La gran división:
el paganismo y el cristianismo
Estamos presenciando hoy el gigantesco resurgimiento de una cosmovisión antagónica al cristianismo, aparentemente nueva, pero no es otra cosa que el antiguo paganismo.
Históricamente, el paganismo, como religión y cosmovisión del antiguo Imperio Romano, tuvo su declive con el advenimiento y el asombroso crecimiento del cristianismo, comenzando en el siglo I y culminando siglos más tarde con la dominación del racionalismo y la consecuente secularización del estado. Lo curioso es que, paralelamente a esta secularización, el mismo viejo paganismo regresa de las cenizas hoy, disfrazado de una nueva espiritualidad, creciendo y extendiéndose en todos los círculos de la sociedad occidental moderna que fue edificada sobre valores cristianos.
La diferencia fundamental entre la cosmovisión pagana y el cristianismo radica en el tema de las distinciones. Para el paganismo, la realidad consiste en un solo elemento: el universo es uno y armónico, y todas las cosas son meras formas o manifestaciones de una sola sustancia. En otras palabras, hay que ver la realidad como un todo uniforme, sin distinciones de seres o existencias. Toda la realidad está en el mismo círculo. En cambio, el cristianismo entiende que hay distinciones fundamentales en la base de nuestra existencia y de la realidad como un todo. Los siguientes cinco puntos ilustran ese contraste.
1) La distinción entre Dios y el mundo
La relación entre el hombre y Dios es la subordinación de la criatura al Creador, lo que implica respeto, obediencia, y adoración del ser creado ante quien lo creó
En la cosmovisión pagana que cada vez domina más nuestra civilización, Dios y el mundo son uno. La mejor figura para ilustrar esta perspectiva es la de un círculo. Dios y el mundo están dentro del mismo círculo, tienen niveles iguales de existencia, y uno es la extensión del otro. Todo está unido en una realidad divina. El mundo se creó a sí mismo a través de la evolución. Tiene su propia fuerza interior que le sostiene y le mantiene siempre en el proceso evolutivo. Según esta concepción, el mundo no necesita un creador distinto de sí mismo. Un ejemplo del impacto de esta nueva espiritualidad es el surgimiento de la ecología radical la cual se ha convertido en una religión para sus adherentes, divinizando, a su manera, la Tierra y sus ecosistemas.
En cambio, el cristianismo declara que Dios y el mundo son distintos y, por lo tanto, están ubicados en diferentes círculos. Dios existe eternamente por sí mismo. Él creó el mundo no como una extensión de sí mismo, sino como una existencia separada.
2) La distinción entre Dios y la humanidad
Desde el punto de vista pagano, la humanidad es una con Dios, una expresión de la divinidad. No necesitamos reverenciar nada más que a nosotros mismos. No hay un Dios personal que se comunique a través de la verdad objetiva. No estamos bajo reglas o autoridad, y podemos crear nuestras propias leyes así como establecer nuestros propios valores.
Para el cristianismo, sin embargo, el ser humano, aunque lleva en sí mismo la imagen y semejanza de Dios, fue creado por Él no como una extensión de Dios, sino como una criatura con existencia distinta y separada del Creador. La relación entre el hombre y Dios es la subordinación de la criatura al Creador, lo que implica respeto, obediencia, y adoración del ser creado ante quien lo creó. Quien establece la verdad y las reglas es el Creador, no la criatura.
3) La distinción entre religiones
El paganismo considera que todas las religiones son una sola. Si toda la humanidad es realmente una, entonces hay solo una religión después de todo. Todas las religiones comparten la misma experiencia mística, a través de la cual sus seguidores se vuelven divinos.
El cristianismo hace una distinción entre las dos únicas religiones que existen en realidad: el paganismo, por un lado, que se manifiesta en la forma de muchas religiones, diferentes pero todas de acuerdo en que el ser humano alcanza la bienaventuranza en base a sus propios méritos. Por otro lado, el cristianismo histórico, que presenta a Jesucristo como el único y suficiente salvador de la condición humana y donde la salvación es ofrecida por gracia.
