EL Rincón de Yanka: LA «ESPIRITUALIDAD SINODAL»: EL SATANISMO Y NO DIGA "SINODALIDAD (SINODALISMO)", DIGA CONCILIARISMO por EL PADRE BONIFACIO 👿👥💀

inicio














domingo, 28 de agosto de 2022

LA «ESPIRITUALIDAD SINODAL»: EL SATANISMO Y NO DIGA "SINODALIDAD (SINODALISMO)", DIGA CONCILIARISMO por EL PADRE BONIFACIO 👿👥💀

LA «ESPIRITUALIDAD SINODAL»: 
EL SATANISMO

Aunque se supone que la «sinodalidad» es un camino sin destino prefijado, un camino conjunto abierto a las «sorpresas», sin embargo, a veces da la impresión de que la sorpresa es precisamente lo que ya nos tienen preparado con todo este lío de la «sinodalidad» y sus supuestos caminos. Una de las evidencias de lo que digo es que ya existe una «espiritualidad sinodal» que se nos propone. No se trata de una espiritualidad cristiana, centrada en Cristo, pero tampoco simplemente una supuesta espiritualidad horizontal, humanista, «del camino». Va mucho más allá. ¿Tan lejos como quiere llegar este «sínodo»?

En la página web oficial del Vaticano para el Sínodo 2021-2023 se ofrece un documento que lleva por título «Hacia una "espiritualidad" para la sinodalidad», aprobado por la Comisión de espiritualidad del Sínodo. Así que no hablamos por hablar, sino comentando un texto concreto, público, accesible, y oficial. En este artículo nos limitamos a comentar algunos párrafos de dicho documento publicado en inglés, que se puede consultar aquí, y descargar en pdf aquí.

En la parte central de un documento farragoso y nada espiritual, desenraizado de la verdadera espiritualidad católica (llama poderosamente la atención la ausencia de referencias a santos y maestros de espiritualidad), se coloca un texto muy extraño (reproducido íntegro al final de este artículo)*, atribuido a Isaac de Nínive, un monje no católico sino nestoriano del s.VII, considerado santo por los ortodoxos.

El documento, en resumen, asume que la escucha del otro (no de Dios) es central, y que esta escucha atenta debe llevar al discernimiento conjunto (¿de qué?, no se sabe), un discernimiento caracterizado por «la inclusividad y la apertura», y cuyo «fruto» es el «consenso» (sic), no la verdad. Por eso no extraña que se enfatice el (falso) ecumenismo y se hable de la «legítima diversidad de las iglesias», cayendo en un indeferentismo religioso que anula las notas que caracterizan a la Iglesia de Cristo: Una, Santa, Católica… Efectivamente, de la Iglesia Católica se dice que necesita pedir perdón por el pasado, «por las formas en que la Iglesia ha sido consciente e inconscientemente un agente de opresión«. En otras palabras, las demás «iglesias» son legítimas, pero la Iglesia Católica (caracterizada no como Santa, sino como agente de opresión) debe ganarse su legitimidad abjurando de su pasado «opresor», para dejar de ser Una y empezar de cero pasando a ser Otra.


¿Y a dónde nos conduce este camino en que la Iglesia ya no es la misma (por tanto, no estamos hablando ya de la Iglesia de Jesucristo)? Pues el meollo de este nuevo «discernimiento» (¿eufemismo para no decir «engaño«?) es lo que presenta este texto al que nos referíamos antes: el «acompasamiento» o «entrar en la misma onda» no sólo con toda la humanidad, sino con todas las criaturas. Y esto dejando de lado a la revelación de Dios para salir a «escuchar» todo lo que «suene» afuera… Podemos barruntar que esta «onda» puede terminar en una melodía muy rara…

Pues bien, el documento de una supuesta espiritualidad que nos propone el Vaticano quiere para nosotros lo siguiente (recomiendo leerlo al menos dos veces para darse cuenta de que se ha leído bien):

– Que nuestro «corazón arda […] por los demonios», para ser «misericordioso».
– Que «ofrezcamos continuamente una oración llena de lágrimas incluso por las bestias irracionales».
– Que «oremos por la familia de los reptiles».
– Y todo ello, porque así nuestro «corazón es a semejanza de Dios», cuando «la gran compasión abrasa sin medida el corazón» que hace lo anterior (tener tan presentes y tanta misericordia por las bestias, la familia de los reptiles y los demonios).

En otras palabras, está diciendo que el corazón de Dios está abrasado de compasión hacia las bestias, la familia de los reptiles y los demonios (¡tremenda blasfemia!), y cuando nosotros también nos dejamos abrasar por ese fuego y compasión somos semejantes a Dios (¡tremendo engaño!).

Dios ama a todas sus criaturas, incluidos a los demonios, porque ama todo lo que creó, pero no puede amar del mismo modo a todas sus criaturas. A los demonios y réprobos los ama conservándolos en el ser, pues Dios es fiel y justo y no puede negarse a sí mismo, que los creó. Pero no puede tener amor misericordioso para con los demonios, pues no se rebelaron contra Dios por engaño o por debilidad, sino por pura soberbia y maldad, y han escogido para siempre su condición, separados de Dios. Por eso no hay misericordia para los demonios, pues Dios respeta la libertad de sus criaturas, y es perfectamente justo. Y es que, además, ya han pasado por el inapelable e irrevocable juicio de Dios. Sabemos que la misericordia es para los hombres (como seres inmortales, a camino de la eternidad) y sus cuidados y providencia alcanzan incluso hasta a los animales, a quienes Dios socorre (cf. Sal 36,6); pero no son para los demonios apóstatas. Además, sabemos que hay un tiempo para la misericordia, pues ésta da paso al juicio, precede al juicio. Pero no sólo no puede haber un amor de misericordia hacia los demonios, sino que mucho menos puede haber para ellos de parte de Dios un amor de comunión, pues «¿Qué unión [hay] entre la luz y las tinieblas? ¿Qué armonía entre Cristo y Belial? […] ¿Qué conformidad entre el santuario de Dios y el de los ídolos?» (2 Co 6,14-16).

