EL Rincón de Yanka: PAGOLA

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domingo, 5 de abril de 2015

VIGILIA PASCUAL: ID A GALILEA. ALLÍ LO VERÁN

ID A GALILEA. 
ALLÍ LO VERÉIS

José Antonio Pagola



"Aquí estamos para vivir, no para morir. 
Se muere en la muerte no en la vida". 
Julia de Burgos
(Poeta Puertorriqueña)
*
"NO MORIMOS PARA MORIR". 

Juan Gelman

El relato evangélico que se lee en la noche pascual es de una importancia excepcional. No sólo se anuncia la gran noticia de que el crucificado ha sido resucitado por Dios. Se nos indica, además, el camino que hemos de recorrer para verlo y encontrarnos con Él.

Marcos habla de tres mujeres admirables que no pueden olvidar a Jesús. Son María de Magdala, María la de Santiago y Salomé. En sus corazones se ha despertado un proyecto absurdo que sólo puede nacer de su amor apasionado: «comprar aromas para ir al sepulcro a embalsamar su cadáver».
Lo sorprendente es que, al llegar al sepulcro, observan que está abierto. Cuando se acercan más, ven a un «joven vestido de blanco» que las tranquiliza de su sobresalto y les anuncia algo que jamás hubieran sospechado.

«¿Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado?». Es un error buscarlo en el mundo de los muertos. «No está aquí». Jesús no es un difunto más. No es el momento de llorarlo y rendirle homenajes. «¡Ha resucitado!». Está vivo para siempre. Nunca podrá ser encontrado en el mundo de lo muerto, lo extinguido, lo acabado.
Pero, si no está en el sepulcro, ¿dónde se le puede ver?, ¿dónde nos podemos encontrar con él? El joven les recuerda a las mujeres algo que ya les había dicho Jesús: «Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis». Para «ver» al resucitado hay que volver a Galilea. ¿Por qué? ¿Para qué?

Al resucitado no se le puede «ver» sin hacer su propio recorrido. Para experimentarlo lleno de vida en medio de nosotros, hay que volver al punto de partida y hacer la experiencia de lo que ha sido esa vida que ha llevado a Jesús a la crucifixión y resurrección. Si no es así, la «Resurrección» será para nosotros una doctrina sublime, un dogma sagrado, pero no experimentaremos a Jesús vivo en nosotros.
Galilea ha sido el escenario principal de su actuación. Allí le han visto sus discípulos curar, perdonar, liberar, acoger, despertar en todos una esperanza nueva. Ahora sus seguidores hemos de hacer lo mismo. No estamos solos. El resucitado va delante de nosotros. Lo iremos viendo si caminamos tras sus pasos. Lo más decisivo para experimentar al «resucitado» no es el estudio de la teología ni la celebración litúrgica sino el seguimiento fiel a Jesús.

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Galilea es el lugar donde todo dio comienzo, el lugar dónde los discípulos, uno a uno, tuvieron el primer encuentro con el Maestro, en Galilea se encontraron con la mirada de Jesús que les trasformó su vida para siempre, en Galilea escucharon pronunciar su nombre, como jamás nadie lo había hecho hasta entonces y como nadie volvería a hacerlo, en Galilea se quedó su vida, sus proyectos, sus sueños..., en Galilea quedó varada su barca para siempre, en Galilea lo dejaron todo para ir tras ese hombre, que acaban de ver morir en una Cruz, ahora están asustados, vacíos, con el amargo sabor del fracaso en el alma, se sienten engañados, perdidos, abandonados..., “Nosotros esperábamos que iba a ser el libertador de Israel y ya hace tres días que ocurrió todo esto...” (Lc,24,21).

Nosotros también podemos sentirnos un poco así, en medio de una sociedad tan materialista, donde la religión no pinta nada, en nuestras Iglesias llenas de ancianas y vacías de esperanzas, en los Seminarios reconvertidos en hoteles , en los conventos diezmados..., pintan bastos en los albores del siglo XXI.

Hoy de nuevo resuena la voz del ángel, id a Galilea, allí le encontraréis, frente a todo lo que se derrumba, ante el fracaso, ante la Cruz, hoy de nuevo nos manda su voz volver a Galilea.

Me pregunto si alguna vez hemos salido de Galilea, si alguna vez, de verdad, nos hemos puesto en camino, siguiendo sus pisadas, me pregunto si alguna vez escuchamos su voz, sentimos su mirada, si alguna vez lo dejamos todo y nos fuimos tras El.

Galilea de los gentiles, sí, ese lugar de dónde no puede salir nada bueno, dónde están los pobrecillos de Yahvé, dónde están los ignorantes y pecadores.

¿Dónde está tu Galilea? 
¿Dónde comenzó todo, en tu vida?

“Tienes entereza y has sufrido por mi nombre sin claudicar. Pero he de echarte en cara que has dejado enfriar el amor primero. 
Recuerda, pues de dónde has caído; cambia de actitud y vuelve a tu conducta primera”. Ap 2, 3-5

Cuando sentimos que algo nos falta, cuando constatamos que la alabanza no es la que era, cuando nos damos cuenta que la predicación no te mueve algo por las entrañas, no te remueve por dentro, es signo claro de que hemos dejado enfriar el amor primero.

Cuando esto nos ocurre, es hora de ponerse en camino, de volver a Galilea, y cuidado con esto de volver, no tiene nada que ver con echar de menos cualquier tiempo pasado que supuéstamente fue mejor, no tiene nada que ver con mirar atrás, que es algo muy peligroso, caminar mirando hacia atrás es un buen modo de pillar una contractura en el cuello o de tropezar y romperse la crisma, además quien pone la mano en arado y mira hacia atrás no es apto para el Reino, ( Lc 9,62).