4) La distinción sobre el problema del ser humano
Para la cosmovisión pagana solo hay un problema real: las distinciones, o separaciones, creadas por el cristianismo. De esta manera, los partidarios del paganismo moderno argumentan que estas separaciones deben ser rechazadas. Solo así podrá la humanidad tomar conciencia de la unidad mística de todas las cosas. En general, la espiritualidad pagana desea abolir las diversas separaciones o dicotomías que esta considera la causa única de los problemas humanos, por ejemplo:
Dios/mundo
Dios/hombre
Humanos/animales
Correcto/incorrecto
Hombre/mujer
La solución del problema del ser humano no está dentro de nosotros, como dice el paganismo, sino afuera de nosotros, en la maravillosa persona de Jesucristo
Para el cristianismo, sin embargo, estas distinciones fueron introducidas por Dios mismo. El problema del hombre no son estas distintas separaciones, sino aquella separación que es la causa de todos los males, problemas, dolores, y angustias de la humanidad: la separación moral y espiritual entre el hombre y Dios. Esa es, de hecho, la gran división. Por supuesto, esta separación es negada por la cosmovisión pagana que pone a Dios y al hombre dentro del mismo círculo.
Para el cristianismo, por el contrario, esta separación radical es causada por nuestra inclinación al mal, al egoísmo, a la crueldad, en contraste con la naturaleza de Dios que es perfecta, justa, verdadera, y coherente. Como resultado, separado del Creador, el ser humano vive una existencia ciega y solitaria llena de incertidumbres, angustia, inquietud, y culpa, teniendo como referencia solamente a sí mismo o a la naturaleza.
5) La distinción sobre la solución al problema del ser humano
El paganismo predica que la solución está dentro de cada uno. Dice que el círculo está completo cuando el ser humano se encuentra a sí mismo. El “yo” necesita ponerse en el centro de las cosas. Esto se hace eliminando tanto las separaciones antes mencionadas como los controles racionales. La espiritualidad deseada no se encuentra en el mundo de las ideas, sino en el mundo de las experiencias. Los hippies, por ejemplo, pensaron que las drogas ayudarían en ese viaje de autodescubrimiento. Muchas personas, a su vez, utilizan la meditación para descubrir la conexión entre ellos y el todo.
El cristianismo, por el contrario, afirma que la solución está fuera de nosotros. El hombre es incapaz de encontrar en sí mismo las referencias y respuestas que busca, porque se encuentra en un estado de caída y separación. Dios, a su vez, se reveló en Cristo Jesús y propone una reconciliación con su criatura caída a través del perdón gratuito de sus pecados.
La solución, por lo tanto, no está dentro de nosotros, como dice el paganismo, sino afuera de nosotros, en la maravillosa persona de Jesucristo y en su obra de salvación realizada a través de su muerte y resurrección.
El diario barcelonés La Vanguardia ha dedicado una doble página al auge del paganismo en Europa, que reproducimos a continuación. El artículo principal está firmado por Gloria Moreno.
Hubo un tiempo en que el culto a los dioses paganos imperaba en toda Europa. Sin embargo, la expansión del cristianismo hizo que, poco a poco, estos fueran reemplazados por la nueva religión monoteísta llegada de Oriente Medio. Los pueblos vikingos, en el extremo norte del continente, fueron los últimos en convertirse. De eso hace ya un milenio. Sin embargo, parece que el poder de Thor, Odin o Balder vuelve a entusiasmar a más de uno.
Según Michael Strmiska, profesor de Estudios Globales del Suny-Orange College de EE.UU., estamos ante un cierto revival. “Encontramos muchas expresiones de este nuevo interés por las tradiciones religiosas precristianas, tanto en Europa como en otras partes del mundo”, asegura.
Está de moda. En los últimos años se han multiplicado las series de televisión, películas y obras literarias inspiradas en la mitología nórdica, la brujería o los vampiros. La mayoría no ve en ello más que mero entretenimiento cargado de cierto exotismo ancestral. Otros, en cambio, lo interpretan como reflejo de la sincera curiosidad que vuelven a despertar las religiones del pasado.
Construcción de un templo en Islandia
Lo cierto es que, en las últimas décadas, han ido apareciendo distintos movimientos neopaganos. Sus miembros vuelven a rendir culto a los dioses antiguos y disfrutan releyendo sus mitos y leyendas. El caso de Islandia es uno de los más paradigmáticos. Allí, la comunidad Ásatrú, que trata de recuperar los antiguos ritos y creencias de los vikingos, ha empezado a construir un gran templo dedicado a los principales dioses nórdicos.