Dicho esto, queda claro que hacernos semejantes a ese «dios», unirnos a un «dios» que ama a los demonios y que tiene misericordia de ellos, cuyo corazón está encendido en llamas de amor por los demonios y por la familia de los reptiles, es asemejarnos no a Dios, el Dios verdadero, sino a un dios falso, usurpador del lugar de Dios, mentiroso, a uno que sí está unido a los demonios, las bestias y la familia de los reptiles, porque es su Jefe: «el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero« (Ap 12,9).

Según antiguo adagio, el hombre se hace semejante a aquello que adora. El adorador del Dios vivo y santo es vivificado y santificado por Dios mismo; pero los adoradores de las criaturas y de las bestias, se bestializan y se vuelven cada vez más alejados de la semejanza de Dios para asemejarse a los demonios.

Este espiritualismo satanista no es realmente una sorpresa, aunque no deje de asombrarnos, es la línea que se está imponiendo desde quien ocupa la sede de Roma, ya desde hace tiempo. Son ya incontables los hechos que confirman que el satanismo es el nuevo culto promovido por Roma, pero para muestra recordemos las «pachamamas» y los príapos en los jardines vaticanos o esas imágenes de demonios llevadas en procesión e instaladas en basílicas romanas en octubre de 2019 (y desde entonces en múltiples diócesis por varios países); la devoción del rosario «desata-nudos», pretexto para introducir oraciones satánicas a la «Abuela Araña» o «Kokyangwuti» de la mitología Navajo, que se corresponde con la deidad inca Pachamama del inframundo; los múltiples eventos del mismo cariz realizados antes y durante el reciente viaje de Bergoglio a Canadá; la horripilante «férula papal» de brujería wicca; o la inauguración ya en julio de 2013 en el Vaticano de una estatua supuestamente en honor de San Miguel Arcángel en la que en realidad todo está invertido: Satanás no es derrotado por San Miguel sino que la lanza atraviesa la bola del mundo, San Miguel no es presentado con coraza sino desnudo y no en actitud de combate, pareciendo más bien el dios griego Prometeo, representación del mismo Lucifer…

Pero alguno podría contestar que el texto clave del documento que hemos comentado es una cita. Sí, pero, ¿por qué eligen esa cita? Son libres para ofrecernos, entre todos los maestros de espiritualidad, las citas más edificantes que encuentren. ¿Por qué ésta? ¿Había necesidad de rescatar este texto y darle esta importancia y difusión? No vale tirar la piedra y esconder la mano. Pobre excusa es esconderse en que «otro lo ha dicho» cuando esa cita es de un hereje nestoriano que además cayó en la herejía de la apocatástasis, según la cual el infierno no es eterno y Dios daría «otra oportunidad», comenzando de nuevo, a los demonios y a las almas de los condenados. Quien cita a un hereje en sus herejías… hereje parece o hereje es. Este texto es precisamente uno de los principales en que Isaac de Nínive expone esa herejía que anula la justicia y la santidad de Dios, y que va contra la Revelación y varios dogmas católicos, pero que es muy del gusto de Bergoglio y de los «teólogos» modernistas para los que el infierno está vacío o debe vaciarse en determinado momento, no puede ser eterno. Por supuesto, para ellos Judas Iscariote tiene que haberse salvado. Hoy hay un nuevo Judas en la sede de san Pedro destruyendo la Iglesia: ¿Acaso cree presuntuosamente que si no se corrige podrá salvarse? De Dios nadie se burla. Los adoradores de Satanás irán con él al castigo eterno y escucharán de Jesucristo esta sentencia: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles» (Mt 25,41).

Es coherente con lo relatado y con esta espiritualidad satanista que Bergoglio cree cardenal suyo al Obispo Robert McElroy en el consistorio del 27 de agosto de 2022. Y es coherente porque hay evidencia de que McElroy, al menos protegió y reintegró en su diócesis a un sacerdote, P. Jacob Bertrand, que en realidad era un satanista (cuando lo reintegró, ya satanista confeso, y por lo mismo, expulsado del ministerio sacerdotal y de la diócesis) que realizaba profanaciones de la Sagrada Eucaristía y misas negras con ellas y los demás rituales del culto satanista, incluidas violaciones rituales de mujeres vírgenes cuya confianza se ganaba por el hecho de ser sacerdote. Su confesión llegó tras la denuncia de una de sus víctimas. Decimos «al menos» porque a lo más puede que McElroy participase también de semejantes prácticas. ¿Es McElroy parte de la red satánica infiltrada en la Iglesia católica de la que se ha venido informando al menos desde los años 70 del siglo pasado, con ramificaciones importantes en el mismo Vaticano y en los Estados Unidos? Lo cierto es que a McElroy se le ha relacionado (porque él ha apoyado a esas personas y esas tesis) con el lobby del ex-cardenal McCarrick, quien creó un lobby de poder dentro de la Iglesia, marcado por el homosexualismo.

Tiene sentido que lo que ahora se nos propone ya sin tapujos no sea otra cosa que la culminación de lo que hasta ahora se estuvo realizando a escondidas.

O con Cristo o contra Cristo. No hay término medio. Y quien está contra Cristo, está consciente o inconscientemente, con Satanás. El diablo ha querido siempre robar adoradores a Dios como primer paso, para en segundo lugar recibir él mismo la adoración en el lugar de Dios. La apostasía que padecemos en estos tiempos en el seno de la Iglesia, y que es promovida en no pocos casos desde sus más altas cimas, no tiene otro objetivo sino este mismo: llevar a la Iglesia de Cristo a adorar a Satanás. Lo que el diablo intentó incluso con el Hijo de Dios en el desierto, ¿acaso no lo iba a intentar con su Cuerpo místico, la Iglesia, para pervertirla y convertirla en el cuerpo místico del anticristo?

«Porque muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas, como enemigos de la cruz de Cristo, cuyo final es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria está en su vergüenza» (Flp 3,18-19).

«¡Ay de ellos!, porque se han ido por el camino de Caín, y por un salario se han abandonado al descarrío de Balaam, y han perecido en la rebelión de Coré. Estos son una mancha cuando banquetean desvergonzadamente en vuestros ágapes y se apacientan a sí mismos; son nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz; son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre» (Judas 1,11-13)

«No prevalecerán« (Mt 16,18).

