EL Rincón de Yanka: LAS POSTRIMERÍAS DEL HOMBRE: MUERTE, JUICIO, PURGATORIO, INFIERNO Y GLORIA (PARAÍSO)

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miércoles, 9 de marzo de 2022

LAS POSTRIMERÍAS DEL HOMBRE: MUERTE, JUICIO, PURGATORIO, INFIERNO Y GLORIA (PARAÍSO)


LAS POSTRIMERÍAS DEL HOMBRE

Las cuatro Postrimerías son, según el Catecismo de la Iglesia Católica, muerte, juicio, infierno y gloria: ni más ni menos que lo que espera después de la vida. Otros sustituyen en esta enumeración el juicio por el Purgatorio. Su iconografía ha inspirado a los artistas frecuentemente (Juan de Valdés Leal, por ejemplo) y a poetas y escritores, como Dante Alighieri en su poema La Divina Comedia.

Muerte: Es en esencia la extinción del proceso homeostático, por ende el fin de la vida; según el catolicismo, una consecuencia del pecado; termina con nuestra existencia mortal y nos pasa a la inmortal, como es el destino común de los hombres; trae tristeza y debe ser temida, aunque Cristo ha conquistado a la muerte y todos los que mueren en Cristo vivirán con él (Romanos 6:5), (Romanos 8:17), (2Timoteo 2:11)

Juicio: El alma del ser humano es juzgada por su Creador después de la muerte. Debe distinguirse entre el juicio particular y el juicio universal. El primero se refiere al juicio inmediato del alma después de la muerte. Se dicta la sentencia de eterna consecuencia: Infierno o Gloria (paraíso). En caso de necesidad, el alma deberá primero ser purificada antes de entrar a la eterna bienaventuranza, esto es el Purgatorio. Todas las almas del purgatorio pertenecen a los salvados y verán a Dios, sin embargo el estado de condenación del infierno es eterno. El segundo juicio se refiere al Juicio Final en el que se juzgará al mundo entero y se confirmarán las sentencias de Dios, este será al fin de los tiempos (Mateo 25)

Purgatorio: Purificación necesaria para el paraíso y consiste en un estado intermedio de purificación en que hay diversos grados de expiación de pecados; puede ayudarse con la oración y es una agonía temporal.

Infierno: Sitio donde el gusano no muere (Marcos 9:47-48), preparado para el Diablo y sus ángeles, donde son el llanto y el crujir de dientes e imperan las tinieblas y el silencio de la ausencia de Dios (Mateo 13:49-50); se lo compara a un abismo y a una prisión donde hay aflicción y tormento y se excluye de la presencia de Dios. El fuego del infierno es la retribución del pecado y el castigo por rechazar voluntariamente la gracia de Dios; ahí ya no es posible el arrepentimiento y no hay esperanza posible.

Paraíso: Lugar donde habita Dios y de donde vino y a donde volvió Jesús. Es el hogar de la especie humana y Cristo nos conduce a él, pues es un lugar destinado a toda la humanidad que lo desee. No es fácil de lograr sin esfuerzo y también allí hay grados diversos de felicidad y cosas nuevas.

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Señores: Estamos a tiempo todavía. Os hablo en nombre de Cristo. No soy más que un pobre altavoz, un pobre misionero de Cristo. Volveos a Él, que os espera con su infinito amor y misericordia. Cristo os espera con los brazos abiertos. Aunque le hayáis escupido, aunque le hayáis blasfemado, aunque hayáis pisoteado su sangre. Hoy, como en la cima del Calvario, nos mira a todos con infinita compasión y dice:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. “Hoy mismo –si quieres– estarás conmigo en el Paraíso”. Invocad a María, vuestra dulce Madre: “Hijo, ahí tienes a tu Madre”. Evitad la espantosa desesperación eterna, que os haría clamar inútilmente:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” “¡Tengo sed!” Tengo sed de salvar vuestras almas. ¡Venid todos a mi Corazón para que pueda lanzar otra vez mi grito de triunfo:
“Todo está cumplido”! Os prometo mi ayuda durante la vida y la gracia soberana de la perseverancia final para que podáis exclamar en vuestros últimos momentos:
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Con lo cual, vuestra muerte cristiana será para vosotros el término de esta vida de lágrimas y de miseria y la entrada triunfadora en la ciudad de los bienaventurados, donde seréis felices para siempre, para toda la eternidad. Así sea. (EL MISTERIO DEL MÁS ALLÁ por Antonio Royo Marín, O.P.)