Esta nueva religión, nacida en los años 70, cuenta con el reconocimiento oficial del estado islandés, lo que hace que sus sacerdotes puedan celebrar bodas, funerales y otros ritos con validez legal. También reciben una parte del dinero de los contribuyentes que el Estado destina a las distintas religiones oficiales. En los últimos tiempos, sus miembros se han multiplicado. De poco más de 300 a finales de los años noventa, hoy son ya más de 2.400. La cifra puede parecer discreta. Sin embargo, es significativa en un país que tiene tan solo 320.000 habitantes. Los neopaganos son ya la principal religión no cristiana de Islandia.
Pero más allá de los números, cuentan los símbolos. El nuevo templo será el primero en los últimos 1.000 años que vuelve a dedicarse a los dioses Odin, Thor o Frigg en este país. Situado en una ladera, cerca de Reikiavik, su estructura será circular y excavada en la roca, con una apertura en el techo por la que entrará la luz del sol. La idea es construir un recinto en armonía con la naturaleza.
Aunque el renacer de esta religión es bastante reciente, los islandeses nunca se han desvinculado del todo de sus raíces vikingas y son varios los rasgos de su antigua religión que han coexistido con el cristianismo a lo largo de los siglos. Esto explica que haya gente que siga creyendo en los elfos o espíritus de la naturaleza. O que una gran cantidad de nombres y apellidos empiecen por Thor, dios del trueno, y muchas calles y topónimos hagan referencia a las deidades nórdicas.
Todo esto hace que este país “sea hoy un lugar de referencia para todos los paganos”, explica a La Vanguardia Ernesto García, presidente de la Comunidad Odinista-Ásatrú de España (COE).
Neopaganos en España
El neopaganismo nórdico-germánico también asoma en España. De los cerca de 700 seguidores de 2007, hoy ya son más de 9.000, entre miembros activos y simpatizantes que colaboran con el movimiento de algún modo o participan en sus ritos de vez en cuando.
España, de hecho, es el único país fuera de la órbita nórdica en el que la comunidad Ásatrú ha sido reconocida por las autoridades como una religión oficial. Los demás son Dinamarca, Noruega y Suecia. Además, los seguidores ibéricos de esta nueva religión también tienen un templo, en Navas de Jorquera (Albacete). Fue el primero que se construyó en todo el mundo, asegura García. Eso sí, es más discreto y pequeño que el que proyectan los islandeses puesto que aquí “no contamos con ningún tipo de financiación pública”, remarca.
La suya, sin embargo, no es la única religión neopagana presente en España. Ante el Ministerio de Justicia hay registradas otras nueve. Algunas de ellas también son de tipo germánico-nórdico, mientras que otras se inspiran en el mundo celta, como los druidas y los movimientos de tipo wicca. Entre estos últimos destaca la Wicca Celtíbera, un culto pagano de transmisión hermética, mistérica e iniciática constituido a partir de la brujería tradicional que se practicaba antiguamente en la península.
Un fenómeno complejo
En opinión del profesor Strmiska, que lleva años estudiando estos movimientos y ha publicado varios libros sobre el tema, resulta difícil poner cifras a este fenómeno a escala global. “La situación se parece a un caleidoscopio”, explica. Los nuevos grupos neopaganos son tan numerosos como variados. Además, mucha gente no se une a ellos de un modo oficial sino “de manera informal, participando online, yendo ocasionalmente a algunos ritos o incluso in-ventándose los suyos propios para practicarlos a solas o acompañados de su familia y amigos más cercanos”.
Las que sí están más claras son las causas. “El cristianismo ya no domina totalmente la sociedad y la cultura, por lo que la gente simplemente se siente más libre para explorar estas tradiciones antiguas, así como otras como el budismo, el hinduismo, la santería, el taoísmo o cualquier otra práctica que no estuviera disponible hace 50 o 100 años”.
El rechazo al materialismo y al consumismo propios de la sociedad moderna hace que muchos se sientan llamados a un estilo de vida más profundo y espiritual. En esta línea, el amor y la concepción sagrada de la naturaleza es otro de los reclamos que comparten muchos neopaganos. “El sentirse conectado con la naturaleza y encontrar a los dioses y diosas en ella, de hecho, es otro de los elementos centrales en todos estos movimientos”, destaca Strmiska.
Este es el caso del escritor y realizador audiovisual alicantino Artur Balder, que practica la religión Ásatrú desde hace años y una de cuyas obras, la Saga del Teutoburgo, ha sido declarada “sagrada” por la Comunidad Odinista-Ásatrú de España. Balder explica que, en el Ásatrú, todo está relacionado con el ciclo natural de la tierra. “No puede haber futuro para nosotros si no respetamos un futuro para la naturaleza. El Ásatrú no requiere iglesias, edificios o espacios habilitados”.
