EL Rincón de Yanka: SUPERSTICIÓN

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sábado, 9 de marzo de 2024

"MISTERIOS DE PACOTILLA" por JUAN MANUEL DE PRADA y LIBRO "LA IMPOSTURA DE LA NUEVA ERA": CRÓNICA DE UNA PSEUDO ESPIRITUALIDAD 👥👿


MISTERIOS DE PACOTILLA


El endiosamiento humano ha engendrado, inevitablemente, cierta sensación de que Dios ya no es necesario. El hombre ha creado ideologías y tecnologías que lo hacen omnímodo y caprichosamente tiránico, permitiéndole satisfacer sus pulsiones de forma inmediata; ha llegado, incluso, a descifrar el álgebra genética que, supuestamente, le permitirá (risum teneatis) prolongar su vida hasta hacerla inmortal. Diríase que el hombre contemporáneo se hubiese esforzado por abolir de su vida a ese Ser Omnipotente que rige la Historia, para convertirse en monarca absoluto de su propia vida. Pero, simultáneamente, estamos asistiendo a un poderoso resurgimiento del espiritualismo en versiones variopintas y turulatas. Paradójicamente, este hombre endiosado que creía haber encontrado una solución científica a los enigmas más sobrecogedores ha empezado a inventarse otros enigmas más pueriles que lo mantienen en un estado de penosa orfandad. Así, la fe de nuestros mayores ha sido suplantada por un conglomerado de supersticiones emotivistas que se mueven entre el esperpento y la trivialidad.

Esta suplantación perfectamente mentecata ha dejado su huella en el cine y en las series. Cada vez resulta más infrecuente tropezarse con películas o series de asunto estrictamente religioso, pues se supone que este tipo de zozobras e inquietudes han dejado de agitar las conciencias contemporáneas; en cambio, el aluvión de películas y series dedicadas a las mamarrachas gnósticas y esotéricas, a los fenómenos paranormales, a las abducciones extraterrestres y demás paparruchas seudorreligiosas propende al infinito. Muchas de estas series y películas introducen una imaginería religiosa devaluada, una especie de mistificación kitsch (donde cabe desde la empanada mental budista hasta el potaje seudocatólico) que, sin embargo, no alcanza el rango de blasfema. La blasfemia, en arte, requiere algo más que un mero afán provocador, algo más que una mera tendencia a trivializar los misterios sobre los que se asientan los dogmas religiosos. No blasfema quien quiere, sino quien puede.

El hombre es un animal religioso, no puede vivir sin asomarse al misterio. Pero la credulidad contemporánea, en lugar de asomarse humildemente al misterio supremo, se conforma con cultivar una serie de misterios subalternos, misterios de pacotilla aderezados de supersticiones, misterios trivializados, banalizados y sentimentalizados. Frente a la tendencia ascendente que nos invitaba a aproximarnos al misterio supremo, hoy queremos que el misterio descienda hasta nosotros, convertido en papilla de fácil digestión. 

Un ejemplo notorio de esta tendencia propia del hombre endiosado es la horrenda serie The Chosen (muy apreciada por el catolicismo pompier), cuya inepcia artística se agrava con un empeño repulsivo por 'humanizar' la figura de Jesús, tornándola más 'accesible', más 'cotidiana', más 'humana', hasta sumirla en un barrizal de emotivismo inane. Este empeño por 'naturalizar' lo sobrenatural, haciendo del misterio algo cotidiano, lo encontramos también en las muchas películas y series de asunto fantasmal. Antaño, cualquier película de fantasmas incorporaba a su resolución formal una serie de características (creación de atmósferas góticas, etcétera) que la convertían en un artefacto que preconizaba la irrealidad y la fantasmagoría; hoy, en cambio, esas películas se revisten con los ropajes de un naturalismo cotidiano, porque el espectador ha aceptado la existencia de espectros. 

La gente ha dejado de creer en la inmortalidad del alma o en la resurrección de la carne, pero en cambio profesa una fe obstinada y a machamartillo en los espíritus sonámbulos. Si reparamos en las películas protagonizadas por ángeles, apreciaremos otro cambio significativo: mientras los ángeles del cine clásico (pensemos en películas como ¡Qué bello es vivir!) viajaban a la tierra para ejecutar una misión divina, los ángeles del cine actual descienden hasta nosotros con la mera intención de vivir pasiones humanas. Poco a poco, se está imponiendo una mistificación entre lo cotidiano y lo sobrenatural, cuya frontera hasta hace bien poco estaba bien definida, aunque admitiese excepcionales interferencias.

Esta confusión de ámbitos viene a corroborar cierto proceso de descomposición antropológica. Al haber renegado de Dios, los resabios religiosos del hombre endiosado se han desbordado en un maremágnum de creencias superferolíticas, trufadas de emotivismo espiritualista y aproximaciones cursis a las regiones de ultratumba, que cada vez se parecen más a una urbanización para pequeños burgueses. No tengo ninguna duda de que este proceso de descomposición desembocará en la barbarie.


La impostura de la 
nueva era: 
Crónica de una pseudo espiritualidad

El propósito de este libro es el de clarificar ideas y conceptos en torno a la espiritualidad y el esoterismo, entendido este como el esóteros clásico, ideas que perdieron el significado que tuvieron dentro de las tradiciones religiosas y sus enseñanzas. Esta pérdida de significados junto a la mezcla de conceptos absolutamente alejados de las fuentes tradicionales es lo que ha abastecido el ideario del llamado movimiento new age que, en la actualidad, se ha convertido en una impostura nacida de la fantasía, la manipulación e incluso del engaño que, en estas páginas, se muestran apelando tanto a la historia como a la inconsistencia de sus postulados.
Introducción

Cuando se deja de creer en Dios, 
enseguida se empieza a creer 
en cualquier cosa. 
Chesterton
"Hay mucha gente que no cree en nada, 
pero que tiene miedo de todo". 
Friedrich Hebbel

El propósito de este libro es el de clarificar ideas y conceptos en torno a la espiritualidad y el esoterismo, ideas que en la actualidad han perdido el significado que tuvieron dentro de las tradiciones religiosas y sus enseñanzas. Esta pérdida de significados y la mezcla de conceptos absolutamente alejados de las fuentes tradicionales es lo que ha abastecido el ideario popular del llamado movimiento new age.
Se entiende comúnmente como new age la unión de una serie de postulados que se refieren a un cúmulo de creencias que, sin estar plenamente unificadas, si comparten ciertas doctrinasy planteamientos filosóficos que supuestamente tienen sus bases en el eso­terismo y las religiones especialmente en las de Oriente. Y si esto alguna vez fue verdad, poco a poco esos orígenes se perdieron siendo sustituidos por una falsa espiritualidad carente de profundidad y grandeza (y sin ningún discernimiento).

El término nueva era fue tomado de la astrología al suponer que el paso de la era de Piscis a la de Acuario transcurriría en algún momento del siglo XX y llevaría aparejado unos cambios sociales vinculados a las características propias del signo acuariano. Su contexto social podemos rastrearlo en Estados Unidos durante el periodo de la guerra de Vietnam. La respuesta de una parte de la juventud estadounidense a este conflicto trajo vientos de libertad y de contestación a una sociedad puritana, hipócrita, clasista y belicosa. Así nació una contracultura originalmente libertaria y pacifista, la hippie. Esta cultura que prefirió el sexo a las armas y las flores a la guerra, tomó algo del existencialismo de sus predecesores, los beatniks, pero cambiaron su visión pesimista y cinica de la vida por otra más relajada.

Comenzó el interés por todo lo que venia de Oriente como el yoga o la meditación y esto se sumó al hecho de que ya muchos ha­bían experimentado en sus propias carnes que el coste de alcanzar estados alterados de conciencia por medio del LSD y otras dro­gas salía muy caro en términos de salud y de cordura. A la vez y, poco a poco, se popularizó un tipo de esoterismo muy superficial que tuvo su puerta de entrada a través del tarot, el l ching o la astrología que quedaron reducidas a una suerte de pequeñas man­ das de sencillo uso aplicables sobre todo al campo de la psicología. Y así se creó un caldo de cultivo hasta que se le introdujo el in­grediente principal que lo cambió todo y que venia de un pasado no muy lejano: el mediumnísmo. Eso si, se le puso el nombre nuevo de "canalización" y así toda espiritualidad y esoterismo quedaron vinculados a este fenómeno.

Esóteros y espiritualidad

El término esóteros proviene de la escuela pitagórica y esta, a su vez, lo toma del antiguo Egipto. El esoterismo lleva una potente carga filosófica y de espiritualidad aparejadas. Este término que significa "reservado" se refiere a dos características que le eran propias: la primera es que el candidato debía expresamente solicitar la enseñanza y el segundo es que debía de guardar reserva so­bre lo enseñado. Así mismo esa enseñanza era principalmente oral. Este tipo de enseñanzas reservadas fue propia también de los cultos mistéricos, desde los osiríacos y isiacos egipcios, hasta los cultos de Cibeles, Mitra o los órficos.

Este esoterismo se filtra desde Egipto como origen y, a través de Grecia y Roma se extiende por Occidente.A su vez, se impregna y mezcla con las corrientes más gnósticas de las religiones del Libro. Estas enseñanzas y su ideario toman impulso en determinadas épocas y aparece en movimientos como el hermetismo alejandrino, la astrología y alquimia árabes, la cábala hebrea, etc. En tanto las viejas religiones mistéricas desaparecen, dejan su legado en Occidente dentro de otros movimientos que se estructuraron en forma de órdenes tales como las más conocidas masonería o rosacruz. La hegemonía doctrinal, social y política del cristianismo en Europa, hace que estos movimientos preferentemente se oculten en los paises cristianos, si bien también toman otra forma en los islámicos, o entre los judíos como es el caso del sufismo o de la cábala.
Pero los posos de ese conocimiento y, esto es muy importante, están en las propias bases de las religiones del Libro, independiente­mente de las manipulaciones que sufrieron en aras de las servidumbres políticas con las que se adaptaron en cada época. En ellas se podía, y se puede encontrar, una enseñanza espiritual de enorme profundidad.
Sin embargo, es sobre todo a partir del siglo XVIII cuando el esoterismo clásico entra en el olvido ante la aparición de elementos nuevos que modifican esencialmente el ideario tradicional. Así mismo, la decadencia moral del cristianismo en términos políticos y sobre todo sociales -no olvidemos que la Iglesia católica era y es también un estado-, hace que su espiritualidad quede en un segundo plano y relegada. Y la misma suerte corrieron todas las otras religiones tanto de Oriente como de Occidente en un lento proceso que alcanzó su cénit con el nacimiento y desarrollo de la neoreligión que dio origen a la nueva era.

Los principales motivos de esta sustitución del esoterismo clásico y de la espiritualidad de las religiones tradicionales por la nueva era fueron:
  1. La aparición y aceptación de la mediumnidad.
  2. La puesta en valor del psiquismo y los "poderes".
  3. La adulteración y mezcla de diferentes ideas de distintas religiones.
  4. El añadido de diversas mentiras, engaños, manipulaciones y fantasías.
El resultado fue que para la nueva era la espiritualidad y el esoterismo pasaron a ser cosas muy diferentes a lo que tradicionalmente habían sido. Es decir, una impostura. Así, el origen de la NE nace sobre estas bases, si bien el momento determinante se produjo con la aparición de ciertas escuelas como la Teosófica o la Arcana cuyas enseñanzas parten de comunicaciones telepáticas con "maestros", es decir, otra forma del fe­nómeno mediúmnico. Las doctrinas de estas escuelas son en la actualidad el principal andamiaje de la NE y las más importantes sobre todo por la extensión y difusión de su producción literaria.
Sus idearios están formados por mezclas del hinduismo y del budismo con el espiritismo y el cristianismo, a lo que se le añadieron sus propios "descubrimientos psíquicos" junto a las doctrinas que comunicaban telepáticamente los maestros.
De este modo toda la enseñanza de estas escuelas quedó condicionada al fenómeno espiritista o a la canalización de seres "invisi­bles"ya fueran fallecidos, seres de otras dimensiones, maestros ocultos, etc.

