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sábado, 29 de marzo de 2025

LIBRO "LA PASIÓN DE CRISTO": UNA LECTURA ORIGINAL🕂 por JOSÉ MIGUEL GARCÍA PÉREZ

La pasión de
CRISTO

Una lectura original

José Miguel García Pérez

Una lectura de los relatos de la pasión de Cristo que aparecen en los cuatro evangelios canónicos revela, a primera vista, una narración del desarrollo general de los acontecimientos muy similar. Sin embargo, un análisis atento de los textos manifiesta llamativas diferencias, incluso contradicciones, de algunos hechos narrados en ellos: el motivo de la celebración de la última cena, la comparecencia de Jesús ante el sanhedrín, el día de la muerte de Jesús o el privilegio pascual que permitió la liberación de Barrabás, entre otros. Los estudiosos han intentado explicar o justificar tales diferencias apelando a la intención literaria o teológica de cada evangelista, sin alcanzar una explicación unánime. Este debate, que sigue vivo hoy en día, junto a una supuesta datación tardía de la redacción de los textos evangélicos, habría llevado a relativizar el valor histórico de los relatos de la pasión y a dudar de la identidad de sus autores. Esto supondría un grave problema para la fe cristiana, esencialmente histórica. El autor del presente libro ofrece, desde un punto de vista histórico, soluciones certeras tras décadas de estudio del sustrato semítico de los textos evangélicos, dando con ello un firme apoyo a la fiabilidad de las noticias e informaciones recogidas en ellos.
Los Evangelios fueron escritos en griego entre la segunda mitad de los años 60 y finales de los 90 de nuestra era, es decir, unos 35-70 años después de que Jesús de Nazareth muriera clavado en una cruz fuera de los muros de Jerusalén, en una colina conocida como Gólgota. Sin embargo, antes de que Mateo, Marcos, Lucas y Juan narraran por escrito la pasión y muerte de Cristo debió de existir u n relato primitivo en arameo que se transmitía oralmente sobre aquellos hechos.
Una interpretación desde la lengua semítica de algunos versículos puede arrojar luz sobre las llamativas diferencias, e incluso contradicciones, que se aprecian en los evangelios. Porque, ¿coincidió la última cena con la celebración de la Pascua judía? ¿Jesús murió el 14 o el 15 de Nisán?
El arameo era una lengua consonántica, sin vocales, que se escribía sin separación entre palabras, según explica este experto. De ahí, a su juicio, algunas discrepancias en los posteriores textos en griego.

«Jesús enseñó en arameo, que era la lengua que hablaba, y también los apóstoles, cuando fueron enviados a predicar», recuerda este sacerdote que se muestra seguro de que aquellas enseñanzas aprendidas de memoria conformaron «una tradición muy fija» que se transmitió oralmente. «Muy pronto», continúa, esos relatos se formularían por escrito y es muy posible que en arameo.
Los evangelios son relatos de fe, pero la fe cristiana se basa en unos hechos históricos » y el relato de la Pasión de Jesús «ciertamente es histórico, fiabilísimo».
Con el libro no solo pretende «avalar la historicidad de los relatos evangélicos», sino también « la conciencia que tenía Jesús de su muerte y su significado ». En su empeño de arrojar luz sobre las expresiones oscuras apelando al sustrato semítico, quizá algunos puedan pensar que llega a forzar sus conclusiones, pero García Pérez replica que su libro «no es palabra de Dios» ni él pretende que se cambie el texto de los evangelios porque «no nos han llegado los textos arameos previos».

PRÓLOGO

Jesús de Nazaret murió clavado en una cruz fuera de los muros de la ciudad de Jerusalén, en una pequeña colina, llamada Gólgota, junto a la puerta de los huertos o de Efraím. El juicio en el que fue condenado, su pasión y muerte están narrados en los cuatro evangelios canónicos, que son nuestras principales fuentes históricas para conocer quién es Jesús. La mayoría de los estudiosos suele fechar la redacción de estas obras cristianas entre la segunda mitad de los años 60 y finales de los 90 de nuestra era; o sea, unos 35-70 años después de los sucesos narrados. Esta fecha tardía, junto a la falta de una sintonía total de los relatos evangélicos, ha llevado a bastantes exegetas a relativizar el valor histórico de los relatos de la pasión, e incluso a poner en cuestión la identificación tradicional de sus autores, que la Iglesia siempre ha reconocido como apóstoles-testigos de los hechos narrados (Mateo y Juan) o al menos como discípulos de aquellos que fueron testigos, de quienes recibieron la información (Marcos y Lucas). Nosotros estamos convencidos no solo de la antigüedad de la historia de la pasión, en sintonía con la mayoría de los estudiosos que suele colocar su redacción a finales de la década de los años 30, sino también de la fiabilidad de las noticias recogidas, ya que proceden de los testigos presenciales, como es fácil deducir del estilo y el contenido de los mismos relatos1

La antigüedad de los relatos evangélicos donde se narra el prendimiento, el juicio y la condena, el sufrimiento y la muerte de Jesús está avalada por el conocimiento exacto que los autores sagrados manifestaron tener respecto a la situación histórico-social de la Palestina de aquella época y por el carácter semítico de la redacción griega, que obliga a pensar en una formulación, incluso fijada por escrito, en lengua aramea. Según X. Léon-Dufour, las características lingüísticas semíticas apoyan la autenticidad de estos relatos, ya que demuestran que su redacción tuvo lugar en Palestina en las primeras décadas del cristianismo: 
«La ciencia lingüística resuelve también algunos problemas. Así, difícilmente se puede admitir la afirmación de M. Goguel de que los relatos de la pasión provienen del cristianismo helenístico, pues los semitismos que se detectan en ellos testimonian el medio judeo-cristiano en que fueron elaborados» 2. 

