EL Rincón de Yanka: OSWALD SPENGLER: 📘 "LA DECADENCIA DE OCCIDENTE". HACE 100 AÑOS QUE NOS LO ADVIRTIÓ

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lunes, 30 de abril de 2018

OSWALD SPENGLER: 📘 "LA DECADENCIA DE OCCIDENTE". HACE 100 AÑOS QUE NOS LO ADVIRTIÓ


Oswald Spengler 
y la decadencia de Occidente


Oswald Spengler fue un filósofo de la Historia alemana, autor principalmente del libro La Decadencia de Occidente (1918), de gran impacto y alcance mundial en el Periodo de Entreguerras, pero relativamente olvidado desde la segunda mitad del siglo pasado hasta la fecha.

"Desde la publicación en 1918 del primer volumen de La decadencia de Occidente de Oswald Spengler, las profecías sobre la muerte segura de lo que llamó la "civilización fáustica" han sido un tema recurrente para los pensadores y los intelectuales públicos. Se podría considerar que las crisis actuales en los Estados Unidos y en Europa, consecuencia primordialmente de los fallos éticos inherentes al capitalismo de los Estados Unidos y a las deficiencias de funcionamiento de Europa, atribuyen crédito a la opinión de Spengler sobre la insuficiencia de la democracia y a su rechazo de la civilización occidental por estar impulsada esencialmente por una corruptora avidez de dinero."




Ahora, a consecuencia de la interpretación por el historiador norteamericano Samuel Huntington de la pasada guerra de los Balcanes, que llevó a la desmembración de Yugoslavia y de los ataque a la Torres Gemelas de Nueva York por el radicalismo islámico, como un “choque de Civilizaciones”, está volviendo a despertar el interés actual por su concepto de las Civilizaciones como círculos culturales (Kulturkreise) irreductiblemente cerrados, que inevitablemente tienden a chocar entre sí cuando entran en contacto. En España fue introducido por Ortega y Gassetquien impulsó la edición de La Decadencia de Occidente en Espasa Calpe (1923) en la magnífica traducción de Manuel García Morente. Ortega se apoyó entonces en Spengler para decir que la llamada Primera Guerra Mundial no había pasado de ser una guerra entre los imperios occidentales (inglés, francés, alemán, ruso y austro-húngaro). No había por tanto sido realmente mundial o global, como diríamos hoy, pues era una guerra interna de la propia Civilización europea sin afectar seriamente a otras grandes Civilizaciones, como la Hindú o la China.

En el título de su obra se diagnosticaba la decadencia de la gran Cultura europea que, pasada ya su época clásica, comenzaba a declinar ahogándose en terribles guerras intestinas por intereses puramente económicos y pronosticaba por ello el final de su democracia y la llegada de un poder cesarista despótico. Dicho nuevo poder no serían, en su opinión, precisamente los nazis hitlerianos, que lo condenaron a una especie de ostracismo, pues el “socialismo prusiano” de Spengler proponía una aristocracia meritocrática regeneracionista que no encajaba con la dirección del socialismo nazi integrada mayormente por cuadros de partido brutalmente racistas e ignorantes. Dicho poder sería para Spengler más bien Rusia, la llamada Tercera Roma. Su error más importante fue entonces infravalorar a la otra posibilidad de poder que eran los norteamericanos, un pueblo también joven frente a la decadente y envejecida Europa. El pueblo ruso era visto por Spengler como un “pueblo de pueblos” que llevaría la promesa de una nueva civilización, una nueva Roma. En esto creemos que se equivocó, pues otros ven ahora la Tercera Roma naciente en USA.


