Lex injusta non est lex
«Lex injusta non est lex», decía Santo Tomás de Aquino, Doctor de la Iglesia. Y lo dice también la Biblia, «Ay de aquellos que dictan leyes injustas y con sus decretos organizan la opresión» (Isaías, 10, I).
Los confusos tiempos en que vivimos requieren de un profundo análisis y consideración de nuestra parte para actuar de la manera correcta según las circunstancias que se nos presenten. El atropello y extralimitación de los gobiernos de turno esta llegando a niveles impensados y requieren de nuestra parte una respuesta concreta.
"Es preciso reconocer que la jugarreta ha sido bien hecha y que la mentira de Satanás ha sido utilizada maravillosamente. La Iglesia va a destruirse a sí misma por vía de la obediencia. La Iglesia va a convertirse al mundo hereje, judío, pagano, por obediencia, mediante una Liturgia equívoca, un catecismo ambiguo y lleno de omisiones y de instituciones nuevas basadas sobre principios democráticos". M.L
"¡Ay, Santo Padre! A veces la obediencia a usted
puede llevar a la condenación eterna".
Santa Catalina de Siena
Obedecer pseudo-leyes podrá salvar nuestro cuerpo, nuestros intereses temporales, pero perderá nuestra alma. Deben ser en conciencia desobedecidas, resistidas, sin darles cumplimiento, pues de otro modo nos haríamos cómplices de maldades criminales.
Y no basta con desobedecer las leyes injustas; hay que combatirlas con todas las fuerzas, procurando su derogación en todos los modos posibles: reuniones de oración, campañas de opinión, actos legítimos de desobediencia civil, manifestaciones públicas, recogida de firmas para un referéndum, publicación de artículos en los medios de comunicación, huelgas, congresos y actos que tengan difusión mediática, etc.
La ley formalmente aprobada pero que viola la justicia, no puede pretender obligar a los ciudadanos como lo haría una ley justa; se ha desviado, se ha corrompido, ha dejado de obligar como ley en sentido estricto, y ha pasado a presionar como expresión de poder (violencia). Un simil puede ayudarnos a entender: si un asaltante nos manda: “debes entregarme tu billetera”; es claro que formalmente hay una norma imperativa, pero ¿reclama que se obedezca por ser razonable y legítima? Claro que no. Si tenemos posibilidades de hacerlo, podremos desobedecerla y resistirla. Si no podemos, la obedeceremos y entregaremos la billetera, pero en tal caso no estaremos prestando obediencia al mandato en cuanto tal, sino a la violencia que se ejerce sobre nosotros.
Volvamos a Santo Tomás: «Cuando una ley está en contradicción con la razón, se le llama ley injusta, no tiene razón de ley y se convierte en violencia».
Los modernos Estados democráticos liberales son monstruosos, pero la mayoría no lo advierte. Por eso su monstruosidad es muy insuficientemente denunciada y combatida. Todavía muchos, también entre los católicos, hacen discernimientos completamente absurdos: «nosotros que vivimos en un régimen de libertad», «es increíble que pueda suceder algo tan espantoso viviendo en democracia»… No entienden nada. No alcanzan a cumplir la exhortación del Apóstol: «dáos cuenta del momento en que vivís» (Rm 13,11).
A veces puede ser necesario cumplir las leyes, ya sea para evitar males mayores como el desorden social, la anarquía o el escándalo moral que pueda llevar a otros a pensar que las leyes no son obligatorias. Pero en otras ocasiones, se podrá – o incluso, se deberá– incumplirlas por medio de la objeción de conciencia, la resistencia, la desobediencia civil y, en casos extremos, ejerciendo el derecho de rebelión contra un régimen tiránico.