* TEXTO citado por el documento vaticano:

«¿Qué es un corazón misericordioso? Es un corazón en llamas por toda la creación, por la humanidad, por las aves, por los animales, por los demonios y por todo lo que existe. Por el recuerdo de ellos, los ojos de una persona misericordiosa derraman abundantes lágrimas. Por la misericordia fuerte y vehemente que se apodera del corazón de tal persona, y por tan gran compasión, el corazón se humilla, y uno no puede soportar escuchar o ver ninguna herida o dolor leve en nadie en la creación. Por eso, tal persona ofrece continuamente oración con lágrimas en los ojos, incluso por las bestias irracionales, por los enemigos de la verdad y por los que le hacen daño, para que sean protegidos y reciban misericordia. Y de igual manera, tal persona ora por la familia de los reptiles a causa de la gran compasión que arde sin medida en un corazón que es a semejanza de Dios».


NO DIGA ‘SINODALIDAD’, 
DIGA CONCILIARISMO
No diga ‘sinodalidad’, diga secta que promueve la herejía y el cisma. No diga ‘sinodalidad’, diga apostasía. No diga ‘sinodalidad’, diga falsa Iglesia, la ramera del Apocalipsis.
Ya parece que hemos asumido el término ‘sinodalidad’ como algo de uso corriente. Incluso se vierten ríos de tinta sobre «la ‘sinodalidad’ en la Iglesia primitiva», «la ‘sinodalidad’ en los Padres de la Iglesia», «la ‘sinodalidad’ en la vida y misión de la Iglesia», etc. Pero se trata de un término totalmente nuevo, inventado, un espantoso neologismo, y habrá que preguntarse: ¿y qué quieren decir con ese ‘palabro’? El peligro de los neologismos es que, si no se definen bien, pueden ser usados para confundir, sobre todo cuando son palabras próximas a otras, de la misma familia, pero que pueden ocultar un significado bien distinto. Es lo que pasa con palabras parecidas en lenguas distintas, que pueden confundir al que piensa que significan algo similar, cuando su significado puede ser muy distinto, como los adjetivos bizarre en inglés y bizarro en español, que parecen iguales pero no tienen nada que ver: en el primer caso significa ‘raro’, y en el segundo, ‘valiente’; vamos, tienen que ver lo que la velocidad y el tocino. Pero de hecho, a fuerza de extender el uso del bizarre ya casi se ha olvidado el significado de bizarro.

En este sentido, crear neologismos puede ser un método de confusión. Y Bergoglio nos tiene acostumbrados a este juego con palabros como ‘primerear’ o ‘balconear’, aunque uno de los que se lleva la palma es ‘misericordiar’, que ya confunde sólo a los más ingenuos, porque la praxis de Bergoglio (para un marxista como él, la praxis es superior a la teoría) nos ha aclarado multitud de veces qué quería decir con ‘misericordiar’, y si no, que se lo pregunten, por citar algunos ejemplos, a los Obispos Rogelio Livieres, Daniel Fernández o Héctor Aguer, a cardenales como Raymond Burke o Ludwig Müller, y a numerosas congregaciones y asociaciones de fieles. En Bergoglio la expresión no es clara y concisa, ni su argumento lineal y lógico, porque no ama la verdad, se mueve en la ambigüedad y la confusión. Por eso necesita inventar palabras para pervertir el léxico, y asesinar la gramática con expresiones inconexas y frases incompletas, para torcer la lógica.

Que la Iglesia ha tenido a lo largo de su historia Sínodos y Concilios, es evidente. De hecho la misma palabra Iglesia significa asamblea, reunión de hermanos. Y siendo ésta jerárquica, se entiende que haya habido asambleas de Obispos para hacer frente a cuestiones que así lo requerían, sobre todo para marcar una posición eclesial frente a herejías que iban surgiendo. La colegialidad de los Obispos se veía así plasmada, y el Espíritu Santo guiaba a la Iglesia, en comunión los Obispos entre ellos y con el Papa. Pero esas asambleas no son la forma de ejercer el gobierno de la Iglesia cual parlamentos modernos: los Obispos mantenían, como dice el Código de Derecho Canónico «toda la potestad ordinaria, propia e inmediata que se requiere para el ejercicio de su función pastoral, exceptuadas aquellas causas que por el derecho o por decreto del Sumo Pontífice se reserven a la autoridad suprema o a otra autoridad eclesiástica» (#381). El derecho canónico deja claro que «Corresponde al Obispo diocesano gobernar la Iglesia particular que le está encomendada con potestad legislativa, ejecutiva y judicial, a tenor del derecho» (#391); y asimismo que el Papa «es cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la tierra; el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena, inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente» (#331).

Ciertamente, en los Concilios y en la acción conjunta de los Obispos dispersos por el mundo se ejerce la potestad universal del Colegio de Obispos sobre toda la Iglesia (cf. #337), potestad que es también «suprema y plena» (#336), pero «en unión con su cabeza [el Papa] y nunca sin esa cabeza» (#336). Es más: «Compete exclusivamente al Romano Pontífice convocar el Concilio Ecuménico, presidirlo personalmente o por medio de otros, trasladarlo, suspenderlo o disolverlo, y aprobar sus decretos […], determinar las cuestiones que han de tratarse en el Concilio, así como establecer el reglamento del mismo; a las cuestiones determinadas por el Romano Pontífice, los Padres conciliares pueden añadir otras, que han de ser aprobadas por el Papa» (#338),

En un rango inferior, «El sínodo de los Obispos es una asamblea de Obispos escogidos de las distintas regiones del mundo, que se reúnen en ocasiones determinadas para fomentar la unión estrecha entre el Romano Pontífice y los Obispos, y ayudar al Papa con sus consejos para la integridad y mejora de la fe y costumbres y la conservación y fortalecimiento de la disciplina eclesiástica, y estudiar las cuestiones que se refieren a la acción de la Iglesia en el mundo» (#342). Y en cualquier caso, «El sínodo de los Obispos está sometido directamente a la autoridad del Romano Pontífice» (#344).

