La filósofa francesa Chantal Delsol llama a los cristianos a vivir «la virtud y el ejemplo»
Occidente será
«una sociedad ecologista y politeísta:
lo sagrado estará en los árboles y animales»
Ante la crisis de la sociedad Occidental y la pérdida de la influencia de la Iglesia en la vida pública, la filósofa francesa Chantal Delsol considera la existencia de cristianos como un signo de esperanza y llama a vivir la virtud y la familia cristiana. Autora del libro "El fin de la Cristiandad".
Para la filósofa francesa Chantal Delsol, no es posible considerar el cristianismo "como un mito o un relato" más, sino como "una verdad que ha de asumir su universalidad, extenderse, convertir, dominar e ir hacia todas las naciones". Fue una de las ideas base que transmitió el pasado 3 de marzo durante la celebración del congreso "Hacia una renovación cristiana de Europa" en la Universidad San Pablo CEU.
Un discurso que, sin embargo, contrasta con la complejidad para llevarlo a cabo en el presente y que le ha llevado a proclamar recientemente "El fin de la Cristiandad".
Y es que, incluso para una intelectual de su talla -es fundadora del Instituto Hannah Arendt, miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, doctora en Letras, directora del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Marne-La-Vallée y autora de decenas de ensayos- es imposible "saber lo que va a pasar con la Iglesia" en un futuro inmediato.
Lo que sí observa como algo evidente es que "esta institución milenaria, venerable y respetable" se ha convertido en algo "minoritario" y sin apenas relevancia en el discurso público.
"Durante dieciséis siglos los cristianos hemos tenido una situación de predominio en Occidente. Antes [los católicos] fijaban el criterio, ahora tienen que conversar con ateos, masones y protestantes", sentenció en la universidad madrileña.
Para Delsol, esta crisis no es más que una vuelta "al orden de siempre que estaba antes de nosotros y fuera de nosotros" y que se ve plasmado en una sociedad "influenciada por Asia que no entiende lo que es la verdad".
La filósofa francesa observó que "ya nadie acepta conquistar en nombre de la verdad" y el Occidente cristiano, marcado históricamente por este objetivo, se ve hoy abocado a su sustitución por el "triunfo" de nuevas corrientes como "el panteísmo", el "paganismo" y el "posthumanismo".
"El cristianismo, como religión, no se concibe a sí mismo como un mito o un relato, sino como una verdad que ha de asumir su universalidad", expresó Delsol durante su ponencia
Por eso hizo un llamamiento a "ser más realistas y lúcidos si queremos avanzar en la historia" y a ser "testigos que no se conforman con decir, sino con ser. La conversión por testimonio implica dar tiempo al tiempo, dar espacio a la virtud". Para Delsol, hoy, más que nunca, "es necesaria al virtud y la paciencia".
¿Queda esperanza para Occidente y la fe cristiana en su mensaje? En conversación con Religión en Libertad minutos antes de su participación en el congreso, la autora de El fin de la Cristiandad mostró un prudente optimismo al expresar que "la simple existencia de cristianos es hoy un motivo de esperanza" y recomendó volcar todos los esfuerzos en la defensa y promoción de la virtud, el ejemplo y la familia para preservar lo que aún queda de la Civilización Cristiana.
-En todo el mundo se ha vivido, durante los dos últimos años, una sucesión continua de estados de excepción con la excusa de la pandemia, con situaciones extremas de suspensión de derechos como en Francia, Italia o Australia. ¿Vamos a volver a la "normalidad" en algún momento, o los pasos que se han dado suponen un paradigma nuevo para las garantías constitucionales?
-Creo que ha habido una falta de derechos. Lo principal ahora es la higiene y se han sacrificado derechos a favor de ella. Espero que volvamos a la normalidad, que se supriman las mascarillas y otras medidas. Pero la historia demuestra que cuando una crisis hace adoptar medidas y la crisis pasa, algunas de esas medidas permanecen.
-Occidente, y sobre todo las instituciones europeas, han renunciado explícitamente al cristianismo. Se percibe incluso una hostilidad creciente hacia la herencia cristiana. ¿Puede sobrevivir la civilización occidental sin el cristianismo?
-Occidente sobrevivirá pero cambiará hacia condiciones que no son trascendentes.
Delsol, antes de su intervención en el congreso celebrado en la Universidad San Pablo CEU, expresó su convicción de que la presencia del cristianismo en la sociedad, la familia o la educación cristiana de los hijos pueden ser la única esperanza ante la desaparición de la sociedad tal y como la conocemos.
-¿Queda margen de reacción para la Iglesia y los cristianos? Es decir, ¿hay posibilidades de restauración de nuestra civilización cristiana o es un proceso irreversible?
-Los cristianos podrán cambiar algunas cosas pero nunca volveremos a la situación precedente.
-¿Qué futuro prevé para Europa a medio y largo plazo? ¿Una islamización? ¿Un régimen totalitario y ateo? ¿Una democracia mediada por los mecanismos de control del pensamiento de las nuevas tecnologías?