Permítame que le aconseje leer este libro. Ya sé que tiene usted varios esperando turno para ser leídos. Pero es que trata de un tema muy importante, la acción política de los católicos en el orden temporal, un tema que ha sido en los últimos tiempos muy maltratado. Como es bien sabido, el Concilio Vaticano II exhortó con especial fuerza a los laicos cristianos para que con la fuerza de Cristo se empeñaran en transformar «las realidades temporales» del mundo. Los cristianos laicos están llamados a «evangelizar y saturar de espíritu evangélico el orden temporal, de modo que su actividad en este orden sea claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres» (Apostolicam actuositatem 2).
«Hay que instaurar el orden temporal de tal forma que, salvando íntegramente sus propias leyes, se ajuste a los principios superiores de la vida cristiana» (7). «A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena» (Gaudium et spes 43).
Sin embargo, es patente que, al menos en las naciones de antigua filiación cristiana, la desmovilización de los laicos en la actividad política es prácticamente total. Y que desde el siglo IV, nunca el influjo del pueblo católico ha sido menor en la configuración del mundo social y político. Este fenómeno, que ha de considerarse muy gravemente negativo, nada tiene que ver con el Concilio. La causa principal de esta enorme y pésima contradicción es el silenciamiento y la falsificación de la doctrina política de la Iglesia, de las que muchos se avergüenzan. Prefieren ignorarla y falsificarla. Por eso es necesario que nos tomemos aquí el trabajo de recordarla, de reafirmarla y de refutar los principales errores actuales en esta materia.
La Iglesia quiere hoy, como siempre, que Cristo sea reconocido como Rey y Salvador, y que todos los hombres y naciones caminen a su luz. La Iglesia sabe que sin-Cristo o contra-Cristo ni el hombre ni las naciones pueden conseguir la salvación en este mundo y tampoco en el otro. La Iglesia pide cada día con una oración llena de esperanza: «ven, Señor Jesús. Venga a nosotros tu Reino».
Y el intento del Apóstol, «instaurar todas las cosas en Cristo» (Ef 1,10), sigue siendo el ideal pretendido por la Iglesia católica con la fuerza del Espíritu Santo, que es el único capaz de renovar la faz de la tierra. Benedicto XVI, recientemente (18-VIII-2010), afirmaba que «el Pontificado de San Pío X ha dejado un signo indeleble en la historia de la Iglesia, caracterizado por un notable esfuerzo de reforma, sintetizada en su lema Instaurare Omnia in Christo, renovar todas las cosas en Cristo». Omnia: también por supuesto en la vida cultural, social y política. JMI
Venga a nosotros tu Reino
1. Queremos que Cristo reine en el mundo (109), 39.
–La necesidad de una Autoridad mundial que procure la paz y la colaboración entre los pueblos.
–Una Autoridad política mundial hoy no sería posible ni conveniente.
–Sólo Cristo Rey, «verdad, camino y vida», puede regir sin violencia a todas las naciones de la tierra.
–El Magisterio apostólico ha mantenido siempre en alto las esperanzas históricas de la Iglesia.
–Juan Pablo II sigue proclamando a Cristo Rey ante los Estados del mundol. –Es, pues, misión de la Iglesia cristianizar personas, familias, comunidades y naciones.
–Cristo pretende la conversión de los «pecadores» y de las «naciones».
–¿Qué debemos hacer los católicos en política? Lo primero de todo: creer que sólo en Cristo puede lograrse el bien temporal y eterno de los pueblos.
–La Iglesia comienza por formar «unas comunidades» minoritarias, pero siempre pretende llegar a formar, cuando y como Dios quiera, «un pueblo» santo, naciones cristianas.
–El relajamiento del celo apostólico misionero y pastoral, y la extinción de la acción política cristiana van juntos.
2. La oración ejercita la fe con esperanza (110), 42.
–Resulta difícil hablar de la dimensión espiritual de la acción política.
–La espiritualidad propia de toda acción cristiana de reforma ha de inspirar también la actividad política.
1.–El reconocimiento de los males.
2.–El reconocimiento de nuestras culpas.
3.–Los males políticos que nos abruman son castigos medicinales.
4.–No hay remedio humano para nuestros males.