Estos relatos evangélicos, comparados con los del ministerio público, o con los capítulos iniciales dedicados a la infancia según Mateo y Lucas, tienen unas características especiales. Ante todo, llama la atención que estas narraciones evangélicas tengan una clara unidad y desarrollo temporal progresivo, mientras que el resto de los evangelios son noticias de hechos aislados o palabras pronunciadas en diferentes ocasiones, que a veces se reúnen según la temática. 
Por otra parte, es llamativa la gran coincidencia que existe entre la historia de la pasión de los evangelios sinópticos, o sea los tres primeros, y la del cuarto evangelio. Durante el ministerio público, el evangelio según Juan destaca por la diversidad de hechos y discursos de Jesús que forman la trama del relato respecto a los otros tres; diferencia que se mantiene en los preámbulos de la pasión, desde la entrada de Jerusalén hasta la última cena. Pero a partir del prendimiento de Jesús en Getsemaní, el desarrollo de los acontecimientos es casi idéntico en los cuatro evangelios. Esta semejanza en el orden de narrar y en los acontecimientos señalados es debida en gran parte a la fidelidad de los evangelistas a los hechos acontecidos, como afirma X. Léon-Dufour: 
«Son los mismos acontecimientos que se transmiten en las cuatro recensiones; pero, si es necesario admitir la dependencia en relación a una misma tradición, no se puede hablar de dependencia literaria mutua inmediata» 3. Un rasgo que apoyaría la existencia de una historia primitiva de la pasión es que estos pasajes evangélicos son independientes de los relatos del ministerio público de Jesús, ya que allí no se encuentra mención alguna a la información ofrecida en esos relatos. En dicha historia primitiva, la pasión comenzaría con el prendimiento de Jesús en Getsemaní, como parece sugerir la coincidencia existente entre los evangelios a partir de este suceso; dato que viene confirmado por la formulación del segundo y tercer anuncios de la pasión (Me 9,31; 10,33; cf. l Cor 11,23). 

Por otra parte, no podemos olvidar que los evangelios se escribieron algunos años después del gran acontecimiento de la resurrección. Por eso, resulta sorprendente que los evangelistas dediquen más espacio a narrar la pasión y muerte de Jesús que su victoriosa resurrección. Hace tiempo M. Kahler, de forma provocadora, consideró los evangelios unos relatos de la pasión con extensas introducciones 4. La relevancia de los acontecimientos finales de la vida de Jesús no solo se constata por la cantidad de versículos que les dedican los cuatro evangelistas, sino sobre todo porque la narración de su vida pública está transida de la amenaza/anuncio de la pasión 5. En realidad, los acontecimientos narrados en los evangelios tienen el horizonte de la muerte de Jesús. La relevancia que otorgan los autores sagrados a estos relatos de la pasión y muerte de su Maestro resalta más si tenemos en cuenta que no constituyen la última palabra sobre la vida de Jesús y que los sucesos narrados ocuparon menos de un día de los años dedicados al ministerio público. Si la llegada al Huerto de los Olivos se considera el preámbulo de la pasión, el prendimiento, el juicio, el suplicio de la cruz, la muerte y la sepultura de Jesús tuvieron lugar en pocas horas, desde la noche del jueves al inicio de la tarde del viernes. 

De igual modo, es llamativo que en los relatos evangélicos no se minimice el dolor de Jesús ni la sensación de derrota que experimentaron sus seguidores. A decir verdad, a la luz del acontecimiento de la resurrección, la pasión podría haberse considerado como un intermedio desafortunado, un suceso de importancia secundaria. Como señala A. Vanhoye, «no se esperaría una insistencia tan acentuada en las escenas dolorosas de la pasión. Deberían haberse disuelto para dejar espacio a los aspectos 'positivos' de la existencia de Jesús. En la vida pública, la acción del taumaturgo en que se preanunciaba el triunfo sobre la muerte, el éxito entre la gente, la enseñanza luminosa impartida con autoridad, el modo de organizar a los discípulos; después las apariciones del resucitado y los poderes concedidos a la Iglesia. A nuestro juicio, esto es lo que debería parecer importante y definitivo. La pasión podía entrar en la sombra, como un intermedio desafortunado que, gracias a Dios, no había tenido consecuencias duraderas [...] 

Sin embargo, la luz de la resurrección no favoreció esta visión. No llevó a una religión de evasión. En modo alguno apartó a los cristianos de los aspectos dolorosos de la vida de Jesús, por el contrario los condujo a valorar toda la existencia de su Salvador y en particular sus aspectos más desconcertantes: la contradicción y el sufrimiento» 6. En efecto, los relatos evangélicos no presentan huellas de una dulcificación o disminución del tormento y muerte de Jesús a causa de su resurrección. Sin embargo, la historia de la pasión no suele describir con detalle los tormentos infligidos a Jesús. La atención está centrada, sobre todo, en dos datos. 
En primer lugar, se juzga lo sucedido no como fruto del azar impersonal ni como mera consecuencia de la sola voluntad humana. En el origen de estos hechos está la voluntad divina; en ellos se cumple el designio del Padre. La urgencia de narrar los sucesos como voluntad de Dios, algo que ya aparece en los tres anuncios de la pasión, habría llevado a echar mano de pasajes del Antiguo Testamento; sobre todo el cuarto canto del Siervo sufriente (Is 52,13-53,12) o los salmos del justo perseguido (en concreto los Sal 22 y 69). A la luz de estos pasajes de las Sagradas Escrituras se narran los hechos-acaecidos durante la pasión de Jesús. Pero esto no significa que esos pasajes proféticos hayan originado los relatos evangélicos, como han sugerido algunos estudiosos 7. Por el contrario, como se puede constatar con facilidad, los relatos evangélicos no inventan circunstancias o elementos con el fin de poner en evidencia el cumplimiento de las Escrituras; en ellos no encontramos nada que no sea propio de los pormenores históricos de la época en que vivió Jesús y del tormento de la crucifixión 8
En segundo lugar, se afirma con claridad el papel protagonista que el sanhedrín de Jerusalén ejerció en la condena de Jesús llevado por su celo de defender la santidad de Dios. Esta responsabilidad de las autoridades judías aparece afirmada explícitamente en varios libros del Nuevo Testamento 9

En realidad, el motivo por el que se escribió la historia de la pasión no estaba en realizar una crónica, relatar la materialidad de los hechos; que, por lo demás, era bien conocida de aquellos a quienes se les leía este relato. A los autores sagrados, urgía sobre todo comunicar el significado de tales hechos, su valor salvífica. La preeminencia que tiene la pasión de Jesús en los evangelios procede no tanto del impacto sensible que estos hechos provocaron en sus seguidores, sino del significado sorprendente que reconocieron en ellos: desvelaban el verdadero sentido de la vida de Jesús, su verdadera misión. Desde los inicios, los primeros cristianos consideraron los sufrimientos y la muerte de Jesús como la razón de su existencia. Reconocían que Jesús había venido para cumplir la voluntad del Padre al aceptar la muerte en rescate por muchos (cf. Me 10,45). Esta voluntad misericordiosa de Dios manifestada en la muerte redentora de Jesús hizo que la comunidad cristiana hablara siempre de estos acontecimientos con conmoción y gratitud. De igual modo, la memoria de este gran acontecimiento salvífico urgió a los predicadores cristianos a anunciarlo a todos los hombres. 