Pues bien, hay una herejía llamada conciliarismo, según la cual el Concilio ecuménico representa a toda la Iglesia y obtiene su potestad directamente de Cristo, por lo que a esa potestad están sometidos y tienen que obedecer todos los fieles, la jerarquía y el mismo Papa. Fue condenado finalmente cuando el Concilio Vaticano I definió la plenitud de potestad del Romano Pontífice sobre la Iglesia.

Como el Concilio Vaticano II quedó «inacabado» para muchos, pues se ve que no tuvieron suficiente con «el espíritu del Concilio» para llegar hasta donde pretenden, Bergoglio en vez de convocar un Concilio Vaticano III que sería una declaración de guerra en el seno de la Iglesia, ha puesto a andar la engañifa de la ‘sinodalidad’, tras los sínodos amañados y perniciosos de la familia (y su Amoris Laetitia), de los jóvenes, de la Amazonía y, sobre todo, del «camino sinodal» alemán. Es una vía más maleable, más rápida y más eficiente para los fines para los que está diseñada.

La pretensión de Bergoglio es sobrepasar la Revelación y el Magisterio, y arrogarse toda la autoridad para crear una nueva Iglesia que ya no es la Iglesia de Cristo, con el pretexto y escondiéndose bajo la supuesta autoridad «sinodal» basada en los nuevos «lugares teológicos» de la participación, la escucha y el discernimiento, en parlamentos pseudo-democráticos donde todo y nada se debate por todos y por nadie, y que plasman en sus resúmenes la voluntad preconcebida de los que manejan hábilmente los hilos de semejante teatro. Pero como para conceptuar este plan no podía usar la expresión conciliarismo, que ya está caracterizada como herejía (y quedaría poco estético), fue necesario seguir creando lenguaje: ¡acaba de ‘nacer’ la ‘sinodalidad’!

Toda la obra y enseñanza de Bergoglio tienen como objetivo el que acabamos de explicar, como también muchos de los acontecimientos «eclesiales» de los últimos años. Pero aunque Bergoglio es un tirano (caracterizado así por muchos clérigos que lo padecen en el Vaticano, y retratado como tal en el libro «El Papa dictador» de Henry Sire), para guardar las formas y para destruir mejor a la Iglesia ha querido hacerlo «sinodalmente». Es muy conocido el dicho según el cual una calumnia repetida mil veces termina siendo ‘verdad’. A fecha de hoy nos han bombardeado miles de veces con este espantoso neologismo. Pero a veces las palabras se refieren no a realidades, sino a trampas y engaños. La ‘sinodalidad’ no existe, existían los Sínodos. Lo que hay ahora es tiranía y conciliarismo (herejía), un plan de marketing para realizar no una reforma sino una deformación de la Iglesia siguiendo una agenda del diablo, y así ponerla al servicio no del reino de Dios y de la voluntad de Cristo su Señor, sino al servicio del reino del anticristo y de los planes del Enemigo. Eso y no otra cosa es lo que querían decir con ‘sinodalidad’. Y es que detrás de las lenguas bífidas hay una mente entenebrecida, o dicho al revés: de una mente oscura y maligna no puede provenir una expresión clara y correcta, sino palabras falaces y engañosas.

Es curioso que la única vez que la palabra «sínodo» (συνοδία) aparece en la Sagrada Escritura es en Lc 2,44, cuando se traduce por la «caravana» en la que, regresando de Jerusalén a Nazaret, los peregrinos judíos caminaban juntos pero sin Jesús, que se había quedado en el Templo. José y María se salieron del «sínodo» al encuentro de Jesús, quien estaba enseñando la verdad a los «maestros» de la Ley.

Cuando Obispos alemanes decidieron que había que cambiar la doctrina católica y la disciplina de los sacramentos, y para ello iban a organizar un Sínodo, para aprobar esos cambios (ya previamente preparados), se les dijo desde Roma que no podían llamarlo Sínodo. Entonces hicieron lo mismo que querían hacer pero llamándolo «Camino sinodal». Los sustantivos se adjetivan, para sustantivar los adjetivos: 
De Roma fuimos a Berlín y ahora de Berlín llegamos a Roma, de los Sínodos fuimos al «camino sinodal» y ahora de lo «sinodal» llegamos a la ‘sinodalidad’. Parece lo mismo pero no es lo mismo. Hemos abandonado los Sínodos para llegar a la ‘sinodalidad’. Un Sínodo es una asamblea de Obispos, es algo católico, la ‘sinodalidad’ es un método para, con apariencia de catolicidad, situar a sujetos sin fe católica por encima de la Iglesia y del mismo Jesucristo y de la divina Revelación. No pretenden llegar a un neo-magisterio, pretenden abolir la misma palabra de Dios, erigiéndose en jueces en vez de en siervos de la Verdad. Los Concilios y Sínodos estaban al servicio de la Verdad contra las herejías. La ‘sinodalidad’ está al servicio de las herejías contra la Verdad.

No hace falta explicar las propuestas de los distintos documentos del «Sínodo de la sinodalidad», ni las conclusiones del reciente «Camino sinodal alemán», que son bastante coincidentes, como en el tema de la ordenación de diaconisas o en el de la progresiva aceptación de la agenda LGTBX. De hecho, al albur de estos vientos ‘sinodales’ Obispos franceses acaban de solicitar a Roma la abolición de la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia en cuanto a su condena de los actos homosexuales.

Aquí no se ven Obispos bizarros, tan sólo se ven Obispos «bizarres». Y no, no es lo mismo, ni parecido, ¡ni mucho menos! Más bien es lo contrario.

Los Obispos, sucesores de los Apóstoles, tienen la grave responsabilidad de velar por el bien de la Iglesia y defenderla contra los ataques que sufre. Ante el silencio de la casi totalidad de los Obispos del mundo, callados como mudos (o como algo peor que mudos) frente a todo lo que está sucediendo, ¿qué podemos decir? Que han perdido la autoridad. Eligiendo ser perros mudos, por cobardía unos, otros por conciliarismo y por ser herejes ellos mismos, otros por ser infiltrados, o por lo que sea, pero por ignorancia no cabe en este caso… Ellos mismos se han desautorizado para actuar en nombre de Jesucristo como pastores del pueblo de Dios.

