EL Rincón de Yanka: NO HAY NADA MÁS RAZONABLE QUE LA FE Y NO HAY NADA MÁS CREÍBLE QUE LA RAZÓN, LA ACCIÓN AMOROSA Y LA VERDAD 💡

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domingo, 13 de octubre de 2019

NO HAY NADA MÁS RAZONABLE QUE LA FE Y NO HAY NADA MÁS CREÍBLE QUE LA RAZÓN, LA ACCIÓN AMOROSA Y LA VERDAD 💡




En nuestros tiempos posmodernos, dominados por el imperio de los medios de comunicación y en los que ya hemos sido testigos de persecuciones “mediáticas” contra la Iglesia católica, es muy conveniente ver la otra cara -más grande y más luminosa- de la moneda: la de tantos hombres y mujeres que viven su fe de manera habitual y otros de manera heroica en medio de nuestro mundo. La aún reciente histórica y gozosa canonización del Cardenal John Henry Newman, en septiembre de 2010, ha puesto aún más de manifiesto lo que ya había intuido un buen conocedor del gran converso inglés del siglo XIX, pues Newman no es únicamente un prolijo escritor religioso, un elocuente predicador, un excelso educador o un singular filósofo. “Newman es, en primer lugar, un hombre de la fe y la conciencia, de la misión religiosa y la corresponsabilidad para los hombres de su tiempo”[1]. 

La presente contribución presenta someramente la aportación del Newman sobre las relaciones entre fe y razón, de manera que se vea, sobre todo en estos tiempos, que se puede creer lo que no se puede demostrar únicamente con la lógica formal, es decir, que la fe es razonable pero no reducible a lo científico y demostrable.


Desde el mismo origen del filosofar, los conceptos de razón y fe y sus mutuas relaciones o bien su respectiva autonomía han sido objeto de reflexión y de estudio por parte del ser humano. En cada época histórica, lejos de tenerlas en un armonioso equilibrio, ha prevalecido la una sobre la otra. Nuestra época se encuentra en un momento bastante problemático: parece que hemos salido de la modernidad, la cual subrayó de manera ilimitada la razón, negando absolutamente todo valor a la fe, y hemos entrado en el posmodernismo, que acentúa otras maneras, no estrictamente racionales, de conocer y transformar la realidad, así como de relacionarse con los demás.

Con todo, esta problemática parece ser una de tantas que en un momento determinado ocupa la mente de los pensadores. Pero son pocos los pensadores que podemos decir que hicieron de esta problemática el centro de su existencia y reflexión. Tal vez Pascal y pocos más. Newman centró la totalidad de su reflexión en la cuestión fe-razón, como queda manifiesto en sus obra de madurez An Essay in Aid of a Grammar of Assent. En su diario puede leerse el siguiente pasaje del 30 de octubre de 1870:

"Desde que publiqué a fines de marzo pasado mi Essay on Assent, he pensado escribir algo sobre el libro. Es el resultado final de un prolongado deseo y esfuerzo y no sé el valor que pueda tener, pero me alegro de haberlo al fin concluido, de no tenerlo ya entre manos. A los autores (o al menos a mí) nos resulta tan difícil predecir, antes de escribirlos, como van a ser los libros… es un libro que llevo veinte años proyectando escribir; y ahora que está hecho me cuesta trabajo reconocer en él lo que había pensado que fuese, aunque supongo que sí lo es. Lo he empezado más veces de lo que podría decir. (…) 
Estas tentativas, aunque estuviesen estrechamente relacionadas unas con otras, fueron, creo, todas diferentes. Pero resultaron algo así como querer penetrar en un laberinto, o encontrar el punto débil de las defensas de una ciudad fortificada, no conseguía avanzar y me vi rechazado, completamente derrotado. Y, sin embargo, me parecía que fuese cual fuese su valor, debía sacar a la luz todo eso que mi mente veía y no llegaba a comprender. No digo que el resultado valga mucho, ahora que ya lo he conseguido expresar, pero no me gustaría que me hubiese sorprendido la muerte sin haberlo dado a conocer. Puede sugerir a otros, cosas mejores y más verdaderas, aunque en sí valga poco. Y así seguí año tras año. 
Por fin, estando yo en Glion, junto al Lago Lemán, se me ocurrió lo siguiente. ‘Te equivocas al querer partir de la certeza –la certeza no es más que una especie de asentimiento- debes empezar estableciendo la diferencia entre asentimiento e inferencia’. Tomando tal principio como base, y viendo que servía de clave para mis ideas, empecé a trabajar"[2].