5.–Para nuestros males hay remedios sobreabundantes, que vienen de Dios. 6.– La oración cristiana de petición es el medio principal para sanar los males de la ciudad política.
7.–El ejercicio de la autoridad es necesario para conseguir el bien común.
8.–La acción política ha de buscar la gloria de Dios.
9.–La política ha de procurar el bien temporal y eterno de los hombres.
10.–Es imposible la actividad política honrada sin la fuerza espiritual del martirio.
3. La oración es la luz y la fuerza de la acción (111), 44.
–La oración ha de potenciar siempre la acción política.
–Israel se libra de la esclavitud de Egipto gracias a la oración.
–Durante el Éxodo, se ve Israel atacado por los amalecitas, y Moisés ora.
–Israel se ve asediado por los asirios en Betulia, y Judith ora.
–La Iglesia primera, en las persecuciones que sufre del mundo, tiene en la oración el arma principal de «la armadura de Dios».
–La oración por los gobernantes y políticos ya desde el tiempo de los Apóstoles. –San Clemente Romano.
–San Cipriano.
–La oratio fidelium.
–La Bestia liberal de nuestro tiempo persigue más a los cristianos que la Bestia romana.
4. La oración y el bien común secular en la Iglesia antigua (112), 47.
–San Gregorio Magno.
–Las letanías de los santos.
–A las estaciones acuden procesionalmente los fieles rezando y cantando.
–Los Sacramentarios y antiguos textos litúrgicos de los siglos IV–VII.
–Pervive la liturgia antigua en la liturgia actual.
–In hac lacrimarum valle.
–Falta hoy en la Iglesia la oración de petición comunitaria para vencer los males temporales.
5. El clamor de la Iglesia en favor del mundo (113), 49.
–La oración de la Iglesia es, por el favor de Dios, la causa principal de la salud política de un pueblo.
–Todos de rodillas.
–Clamor de la Iglesia en la aflicción.
–Preces en postración.
–Las procesiones penitenciales. –Ante Cristo en la Eucaristía.
–El Rosario.
–Las Cuarenta Horas.
– Estas tradiciones de oraciones comunitarias suplicantes está casi perdida en no pocas Iglesias locales de hoy. V. ¿Qué hemos de hacer?
1. Las manifestaciones multitudinarias (114), 51.
–La oración de la Iglesia es lacausa principal de la salud política de un pueblo.
–Reconozcamos con humildad que antiguamente la fe en la eficacia de la oración de petición era mucho más profunda en la Iglesia.
–Entre a explorar un campo menos cierto, en el que la virtud de la prudencia tendrá que hacer continuos discernimientos.
– Entre quienes siguen alternativas diversas debe mantenerse siempre la unidad católica, por la unión de la obediencia a los Pastores sagrados y por la unión de la caridad eclesial fraterna.
–Las manifestaciones católicas, más o menos multitudinarias, en pro o en contra de causas políticas. Varios ejemplos:
–En una ciudad del interior de Argentina.
–Nowa Huta y Mons. Wojtyla.
–Versalles y Mons. Lustiger.
–En Madrid, pro familia y vida.
–¿Qué pensar de estas grandes concentraciones religiosas?
2. Las manifestaciones de los católicos (115), 54. Las formas de las manifestaciones son muy diversas. – Suele ser un dato cierto que el beneficio mayor y más seguro es el que Dios produce en los mismos manifestantes.
–Más incierta resulta la eficacia política de tales manifestaciones.
–La justificación de esas concentraciones multitudinarias en que «Cristo es Rey de las naciones» no les asegura la prudencia.
–Condiciones principales que hacen justa y conveniente una gran concentración católica con fines políticos:
–Aprobación de la Autoridad apostólica.
–Que «se reúnan condiciones serias de éxito».
3. Las manifestaciones y la fuerza del número (116), 56.
–La fuerza del número es clave en las sociedades liberales.
–En las fuerzas seculares políticas, sindicales y afines, las concentraciones públicas son medios ordinarios empleados en la lucha política y laboral.