Otros, sin embargo, ponen más énfasis en la búsqueda de las propias raíces. “En un mundo que cambia con rapidez, hay quien halla sentido y seguridad al tocar cosas del pasado, las tradiciones de sus ancestros o de su grupo étnico”, explica Strmiska. Aunque, en su opinión, este es un terreno “resbaladizo”, puesto que ¿quiénes serían los ancestros de los españoles? ¿Los católicos, los moros, los judíos, los romanos, los paganos germanos o los celtas?”.
A vueltas con la tradición
Muchos de los movimientos neopaganos presentes en España han logrado el reconocimiento legal como entidades religiosas. Sin embargo, sus líderes se quejan del trato de favor que la legislación actual sigue dando a las religiones mayoritarias. Ninguna de las confesiones neopaganas ha logrado el reconocimiento de “notorio arraigo” que establece la ley sobre libertad religiosa. Esto hace que los matrimonios que ofician sus sacerdotes, por ejemplo, no tengan efectos civiles, de modo que los contrayentes tienen que volver a casarse por la vía civil. Asimismo, los ministros de culto de estas confesiones tampoco pueden asistir oficialmente a sus fieles en hospitales, prisiones o entierros.
Para Ernesto García, de la Comunidad Odinista-Ásatrú de España, “es un sistema discriminatorio, pues establece diferencias entre las religiones, haciendo que, en la práctica, unas religiones sean consideradas de primera y las otras de segunda”. Javier Tomás, practicante de esta religión y colaborador de La Voz de Odín, una web especializada en temas sobre el mundo Ásatrú, opina que debería reconocerse ese notorio arraigo “pues la tradición goda o la druida en el norte de España son ancestrales”.
De los Señores de Kobol a la Fe de los Siete
Diversas series televisivas de éxito recrean la mitología nórdica y la brujería. Algo que recoge en La Vanguardia Francesc Puig, en un artículo que complementa al anterior y que reproducimos a continuación.
Hay series que marcan tendencias y otras series que las recogen. Y a veces sucede como el dilema del huevo y la gallina, ¿qué fue antes? Dos de las ficciones que gozan de gran prestigio y seguimiento en la actualidad como son Juego de tronos y Vikingos reflejan un paganismo que, si bien en el medievo recreado por el escritor George R. R. Martin en Juego de tronos es una fabulación, en la recreación histórica de la sociedad vikinga se ajusta a una realidad.
La palabra pagano proviene del latín paganus, que significa habitante de una pagus (aldea o comarca rural). Los paganos tenían sus propios rituales acordes con su estilo de vida basado en el equilibrio entre las fuerzas de la naturaleza y su armonización con los seres vivos. Al vivir en la naturaleza, era lógico que la venerasen y así se trasluce en ambas ficciones.
Vikingos, la prestigiosa serie producida por The History Channel, destaca por una fidelidad histórica que recoge la gran religiosidad que profesaba el pueblo vikingo, tanto cristiana como pagana, e incluye numerosas referencias a mitos y leyendas de la cultura nórdica. Su protagonista, Ragnar, al igual que muchos vikingos, coquetea con el cristianismo.
En los Siete Reinos de Juego de tronos la religión dominante es la Fe de los Siete (aunque existen muchas otras como la de los Antiguos Dioses). La Fe venera a los Siete, una única deidad con siete aspectos o rostros (la Madre, el Padre, el Herrero, la Doncella, el Guerrero, la Vieja y el Desconocido) que representan una virtud diferente. Estas siete caras del mismo dios son la particular santísima trinidad de George R. R. Martin, quien confesó haberse basado en el catolicismo para crear la Fe.
Pero el paganismo también se halla en ficciones ubicadas en la actualidad. Estuvo presente en la primera temporada de True detective (2014), cuando apareció el Rey amarillo, una figura que los detectives encarnados por Woody Harrelson y Matthew McConaughey escucharon por primera vez cuando visitaron al ex marido de la chica aparecida muerta en el primer capítulo. Éste les hablaba de un Rey amarillo que frecuentaba un lugar en los pantanos rodeado de ruinas en el que se realizaban sacrificios humanos y se rendía culto a deidades paganas.