Es así como prácticamente todo el andamiaje de la nueva era descansa en la credibilidad que se le otorgue al propio fenómeno me­diúmnico y, a su vez, a la credibilidad que se le conceda a los sucesivos médiums o canalizadores.
El resultado fue un movimiento que deja de lado todo el conocimiento de las tradiciones clásicas y que, a partir de manipulaciones de sus enseñanzas junto a la recepción y aceptación de enormes cantidades de textos "canalizados" o mediúmnicos crea un suce­dáneo, en ocasiones patético, de las enseñanzas tradicionales que quedan sepultadas por el peso de esta neoreligión. Conocido el resultado, comencemos con la crónica de cómo se sucedieron algunos acontecimientos.
La Sociedad Teosófica: 
el origen de la new age

"Cuando comparas un jade con un guijarro, el guijarro pierde".
Proverbio taoísta

La Sociedad Teosófica fue fundada en Nueva York en 1875 por Helena P. Blavatsky, el coronel Henry Okott y William Judge. En su origen estaba el estudio de la mediumnidad, del espiritismo y de otras fenomenologías ocultas. Pero su objetivo principal fue po­ner las bases de una nueva religión que unificase a todas y la preparación de la venida de Maitreya, la próxima encarnación de Buda que, como un nuevo mesías, cumpliría la función de "Instructor del mundo" y marcaría el inicio de una nueva era. Para ello contaban con la guia y asesoramiento de los maestros o mahatmas de la Logia o Hermandad Blanca residentes en los Himalayas con los que Blavatsky se comunicaba por medios mediúmnicos o telepáticos.

A estos fundadores, les siguieron dos importantes personajes dentro de la Sociedad como la señora Besant, que fue la presidenta sucesora de Okott o el clérigo Leadbeater poseedor de prácticamente todos los poderes ocultos imaginables. Blavatsky fue expulsada por Okott de la ST en 1887 y ella fundó en Londres una nueva sociedad esotérica. Dos años después se conocieron Blavatsky y Besant y esta ejerció de asistente suya y la ayudó a redactar algunas de sus obras. En 1891 muere Blavatsky. Es en 1895 cuando Besant y Leadbeater se asocian. Ambos se habían conocido en 1894 en Londres en una sesión espiritista de la logia masónica de la que era secretario Leadbeater y este la acerca a la masonería en donde se inicia en una logia mixta en 1902. Ella queda impactada por los poderes psíquicos que el clérigo afirma tener y Besant Jo toma como su instructor místico. Al poco tiempo después de que conociese a Blavatsky en 1884, Leadbeater ya recibía una gran cantidad de "cartas de los mahatmas".

En 1907 Besant es elegida presidenta de la ST, pues Leadbeater era visto con suspicacia por muchos miembros antiguos de la ST. En 1906 fue acusado de pederastia y ese escándalo hizo que más de setecientos miembros de la ST se dieran de baja a pesar de que el clérigo fue expulsado de la sociedad. Esta sucesión no fue fácil, antes de la muerte de Blavatsky y de Okott ya hubo acusaciones cruzadas entre ellos de inventarse cartas de los mahatmas y de charlatanería que también recaían en Leadbeater. Cuando Besant accedió al cargo de presidenta, aceptó de nuevo a Ledabeateren la ST.
Sin embargo, el mediumnismo y los poderes de la principal fundadora, la señora Blavastky, junto a su extensa producción litera­ria, fue continuada con igual o mayor dedicación por la señora Besant y por Leadbeater que mostraron poseer más poderes aún y no se quedaron atrás a la hora de ofrecer nuevos libros a sus entusiastas seguidores como fruto de sus contactos con los maestros u obtenidos por medio de sus capacidades psíquicas. Todo esto lo mezclaron con doctrinas sacadas del budismo y el hinduismo que interpretaron libremente y que sumaron a sus propias creencias protestantes.

Muchos conceptos filosóficos y teológicos de la ST son tomados del hinduismo y del budismo y fueron difundidos en Occidente de su mano. Pero sin duda el hecho más importante y singular de la historia de esta sociedad fue el de la elección de Krishnamurti como nuevo mesías, caso que veremos más adelante. Como hemos dicho esta sociedad aspiró a crear una nueva religión asentada en la figura de un mesías que creyó encontrar en la persona de Krishnamurti quien, años después, dejó la teosofía mostrando pa­tentemente que no creía ni en la existencia del contacto de los mandatarios con los llamados maestros, ni en su ideario. Pero a pe­sar de este fracaso, la teosofía sí dotó a su nueva religión de unas creencias que calaron profundamente en el futuro movimiento new age a través de una producción literaria abundantísima que sirvió de fuente a toda la enorme cantidad de libros similares que llegaron después.

Prácticamente todo el ideario más popular de la new age se asienta en los textos fundacionales de los teósofos y su influencia ac­tual es tan evidente como vigente. Valgan unos ejemplos: Los chakras de Leadbeater; Los siete rayos de Wodd; Los maestros y el sen­dero de Leadbeater; Cartas de Los Maestros de Sinnett; El hombre y sus cuerpos de Besant; El plano astral, el aura humana y los registros akashícos de Leadbeater; La reencarnación de Besant; Karma de Besant; El cuerpo astral y El doble etérico de Powell. A estos textos habría que añadir la extensa obra de la fundadora Blavatsky o la no menos extensa producción de la médium inglesa Alice Bailey que se separó de los teósofos y afirmaba también que su obra le fue dictada por un maestro "oculto" tibetano de nombre Djwal Khul. Como vemos en los títulos de estas obras redactadas en muy poco espacio de tiempo, los temas que abordan son los pilares constitutivos del ideario de la nueva era: chakras, cuerpo astral, los maestros invisibles, los registros akashiws, la reencarnación, el karma...

Esa sustitución de un conocimiento esotérico tradicional por las propuestas emanadas de los teósofos se debieron a factores como:
  • La aparición del espiritismo y su popularización. Con él, se abre la posibilidad de comunicacióncon todo tipo de seres. Al principio esa comunicación eran con fallecidos, pero se amplió rápidamente a espíritus del pasado y a maestros invisibles y, más modernamente, a extraterrestres e incluso a habitantes de otras dimensiones. Estos seres son poseedoresde grandes conocimientos y los transmiten a través de sus médiums o canales a los que privilegian con ese don.
  • El interés por los poderes y por las facultades paranormales. Esto deriva en la aparición de personas con poderes especia­les, además del mencionado poder de mediumnidad o canalización. Estos poderes divulgados y popularizados por los teóso­fos son: hacer viajes astrales; tener capacidad telepática; acceder al conocimiento de vidas pasadas propias y ajenas; ver auras y chakras; tener dominio de las energías y, en muchos casos, disponer decapacidades curativas.
Al disponer de esas capacidades superiores al resto de seres humanos, se entendió que estas personas estaban facultadas y avala­das para difundir esos conocimientos a los que accedían por dos vías: la canalización y el uso de sus poderes. Obviamente, la vali­dación de las propuestas de la Sociedad Teosófica y de la NE descansa sobre dos supuestos:

1. Aceptar la realidad y veracidad de los poderes psíquicos de todos los autores mencionados capaces de ver auras, conocer vi­das pasadas, ser telépatas, hacer viajes astrales, conectar con seres invisibles bien fallecidos, bien residentes en otras dimen­siones o planetas, acceder a registros akashicos, ver auras, abrir e utilizar los chakras, saber lo que ocurre después de la muerte, etc., etc.
2. Una vez aceptada la premisa de que tales individuos poseían esos poderes, dar también credibilidad a sus transmisiones de las enseñanzas de esos maestros invisibles a los que solo ellos tenían acceso.

La difusión de estas doctrinas entre ciertos sectores decepcionados y hartos de un cristianismo asfixiante, bien entre las clases más altas, bien entre grupos sociales de menor cultura, llevó rápidamente a la validación de todas sus afirmaciones, por muy des­cabelladas que fueran. De este modo pasaron rápidamente a ser consideradas como realidades sin haberlas sometido a un mínimo análisis crítico. Esa validación permitió que las generaciones siguientes supusieran que había algún tipo de autoridad que respal­dase todas esas afirmaciones y así, poco a poco, se creó un ideario vigente hasta hoy. Ni que decir tiene que, en todos los postula­dos de la neoreligión teosófica, Dios o no aparece o, cuando su presencia se hace inevitable en la confección de su ideario, lo rele­gan a un discreto segundo plano.

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viernes, 17 de noviembre de 2023

EL NEOPAGANISMO ESTÁ DE MODA EN EUROPA 👥👿👹👺


La gran división: 
el paganismo y el cristianismo

Estamos presenciando hoy el gigantesco resurgimiento de una cosmovisión antagónica al cristianismo, aparentemente nueva, pero no es otra cosa que el antiguo paganismo.
Históricamente, el paganismo, como religión y cosmovisión del antiguo Imperio Romano, tuvo su declive con el advenimiento y el asombroso crecimiento del cristianismo, comenzando en el siglo I y culminando siglos más tarde con la dominación del racionalismo y la consecuente secularización del estado. Lo curioso es que, paralelamente a esta secularización, el mismo viejo paganismo regresa de las cenizas hoy, disfrazado de una nueva espiritualidad, creciendo y extendiéndose en todos los círculos de la sociedad occidental moderna que fue edificada sobre valores cristianos.
La diferencia fundamental entre la cosmovisión pagana y el cristianismo radica en el tema de las distinciones. Para el paganismo, la realidad consiste en un solo elemento: el universo es uno y armónico, y todas las cosas son meras formas o manifestaciones de una sola sustancia. En otras palabras, hay que ver la realidad como un todo uniforme, sin distinciones de seres o existencias. Toda la realidad está en el mismo círculo. En cambio, el cristianismo entiende que hay distinciones fundamentales en la base de nuestra existencia y de la realidad como un todo. Los siguientes cinco puntos ilustran ese contraste.

1) La distinción entre Dios y el mundo

La relación entre el hombre y Dios es la subordinación de la criatura al Creador, lo que implica respeto, obediencia, y adoración del ser creado ante quien lo creó
En la cosmovisión pagana que cada vez domina más nuestra civilización, Dios y el mundo son uno. La mejor figura para ilustrar esta perspectiva es la de un círculo. Dios y el mundo están dentro del mismo círculo, tienen niveles iguales de existencia, y uno es la extensión del otro. Todo está unido en una realidad divina. El mundo se creó a sí mismo a través de la evolución. Tiene su propia fuerza interior que le sostiene y le mantiene siempre en el proceso evolutivo. Según esta concepción, el mundo no necesita un creador distinto de sí mismo. Un ejemplo del impacto de esta nueva espiritualidad es el surgimiento de la ecología radical la cual se ha convertido en una religión para sus adherentes, divinizando, a su manera, la Tierra y sus ecosistemas.
En cambio, el cristianismo declara que Dios y el mundo son distintos y, por lo tanto, están ubicados en diferentes círculos. Dios existe eternamente por sí mismo. Él creó el mundo no como una extensión de sí mismo, sino como una existencia separada.