Ojo, y sin trucos, que hay quien le pone espejos retrovisores al arado y así nos engañamos a nosotros mismos, pero no al Señor.

No, esto de volver a galilea no es un dejarse caer en la dulce nostalgia, la carta a la Iglesia de Efeso, del libro del Apocalipsis que he citado más arriba nos da la clave de este regreso; “Recuerda pues, dónde has caído; cambia de actitud y vuelve a tu conducta primera”.

Volver a ese amor primero que nos fascino y cambió la vida para siempre, y que no lo haya sentido nunca, el que nunca haya salido de Galilea, el que todavía siga en al desierto y aún no haya entrado en la tierra prometida, que siga caminando, que no sabemos ni el día, ni la hora, pero a todos llega la vocación.

Pero perdonadme, esa es otra historia, de la que hablaremos en otra ocasión, yo hoy escribo para los que como yo, llevamos mucho camino recorrido y empezamos a sentirnos cansados.

Volved, a Galilea, para volver hay que retomar aquella actitud primera, que nos tenía abiertos de par en par al viento del Espíritu, al final nos complicamos las cosas innecesariamente, por que vamos a ver, honestamente, todo esto de división, de las diferencias, de estatutos si o no, y otras gaitas, todo se reduce a algo tan sencillo, tan simple, como preguntarse en quien o en qué me quiero apoyar.

Si la respuesta es en Jesús, el Cristo, el que me amó y se entregó por mí, (Gal 2,20), no cabe otro camino que seguirle, pero sólo a el, no dejarse llevar por cualquier viento de doctrina, por cualquier soplagaitas que nos diga eh, que por aquí o por allá se va, que no, que el Señor en Galilea, te miró a los ojos, pronunció tu nombre como jamás nadie ha vuelto a pronunciar, te llamó a su lado, te invitó a seguirle a caminar con El, y lo hizo de un modo personal y único.

Y luego te agregó a un Pueblo, a los que no éramos pueblo, nos constituyó en su Pueblo Santo, es obra suya, no nuestra.

De nada sirve la lámpara puesta bajo el celemín, no alumbra a nadie, se consume inútilmente, hemos sido llamados a que nuestra luz brille y alumbre los pasos de nuestros hermanos, hemos sido llamados a ser sal de la tierra, levadura en medio de la masa, y no porque seamos los más guapos del lugar o los más sabios, o los mas fuertes, al contrario, Dios ha escogido a lo necio para confundir a los sabios, a lo que el mundo considera débil para confundir a los fuertes, ha escogido lo vil, lo despreciable, lo que no es nada a los ojos del mundo para anular a quienes creen ser algo. De este modo, nadie puede gloriarse delante de Dios. A él le debéis vuestra existencia cristiana, ya que en Cristo se ha hecho para nosotros sabiduría divina, justicia, santificación y redención. De esta manera, como está escrito, el que quiera presumir, que lo haga en el Señor. (1 Cor 1,26-31).

Volver a Galilea no es mirarse al ombligo, y recrearnos en nuestra miseria, es aceptar esa llamada, es abrirse a la Gratuidad del Amor que nos redime, sin méritos de nuestra parte.

Volver a Galilea, es volver a sentarse en el brocal del pozo y trabar conversación con Jesús, dejar que nos desnude el alma y nos sane.

No nos corresponde cosechar los frutos, sino aventar la semilla, volver a Galilea, es enamorarse de ese Jesús que nos desnuda el alma, que nos llama y nos Ama como no nos atrevemos ni a soñar.

Volver a Galilea es encontrarse de frente la Gratuidad de la llamada, la Gratuidad de la Salvación, y dejarse abrazar por ella, dejar que nos empape, dejar que nos envuelva, dejar a Dios ser Dios, nuestra vida.

Volver a Galilea, en suma, no es más que darse cuenta en dónde hemos caído, y cambiar de conducta, cambiar la dirección de nuestra mirada, en vez de mirarnos al ombligo, mirar a los ojos al Señor y dejarnos seducir por El.

Y ahí brotará la Alabanza, como un torrente que salta a la Vida Eterna, como el viento que barre las hojas muertas y despeja el camino.

Volved a Galilea, donde todo dio comienzo, dónde por primera vez oíste su voz... 

Volver a Galilea significa sobre todo volver allí, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino. Con esta chispa puedo encender el fuego para el hoy, para cada día, y llevar calor y luz a mis hermanos y hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una alegría que no ofende el dolor y la desesperación, una alegría buena y serena.

En la vida del cristiano, después del bautismo, hay también otra «Galilea», una «Galilea» más existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me ha llamado a seguirlo y participar en su misión. En este sentido, volver a Galilea significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó por mi camino, me miró con misericordia, me pidió seguirlo; volver a Galilea significa recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos, el momento en que me hizo sentir que me amaba.

No es un volver atrás, no es una nostalgia. Es volver al primer amor, para recibir el fuego que Jesús ha encendido en el mundo, y llevarlo a todos, a todos los extremos de la tierra.

Hoy, en esta noche, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cuál es mi Galilea? Se trata de hacer memoria, regresar con el recuerdo. ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? Búscala y la encontrarás. Allí te espera el Señor. He andado por caminos y senderos que me la han hecho olvidar. Señor, ayúdame: dime cuál es mi Galilea; sabes, yo quiero volver allí para encontrarte y dejarme abrazar por tu misericordia. No tengáis miedo, no temáis, volved a Galilea. El evangelio es claro: es necesario volver allí, para ver a Jesús resucitado, y convertirse en testigos de su resurrección. Y ser testigos es ser mártires de la Verdad, de la Justicia y de la Libertad...






