ANTOLOGÍA POÉTICA
DIONISIO AYMARÁ
“No somos dueños sino de nuestra aventura”
"Sobre la proa de mi nave
brilla bajo la luna
mi osamenta
Ahora soy yo solo mi sombra
y nadie más
No atiendo otra llamada
no busco otra canción ni sigo huellas (...)
Sonando mi acordeón de recuerdos
ebrio de uvas ardientes
sigo mi ruta y ya fuera de mí
como el loco que se hunde
en la profunda claridad de la noche
vuelvo ni rostro al mar donde la música
se mezcla con las olas
donde con sal se cubre toda imagen
y soy de nuevo el que navega y canta"
(...)
("CANTICO DEL NAVEGANTE")
No
No,
no te conformes con ser lo que eres,
con lo que has sido a través de los años,
los siglos que has vivido en tan poco tiempo.
No,
no te conformes con la mínima ración de esperanza
que te dejan para tenerte adormecido.
Nada de sumisión:
solo tu único designio,
tu obstinada manera de atravesar la estación calurosa
el invierno, tu propia desolación frente al destino, tú mismo.
No,
no te conformes con lo que tenías
que haber sido,
no aceptes otra luz que la tuya.
Hacia atrás nada: ni un solo paso
y si no tienes luz
preferible tu propia tiniebla,
preferible tu cólera, tu sola desgarradura,
tu alarido final a dos pasos más allá del abismo,
todo,
antes que pasar como ciertas alburas
semejantes al algodón de los corderos,
todo
antes que vivir sin dignidad,
todo,
inclusive la muerte.
Dionisio Aymará
Rostro de nadie
RESEÑA DEL LIBRO
En toda poesía de Dionisio Aymará -a través de los 17 poemarios publicados entre 1956 y 1996- la presencia obsesiva de temas específicos inmanentes a su pensamiento y sentir únicos articulan una sola epopeya del hombre de carne y hueso, una epopeya latinoamericana del hombre que ama, muere y resucita, del hombre que se es en su dolor solo con la muerte y lejos de ella cuando canta (…) Para la presente edición selecta de esta nueva antología de los poemas de Dionisio Aymará (…) extendimos los temas inherentes a su poética en los siguientes tentativos: la ausencia de la amada; el desgarro espantoso de la soledad; la furia ante la amenaza de la muerte y la mudez; el anhelo revolucionario sepultado en la oscuridad de las calles de la ciudad; la elasticidad de la epifanía; la alienación y la pérdida de identidad; la reconciliación y la escisión simultánea entre la esperanza y la cólera, entre la ternura y la ceniza, como también la nostalgia bolivariana y la evocación lacerada del primer revolucionario: el loco, el mesías.
Dionisio Aymará
(Táchira, 1928 – Caracas, 1999)
La ubicación de Dionisio Aymará, abogado de profesión, en la tradición de la lírica hispánica y venezolana es incluso tan paradójica como la contradicción casi irreconocible de su seudónimo literario (su nombre de ciudadano es Jorge Azaf), mezcla de dos civilizaciones distantes, la helénica y la aborigen, que quedaron en nuestra cultura unidas para toda la vida (…) Es uno de los poetas menos conocidos en Venezuela, pero con una proyección internacional sin precedentes, tanto en Latinoamérica y en Europa, como ningún otro poeta nacional hasta la fecha. Su nombre no aparece en ninguna de las antologías históricas de poesía venezolana, pero ha sido incluido, por ejemplo, en la antología prestigiosa editada por Approches y Clameur vers la Clarté, intitulada Profils Poetiques des Pays Latins, y varios de sus mejores poemas han sido traducidos al inglés, francés, griego, vasco, catalán, italiano y árabe.
Es un poeta encendido, fulgurante, recio, atormentado, que ahonda en la infrahumanidad de este tiempo sin nombre todavía. De ahí que la temática de su poesía hizo especial referencia a la vida, el destino del hombre, la naturaleza, el amor, la justicia, la ternura, la protesta, la cólera y la muerte.
