EL Rincón de Yanka: TAUROMAQUIA

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lunes, 8 de septiembre de 2025

LIBRO "EL ARTE DEL TOREO": 🐂 ENCICLOPEDIA PRÁCTICA DE LA LIDIA Y DE SUS GRANDES MAESTROS por ANDRÉS AMORÓS

EL ARTE DEL 
TOREO
Enciclopedia práctica 
de la lidia y de sus grandes maestros
🐂

Tiene en sus manos un extraordinario compendio de la tauromaquia, una revisión profunda de la lidia como patrimonio cultural y popular, y también una completa aproximación didáctica al universo del toro.
Andrés Amorós, uno de los escritores y críticos taurinos más reconocidos, realiza en este ensayo un recorrido riguroso por la historia de la fiesta, desde los orígenes del toro como protagonista de ceremonias y celebraciones, hasta la evolución del festejo durante los siglos xx y xxi. Las ganaderías, la crianza y selección de los astados, las grandes plazas y las mejores faenas, un diccionario explicativo de las suertes y de los elementos de las corridas…

Este tratado enciclopédico recoge, así mismo, ejemplos de la impronta de la tauromaquia en la literatura, el cine y la pintura, y convierte sus páginas en un reconocimiento a los maestros más sobresalientes en sus más de dos siglos de vigencia: ochenta y cinco nombres de los que se recopila su trayectoria y su aportación a la lidia.
Una obra imprescindible para los nuevos aficionados y una referencia ineludible para los amantes del arte del toreo.

PRÓLOGO

A pesar de los continuos ataques de los animalistas y de los independentistas, la tauromaquia en España sigue gozando de bastante buena salud. Los datos y la experiencia lo demuestran: en 2023, la asistencia de público a las dos principales plazas españolas, la de Sevilla y la de Madrid, ha superado a la de todos los años anteriores. Sin bajar a estadísticas concretas, la tendencia está ahí, es indiscutible. También lo es la presencia creciente de grupos de mujeres y de jóvenes en los tendidos de las plazas españolas. 

El tópico que esgrimían los antitaurinos de que es una fiesta vieja, casposa, sin futuro, se está disolviendo como un azucarillo. Una de sus causas puede ser que, después del covid, la sociedad española se ha lanzado con entusiasmo a la calle, a los bares y restaurantes, a los viajes, a los conciertos, a disfrutar de la vida… Es cierto, pero eso no ha afectado por igual a todos los espectáculos. También es posible que una parte de la sociedad española esté reaccionando frente a tanta monserga seudoprogresista. 

En una sociedad urbana, no agrícola, como es la nuestra, muchos jóvenes desconocen el mundo de la tauromaquia. Es lógico que algunos no la entiendan o no les interese, pero no es disparatado pensar que otros, precisamente como reacción contra tantas exageraciones, sientan curiosidad por ver en qué consiste ese espectáculo y quieran forjarse su propia opinión. Por eso acuden a las plazas con sus amigos, dispuestos a pasarlo lo mejor posible. El resultado no puede ser unánime. Depende, ante todo, de la suerte que hayan tenido en esa primera experiencia. 

Por mucho que me gusten los toros, no puedo negar que hay corridas aburridas, exactamente igual que algunos partidos de fútbol, algunas películas y algunas obras de teatro. Pero hay tardes en las que en una plaza de toros se vive algo único, una experiencia extraordinaria, una comunión total. Si los jóvenes han tenido la suerte de vivir eso, o algo cercano, y si su sensibilidad conecta con ese arte, es casi seguro que querrán volver: presenciar otras corridas, comparar una tarde con otra, comentar con sus amigos… Cuando esa semilla ha prendido, no es fácil que se la lleve el viento, por muchas matracas antitaurinas que escuchen. Su asistencia a los toros dependerá de otras circunstancias: del precio de las entradas, sobre todo; de la facilidad para conseguir descuentos para jóvenes; del eco que tengan los toros en los medios de comunicación (por desgracia, hoy, tan escaso); del atractivo de los carteles; de la competencia con otras formas de diversión… 

Es decir, lo mismo que pasa con los demás espectáculos. Para el futuro de la fiesta, esta asistencia de jóvenes es decisiva. Exactamente igual sucede, por ejemplo, con los conciertos de música clásica. No todos los síntomas son negativos. 