"Por eso, hermanos, la Iglesia no puede ser sorda ni muda ante el clamor de millones de hombres que gritan liberación, oprimidos de mil esclavitudes; pero les dice cuál es la verdadera libertad que debe de buscarse: la que Cristo ya inauguró en esta tierra al resucitar y romper las cadenas del pecado, de la muerte y del infierno. Ser como Cristo, libres del pecado, en ser verdaderamente libres con la verdadera liberación. Y aquél que con esta fe puesta en el resucitado trabaje por un mundo más justo, reclame contra las injusticias del sistema actual, contra los atropellos de una autoridad abusiva, contra los desórdenes de los hombres explotando a los hombres, todo aquel que luche desde la resurrección del gran libertador, sólo ése es auténtico cristiano. Por eso, la resurrección tiene que dar al hombre valentía, entereza; lejos de toda cobardía el cristiano tiene que estar como Cristo dispuesto a dar su cara ante Poncio Pilato, ante Herodes, ante los perseguidores; y con la serenidad de un cordero que es llevado al matadero esperar también en el sepulcro de su martirio la hora en que Dios glorifica; no es la hora que los hombres señalan, es la hora de un Dios que es el único que nos puede salvar; pero que esperar en El apoyándose en Cristo, es el secreto de la verdadera liberación". Oscar Romero
PREGÓN PASCUAL - CRISTÓBAL FONES Y TERESA LARRAÍN

YO SOY EL QUE VIVE . AIN KAREM

YO SOY EL QUE VIVE 
(Lc 24, 5b; Ap1,18) 

No busques entre los muertos a la Vida, 
ponte en pie, alza la mirada. 
No busques en la muerte 
al que vive para siempre. 
Abre las puertas, 
sal a su encuentro, 
ve con tu hermano. (2) 
No temas, dice el Señor, 
Yo soy el que vive. 
Estuve muerto 
pero ahora vivo para siempre, 
para siempre. 
No busques…


viernes, 15 de julio de 2011

TENGO UNA PREGUNTA PARA JOSÉ ANTONIO PAGOLA Y PARA SUS PAISANOS COLEGAS VASCOS

¿Por qué nunca han denunciado evangélicamente la injusticia del terrorismo nazionalista y el pecado de omisión de su propia Iglesia vasca al respecto?
Uds. mismos no practican lo que platónicamente predican. Ven la paja en la Iglesia ajena y no ven la sangre causada por el  plomo represor de las balas en sus ojos.

La Iglesia vasca no ha sido humana ni evangélica ni cristiana. Y ha sido una vergüenza la actitud cobarde de la conferencia episcopal española al respecto por su pecado de omisión y por callar ante la injusticia y la barbarie y el terror del fascismo Nazionalista.

´Apartaos de mí malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles, porque tuve hambre y no me disteis de comer…´.
Y concluirá: ´Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo estabais haciendo…´. A la luz del Evangelio sabemos que Jesús se identifica con las víctimas agredidas por nuestro propio pecado, hasta el punto de decirnos:
Era yo a quien no diste de comer; fue a mí a quien no quisiste perdonar; era yo a quien secuestraste; fue a mí a quien disparaste en la nuca…
En efecto, hermanos, todos vamos a ser juzgados por el Dios que nos ha creado y que nos ha redimido. En ese momento de encuentro entre la Verdad de un Dios misericordioso y la realidad sin tapujos de nuestra propia vida, será determinante para el destino eterno de nuestra alma, la opción última y definitiva que hayamos tomado: humildad y arrepentimiento, u obstinación en el mal".  Obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla

“Es tan homicida el ojo que mira hacia otro lado como el que apunta con la mirilla del fusil; es tan culpable la mano que echa la persiana para no enterarse de lo que ocurre afuera como la que aprieta el gatillo”. W. Szpilman.

"Lo mas atroz de las cosas malas y la gente mala es el silencio de la gente buena"  Gandhi

“Quien acepta pasivamente el mal es tan responsable como el que lo comete. Quien ve el mal y no protesta, ayuda a hacer el mal” Martin Luther King


DEL HÁBITO A LAS ARMAS
Los tres curas de sangre y pistola de ETA, 
que nunca se arrepintieron


El capuchino ‘Igeldo’ le quitó la vida a un guardia civil jubilado hace 43 años. Ya libre, declara: “Sé que ningún cristiano puede matar, pero ese mandamiento también lo ha violado la Iglesia”. Otro benedictino fue ‘maestro’ de Josu Ternera y envió a Madrid al comando que terminó matando a Carrero Blanco.

“No tuve problemas de conciencia”, dice ‘Etxabe’, también sacerdote antes que etarra. La lista de nombres que vinculan a la Iglesia vasca con la banda terrorista es larguísima. Esa investigación no está abierta en el Vaticano, adonde acaba de llegar la de la pederastia con hábito en España

«En una lucha (la de ETA) como la nuestra no hay espacio para el remordimiento, ni el arrepentimiento… Me comprometí con el Evangelio al mismo tiempo que con una sociedad igualitaria y justa… No hay tanta diferencia… En las mismas circunstancias volvería a hacer lo mismo… Yo pedí a ETA formar parte de la organización y me aceptaron con todas las consecuencias… El jefe supremo era entonces José Miguel Beñarán Ordeñana (Argala)…».