Pero, quizás lo que todavía puede perdurar y ser actual de Spengler es su Historia comparada de las grandes Civilizaciones, que se han desarrollado a lo largo de la Historia mundial, tratando de obtener algunas leyes históricas que se deducen de las analogías y repeticiones que se extraen de su estudio histórico positivo, según el enfoque que trata de delimitar la “fisionomía” de las grandes Culturas o Civilizaciones históricas. Es lo que podemos constatar en el reciente libro de Carlos X. Blanco, Ostwald Spengler y la Europa fáustica, (Ediciones Fides, 2016) en el que el autor trata de volver a leer a un Spengler que sigue siendo famoso, pero que ha sido relegado y postergado en el actual ámbito universitario español. Un Spengler cuyo: “enfoque fisionómico de las culturas -se trata de delimitar la ‘fisionomía’ de sus formas históricas- nos dice que las civilizaciones son mortales, que pueden morir y que tal es su destino común. No son pueblos o épocas, sino culturas, irreductibles las unas a las otras, los motores de la historia mundial. Estas culturas no son creadas por los pueblos, sino, al contrario, son los pueblos los que son creados por las culturas. La Antigüedad, por ejemplo, es una cultura separada, similar pero totalmente distinta de la cultura fáustica occidental. Todas las culturas obedecen a las mismas leyes orgánicas del crecimiento y de la decadencia. El espectáculo del pasado nos informa, pues, sobre lo que todavía no ha sucedido”.

De este enfoque se deduce que la Civilización Occidental no seguirá progresando indefinidamente como si fuese inmortal, pues ninguna Civilización anterior lo ha conseguido. Lo más razonable es pensar que acabará declinando como las anteriores. Esto no sería un mero pronóstico pesimista, sino un diagnóstico resultado de la observación y el conocimiento histórico, de la misma manera que no nos convertimos en agoreros pesimistas por decir que la vida humana se encamina necesariamente hacia la muerte, pues ello es “ley de vida” a la que no cabe más que resignarse. Más bien nos permite organizar con más realismo nuestro plan de vida y nuestras expectativas futuras de una forma adecuada a la edad en que nos encontramos. El viejo no puede volver a ser joven, pero puede orientar y aconsejar el camino que deberían seguir los más jóvenes.

Pero no nos engañemos: el eurocentrismo y el desmedido orgullo occidental han recibido golpes duros en los últimos años, pero, para quienes en Occidente se sienten vencidos por el fatalismo y las dudas sobre sí mismos, de la "primavera árabe" y de la reanudación en Rusia de la revolución inconclusa que acabó con el comunismo emana ahora un mensaje de esperanza. Tampoco se ha resuelto la incoherencia entre el capitalismo de China y su falta de libertades civiles. No se puede descartar una "primavera china".
Occidente afronta amenazas graves… como siempre, pero los valores de la libertad y la dignidad humanas que impulsan la civilización occidental siguen siendo el sueño de la inmensa mayoría de la Humanidad.

La decadencia de Occidente, cien años después. 
Un libro que nos advirtió del colapso




Hemos echado a Dios de todas partes y después exclamamos con reproche cuando pasa alguna masacre: ¿Dónde está Dios?Bryan Jonathan Fischer: Y esta es la razón: Dios no va donde no lo quieren. Llevamos años, diciéndole a Dios que se pierda. Diciéndole: "No Te queremos en nuestras escuelas; no queremos orarte en nuestras escuelas; no Te queremos orar antes de los partidos de fútbol; no queremos hablar de Ti en las escuelas; no queremos que Tu palabra sea leída en las escuelas. Sacamos las oraciones de las escuelas, pateamos la Biblia de las escuelas, sacamos los diez mandamientos de las escuelas. Sacamos a patadas a Dios de nuestro sistema educativo y creo que Dios nos diría: "Estaría feliz de invitar a sus niños, pero tienen que invitarme de vuelta a su mundo. No voy a ir donde no me quieren. Soy un caballero".
Se cumplen cien años desde la publicación en 1918 del primer volumen del libro La Decadencia de Occidente, de Oswald Spengler.
El segundo volumen se editó cinco años después, en 1923. En esta obra se planteó por primera vez la idea de que nuestra afamada civilización occidental se acerca al ocaso. ¿Qué se puede decir al respecto un siglo después?