Sus poemarios son: 1956, Mundo Escuchado 1959, Clamor hacia la Luz 1959, El corazón como las Nubes 1960, Horario de Vigilia 1961, Escúchanos Libertador 1963, Sonatas 1964, Aconteceres del Alucinado 1965, Viendo la Noche 1966, En Ultima Instancia 1966, El Testigo 1967, Escrituras Terrestres 1975, Todo lo Iracundo 1977, La Ternura y la Cólera 1978, Aprendizaje de la Muerte 1980, No Soy del Coro 1986, Nocturnos de Lázaro 1986, Huésped del Asombro 1996, Vivir y Otros Enigmas 2000, Huésped del Asombro
EL TESTIGO
‘…LA VERDAD, TODA LA VERDAD
Y NADA MÁS QUE LA VERDAD’
Juro decir la verdad
toda la verdad que conozco
y sólo la verdad cuya lumbre terrible
he palpado
he sentido con toda la piel
y toda la vigilia y el ojo
de mi conciencia más abierto que nunca
Y digo de seguidas
ese día tal vez era como los otros que he vivido
pero llovía tenazmente
llovía
en todas partes
en todo el universo llovía o debía llover
porque el hambre y el odio
y el desamparo y la amenaza
y tantas otras cosas que duelen hasta el fondo
se convocaron para el más funeral
de los ritos
para la más desgarradora
de todas las ceremonias que se han celebrado
a través de los siglos
Y vi un mendigo que tenía la cara
parecida a la nuestra
que tenía llagado el pensamiento
como el nuestro
vi una calle donde otros hombres se confundían
con la niebla y el polvo
según el clima propio del lugar
vi una plaza cubierta de anillos
piedras falsas
palabras también falsas
una plaza cubierta de pequeñas serpientes
aves sacrificadas
baratijas
y botellas colmadas de lejía
y de otras poderosas sustancias
destinadas a carcomer
Allí soplaba un viento
una ceniza
pesada de antigüedad y mercaderes
y numerosos mercaderes
cuyos nombres no vale la pena decir
pues eran tantos como las hojas que se pudren
en los pantanos desde tiempos inmemoriales
eran tantos
son tantos
que podrían abatir
a pesar de su pequeñez todos los puentes
si pasaran unidos pero no se unen
porque no son capaces de amor
Digo la verdad
lo que he visto
Ese día se cometió un asesinato
se robaron ovejas para ofrendarlas a quién sabe
qué ídolos
se cometieron otros delitos mayores y menores
y todo porque el hombre tenía demasiada facilidad
para quedarse ciego a su arbitrio
para olvidarse de si mismo
de su desnudo semejante
todo porque el hombre olvidaba
con demasiada facilidad
la sangre los incendios las grandes devastaciones ocasionaron sus pasiones sus manos
a lo largo de millares y millares de años
Y yo he visto con estos ojos míos con esta
mirada mía que apagara por fin la tierra
todo lo que hago constar
lo que he presenciado desde mi ser
llagado de impotencia
desde el abismo de mi más absoluta desesperación.
Los automóviles
ruedan velozmente por calles
y avenidas nocturnas
y casi interminables desoladoras autopistas
y hay en la noche trasatlántico
y gigantescos edificios
que parecen zozobrar y cohetes que giran
en el espacio y están todos
llenos de piel humana y corazón también humano
y esperanza y angustia y otra vez
y millones de veces
esperanza y angustia.
Y mientras todo gira
todo se mueve como los astros las hormigas
la sangre
aquí una mano se prepara en la sombra
para herir aquí mismo
precisamente en este planeta
y se consuma
la nueva degollación
de los inermes de los últimos inocentes
de este tiempo
Yo he visto cómo bailan el twist
en los festines más amargos
los jóvenes que invalidan la noche
con el ruido de los motores
yo les he comprendido los he visto desorientados
y sin prójimo.
Muchachas que pudieran amar
acechan desde sus sitios más oscuros
muchachas que pudieran ser
como las damas que en el fondo
de insultantes mansiones
se horrorizan de la prostitución
y no saben
y no quieren saber que detrás de los rostros
bellas fachadas muros dignos
detrás de toda piel
de toda superficie arde un incendio
arden unas imágenes a menudo inconfesables
Repito que juro decir la verdad
toda la verdad que me quema los ojos
y sólo la verdad cuyo terrible resplandor
cuchillo de relámpagos
me hiere como un
largo dolor por dentro
Vi una mano crispada vi los brazos
de un hombre golpeado de pronto
por toda su soledad
por todo
el horror de este mundo
y fui testigo de su lucha y de
agonía solísima
(Yo nada pude hacer porque uno se muere a pesar
de las palabras que nos llaman
para que no nos alejemos
nada pude
la gente pasa pero allí donde uno
se enfrenta con su propio destino
sólo uno tal vez sabe morir como es debido)
Fui testigo del hambre y del espanto que alargaba
los rostros
hasta no ser sino gritos de humo
ramalazos de odio
y vi con estos ojos que serán pábulo de la tierra
toda la angustia la amenaza y el miedo
que hoy se disputan el dominio del hombre
Todo esto lo ha presenciado
lo ha visto este testigo
imparcial y veraz que soy que he sido
Todos estos y otros muchos delitos menores y mayores
los puede ver
en lugar cualquiera del mundo
a cualquier hora un hombre
un ser cualquiera de este tiempo.