Hace algunos años, ¿quién podría imaginar que muchos jóvenes europeos se iban a apasionar por la ópera, por la música barroca, por el canto gregoriano? Hoy es una realidad indiscutible. Para disfrutar con los toros, como con cualquier arte y espectáculo, hace falta una educación, un cierto conocimiento. Es muy fácil encontrar ejemplos: si a mí me aburre mortalmente un partido de béisbol, no debo pensar por ello que los millones de americanos a los que les apasiona son seres inferiores (ni tampoco superiores, claro está). 

Lo que me pasa es muy sencillo: yo desconozco por completo las reglas del béisbol, no sé apreciar una buena jugada, carezco de referencias, porque ese deporte es totalmente ajeno a la cultura en la que me he criado. Si yo viviera cierto tiempo en Estados Unidos, presenciara unos cuantos partidos y me lo explicaran bien, quizá acabaría gustándome. En otro terreno, a nadie le suele gustar un cuarteto de Beethoven la primera vez que lo escucha, ni un cuadro de Paul Klee, ni un poema de Góngora o Quevedo. Para apreciarlos, hace falta una familiaridad, cierto aprendizaje.

No estoy diciendo que la tauromaquia sea algo intelectual, todo lo contrario: es una fiesta popular que entra por los ojos, pero, para apreciarla de verdad, es necesario conocer sus reglas. Exactamente igual que sucede con cualquier arte o espectáculo. No es un problema de edad, sino de conocimiento. Me alegra ver llenos los tendidos de una plaza de toros, pero más de una vez me ha disgustado presenciar reacciones de una parte del público que no me parecían adecuadas. Y no es puritanismo: comportamientos que son habituales en un concierto de rock no serían admisibles, por ejemplo, en un partido de tenis. 

En los toros se aprende, entre otras muchas cosas, que cada uno debe estar en su sitio. En algunos públicos de toros, he advertido últimamente cierta desorientación, falta de criterio. No es extraño. Ya dijeron Ortega y Pérez de Ayala que en las plazas de toros se refleja claramente el clima social. Teniendo en cuenta cómo anda hoy la sociedad española, sería increíble que no viéramos algo semejante en la fiesta. 

Tuve la idea de este libro pensando en esos públicos, jóvenes o no, que acuden a una plaza de toros con más curiosidad que conocimientos. Para los que hemos visto bastantes corridas de toros y hemos escuchado y leído a unos cuantos maestros, resulta casi una obligación transmitir lo que ellos nos han enseñado. No solo necesitan orientación y criterio los nuevos aficionados. Como dice un refrán que me gusta mucho, «entre todos lo sabemos todo». Especialmente, en un mundo tan rico y tan complejo como es la fiesta de los toros. Hasta el muy sabio Marcial Lalanda hizo suya la frase de Goya: «Todavía aprendo». 

He intentado resumir en un libro manejable la información que puede querer cualquiera que asista a una plaza de toros. Eso incluye datos concretos sobre muchos aspectos: la historia de la fiesta, el toro bravo, la plaza, las reglas clásicas, los maestros del toreo, la relación con la sociedad y la cultura… He procurado explicar con claridad y sencillez, sin tecnicismos innecesarios, lo que yo considero básico. De cada uno de los temas, por supuesto, hubiera podido extenderme mucho más, pero no buscaba lucirme, sino ayudar al lector, sea cual sea su nivel de conocimientos taurinos. Me he dirigido tanto al espectador novel como al experto.

Pido perdón por los errores —me temo que habrá muchos— y por las omisiones, sobre todo, en la dificilísima selección de los toreros que comento. La extensión manda. También me disculpo por las repeticiones, inevitables en una obra de este tipo: una suerte (por ejemplo, la verónica o el natural) se menciona al hablar de la lidia, de la historia, del diestro que mejor la interpretó, de la obra literaria en la que se cita… 

He intentado que este libro se pueda leer seguido, como un ensayo sobre la fiesta; también, que pueda utilizarse como una obra de referencia para solucionar alguna duda. Recojo muchos datos objetivos y también ofrezco muchas valoraciones: inevitablemente, son subjetivas. 
En los públicos actuales, suelo echar de menos el criterio para discernir el arte auténtico de los efectismos; lo admirable de lo que es menos bueno. 