Quien así habla en el documental de Iñaki Arteta Bajo el silencio es Fernando Arburua Iparraguirre (alias Igeldo), condenado por tres asesinatos, entre ellos, el del guardia civil retirado y enfermo de cáncer Félix de Diego Martínez.

El próximo 31 de enero se cumplirán 43 años de aquel día en el que Igeldo alcanzó con siete disparos a bocajarro el cuerpo del agente de la Benemérita mientras estaba sentado en el irrundarra bar Herrería, propiedad de su esposa, que se encontraba a su lado. En el suelo fue rematado sin miramientos, cubierto de sangre, por otro integrante del comando Txirrita, Manuel Ostolaza Alcocer, que volvió a entrar en el local al comprobar que la víctima se debatía entre la vida y la muerte.

DE HÁBITO CAPUCHINO A MATAR A TIROS

Arburua Iparraguirre compatibilizaba en aquellos años la jefatura del sangriento comando Txirrita con la titularidad, como sacerdote capuchino, de la parroquia San José Obrero, sita en el donostiarra barrio de Alza, donde sus feligreses le conocían como «el padre Fernando», ajenos a su actividad principal con la pipa. Entre 1978 y 1981, hasta su detención, Igeldo fue el terrorista más sangriento de la banda.

Cuarenta años después, tras pasar 24 años en una prisión de El Puerto de Santa María (Cádiz), el cura etarra Igeldo declara: «En nuestra lucha no hay espacio para el remordimiento…».

Fernando Arburúa había ingresado a los 11 años en el seminario de Alsasua (Navarra). A los 25 hizo profesión de votos en la orden de los capuchinos. Ya en libertad, con la pena cumplida pero sin asomo de contrición, reconoce: «Solicité en ETA el máximo compromiso… Sé que ningún cristiano puede matar, pero ese mandamiento también lo ha violado la Iglesia». Y concluye: «Seguramente hizo falta todo aquello, incluidas las casi 900 muertes de un lado y las nuestras».

En pleno periodo democrático ya, en 1981, Igeldo es detenido en su propia parroquia bajo la acusación de ser el jefe del comando Txirrita, que llevaba ya a sus espaldas tres asesinatos. Se le incautaron cinco pistolas, granadas, metralletas, explosivos y abundante munición.

Contumaz, Igeldo fue detenido de nuevo en 2015 por ser uno de los líderes del llamado frente de las cárceles. Ahora, que cumple 88 años, lejos de mostrar arrepentimiento parece estar orgulloso de su pasado. «Porque el tema moral es algo muy relativo», decía en el documental. Vive en San Sebastián.

La extensa investigación sobre los crímenes etarras [en los días en que una investigación sobre los abusos sexuales de religiosos a menores llega al Vaticano] deja aún 300 casos sin esclarecer. Resulta especialmente oscura cuando se intenta enlazar nombres y apellidos de activistas etarras con el olor de las sotanas de las pistolas.

DE FRAILE EN EL MONASTERIO A JEFE MILITAR DE ETA: ‘TXIKIA’

Ya el primer pretendido mártir etarra, venerado hasta el día de hoy, fue Francisco Javier (Txabi) Echebarrieta Ortiz, conecta la banda con las sacristías vascas. Cuando se cobró la primera víctima de ETA, el 7 de junio de 1969, en la joven vida del guardia civil de Tráfico José Antonio Pardines,

Etxebarrieta se dirigía, junto con otro miembro de la banda, Iñaki Sarasketa (cuya posterior condena a muerte en el Proceso de Burgos fue conmutada por intercesión del padre Arrupe, superior de los jesuitas), al monasterio benedictino de Lazcano, donde le esperaba el fraile Eustaquio Mendizábal Benito (Txikia).

Txikia fue un personaje peculiar. Permaneció durante 12 años en la abadía guipuzcoana, y de ella salió para convertirse en jefe militar de ETA en Guipúzcoa, previo paso de entrega del hábito.

El cambio del hisopo por la pistola le fue rentable a Txikia para medrar en su carrera como terrorista (1944-1973). Se convirtió en la mano derecha del jefe supremo militar de la banda, Juan José Etxabe, al que sustituye cuando éste se harta de sangre, pólvora y cadáveres. Mendizábal toma el relevo al frente de ETA-V en 1967.

El ex monje quiere demostrar que se ha sacudido su docena de años entre el ora et labora y exige a la banda «acción» por encima de cualquier otro predicamento teórico. Dirige manu militari una retahíla de secuestros de industriales vascos y navarros (Huerta, Zabala) con los que hace caja y más caja, sumando además atracos a sucursales bancarias por doquier.

Durante su liderazgo Txikia envía un comando a Madrid para preparar el atentado al delfín de Franco, el almirante Carrero Blanco, que se materializará en diciembre de 1973. Ese comando se llamaría Txikia en honor a su jefe, que caería fulminado por policías expertos en antiterrorismo al ser localizado al bajar del tren en Algorta (Vizcaya).

Una plaza del elitista municipio vasco fue bautizada con su nombre, decisión revocada luego por la Justicia bajo la sentencia de que hería «la dignidad de las víctimas». Se le imputan otros asesinatos directos y otros tanto producidos bajo sus órdenes.