La razón y la fe

Una de las obras más destacadas de Newman sobre razón y fe se titula Sermones Universitarios[3]. Nuestro autor es un hombre que, como en su tiempo san Agustín, buscaba conocer al hombre interior, pero sobre todo a sí mismo. Al mismo tiempo, era un pastor preocupado por sus ovejas, de modo que siempre se preguntaba cómo era posible justificar la fe del hombre sencillo, no la del ilustrado y de mente cultivada. Por ello Newman ofreció sus sermones en la capilla de la universidad de Oxford: para mostrar que la fe, al tiempo que es una virtud sobrenatural que depende de Dios y de nuestra apertura y respuesta a Él, es una posibilidad plenamente humana, pero distinta del razonamiento lógico formal. Cualquier persona es capaz de dar razón de muchas de sus opciones prácticas en la vida, y así también es capaz de dar razón de lo que cree. Newman intenta poner en conceptos aquello que todas las personas vivimos de manera no refleja, sino cotidianamente.

En el prólogo a la tercera edición de sus "Sermones universitarios", Newman expone qué es lo que entiende por razón y fe. Pero antes parte de las nociones comunes:
Según este significado corriente, fe es juzgar en materia religiosa basándose en fundamentos débiles, y razón es juzgar con fundamentos sólidos y firmes. Fe implica facilidad para aceptar lo que pide la religión, y razón implica lentitud para lo mismo. "Fe" quiere expresar un sentimiento o experiencia emotiva; "razón", un acto de sentido común. Fe se aviene con conjeturas o presuposiciones; razón, con pruebas[4].

Así pues, a primera vista, la diferencia entre ambas resulta ser infranqueable. Por eso Newman se ve en la necesidad de precisar el sentido del término razón. Escribe: “Se entiende propiamente por razón cualquier proceso o acto de la mente, mediante el cual, a partir del conocimiento de una cosa ésta avanza hasta conocer otra”[5]. La razón, pues, se caracteriza por su carácter discursivo. Pero la razón puede ejercerse de manera implícita o explícita, pues es claro que todos tenemos razones pero no todos las podemos expresar de manera adecuada. Además, se puede argumentar de dos maneras: a priori, esto es, a partir de probabilidades antecedentes; o a posteriori, es decir, a partir de garantías efectivas o indicios demostrativos[6]. A partir de esto, Newman declara que razón puede tener otros significados. En primer lugar, en contraposición a lo implícito, la razón es “la habilidad o pericia en la argumentación lógica”[7]. Un segundo significado de razón se refiere a su relación con temas religiosos, y entonces es solamente el razonamiento a posteriori, o sea, es la facultad de elaborar demostraciones o garantías. El tercer sentido es el abuso de la razón en relación a las materias religiosas. Esto indica la extrapolación gnoseológicamente indebida de la razón al no aplicar los principios adecuados al objeto religioso[8].

La fe, por su parte, es un asentimiento o una certeza, es “una aceptación de la realidad de algo”. Pero según Newman, la fe “parte de probabilidades, pero termina en afirmaciones absolutas”[9]. Josep Vives comenta a Newman y escribe que “la fe no sólo no se deduce necesariamente de unas premisas, sino que de alguna forma supone unas opciones previas, una manera de situarse personalmente frente a la realidad; sólo el que siente y acoge la exigencia de absoluto (absoluto de verdad, de valor, de sentido, de totalidad, de responsabilidad…) puede llegar a encontrar al absoluto”[10]. Uniendo la fe con los sentidos del término razón, tenemos que ésta “es implícita en sus actos, adopta el método de la verosimilitud, y parte de primeros principios religiosos”[11]. Por tanto, la fe se revela racional, pero no como racionalidad lógica, sino como una racionalidad más total, más omniabarcante de la realidad. Newman subraya que la razón en sentido general nos resguarda del peligro de caer en la superstición.
Todas estas consideraciones, algunas apenas insinuadas, hallarán su desarrollo y plenitud en su obra de madurez, Grammar of Assent, a la que me referiré en otro momento.