Por lo demás, este sentido teológico de_ la muerte de Jesús no fue una invención de la comunidad, sino que fue afirmado por fidelidad a la propia interpretación que Él mismo comunicó a sus discípulos en varias ocasiones a lo largo de su vida y al comienzo de su pasión. Hechos y significado teológico-salvífico son inseparables en la conciencia de Jesús. El anuncio cristiano, la proclamación de sus misioneros, exige la fidelidad en la narración de los hechos no solo en su aspecto material, sino también en el sentido que les otorgó su Maestro. 

Sin embargo, según es fácil deducir de la información evangélica, el significado de la pasión, a pesar de las explicaciones de Jesús, no fue acogido de inmediato por los discípulos, que cayeron en la tentación de la duda y estuvieron dominados por el miedo. En efecto, al conocer la condena del tribunal supremo judío y la posterior muerte de Jesús en cruz, percibieron estos hechos como escandalosos, como el fracaso definitivo de la misión de Aquel que seguían. Si pudieron superar aquella terrible prueba de fe, leyendo de un modo diferente lo que había sucedido en Jerusalén aquel viernes del mes de Nisán, no fue porque se pusieron a reflexionar sobre los textos del Antiguo Testamento. Solo otro acontecimiento imprevisible, la resurrección de Jesús, pudo sacarles de la desolación que les embargaba y permitirles superar la gran prueba. Después, gracias a la convivencia con el Resucitado, de escucharle su modo de interpretar lo sucedido a la luz de las profecías del Antiguo Testamento, pudieron ofrecer una explicación diferente de los hechos. Solo una inteligencia como la de Jesús pudo comprender los textos sagrados, solo Él pudo introducir una exegesis tan novedosa. Los hechos superaban los anuncios proféticos, esos textos sagrados no eran un relato previo de lo que iba a suceder; por tanto, ninguno de estos pasajes coincidía por completo con lo sucedido en ese viernes. Las palabras de los textos sagrados no eran suficientes para desvelar la profundidad de los hechos a cualquier contemporáneo de Jesús conocedor de esas profecías. Solo el mismo Jesús pudo desvelar su sentido profundo, su verdadero significado. Luego, los apóstoles, de modo particular Pablo, penetrarán en sus palabras e intentarán expresarlas de forma más teológica. Pero no inventaron nada. El hecho y su significado eran demasiado excepcionales para que pudieran inventarlos. Los evangelistas, narrando los hechos sucedidos, transmitieron también la interpretación que de ellos dio el mismo Jesús. 

Afirma H. Schlier, «cada acontecimiento histórico remite a su texto y tiene un texto. Sin este no hay 'acontecimiento' en el pleno sentido de la palabra 10. Los evangelistas transmiten estos acontecimientos dentro de un relato, de una composición literaria. En este sentido, es absolutamente necesario entender perfectamente la narración escrita contenida en los evangelios, intentado resolver todas las oscuridades lingüísticas que encontramos en ella, al mismo tiempo que debemos prestar atención a los hechos que testimonian y a su modo de narrar. Solo así podremos alcanzar el verdadero significado de la historia de la pasión. Y una clave que hay que tener en cuenta para resolver las dificultades y extrañezas que contienen algunos relatos es el origen semítico de la tradición evangélica. Es siempre peligroso interpretar un texto o apelar a su sentido teológico sin haber intentado resolver todas sus extrañezas redaccionales 11. Pues bien, este estudio filológico en los evangelios nunca será completo si no se especifica, en caso necesario, como filología bilingüe; es decir, greco-semítica, ya que la tradición evangélica, como hemos intentado mostrar en otros estudios, fue formulada originalmente en arameo 12. En nuestro estudio, el recurso al sustrato semítico será fundamental para resolver tanto las oscuridades lingüísticas, como algunas divergencias entre los relatos evangélicos. Ciertamente las reconstrucciones ofrecidas son hipótesis de lectura, pues no nos han llegado los textos semíticos de los evangelios. Pero creemos que la utilización de tal recurso en la interpretación de los textos evangélicos 'queda abalado por la luz que arroja sobre ellos. 

Por otra parte, los relatos evangélicos, aunque sean fieles a.lo sucedido, no tienen el estilo de las obras históricas de Plutarco, Tácito o Suetonio. La historia de la pasión está narrada por cristianos, como el mismo relato evidencia, y se dirige también a cristianos para confirmar su fe. A veces, esta intención teológica de los autores sagrados se ha indicado como una objeción a la autenticidad de lo narrado en los evangelios al considerar que su finalidad principal era apologética. Pero la fe cristiana es esencialmente histórica, nace y se apoya en unos acontecimientos que sucedieron realmente. Por tanto, anuncio y acontecimiento histórico son inseparables; es decir, la predicación cristiana solo tiene consistencia en cuanto son verdaderos los hechos que se testimonian. 
Afirma Léon-Dufour: «Sin el hecho del que se declara garante, esta fe no tiene razón de ser; así lo evidencian claramente san Pablo (1Cor 11; 15) o los relatos de control eclesiástico narrados en los Hechos de los Apóstoles (Hch 8). Su edificio reposa en el hecho de la pasión y resurrección de Jesús. A partir del hecho se elabora la teología ulterior del bautismo y de la conducta cristiana. La ligazón con la vida terrestre de Jesús es tal que la comunidad se muestra cuidadosa en el conservar los testimonios de aquellos que acompañaron a Jesús desde el bautismo de Juan (Hch 1,22), vida terrestre de la que la comunidad se hace garante (cf, Hch 2,32; 3,15; 4,33; 5,32; 10,41; 13,31...). Y esta comunidad no es un masa anónima, sino un grupo estructurado que animan y guían los testigos oficiales»13

