EL Rincón de Yanka: SÍNDROME DE PROCUSTO: PECADO CAPITAL ESPAÑOL

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viernes, 21 de octubre de 2016

SÍNDROME DE PROCUSTO: PECADO CAPITAL ESPAÑOL

Síndrome de Procusto: 
Prescindir de quien sobresale


Ser español es ser al mismo tiempo en contradicción:
"Envidiosamente soberbio y soberbiamente envidioso"
El carácter español está bien definido por la envidia y de eso hay pruebas a lo largo de la Historia. Este país, cainita en muchos aspectos, no soporta el bien, la felicidad, o los méritos de sus convecinos, de sus amigos, conocidos y, mucho peor, de sus propios familiares cuando no son muy allegados, pero los acepta cuando las detentan personas lejanas en el tiempo, en el espacio geográfico o en la extranjería del personaje. Por eso, en España quien triunfa en cualquier área de actividad: artística, deportiva, política, social, etc., siempre se ve envuelto en una nube tóxica de murmuraciones, de traiciones por parte de los más allegados, de calumnias, de golpes bajos, de los cuales vemos ejemplos todos los días en los medios de comunicación, sobre todo si esos personajes han ganado una fama, fortuna y bienestar tal que son especialmente llamativos en su dimensión. Por eso, es frecuente oír en programas televisivos, prensa rosa, programas radiofónicos y cualesquiera mentideros en las ondas o en el papel cuché que existen, rumores de homosexualidades supuestas y no probadas; adulterios cantados a bombo y platillo y sin más fundamento que la palabra de quien los afirma; enfermedades terminales inexistentes, delitos imputados sin pruebas y un largo rosario de bajezas, canalladas, traiciones, calumnias y demás indecencias con el sólo objeto de disminuir la categoría artística, profesional, humana, o ambas a la vez, del cantante de turno, del bailarín famoso, del futbolista en la cresta de la ola y de cualesquiera que tenga la mala suerte de nacer en una país en el que se combate la inteligencia, la originalidad, la personalidad y el talento por parte de una horda de mediocres, cantamañanas y fracasados que sólo conciben la vida echando mierda a la de los demás con las malas artes en las que sí son unos virtuosos, aunque las demás virtudes no las tengan en su paupérrimo curriculum de envidiosos frustrados y sinvergüenzas ejercientes.
La incapacidad para reconocer como válidas ideas de otros, el miedo a ser superado profesionalmente por un subordinado o la envidia pueden llevar a algunos directivos o mandos intermedios a eludir su principal responsabilidad, tomar las decisiones más adecuadas para su empresa, dedicándose a cercenar las iniciativas, aportaciones e ideas de aquellos que pueden dejarles en evidencia. Es el Síndrome de Procusto, un nombre de origen mitológico que retrata una figura que suele observarse en entornos laborales y resulta nefasta para cualquier organización o equipo, incluido el de Comunicación.
La propia definición del síndrome de Procusto ya deja claras sus negativas consecuencias:
“Aquel que corta la cabeza o los pies de quien sobresale”.

Historia del mito:
En la mitología griega, Procusto era un posadero que tenía su negocio en las colinas de Ática. Cuando un viajero solitario se alojaba allí, Procusto entraba por la noche en su habitación y le ataba las extremidades a las esquinas de la cama.
Entonces, había dos posibilidades. Si el viajero era más grande que la cama, Procusto le cortaba las extremidades que sobresalían (pies, brazos, cabeza…) para que ‘encajase’ exactamente en el lecho.

Si por el contrario era más pequeño, le ‘estiraba’ hasta descoyuntarlo para que se adaptase a la medida. De hecho, el verdadero nombre del posadero era Damastes. Procusto era su apodo ya que significa ‘el estirador’.
Lo cierto es que nadie se adaptaba inicialmente a la medida ya que, al parecer, Procusto tenía dos camas para esta tarea, una grande y otra pequeña, y asignaba una u otra habitación en función de la altura del huesped.
El héroe Teseo, en el último de sus trabajos, fue quien acabó con Procusto engañándole para que se tumbase en la cama, momento que aprovechó para atarle y aplicarle su propio ‘método’.

El Lecho de Procusto:
La literatura universal ha utilizado frecuentemente esta figura desde la antigua Grecia y muy pronto se aplicó a diferentes entornos como la familia, la empresa, la política…
Básicamente Procusto se ha convertido sinónimo de uniformidad y su síndrome define la intolerancia a la diferencia.
Así, cuando alguien quiere que todo se ajuste a lo que dice o piensa, lo que quiere es que todos se acuesten en el ‘Lecho de Procusto’.