No diga ‘sinodalidad’, diga conciliarismo. No diga ‘sinodalidad’, diga secta que promueve la herejía y el cisma. No diga ‘sinodalidad’, diga apostasía. No diga ‘sinodalidad’, diga falsa Iglesia, la ramera del Apocalipsis.

El ‘camino sinodal’ alemán ha aprobado la bendición de parejas homosexuales, la comunión a personas en uniones adulterinas (lo que no hacía falta que aprobasen, puesto que ya había sido declarado magisterio universal por Bergoglio en 2017 en las AAS), la transexualidad y el cambio de nombre en los libros de bautismo, y a partir de ahí -vía transexualidad, que además puede ser «fluida»- la ordenación de mujeres o la entrada de hombres en conventos de monjas. Pero estos hechos, que nos dibujan algo más hediondo todavía que lo que pasó en Sodoma y Gomorra, no son tan graves como la prostitución de la idolatría espiritual a que ha conducido este ‘camino sinodal’: se creen por encima del bien y del mal, por encima de Dios, nuestro Creador, de Dios nuestro Redentor, de Dios Espíritu Santo. Adoran su propio ego rebelde, adoran el dinero en que manan por el impuesto religioso alemán, adoran al mundo y sus placeres, y en definitiva, a Satanás, el Príncipe de este mundo.

El Espíritu de profecía usa en el Antiguo Testamento la imagen de la prostitución para referirse a la actitud del pueblo de Dios que ha quebrantado la Alianza, siendo infiel a Dios, principalmente por medio de la idolatría y la apostasía. Así, Israel merece una reprensión severa de parte de Dios, que busca, no obstante, la conversión y no la muerte de Israel. Pero esa conversión pasa necesariamente porque sea consciente de su realidad, de que vea su verdad, que se dé cuenta de dónde ha caído, y se arrepienta profundamente. Por eso Dios usa imágenes duras y vívidas humanamente, que reflejan una realidad todavía más dura en el espíritu, como las sobrecogedoras profecías de Jeremías 3 y Ezequiel 16, pero muchos otros textos (cf. Is 57; Jr 2,18ss; Jr 13,24-27; Ez 6,9; Ez 16,14ss, Ez 23, Oseas, etc.). Se dice de Israel apóstata que se edificó un prostíbulo (cf. Ez 16,24) y que en vez de recibir regalos pagaba a los amantes que seducía (cf. Ez 16,33-34): «eras tú la que pagabas, y no se te pagaba: ¡ha sido al revés! Pues bien, prostituta, escucha la palabra de Yahveh» (Ez 16,34-35).

En el Nuevo Testamento, el Espíritu de profecía ahonda en esas imágenes, cuando en el Apocalipsis ya no habla de una ramera, sino de «la madre de las rameras» (17,5) que es una ramera de categoría especial, «la célebre Ramera» (17,1), y dice que «con ella fornicaron los reyes de la tierra» (17,2; cf. 18,3), es decir, la falsa iglesia prostituida con Bilderberg y al servicio de la agenda del nuevo orden mundial. Esa cuyo pecado es mucho mayor, porque después de haber sido pueblo infiel que se volvió ramera (Israel que se contaminó con las abominaciones de Egipto o Asiria) o pueblo pagano que ya vivía en la prostitución, recibió la gracia de la redención, y todos los cuidados para ser desposada en fidelidad, lavada y purificada con la sangre del Cordero y sellada con el Espíritu de santidad; y aun así, ha apostatado… En ella se cumplen aquellas duras palabras del Espíritu Santo por medio de San Pedro: «su postrera situación resulta peor que la primera. Pues más les hubiera valido no haber conocido el camino de la justicia que, una vez conocido, volverse atrás del santo precepto que le fue transmitido. Les ha sucedido lo de aquel proverbio tan cierto: ‘el perro vuelve a su vómito’ y ‘la puerca lavada, a revolcarse en el cieno'» (2 P 2,20-22). El mismo Señor Jesucristo añade a la imagen de la casa de prostitución la de la cueva de ladrones, que roban la gloria de Dios y buscan su interés sin reparar en la justicia: «Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!» (Lc 19,46). Apocalipsis une las dos imágenes (cf. Ap 18,3).

Así, el Apocalipsis retrata a esta gran ramera, la iglesia mundana que abandona a Dios para hacer todo tipo de componendas con el espíritu del mundo, con los placeres de la carne y dar cobijo a toda clase de espíritus impuros; y dice que desvió a los hombres arrastrándolos a la apostasía: «los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su prostitución» (Ap 17,2; cf. Ap 18,3). Es más, la presenta con poder del Maligno y a su servicio: «sentada sobre una Bestia de color escarlata, cubierta de títulos blasfemos; la Bestia tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas; llevaba en su mano una copa de oro llena de abominaciones, y también las impurezas de su prostitución, y en su frente un nombre escrito -un misterio-: ‘La Gran Babilonia, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra'» (Ap 17,3-5).

No diga ‘sinodalidad’, diga casa de putas.
Y por cierto, no diga ‘Papa Francisco’, diga jefe de esa casa de putas.



¿Lobos hablando sobre ovejas 
en el sínodo?

Hace tiempo hablamos ya sobre el relator nombrado para el sínodo de la sinodalidad, el card. Hollerich, un jesuita que ha proclamado públicamente en varias ocasiones que rechaza la moral de la Iglesia. A él se unen, por supuesto, numerosos obispos alemanes y de otros países centroeuropeos como Bélgica, que también han expresado públicamente su deseo de abandonar la moral de la Iglesia en varios puntos que no son del agrado del mundo. ¿A alguien le puede extrañar que las ovejas nos sintamos intranquilas al ver que se reúnen sinodalmente los lobos para hablar de nosotras? ¿Qué de bueno puede salir de esas conversaciones, que, es de suponer, más versarán sobre recetas que sobre otra cosa?