2) La distinción entre Dios y la humanidad

Desde el punto de vista pagano, la humanidad es una con Dios, una expresión de la divinidad. No necesitamos reverenciar nada más que a nosotros mismos. No hay un Dios personal que se comunique a través de la verdad objetiva. No estamos bajo reglas o autoridad, y podemos crear nuestras propias leyes así como establecer nuestros propios valores.
Para el cristianismo, sin embargo, el ser humano, aunque lleva en sí mismo la imagen y semejanza de Dios, fue creado por Él no como una extensión de Dios, sino como una criatura con existencia distinta y separada del Creador. La relación entre el hombre y Dios es la subordinación de la criatura al Creador, lo que implica respeto, obediencia, y adoración del ser creado ante quien lo creó. Quien establece la verdad y las reglas es el Creador, no la criatura.

3) La distinción entre religiones

El paganismo considera que todas las religiones son una sola. Si toda la humanidad es realmente una, entonces hay solo una religión después de todo. Todas las religiones comparten la misma experiencia mística, a través de la cual sus seguidores se vuelven divinos.
El cristianismo hace una distinción entre las dos únicas religiones que existen en realidad: el paganismo, por un lado, que se manifiesta en la forma de muchas religiones, diferentes pero todas de acuerdo en que el ser humano alcanza la bienaventuranza en base a sus propios méritos. Por otro lado, el cristianismo histórico, que presenta a Jesucristo como el único y suficiente salvador de la condición humana y donde la salvación es ofrecida por gracia.

4) La distinción sobre el problema del ser humano

Para la cosmovisión pagana solo hay un problema real: las distinciones, o separaciones, creadas por el cristianismo. De esta manera, los partidarios del paganismo moderno argumentan que estas separaciones deben ser rechazadas. Solo así podrá la humanidad tomar conciencia de la unidad mística de todas las cosas. En general, la espiritualidad pagana desea abolir las diversas separaciones o dicotomías que esta considera la causa única de los problemas humanos, por ejemplo:
Dios/mundo
Dios/hombre
Humanos/animales
Correcto/incorrecto
Hombre/mujer
La solución del problema del ser humano no está dentro de nosotros, como dice el paganismo, sino afuera de nosotros, en la maravillosa persona de Jesucristo
Para el cristianismo, sin embargo, estas distinciones fueron introducidas por Dios mismo. El problema del hombre no son estas distintas separaciones, sino aquella separación que es la causa de todos los males, problemas, dolores, y angustias de la humanidad: la separación moral y espiritual entre el hombre y Dios. Esa es, de hecho, la gran división. Por supuesto, esta separación es negada por la cosmovisión pagana que pone a Dios y al hombre dentro del mismo círculo.
Para el cristianismo, por el contrario, esta separación radical es causada por nuestra inclinación al mal, al egoísmo, a la crueldad, en contraste con la naturaleza de Dios que es perfecta, justa, verdadera, y coherente. Como resultado, separado del Creador, el ser humano vive una existencia ciega y solitaria llena de incertidumbres, angustia, inquietud, y culpa, teniendo como referencia solamente a sí mismo o a la naturaleza.

5) La distinción sobre la solución al problema del ser humano

El paganismo predica que la solución está dentro de cada uno. Dice que el círculo está completo cuando el ser humano se encuentra a sí mismo. El “yo” necesita ponerse en el centro de las cosas. Esto se hace eliminando tanto las separaciones antes mencionadas como los controles racionales. La espiritualidad deseada no se encuentra en el mundo de las ideas, sino en el mundo de las experiencias. Los hippies, por ejemplo, pensaron que las drogas ayudarían en ese viaje de autodescubrimiento. Muchas personas, a su vez, utilizan la meditación para descubrir la conexión entre ellos y el todo.
El cristianismo, por el contrario, afirma que la solución está fuera de nosotros. El hombre es incapaz de encontrar en sí mismo las referencias y respuestas que busca, porque se encuentra en un estado de caída y separación. Dios, a su vez, se reveló en Cristo Jesús y propone una reconciliación con su criatura caída a través del perdón gratuito de sus pecados.
La solución, por lo tanto, no está dentro de nosotros, como dice el paganismo, sino afuera de nosotros, en la maravillosa persona de Jesucristo y en su obra de salvación realizada a través de su muerte y resurrección.


El diario barcelonés La Vanguardia ha dedicado una doble página al auge del paganismo en Europa, que reproducimos a continuación. El artículo principal está firmado por Gloria Moreno.
Hubo un tiempo en que el culto a los dioses paganos imperaba en toda Europa. Sin embargo, la expansión del cristianismo hizo que, poco a poco, estos fueran reemplazados por la nueva religión monoteísta llegada de Oriente Medio. Los pueblos vikingos, en el extremo norte del continente, fueron los últimos en convertirse. De eso hace ya un milenio. Sin embargo, parece que el poder de Thor, Odin o Balder vuelve a entusiasmar a más de uno.

Según Michael Strmiska, profesor de Estudios Globales del Suny-Orange College de EE.UU., estamos ante un cierto revival. “Encontramos muchas expresiones de este nuevo interés por las tradiciones religiosas precristianas, tanto en Europa como en otras partes del mundo”, asegura.
Está de moda. En los últimos años se han multiplicado las series de televisión, películas y obras literarias inspiradas en la mitología nórdica, la brujería o los vampiros. La mayoría no ve en ello más que mero entretenimiento cargado de cierto exotismo ancestral. Otros, en cambio, lo interpretan como reflejo de la sincera curiosidad que vuelven a despertar las religiones del pasado.
Construcción de un templo en Islandia

Lo cierto es que, en las últimas décadas, han ido apareciendo distintos movimientos neopaganos. Sus miembros vuelven a rendir culto a los dioses antiguos y disfrutan releyendo sus mitos y leyendas. El caso de Islandia es uno de los más paradigmáticos. Allí, la comunidad Ásatrú, que trata de recuperar los antiguos ritos y creencias de los vikingos, ha empezado a construir un gran templo dedicado a los principales dioses nórdicos.
Esta nueva religión, nacida en los años 70, cuenta con el reconocimiento oficial del estado islandés, lo que hace que sus sacerdotes puedan celebrar bodas, funerales y otros ritos con validez legal. También reciben una parte del dinero de los contribuyentes que el Estado destina a las distintas religiones oficiales. En los últimos tiempos, sus miembros se han multiplicado. De poco más de 300 a finales de los años noventa, hoy son ya más de 2.400. La cifra puede parecer discreta. Sin embargo, es significativa en un país que tiene tan solo 320.000 habitantes. Los neopaganos son ya la principal religión no cristiana de Islandia.

Pero más allá de los números, cuentan los símbolos. El nuevo templo será el primero en los últimos 1.000 años que vuelve a dedicarse a los dioses Odin, Thor o Frigg en este país. Situado en una ladera, cerca de Reikiavik, su estructura será circular y excavada en la roca, con una apertura en el techo por la que entrará la luz del sol. La idea es construir un recinto en armonía con la naturaleza.
Aunque el renacer de esta religión es bastante reciente, los islandeses nunca se han desvinculado del todo de sus raíces vikingas y son varios los rasgos de su antigua religión que han coexistido con el cristianismo a lo largo de los siglos. Esto explica que haya gente que siga creyendo en los elfos o espíritus de la naturaleza. O que una gran cantidad de nombres y apellidos empiecen por Thor, dios del trueno, y muchas calles y topónimos hagan referencia a las deidades nórdicas.
Todo esto hace que este país “sea hoy un lugar de referencia para todos los paganos”, explica a La Vanguardia Ernesto García, presidente de la Comunidad Odinista-Ásatrú de España (COE).

Neopaganos en España

El neopaganismo nórdico-germánico también asoma en España. De los cerca de 700 seguidores de 2007, hoy ya son más de 9.000, entre miembros activos y simpatizantes que colaboran con el movimiento de algún modo o participan en sus ritos de vez en cuando.
España, de hecho, es el único país fuera de la órbita nórdica en el que la comunidad Ásatrú ha sido reconocida por las autoridades como una religión oficial. Los demás son Dinamarca, Noruega y Suecia. Además, los seguidores ibéricos de esta nueva religión también tienen un templo, en Navas de Jorquera (Albacete). Fue el primero que se construyó en todo el mundo, asegura García. Eso sí, es más discreto y pequeño que el que proyectan los islandeses puesto que aquí “no contamos con ningún tipo de financiación pública”, remarca.
La suya, sin embargo, no es la única religión neopagana presente en España. Ante el Ministerio de Justicia hay registradas otras nueve. Algunas de ellas también son de tipo germánico-nórdico, mientras que otras se inspiran en el mundo celta, como los druidas y los movimientos de tipo wicca. Entre estos últimos destaca la Wicca Celtíbera, un culto pagano de transmisión hermética, mistérica e iniciática constituido a partir de la brujería tradicional que se practicaba antiguamente en la península.

Un fenómeno complejo

En opinión del profesor Strmiska, que lleva años estudiando estos movimientos y ha publicado varios libros sobre el tema, resulta difícil poner cifras a este fenómeno a escala global. “La situación se parece a un caleidoscopio”, explica. Los nuevos grupos neopaganos son tan numerosos como variados. Además, mucha gente no se une a ellos de un modo oficial sino “de manera informal, participando online, yendo ocasionalmente a algunos ritos o incluso in-ventándose los suyos propios para practicarlos a solas o acompañados de su familia y amigos más cercanos”.
Las que sí están más claras son las causas. “El cristianismo ya no domina totalmente la sociedad y la cultura, por lo que la gente simplemente se siente más libre para explorar estas tradiciones antiguas, así como otras como el budismo, el hinduismo, la santería, el taoísmo o cualquier otra práctica que no estuviera disponible hace 50 o 100 años”.

El rechazo al materialismo y al consumismo propios de la sociedad moderna hace que muchos se sientan llamados a un estilo de vida más profundo y espiritual. En esta línea, el amor y la concepción sagrada de la naturaleza es otro de los reclamos que comparten muchos neopaganos. “El sentirse conectado con la naturaleza y encontrar a los dioses y diosas en ella, de hecho, es otro de los elementos centrales en todos estos movimientos”, destaca Strmiska.
Este es el caso del escritor y realizador audiovisual alicantino Artur Balder, que practica la religión Ásatrú desde hace años y una de cuyas obras, la Saga del Teutoburgo, ha sido declarada “sagrada” por la Comunidad Odinista-Ásatrú de España. Balder explica que, en el Ásatrú, todo está relacionado con el ciclo natural de la tierra. “No puede haber futuro para nosotros si no respetamos un futuro para la naturaleza. El Ásatrú no requiere iglesias, edificios o espacios habilitados”.

Otros, sin embargo, ponen más énfasis en la búsqueda de las propias raíces. “En un mundo que cambia con rapidez, hay quien halla sentido y seguridad al tocar cosas del pasado, las tradiciones de sus ancestros o de su grupo étnico”, explica Strmiska. Aunque, en su opinión, este es un terreno “resbaladizo”, puesto que ¿quiénes serían los ancestros de los españoles? ¿Los católicos, los moros, los judíos, los romanos, los paganos germanos o los celtas?”.

A vueltas con la tradición

Muchos de los movimientos neopaganos presentes en España han logrado el reconocimiento legal como entidades religiosas. Sin embargo, sus líderes se quejan del trato de favor que la legislación actual sigue dando a las religiones mayoritarias. Ninguna de las confesiones neopaganas ha logrado el reconocimiento de “notorio arraigo” que establece la ley sobre libertad religiosa. Esto hace que los matrimonios que ofician sus sacerdotes, por ejemplo, no tengan efectos civiles, de modo que los contrayentes tienen que volver a casarse por la vía civil. Asimismo, los ministros de culto de estas confesiones tampoco pueden asistir oficialmente a sus fieles en hospitales, prisiones o entierros.
Para Ernesto García, de la Comunidad Odinista-Ásatrú de España, “es un sistema discriminatorio, pues establece diferencias entre las religiones, haciendo que, en la práctica, unas religiones sean consideradas de primera y las otras de segunda”. Javier Tomás, practicante de esta religión y colaborador de La Voz de Odín, una web especializada en temas sobre el mundo Ásatrú, opina que debería reconocerse ese notorio arraigo “pues la tradición goda o la druida en el norte de España son ancestrales”.

