunca; una y otra vez los sucedáneos que intentan suplirla –poder, dinero, placer- se muestran insuficientes.

En tercer lugar, porque en la juventud las posibilidades existenciales son prácticamente ilimitadas –por lo menos en los países desarrollados-, y el conocimiento propio es más bien escaso. Con el paso del tiempo los seres humanos paladeamos nuestra limitación e insuficiencia, tenemos experiencia del dolor, el fracaso y el sufrimiento, descubrimos que ni nosotros ni la realidad era como pensábamos, y todo ello nos invita a mirar hacia esa otra parcela de la realidad que considerábamos definitivamente clausurada: la esfera religiosa. Las inquietantes estadísticas religiosas pueden considerarse preliminares, no definitivas, es preciso esperar.

Por último, ¿esta caída porcentual es negativa para la fe? Depende. Sencillamente se trata de cambiar parámetros. Ya no sirve la “política de carro completo”; es decir, afirmar: “en tal país somos de tal religión”. No puede darse por descontado; pero esto es bueno. Las personas religiosas cada vez más lo son por convicción y menos por inercia; incluso, experimentar algunas vejaciones por profesar una creencia sirve para redescubrir el valor de la misma. Ya no me apunto a un credo por conveniencia, ventajas o convencionalismo social, sino por una convicción más personal y profunda; es decir, la religiosidad si bien más minoritaria es más auténtica, y esto es bueno.

¿De qué me sirve ser católico?

Valorar a la Iglesia, que es lo que somos,  entender lo que la Iglesia me aporta, es valorar la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, reconocerlo a Él como Dios y Salvador, como aquel que ha revelado quién es realmente Dios y su designio salvífico. A través de Él y su sacrificio en la Cruz sabemos con total seguridad y certeza que a Dios le interesamos, que nos ama hasta el punto de entregar a su único Hijo. Jesús nos ha revelado el modo de ser de Dios: un Padre lleno de misericordia, un Dios al que le gusta perdonar, un Dios que se involucra en la historia de los hombres y a quien hay que aprender a descubrir en el pobre, en el enfermo y en quien sufre. Y Jesús nos ha dejado a la Iglesia para que entremos en comunión con Él. Por eso la Iglesia no sobra, sino que supone el mayor don de Dios a los hombres, al tiempo que es un misterio, pues nos lleva a la comunión con Dios pero está formada por hombres y estos tienen flaquezas.
Sólo si valoro los tesoros que gratuitamente me ofrece la Iglesia Católica, comprenderé que tener fe es un don inconmensurable de Dios, y por eso vale la pena. ¿Cuáles son esos tesoros? La presencia real de Jesús en la Eucaristía y la mediación materna de Santa María.
En resumen, sólo si valoro los tesoros que gratuitamente me ofrece la Iglesia Católica, comprenderé que tener fe es un don inconmensurable de Dios, y por eso vale la pena. Simplemente se trata de valorar la presencia real de Jesús en la Eucaristía (posible porque Él es Dios) y valorar la mediación materna de Santa María. Reconocer el valor de la Iglesia equivale a valorar el papel de la Eucaristía y de María en mi vida. Esos tesoros solo los tienen aquellos que pertenecen a la Iglesia Católica, y por ello es un don y un privilegio formar parte de ella. A la inversa: prescindir de la Iglesia habiendo formado parte de ella, supone no haberse dado cuenta de la riqueza y el don que supone tener a la Eucaristía y a María.

BODA MILENIAL

AMARTE A LA ANTIGUA. PEDRO FERNÁNDEZ


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