Desgraciadamente, parece ser que lo importante no es la calidad, sino la cantidad, y el Papa ha decidido nombrar también a una serie de participantes laicos en el sínodo, algunos de los cuales, por lo visto hasta ahora, podrían asemejarse más al Canis lupus que a la Ovis aries. Consideremos, por ejemplo, el producto nacional: Dña. Cristina Inoges, elegida como participante en el sínodo desde su inicio (pronunció una “meditación” de apertura de las sesiones sinodales) y que probablemente sea propuesta también para las sesiones de octubre de 2023 y 2024. Dejemos a un lado la cuestión de que un laico, sea quien sea, participe en el sínodo de los obispos con el mismo voto que si fuera obispo y consideremos las credenciales de Dña. Cristina.

Empecemos diciendo que es “teóloga”. Y escribo teóloga entre comillas porque, a pesar de considerarse católica, es licenciada por ¡la Facultad de Teología Protestante de Madrid! ¿Qué teología católica puede haber aprendido estudiando en una facultad protestante? Es fácil imaginarlo. A eso se suma que “actualmente colabora en ‘Lecturas diarias’ de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (Argentina)”. Como buena alumna de la facultad protestante, afirma que “la reforma de Lutero tuvo su sentido en el siglo XVI” y que él reformador protestante “nunca quiso dejar de ser católico” (aparentemente, lo de las herejías monumentales y todo eso se debió a “las cosas de la historia, que luego se enrevesan”). Todo un curriculum que hace que la presencia de Dña. Cristina en el Sínodo sea fundamental.

Claro que eso no es todo. También es “Experta en Relaciones Institucionales y Protocolo” por la Universidad a Distancia y diplomada como “Dirigente Social”, sea eso lo que sea. Es evidente que su preparación teológica y académica dejaría chico a San Agustín. Y ella lo sabe, permitiéndose afirmaciones como la de que el libro que el cardenal Sarah publicó sobre el sacerdocio sugería “una figura del sacerdocio muy alejada del evangelio” y que “el sacerdocio que presenta el libro es el gran peligro, porque arrastra a la Iglesia”, tras lo cual indicaba muy ufana que renunciar sería “el mejor servicio” que podría hacer el cardenal “a la Iglesia y al evangelio”.

Sin juzgar sus interioridades e intenciones, que cortésmente suponemos que serán excelentes, conviene señalar que Dña. Cristina tiene, además una idea del cristianismo completamente secularizada y obsesionada por las ideologías de moda, como el feminismo. Nos asegura, por ejemplo, que “las mujeres seguimos en los márgenes de la Iglesia”, “aunque ahora, algunas mujeres tengan cierta visibilidad”. Alguien capaz de decir esto no ha entendido nada de lo que es el cristianismo ni de lo que es la Iglesia. Pensar que lo importante es “tener visibilidad” y “acceder a puestos donde se toman decisiones” en la Iglesia revela una comprensión de la vida de la Iglesia basada en el poder (aunque se repitan una y otra vez al mismo tiempo los consabidos mantras de la Iglesia de los pobres y los marginados que todos conocemos). Lo cierto es que, para no estar en “los márgenes de la Iglesia”, a cualquier mujer y a cualquier hombre le basta acercarse a un sagrario, que es el mismo centro de la Iglesia, y allí encontrarse con nuestro Señor Jesucristo, junto a la Mujer vestida de sol, Reina y Señora de cielos y tierra. Y la decisión verdaderamente importante es la de decir “hágase” a la voluntad de Dios como hizo Ella. Pero a nuestra teóloga eso no le basta.

A nadie le extrañará, pues, que Dña. Cristina rechace la doctrina de la Iglesia sobre el sacerdocio y afirme que las mujeres pueden ser ordenadas sacerdotes. Quizá para tranquilizarnos (sobre la base de que siempre puede haber cosas peores), nos asegura que ella no quiere ser sacerdote y que “el sacerdocio de la mujer tardará muchísimo en llegar” y es un “proceso muy lento”, pero en cualquier caso “es muy importante que las mujeres se puedan ordenar”. También afirma que no cree que “sea el mejor momento para que las mujeres accedan al sacerdocio. Pero sí que defenderé que las que tengan vocación lo puedan vivir“, porque “no es una cuestión de índole teológica". Se ve que en la Facultad Protestante no le enseñaron que la incapacidad de la Iglesia para ordenar a mujeres es una doctrina “infalible” e “irreformable” (cf. Ordinatio Sacerdotalis y la respuesta a dubia del 28 de octubre de 1995 de la Congregación para la Doctrina de la Fe).

Claro que tampoco sabe lo más básico sobre el sacerdocio y nos dice que “la Iglesia nació laica. Hasta que no acaba el siglo I, y sobre todo a partir del siglo II, que es cuando se sacraliza la figura del obispo y la figura del presbítero". Quizá si hubiera estudiado en una facultad católica, le habrían enseñado que el sacerdocio fue instituido por el mismo Cristo y que, desde el primer día, la Iglesia está basada (cimentada, dice la Escritura) en el colegio de los Apóstoles, que fueron los primeros obispos. Nunca ha existido esa Iglesia que “nació laica". Tampoco hace falta ir a la universidad para saberlo, basta leer, por ejemplo, los números 874 a 896 del Catecismo, sobre la constitución jerárquica de la Iglesia. O los Hechos de los Apóstoles.

Por los temas de sus libros, parece creerse autorizada para hablar sobre historia de la Iglesia, pero sus ideas sobre esa materia son evidentemente pedestres y sesgadas. Dice, por ejemplo, que “el Papa ha propuesto una imagen de la pirámide invertida, pero no es que el laicado vaya a estar ahora arriba sometiendo a la jerarquía, sino que la jerarquía debe estar al servicio del Pueblo de Dios”. Doña Cristina, desde sus elevadas alturas teológicas, parece estar inventando la sopa de ajo. Que la jerarquía está al servicio de los cristianos lo ha sabido la Iglesia desde siempre. No solo se leen repetidas advertencias al respecto de Nuestro Señor en los Evangelios y en otros libros de la Escritura, sino que es un lugar común de la Teología. Pensemos, por ejemplo, que el Papa es el siervo de los siervos de Dios, ministerio significa servicio, diácono significa servidor, el mandatum de lavar los pies ha sido puesto en práctica por superiores y sacerdotes en monasterios y en la liturgia desde durante más de un milenio y un largo etcétera. Como es lógico, puede haber clérigos concretos que abusen de la autoridad recibida, pero, como todos sufrimos los efectos del pecado original, eso es igual de cierto ahora que hace doscientos años o mil o dos mil. Pretender que ¡por fin! el papa Francisco ha descubierto que la autoridad en la Iglesia es un servicio es tomarnos el pelo, mirar por encima del hombro a dos milenios de catolicismo y demostrar unos conocimientos ínfimos.