De los Señores de Kobol a la Fe de los Siete

Diversas series televisivas de éxito recrean la mitología nórdica y la brujería. Algo que recoge en La Vanguardia Francesc Puig, en un artículo que complementa al anterior y que reproducimos a continuación.
Hay series que marcan tendencias y otras series que las recogen. Y a veces sucede como el dilema del huevo y la gallina, ¿qué fue antes? Dos de las ficciones que gozan de gran prestigio y seguimiento en la actualidad como son Juego de tronos y Vikingos reflejan un paganismo que, si bien en el medievo recreado por el escritor George R. R. Martin en Juego de tronos es una fabulación, en la recreación histórica de la sociedad vikinga se ajusta a una realidad.

La palabra pagano proviene del latín paganus, que significa habitante de una pagus (aldea o comarca rural). Los paganos tenían sus propios rituales acordes con su estilo de vida basado en el equilibrio entre las fuerzas de la naturaleza y su armonización con los seres vivos. Al vivir en la naturaleza, era lógico que la venerasen y así se trasluce en ambas ficciones.
Vikingos, la prestigiosa serie producida por The History Channel, destaca por una fidelidad histórica que recoge la gran religiosidad que profesaba el pueblo vikingo, tanto cristiana como pagana, e incluye numerosas referencias a mitos y leyendas de la cultura nórdica. Su protagonista, Ragnar, al igual que muchos vikingos, coquetea con el cristianismo.

En los Siete Reinos de Juego de tronos la religión dominante es la Fe de los Siete (aunque existen muchas otras como la de los Antiguos Dioses). La Fe venera a los Siete, una única deidad con siete aspectos o rostros (la Madre, el Padre, el Herrero, la Doncella, el Guerrero, la Vieja y el Desconocido) que representan una virtud diferente. Estas siete caras del mismo dios son la particular santísima trinidad de George R. R. Martin, quien confesó haberse basado en el catolicismo para crear la Fe.
Pero el paganismo también se halla en ficciones ubicadas en la actualidad. Estuvo presente en la primera temporada de True detective (2014), cuando apareció el Rey amarillo, una figura que los detectives encarnados por Woody Harrelson y Matthew McConaughey escucharon por primera vez cuando visitaron al ex marido de la chica aparecida muerta en el primer capítulo. Éste les hablaba de un Rey amarillo que frecuentaba un lugar en los pantanos rodeado de ruinas en el que se realizaban sacrificios humanos y se rendía culto a deidades paganas.

Y del pasado y presente al futuro. En una de las más recientes y aclamadas producciones de la ciencia ficción televisiva, Battlestar Galactica (2003-2010), los humanos de las doce colonias de Kobol profesaban una religión politeísta en la que se creía en muchas deidades a las que se conocía como Señores de Kobol. Esas deidades eran las mismas del panteón de la mitología griega que a su vez fueron inspiración de los dioses de la mitología romana. Los huma-nos de esas doce colonias adoraban a Atenea, Apolo, Artemisa, Afrodita, Hera, Ares y Zeus, aunque también existían referencias a otras culturas de manera más anecdótica, como son los nombres nórdicos de la Battlestar Valkyrie (las valquirias eran deidades femeninas) y la Estación militar Ragnar (nombre derivado de Ragnarok, la batalla del fin del mundo).
El paganismo se asocia a veces al diablo o a criaturas fantasiosas y se entra de esa manera en el mundo de la magia y la brujería. En ese terreno, destaca la popular serie Embrujadas (1998-2006) o American Horror Story: Coven (2013).

Una sociedad pagana

Se equivocaron los estudiosos –ilustrados, marxistas, evolucionistas, positivistas y cientificistas– que aseguraban que la religión es un producto de la «infancia de la humanidad» que desaparecería en beneficio de la racionalidad y la ciencia. No ha sido así. Se equivocó Friedrich Nietzsche al levantar acta de la defunción de un Dios que, para millones de creyentes, sigue vivo. Se equivocaron quienes pensaron que, superada la religión, el Hombre, o el Superhombre, o la Razón, o la Revolución, o el Progreso, ocuparían el lugar del Dios destronado. Tampoco ha sido así.
La religión sigue ahí y Dios sigue ahí. Y no desaparecerán, porque el ser humano es, por naturaleza, un homo religiosus. La religiosidad –sea cual sea su expresión– es una característica, una facultad, una necesidad y una manifestación íntima del ser humano. Tan es así, que bien puede decirse lo siguiente del ser humano: por su vivencia religiosa le conoceréis.

La secularización de la sociedad contemporánea no conlleva la desaparición de la religiosidad o la espiritualidad. Lo contrario es cierto: aparecen o reaparecen nuevas y viejas formas de religiosidad o espiritualidad. El desencanto religioso no supone la desaparición de la trascendencia. Ahí está la aparición o reaparición de nuevas y viejas formas de la trascendencia. De la providencia divina a la providencia terrenal. De la bienaventuranza celestial a la bienaventuranza mundana. Las creencias se multiplican. El ser humano amplía el campo del sentido y de lo sagrado. En definitiva, el hombre sigue creyendo y las creencias se incrustan en el comportamiento del ser humano. Con toda probabilidad, las creencias son indispensables para otorgar sentido a la vida. Aunque, también puede ser cierto que, para algunos de nuestros contemporáneos, el sentido se encuentre en el sinsentido.

Sabemos que la religión –entidades trascendentes, credo, ritos, comunicación, comunidad, valores, modelo de conducta, sanciones y recompensas en esta o la otra vida– está en nosotros y entre nosotros. ¿Y ahora en qué creemos? Dios no ha muerto. Pero, han emergido muchos dioses menores que permiten hablar del retorno del paganismo. Esto es, un politeísmo que marca la vida cotidiana de una parte importante de la ciudadanía, que aparece por doquier y en cualquier circunstancia. Que se adueña del espacio privado y público. Un paganismo rutinario, banal, familiar, difuso, omnipresente y versátil que orienta la conducta del ciudadano y tiene respuesta para todo y para todos. ¿Un catecismo laico? Afirmativo. ¿Una escatología laica sustitutoria? Afirmativo. Y de muchas creencias que complacer, de muchas necesidades que satisfacer, de muchas formas y modelos de vida que representar; de todo ello, surge un paganismo –un politeísmo– de amplio espectro. Nada nuevo en la historia del ser humano. Vivimos –enésima resurrección– en una sociedad marcada por el paganismo o lo pagano. Una manera de aprehender el mundo así como un determinado sistema de creencias y valores. Y deseos, ilusiones y esperanzas. También, un código de conducta. Vale decir que el paganismo secularizado de nuestro tiempo no rechaza la espiritualidad, ni la experiencia de lo sagrado, sino que elige una espiritualidad y una experiencia de lo sagrado distintas. Un paganismo que entiende el bien o lo moral como realidades inmanentes. Un paganismo que no es agnóstico, ni descreído, ni indiferente, ni ateo. Una manera particular de relación entre el hombre y el mundo. Y entre el hombre y el hombre. Lejos de desacralizar el mundo, el paganismo lo sacraliza. A su manera.

Una sociedad pagana en un mundo secularizado. Recurramos a la etimología: el saeculum frente al aeternum. El aquí y el ahora frente al más allá y el después. Incluso, contra el más allá y el después. El presente contra el futuro. Gana el presente. Lógico en una época que parece haber desterrado la posibilidad del futuro. Hoy se piensa el presente y en presente, se vive el presente y se hacen planes para el presente. El futuro ha entrado en crisis. Por eso, los dioses paganos de nuestro tiempo remiten al presente. Y por eso, los ciudadanos creen en los nuevos dioses del presente. Recurramos otra vez a la etimología. Credo: «Ofrecer el corazón, la fuerza vital, esperando una recompensa». Sí. Pero, recompensa aquí y ahora. Una sociedad instalada en el siglo. Corolario: un hombre que cree, confía, se encomienda, imita o adora a unos dioses mundanos.

Pero, ¿qué dioses? Entre otros, los siguientes: la naturaleza o la madre nutricia, el animal o el hermano lobo, el cuerpo o la imagen, el Estado o la protección, la meditación o la conexión con la transcendencia, el sexo o el placer, la velocidad o el reino de lo instantáneo, el deporte o el culto al atleta, la gastronomía o el deleite del gusto, lo frívolo o el culto a lo superficial, el mercado o el templo sagrado del dinero, Internet o la omnipresencia, la omnisciencia y la omnipotencia. Y, finalmente, como no podía ser de otra manera, el culto al Yo o ese querer ser Dios y no permitir que Dios sea Dios.

En este contexto, la creencia en un solo Dios ha devenido una opción más. Sin embargo, el paganismo no ha conseguido eliminar la existencia de lo religioso en la vida del ser humano. A fin de cuentas, el Hombre sigue apuntando a la relación con el absoluto y la salvación. Aunque se trate de una relación secularizada, de una trascendencia en la inmanencia, de una espiritualidad laica, de una vida anclada en el ideal griego del instante eterno que valora el presente como lo irremplazable.
En cualquier caso, el paganismo contemporáneo está ahí. Y con él ha llegado la apariencia y la representación, la sociedad del espectáculo, el aristocratismo y supremacismo espirituales, el complejo de Apolo de quien pretende iluminar al mundo con su sabiduría, y la licencia pagana que daría derecho a todo.

Vuelve la espiritualidad pagana –que aspira a ocupar el lugar del Cristianismo– en sus diversas manifestaciones. Pero, ¿de qué estamos hablando? No solo de creencias y experiencias pseudoreligiosas, pararreligiosas, mágicas o místicas. Estamos hablando de concepciones del mundo, de la necesidad de mitos y ritos, de estilos de vida, de cultivo del mundo interior, de actitudes, de formas de interrelación, de alternativas a la tradición, de emociones, ilusiones, deseos, anhelos, frustraciones y esperanzas que no pueden entenderse o «realizarse» sin el auxilio de la religión o la creencia. Y, también, del reencantamiento del mundo y la superstición.

La pregunta: ¿merece la pena –incluso desde posiciones agnósticas– minusvalorar o abandonar un Cristianismo que, con todas las críticas que se quiera, ha estructurado nuestra cultura y nuestros valores: el sentido de la vida, la dignidad de la persona, la hospitalidad, el perdón, la piedad, la solidaridad, la compasión, la cohesión social y un Occidente que muchos repudian sin saber lo que está en juego?
Claudio Magris: «Nietzsche profetizaba, en un futuro que para nosotros es ya en parte presente, la muerte de Dios, celebrándola como una liberación. Tanto la religión como la ciencia sufren ahora la agresión de la indecente y ramplona orgía irracionalista, con toda su morralla de horóscopos, parapsicología, astrología, ocultismo, espiritismo y demás majaderías». (La historia no ha terminado, 2008).

RETORNO AL PAGANISMO - ¿POSGRADO EN OCULTISMO?