¿Cuál es mi criterio? El que aprendí de mis mayores en edad y sabiduría. No es difícil resumirlo: 
la tauromaquia nació como un rito sagrado; se convirtió luego en un juego caballeresco y popular del que derivó la corrida moderna con su equilibrio de belleza y emoción. Hoy en día, la tauromaquia es, sin duda alguna, un arte: se basa en una técnica; tiene unas reglas que es preciso conocer para cumplirlas o infringirlas, pero sabiendo que existen; expresa la personalidad del artista; agrada y consuela al que lo contempla. 

Es decir, que la fiesta reúne todas las condiciones necesarias, según los filósofos escolásticos, para ser considerada un arte. A la vez, las corridas de toros son, ahora mismo, un importante espectáculo de masas: algo que mueve mucho dinero, con todos los riesgos de comercialización y falsificación que eso comporta. Frente a los enemigos de la tauromaquia, resulta fácil mostrar su valor ecológico, su valor económico y su valor cultural. Para que ese arte no se degrade, es indispensable que se mantenga la casta brava del toro sin rebajarla. Sin eso, todo se vendría abajo. Como el toro es un animal peligrosísimo y cambiante, resulta imprescindible, ante todo, dominarlo. 

A partir de ese dominio, surgirá luego la estética personal de cada diestro. Para ser buen torero, es absolutamente necesario tener valor, pero no basta con eso ni con ponerse bonito. El dominio del toro exige mucha inteligencia: ver rápidamente las condiciones del toro y conocer las reglas clásicas de la tauromaquia. Cada toro tiene su lidia. Todo lo que se le haga a un toro ha de tener un porqué, un sentido. La lidia de cada toro plantea problemas diferentes, que el diestro ha de ver claro y resolver al instante. 

El buen aficionado disfruta viendo la manera en que los soluciona el diestro: cómo es capaz de convertir el mando en belleza; la técnica, en arte. Quiero agradecer a Ymelda Navajo, que ya había editado otros libros míos de tema taurino, el interés con que acogió este proyecto y la profesionalidad con la que lo ha realizado, como es propio de ella y de La Esfera de los Libros. También, el trabajo minucioso del editor, Carlos Alcelay, y la ayuda de Manuel Durán para seleccionar las fotografías. 

Nace este libro de haber visto unas cuantas corridas de toros a lo largo de los años, desde que de niño me llevó a una plaza por primera vez mi padre, Manuel Amorós, un buen aficionado. Debo dedicárselo a él y a algunos grandes maestros y amigos que me ayudaron a entender lo que iba viendo: 
Marcial Lalanda, Domingo Ortega, Luis Miguel Dominguín y Manolo Vázquez. También a mi hijo, Antonio Amorós, que continúa nuestra afición. Y a mi mujer, Auxi, que me ha aguantado tantas latas por culpa de los toros. 
Deseo que este libro ayude a algunos lectores a entender mejor y a disfrutar más con el toreo, ese arte único.

EL TORO SAGRADO
«Viene el toro de Grecia 
por el Mediterráneo…». 
Agustín de Foxá

Desde hace cerca de 40.000 años, los hombres cazaban toros para alimentarse. Al abandonar el nomadismo y hacerse sedentarios, comenzaron a criar ganado vacuno. Se ha considerado al toro como un animal sagrado en muchas culturas del Oriente Próximo y del Mediterráneo: la India, Mesopotamia, Anatolia, Grecia, Roma… 
Se le ha identificado simbólicamente con muchas cualidades positivas: 
la luz, la fuerza, la agricultura, la fecundidad, la renovación de la vida… 
En la India, el toro y la vaca son sagrados, y el dios Siva cabalga sobre el toro Nandi. 
En Mesopotamia, se identifica con los cuernos de la luna (bucráneos). 
Según la leyenda babilónica, Gilgamés mata al toro celeste. 

En Egipto, el toro Apis encarna a Osiris, el dios solar: se le dedica un templo en Menfis. 
En la mitología griega, Dionisos aparece como toro. 
En la cultura helenística impera el culto a Mitra, la luz celeste. 