La decadencia de Occidente

El gran historiador del siglo XX Arnold J. Toynbee coincidió con Oswald Spengler en su idea fundamental, aunque no en los detalles. Para Toynbee, la civilización Occidental entró en colapso en el siglo XX, cuando las dos guerras mundiales mostraron su incapacidad para seguir enfrentándose a nuevos desafíos. Claro es que, para Toynbee, el colapso de una civilización no significa su desaparición, ni siquiera la preludia. Todavía tendríamos por delante –según él- unos cuantos siglos de lo que Toynbee llama Imperio Universal, ligados, eso sí, a cierto estancamiento cultural. La Decadencia de Occidente


Lo primero que tenemos que reconocer es que, si Spengler logró detectar la decadencia de nuestra civilización, eso significa que dicha decadencia había empezado mucho antes. Los movimientos evolutivos, tanto los biológicos como los culturales, son imperceptibles al principio. Cuando se hacen visibles, están ya muy avanzados en su desarrollo.

En el artículo “El mito de la Ilustración” se explica que en la primera mitad del siglo XVIII se produjo en todo Occidente un descenso cultural importante, un bajón en los avances científicos, literarios y artísticos de los dos siglos anteriores. Señala también que una de las figuras supuestamente importantes de esta época (llamada por quienes la vivieron con el pomposo nombre de Ilustración) fue el filósofo inglés David Hume, padre del escepticismo. Sus teorías filosóficas, basadas en la negación de la posibilidad del conocimiento de la verdad, pueden considerarse responsables de la decadencia fulminante que experimentó la filosofía a partir de mediados del siglo XIX, que se ha extendido a la ciencia desde mediados del siglo XX.

La decadencia de Occidente ha alcanzado hoy un estado muy avanzado, muy superior al que tenía en tiempos de Spengler. Si hacia 1920 las artes plásticas occidentales se estaban disolviendo en un conglomerado de ‘ismos’, con un número de escuelas artísticas casi igual al de practicantes, la música occidental puede considerarse prácticamente muerta desde hace medio siglo. Incluso el cine, la más moderna de las artes, propia en exclusiva de nuestra civilización, después de una corta época de oro que abarcó poco más de un cuarto de siglo, entró en colapso hacia 1965. A partir de esa fecha, el cine ha perdido originalidad y se apoya casi en exclusiva en remakes de éxitos anteriores, sagas galácticas y adaptaciones de obras literarias, modernas o antiguas.

¿Qué podemos decir de la ciencia? En artículos anteriores he mencionado que está perdiendo muy deprisa el contacto con la realidad. La física, la reina de las ciencias experimentales, está en franca decadencia. Cuando esta corriente alcance a la biología, la ciencia que más ha avanzado durante el siglo XX, todo el desarrollo científico de nuestra civilización habrá llegado a su fin. Algunos datos cuantitativos proporcionan indicios significativos de que esta tendencia es real, de que no se trata de simples prejuicios pesimistas.

En un libro reciente (Evolución biológica y cultural en la historia de la vida y del hombre) trata de detectar la causa de la decadencia. Hay razones suficientes para afirmar que nuestra decadencia es paralela con el auge del ateísmo, que empezó con la Ilustración, se extendió a la filosofía en el siglo XIX, provocando la muerte de esta disciplina (al menos, eso afirmó Karl Marx en los Manuscritos) y desde mediados del siglo XX ha invadido la sociedad entera.

La ciencia básica, menos contaminada por esta tendencia, pues no tiene nada que decir en cuestiones religiosas, ha permanecido alejada de la decadencia durante más tiempo, pero la invasión por el ateísmo del entorno social amenaza con poner punto final a su desarrollo. Solo la ciencia aplicada (es decir, la tecnología) mantiene aún la inercia de su avance en los siglos anteriores.

En resumen: La decadencia de Occidente, señalada por Spengler hace un siglo en un libro que provocó una fuerte polémica, es hoy indiscutible. Solo nos queda la duda de cuánto tiempo podremos mantenernos en esta situación.


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