–Es, pues, normal que ese mundo centrado en el número de voluntades y en la cantidad de la fuerza social ostentada públicamente sea ajeno a la tradición católica.
–El pueblo de Cristo, sin embargo, debe también manifestarse cuando es oportuno, pero siempre en formas dignas, evitando un mimetismo acrítico a las concentraciones seculares.
–Algunos grupos católicos actúan fundamentalmente por internet para promover concentraciones masivas, cartas al Gobierno con miles de firmas, y otras acciones.
–El pueblo cristiano no debe asumir como un medio ordinario de acción política la organización de grandes presiones sociales, conseguidas en manifestaciones y cartas multitudinarias.
–Si los católicos usaran ordinariamente el medio político de las manifestaciones, tendrían que estar manifestándose en forma continua contra los males del mundo secular: diariamente.
–Nuestro Señor Jesucristo, con su enorme poder para entusiasmar al pueblo, no organizó concentraciones reivindicativas inmensas.
–Tampoco los primeros cristianos emplearon esas armas de acción política.
– «Guarda tu espada, Simón Pedro, que la hora del poder de las tinieblas».
4. Mínimo influjo actual de los católicos en política (117), 59.
–Es muy escaso el influjo actual de los cristianos en la vida política.
–¿Cómo puede explicarse la inoperancia casi absoluta de los cristianos de hoy en el mundo de la política y de la cultura?
–El gran desfallecimiento actual de la actividad política católica tiene tres causas fundamentales, que en el fondo son una sola:
–1. la amistad con el mundo;
–2. el pelagianismo y el semipelagianismo, con su evitación sistemática del martirio;
–3. y el catolicismo liberal.
–La Bestia liberal no ha sido combatida suficientemente desde hace más de medio siglo.
–Es ya necesario y urgente que los votos católicos se unan para procurar el bien común en la vida política.
–Algunos quieren hacernos cree que la Iglesia, a partir del Vaticano II, veta la unión de los católicos en organizaciones políticas.
–La Iglesia quiere que los católicos se asocien para actuar en la vida política. –El Concilio Vaticano II quiere que «los laicos coordinen sus fuerzas», etc.
–Ya algunas vovces en la Iglesia van afirmando la necesidad de que los católicos se unan y organicen para la acción política.
–Discrepan de esta orientación otras voces, próximas a extinguirse.
5. Un partido católico liberal no es un partido católico (118), 62.
–Examinaré primero lo que no es un partido católico.
– Un partido católico que sea liberal no es un partido católico.
–Por eso hoy no existen partidos católicos, como no sea algunos extraordinariamente minoritarios.
–La Democracia Cristiana italiana de la segunda mitad del siglo XX ha sido modélica para todas las demás naciones de mayoría católica.
–La DC italiana demuestra que un partido católico-liberal instalado en el gobierno durante largo tiempo causa graves daños al critianismo y a la nación.
– Un partido católico liberal, como la DC, es incapaz de afirmar en su gobierno los valores cristianos, y ni siquiera es capaz de afirmar los valores naturales más elementales.
–Un gran partido católico que sea único y liberal sólo puede afirmarse en la sociedad política aceptando y causando grandes males.
–El gran fracaso de la vida política de los católicos después del Vaticano II no ha sido hasta ahora suficientemente reconocido en la Iglesia.
–El Espíritu Santo está queriendo renovar la faz de la tierra.
6. Se equivocan los que niegan la necesidad de organizaciones políticas católicas (119), 64.
–Los partidos políticos católicos solamente pueden existir hoy si hay hombres intelectual y moralmente capaces de una acción política verdaderamente católica.
–El político católico debe hoy aceptar en Occidente la democracia, como forma de gobierno.
–La aceptación cristiana actual de la democracia se fundamenta en la obediencia a los poderes constituídos, que derivan de Dios.
–El político católico debe hoy aceptar también la necesidad de partidos políticos católicos. –Contra la organización política de los católicos hay varias formas de rechazo que la hacen imposible.