Sostienen algunos que la palabra «Italia» quiere decir ‘tierra de ganado vacuno’; son frecuentes en Roma los sacrificios rituales; Julio César introduce los uros en los espectáculos… Esta visión sagrada del toro da lugar a muchos mitos poéticos: Pasífae, enamorada del toro, se disfraza de vaca para unirse a él y concebir al Minotauro, mitad hombre, mitad toro, al que mata Teseo. 

Europa, robada por el toro (Zeus), ama a su raptor y da su nombre a un nuevo mundo, el nuestro. Surgen también ritos, como el taurobolio: sacrificio de un toro para conseguir un bautismo de sangre. En los frescos del palacio de Cnosos, en Creta, la taurocatapsia, en la que los jóvenes gimnastas —chicos y chicas— saltan sobre el toro… 

¿Tiene todo esto que ver con la tauromaquia actual? Los saltos cretenses recuerdan a los recortadores; los juegos romanos, como el de Urso, en Quo Vadis, a la suerte de mancornar o derribar a un toro, cogiéndolo por los cuernos, y a los forçados portugueses. En general, las diferencias son grandes, pero el vínculo parece evidente. El arte del toreo no es un deporte, sino que hunde sus raíces en una raíz mítica, sagrada: significa la proclamación de la vida frente a la muerte.



DOCUMENTAL | En la piel del toro

VER+:














miércoles, 23 de octubre de 2024

LIBRO "TOROS PARA ANTITAURINOS" por MIGUEL ARANGUREN 🐂


TOROS   PARA   
ANTITAURINOS

Parecen mayoritarias las voces que auguran el final irreversible de la Fiesta de los toros y aquellas que exigen su prohibición. No es una novedad: llevan sonando desde hace cuatro siglos, cuando empezó a definirse la lidia tal como hoy la conocemos. Sin embargo, las plazas se siguen llenando y a ellas acude un público cada vez más joven. ¿Cuál es la razón de este sinsentido?

La corrida desconcierta, asusta, escandaliza, repele a muchos de los que se sientan por primera vez en un tendido sin haber recibido unos conocimientos básicos acerca del drama al que van a asistir, en el que siempre se muere de verdad. Quizás la tauromaquia desconcierta por ser la antítesis de estos tiempos de control, en los que los poderes públicos dictan cómo, cuándo y dónde podemos ser libres.

Hay quien se pregunta por el sentido de la tauromaquia en esta era de imparable evolución tecnológica. Si es compatible, dado su origen rural, con una población que nace, vive y muere en las grandes ciudades. Si quedan argumentos para defender un espectáculo de sangre en una sociedad que huye del dolor.

A estas y muchas otras cuestiones se enfrenta Miguel Aranguren, que une cinco relatos de extraordinaria calidad literaria con un exhaustivo análisis del poliédrico universo de la Fiesta, de modo que convierte “Toros para antitaurinos” en una obra imprescindible para quienes aman y para quienes detestan la Fiesta; para los profanos que se acercan de buena fe a los cosos y para los entendidos; para los espectadores casuales de una corrida y para los aficionados que están abonados a las principales ferias del calendario taurino.

Miguel Aranguren ha firmado una obra monumental. Magnífica en su literatura y profusa en datos y detalles. El lector no solo disfrutará de la buena escritura a la que nos tiene acostumbrados, sino que aprenderá un sinfín de cosas que trascienden a lo que se dirime en el albero.

“Toros para antitaurinos” viene acompañado de distintos anexos y de más de ciento cincuenta ilustraciones realizadas por el autor, quien con trazos de tinta china y pinceladas de acuarela ha congelado instantes de este arte en movimiento que se evapora durante su ejecución.

Sin duda, nos encontramos ante un libro que hará historia.