Procustos en la empresa:
Para reconocer mejor la figura del Procusto en una organización, suelo realizar una distinción entre dos modelos que tienen ligeras diferencias, ‘Conscientes’ e ‘Inconscientes’ de que lo son:
Inconscientes de que lo son: Directivos y mandos intermedios que no escuchan otras opiniones al entender directamente que su idea siempre va a ser la mejor y son los demás quienes deben adaptarse a ella.
Conscientes de que lo son: Directivos y mandos intermedios que reconocen entre sus subordinados a figuras que pueden hacerles sombra.
Consecuencias:

Inconscientes de que lo son:
Su visión siempre es tan clara que se molestan si se les dice que no tienen razón.
No se ponen en el lugar de los demás, aunque creen que sí lo hacen.
Suelen hablar de tolerancia, multidiversidad, intercambio de ideas… pero cuando esto se produce no soportan que se den opiniones diferentes a la suya y encuentran cómo criticar o deslegitimar a esa persona.

Conscientes de que lo son:
Tienen miedo de ‘jóvenes, nuevos y proactivos’ con conocimientos, capacidades o iniciativas que ellos no tienen.
Por ello, limitan las capacidades, creatividad e iniciativa de sus subordinados para que no evidencien sus propias carencias.
Son capaces de modificar su posicionamiento inicial ante un tema si ven que alguien opina igual y puede llegar a capitalizar la atención o destacar sobre él si se acepta esa tesis.

Consecuencias comunes:
Generan un clima laboral de tensión y estrés.
Fuerza las circunstancias para ajustarlas a su propio modelo.
No optimizan sus equipos. Priman su visión personal, o incluso sus intereses particulares, frente a la maximización del rendimiento y la eficacia.
Deforman, ocultan, interpretan… los datos obtenidos tras un estudio de manera que confirmen su hipótesis previa.
No asignan tareas a quienes las harían mejor, cierran su acceso a proyectos en los que destacarían, no les evalúan correctamente en los controles internos…
Exigen niveles de Calidad y perfección que, en muchas ocasiones, ni las tienen ellos ni se pueden alcanzar.
Por su autoconvencimiento de tener razón, son más proclives al lanzamiento de productos o servicios que exigen una cierta adaptación del usuario. Esto puede traer éxitos momentáneos si lo que se aporta también es novedoso y atractivo, pero si no se ha procurado adaptarse totalmente a lo que precisa el mercado la competencia pronto lo clonará adecuándolo al consumidor/cliente y llevará al fracaso a quien lo creó.

El departamento de Comunicación:
En los tiempos actuales, en los que las funciones de los departamentos de comunicación se han ampliado, un Dircom debe tener especial cuidado en no convertirse en un Procusto ya que tiene una serie de peligros añadidos que contribuyen a esa posibilidad.

La ampliación de las funciones puede dejar fuera de juego a quienes se han limitado a poco más que el envío de notas de prensa y relaciones con la prensa (generalmente porque esa era la única función que se les asignaba).
El crecimiento de los departamentos lleva al Dircom a tener que desarrollar labores de liderazgo y dirección de personas que, en algunos casos, nunca ha tenido que desempeñar al trabajar sólo.
Las redes sociales han traído la necesidad de entender y dominar su alcance, posibilidades y métricas; un entorno tecnológico al que puede costar adaptarse.

Cuando se da alguno de los puntos anteriores y se destapan carencias es cuando pueden surgir los Procustos.

Frente a esto, profesionalidad y formación continua son la solución. Ambas son las que aportan los conocimientos y la visión necesarios para tener la capacidad de gestionar adecuadamente las virtudes propias y las de los subordinados, y lograr que todas ellas contribuyan al bien común de la empresa y el equipo.
Porque el problema no es tener subordinados que saben más que tú sobre determinados temas, una situación que incluso es deseable como queda claro en la frase anterior de Steve Jobs (imagen). El problema es no saber gestionar ese talento.

Conclusión:
El Síndrome de Procusto es un gran mal de muchas empresas y prácticamente todos hemos visto casos concretos en los que se produce.
Como reflexión final, una frase propia que llevo años utilizando para referirme a este tema:

“El gran problema de muchas empresas es que tienen empleados en puestos de responsabilidad que han decidido (consciente o inconscientemente) que sus obligaciones no son las que les ha asignado la empresa, sino que su trabajo consiste en mantener su trabajo”.