Durante una misa celebrada en Sokoa (Francia), otro clérigo vinculado a ETA, el famoso padre Piarres Larzabal (Ascain, 1915), no invocó a Dios, sino al «héroe» abatido. «Eustaquio se nos ha ido… Soy el intérprete de los compañeros caídos del 36 y después del 36, y os pido que nos unamos para obtener la unificación y promoción de nuestro pueblo…

Yo te absuelvo». Cuando el comando etarra al mando de Txikia secuestra el cónsul alemán en San Sebastián, Eugene Beihl, en diciembre de 1970, Mendizábal lo esconde en la casa del citado cura galo… «Yo te absuelvo», pronunció antes y después Piarres Larzabal.

Uno de los subordinados preferidos del monje benedictino fue, por cierto, Josu Ternera, de misa diaria. La Audiencia Nacional acaba de abrir juicio oral contra él por el atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, donde fueron asesinadas 11 personas, seis de ellas, niños.

Txikia no se arrepintió. Un disparo de los agentes policiales que lo cazaron lo mandó con el dios al que juró servir. El hombre que había sido formado bajo el lema benedictino pax había hecho de la guerra total su santo y guía.

EL CURA DE PUEBLO

«Fui ordenado sacerdote al final de la década de los años 50. Salí empapado de la mística sacerdotal. Cura de pueblo, se fue reforzando en mí la vivencia de servicio al mismo y la conciencia de mi responsabilidad con él como sacerdote. Paralelamente, se fue reforzando en mí el sentimiento de patriotismo, generado tanto en mi infancia como en mi juventud, sobre todo en el ambiente familiar…».

Así hablaba en euskera Jon Etxabe Garitacelaya el 3 de diciembre del 2020 en un acto en Éibar para conmemorar el medio siglo del Proceso de Burgos, en el que fue condenado por pertenencia a banda armada.

Continúa hablando en euskera: «En Éibar [donde nació en 1933], ya como sacerdote en los años 60, la influencia y repercusión de las acciones de ETA me producían contradicciones, dificultades para comprenderlo, pero también adhesiones y esperanza. Esa resaca me alcanzó de lleno… Una persona me propuso trasladar a militantes de ETA en mi coche. Acepté.

Sabía que atendiendo a la doctrina oficial de la Iglesia significaba asumir una contradicción enorme; sin embargo, pensé que no se podía negar amparo a los que actuaban a favor del pueblo, ni siquiera Dios se negaría a hacerlo. Ofrecer aquella ayuda estaba en el núcleo mismo del Evangelio. Cuando la policía me fichó, escapé.

ETA me propuso entonces convertirme en liberado. Dar el paso significaba para mí que actuar en una organización armada era algo muy distinto a la actividad sacerdotal, pero no tuve problemas de conciencia. No entré en consideraciones teológicas. No tuve problemas ni con la Iglesia ni con Dios. Acepté la organización de la propaganda y pedí ir armado. La policía se lo pensaría dos veces antes de acercarse a mí».

CÁRCEL CONCORDATARIA PARA SACERDOTES

Cuando es detenido, Etxabe pasa a la cárcel concordataria para sacerdotes de Zamora. Durante el Proceso de Burgos reafirma su fe en el pueblo vasco («Estoy seguro de que triunfaremos»), mientras reconoce su pistola entre muchas otras incautadas a la banda por la policía. Nunca fue probado que cometiera directamente delitos de sangre, pero sí que participó en la reunión donde se decidió el asesinato del inspector Melitón Manzanas, decisión tomada en un convento de los Padres Sacramentinos.
Etxabe fue condenado a 50 años de prisión y tras la sentencia pidió a la Iglesia su secularización. Hoy, con 88 años, vive en sus tierras guipuzcoanas sin que conste dolor de contrición alguno. Sus víctimas no lo acreditan.


El obispo y la bandera

La memoria es fundamento de la vida, por eso que creo oportuno la reseña de ciertos acontecimientos. Es San Sebastián, hace ya cuarenta años, cuando se recibe la llamada de un paquete sospechoso en el barrio de Gros, un joven policía nacional especialista en desactivación de explosivos acude al lugar; la trampa, la potencia de la explosión lo matará. El mando de Policía Nacional de la provincia activa los pormenores propios de la situación, entre ellos su funeral. 

Surge una cuestión: ¿lo hacemos entre nosotros o lo mostramos como lo que es, un ciudadano de San Sebastián asesinado, dependiente de un obispo cuidador de su rebaño? Se decide esto último y un capitán se dirige a la catedral del Buen Pastor a gestionar los detalles. En la sacristía, lo recibe el párroco a quien se le traslada nuestro deseo, no dice nada y se remite al obispo. Al poco rato sale el obispo, no traslada su pésame pero dice que no habría problema, a salvo las «manifestaciones políticas» que se produjeran. Nadie quiere que este hecho sea objeto de acción política. Se le indica que no habrá discursos ni simbología partidaria de ningún tipo. Al capitán se le viene a la mente la enseña nacional que estará presente cubriendo el féretro, y se lo dice. 

"Eso, a eso me refiero", le indica el obispo: no puede entrar en el templo la bandera de España. Viendo al obispo, la respuesta, y que eso podría impedir el funeral, el capitán recuerda el maltrecho cuerpo de su compañero asesinado y no puede contener las lágrimas. No obstante, indica que va a trasladar esa exigencia a sus mandos. La exigencia es difícil de aceptar, pero se acepta y así se transmite al ministro del Interior y al obispo. La parroquia del Buen Pastor espera el féretro que llega a los acordes del himno nacional y cubierto con la enseña nacional. 