Presentación libro de Miguel Aranguren, con Diego Urdiales

DOCUMENTAL | En la piel del toro

sábado, 23 de julio de 2022

LIBRO "LA TAUROMAQUIA FRENTE A LA CENSURA": ARTÍCULOS Y DISCURSOS DE LA FUNDACIÓN TORO DE LIDIA 2016 - 2020 🐂

 

ARTÍCULOS Y DISCURSOS
DE LA FUNDACIÓN TORO DE LIDIA 2016 - 2020

🐂

Una de las principales misiones de la Fundación Toro de Lidia desde que empezó su camino es asegurarse de que la voz de la Tauromaquia se escuche clara y fuerte. Y una de las formas de hacerlo consiste en tener presencia en los medios de comunicación por medio de artículos periodísticos y de opinión. Algunos de ellos, de temática jurídica, tratan de leyes y sentencias, y otros, entre ellos los que llevan mi firma, de actitudes políticas censurables, de libertad, de cultura, de naturaleza y de los movimientos antitaurinos.A los artículos se añade en este libro el discurso que tuve el honor de pronunciar como presidente en el Senado el día 22 de enero de 2019. En él se definió con toda nitidez al animalismo como una hecatombe cultural, económica y ecológica, especialmente para el mundo rural, y a la Tauromaquia como un dique de libertad frente al populismo prohibicionista. 

Tanto el conjunto de los artículos que aquí se ofrecen como los discursos y las cartas abiertas reflejan fielmente aquello en lo que la Fundación cree y por lo que trabaja cada día: 
la Tauromaquia es el regalo cultural de España a la Humanidad, está protegida por la Constitución y las leyes y es un paradigma de libertad frente al nuevo puritanismo que quiere prohibir lo que no le gusta. Defender los toros, ahora mismo, es también defender una España más libre, más tolerante y más plural. Una España mejor. Todo profesional y aficionado taurino tiene el derecho y el deber de defender la Tauromaquia. El presente libro contiene datos, ideas, argumentos y sentimientos que van a ser de mucha utilidad en esta batalla. Por eso es importante su lectura. Victorino Martín, presidente de la Fundación Toro de Lidia.

PRÓLOGO
"LA TAUROMAQUIA ES EL REGALO CULTURAL DE ESPAÑA A LA HUMANIDAD". VICTORINO MARTÍN
Una de las principales misiones de la Fundación Toro de Lidia desde que empezó su camino es asegurarse de que la voz de la Tauromaquia se escuche clara y fuerte. Y una de las formas de hacerlo consiste entener presencia en los medios decomunica­ción por medio de artículos periodísticos y de opinión.

Algunos de ellos, de temática jurídica, tratan de leyes y sen­tencias, y otros, entre ellos los que llevan mi firma, de actitudes políticas censurables, de libertad, de cultura, de naturaleza y de los movimientos antitaurinos.
Los artículos se añade en este libro el discurso que tuve el honor de pronunciar como presidente en el Senado el día 22 de enero de 2019. En él se definió con toda nitidez al animalismo como una hecatombe cultural, económica y ecológica, especial­ mente para el mundo rural, y a la Tauromaquia como un dique de libertad frente al populismo prohibicionista.
Tanto el conjunto de los artículos que aquí se ofrecen como los discursos y las cartas abiertas reflejan fielmente aquello en lo que la Fundación cree y por lo que trabaja cada día: la Tau­romaquia es el regalo cultural de España a la Humanidad, está protegida por la Constitución y las leyes y es un paradigma de libertad frente al nuevo puritanismo que quiere prohibir lo que no le gusta. Defender los toros, ahora mismo, es también de­fender una España más libre, más tolerante y más plural. Una España mejor.

Todo profesional y aficionado taurino tiene el derecho y el deber de defender la Tauromaquia. El presente libro contiene datos, ideas, argumentos y sentimientos que van a ser de mucha utilidad en esta batalla. Por eso es importante su lectura. 

Victorino Martín, ganadero, 
presidente de la Fundación Toro de Lidia.

SOBRE LA PROHIBICIÓN DE LOS TOROS

Hace ya seis años, el 2 de agosto de 2010 concretamente, publi­qué en este periódico un artículo titulado "La cultura está más allá de la Ley" a propósito de la Ley que el Parlamento de Cata­luña acababa de aprobar prohibiendo "las corridas de toros y los espectáculos con toros que incluyan la muerte del animal y la aplicación de las suertes de la pica, las banderillas y el es­toque, así como los espectáculos taurinos de cualquier moda­ lidad que tengan lugar dentro o fuera de las plazas de toros", salvo los llamados correbous, cuya subsistencia blindó otra Ley tramitada y aprobada en paralelo, la 34/2010, de de octubre.