No obstante, si comparamos los diferentes evangelios entre sí, es fácil identificar llamativas diferencias, e incluso contradicciones, en la transmisión de lo acontecido: Las más llamativas se encuentran en el cuarto evangelio respecto a los tres sinópticos. Recordemos las principales. Según los tres primeros evangelistas, la última cena tuvo lugar con ocasión de la celebración pascual; según Juan, sin embargo, parece ser una comida de despedida. El cuarto evangelio transmite un largo discurso pronunciado durante esta cena, del que no existe ninguna huella en los evangelios sinópticos; solo Lucas hace referencia a un discurso de Jesús, mucho más breve, durante el banquete. También Juan parece desconocer el juicio ante el sanhedrín, pues Jesús comparece ante el sumo sacerdote Anás; su interrogatorio tiene el aire de ser una instrucción preparatoria para llevarlo ante el tribunal de Pilato. Llamativa es la divergencia que existe entre los evangelistas respecto a la fecha en que murió Jesús: mientras que el cuarto evangelista parece colocar la muerte de Jesús en el 14 de Nisán, los tres primeros la sitúan en el 15 de Nisán, día de la Pascua judía. 
No obstante, los cuatro evangelistas coinciden en afirmar que fue viernes el día de la semana en que murió Jesús. Además Juan ofrece informaciones desconocidas por los sinópticos, como el lavatorio de los pies, el largo diálogo de Pilato con Jesús, la flagelación como pena independiente de la crucifixión, la presencia de la Virgen María y el apóstol amado a los pies de la cruz. Pero también una comparación atenta de los tres primeros evangelios entre sí pone en evidencia llamativas diferencias. Las más vistosas son las informaciones que aparecen en uno de ellos y son ignoradas por los otros. Así, Mateo refiere la intercesión de la mujer de Pilato a favor de Jesús, los fenómenos acaecidos después de su muerte en cruz y la petición que las autoridades judías dirigieron a Pilato para que la tumba estuviera vigilada por algunos días. Lucas, por su parte, narra el juicio de Jesús ante Herodes Antipas, el lamento de las mujeres en el camino al Calvario y su diálogo con el buen ladrón, además de algunos dichos pronunciados durante la última cena. 

Los estudiosos han intentado 'explicar estas diferencias, o al menos justificarlas, apelando sobre todo a la intención literaria o teológica del evangelista; aunque no se ponen de acuerdo a la hora de explicar dicha finalidad teológica. En otras palabras, los exegetas no logran alcanzar una explicación unánime de los grandes problemas que contienen los relatos de la historia de la pasión. Por ello, no es extraño que no pocas cuestiones se sigan debatiendo todavía hoy, después de décadas de estudio. Entre otras, la fecha de la muerte de Jesús, el carácter pascual de la última cena, el papel jugado por las autoridades judías en la condena de Jesús, la competencia judicial del sanhedrín durante la dominación romana, o la realidad histórica del privilegio pascual que permitió la liberación de Barrabás, ya que fuera de los evangelios no se han encontrado informaciones claras que la confirmen. 
Por otra parte, algunos estudiosos dudan de que en el breve espacio de tiempo de menos de un día, como sostienen los relatos evangélicos, hayan podido suceder todos los acontecimientos de los que nos informan los evangelistas. Por añadidura, parece imposible alcanzar una coincidencia en la reconstrucción topográfica y la secuencia temporal de los hechos narrados. 

Con este libro intentaremos responder desde el punto de vista histórico a algunas de las cuestiones mencionadas e indicaremos pistas de solución para otras. No obstante, somos conscientes de que este esfuerzo por hallar una solución a los problemas históricos y literarios que plantean estos relatos no es suficiente para desvelar el significado de lo que ocurrió ese viernes de Nisán en Jerusalén. Ciertamente la racionabilidad de la fe se fundamenta sobre la realidad histórica, y por ello es decisivo mostrar la validez histórica del testimonio evangélico. Pero para conocer el significado de lo acontecido se requiere una inteligencia que no nace del estudio histórico y filológico, sino de la pertenencia a la Iglesia, donde pervive el acontecimiento y el testimonio que nos legaron los testigos. 
A lo largo del libro, en breves comentarios, iremos aludiendo a dicho significado, prestando ante todo atención a la conciencia que manifestó Jesús a través de su comportamiento y sus palabras. 