En los arcos de acceso al templo tienen que ser el comandante jefe y el capitán quienes retiran la enseña, nadie quiere hacerlo. Dentro del templo, cuando el párroco dice las primeras palabras de la eucaristía, el coronel jefe de Policía Nacional del País Vasco saca de su chaquetón una bandera de España con la que cubre el féretro; el sacerdote calla, no pronuncia palabra alguna, el ministro y autoridades callan, el capitán está en un lateral, es el comandante jefe quien sale de su asiento y retira la bandera. Como un resorte y como si se hubiera apretado el botón de ‘on’, el sacerdote continúa la eucaristía. 

Finalizada la eucaristía, bajo los arcos de entrada, se vuelve a cubrir el féretro con la bandera de España. El Estado no combatió solamente contra una organización terrorista.

VER+:
Ese es un hecho, como ese obispo famoso que justificaba a los asesinos con sus pastorales. Lo de la Iglesia vasca con ETA no tiene perdón de Dios.


jueves, 30 de junio de 2011

EL PUEBLO SENCILLO







"Establecéis reglas para los demás y excepciones para vosotros". François de la Rochefoucauld
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"Triste "espiritualidad" es el de aquellos que solo han logrado transportar su dogmatismo fanático, su ambición y su sed de gloria y de poder".
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"No quiero defender cualquier equivocación que podamos cometer, pero la mayor equivocación sería permanecer en tal estado de miedo a cometer errores que, simplemente, paralicemos la acción".  P. Arrupe.





Jesús no tuvo problemas con la gente sencilla. El pueblo sintonizaba fácilmente con él. Aquellas gentes humildes que vivía trabajando sus tierras para sacar adelante una familia, acogían con gozo su mensaje de un Dios Padre, preocupado de todos sus hijos, sobre todo, los más olvidados.

Los más desvalidos buscaban su bendición: junto a Jesús sentían a Dios más cercano. Muchos enfermos, contagiados por su fe en un Dios bueno, volvían a confiar en el Padre del cielo. Las mujeres intuían que Dios tiene que amar a sus hijos e hijas como decía Jesús, con entrañas de madre.

El pueblo sentía que Jesús, con su forma de hablar de Dios, con su manera de ser y con su modo de reaccionar ante los más pobres y necesitados, les estaba anunciando al Dios que ellos necesitaban. En Jesús experimentaban la cercanía salvadora de Padre.

La actitud de los entendidos» era diferente. Lo que al pueblo sencillo le llena de alegría a ellos les indigna. Los maestros de la ley no pueden entender que Jesús se preocupe tanto del sufrimiento y tan poco del cumplimiento del sábado. Los dirigentes religiosos de Jerusalén lo miran con recelo: el Dios Padre del que habla Jesús no es una Buena Noticia, sino un peligro para su religión.

Para Jesús, esta reacción tan diferente ante su mensaje no es algo casual. Al Padre le parece lo mejor. Por eso le da gracias delante de todos: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has dado a conocer a los sencillos. Sí, Padre, así te ha parecido mejo».

También hoy el pueblo sencillo capta mejor que nadie el Evangelio. No tienen problemas para sintonizar con Jesús. A ellos se les revela el Padre mejor que a los “entendidos” en religión. Cuando oyen hablar de Jesús, confían en él de manera casi espontánea.

Hoy, prácticamente, todo lo importante se piensa y se decide en la Iglesia, sin el pueblo sencillo y lejos de él. Sin embargo, difícilmente, se podrá hacer nada nuevo y bueno para el cristianismo del futuro sin contar con él. Es el pueblo sencillo el que nos arrastrará hacia una Iglesia más evangélica, no los teólogos ni los dirigentes religiosos.

Hemos de redescubrir el potencial evangélico que se encierra en el pueblo creyente. Muchos cristianos sencillos intuyen, desean y piden vivir su adhesión a Cristo de manera más evangélica, dentro de una Iglesia renovada por el Espíritu de Jesús. Nos están reclamando más evangelio y menos doctrina. Nos están pidiendo lo esencial, no frivolidades.

José Antonio Pagola

viernes, 25 de marzo de 2011

LA RELIGIÓN DE JESÚS


LA RELIGIÓN DE JESÚS

Cansado del camino, Jesús se sienta junto al manantial de Jacob, en las cercanías de la aldea de Sicar. Pronto llega una mujer samaritana a apagar su sed. Espontáneamente, Jesús comienza a hablar con ella de lo que lleva en su corazón.

En un momento de la conversación, la mujer le plantea los conflictos que enfrentan a judíos y samaritanos. Los judíos peregrinan a Jerusalén para adorar a Dios. Los samaritanos suben al monte Garizim cuya cumbre se divisa desde el pozo de Jacob. ¿Dónde hay que adorar a Dios? ¿Cuál es la verdadera religión? ¿Qué piensa el profeta de Galilea?

Jesús comienza por aclarar que el verdadero culto no depende de un lugar determinado, por muy venerable que pueda ser. El Padre del cielo no está atado a ningún lugar, no es propiedad de ninguna religión. No pertenece a ningún pueblo concreto.
No lo hemos de olvidar. Para encontrarnos con Dios, no es necesario ir a Roma o peregrinar a Jerusalén. No hace falta entrar en una capilla o visitar una catedral. Desde la cárcel más secreta, desde la sala de cuidados intensivos de un hospital, desde cualquier cocina o lugar de trabajo podemos elevar nuestro corazón hacia Dios.

Jesús no habla a la samaritana de «adorar a Dios». Su lenguaje es nuevo. Hasta por tres veces le habla de «adorar al Padre». Por eso, no es necesario subir a una montaña para acercarnos un poco a un Dios lejano, desentendido de nuestros problemas, indiferente a nuestros sufrimientos. El verdadero culto empieza por reconocer a Dios como Padre querido que nos acompaña de cerca a lo largo de nuestra vida.