Decía entonces y repito ahora que la cultura de un pueblo está más allá, en efecto, de la voluntad de los gobernantes y fue­ra incluso del circulo de atribuciones de éstos, porque es una expresión de la peculiar manera de ser y de estar en el mundo de las gentes (sí, las gentes, que la palabra no es propiedad ex­clusiva de los populismos rampantes que nos acosan) que lo componen, de su modo singular y característico de interpretar y sentir la realidad en la que se desarrolla su vida y eso no se crea, ni se destruye por leyes o decretos.

El pueblo soberano no ha delegado en los gobernantes el poder de destruir o eliminar ninguno de los bienes que inte­gran su patrimonio cultural. Les ha ordenado justamente todo lo contrario, esto es, que garanticen y promuevan el enrique­cimiento de dicho patrimonio y que aseguren su disfrute por todos los ciudadanos.

Ningún legislador -ni el catalán, ni el estatal- puede prohibir o eliminar, por lo tanto, las corridas de toros, los encierros de Pamplona y de otros muchos lugares, y los cientos y cientos de juegos y ritos del toro que desde hace muchos siglos se celebran periódicamente por toda la geografía española, como tampoco pueden prohibir la sardana, la jota, las procesiones de Semana Santa, el flamenco, la romería del Rocío o los carnavales. Son nuestros. Pertenecen al pueblo y sólo el pueblo puede disponer de los elementos que integran todas y cada una de estas piezas que forman parte de nuestro patrimonio cultural a medida que aumente o disminuya su vinculación afectiva con ellas.

Era, pues, rigurosamente inevitable que el Tribunal Cons­titucional terminara declarando, como, en efecto, lo ha hecho con su Sentencia de 20 de octubre último, la inconstituciona­lidad y nulidad de tan arbitraria prohibición, inspirada no por un franciscano amor a los animales, sino por el propósito de arrancar a Cataluña de España.

La sentencia del Tribunal Constitucional no va tan lejos, ni se pronuncia en términos tan categóricos como yo acabo de hacerlo, pero llega a la misma conclusión por un camino, el análisis competencial, estrictamente técnico y por ello menos propicio a la polémica, que, como es lógico, no nos satisface del todo a los aficionados a la Fiesta otrora llamada Nacional, adje­tivo éste que ese despreciable hábito del lenguaje políticamente correcto ha condenado al ostracismo.

El Tribunal admite que «la prohibición de espectáculos tau­rinos que contiene la norma impugnada podría encontrar co­bertura en el ejercicio de las competencias atribuidas a la Co­munidad Autónoma en materia de protección de los animales en materia de espectáculos públicos» (afirmación ésta más que discutible porque el texto literal de los artículos 116.1.d y 141.3 del Estatuto de Cataluña en los que pretende apoyarse dista mucho de ampararla), pero observa con toda razón que esas competencias «no pueden llegar al extremo de impedir, perturbar o menoscabar el ejercicio legítimo de las competen­cias del Estado en materia de cultura al amparo del artículo 149.2 de la Constitución», por lo que, existíendo una evidente conexión entre las corridas de toros y el patrimonio cultural español, llega a la conclusión de que la medida prohibitiva, «en cuanto afecta a una manifestación común e impide en Catalu­ña el ejercicio de la competencia estatal dirigida a conservar esa tradición cultural... hace imposible dicha preservación», e infringe el precepto constitucional citado.

Éste es el corazón  de la sentencia, lo que los juristas llamamos suratio decidendi. Quienes no lo son se preguntarán, sin embar­go, sí esto es suficientepara zanjar definitivamente el problema. La respuesta tiene que ser forzosamente negativa y, sí algu­na duda hubiera, ahí están las declaraciones de algunos líderes significativos del nacional populismo catalán que, nada más te­ner noticia de la sentencia que anulaba su Ley, se apresuraron a afirmar que en Cataluña no volverá a haber corridas de toros en ningún caso. 
La cruzada antítaurina que hace ya muchos años emprendieron continuará por otros caminos ahora que el de la prohibición ha quedado cegado.

Desde esta perspectiva no dejan de ser preocupantes algu­nas de las manifestaciones que con innegable buena voluntad y no poca ingenuidad hace la sentencia cuando, tras exponer su conclusión, precisa que «ello no significa que la Comunidad Autónoma no pueda, en ejercicio de sus competencias sobre ordenación de espectáculos públicos, regular el desarrollo de las representaciones taurinas... ni tampoco que, en ejercicio de su competencia en materia de protección de animales, pueda establecer requisitos para el especial cuidado y atención del toro bravo».

