"Somos una generación de infelices
porque lo hemos tenido siempre todo"
"El relativismo moral, negador de normas y valores objetivos, es el camino más seguro hacia la autodestrucción, la frustración, la perversión y la infelicidad". Alexander Torres Mega
"Los escritores nos derramamos en la página. Ahí están nuestras preocupaciones y traumas".
"En un momento muy duro para mí, este libro fue una vía de escape". JAVIER PEÑA
Dicen que la gente feliz se parece, pero que la infeliz lo es cada una a su manera. Un asesor político ve en su progresiva decadencia física la prueba tangible de su fracaso moral. Una madre incapaz de comprender a su hija acumula fracasos sentimentales por miedo a enamorarse de verdad. Un escritor obsesivo ha dedicado tanto tiempo a contar la vida de los demás que ha olvidado vivir la suya. Una optimista insobornable insiste en buscarle el lado bueno a la quimioterapia, de concierto en concierto. Un periodista de éxito quema sus últimos cartuchos de galán mientras se pregunta si perdió al amor de su vida. Se conocieron en la universidad, cuando aún hacían grandes planes. La vida los separó y desde entonces todo ha ido de mal en peor. Puede que solo reunirse después de tantos años salve a estos infelices de serlo para siempre.
Son jóvenes e intelectuales, con la boca llena de novelas que les hacen parecen más listos, y de canciones de la época de los noventa. Son el Círculo del Viena, y viven al margen. Se hacen llamar Moritz, Rudolph y Hans, aunque no sean más que tres universitarios que estudian para narrar el mundo en los periódico, para ver su nombre en los lomos de los libros. Desde sus sillas en la facultad de Santiago, el futuro se les presenta brillante, pero se les desinfla pronto entre trabajos mediocres y discursos escritos para las instituciones.
Un poco lo mismo, aunque con el velo de la ficción, es lo que le sucedió a Javier Peña antes de Infelices. El escritor fue durante años periodista y asesor político, un cargo que ejerció en el gabinete de Traballo e Benestar de la Xunta. Allí, "encerrado en la rutina", comenzó a escribir su primera novela, en la que vuelca la frustración de aquella etapa de su vida. Cuando Blackie Books se fijó en él, y decidió publicar su libro, el coruñés renunció al trabajo que detestaba, y se consagró a la literatura con la obra que acaba de publicar.
Un asesor, un periodista, un escritor... Parece que se reflejara en todos sus personajes
Sí, hay un poco de mí en todos. Pero yo creo que todos los escritores nos derramos en la página. Ahí están nuestros traumas, nuestras preocupaciones, nuestras influencias... Es ficción, pero hay un punto de partida que se asemeja a la realidad del momento en el que estaba escribiendo.
Antes de esta novela, ¿usted era uno de esos infelices?
Sí. Esta novela llega en un momento de gran infelicidad en mi vida, de insatisfacción con mi trabajo. Yo fui asesor durante 7 años, y estaba un poco encerrado en la Xunta, en discursos, en una rutina que no me llenaba en absoluto. Por eso necesitaba sentir que podía escribir algo que fuera yo. Era un momento muy duro para mí, y este libro fue una vía de escape.
¿Cuál fue la gota que colmó el vaso?
Mi mejor amiga, que era mi compañera de trabajo, tuvo cáncer y, cuando recayó, decidí que no quería seguir siendo asesor. Vi que solo seguía por estar con ella. La posibilidad de publicar el libro me dio una salida. Irme del trabajo sin ningún plan era difícil, pero esto fue el ancla sobre la que proyecté la fase de vida en la que estoy ahora, que me hace mucha ilusión.
¿No tiene vértigo?
Sí, porque nunca sabes si vas a triunfar o a fracasar. Pero creo que lo importante es intentarlo. No hay que quedarse con esa idea de: "¿Y si hubiese hecho aquello?".
¿Qué mitos sobre el escritor ha visto cumplidos con este primer trabajo?
Es una vida distinta a lo que la gente puede creer. Es muy solitaria, porque tu trabajo es estar solo escribiendo y, por lo menos en mi caso, es un camino lleno de inseguridades, porque no sabes si le va a interesar a alguien.
Dicen que ser escritor y periodista son caminos paralelos. ¿Qué opina usted, que ha estado en ambos lados?
Son carreras paralelas, pero, como tal, no llegan a cruzarse nunca. Yo estudié Periodismo pensando en el sueño de mi vida, que era ser escritor. Y ese ha sido uno de mis grandes errores, porque no se parece en nada a la literatura.
Sus protagonistas también se lanzan a la profesión con ilusiones, pero el camino se les trunca...
Porque vivimos en una sociedad complicada, en la que no necesariamente la gente más preparada es la que llega a hacer algo. Y ellos tienen expectativas muy grandes. Cuando yo llegué a Santiago, todos pensábamos que nos íbamos a comer el mundo, porque nos lo habían dicho en el colegio. Pero llegas allí y te das cuenta de que hay cien personas como tú o mejores que tú. Es un choque enorme darte cuenta de que eres uno más, y eso es lo que se refleja en la novela.
Su libro está salpicado de referencias a su quinta. ¿El de Infelices es el retrato de una generación?
Ese era el objetivo. Realmente, la idea de Infelices me vino cuando estaba leyendo Crematorio, de Chirbes. Veía ese retrato generacional de la gente que ahora tendrá 60 años y decía: "¿Por qué no escribir algo que refleje a los que tengan 35 o 40?". Nosotros somos una generación de infelices, porque lo hemos tenido todo siempre y fácil.
Con esta novela se abre un nuevo capítulo en su vida, ¿no le aguardan a partir de ahora historias más felices?
Me gustaría decir que sí, pero creo que el problema es mío [ríe]. Siempre estoy buscando algo que nunca llega. Hoy estoy emocionado por mi libro, pero ahora ya aguardo tener buenas críticas, hacer una segunda obra... Espero que mi siguiente novela pueda llamarse 'felices', pero no soy muy optimista al respecto [risas].
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