Jesús le dice algo más. El Padre está buscando «verdaderos adoradores». No está esperando de sus hijos grandes ceremonias, celebraciones solemnes, inciensos y procesiones. Lo que desea es corazones sencillos que le adoren «en espíritu y en verdad».
«Adorar al Padre en espíritu» es seguir los pasos de Jesús y dejarnos conducir como él por el Espíritu del Padre que lo envía siempre hacia los últimos. Aprender a ser compasivos como es el Padre. Lo dice Jesús de manera clara: «Dios es espíritu, y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu». Dios es amor, perdón, ternura, aliento vivificador..., y quienes lo adoran deben parecerse a él.

«Adorar al Padre en verdad» es vivir en la verdad. Volver una y otra vez a la verdad del Evangelio. Ser fieles a la verdad de Jesús sin encerrarnos en nuestras propias mentiras. Después de veinte siglos de cristianismo, ¿hemos aprendido a dar culto verdadero a Dios? ¿Somos los verdaderos adoradores que busca el Padre?

JOSÉ ANTONIO PAGOLA

EL SALTO DE LA REJA EN LA VIRGEN DEL ROCÍO





jueves, 27 de enero de 2011

UNA IGLESIA MÁS EVANGÉLICA (BIENAVENTURADA)


Al formular las bienaventuranzas, Mateo, a diferencia de Lucas, se preocupa de trazar los rasgos que han de caracterizar a los seguidores de Jesús. De ahí la importancia que tienen para nosotros en estos tiempos en que la Iglesia ha de ir encontrando su estilo cristiano de estar en medio de una sociedad secularizada.

No es posible proponer la Buena Noticia de Jesús de cualquier forma. El Evangelio sólo se difunde desde actitudes evangélicas. Las bienaventuranzas nos indican el espíritu que ha de inspirar la actuación de la Iglesia mientras peregrina hacia el Padre. Las hemos de escuchar en actitud de conversión personal y comunitaria. Sólo así hemos de caminar hacia el futuro.
Dichosa la Iglesia "pobre de espíritu" y de corazón sencillo, que actúa sin prepotencia ni arrogancia, sin riquezas ni esplendor, sostenida por la autoridad humilde de Jesús. De ella es el reino de Dios.

Dichosa la Iglesia que "llora" con los que lloran y sufre al ser despojada de privilegios y poder, pues podrá compartir mejor la suerte de los perdedores y también el destino de Jesús. Un día será consolada por Dios.
Dichosa la Iglesia que renuncia a imponerse por la fuerza, la coacción o el sometimiento, practicando siempre la mansedumbre de su Maestro y Señor. Heredará un día la tierra prometida.

Dichosa la Iglesia que tiene "hambre y sed de justicia" dentro de sí misma y en el mundo entero, pues buscará su propia conversión y trabajará por una vida más justa y digna para todos, empezando por los últimos. Su anhelo será saciado por Dios.
Dichosa la Iglesia compasiva que renuncia al rigorismo y prefiere la misericordia antes que los sacrificios, pues acogerá a los pecadores y no les ocultará la Buena Noticia de Jesús. Ella alcanzará de Dios misericordia.
Dichosa la Iglesia de "corazón limpio" y conducta transparente, que no encubre sus pecados ni promueve el secretismo o la ambigüedad, pues caminará en la verdad de Jesús. Un día verá a Dios.

Dichosa la Iglesia que "trabaja por la paz" y lucha contra las guerras, que aúna los corazones y siembra concordia, pues contagiará la paz de Jesús que el mundo no puede dar. Ella será hija de Dios.

Dichosa la Iglesia que sufre hostilidad y persecución a causa de la justicia, sin rehuir el martirio, pues sabrá llorar con las víctimas y conocerá la cruz de Jesús. De ella es el reino de Dios.
La sociedad actual necesita conocer comunidades cristianas marcadas por este espíritu de las bienaventuranzas. Sólo una Iglesia evangélica tiene autoridad y credibilidad para mostrar el rostro de Jesús a los hombres y mujeres de hoy.


IGLESIA MÁS EVANGÉLICA
JOSÉ ANTONIO PAGOLA






lunes, 1 de febrero de 2010

¿NO NECESITAMOS PROFETAS?


“...edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, ...
hasta ser morada de Dios en el Espíritu”.
Ef 2,20-22

Profeta es aquel que escucha y siente lo que Dios nos grita a todos, sobre las injusticias a su Pueblo, y no lo percibimos por nuestro egotismo egocéntrico.
EL PROFETA ROMPEDOR DE ÍDOLOS


«Un gran profeta ha surgido entre nosotros». Así gritaban en las aldeas de Galilea, sorprendidos por las palabras y los gestos de Jesús. Sin embargo, no es esto lo que sucede en Nazaret cuando se presenta ante sus vecinos como ungido como Profeta de los pobres.

Jesús observa primero su admiración y luego su rechazo. No se sorprende. Les recuerda un conocido refrán: «Os aseguro que ningún profeta es bien acogido en su tierra». Luego, cuando lo expulsan fuera del pueblo e intentan acabar con él, Jesús los abandona. El narrador dice que «se abrió paso entre ellos y se fue alejando». Nazaret se quedó sin el Profeta Jesús.