La celebración litúrgica de la pasión de Jesús comienza el domingo de Ramos con su entrada triunfal en Jerusalén. Las versiones modernas de los evangelios sinópticos suelen indicar como prólogo a la pasión la conspiración de los miembros del sanhedrín para acabar con Jesús 14
Según la narración evangélica, en los días posteriores a su entrada en Jerusalén Jesús subió a la ciudad santa para desarrollar allí una actividad de enseñanza y predicación en el área del templo. Al final de cada jornada, volvía a Betania, a la casa de Lázaro, donde pasaba la noche. El día previo a la pascua, cuando se mataban los corderos en el templo, Jesús encargó a dos de sus discípulos preparar todo lo necesario para celebrar la cena pascual. 
Algunos estudiosos consideran este evento el verdadero comienzo del relato de la historia de la pasión. Nuestro estudio, sin embargo, se centrará en los sucesos acaecidos desde el prendimiento de Jesús en el Huerto de los Olivos hasta su sepultura. Ahora bien, creemos necesario abordar algunas cuestiones previas que ayuden a enmarcar mejor la pasión y muerte de Jesús. Por eso, en el capítulo inicial centraremos nuestra atención en tres problemas. 
Por una parte, estudiaremos las noticias cronológicas que tenemos recogidas en los evangelios sinópticos y en el cuarto evangelio, con el fin de situar los acontecimientos relacionados con la muerte de Jesús. 
En segundo lugar, intentaremos averiguar si la decisión de acabar con Jesús que tomó el tribunal supremo judío fue repentina y sin premeditación o, por el contario, conducida de forma consciente durante un largo periodo de tiempo. Por último, examinaremos algunos de los gestos y palabras de Jesús en la última cena para identificar el significado que confirió a su muerte. En el resto de los capítulos abordaremos varias dificultades que los estudiosos han identificado en las principales escenas de la historia de la pasión, desde el prendimiento de Jesús hasta su sepultura. Entre otras, la presencia de los soldados romanos en el prendimiento de Jesús, la muerte de Judas, el motivo de la condena de Jesús por el alto tribunal judío, el sueño de la mujer de Pilato, el privilegio pascual, las noticias cronológicas dispares; además de detenernos a estudiar la conciencia de Jesús ante su muerte y el valor que le otorgó.
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1  Cf. R. Bauckham, Jesus and the Eyewitnesses. The Gospels as Eyewitness Testimony (Eerdmans, Grand Rapids 2006) 14-147. Sobre la antigüedad de estos relatos véase, J.B. Green, «Passion Narrative», en J.B. Green-S. McKnight-1.H. Marshall (ed.), Dictionary of Jesus and the Gospels (lnterVarsity, Downers GroveLeicester 1992) 604; R.E. Brown, The Death of the Messiah. From Gethsemane to the Grave. A Commentary on the Passion Narratives in the Four Gospels (Doubleday, New York 1994) 92.
2 X. Léon-Dufour, «Passion (Récits de la)»: DBS 6 (1960) 1481. Cf. también R.E. Brown, The Death of the Messiah, 53-57.
3 X. Léon-Dufour, «Passion», 1440.
4 M. Kahler, The So-Called Historical Jesus and the Historical Biblical Christ, (Fortress, Philadelphia 1964) 80 nota 11.
5 Véase, por ejemplo, en el Evangelio según Marcos las diferentes referencias a la pasión y muerte de Jesús: 2,7; 3,6.22-30; 8,31; 9,31; 10,33s; 11,18; 12,12
6 A. Vanhoye, «I racconti della Passione nei vangeli sinottici», en Varios, La Passione secondo i quattro Vangeli (Queriniana, Brescia 52003) 16s.
7 Por ejemplo, J.D. Crossan, The Cross that Spoke. The Origins of the Passion Narrative (Harper&Row, San Francisco 1988).
8 Por ejemplo, el lamento de las mujeres era la forma de acompañar al condenado; el reparto de los vestidos u ofrecer una bebida fuerte entraban dentro de la realización normal de una crucifixión; también era normal indicar mediante un titulus el motivo de condena; etc.
9 Véase Me 15,1.10-11; Mt 27,1-2.12-14.20; Jn 18,35; 19,6-7; Hch 3,13-15; 4,10-11; 13,27-28; 1Tes 2,15; etc
10 H. Schlier, Sobre la resurrección de jesucristo, (30Días, Roma 2008) 14.
11 Hace algunos años J. Carmignac, Recherches sur le 'Notre Pere' (Letouzey&Ané, París 1969) 6s, insistía con razón en la prioridad de un estudio filológico serio antes de identificar el sentido teológico del relato: «Puesto que una buena teología supone una buena exégesis, y una buena exégesis supone una buena filología, la solidez de las bases filológicas es la garantía indispensable de las exposiciones exegéticas y teológicas. De ahí que yo haya dado siempre la prioridad a la filología, precisamente para llegar a una mejor exégesis y una mejor teología».
12 Varios libros de la colección Studia Semítica Novi Testamenti se centran en pasajes difíciles que adquieren luz apelando a un original semítico del pasaje evangélico. Nuestro estudio tendrá en cuenta lo publicado en dicha colección.
13 X. Léon-Dufour, «Passion», 1480.
14 Mt 26,1-5; Me 14,1-2; Le 22,1-6.

Al Pie de la Cruz - Gema Martín

viernes, 28 de marzo de 2025

AL PIE DE LA CRUZ ✝ por GEMA MARTÍN


AL PIE DE LA CRUZ

"Cierro los ojos e imagino tu madero,
y la sangre que derramas 
sobre el polvo del camino.

Me pregunto qué ha ocurrido
y por qué me he merecido
que tu corazón de niño
se desgarre por el mío.

Me pregunto por qué a mí,
por qué a mí me has escogido;
por qué has querido entregarle
a esta pobre tu cariño.

Deja que tu sangre 
se derrame por las piedras
que con tus rodillas pisas,,
desgarrándote la piel por mí.

Déjame empapar 
la piedra de mi corazón,
para que lata junto al tuyo,
y así empiece a ser de carne.

Deja que tu gloria 
me levante con la cruz,
que al elevarse me ha extasiado
y me ha cegado con su Luz.

Y déjame quedarme contigo 
al pie de la cruz,
para que mi último suspiro 
sea contigo, mi Jesús"

Gema Martín


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domingo, 23 de marzo de 2025

LIBRO "VIDA DE CRISTO" por FULTON J. SHEEN 🔥

VIDA DE CRISTO 
(1968)

Esta Vida de Cristo ha tenido largos años de gestación. Constituye la obra más completa del obispo Fulton Sheen y es fruto de cinco lustros de investigaciones y estudios. Pero la comprensión más profunda de la unidad inseparable que forman Cristo y su cruz, pensamiento central de la obra, vino a la mente del autor cuando se vio muy cerca de la cruz en horas de obscuridad, dolor y aflicción. 
El saber se adquiere en los libros; pero la penetración de un misterio proviene del sufrimiento. No se trata de una vida de Cristo estrictamente cronológica dentro de un marco geográfico. 

Esta obra tampoco tiene nada que ver con la alta crítica; este asunto ya ha sido ampliamente tratado por otros autores. Pero aunque el autor de una biografía de Cristo no mencione autores ni teorías de la alta crítica, el conocimiento de ellos no deja de ser una premisa indispensable para escribir sobre este tema. 
No pretende el autor relatar simplemente una vez más los incidentes de la vida de Cristo, que nos son ya tan familiares, sino ofrecer una exposición dramática y dinámica de la significación de Jesucristo como salvador del mundo y dar luz a las almas para que comprendan que todo sufrimiento es realmente la «sombra de la mano de nuestro Salvador extendida en ademán de acariciarnos». 