-La sociedad atea no existe. Existen las personas ateas en la historia, pero no los países o las sociedades. Existen las sociedades monoteístas o politeístas. No creo que una religión tan primitiva como el islamismo pueda desarrollarse entre nosotros. Creo más bien en [el futuro de] una sociedad ecologista y politeísta. Lo sagrado estará en los animales y en los árboles.
-En alguna ocasión ha sostenido que, aunque la civilización cristiana muera, el cristianismo sobrevivirá. ¿Por qué tiene esa convicción?
-El ejemplo es el caso de Francia, donde subsiste una élite cristiana muy pequeña pero que está ahí y que es fuerte. Muchos de los cristianos que resisten son muy tradicionales. El problema es que son muy diferentes de la sociedad en la que están y a la sociedad que está por venir.
-¿Cómo interpreta el transhumanismo? ¿Es solo una ideología utópica que, como otras ideologías antes, chocará con la realidad y caerá? ¿O es el anticipo de un sistema político futuro en el que lo específicamente humano cederá terreno ante el papel de las élites tecnológicas?
-Si estamos hablando de "la muerte de la muerte", eso es una utopía que no existirá nunca. Otra cosa es el posthumanismo, que es una filosofía holística. Creen que es el final del humanismo que decía que el hombre estaba en el centro. Para el posthumanismo, el hombre no está en el centro y está al mismo nivel que los animales. Todos los objetos tienen el mismo valor. Lo podríamos llamar holismo, que es equivalente al paganismo.
-¿Cree que el actual conflicto entre Rusia y Ucrania/Occidente puede interpretarse como parte de la dialéctica de las ideas entre el globalismo y el patriotismo/populismo? ¿O es pura geoestrategia?
-Es una cuestión de las identidades de los países y pueblos, que cada uno tiene su identidad. Por ejemplo, la identidad de Francia es la República, la de los judíos es el tiempo. La identidad de Rusia es el imperio. Si Rusia no tiene imperio considera que no existe. Por eso desde hace 20 años [Rusia] está reconstituyendo su imperio, es parte de su naturaleza.
-El mundo se encuentra ahora ante el riesgo de una escalada de la guerra convencional o incluso al riesgo de una guerra nuclear. Y venimos de una crisis global por razón de una pandemia. ¿Qué va a significar para el pensamiento político esta sucesión de riesgos, inestabilidades y sacudidas de las normas de convivencia nacionales y del orden internacional?
-El primer efecto es que nos estamos empezando a dar cuenta de que lo trágico de la vida existe. Habíamos vivido un periodo de 70 años de paz en abundancia y libertad, habíamos caído en la utopía del fin de la guerra y todo eso era falso.
-¿Queda esperanza para la civilización cristiana?
-Creo que la simple existencia de cristianos en la sociedad ya es un motivo de esperanza, es importante educar a los hijos de forma cristiana. Esa es la esperanza.
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–Usted señala que la propia Iglesia se ha olvidado de hablar de la transcendencia, y se ha identificado en su discurso con el lenguaje de la Modernidad. ¿Hasta qué punto ha supuesto un problema?
–Sí, por supuesto, pero resulta muy difícil para la Iglesia, que no deja de estar inserta en la sociedad, recibir el influjo de la sociedad. En todo caso, entiendo que hay una fuerte tendencia a asemejarse al oponente, con tal de estar bien visto. Insisto en ello porque he visto lo que sucedió durante el apogeo del marxismo, cuando se veía que la Iglesia estaba completamente influida por el marxismo. Y hoy está influida por otra serie de corrientes modernas porque no le gusta que la sometan al ostracismo. A fin de cuentas, es algo muy humano; nadie quiere ser condenado al ostracismo. Sea como sea, resulta muy difícil aferrarse a los propios principios aceptando el ostracismo.
–Ostracismo, catacumbas… ¿En el futuro próximo los cristianos van a ser una comunidad parecida a lo que los judíos han sido en Europa durante siglos?
–Sí, en el futuro los cristianos seremos como los judíos, en el sentido de que seremos una minoría –ya somos una minoría–, pero con la siguiente diferencia. Los judíos inventaron el concepto de verdad, puesto que su Dios es real, su Dios es de verdad, no es un mito. Sin embargo, los judíos tienen el concepto de la verdad sin lo universal, pues no tienen intención ni obligación de convertir a nadie, mientras que nosotros tenemos la necesidad de convertir. Poseemos un concepto de la verdad, unido a un concepto de lo universal. Por tanto, va a resultar muy difícil para nosotros ser una minoría sin poder reclamar la universalidad. Ese va a ser el problema.
–¿De qué modo las nuevas generaciones de cristianos podrán ser minoría influyente, creativa, apostólica?
–Hay que hacer lo contrario de lo que siempre se ha hecho. Siempre se ha actuado a base de discursos, nada más que discursos. Pero ya no sirven para nada. Podemos ser testigos, es decir, hacer lo que decimos y ser lo que hacemos. Se trata de existir en la verdad y en la virtud, lo cual resulta muy difícil. Y esto requiere de mucho tiempo, como si dispusiéramos de toda la eternidad. Si alguien pretende conquistar Argelia, por ejemplo, hacen falta cincuenta años. Pero si se quiere hacer lo que hicieron los monjes de Tibhirine, entonces casi se necesita una eternidad. Esto es lo que tenemos por delante.
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