Y del pasado y presente al futuro. En una de las más recientes y aclamadas producciones de la ciencia ficción televisiva, Battlestar Galactica (2003-2010), los humanos de las doce colonias de Kobol profesaban una religión politeísta en la que se creía en muchas deidades a las que se conocía como Señores de Kobol. Esas deidades eran las mismas del panteón de la mitología griega que a su vez fueron inspiración de los dioses de la mitología romana. Los huma-nos de esas doce colonias adoraban a Atenea, Apolo, Artemisa, Afrodita, Hera, Ares y Zeus, aunque también existían referencias a otras culturas de manera más anecdótica, como son los nombres nórdicos de la Battlestar Valkyrie (las valquirias eran deidades femeninas) y la Estación militar Ragnar (nombre derivado de Ragnarok, la batalla del fin del mundo).
El paganismo se asocia a veces al diablo o a criaturas fantasiosas y se entra de esa manera en el mundo de la magia y la brujería. En ese terreno, destaca la popular serie Embrujadas (1998-2006) o American Horror Story: Coven (2013).
Una sociedad pagana
Se equivocaron los estudiosos –ilustrados, marxistas, evolucionistas, positivistas y cientificistas– que aseguraban que la religión es un producto de la «infancia de la humanidad» que desaparecería en beneficio de la racionalidad y la ciencia. No ha sido así. Se equivocó Friedrich Nietzsche al levantar acta de la defunción de un Dios que, para millones de creyentes, sigue vivo. Se equivocaron quienes pensaron que, superada la religión, el Hombre, o el Superhombre, o la Razón, o la Revolución, o el Progreso, ocuparían el lugar del Dios destronado. Tampoco ha sido así.
La religión sigue ahí y Dios sigue ahí. Y no desaparecerán, porque el ser humano es, por naturaleza, un homo religiosus. La religiosidad –sea cual sea su expresión– es una característica, una facultad, una necesidad y una manifestación íntima del ser humano. Tan es así, que bien puede decirse lo siguiente del ser humano: por su vivencia religiosa le conoceréis.
La secularización de la sociedad contemporánea no conlleva la desaparición de la religiosidad o la espiritualidad. Lo contrario es cierto: aparecen o reaparecen nuevas y viejas formas de religiosidad o espiritualidad. El desencanto religioso no supone la desaparición de la trascendencia. Ahí está la aparición o reaparición de nuevas y viejas formas de la trascendencia. De la providencia divina a la providencia terrenal. De la bienaventuranza celestial a la bienaventuranza mundana. Las creencias se multiplican. El ser humano amplía el campo del sentido y de lo sagrado. En definitiva, el hombre sigue creyendo y las creencias se incrustan en el comportamiento del ser humano. Con toda probabilidad, las creencias son indispensables para otorgar sentido a la vida. Aunque, también puede ser cierto que, para algunos de nuestros contemporáneos, el sentido se encuentre en el sinsentido.
Sabemos que la religión –entidades trascendentes, credo, ritos, comunicación, comunidad, valores, modelo de conducta, sanciones y recompensas en esta o la otra vida– está en nosotros y entre nosotros. ¿Y ahora en qué creemos? Dios no ha muerto. Pero, han emergido muchos dioses menores que permiten hablar del retorno del paganismo. Esto es, un politeísmo que marca la vida cotidiana de una parte importante de la ciudadanía, que aparece por doquier y en cualquier circunstancia. Que se adueña del espacio privado y público. Un paganismo rutinario, banal, familiar, difuso, omnipresente y versátil que orienta la conducta del ciudadano y tiene respuesta para todo y para todos. ¿Un catecismo laico? Afirmativo. ¿Una escatología laica sustitutoria? Afirmativo. Y de muchas creencias que complacer, de muchas necesidades que satisfacer, de muchas formas y modelos de vida que representar; de todo ello, surge un paganismo –un politeísmo– de amplio espectro. Nada nuevo en la historia del ser humano. Vivimos –enésima resurrección– en una sociedad marcada por el paganismo o lo pagano. Una manera de aprehender el mundo así como un determinado sistema de creencias y valores. Y deseos, ilusiones y esperanzas. También, un código de conducta. Vale decir que el paganismo secularizado de nuestro tiempo no rechaza la espiritualidad, ni la experiencia de lo sagrado, sino que elige una espiritualidad y una experiencia de lo sagrado distintas. Un paganismo que entiende el bien o lo moral como realidades inmanentes. Un paganismo que no es agnóstico, ni descreído, ni indiferente, ni ateo. Una manera particular de relación entre el hombre y el mundo. Y entre el hombre y el hombre. Lejos de desacralizar el mundo, el paganismo lo sacraliza. A su manera.