La obra de SHEEN es un mensaje de actualidad dirigido a cuantos vivimos en este mundo moderno que ha divorciado a Cristo de su cruz. Pero un Cristo sin un sacrificio que reconcilie al mundo con Dios es un predicador ambulante, barato, afeminado, incoloro, que si merece la popularidad por su gran sermón de la montaña merece también la impopularidad por cuanto afirmó acerca de su divinidad, por un lado, y cuanto manifestó acerca del divorcio, el juicio final y el infierno, por otro. 

Con frecuencia nos encontramos con este Cristo sentimental, remendado con mil lugares comunes, sustentado a menudo por etimologistas académicos, incapaces de ver la Palabra por encima de las letras. 
Sin su cruz, Cristo queda reducido a una fraternidad sin lágrimas. Nada más distante de este Cristo que el protagonista de la obra de FULTON SHEEN, ya que el autor sabe proyectar nuevos raudales de luz sobre los pasajes del evangelio y encuentra inéditos significados en sucesos tantas veces referidos. 
Es un libro escrito y empapado de pasión y de amor por JESUCRISTO. Y, eso contagia...

PREFACIO

Satán puede aparecerse bajo numerosos disfraces, en forma de Cristo, y en los últimos tiempos aparecerá como un bienhechor y un filántropo, pero Satán nunca se ha aparecido ni se aparecerá jamás con llagas en el cuerpo. Sólo el amor del cielo puede ostentar las señales del don más grande que el amor nos hizo en una noche que no volverá. En realidad, sólo hay dos filosofías de la vida: para una, primero es el banquete y luego el dolor de cabeza; para la otra, primero es el ayuno y luego el banquete. Los goces diferidos por el sacrificio resultan siempre los más dulces y duraderos. Los antiguos enseñaron que la prosperidad o el éxito que alguien disfruta sin ningún sufrimiento provoca el desagrado de los dioses. Heródoto nos habla de un rey egipcio que rompió las relaciones que le unían con su amigo Polícrates, tirano de Samos, porque nada llegaba a empañar la prosperidad de éste, ni siquiera un «punto de amargura que brotara en medio de aquella fuente de dulzura». 

El cristianismo, a diferencia de como suele empezar cualquier otra religión del mundo, comienza con catástrofe y fracaso. Las religiones «optimistas» de inspiración psicológica se hunden en la calamidad y se marchitan en la adversidad. En cambio, la vida del fundador del cristianismo empieza con la cruz, pero termina con una tumba vacía y la victoria. La vida de Jesucristo difiere de todas las otras vidas en muchos aspectos, tres de los cuales vale la pena destacar: 1. La cruz se halló al fin de su vida en el tiempo, pero en el comienzo de ella en cuanto a la intención y propósito de su venida a este mundo. De ahí que sus biógrafos, que fueron martirizados en testimonio de la verdad que dejaron escrita, dedicaran un tercio de los tres primeros evangelios y un cuarto del cuarto evangelio a describir los sucesos de su pasión y resurrección.

2. De la misma manera que el hombre no procede sólo de la naturaleza, puesto que en su alma nos muestra una misteriosa x que no se halla contenida en sus antecedentes químicos y biológicos, así tampoco Cristo procedía exclusivamente de la humanidad. 3. Su legado no fue un tratado de ética o una colección de preceptos morales, ni tampoco un despertar al pecado social porque los hombres no quisieran oír hablar de pecado personal, sino una confrontación de la culpa humana con el amor de Dios, amor que perdona, amor que a Dios le cuesta algo. Odiando el pecado y amando a los pecadores; condenando el comunismo y amando a los comunistas; despreciando la herejía y amando a los herejes; recibiendo de nuevo a los errados en el tesoro de su corazón, pero sin admitir jamás el error en el tesoro de su sabiduría; perdonando a los pecadores que la sociedad ya había condenado, pero mostrándose intolerante ante los que pecaron y cuyo pecado permaneció impune a los ojos de los hombres, reservó, sin embargo, sus más destructivas explosiones de ira para aquellos que siendo pecadores negaron el pecado, para aquellos que siendo culpables dijeron que sólo tenían un complejo. 

Finalmente, fue Él quien se desató en explosiones de ira al contemplar proféticamente la condenación y ruina de aquellos enfermos de cáncer moral que rehúsan aprovecharse de la medicina que Él adquirió a precio mucho más elevado que la sangre de corderos. El mundo moderno, que niega el delito personal y sólo admite crímenes sociales, que no encuentra sitio para el arrepentimiento personal y lo halla sólo para reformas públicas, ha divorciado a Cristo de su cruz; el esposo y la esposa han sido separados. Lo que Dios había juntado, los hombres lo han desunido. Como resultado, tenemos la cruz a la izquierda y Cristo a la derecha. Cada uno ha estado aguardando nuevos compañeros que los adopten en una especie de segunda y adulterina unión. Viene el comunismo y se apodera de la cruz, exenta de significado por sí sola; viene la civilización occidental postcristiana y escoge para sí al Cristo sin llagas. El comunismo ha elegido la cruz en el sentido de que ha devuelto a un mundo egotista una idea de disciplina, de abnegación, de sumisión, de dura labor, de estudio y de consagración a fines supraindividuales. Pero la cruz sin Cristo es sacrificio sin amor. De ahí que el comunismo haya producido una sociedad autoritaria, cruel, opresora de la libertad humana, llena de campos de concentración, pelotones de fusilamiento y lavados de cerebro.