1. ARTZ, JOHANNES, Newmans philosophische Leistung, p. 169, citado por ROMBOLD, GÜNTER, “John Henry Newman”, en CORETH, E. et. al., Filosofía Cristiana en el pensamiento católico de los siglos XIX y XX, tomo 1: nuevos enfoques en el siglo XIX, Madrid, Encuentro, p. 680.
2. Newman, JOHN HENRY, Escritos autobiográficos, Taurus, Madrid, 1962, pp. 238-242.
3. Para lo que sigue resulta muy oportuno el artículo de ANDREAS KORITENSKI, “Der frühe John Henry Newman über Glaube und Vernunft”, en ThPh 88 (2013), pp. 236.260.
4. NEWMAN, JOHN HENRY, La fe y la razón…, p. 47.
5. Ibídem.
6. Cf. Ibíd., pp. 47-48.
7. Ibíd., p. 50.
8. Cf. Ibíd., p. 51.
9. NEWMAN, JOHN HENRY, La fe y la razón…, p. 52.
10. VIVES, JOSEP, La sombra nos hace ver la luz…, p. 29.
11. NEWMAN, JOHN HENRY, La fe y la razón…, p. 53.

La experiencia de fe

Nuestra fe es razonable, porque tenemos motivos racionales para creer. La razón humana no es la única fuente de conocimiento: los cristianos aceptamos la Revelación; y todo el mundo -incluso los racionalistas- creen lo que le asegura la persona de quien se fían y a la que aman. Es absolutamente racional que la esposa se fíe de su esposo. Hace 2000 años que el Esposo y Señor vino a la tierra. Y la Iglesia, la Esposa, se fía de El. «Sé de quién me he fiado», decía San Pablo. Creemos porque nos fiamos de El. y sabemos de quién nos fiamos; y tenemos más razones. Tenemos a la ingente cantidad de testigos que, a través de la historia, nos han dado inequívoco testimonio de la experiencia de un Dios presente y actuante en la vida de la Iglesia, por la fuerza del Espíritu. Es una experiencia que, desde la venturosa mañana de Pentecostés, se va extendiendo a todos los que aceptan de veras a Jesús. Algunos llegan a alcanzar las experiencias místicas de Teresa de Ávila o Juan de la Cruz. Otros nos quedamos muy lejos de eso, pero tenemos la suficiente experiencia personal para saber que Él está ahí, suscitando nuestra fe, ayudándonos a intentar ser cristianos.

Por eso, la vida de un cristiano auténtico toca el misterio. Pero es absolutamente racional y lógico que creamos en lo que experimentamos. Sabemos por experiencia que, sin Él, no podemos hacer nada; que, sin la fuerza del Espíritu, ni siquiera podemos decir que Jesús es el Señor. Para tener fe, necesitamos el Espíritu.




El artículo es la comunicación que la autora presentó al Simposio “El Asentimiento Religioso: Razón y fe en John Henry Newman”, celebrado en la Universidad Eclesiástica San Dámaso (Madrid), los días 11 y 12 de abril de 2013. El texto sólo ha sido retocado para ajustarlo a las normas editoriales de la revista, completar el aparato crítico, enmendar alguna errata e introducir entre corchetes dos o tres frases para precisar la lectura de alguna expresión.

Sobre la base de la comparación de textos de Newman y C.S. Lewis, la autora muestra la coincidencia de planteamiento entre ambos en la consideración de la relación entre la fe y la razón. El ensayo señala el paralelismo en las tres vías naturales de conocimiento religioso del hombre: la inteligencia humana, la experiencia de la vida y el testimonio de la tradición. Sobre esas tres vías se analiza cómo tanto Newman como Lewis se esforzaron por comprender su propia inteligencia de la fe en relación con su inteligencia de la realidad de modo que tuviera incidencia real en la vida.
"Manteniendo sinceramente, como lo haría, con esta última escuela de filósofos, la certeza de conocimiento, creo que es suficiente para apelar a la voz común de la humanidad en prueba de eso". (Newman, 1870: II: IX2 )