VER+:


CRISTIANO, SI CREES EN CRISTO. ¿POR QUÉ TIENES TANTOS ÍDOLOS QUE TE ESCLAVIZAN Y TANTOS MIEDOS?
La superstición ofende a Cristo porque revela una falta de abandono y de confianza en Él.
En la evangelización, en la predicación de la misa y en la catequesis, es necesario anunciar que el cristiano se fía sin limites de Cristo, que libera y salva al hombre de las fuerzas del mal que lo amenazan. Por el contrario, la superstición no sólo no lo libera ni lo protege de las fuerzas del mal sino que es una vía que le esclaviza para siempre.


martes, 23 de agosto de 2022

LIBRO "TINIEBLAS TIBETANAS": DEL YOGA Y EL MANDALA AL FEMICIDIO RITUAL 👥👹


TINIEBLAS
TIBETANAS
DEL YOGA Y EL MANDALA AL FEMICIDIO RITUAL

No podemos menos que recibir con gran gozo la publicación del importante estudio del Padre Highton, tan oportuno en su aparición, tan interesante en sus aportes, tan ilustrativo en sus datos.
Ha de advertir el lector que no tiene entre sus manos un libro de diálogo, sino un libro profundamente crítico. Desde ya, esto no significa que el estudio de Highton carezca de valor dialógico: lo tiene, sin dudas; pero se trata de un valor dialógico equivalente al de una disputatio en la que, seria, responsable y serenamente, pero con honestidad y franqueza, se exponen las razones y los argumentos para alcanzar la verdad acerca de un asunto, de un tema puntual o de una entera problemática.

No espere, pues, el lector encontrar aquí tentativas superficiales de conciliación, bajo las cuales a menudo, si no siempre, se enmascaran las debilidades de un perfil psicológico tendencialmente complaciente, ni espere encontrar la expresión de veleidosos anhelos o de preferencias afectivas: lo que el lector encontrará es una verdadera puesta en luz o iluminación cruda, directa, llana y lisa, de los graves errores que hacen a la identidad misma de un falso camino que hoy en día es públicamente promocionado, promovido y legitimado como alternativa al Cristianismo.

Si bien el autor se detiene en el análisis y la crítica de ciertas prácticas abominables y horrendas implementadas sistemáticamente en el budismo tibetano –calladas en miserable silencio cómplice por los medios de desinformación social–, sin embargo, y más allá de la exposición anecdótica y puntual de tal o cual práctica aberrante, el lector advertirá que lo que se dice con respecto a los principios alcanza a todo tipo de budismo. Y es éste, sin dudas, uno de los méritos de la presente obra.

Como demuestra Highton, el Budismo tántrico tibetano asume prácticas ignominiosas y bestiales como parte positiva y constructiva del progreso espiritual, de tal manera que quien las asume, quien las practica, quien las aconseja o comparte, no se encuentra en contradicción con tales abominables principios, sino en plena coherencia con ellos.

Vale la pena subrayar otro aspecto que vuelve particularmente valioso al trabajo del padre Highton: su valor testimonial. En efecto, el autor no ensaya peroraciones a partir de un estudio abstracto y desencarnado, sino que al estudio serio y atento añade la experiencia directa de su contacto personal con el budismo tibetano in situ, tanto a nivel monacal como laical, al mismo tiempo que las repetidas tentativas de diálogo que él mismo iniciara y que una y otra vez, quedaran frustradas al no haber encontrado la misma disposición del otro lado. Lo afirmado está, pues, sostenido por el conocimiento directo del fenómeno abordado, está sostenido no sólo por la ciencia, sino también por la experiencia.

Por todo ello, no podemos más que agradecerle al padre Highton lo expuesto en estas páginas, fruto de un generoso esfuerzo y muestra manifiesta de un auténtico celo por las almas, de un sincero e incondicional amor a la verdad, a la Iglesia y a Jesucristo.
P. Dr. Christian Ferraro

PRÓLOGO

Un camino hacia el vacío, o bien
una iluminación sin luz y sin principio iluminante

Vuestros pecados os han robado el bienestar 
(Jer 5,25)

«Es un ser de luz». ¡Cuántas expresiones como ésta ha incorporado inconscientemen te el lenguaje habitual de tantos católicos de nuestro tiempo, en la enésima reproducción del conocido fenómeno del sapo en la olla! ¡Cuántos católicos, totalmente ignaros de la disparatada doctrina que se cela bajo dichas expresiones, las usan de manera alegre y descui­dada, sin siquiera sospechar que, al usarlas, se van haciendo lenta pero eficazmente simpatizantes de un pensamiento y de una cosmovisión que, radicalmente incompatibles con la fe verdadera, los llevan inexorable­mente a la apostasía!

Desde ya, «seres de luz»..., «soltar...» y expresiones análogas, cons­tituyen elementos de toda una constelación terminológica sumamente amplia inspirada en los delirios del gnosticismo de la New Age, de las pseudoterapias cuánticas, del Reiki y también, ya directa, ya indirectamente, en los principios del Budismo, toda vez que éste identifica a algún que otro ser como un «buda».

De uso corriente en nuestros días, el término «buda» está tomado del epíceto que se asignara al reformador religioso del Hinduísmo, a saber, un iluminado, es decir, alguien que despertó (Buddha) y que penetró profundamente (Gah) la oscuridad (Tarna): el célebre Buda Siddhartha Gautama. Esta penetración profunda en la oscuridad se haría mediante la iluminación: el problema es que aquí la oscuridad no es lo que se disuelve sino lo que se afirma, no es el término a quo, sino el término ad quem del paradójico y bizarro proceso de iluminación. Porque el Budismo comien­za con la consciencia del dolor, pero termina en las tinieblas de la incons­ciencia: el nirvana, donde el nir disyuntivo y el vana etéreo, se unen para expresar el no-aliento, la supresión del aliento, de la llama vital, ese soplo que extingue lo que vive y alumbra.

En efecto, el Budismo consiste fundamentalmente en la activación de un itinerario práctico de transformación subjetiva que contiene el secreto para alejarse del dolor. Las etapas de este itinerario están marcadas por las cuatro nobles verdades que en su momento comunicara Siddhartha Gautama a los primeros monjes como fruto de su particular experien­cia de iluminación a la sombra de una higuera sagrada (el árbol Bodlú). Entrelazadas todas en una secuencia dinámica de progresión ascendente, la primera de estas verdades es (1) el sufrimiento,entendido como unión con lo desagradable y desunión de lo agradable; la segunda verdad es (2) la avidez o deseo, identificado como raíz y origen del sufrimiento; la tercera, (3) el desapego como renuncia al deseo, erradicación voluntaria del mis­mo; la cuarta, (4) el camino octoforme que se abre: el de la perspectiva, la intención, la palabra, la acción, la concentración y la atención correctas, más el esfuerzo correcto y el modo correcto o discreto de subsistir, de «ganarse» el pan. 

Es importante tener en cuenta que, según la forma, todas las verdades en bloque deben ser asumidas -es esto y no otra cosa, en efecto, lo que constituye estructuralmente al Budismo en cuanto tal-, aunque debe ser distinto el modo de relacionarse con cada una según la respectiva materia. Bajo este respecto, la tradición budista señala que la primera verdad debe ser entendida, la segunda abandonada, la tercera rea­lizada y la cuarta desarrollada.

Ahora bien, el fenómeno del sufrimiento, que constituye el punto de partida del itinerario, está estrechamente ligado a una ley profunda que expresa la consecuencia vinculante de la ignorancia no removida: en otros términos, el karma. En efecto, es la ignorancia la que propiamente genera el karma, no entendido éste como supersticiosa prescripción arbi­traria caída mágicamente de lo alto, sino como encadenamiento penal y penoso necesariamente consecuente a los deseos no renunciados. El karma es, pues, el producto del permanecer ligados a la rueda del samsara que consti­tuye, por así decirlo, la revancha o la victoria del mundo de la ilusión, de la fantasía y de lo finito: solamente el conocimiento puede liberar de di­cho ciclo y de su consecuencia kármica. Adquiridas las cuatro nobles ver­dades y desechado el apego, se rompe el ciclo encadenante y se abre otra dimensión de existencia, etérea y no ligada al mundo de los compuestos corporales (meras apariencias) y de los compuestos mentales (asunciones, esquemas, presupuestos, ideas), que constituyen la condición necesaria del sufrimiento y del dolor.

La canalización del desprecio de lo finito en el rechazo de la avidez y en la efectiva realización del desapego, desemboca en el óctuple sendero, a lo largo del cual la ignorancia se transformará en sabiduría, el odio en compasión, la distracción en armonía, la dispersión en concentración, la guerra en paz, la avaricia en desprendimiento, según los tres pilares que sostienen la marcha a lo largo del camino, a saber la moral, la concentra­ción y la sabiduría.

Pero la aplicación práctica de todo este proyecto no es tan simple como podría parecer a simple vista, puesto que, por un lado, la presencia misma del sufrimiento tiene un aspecto positivo en cuanto que constituye una alarma, una llamada constante, una invitación permanente a adentrarse en el camino de la iluminación liberame, y, por el otro, tam­bién la preocupación imperiosa por liberarse del sufrimiento provoca sufrimiento. En sustancia, y en términos directos y sintéticos, el secreto consiste en renunciar a identificarse con cualquier cosa finita, se trate de un episodio, objeto, persona, situación, experiencia, se trate del pasado, del presente, del futuro, del yo mismo... De lo que se trata, en definitiva, es de «dejarse "ir"».

***
Naturalmente, no resulta posible entender de manera adecuada el itinerario de «sabiduría» práctica propuesto por el Budismo, si no setienen en claro los presupuestos metafísicos que constituyen su fundamento más profundo. En efecto, la propuesta terapéutica budista está directamente ligada a una ontología, es decir, a una doctrina -errónea, por cierto- acerca de los entes y del ser.

Para el Budismo aquello que el hombre normal considera realidad no es más que una ilusión, un mundo de sombras pasajeras e inconsistentes, el espacio de la insustancialidad dispersiva. A este mundo de sombras se opone la realidad profunda y constitutiva, que unifica en su unidad a lo disperso, que concentra en sí a los opuestos, y que en su indiferenciación radical, carente de esencia, diluye codas las diferencias. Es por eso que todo es, en el fondo, una profunda unidad indiferenciada y es por eso que aquello que el hombre normal llamarla felicidad no será, en úl­tma instancia, otra cosa que el adentrarse en esta unidad indiferenciada mediante un proceso de pérdida de conciencia de la multiplicidad, de la oposición y de la diversidad.

A la luz de estas consideraciones se vuelve claro que sufrimiemo-de­seo-desapego configuran un triángulo estructural que invita a la superación del mismo mediante la supresión de aquello que constituye su fundamento y presupuesto, a saber, el yo. Se puede decir que, en el fon­do, este aspecto es el aspecto constitutivo y diferencial del camino de la iluminación. Por supuesto, hablar de auto-liberación en clave de disolución nirvánica con respecto al propio yo ontológico es una contradic­ción; pero tal fórmula expresa de maravillas, en su carácter oximórico, la imposibilidad radical de la realización plena del proyecto budista, contra­dictorio en sí mismo. El yo no puede ser el principio de la liberación de sí mismo, y la liberación de sí mismo no podría jamás ser percibida por el yo. Una esquizofrenia trascendental incorregible aqueja, como enferme­dad congénita y constitucional, al entero proyecto budista.

Mas no quedan sólo allí las cosas. Esta enfermedad profunda se ma­nifiesta en síntomas inequívocamente característicos de su identidad ma­ligna y de la agresiva presencia de la misma. En efecto, siendo de tal enver­gadura la enfermedad, no debe maravillar que en este contexto de camino progresivo de alejamiento de la individualidad, ciertos excesos y prácticas macabras encuentren lugar. En este cuadro, la coprofagia, la urinoinges­ta, tanto como el sometimiento sexual y el sadomasoquismo, la necrofilia y el incesto, asumidas como prácticas efectivas o recomendaciones orien­tativas del itinerario de iluminación del Budismo Vajrayāna Tbetano, no constiruyen más que distintas facetas de un fenómeno cuyo principio radical es manifiesto: Lucifer. 