Una sociedad pagana en un mundo secularizado. Recurramos a la etimología: el saeculum frente al aeternum. El aquí y el ahora frente al más allá y el después. Incluso, contra el más allá y el después. El presente contra el futuro. Gana el presente. Lógico en una época que parece haber desterrado la posibilidad del futuro. Hoy se piensa el presente y en presente, se vive el presente y se hacen planes para el presente. El futuro ha entrado en crisis. Por eso, los dioses paganos de nuestro tiempo remiten al presente. Y por eso, los ciudadanos creen en los nuevos dioses del presente. Recurramos otra vez a la etimología. Credo: «Ofrecer el corazón, la fuerza vital, esperando una recompensa». Sí. Pero, recompensa aquí y ahora. Una sociedad instalada en el siglo. Corolario: un hombre que cree, confía, se encomienda, imita o adora a unos dioses mundanos.
Pero, ¿qué dioses? Entre otros, los siguientes: la naturaleza o la madre nutricia, el animal o el hermano lobo, el cuerpo o la imagen, el Estado o la protección, la meditación o la conexión con la transcendencia, el sexo o el placer, la velocidad o el reino de lo instantáneo, el deporte o el culto al atleta, la gastronomía o el deleite del gusto, lo frívolo o el culto a lo superficial, el mercado o el templo sagrado del dinero, Internet o la omnipresencia, la omnisciencia y la omnipotencia. Y, finalmente, como no podía ser de otra manera, el culto al Yo o ese querer ser Dios y no permitir que Dios sea Dios.
En este contexto, la creencia en un solo Dios ha devenido una opción más. Sin embargo, el paganismo no ha conseguido eliminar la existencia de lo religioso en la vida del ser humano. A fin de cuentas, el Hombre sigue apuntando a la relación con el absoluto y la salvación. Aunque se trate de una relación secularizada, de una trascendencia en la inmanencia, de una espiritualidad laica, de una vida anclada en el ideal griego del instante eterno que valora el presente como lo irremplazable.
En cualquier caso, el paganismo contemporáneo está ahí. Y con él ha llegado la apariencia y la representación, la sociedad del espectáculo, el aristocratismo y supremacismo espirituales, el complejo de Apolo de quien pretende iluminar al mundo con su sabiduría, y la licencia pagana que daría derecho a todo.
Vuelve la espiritualidad pagana –que aspira a ocupar el lugar del Cristianismo– en sus diversas manifestaciones. Pero, ¿de qué estamos hablando? No solo de creencias y experiencias pseudoreligiosas, pararreligiosas, mágicas o místicas. Estamos hablando de concepciones del mundo, de la necesidad de mitos y ritos, de estilos de vida, de cultivo del mundo interior, de actitudes, de formas de interrelación, de alternativas a la tradición, de emociones, ilusiones, deseos, anhelos, frustraciones y esperanzas que no pueden entenderse o «realizarse» sin el auxilio de la religión o la creencia. Y, también, del reencantamiento del mundo y la superstición.
La pregunta: ¿merece la pena –incluso desde posiciones agnósticas– minusvalorar o abandonar un Cristianismo que, con todas las críticas que se quiera, ha estructurado nuestra cultura y nuestros valores: el sentido de la vida, la dignidad de la persona, la hospitalidad, el perdón, la piedad, la solidaridad, la compasión, la cohesión social y un Occidente que muchos repudian sin saber lo que está en juego?
Claudio Magris: «Nietzsche profetizaba, en un futuro que para nosotros es ya en parte presente, la muerte de Dios, celebrándola como una liberación. Tanto la religión como la ciencia sufren ahora la agresión de la indecente y ramplona orgía irracionalista, con toda su morralla de horóscopos, parapsicología, astrología, ocultismo, espiritismo y demás majaderías». (La historia no ha terminado, 2008).
CRISTIANO, SI CREES EN CRISTO. ¿POR QUÉ TIENES TANTOS ÍDOLOS QUE TE ESCLAVIZAN Y TANTOS MIEDOS?
La superstición ofende a Cristo porque revela una falta de abandono y de confianza en Él.
En la evangelización, en la predicación de la misa y en la catequesis, es necesario anunciar que el cristiano se fía sin limites de Cristo, que libera y salva al hombre de las fuerzas del mal que lo amenazan. Por el contrario, la superstición no sólo no lo libera ni lo protege de las fuerzas del mal sino que es una vía que le esclaviza para siempre.
NUEVA ERA (NEW AGE)
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