El Cardenal John Henry Newman hace esta afirmación en su Essay in Aid of a Grammar of Assent (1870), refiriéndose a los argumentos que conducen a la inferencia y el asentimiento en cuestiones religiosas. Escuchando, a modo de metodología, su reclamo de certeza a través de una “voz común” que da forma a verdades eternas, el presente escrito intenta poner en relación algunos afortunados paralelismos entre J.H. Newman y el profesor de Oxford y Cambridge C.S. Lewis que un siglo después plantea argumentos muy similares sobre las vías de conocimiento y la experiencia natural religiosa del hombre que conduce a un conocimiento de Dios. La experiencia de fe religiosa tiende a ser acusada de irracional por cuanto no explica verdades que puedan ser probadas con argumentos lógicos de la razón. Dar razones de la fe es lo verdaderamente difícil; y esta dificultad filosófica y de comunicación ha hecho que una y otra vez se presuponga que la fe es un acto, precisamente, no-racional. Esta asentada creencia ha destruido la relación Religión–Vida en la medida que desvincula las verdades de fe de la vida real. El abismo entre lo que creemos y lo que vivimos parece irreconciliable. 



En este sentido, tanto Newman como un siglo más tarde Lewis, hicieron un esfuerzo por comprender su propia inteligencia de la fe en relación con su inteligencia de la realidad. Esto es: ¿qué tiene que ver lo que creo con mi vida? Para dar razones de la fe, ambos tuvieron que explicar qué entendían por fe y qué método de conocimiento emplea el hombre para decir “creo”. En ambos casos, veremos, el acto de fe se sostiene sobre elementos racionales más allá de la capacidad del individuo para dar cuenta de ellos, y tanto Newman como Lewis coinciden al elevar la razón al trascendental objeto de conocimiento que trata la religión. Las similitudes nos ofrecen pistas de la Tradición a la que ambos dan la mano y nos permiten ver una clara influencia del Cardenal Newman sobre Lewis y toda una época. Ambos autores muestran una similar inteligencia de la fe y destacan tres vías naturales de conocimiento religioso en el hombre: nuestra mente o inteligencia, la autoridad de la voz de la humanidad como testigo y el curso del mundo o experiencia de vida. Ambos, además, enfatizan el uso de la razón para un asentimiento real a la existencia de Dios, pero de una forma concreta y coincidente. 


Una fe inteligente, una razón trascendente Ni John Henry Newman ni C.S. Lewis quisieron contrastar ni contraponer Fe-Razón sino que ambos dieron cuenta de la Fe desde un más amplio y profundo concepto de razonamiento, con características propias que obligan al hombre a adecuarse al Objeto cuyo conocimiento, si bien es racional, crece no sólo en la mente del hombre sino, sobre todo, en su corazón.
La mitad de las controversias en el mundo son verbales; y podrían ser traídos a un simple problema, serían llevados a una pronta terminación. Partes comprometidas en ellos percibirían, ya sea en esencia, que acordaron juntos, o que su diferencia fue uno de los primeros principios. […] No necesitamos disputar, nosotros no necesitamos probar, necesitamos sino definir. (Newman, 1839 a: n. 45; Ker, 2010: 276).
En ese sermón, Newman habla de la fe como un “principio de acción” y afirma que la fe religiosa está influenciada no tanto por evidencias sino más bien por principios, opiniones y deseos previamente entretenidos -lo que Newman llama “probabilidades antecedentes(Newman, 1839 a: nn. 27 y 28; cf. Ker, 2010: 275)-.

Esta tesis es sostenida de una forma muy similar por Lewis y gran parte de su obra da testimonio de ello. En su libro Miracles (1947) parte de la afirmación “ver no es creer” (Lewis, 2002: 13) y a través de ella Lewis nos recuerda la falibilidad de nuestros propios sentidos al conocer la realidad y la importancia del paradigma o marco de creencias desde el que vivimos nuestras propias experiencias e interpretamos la realidad. Las probabilidades antecedentes de Newman tienen mucho que ver con la afirmación de Lewis: Lo que aprendemos de la experiencia depende del tipo de filosofía que aportamos a la experiencia (Lewis, 2002: 2).

Ambos pensadores están de acuerdo en conferir importancia al punto de partida del sujeto, su actitud más allá de su aptitud. Aquello que confiere apertura personal a la categoría del misterio desde una razón abierta a la posibilidad de Dios. En su ensayo “El ojo que ve” publicado el año de su muerte, 1963, Lewis dice abiertamente que para algunos Dios se descubre en todas partes, y para otros en ninguna. Todo depende del ojo que mira:

“Para algunos, Dios es reconocible en todas partes; a otros, en ninguna parte. Los que no encontrarlo en la tierra es poco probable que lo encuentre en el espacio […] Pero envíe a un santo en un nave espacial y encontrará a Dios en el espacio como lo encontró en la tierra. Mucho depende de el ojo que ve ”(Lewis, 2000 a: 61).

