Porque soy yo...
Pues deja de ser tú...
Querido lector, ¡es hora de quitarse la máscara! Acabas de comenzar tu juego de empeños y rendiciones. Vas a emprender un viaje interior en el que necesitarás valor, y del que no vas a quedar indemne. Entrarás por un laberinto de espejos en los que, quizá, te reconozcas, y del que sólo podrás hallar la salida si aciertas a seguir tu propio hilo de Ariadna a través de las sincronías. ¿No lo sabías? Esta vida es un juego que nos tomamos demasiado en serio, y en el que a cada empeño de nuestro ego, se sucede una rendición, consentida o no. Javier Expósito nos invita a una aventura literaria y espiritual insólita, en la que luz y sombra, acción e inacción, femenino y masculino, juegan a fusionarse de principio a fin en un continuo diálogo con el corazón y el alma del lector. Ya en la desembocadura, dejados a lo que venga, las Siete Leyes de la Rendición dan sentido para surfear las olas de la vida en un homenaje a la sabiduría milenaria de los maestros egipcios.
ME RINDO
Rendirse no es algo negativo, sino la aceptación de lo que sucede, la salida del empeñarse y empeñarse. Un paso más a la consciencia, un ser parte del Todo.
Lo afirmo, lo decido, lo decreto, me rindo:
A las azucenas, a los mirtos,
a los ruiseñores, a las águilas;
al agua de los torbellinos y los manantiales;
a los tumultos, a las soledades,
al dolor que nace de mi boca;
a la caricia que dora mi carne,
a la estrechez de la tristeza;
a la abundancia de la alegría,
a lo que muestre el espejo;
a lo que luzca en la estrella,
a la aroma de la flor que crece en el sueño,
a la raíz que hiende la herida,
a la marea que vela y desvela las orillas;
Me rindo a la mujer que me habita,
al hombre que me mueve;
a la fuerza de la sola palabra,
al cuchillo que afila el silencio,
al empeño de la sombra en huir de mis brazos,
a la amada que me rechaza,
al hermano que me apedrea;
al amigo que me traiciona,
a la luz que no afina su llegada,
a la mañana devanada en grises de amianto.
Me rindo a mi lloro, a mi sed de agua,
a la exaltación del deseo,
a la venda que al nacer se le puso a mi alma;
a la voluntad de los arcángeles,
al plan que mece desde mi cuna,
a la gracia de los perdones,
a la aceptación de lo negado;
a la vivencia de los ciegos,
a la iluminación de los humildes,
a la paz de la culpa, a la existencia del padre;
a la fe del resucitado, a la eterna aurora.
Me rindo, me rindo, me rindo
a ti que reinas sin reino,
que a ti que lo puedes todo,
a ti que acoges mi alma,
¡Oh! Amor... Soy tuyo sin ser mi dueña.
0 comments :
Publicar un comentario