Tampoco parece saber lo que es el depósito de la fe, que es una doctrina católica básica. Por ejemplo, se pregunta: “sí, es verdad que hay un depósito de verdades reveladas, pero, ¿ya no caben más? ¿Está todo dicho?”. Es decir, ignora algo tan básico como el hecho de que Dios se reveló plenamente en Cristo y la revelación quedó cerrada con la muerte del último apóstol, de manera que todo lo que necesitamos para la salvación ya está en la Escritura y la Tradición. Se puede profundizar en ello, pero no hay nuevas revelaciones. No es casual que estas preguntas se las haga al tiempo que se deshace en elogios de Teilhard de Chardin y se duele por que la Iglesia haya condenado las opiniones heréticas en el pasado, porque al hacerlo “se ajustaron a las normas y a los dogmas que surgieron en contextos totalmente diferentes”. Como conclusión, nos asegura que “hay que rascar mucha religión para llegar a la fe”, que es lo que han dicho todos los heterodoxos de la historia para justificar su rechazo de partes de la fe. A mi juicio, cualquier parecido del catolicismo con estas opiniones es pura coincidencia.
Con estos presupuestos, no sorprenderá que rechace la moral de la Iglesia en puntos importantes. Según nos cuenta, ella “acompaña” a “comunidades de diversidad sexual” con quienes comparte “la fe en un Dios en un cristianismo inclusivo que lleve a la Iglesia a serlo también”. A continuación, se duele de que, a pesar de que es “algo que admite la mayoría de la amplia base del pueblo de Dios”, “todavía hoy y oficialmente una parte de la jerarquía mira con desdén y, por supuesto, no acepta”. Según Dña. Cristina, lo que importa es que Jesús “lanzó el poderoso mensaje de que nadie estaba excluido”.

Según parece por sus escritos, también rechaza que para recibir la comunión haya que estar libre de pecado mortal, porque Jesús “no excluyó de la misma ni a Judas” y (citando al Papa) la comunión “no es el premio de los santos. Es el pan de los pecadores”. Es curioso que una teóloga de su talla no sepa que, además de las categorías de santo y pecador (pertinaz en pecado mortal) hay una tercera categoría de aquellos que, sin ser santos, se encuentran en comunión con Dios y se han arrepentido de cualquier pecado grave, por lo que pueden comulgar. Claro que los protestantes no conocen esa distinción, así que puede que no haya oído nunca hablar de ello. Sólidamente armada con su ignorancia de esta doctrina católica, Dña. Cristina criticaba a los obispos norteamericanos que querían negar la comunión a los políticos que apoyan el aborto (como por otra parte es su obligación según el Derecho Canónico), porque aparentemente no habían entendido “la actitud de acogida sin juicios, sin prejuicios, y sin influencias de nadie de Jesús de Nazaret” (algo que, según nos dice, es “mucho más preocupante, aunque no lo parezca” que todas las barbaridades de los obispos alemanes).

Podríamos seguir y seguir, pero lo dicho basta para que nos hagamos una idea, porque esto se hace muy aburrido. Además, a fin de cuentas, el problema no es Dña. Cristina, que probablemente actúe de buena fe y estará lógicamente encantada de salir en los periódicos y de que la elogien en la cadena de radio de los obispos. Más que un lobo, es una oveja extraviada, que tiene derecho a que las autoridades eclesiales corrijan sus errores en lugar de alentarla a permanecer ellos. La verdadera responsabilidad es de quienes la eligen para participar en el sínodo o por omisión permiten que sea elegida.

Esta es la pregunta esencial: ¿por qué se escoge, para hablar con autoridad de la fe de la Iglesia, a personas que no comparten esa fe y cuyo conocimiento de ella es muy deficiente? ¿Alguien imagina que se nombre miembro de la Real Academia de la Lengua a un francés que apenas chapurree el español y haya manifestado en varias ocasiones su desprecio por el idioma de Cervantes?

Es cierto que a veces, en los concilios y sínodos del pasado, se invitaba a algunos heterodoxos, pero era para rebatir sus afirmaciones, exhortarles a volver a la fe y, si se terciaba, quemar públicamente sus obras (como se hizo en el Concilio de Nicea, por ejemplo). Ahora, en cambio, los mismos obispos alemanes o belgas que están diciendo barbaridades en realidad no hacen más que repetir las que dijeron ya en el Sínodo de la Familia, sin que la Iglesia les reprendiera y les pidiera volver a la fe católica. La única medida que se ha tomado, en lugar de corregirles, ha sido nombrar para el sínodo a nuevos participantes como Dña. Cristina, que aparentemente comparte sus heterodoxias.

Yo diría que los fieles tenemos sobrados motivos para estar preocupados por el sínodo de la sinodalidad. Y me permito indicar que echamos de menos que los obispos con fe, que tienen la gravísima obligación de defendernos de los lobos, señalen estos peligros evidentes con su autoridad de sucesores de los apóstoles. En fin, hay que rezar más todavía, como decía el P. De Bearn al comandante Lewis en 55 días en Pekín.


LA SINODALIDAD DEL SINODO: 
LA GRAN ESTAFA

• Hay personas que me preguntan si puedo explicarles qué es eso de la “Sinodalidad del Sínodo”. Antes de entrar en materia y con el objetivo de que podamos comprender esa enigmática palabra, conviene aclarar que eso de la sinodalidad del sínodo, es una hábil maniobra del actual responsable del Vaticano, Jorge Mario Bergoglio. Por lo tanto, cuando me preguntan qué es eso de la sinodalidad, generalmente tengo que hacer un esfuerzo para no reírme, respondiendo finalmente: “No merece la pena hablar de eso; ni siquiera quien lo ha inventado sabe exactamente lo que es”.