–La Asociación Católica de Propagandistas.
–El Foro de la Familia.
–Grandes organizaciones laicales, como Opus Dei, Camino Neocatecumenal, etc.
– Es verdad que no toda asociación laical ha de tener el carisma de la actividad política.
–Pero el apoliticismo de un grupo laical católico es inaceptable si es infiel a su carisma original, y si frena la acción política de otros grupos.
–Una Iglesia local sin grupos laicos con vocación política no aplica la doctrina política católica.
–Vamos hacia una reactivación de la vocación propiamente «política» de los católicos.
7. Es necesario que los católicos se unan para promover el Reinado de Cristo Rey (120), 67.
–La reconquista cristiana del Occidente, invadido por las fuerzas anti–Cristo, exige la actividad política de los católicos.
–Comentario a unas palabras de Benedicto XVI.
–«Renuevo mi llamamiento». –«Una nueva generación de católicos».
–«Personas renovadas interiormente».
– «Personas comprometidas en la política sin complejos de inferioridad».
–El acobardamiento de los políticos católicos ante el mundo ha ido creciendo al mismo tiempo que la agresividad audaz del mundo anti–Cristo.
–Crece continuamente la incapacidad del mundo político para llegar al conocimiento de la verdad, y aún más la impotencia para decirla.
–«Católicos que han recibido una especial formación intelectual y moral».
–Las Órdenes militares medievales pueden ser para los políticos católicos de hoy una luz estimulante.
–Era necesario que cristianos elegidos, llamados y enviados por Dios, se entregaran con heroísmo permanente a esos combates y servicios.
–Serían muy deseables en nuestro tiempo ciertas asociaciones de laicos para la vida política.
–La Iglesia llama a una nueva generación de políticos dispuestos a combatir a favor de Cristo y contra el mundo y su Príncipe diabólico.
8. Los partidos confesionales son necesarios (121), 70.
–Los partidos confesionales, en nuestro caso de inspiración católica, son convenientes y necesarios.
–Los partidos de confesionalidad implícita, no confesada, sufren una malformación congénita.
–Los partidos confesionales deben serlo explícitamente: en la substancia, no en el nombre.
–Ha de proclamar explícitamente su identidad en sus Estatutos y programas. –Ha de aplicar sin duda el principio de la tolerancia y del mal menor.
–No debe servirse de la Iglesia.
–Tampoco ha de estar al servicio de la Iglesia, en el mal sentido.
–Guardando fidelidad a los principios políticos de la Iglesia, debe proteger su autonomía prudencia, y no ha de ser el partido de los Obispos y del clero.
–En la promoción del bien común temporal uno es el ministerio de los Pastores y otro el de los laicos.
–El clericalismo ha sido generalmente nefasto en la vida política del pueblo cristiano.
9. Es mejor que sean varios los partidos confesionales católicos (122), 73. –Es deseable que los partidos católicos sean varios, y que no se forme un solo partido.
–Puede haber si no graves inconvenientes.
–Hay unos principios no negociables en la política, que deben ser profesados por todos los partidos católicos y también por todos los hombres de buena voluntad.
–Como los partidos políticos de Occidente impugnan esos valores, es urgente la necesidad de partidos confesionales católicos que los afirmen y defiendan.
– Los partidos católicos han de coincidir no solo en esos principios fundamentales, sino también en la doctrina social y política de la Iglesia.
–La aceptación común de ésta no causa ni exige entre los posibles partidos católicos la coincidencia de sus programas. –Un partido político católico debe incluir en su programa, como uno de los principales objetivos, combatir contra la democracia liberal de partidos, promoviendo reformas constitucionales muy amplias.
–La sacralización de la democracia liberal de partidos es una superstición diabólica.
–La partitocracia es una corrupción de la democracia, y anula la participación política del pueblo.
–España es hoy quizá una de las democracias más acusadamente partitocráticas de Occidente.