La civilización occidental postcristiana ha elegido a Cristo sin la cruz. Pero un Cristo sin un sacrificio que reconcilie al mundo con Dios es un predicador ambulante barato, afeminado, incoloro, que merece llegar a ser popular por su gran sermón de la montaña, pero que merece también la impopularidad por lo que dijo, por un lado, acerca de su divinidad y lo que manifestó, por otro, acerca del divorcio, el juicio y el infierno. Este Cristo sentimental aparece remendado con mil lugares comunes sustentados a menudo por etimologistas académicos incapaces de ver la Palabra por encima de las letras, o confundidos más allá del reconocimiento personal por un principio dogmático según el cual todo lo que es divino ha de ser necesariamente un mito. Sin su cruz, Cristo queda reducido a un insoportable precursor de la democracia o a un humanitario que enseñó una fraternidad sin lágrimas. El problema que actualmente se plantea es el siguiente: ¿acaso la cruz que el comunismo sostiene en sus manos encontrará a Cristo antes de que el Cristo sentimental del mundo de occidente encuentre la cruz? 

Creemos que Rusia hallará a Cristo antes que el mundo occidental acierte a unir a Cristo con su cruz redentora. Para aquellos que busquen una vida de Cristo estrictamente cronológica dentro de un orden geográfico, recomendamos, como la mejor de todas, la escrita por GIUSEPPE RICCIOTTI, Vida de Jesucristo. Nuestra obra no tiene nada que ver con la crítica bíblica, en parte porque este asunto ha sido tratado ya ampliamente por Lebreton, Grandmaison, Lagrange y otros autores, y también porque ninguna teoría crítica dura mucho más allá de una generación. Bauer cede el sitio a Strauss; Strauss a Wellhausen; Wellhausen a Harnack y a Renán; y ambos lo ceden a Schweitzer y a Loisy. Cuando estas últimas teorías perdieron el apoyo popular, se presentaron Schmidt, Bultmann, Albertz, Betram y otros. Pero los lectores que han seguido las refutaciones científicas y críticas de Bultmann hechas por Leopoly Malevez, René Marlé y otros, saben que están perdiendo ya el apoyo popular entre los exegetas bíblicos. Pero aunque el autor de una biografía de Cristo no haga mención de alguno de los autores o teorías antes indicados, no quiere decir que el conocimiento de ellos no sea una premisa indispensable para escribir sobre este tema. Ninguna forma de crítica, ni siquiera la de Strauss, ha dejado de hacer más profundo el conocimiento de aquellos que primeramente han de conocer los evangelios desde el punto de vista técnico y de crítica antes que se hallen en disposición de tratar de manera adecuada la vida de Cristo.

Vida de Cristo Por Fulton J Sheen by Jimmy Kid

LA VIDA DE CRISTO POR FULTON J. SHEEN

lunes, 20 de marzo de 2023

LIBRO "MI CRISTO ROTO" por RAMÓN CUÉ S.J. 🕂EL CRISTO DE LA IGLESIA DE ST. LUDGERI


MI CRISTO ROTO
RAMÓN CUÉ S.J.
🕂
¡Cuántos Cristos rotos van por este mundo, y a cuántos de ellos los rompemos con nuestras indiferencias, nuestra falta de amor, nuestro desinterés, nuestra falta de aprecio…!
Es siempre bueno llevar en nuestro corazón un Cristo roto, sin un brazo, sin pies, arañado por el tiempo… ello nos recordará que nosotros podemos, por medio de nuestras acciones, reparar ese Cristo y hacernos reparar en algo más importante: el amor que debemos todos manifestarnos unos a otros, haciendo de este mundo una antesala del cielo y reconvirtiéndolo en el paraíso perdido. Ese paraíso que debemos de buscar dentro de nuestro corazón estando tranquilos con nosotros mismos y con los demás.
Todos los católicos, todos los bautizados, podéis y debéis ser mi mano. Os necesito. Me hacen falta brazos. Y manos. Tú debes ser mi mano para tu hermano. Eres mi mano, cuando no empujas al que va a caer, sino que le afirmas para mantenerse en pie. Eres mi mano, cuando no hieres ni pegas, sino confortas y animas. Eres mi mano, cuando ayudas al ciego a pasar a la acera de enfrente. Eres mi mano, cuando se la ofreces a tu enemigo y le estrechas la suya. Eres mi mano, cuando recomiendas con todo interés; cuando consigues una colocación; cuando brindas posibilidades de trabajo; cuando enseñas un camino nuevo o abres una puerta cerrada a tantos fracasados de la vida. Eres mi mano, cuando das con sacrificio, cuando curas, cuando alivias, cuando descargas un poco de la cruz de los demás cargándola sobre tus hombros.

Todos, por bautizados, sois miembros de mi Cuerpo Místico. Hay miembros y miembros. ¿No te gustaría ser mi mano derecha?

No tienes, tal vez, ni título aristocrático, ni universitario. No ostentas

un alto cargo, honorífico o profesional, en la Sociedad.

Y aunque lo poseyeras, ¿no te gustaría llevar el más soberano título y desempeñar el más nobilísimo cargo, siendo en tu vida, entre los que te rodean, la Mano Derecha de Cristo?

Querías que me restaurara un tallista añadiéndome un pedazo de madera. ¿No quieres ser tú el restaurador, añadiendo tu misma mano a este hombre mutilado que no tiene brazo?

Todos debíais tener un Cristo Roto, para que no olvidarais que el Cristo Místico, la Iglesia, está incompleta. Y hay que añadirle todo lo que le falta.

Si besas un Cristo perfecto con sus dos brazos enteros, te quedas muy tranquilo y piensas: "Yo no tengo ya nada que hacer. Sobre tan bellas manos sólo faltaba un beso: ya está".

Si besaras un Cristo Manco, acabarías por oír el grito de su hombro despojado del brazo y de la mano: ¡Necesito un brazo! ¿Quién quiere echarme una mano? ¿Nadie quiere ser mi brazo derecho?

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MI CRISTO ROTO

🕂
El Cristo de la iglesia de St. Ludgeri

Cristo de la iglesia de St. Ludgeri (Münster)Cristo de la iglesia de St. Ludgeri (Münster)La ciudad de Münster fue una de las ciudades más devastadas por la guerra. En los bombardeos del 30 de septiembre de 1944, el Cristo de la iglesia de St. Ludgeri perdió sus brazos y una esquirla le incrustó su corazón. La iglesia fue posteriormente reconstruida, pero a su Cristo lo dejaron sin sus brazos, y lo pusieron sobre un madero con una inscripción en el travesaño horizontal que dice: No tengo otras manos que las de ustedes.