Jesús es y actúa como profeta. No es un sacerdote del templo ni un maestro de la ley. Su vida se enmarca en la tradición profética de Israel. A diferencia de los reyes y sacerdotes, el profeta no es nombrado ni ungido por nadie. Su autoridad proviene de Dios, empeñado en alentar y guiar con su Espíritu a su pueblo querido cuando los dirigentes políticos y religiosos no saben hacerlo. No es casual que los cristianos confiesen a Dios encarnado en un profeta.

Los rasgos del profeta son inconfundibles. En medio de una sociedad injusta donde los poderosos buscan su bienestar silenciando el sufrimiento de los que lloran, el profeta se atreve a leer y a vivir la realidad desde la compasión de Dios por los últimos. Su vida entera se convierte en "presencia alternativa" que critica las injusticias y llama a la conversión y el cambio.

Por otra parte, cuando la misma religión se acomoda a un orden de cosas injusto y sus intereses ya no responden a los de Dios, el profeta sacude la indiferencia y el autoengaño, critica la ilusión de eternidad y absoluto que amenaza a toda religión y recuerda a todos que sólo Dios salva. Su presencia introduce una esperanza nueva pues invita a pensar el futuro desde la libertad y el amor de Dios.

Una Iglesia que ignora la dimensión profética de Jesús y de sus seguidores, corre el riesgo de quedarse sin profetas. Nos preocupa mucho la escasez de sacerdotes y pedimos vocaciones para el servicio presbiteral. ¿Por qué no pedimos que Dios suscite profetas? ¿No los necesitamos? ¿No sentimos necesidad de suscitar el espíritu profético en nuestras comunidades?

Una Iglesia sin profetas, ¿no corre el riesgo de caminar sorda a las llamadas de Dios a la conversión y el cambio? Un cristianismo sin espíritu profético, ¿no tiene el peligro de quedar controlado por el orden, la tradición o el miedo a la novedad de Dios?

JOSÉ ANTONIO PAGOLA


jueves, 17 de septiembre de 2009

DOS ACTITUDES MUY DE JESÚS

El grupo de Jesús atraviesa Galilea camino de Jerusalén. Lo hacen de manera reservada, sin que nadie se entere. Jesús quiere dedicarse enteramente a instruir a sus discípulos. Es muy importante lo que quiere grabar en sus corazones: su camino no es un camino de gloria, éxito y poder. Es lo contrario: conduce a la crucifixión y al rechazo, aunque terminará en resurrección.
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A los discípulos no les entra en la cabeza lo que les dice Jesús. Les da miedo hasta preguntarle. No quieren pensar en la crucifixión. No entra en sus planes ni expectativas. Mientras Jesús les habla de entrega y de cruz, ellos hablan de sus ambiciones: ¿quién será el más importante en el grupo? ¿quién ocupará el puesto más elevado? ¿quién recibirá más honores?
Jesús «se sienta». Quiere enseñarles algo que nunca han de olvidar. Llama a los Doce, los que están más estrechamente asociados a su misión y los invita a que se acerquen, pues los ve muy distanciados de él. Para seguir sus pasos y parecerse a él han de aprender dos actitudes fundamentales.


Primera actitud:
«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y servidor de todos». El discípulo de Jesús ha de renunciar a ambiciones, rangos, honores y vanidades. En su grupo nadie ha de pretender estar sobre los demás. Al contrario, ha de ocupar el último lugar, ponerse al nivel de quienes no tienen poder ni ostentan rango alguno. Y, desde ahí, ser como Jesús: «servidor de todos»


La segunda actitud es tan importante que Jesús la ilustra con un gesto simbólico entrañable. Pone a un niño en medio de los Doce, en el centro del grupo, para que aquellos hombres ambiciosos se olviden de honores y grandezas, y pongan sus ojos en los pequeños, los débiles, los más necesitados de defensa y cuidado.
Luego, lo abraza y les dice: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí». Quien acoge a un "pequeño" está acogiendo al más "grande", a Jesús. Y quien acoge a Jesús está acogiendo al Padre que lo ha enviado. Un Iglesia que acoge a los pequeños e indefensos está enseñando a acoger a Dios. Una Iglesia que mira hacia los grandes y se asocia con los poderosos de la tierra está pervirtiendo la Buena Noticia de Dios anunciada por Jesús.


JOSÉ ANTONIO PAGOLA





miércoles, 10 de junio de 2009

LA CENA DEL SEÑOR

Los estudios sociológicos lo destacan con datos contundentes: los cristianos de nuestras iglesias occidentales están abandonando la misa dominical. La celebración, tal como ha quedado configurada a lo largo de los siglos, ya no es capaz de nutrir su fe ni de vincularlos a la comunidad de Jesús. Lo sorprendente es que estamos dejando que la misa « se pierda » sin que este hecho apenas provoque reacción alguna entre nosotros. ¿No es la eucaristía el centro de la vida cristiana? ¿Cómo podemos permanecer pasivos, sin capacidad de tomar iniciativa alguna? ¿Por qué la jerarquía permanece tan callada e inmóvil? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación con más fuerza y dolor? La desafección por la misa está creciendo incluso entre quienes participan en ella de manera responsable e incondicional. Es la fidelidad ejemplar de estas minorías la que está sosteniendo a las comunidades, pero ¿podrá la misa seguir viva sólo a base de medidas protectoras que aseguren el cumplimiento del rito actual? Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor, que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya? ¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió Jesús? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?

JOSÉ ANTONIO PAGOLA


VER +:

http://elrincondeyanka.blogspot.com/2009/06/misa-sin-musa.html

http://elrincondeyanka.blogspot.com/2008/02/que-as-sea-amn.html