Una fe inteligente, una razón trascendente a la luz de la gracia; una confianza que crece en el amor son los enunciados comunes a la experiencia de Fe de Newman y Lewis. Todo ello, poniendo siempre a prueba lo real que es, les hizo asentir, en última instancia a cualquier verdad [en contraste con] la experiencia de vida y el testimonio que el mundo nos ofrece. Pero dejemos que concluya el Cardenal Newman [estas líneas], precisamente con su último sermón [anglicano], “The Theory of Developments in Religion Doctrine” (1843) en el que nos recuerda la naturaleza de esta Verdad con la que el hombre se encuentra:
Y este mundo de pensamiento es la expansión de unas pocas palabras, pronunciadas, como casualmente, por el Pescador de Galilea. […] La razón no solo se ha sometido, sino que ha sido ministrado a la Fe; ha ilustrado sus documentos; ha criado a campesinos analfabetos en filósofos y teólogos; ha suscitado un significado de sus palabras que sus oyentes inmediatos poco sospechosos […] Sus medias oraciones, sus desbordamientos de lenguaje, admiten desarrollo; tienen una vida en ellos que se muestra en progreso; una verdad que tiene la señal de consistencia; una realidad que es fructífera en recursos; una profundidad que se extiende hacia el misterio: porque son representaciones de lo que es real y tiene un definido ubicación y rumbos necesarios y un significado en el gran sistema de cosas, y una armonía en lo que es y una compatibilidad en lo que implica (Newman, 1843: n. 7; cf. Ker, 2010: 280). norte


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John Henry Newman

«¿Por qué motivo, en el juicio cotidiano de los hombres, la fe es contraria a la razón, o irracional?» Esta pregunta, formulada por el propio Newman en el prólogo de una de las primeras ediciones de estos Sermones Universitarios, indica cuál es el objetivo central de los textos recogidos en esta obra: exponer a sus lectores la relación profunda entre la fe y la razón en una sociedad en la que tal relación estaba ya abiertamente en entredicho.
Escritos entre 1826 y 1843, coincidiendo con los años en los que Newman ejerció como presbítero anglicano, estos Sermones permiten observar con claridad la evolución del pensamiento de su autor en este importante periodo de su vida. Posteriormente, en 1872, mucho tiempo después de su conversión al catolicismo, Newman hizo una revisión de los textos cotejándolos con la doctrina católica, y comprobó con alegría que no tenía que retractarse de nada de lo que en ellos había escrito: «Pienso que son en su conjunto lo mejor que he escrito, y no puedo creer que no sean católicos, ni que dejarán de ser útiles».
El último sermón, escrito dos años antes de su ingreso en la Iglesia católica, perfila ya su teoría sobre el desarrollo doctrinal, con la que resolvería sus dudas respecto a las «corrupciones» del catolicismo romano, haciendo posible su acercamiento definitivo a él.



"La raíz de la libertad se encuentra en la razón.
No hay libertad sino en la verdad". 
Santo Tomás de Aquino

"LA VERDAD ES LA GARANTÍA DE LA LIBERTAD". 
BENITO XVI

"No tengáis miedo a la verdad, creed en Jesucristo, sentíos orgullosos de pertenecer a su Iglesia. Porque solo Él –Jesús– es el redentor del hombre. Solo Él es la verdad que garantiza vuestra libertad, vuestra prosperidad, vuestra dignidad, vuestros derechos, vuestro presente y vuestro futuro". San Juan Pablo II
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JUAN RAMÓN DE LA SERNA:

"LA FE ES LO MÁS RAZONABLE QUE HAY".
LAS COSAS MÁS IMPORTANTES DE LA VIDA NO SE DEMUESTRAN EMPÍRICAMENTE SINO QUE SE VERIFICAN CON LA RAZÓN EN LIBERTAD Y CONFIRMADO POR LA CONCIENCIA. 
LA BELLEZA ES EL RESPLANDOR DE LA VERDAD Y DEL BIEN AMOROSO...






DE LAS INCERTIDUMBRES A LA VERDAD
JOHN HENRY NEWMAN