Al lado de su imagen, puede leerse esta oración:
Cristo no tiene manos, sólo tiene nuestras manos,
para hacer hoy su trabajo.
Él no tiene pies, sólo tiene nuestros pies,
para conducir a otros hacia su camino.
Él no tiene labios, sólo tiene nuestros labios,
para hablar a otros de él.
Él no tiene ayuda, sólo tiene nuestra ayuda,
para llevar a otros hacia él.
Nosotros somos la única Biblia,
que la humanidad aún lee.
Nosotros somos el último evangelio de Dios,
escrito en obras y palabras.

33799363 Ramon Cue Mi Crist... by Adrian


miércoles, 22 de febrero de 2023

POEMA "CENIZA" por GERARDO DE JESÚS, C.D. Y por T. S. ELIOT Y UNA ORACIÓN 🙏


CENIZA
Al P. Gerardo de Jesús, C.D.

Otra vez tu ceniza, Señor, sobre mi frente…
Polvo soy que algún día volverá hasta tus plantas.
Polvo en la muerte y polvo ahora que aún vivo
perdido entre la arcilla blanda de tu universo.
Otra vez la ceniza ardiente como ascua
que estalla en el volcán de tu amor implacable,
lucha por derribar, por abatir en Vida
la altiva barbacana que levanta sus muros
en la ciudad confusa de mi alma.
Otra vez la ceniza llamando está en la puerta de mi frente
con arrullo o con látigo,
ahora que el deseo me asfixiaba en la sombra de su gran lirio negro,
ahora que en mi tacto se disipaba el mundo como un vaso quebrado,
un mundo donde abren sus corolas violentas los senos de las vírgenes,
un mundo que no cree en los antiguos dioses,
pero adorna su ara con verbena olorosa
y se engaña pensando que el viento entre la hierba
es la pezuña ágil del sátiro que baila.
Pero has llegado Tú, y aunque es primavera he de cerrar los ojos.
No podré recordar ni siquiera estos días
tibios y embriagadores como un vino vertido de turbadoras ánforas
y de todo mi cuerpo ahuyentaré aquel vaho que me ahoga,
el humo sofocante de una mirada
que arde con la llama azul de los espinos quemados en la sierra,
cuando el pastor descansa su cabeza en el báculo.
Y mis manos, que se placían en el halago dulce de los azahares,
que se ataban a otras manos
como se atan en la canastilla de la Purificación la paloma o la tórtola,
podrán sólo enlazarse a la espiga, a la llaga,
acariciar la moneda que se da a los mendigos cuando nadie nos mira,
crisparse sobre la madera del confesionario
cuando, rodilla en tierra, los labios van alzando las cortinas del alma;
o subir como llamas implorantes hasta tu cielo,
como lenguas rosadas de aquellos animales
que en el circo lamían la sandalia del mártir.
Subirán a tu cielo como el perro que teme
y confía y se arrastra delante de su amo,
subirán a tu cielo suplicando que anegues
en tu ceniza viva todo incendio que se levante en mí
y que tu lava arrase mis mármoles paganos,
la púrpura soberbia de mis templos,
los plintos florecidos de mis deseos,
aun cuando en las almenas de las torres
haya arqueros que apresten contra Ti sus aljabas
y la sangre hierva por mi cuerpo
como un hormiguero aplastado en el camino.

Pablo García Baena

T. S. Eliot: 

V

Si se perdiera acaso la palabra perdida, 
si se gastara acaso la palabra gastada
Si se escuchara acaso y se dijera
La palabra no dicha ni escuchada;
Aún seguiría siendo la palabra no dicha, la Palabra no escuchada,
La Palabra sin palabra, la Palabra dentro
Del mundo y para el mundo;
Brilló la luz en las tinieblas y
Contra la palabra el mundo inquieto seguía dando vueltas
Alrededor de la Palabra silenciosa

Oh pueblo mío, ¿qué te he hecho?

¿Dónde habrá de encontrarse la palabra, dónde
resonará? Aquí no, porque aquí no hay silencio suficiente,
ni en el mar ni en las islas, 
ni en el continente, tampoco en el desierto 
o en las praderas húmedas,
para quienes caminan en lo oscuro
durante el día y durante la noche
el lugar apropiado y el momento justo no son éste
no hay un lugar de gracia para aquellos que rehuyen el rostro
ni tiempo de alegrarse por aquellos 
que caminan entre el ruido pero niegan la voz

¿Ha de rezar la hermana del velo
por los que andan en lo oscuro, 
los que Te han elegido y enfrentado,
los que están desgarrados sobre el cuerno entre estación 
y estación, entre un tiempo y otro, entre
una hora y otra, una palabra y otra, 
entre un poder y el otro, los que esperan
en medio de lo oscuro? 
¿Ha de rezar la hermana
por los niños que esperan en la puerta
que no se irán de allí, y que son incapaces de rezar?
Reza por los que eligen y por los que se oponen

Oh pueblo mío, qué te he hecho.

Una oración para el Miércoles de Ceniza
Cameron Bellm
🙏
A veces olvidamos que las cenizas provienen del fuego,
Que este suave polvo negro fue una vez una firme fronda verde,
Brillante y vibrante antes de volverse seca y quebradiza,
Rígida y fibrosa antes de que una llama la transformara en polvo.
Todo ser vivo se somete al cambio.
No hay que temerlo.
De semilla a planta, de palma a ceniza,
Este poco de tierra que hoy mancha nuestras frentes
Fue traído amorosamente en las manos del Creador.
¿En qué fuegos nos adentraremos en esta Cuaresma?
¿Qué nuevas formas tomarán nuestras almas
cuando nos encontremos con el fuego sagrado del Dios vivo?
Somos -es cierto- ceniza en ceniza y polvo en polvo,
Pero ya sea en la juventud o en la vejez, en la vida o en la muerte,
estemos seguros,
Somos sostenidos, y somos de Dios.

Amén.

VER+:

CANCIÓN "MIÉRCOLES DE CENIZA" 
CONVIÉRTANSE DE SUS CAMINOS, 
Y CREAN EN EL EVANGELIO DICE EL SEÑOR 🙏