–Los Reinos cristianos eran mucho más democráticos que las partitocracias actuales.
–La pésima situación de la política moderna no debe llevar a los católicos a distanciarse de ella, sino a entrar en ella como fermentos de salvación.
10. El Señor quiere y puede movilizar a los católicos para la política (123), 76. –El Espíritu Santo quiere y puede renovar la faz de la tierra, pero el Padre de la mentira se enmpeña en paralizar en la Iglesia las misiones, la educación, la pastoral y la actividad política de los católicos.
–Cometen un grave error los Pastores y laicos que procuran mantener la desmovilización política de los católicos.
–Objetivamente, colaboran con el Enemigo.
–El catolicismo liberal no quiere que las fuerzas políticas se organicen para un directo combate político.
–La justificación ideológica de ese pacifismo cobarde, que traiciona a Cristo Rey, vendrá después necesariamente.
–Los partidos malminoristas de falsa inspiración cristiana exigen el apoyo de los católicos, invocando el principio del «voto útil».
–El único «voto útil» es aquel que se da a Cristo y a su Reino.
–Benedicto XVI: «renuevo mi llamamiento para que surja un nueva generación de católicos»…
11. La verdad nos hará libres para procurar el Reino en el mundo (124), 78.
–En un partido político católico ha de comenzarse por dejar bien claro «Quiénes somos» (about us).
–Los Estatutos deben declarar la propia identidad abiertamente.
–«Qué pretendemos» (what we want). –Estos planteamientos enunciados son compartidos por muy pocos grupos católicos.
–La libertad de pensamiento y expresión, exenta de todo complejo de inferioridad, ha de afirmarse claramente en un partido católico.
–Debe tener plena libertad para dar testimonio de la verdad.
–Ha de presentarse hoy en el Occidente liberal y anticristiano como un partido antisistema en muchos aspectos, como en la partitocracia.
12. La reforma de la Iglesia hoy exige la reactivación de la acción política cristiana (125), 80.
–Termino ya la serie.
–Dentro de las Reformas necesarias en la Iglesia, una de las más urgentes es la reforma de la actitud mental y práctica de los católicos en relación a la política. –La doctrina política de la Iglesia es hoy amplísimamente ignorada: basta con repasar los siete principios fundamentales para comprobarlo.
–¿Qué debemos hacer hoy en política los cristianos?.
–Los partidos confesionales son hoy necesarios.
–Hoy el Padre de la mentira, Príncipe de este mundo, logra casi paralizar en algunas Iglesias las actividades pastorales y misioneras, educativas y políticas.
–Pero el Espíritu Santo quiere y puede renovar la faz de la tierra.
VER+:
Catolicos-y-Politica-P-Jose... by Augusto TorchSon
VER PELÍCULA:
Para cientos de personas huidas —prisioneros aliados, refugiados, judíos y no judíos a quienes los nazis buscaban por diversos motivos— uno de los más grandes héroes de la Segunda Guerra Mundial es el espigado y jovial sacerdote irlandés Monseñor Hugh Joseph O’Flaherty. Durante toda la guerra trabajó en el Vaticano; aprovechó esta circunstancia para organizar por su cuenta, extraoficialmente, un sistema de eficacia increíble, con el fin de dar albergue a innumerables refugiados. El relato de sus aventuras es una historia excitante, que arroja una luz reveladora sobre uno de los aspectos menos conocidos de la Guerra (Salvó la vida de 6.500 personas). Después de la liberación, Mons. O’Flaherty fue condecorado por Italia, Canadá y Australia, recibió la Medalla norteamericana de la Libertad y nombrado Comendador del Imperio Británico. Herbert Kappler fue sentenciado a cadena perpetua por crímenes de guerra. En los largos años que estuvo en la prisión italiana, Kappler tuvo un solo visitante: todos los meses, año tras año, O’Flaherty iba a visitarle. En 1959, el antiguo jefe de la Gestapo de Roma recibió el bautismo de manos del sacerdote irlandés.
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