“Todos tenemos nuestros propios Andes...
Tod@s pasamos por experiencias
distintas de sufrimiento,
pero de una forma u otra tenemos
que seguir viviendo.
Tod@s tenemos unos Andes que atravesar..."
“El objetivo nuestro era sobrevivir… todo el instinto, toda la fuerza, la inteligencia, el trabajo en equipo, se puso en un solo objetivo: salir de ahí por nosotros mismos, porque oímos por la radio que nadie nos iba a rescatar. En mi caso, sabía que tenía que conservar mis energías hasta el verano (el avión se estrelló en octubre, en pleno invierno en el hemisferio sur) porque no podíamos intentar salir de ahí antes por el frío, pues te hundes en la nieve hasta la cintura. Yo decía: si me pongo triste y lloro, voy a perder sal por mis lágrimas. O sea, no puedo permitirme el lujo de perder esa energía”.
Otra de las lecciones que allí aprendieron es que se necesita poner imaginación para buscar soluciones, que hay que saber innovar. Por ejemplo, la pared de maletas, maletines y asientos que construyó el capitán del equipo apenas estrellado el avión para que el viento no entrara al fuselaje, les salvó la vida, pues si no hubiera estado esa pared, se hubieran congelado la primera noche. Otro inventó una especie de hamaca para sostener a los más heridos, fabricada con los cinturones de seguridad y dos postes de metal. También fue ingenioso el invento para derretir el hielo y tomar agua, cuestión que era más problemática que la comida (el cuerpo humano se deshidrata cinco veces más rápido a esa altura que a nivel del mar). Finalmente, con un aislante para el frío que encontraron en la cola del avión, fabricaron un saco de dormir para la travesía de Parrado y Canessa; sin ese saco, hubiesen muerto congelados enseguida.
La montaña y la cordillera son sinónimos de desafíos que parecen imposibles hasta que se cumplen, y de ahí que Canessa insista: "Todos tienen su cordillera". Para él, la gente se identifica con su historia porque tienen una "curiosidad sana" de saber cómo hicieron para sobrevivir y en quiénes se convirtieron como consecuencia de eso.
Vestidos apenas con jeans y buzos de lana, Parrado y Canessa escalaron las montañas durante ocho días hasta avistar a un arriero chileno. La travesía de 80 kilómetros, que culminó en el rescate de los otros 14 sobrevivientes, 72 días después del accidente, es considerada por andinistas la hazaña del montañismo más grande de la historia.
Los andinistas norteamericanos, que en 2006 hicieron el mismo trayecto, con todos los equipos modernos y comunicaciones, me dijeron que es la hazaña de montañismo más grande de la historia, que la hicimos gracias a nuestra ignorancia, pues si hubiéramos sabido a que nos enfrentábamos, no habríamos comenzado.
La salvación era cuestión de fe en Dios, pero también de suerte y voluntad propia. Vivir es un privilegio y una decisión.
Los héroes olvidados
Antonio Mercader (*)
Antonio Mercader (*)
Ocurrió hace más de un cuarto de siglo, pero los uruguayos aún no hemos terminado de asumir la odisea de los Andes como la hazaña que fué. Nuestros dieciséis sobrevivientes son los protagonistas de una de las mayores aventuras humanas del siglo XX, aunque en Uruguay seguimos mirando su peripecia con recelo, prejuicios e indiferencia. Sobre todo con indiferencia. Ni uno solo de nuestros pensadores ha destinado un párrafo a analizar el episodio; no hay canción popular que los mencione; no existen como héroes ni pertenecen a épica alguna, lo que tal vez, en definitiva, sea bueno para ellos pues han podido rehacer sus vidas con normalidad, sin el acecho de la fama.
No es bueno, en cambio, para la sociedad en que viven. El caso no habla bien de nosotros, de nuestra capacidad de extraer de esta historia sus aspectos aleccionantes. El coraje, la inteligencia, la solidaridad, el don de la organización, el ingenio, el sentido de grupo, la fé y un apasionado amor por la vida fueron las razones de su salvación. Esto es lo que explica el "milagro de los Andes" y esto es lo que merece ser exaltado, especialmente ante las nuevas generaciones. ¿En cuántas escuelas, en cuántos liceos del país se narra y se estudia esta epopeya cien por ciento uruguaya? Dicho de otro modo, ¿cuántos de nuestros jóvenes toman como modelo, digamos, por ejemplo, a un Fernando Parrado? Alguna vez comparamos a Parrado con Obdulio Varela, este sí, modelo de varias generaciones de compatriotas. La leyenda de Obdulio está cimentada en un momento estelar, tras el primer gol brasileño en Maracaná - 1950, cargó la pelota en sus manos, arengó a sus compañeros, criticó a los árbitros y desafió a la tribuna, todo lo cual, según se afirma, engendró la reacción celeste y la victoria. Veamos ahora lo que hizo Parrado, con sus escasos 20 años. Perdió en el accidente a su madre y a su hermana, él mismo fue dado por muerto; así y todo, sobrevivió durante dos meses a cuatro mil metros de altura, al frío , al dolor, a las privaciones; salió a buscar socorro para sus compañeros y tras caminar una semana por el techo del planeta fue capaz de cargar al compañero que desfallecía; lo salvó y dirigió el rescate de sus catorce compañeros tras entregar aquella esquela que conmovió al mundo entero y que empezaba así. "Vengo de un avión que cayó en las montañas, soy uruguayo..."
"Soy uruguayo". El mundo se dio por enterado y se rindió ante la hazaña de Parrado y los suyos. Uruguay no, al menos hasta la fecha. Hay muchos que todavía no entienden que es más heroico cargar a un compañero moribundo que a una pelota de fútbol. Aún se oyen por ahí algunos cuchicheos sobre aquel accidente aéreo de 1972: que si eran "chicos de Carrasco"; que si ganaron poco o mucho dinero con el libro y la película; que si debieron hacer esto o lo otro...¡Vaya! ¿Tendrá esto algo que ver con el negativismo y la tan mentada "pálida" nacional que nos impide apreciar los éxitos propios? Algo de eso hay, no cabe duda. Y en contra de eso, contra esa visión escéptica nihilista y desvalorizadora de lo que somos, habrá que seguir peleando.
(*) Antonio Mercader es ministro de Educación y Cultura de Uruguay.Publicitado en el Diario del siglo XX, editado por El Observador en diciembre de 1999.
"No sobrevive el más fuerte,
sino al que más quiere a la vida"
sino al que más quiere a la vida"
La esperanza es uno de los aspectos que jamás hay que perder en una situación tan dramática como aquella, y en esa cordillera vino en forma de canción. Trascurridos diez días desde el accidente, el grupo consiguió arreglar un transistor y a través de él pudieron escuchar la canción Volver, de Gardel, con una letra* que les ayudó a sobrellevar aquellos malos momentos.
“Escuchamos en el transistor que se había suspendido la búsqueda, y era un encuentro de sentimientos, la rebeldía de estar enterrados vivos, que todo transcurría sin ti”, afirma.
*
...Bajo el burlon
mirar de las estrellas
que con indiferencia
hoy me ven volver.
Volver
con la frente marchita
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir
que es un soplo la vida
que veinte anos no es nada
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra...
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