Escúchanos Libertador Dionisio Aymará 1 Vuelve tu rostro, Capitán, tu noble rostro donde la eternidad y las serenas líneas de la luz se reflejan y míranos alzamos hacia ti los brazos huérfanos la ceniza la sangre, como una lámpara de cabellera interminable ardiendo en tu pasión de libertad y sacrificio, oh dios airado de la guerra, oh poderoso Capitán de la ternura ¡ Míranos Abrazados a tu cuerpo tallado en piedra viva, levantado en el aire de América, en tu región celeste, en tu mundo de largo corazón desgarrado, te convocamos, Padre, para que tu presidas nuestro diálogo, el tiempo donde cada minuto nacen y mueren nuestras voces; para que tu presidas la mesa humilde a cuya orilla cada día repartimos el pan y la esperanza Escúchanos , oh! Padre: somos eco de tu clamor somos reflejo de tu luz perdurable, somos tu aliento, tu esforzada batalla por alzarnos de la miseria y de la sombra, tu don de vaticinios repartido. Vuelve tu rostro, Capitán, tu noble rostro Bañado ahora por la majestad de la noche más alta y míranos: llevamos en lo profundo de los párpados tu imagen recorriendo las soledades de Los Andes, tu estatura sobre los llanos proyectada, tu extendido corazón de gigante que infunde nueva vida a su país, nuestro país que gime y canta con la piel abrazada bajo la llama del petróleo y el hierro Tus brazos de horizonte se ciñen a esta América tuya hecha para nosotros y para todos los que luego vendrán a ocupar nuestros sitios. Tus ojos desde la eternidad, como ángeles custodios, velan sobre tu hermoso Continente y tus puños golpean sobre todos los hombros para que no olvidemos que hay un alba escondida en cada palpitación de la noche. 2 Amamos tu heroísmo, Libertador, tu ardiente vocación de libertad , tu fuego que no apagan los años ni el olvido y amamos tu pasión y sed de justicia, lo que de humano hay en las honduras de tu carne y espíritu. Bolívar, solitario varón con el pecho cruzado de relámpagos, abierto a los grandes aconteceres de la Historia, Bolívar: imploramos tu conducción magnífica, tu radiante lección de martirio, tu silenciosa voluntad de amar y de vencer continuamente. Ay, ¿quién sino tú pudo enseñarnos el camino que conduce a la altura donde solo los más puros destellos del espíritu habitan? ¿Quién sino tú, Bolívar, pudo cruzar las desoladas cumbres de los Andes, los mares, las tinieblas, para dejarnos este sitio, esta herencia terrestre donde no sabemos cantar de rodillas? 3 De tu encendido tránsito, Bolívar, de tu llama apasionada, de tu dolor y profunda fortaleza se nutre aún la tierra pura que nos dejaste bajo la formidable majestad del firmamento americano. Tu itinerario heroico recuerdan las ciudades, los caminos, las piedras, los ríos donde los astros beben el zumo de la noche. Cada sitio donde estuviste, cada instante nacido de tu pecho, guardan el resplandor alucinado de tus pasos abiertos como una flor de viva quemadura. Con tu espada flamígera nos señalas el tiempo liberado por cuyas hondas naves pasa todavía la rebelión de los indígenas, la luz ganada a golpe de hueso y sangre airada, el amor y su júbilo conquistado una vez, y mil veces perdido, oh soñador de circulares Chimborazos, domador de montañas, anunciador de un alba nueva cuyo claror profundo nos invade las venas! 4 A Ti, Bolívar, claro conductor de los ejércitos libertadores, capitán de la aurora, cruzado del afán victorioso, nos volvemos en esta edad del átomo, la cólera, los cohetes que buscan el corazón del infinito. A ti volvemos nuestros ojos, Bolívar, para vencer el llanto, la fatiga, las soledades que amenazan el sitio donde ardía la llama del laurel, en otro tiempo. 5 Evocamos tu gesta magnífica, tu lucha desigual con la sombra. Tu fuerza levantando la arquitectura de la Patria, oh forjador de Pueblos. Tu grito de libertad rompiendo nubes, desgarrando las ataduras de milenios y milenios de látigo y ceniza volcados sobre el rostro del hombre. Hay cálidos vocablos -Casacoima, Angostura, Carabobo- para nombrar los astros que tus brazos invictos colocaron en el cielo de América 6 Vuelve tu rostro, Capitán. Fulgor y sangre tuyos abonaron el suelo donde luchamos por el pan y el sueño diarios y donde tú nos enseñaste a ser libres y ser nosotros mismos, Bolívar, con tu esfuerzo de titán vencedor de la muerte. Desde tus claridades profundísimas sabemos que nos oyes y conduces hacia el único destino que soñaste para nosotros, Padre: el de ser como tú, pasión y vida, presencia visionaria, llamas de un mismo corazón invencible, oh dios airado de la guerra oh poderoso Capitán de la ternura, Padre Libertador! |
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