De allí que se trate, en sustancia, de una ve­leidad de espiritualismo, de un espiritualismo ilusorio, es decir,de un fal­so proceso de espiritualización que, en realidad, constiruye y encauza la iniciativa luciferina que desconoce y suprime al hombre en su identidad sustancial constirutiva de cuerpo y alma, vehiculizando, mediante el uso denigratorio del cuerpo, el rechazo por la materia y deformando todo lo auténticamente humano, en antítesis radical con el significado profundo de la encarnación del Verbo y la resurrección final, dos ejes esenciales de la fe cristiana. Una falsa elevación que hwnilla y deforma en tal manera la dignidad originaria del hombre no puede proceder más que del primer ángel caído, homicida desde el comienzo.

***
No nos corresponde, en esta sede preliminar, adentrarnos en una discusión de tamaños errores, tan bien expuestos y señalados por el autor del libro que el lector tiene entre sus manos, aunque no querríamos dejar pasar la ocasión para indicar que en el diagnóstico budista se encuentra operante una grosera confusión entre lo que es causa y lo que es condición u ocasión, o bien, para decirlo en términos técnicos y precisos, entre causa perse y causa per accidens.

Sea lo que fuere de este error, lo cierro es que la plataforma teorética panenteísta que constituye el soporte del proyecto budista, permite identificarlo como la versión espiritualista más auténtica del principio de inmanencia, en el cual el sujeto trascendental absorbe, diluyéndolo en sí mismo, al sujeto individual empírico. Obviamente, esta identificación no puede valer para la vertiente inmanentista empirista o ligada al yo empírico psicológico cartesiano, pero sí para aquella ligada al yo trascendental kantiano y, más aún, a la disolución del individuo en el absoluto hegelia­no o a la despersonalización radical del voluntarismo schopenhaueriano, al mero quedarse a mirar al ser que se da, según la doctrina heideggeriana de la apropiación del evento como memoria del ser que es tiempo y a la disolución gadameriana del lenguaje en la interpretación y en la historia -de allí que también el relativismo esté en línea con los absurdos presupuestos del Budismo-. El nirvana, como lo esencialmente no-esencial es lo carente de contenido, la indeterminación pura, el espíritu en la situa­ción originaria de la concentración total en sí mismo según la abstracción suprema: la afinidad con el trascendental kantiano-hegeliano, que afirma la energía originaria del espíritu como posición acualificada de la cópu­la y supresión del contenido, no puede ser más palmaria y manifiesta. Coincidencias, claro está, que no significan derivaciones ni conspiracio­nes transversales, pero que sí manifiestan la influencia nefasta de actores metahistóricos que trascienden a los factores pasajeros de tamaños disla­tes y que procuran, desde el inicio, la ruina eterna del hombre.

Porque la falsa espiritualidad budista no es sólo inmanentista gnósti­ca, no: el Budismo es un espiritualismo netamente luciferino.

Es una espiritualismo luciferino, ante todo, porque procura la anula­ción de la persona, creando así las condiciones propicias para el desarrollo y afianzamiento, activo o pasivo, es decir, en ejercicio o sometimiento, de todo tipo de manipulación psicológica. Lo es, además, porque caricatu­riza la caridad: el amor que predica no es ya el amor generoso y libre, de iniciativa, el ágape ἀγάπη cristiano que respeta la autonomía del otro y al otro en su diferencia, que busca su bien y quiere hacerlo participar per­sonalmente de la felicidad eterna en la visión amorosa de las tres divinas personas en su única esencia, no; el amor «compasivo» aquí pregonado es una vaga inclinación afectiva general y confusa obtenida como resulta­do de la toma de conciencia de la identidad fundamental con el todo y del encaminarse práctico hacia el nirvana: en ese sentido, el acto de amor bu­dista no es otra cosa que un paradójico y vago egoísmo de la impersonali­dad, la autoconsumación de la disolución, en coherencia con el principio inmanentista que decíamos. El Budismo propone, en definitiva, una for­ma nefasta, radical y engañosa de desfigurar en el hombre la imagen de Dios, un falso espiritualismo que despersonaliza, una falsa liberación que esclaviza, un pseudo angelismo que demonifica. Por eso no debe llamar la atención su convergencia profunda con las peregrinas tesis del hiper am­bientalismo y animalismo neopanteísta imperante en nuesrros días, que defiende a las gallinas y promueve el aborto, que promociona la lechuga y suprime a la persona.

En efecto, puesto que el esse entra en la constitución misma de la persona 1 como aquello que más profúndamente le pertenece, núcleo pro­fundo energético anterior a todas las detenninaciones según las cuales élmismo es determinadodel esse surge y se expresa, a través de la volun­tad, la pertenencia de la persona a sí misma mediante el ejercicio de la libertad: sólo la voluntad se mueve a sí misma queriendo su propio acto3 y esta estructura dinámico reflexiva del ejercicio del acto de la voluntad libre es una estructura ontológico operativa insuprimible, expresiva de la identidad personal. En consecuencia, toda tentativa de anulamiento de la libertad constituye una violencia contra la naturaleza misma del sub­sistente espiritual.

Vano será, entonces, buscar analogías y convergencias profundas entre tan peregrinas tesis y la doctrina de las nadas de san Juan de la Cruz, como camino de vaciamiento interior. En efecto, mientras que en la verdadera espiritualidad católica el despojo de lo creado presupone la afirmación de su existencia y consistencia y se orienta a la unión personal con el Creador Tres veces personal, aquí, en cambio, la renuncia implica necesariamente la negación de la consistencia real de lo que constituye el objeto de la re­nuncia misma y seorienta a la disolución de la persona individual en una identificación radical con el vacío universal carente de esencia. El nirvana budista se encuentra mucho más cerca del apofatismo de la pseudoteología gnóstico-cabalístico-hebraica y del Uno neoplatónico, que del Ipsum Esse Subsistens (ESENCIA METAFÍSICA DE DIOS) cristiano, verdadero y tomasiano.

Asimismo, la terapia budista de superación del sufrimiento se opone diametralmente a la doctrina cristiana sobre este último. El Budismo usa el dolor para llevar al «sujeto» a encontrarse consigo mismo en orden a diluirse en el nirvana; el Cristianismo lo muestra como una ocasión para encontrarse con Jesucristo, único salvador de todos los hombres. Miencras que el Cristianismo enseña a abrazar la cruz, dejándose encontrar por el Dios vivo, en una clave progresiva de participación activa y configura­ción personal con la pasión de nuestro Señor, el Budismo se concentra en el huir del sufrimiento, en rechazar la cruz, mediante la supresión de la personalidad, donde ya no habrá encuentro alguno porque coda dua­lidad habrá sido suprimida en el nirvana. El Budismo rechaza lo que el Cristianismo abraza, niega aquél lo que éste afirma, suprime el primero lo que este último funda.

***
Ahora bien, la pregunta que surge espontáneamente es cómo puede ser que semejantes absurdos hayan encontrado eco y recepción favorable en el hombre occidental de nuestro tiempo. No es tan difícil encontrar la respuesta.
Víctima de sus propios errores, esclavo de sus pasiones, el hombre de hoy se debate en una búsqueda ardiente de bienestar y de paz. Dicha búsqueda contrasta, manifiestamente, con los efectos producidos por sus decisiones y por su accionar, y con el ambiente que lo circunda, am­bos aspectos ensamblados en un conjunto dinámico que no es sino la consecuencia trágica del progresivo rechazo de la presencia de Dios en la historia, de Jesucristo en la sociedad. Y decimos «trágica» porque no hay absolutamente otro nombre dado a los hombres en guien puedan encontrar salvación (Hch 4, 12), porque sólo Jesús es el camino, la verdad y la vida Jn 14,6): quien no sigue ese camino, aunque crea progresar, se desvía y va a cualquier lado; quien no conoce esa verdad, aunque crea conocer algo, se sume en la ignorancia y queda en las tinieblas; quien no vive esa vida, aunque crea vivir, vive una vida que es muerte. Y es por eso, justamente, que el hombre, en el paradigma cultural hodierno, habien­do renunciado o, mejor, habiendo rechazado voluntaria y activamente a Jesucristo, Luz del mundo, se debate en una tensión que, por un lado, expresa su tendencia constitutiva y, por el otro, su elección equivocada y pertinaz. Esa búsqueda de bienestar es sintomática, entonces, de la nostalgia de algo que alguna vez se tuvo a disposición, pero que ahora se busca allí donde no se lo va a hallar. Los pecados, aquellos en los que el hombre busca su felicidad, le han robado el bienestar (cfr. Jer 5,25).

Es en este contex to existencial y cultural, pues, que el Budismo se perfila como una salida, una puerta ilusoria, una promesa, por cierto, irrealizable, de canalizar las veleidades de espíritu que aquejan a quienes buscaron fundarse en la carne, las aspiracionesde trascendencia de aque­llos que rechazaron al Trascendente.

No debe llamar la atención, entonces, que, en una época profunda­mente marcada por el relativismo hermenéutico, por la pleitesía hipócrita a lo políticamente correcto, por la asunción implícita o explícita de las prescripciones sociopolíticas y culturales del mundialismo globalista, en una época marcada por el ciego secundar gregario de los nuevos dogmas de fe y las miserables y prosaicas pautas que estableciera Popper en su ne­fasto y programático «La sociedad abierta y sus enemigos», el Budismo Tibetano se proyecte como la "espiritualidad" inspiradora de tamaños des­varíos y como sostén existencial de tales aberraciones. No debe llamar la atención tampoco, que en tal contexto confusionario, se haya buscado también presentar al catolicismo como algo afín, en el fondo, al Budismo, como un camino de espiritualidad semejante a la de este último, que po­dría encontrar en él puntos de contacto. El respeto humano, el temor a llamar «bien» al bien y «mal» al mal, a decir de una buena vez «sí, sí», «no, no», ha llevado a muchos pastores, víctimas de una superficialidad casi constitucional, de un irenismo rayano en lo patológico y de una for­mación teológica y filosófica insuficiente, cuando no gravemente errónea y radicalmente culpable, a derrapar abiertamente causando escándalo y confusión en los fieles. Y no debe llamar la atención, además, que el delirio budista haya usurpado y reivindicado exclusivamente para sí el término «espiritualidad», hasta tal punto que hoy en día, al menos en Argentina, el colectivo inconsciente o inconsciente colectivo, cada vez que oye hablar de espiritualidad, entiende por «espiritualidad» un vago conjunto que reúne el ruinoso gnosticismo disolutorio budista, la medi­tación trascendental, las prácticas reikianas, las flores de Bach, la astrolo­gía y la cartomancia. Como otrora el hijo pródigo, el hombre hodierno hambriento de espíritu busca miserablemente entre las algarrobas de los puercos aquello que sólo en casa de su Padre puede hallar (cfr. Lc 15).
***
Por todo lo dicho y expuesto, no podemos menos que recibir con gran gozo la publicación del importante estudio del Padre Highton, tan oportuno en su aparición, tan interesante en sus apones, tan ilustrativo en sus datos.
Para sacar provecho del voluminoso estudio, he de advertir el lector que no tiene entre sus manos un libro de diálogo, sino un libro profun­damente crítico. Desde ya, esto no significa que el estudio de Highton carezca de valor dialógico: lo tiene, sin dudas; pero se trata de un valor dialógico equivalente al de una disputatio en la que, seria, responsable y serenamente, pero con honestidad y franqueza, se exponen las razones y los argumentos para alcanzar la verdad acerca de un asunto, de un tema pun­tual o de una entera problemática. No espere, pues, el lector encontrar aquí tentativas superficiales de conciliación, bajo las cuales a menudo, si no siempre, se enmascaran las debilidades de un perfil psicológico ten­dencialmente complaciente, ni espere encontrar la expresión de veleido­sos anhelos o de preferencias afectivas: lo que el lector encontrará es una verdadera puesta en luz o iluminación cruda, directa, llana y lisa, de los graves errores que hacen a la identidad misma de un falso camino que hoy en día es públicamente promocionado, promovido y legitimado como alternativa al Cristianismo.