• A la altura de los tiempos que nos toca vivir, jamás en la historia de la Iglesia han salido del Vaticano tantos disparates como nos toca padecer un día sí y, otro también. La realidad es mucho más simple y, consiste en que nadie está interesado en ese absurdo del sínodo de la sinodalidad. Ni siquiera a los obispos les interesa el tema, sencillamente porque no saben con certeza qué es eso de la “sinodalidad”, ni tampoco saben en qué dirección ir.

• Entonces, ¿en qué consiste ese disparate que Francisco se ha sacado de la manga? La respuesta es bastante sencilla; el proceso sinodal del sínodo, consiste en una especie de escenario, de plataforma, la cual, está apoyada y dirigida por un grupo de obispos y cardenales que pertenecen a la masonería eclesiástica, quienes no tienen fe ni nunca la tuvieron. Su objetivo no es otro que demoler y destruir todo el legado doctrinal y, para conseguir esa demolición, han invitado a incorporarse a la Iglesia, a todos esos grupos sociales de tipo marginal pero muy agresivos socialmente, quienes odian y rechazan totalmente la Doctrina de la Iglesia; estamos hablando de todos esos movimientos sociales como el lobby gay, bisexuales, sexuales binarios, no binarios, ideología de género, matrimonio homosexual, mujeres por la ordenación sacerdotal, transexuales, pederastas, lesbianas, abortistas, divorciados vueltos a casar, etc., etc., etc.

• Este escenario de la sinodalidad, donde todas las opiniones tienen cabida, tiene algo de parecido a un circo donde el payaso siempre lleva la voz cantante, de manera que, a través de este disparate de la “sinodalidad”, se van infiltran opiniones, ideas, votos y decisiones de supuestos católicos llamados progresistas quienes, no solo rechazan a la iglesia, sino que insisten en seguir dentro de ella, pero imponiendo a los demás las condiciones que ellos desean.

• Lo sorprendente de todo esto, consiste en que la masonería eclesiástica que, es quien apoya esta inmensa estafa, afirma que todo esto es obra del Espíritu Santo; al invocar al Espíritu Santo, el objetivo no es otro que, silenciar las críticas de los fieles ante esta inevitable demolición de la iglesia. Pero, por si había alguna, resulta que, el arzobispo de Bruselas, (Bélgica), el pasado mes de diciembre, dijo públicamente que detrás de todo esto, está Francisco.

• Por lo tanto, ese disparate llamado la “sinodalidad” que, es en realidad un golpe de estado llevado a cabo por la masonería eclesiástica vaticana, tiene el objetivo de hacerse con el total control y poder de la iglesia. De esta forma tienen una base para cambiar la Doctrina de la Iglesia. Ya no hay dudas que Roma (la Iglesia Católica), está bajo el control de la llamada “Sinagoga”, quien, habiendo creado una falsa iglesia, paralela a la original, mencionan sacrílegamente al Espíritu Santo, tratando de convencernos a todos que solo ellos tienen la razón. De Alemania surgió la ruptura de la iglesia con Lutero. De Alemania saldrá el Cisma definitivo de manos de los obispos alemanes.

• Hace unos dias leía las declaraciones del cardenal Burke sobre el próximo sínodo de octubre, es decir, sobre la próxima “sinodalidad” y, decía sin rodeos que, todos los dias le pedía a Dios para que no se celebre.

Prof. Damián Galerón
Apuntes de Eclesiología

***
Hace un par de días me contaba una señora que, en la homilía del pasado domingo, el sacerdote habló sobre la importancia de cuidar y salvar el planeta. Habló tambien el cura del cambio climático global y del mucho calor que hace en la calle y, que debido a eso, a veces no llueve. Según me contaba la señora, dicho párroco tendrá algo mas de 50 años de edad
Me he quedado pensativo ante esa impresionante "profundidad teológica" del cura de turno, donde todo parece que, el disparate y la falta de sentido común se está adueñado de la Iglesia Católica.

Visto lo que hay, es evidente que, en Roma, en la Cátedra de Pedro, se han sentado los escribas y los fariseos imponiendo su Abominación Desoladora, de manera que ni entran ellos ni dejan entrar a los demás. Está visto que en la nueva predicacion, ya no es importante despertar espiritualmente a las personas y tratar de que corrijan su vida; ahora lo importante es darle una patada a Cristo y echarlo de la iglesia, imponiendo en su lugar los disparates de Francisco: "el cambio climático, la Ecologia y el Ecumenismo".

Admirado ante tantos hechos y evidencias, donde el absurdo se impone como norma, me he sentado a la sombra de la cabaña donde vivo a descansar un rato y, casi no dando crédito ante la locura que se va imponiendo, me he quedado largamente pensativo, diciéndome interiormente, "que venga el fuego y se lo lleve todo".

(Damián Galerón)


VER+:





EL SINODO DE LA SINODALIDAD Y SU ESPIRITUALIDAD SATÁNICA A LA VISTA DE TODOS

Caminando juntos ¿hacia dónde? - La Sacristía de La Vendée: 22-06-2023

Acaba de publicarse el instrumentum laboris del sínodo se vuelven a repetir los mismos mantras de siempre: clericalismo, diaconado femenino, autoridad en la Iglesia... Como decía el P. Juan Manuel Góngora, está bien caminar juntos, pero hay que saber hacia dónde. En nuestra tertulia nos vemos obligados a obligar este documento sobre el que se discutirá en el sínodo que comenzará en octubre de este año. Pero también comentaremos otras noticias de la Iglesia.


«El hombre moderno necesita… 
no una fe nueva, no una religión nueva, 
no un código nuevo, sino: 
un corazón nuevo, un alma nueva, 
una generosidad nueva, 
un amor nuevo de la fe antigua».

EL PROCESO SINODAL: UNA CAJ... by Yanka

EL PROCESO SINODAL: UNA CAJA DE PANDORA