Cabe aclarar que en su exposición, el padre Highton enfoca al bu ­dismo según su variante tántrica tibetana. En efecto, hay distintos tipos de budismo. Pero yerraría quien pensara estos distintos tipos como el pa­ralelo budista de la pluralidad de confesiones cristianas: en este último caso, la pluralidad implica necesariamente la pérdida de la comunión en los principios, en un degradé de alejamiento y de debilitamiento según una figura histórica de la participación no querida por Dios con voluntad operativa positiva, sino tan sólo permisiva, y que, en virrud de la gracia, tiende a la unidad y a la plena comunión con la Iglesia católica, columna y fundamento de la verdad (1Tim 3,15) y en la que subsiste la única y mis­ma Iglesia fundada por Jesucristo (cfr. LG 1,8; DH l; UR 4). La distin­ción entre los budismos debe considerarse más bien como la distinción entre las especies de marxismo, por ejemplo, entre el marxismo clásico y el trotskista, que comulgan en los principios pero divergen en el tipo de prácticas mediante las cuales procuran realizarlos. Por ello, si bien el autor se detieneen el análisis y la crítica de ciertas prácticas abominables y horrendas implementadas sistemáticamente en el Budismo Tibetano -calladas en miserable silencio cómplice por los medios de desinforma­ción social-, sin embargo, y más allá de la exposición anecdótica y pun­tual de tal o cual práctica aberrante, el lector advertirá que lo que se dice con respecto a los principios alcanza a todo tipo de budismo. Y es éste, sin dudas, uno de los méritos de la presente obra.

Pero la alusión que acabamos de hacer abre un flanco en el que las reflexiones del padre Highton podrían encontrar el rechazo y las objeciones de la mentalidad mundana contemporánea, tan ávida por secundar la homosexualidad y tan simpatizante de la consagración de facto del fal­so y presunto «derecho humano universal a la gratificación sexual». En efecto, ¿quién no conoce que hay también en muchos seminarios proble­mas de homosexualidad? ¿Quién que no los hay también entre el clero? Y esto, ya sea practicando secretamente tales cosas, ya aprobando activa, pública y desvergonzadamente a quienes las practican (cfr. Rom 1,32).

Por eso, ante las certeras consideraciones del autor, una mueca de indignación y desprecio parece surgir, espontánea y directa, de parte del lector contemporáneo: ¿no hay, acaso, cosas peores en la Iglesia? ¿No se tratará de un desborde de hipocresía? He aquí el cuestionamiento, aquí la críti­ca, aquí la acusación que amerita una respuesta.

Y la respuesta es relativamente sencilla. Porque, más allá de la cons­tatación directa e inapelable que pareciera -insistimos: pareciera, y sólo pareciera- emparejar las cosas a nivel meramente fenoménico, una dife­rencia profunda y absoluta se abre paso, que no sabría ser soslayada sin la contribución voluntaria de quien la soslayare: el católico, consagrado o no, que acepta tales aberraciones, tanto en lo práctico como en lo doctri­nal, obra y piensa contradiciendo los principios de la única verdadera fe, se pone al margen de lo que enseña la Palabra de Dios, tanto escrita como oral, desoye al Magisterio y se coloca, por pertinacia, debilidad o cobar­día, en un camino de perdición, en claro y abierto rechazo de lo que dice profesar. Por el contrario, como demuestra Highton, el Budismo Tántrico tibetano asume dichas prácticas ignominiosas y bestiales como parte po­sitiva y constructiva del progreso espiritual, de tal manera que quien las asume, quien las practica, quien las aconseja o comparte, no se encuentra en contradicción con tales abominables principios, sino en plena cohe­rencia con ellos. De allí que, si la acusación y el problema, con respecto a los malos pastores, se plantea al nivel de sus debilidades ante las bajas pasiones, con respecto al Budismo, en cambio, el problema se plantea a nivel de principios, lo que es mucho más grave aún. Y no tanto por el lado de las aberraciones a las que puede dar lugar en materia nefunda, sino, sobre todo, con respecto a los principios en sí mismos, en su potencial destructivo y deshumanizante.

En relación con la respuesta a esta objeción, corresponde señalar también cómo el padre Highton, profundamente movido por el autén­tico sensus fidei y en fidelidad absoluta a las enseñanzas de la Iglesia, se muestra sensible a los aspectos de verdad que se pueden hallar en el bu­dismo,según cuanto enseñara el CVII:
La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mu­cho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres.
Por eso, según este principio general, él ha sabido reconocer también aquellos elementos que el mismo concilio señalara al referirse poco antes al Budismo, en el cual... 
se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que los hombres, con espíritu devoto y confiado pueden adquirir el estado de perfecta liberación o la suprema ilumi­nación, por sus propios esfuerzos apoyados con el auxilio superior.
En este contexto, lejos de caer en ambigüedades y aproximaciones vagas, antes bien con agudeza y pertinencia, el estudio de Highton procura identficar de manera más precisa y exacta cuáles sean estos elementos, estas «partículas» de verdad, que el Budismo presenta aquí y allí, indi­cando, además, cuál sea el grado de vinculación de las mismas con los principios constitutivos del Budismo, es decir, si le pertenecen de suyo, en virtud de dichos principios, o de manera fortuita, en virtud de los presupuestos antropológicos inevitables de los que tiene que partir de hecho.

Vale la pena subrayar, por último, otro aspecto que vuelve particu­larmente valioso al trabajo del Padre Highton: su valor testimonial. En efecto, el autor no ensaya peroraciones a partir de un estudio abstracto y desencarnado, sino que al estudio serio y atento añade la experiencia di­recta de su contacto personal con el Budismo Tibetano in situ, tanto a ni­vel monacal como laical, al mismo tiempo que las repetidas tentativas de diálogo que él mismo iniciara y que una y otra vez, quedaran frustradas al no haber encontrado la misma disposición del otro lado. Lo afirmado está, pues, sostenido por el conocimiento directo del fenómeno aborda­do, está sostenido no sólo por la ciencia, sino también por la experiencia.

Por todo ello, no podemos más que agradecerle al padre Highton lo expuesto en estas páginas, fruto de un generoso esfuerzo y muescra ma­ nifiesta de un auténtico celo por las almas,de un sincero e incondicional amor a la verdad, a la Iglesia y a Jesucristo.
P. Christian Ferraro
Parls, 17.3.21
Conmemoración de san Patricio,
Apóstol de Irlanda y vencedor del paganismo.

INTRODUCCIÓN

El mito tibetano

El Budismo Tibetano está de moda. Está en su momento de máximo prestigio. Está en el podio de Babel y tanto lo está que asistimos a una «budistización del mundo»4 pero no gracias a su consistencia interna (que, como veremos, no la tiene), sino en virtud de la propaganda emitida por los medios masivos, a la farándula más superficial (empezando por la hollywoodense, incluyendo a Sharon Stont, Urma Thurman, Tina Turner, Meg Ryan y Madonna5) y la acción de oscuros grupos financieros. El es­trellato del Dalai Lama en tales antros es tal que en la revista Newswcek, en su número del 19/5/97 (p. 24), se llegó a afirmar que «Hollywood es una especie de país de su propiedad», esto es, del Dalai Lama6.

Como dicen los Röttgen, las estrellas de Hollywood están levantado un altar mediático a su dios tibetano: el Dalai Lama7, que es el llder re­ligioso que logró infiltrar el Occidente con más habilidad8, camino de penetración éste que fue preparado por la famosa satanista y cabalista Madame Blavatsky (1831-1891), la fundadora de la Teosofía, que fue la gran pionera en la expansión del mito del Shambhala en el Occidente Cristiano9. Ella, como observa Faxneld, en su obra "The Secret Doctrine" (1888) «propag(ó) un Satanismo desvergonzado»10.

Tomemos nota: Hollywood usa al Lamaísmo para que el Occidente consume su apostasía. La prensa moderna está eufórica con el Budismo Tibetano. La revista alemana Bunte afirmó que el Budismo Tibetano es «la religión ideal de nuestros días» 11 y el diario Spiegel pontifica que el Dalai Lama es el ser más iluminado de este planeta 12. Lo cierto es que el Dalai Lama trabaja para ser reconocido como el maestro aclamado por todas las "tradiciones religiosas" del mundo.

Si bien los grandes gurúes del Budismo Tibetano suelen llevar vidas oscuras, los medios silencian sus desvaríos puesto que el Budismo Tibetano es una gran (o, tal vez, la gran) ayuda en la promoción y aceleración de la izquierda progresista debido al carácter anarco-degenerado del tantrismo tibetano y al nihilismo budista que defenestra las costumbres sociales ca­lificlndolas de mero eco del ego y la ilusión, todo lo cual, junto con el re­lativismo metafísico sostenido por el Lamaísmo, contribuye a la demoli­ción final del Occidente Cristiano, como veremos a lo largo de este libro.

De todos modos, no nos sorprende que seponga de moda el Budismo ya que, como decía Gómez Dávila, «el mundo moderno, desde hace rato, modula la misma canción tediosa con voz cada vez más ronca»13. Y por eso, no nos llama la atención no solo que la Asociación Americana de Psicólogos haya autorizado a los "psicoterapeutas vajrayanas" (a pesar del oxímoron) sino que la mayor parte de las más prestigiosas instituciones académicas y de las corporaciones multinacionales amen al Dalai Lama y que tantos estudiosos y políticos estén interesados en que se vea a los gurúes tibetanos como seres sacrosantos.

Como bien decía un lúcido observador, en la playa se ven cientos de personas en bañador haciendo toscas figuras de yoga pues el Budismo­ hecho-producto-de-consumo ofrece cosas muy apetitosas al Occidente estu­ pidizado por el materialismo: individualismo, auto-referencia, ecologis­mo, amor a rodos los seres que sienten, sensación tranquilizante y sobre todo ausencia de conflicto interno y externo.

En efecto, una calculada propaganda nos empacó y vendió, a los occidentales, el mito del Budismo -con su tentador espejismo de paz y libertad, ecologismo, meditación, compasión, comprensión,espiritualidad y desapego-, que hoy es, al mismo tiempo, uno de los productos más rentables del mercado global y uno de los medios más eficaces para que la masa apostate de nuestro Señor Jesucristo, como se ve en la sutil apro­bación de la apostasía que hizo el Dalai Lama en las calles de NY: «el cre­cimiento espiritual no necesita estar basado en una fe religiosa»14. Luego, nivelando todas las religiones y deformándolas, dijo esta espantosa menti­ra: «el mensaje esencial de toda religión es muy similar. Todas abogan por el amor, la compasión y el perdón» 15, mentira esta que salta a la luz muy fácilmente sobrados modos de demostrarlo16.

El mundo montó el "mito tibetano" que, como explica A. Ettinger, es una telaraña de mentiras, decepción y fantasla17. De hecho, en Occidente, casi nadie sabe que el Budismo Tibetano es un conglomerado de ateís­mo metafísico, tétrica idolatría, absurda superstición, ciego clericalismo, orgullosa antropolatría, burdo irracionalismo, demoníaco terror, rígido reglamentarismo, pueril politeísmo, obediencialismo sectario, violaciones rituales, piedad mecánica, satanismo explícito, magia negra, nihilismo in­tegral, misoginia femicida, coprofagia y abisal etcétera.

El propósito de estas breves líneas no es sino el de desenmascarar el Budismo Tibetano, mostrar su intrínseca malicia, evidenciar su profun­da fealdad y denunciar su carácter satánico. La parte final de este trabajo rescatará los aspectos de verdad y bondad que en este sistema, per accidens, se podrían hallar en orden a mostrar que sólo en Jesús se pueden hallar plenamente estos bienes, esto es, en orden a mostrar que un budista sólo podrá hallar la iluminación tan ansiada, si sigue a Jesucristo, único Salvador del género humano.

Este libro fue preparado luego de quince años de estudio, habiendo vivido cuatro años en una aldea budista del Himalaya, en el Norte de Sikkim, en la frontera del Tíbet chino, el Reino budista de Bhutan, India y Nepal. Nuestra experiencia misional en la Cordillera Himaláyica y nues­tros viajes por China (incluyendo el Tíbet), Taiwan, Nepal, Thailandia, Laos, Bhuran e India nos aportaron un sinfín de anécdotas, algunas de las cuales compartiremos en este libro con un fin ilustrativo y confirmatorio de varias de las proposiciones teóricas.

Aclaremos, de la mano de Quingles, que el Tíber abarca un Tibet es­tricto y además las demás zonas de población tiberana situadas a lo largo de los Himalayas (como Ladakh, Zanskar, Lahul, Muscang, Bhutan, Sikkim y, bajo cierto respecto, Mongolia y, de algún modo y hasta cierto punto, incluso Darjeeling18.

El Tantra puede ser definido, siguiendo al erudito budista J.R. Newman, como «la enseñanza mágica y los formularios místicos para la adoración de las deidades o la obtención de poderes sobrehumanos»19, esto es, como un sistema mágico para que el yogui se convierta en un dios o, mejor dicho, en «una deidad tántrica»20, que, como surge de sus cua­dros, aclaramos, son demonios (aunque ellos no siempre lo digan).
El Budismo Tibetano es un abismo de tantrismo ya que,como escribe el Dalai Lama, el yoga Tantra es «la más alta dimensión de la práctica budista»21. En efecto, como afirma Kapstein, históricamente «el Budismo Tibetano está en deuda con las tradiciones tántricas en aspectos del ritual popular y monástico, y el yoga y la meditación a menudo también eran [y siguen siendo] tántricos»22. Es más, el mismo Dalai Lama afirma que Buda enseñó el Tantra: «[Buda] también predicó sobre el Tantra»23. Sea como sea, lo cierto es que, como dice H. Urban, «el Tantra ha venido a saturar la cultura pop de América»24, lo cual es espantoso ya que, como bien, denunciaron antiguos misioneros, el Tantra es «el más horroroso y degenerado aspecto de la mente india»25.

El mismo Dalai Lama, que es considerado Buda en persona, deja en claro que todo el Budismo Tibetano es Tántrico, esto es, que sus cua­tro principales sectas (Nyingma, Kagyud, Sakya y Geiuk) adhieren al Tantrayana que los budistas tiberanos no separan el Tantrayana del Hinayana y el Mahayana y que le tienen igual respeto a las tres y que las cuatro sectas usan para sus prácticas más esotéricas los métodos del Mahayana y del Tantrayanau..

Los Nyingma tienen una reputación histórica marcada por el cultivo de la magia ritual (lo que incluye la familiaridad con los encantamientos, las maldiciones, y la licencia sexual). No por nada la biografía de Milarepa cuenta que fue a ver a un lama Nyingmapa que conocía el "culto de las ocho serpientes"27. Por eso, de la mano de Quingles, debemos llamar al Tíbet, "patria de elección del Budismo Tántrico"28. De hecho,en el Tíbet, el Tantra fue generalmente considerado como la culminación de las en­ sefiazas budistas a tal punto que la mayor parte de los budistas tibetanos dicen que la mayoría de los tantras fueron ensefiadospor el mismo Buda.

Los Gelukpas (que fonnan la secta del Dalai Lama) tienen como prin­cipal pilar el Kalachakra Tantra, que es un programa depravado y satáni­co para lograr la "iluminación", el cual, según se dice, solo puede ser he­cho tres veces por los lamas ordinarios ya que si lo hacen más, morirían29. Los Kagyukpas también usan el Kalachakra Tantra, que es considera­do, en el Tíbet, como «la culminación y síntesis final del Budismo indio vajrayana»30, fue introducido en el Tíbet por los indios Sakyasribhadra y Vibhuticandra y fue comentado por muchos, principalmente por Vimalaprabha 31.

Los Sakyakpas también tienen una "gran tradición" de ritualismo tántrico -que inspiró a una subsecta (los jonangpas, eliminados por el Vº Dalai Lama) que desarrolló un organizado sistema kalachakratántrico-, unido a un eficaz sistema administrativo y diplomático. Los Sakyas como apunta David-Neel, en sus orígenes, fueron magos afectos al ocultismo32.

Salvo que aclaremos lo contrario, todo loque afirmamos en este libro lo afirmamos respecto del Budismo Tibetano. Pero, ¿por qué priorizar el Budismo Tibetano (que es tántrico) sobre otras formas de Budismo, como ser el Budismo Theravada o el Zen? Ya que, como señalan los Röttgen, una bien fundada crítica deconstructiva de la imagen occidental del Budismo que está penetrando en Occidente debe concentrarse enteramente sobre aquella escuela del Budismo conocida como "Tantrismo" (Tantrayana o Vajrayana), lo cual argumentamos con dos motivos: 

a) porque la vía tántrica (o tantrismo} representa la fase más reciente en la historia del Budismo y com cierta justificación es vista como la doctrina suprema y la más comprehensiva del entero sistema budista, a tal punto que, de algún modo, el tantrismo integró todas las anteriores escuelas budistas de modo tal que el tantrismo designa el máximo nivel del edificio de las enseñanzas budistas (dice un dicho tántrico que quien entendió la vía tántrica, ha entendido todas las demas sendas hacia la ilumlnación); 
b) el tantrismo representa la forma más difundida del Budismo en el Occidente33, si bien hay tantrismos no-budistas, esto es, hindúes y jainistas 34.

Alguno podrá pensar que no es justo que refutemos otra religión. Respondemos que refutar el error es una obra de misericordia -ya que, como enseñó la misma Verdad encarnada, «conocerán la verdad y la ver­dad los hará libres» (Jn VIII, 32).

De todos modos, alguno podrá insistir que no esjusto que refutemos el Budismo ya que el Budismo es una creencia inofensiva que no trata de refutar a nadie. Respondemos que, como se verá a lo largo de este libro, el Budistno no sólo no es inofensivo, sino que desarolló un elaboradísimo aparato lógico-epistemológico, uno de cuyos fines es tratar de criticar a to­ das las cosmovisiones no-budistas, como reconoce el mismo Tsongkhapa -el fundador de los bonetes amarillos, la secta del Dalai Lama-: los trata­dos de lógica y epistemología son «útiles para refutar los conceptos erró­neos de los no-budistas»35.

De hecho, los "discursos largos" (Dtgha Nikaya) de la Sutta Pitaka (la "segunda canasta" de la "Biblia budista") están destinados a atraer convertidos mostrando la pretendida «superioridad del Buda y su doctrina»36.

Creemos que este libro ayudará a los budistas occidentales a salir de la trampa, como le pasó a uno que escribió estas patéticas líneas: «estoy harto del Budismo Tibetano, esa mezcla de bon e historias hindúes fanta­siosas de una lejana tierra donde el abuso y la violencia eran un lugar co­mún». No por nada un occidental desencantado del Budismo Tibetano se lamentaba que se haya fomentado ese sueño de "empatía" y "amor" del Budismo Tibetano, en vez de investigar y eliminar el sistema vajrayana de abuso sexual e hipnosis de sus adeptos. 

Una budista occidental que fue a la secta Rigpa -que, a la fecha, es una de las más expandidas por el orbe-, confesó públicamenteque es duro para ellos renunciar a los sueños del Budismo Tibetano («it's hard for ali of us ro give up chese dreams»). A ella le respondemos, que este libro busca ayudarlos a que renuncien a esos suefios definitivamente y a que abracen la única opción que no falla: Jesucristo.

Si bien, como dijo Gómez Dávila, «nada cura al progresista»37, esperamos que este libro coopere a la desaparición del Budismo y a la propaga­ción de la santa Fe Católica. Esperamos que, este libro al menos sirva para informar a los que practican el Budismo Tibetano, qué es en realidad eso que practican (pues la inmensa mayoría no lo sabe) para que no les pase lo que le pasó a un tal Bernie S., que después de tres décadas de practicar intensamente el Budismo, terminó quebrado psicológica y físicamente y lleno de desilusión.

Este libro servirá también para que descubramos que muchos de los mitos vertebrales de la modernidad están presentes en la cosmovisión ti­betana: la Madre Tierra, el origen simiesco del hombre, el bisexualismo, el transexualismo, el horoscopismo, el pansexualismo, el inmanentismo gnoseológico, la no-discriminación, el libertinaje anárqujco, el veganismo, el yoga, el relativismo (metafísico y moral) y el ateísmo.

Que la Virgen Santísima nos lleve de la mano a su Hijo, el Buen Jesús, "el Camino, la Verdad y la Vida". 
A Ella le encomendamos la conversión de los budistas, que esperamos "contra toda esperanza'', máxime cuan­do consideramos que el Dalai Lama, como él mismo confesó, peregrinó a Lourdes, donde experimentó algo muy especial, sintió una presencia espiritual y, enfrente de la imagen de Nuestra Señora de Lourdes, rezó.

Esperamos que Ella les muestre a los budistas que la salvación está sólo en Jesús. Si aceptamos la periodización estándar según la cual el primer vehículo (o pequefio vehículo) fue el Hinayana, el segundo (o gran vehículo) fue el Mahayana, el tercero fue el Tantrayana (o Vajrayana), esperamos que la Virgen haga que el cuarto paso sea, lo que podríamos Uamar, el jisuyana (o "vehículo divino"), esto es el desapego (y la renun­cia) total de los budistas al Budismo y su conversión total a Jesucristo.

Que Ella nos muestre que «no existe bajo el cielo otro Nombre [que el de Jesús) dado a los hombres, por el cual podamos alcanzar la salvación» (Hch 4, 12).
¡Viva Cristo Rey!

Padre Dr. Fedeni: o Highton, S.E

Misionero en Extremo Oriente 
Doctor en Fllosoffa (APRA, Roma) 
Santa Fe de Bogotá, 11-III-MMXX
Santa Maria del Buen Ayre, 5-Xl-MMXX

"TINIEBLAS TIBETANAS": DEL YOGA Y EL MANDALA AL FEMINICIDIO RITUAL

"Estamos en el renacimiento de las antiguas ideas gnósticas en la forma de la llamada New Age. No debemos engañarnos pensando que ese movimiento pueda llevar a una renovación de la religión. Es solamente un nuevo modo de practicar la gnosis, es decir, esa postura del espíritu que, en nombre de un profundo conocimiento de Dios, acaba por tergiversar Su Palabra sustituyéndola por palabras que son solamente humanas. La gnosis no ha desaparecido nunca del ámbito del cristianismo, sino que ha convivido siempre con él, a veces bajo la forma de corrientes filosóficas, más a menudo con modalidades religiosas o pararreligiosas, con una decidida aunque a veces no declarada divergencia con lo que es esencialmente cristiano". Juan Pablo II - CRUZANDO EL UMBRAL DE LA ESPERANZA

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El padre Luzón declara que con el yoga y el mindfulness, con sus técnicas de "distanciarse del yo", (Mantra OM) "estás autorizando a los seres espirituales, que ellos llaman energías pero son las personas angélicas caídas, los demonios, a que se hagan cargo de tu personalidad".