Para los cruzados, estos modestos caminos son, sin duda, auténticas autopistas por las que no dudarán en avanzar de nuevo, tanto más cuanto que la sentencia, al resolver el recurso por la vía competencial, dejó imprejuzgadas las cuestiones de fondo, planteadas por la Ley anulada, esto es, su posible co­lisión con determinadas libertades y derechos fundamentales, en particular la libertad artística y la libertad de expresión, y con otros derechos y principios rectores económicos y sociales, como la libertad de empresa, el derecho de acceso a la cultura y el principio de enriquecimiento del patrimonio cultural.

Importa por ello recordar que la reciente Ley estatal 10/2015, de 26 de mayo, para la salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, en el que se incluyen las «artes del espec­táculo» y «los usos sociales, rituales y actos festivos» y, por lo tanto, también los festejos taurinos en general (vid. su disposi­ción final sexta), obliga a todos los poderes públicos sin excep­ción a acomodar sus actuaciones a los principios generales que enuncia su artículo 3, entre los cuales figura «la sostenibilidad de las manifestaciones culturales inmateriales, evitándose las alteraciones cuantitativas y cualitativas de sus elementos cul­turales». Regular el desarrollo de los espectáculos taurinos sí, pero, iojo!, sin desnaturalizarlos mediante alteraciones, cuan­titativas o cualitativas, de cualquier tipo que sean.

En esa misma línea cabe recordar también que la protección del patrimonio cultural inmaterial incluye «el respeto y con­ servación de los lugares, espacios, itinerarios y de los soportes materiales en que descansan los bienes inmateriales objeto de salvaguarda» y que los «espacios vinculados al desenvolmien­to de las manifestaciones culturales inmateriales», las plazas de toros en este caso, «podrán ser objeto de medidas de protección conforme a la legislación urbanística y de ordenación del territo­rio por parte de las Administraciones competentes» (artículo 4).

La historia continuará, sin duda, porque estos nuevos em­pecinados no cejarán en su empeño por una sentencia más o menos, ya que tienen demostrado que no están dispuestos a acatar ninguna que no les dé la razón, pero la próxima vez nos encontrarán, sin duda, mejor armados.
La política, cuando llega a estos extremos, es un espectá­culo grotesco, pero así seguirá siendo mientras algunos de sus actores se crean héroes.

Tomás-Ramón Fernández, 
miembro de la comisión jurídica de la Fundación Toro de Lidia. 


Fundación Toro de Lidia

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🐂 TOROS. EL MUNDO DE LOS TOROS, 
LIBRO COMPILACIÓN DE CÁNDIDO MORENO ARAGÓN

LA FIESTA DE LOS TOROS: 
UNA FIESTA HUMANA, DEMASIADO HUMANA 🐂

🐂 EN LA PIEL DEL TORO
  

miércoles, 15 de junio de 2022

LIBRO "LA CORUÑA, ESPAÑA Y LOS TOROS" por CARLOS FERNÁNDEZ BARALLOBRE 🐂


LA CORUÑA, ESPAÑA Y LOS TOROS


La historia de La Coruña y España a través de las tres plazas de toros de La Coruña de 1850 a 1967.

El lector encontrará en sus páginas reseñas del arte, emoción y zozobra de quienes se jugaron la vida en el ruedo coruñés, saliendo triunfadores o abroncados.

Y la tragedia con las muertes del novillero Andrés Gallego; los subalternos Cerrajillas y Dientes y sobre todo un episodio acaecido en agosto de 1934 y que cambiaría la historia del toreo para siempre. La muerte de un espectador, aquella tarde aciaga del verano coruñés, gran aficionado, Cándido Roig Roura, en el instante en que Juan Belmonte manejaba el estoque de matar. Tras un derrote del toro, este salió despedido hacia los tendidos yéndose a clavar en el pecho del aficionado, que fallecería momentos después en la enfermería de la plaza coruñesa.

En el ruedo de aquella tercera plaza coruñesa, inaugurada en 1885, tuvieron lugar las alternativas de Alfonso Cela “Celita” el único torero gallego hasta la fecha, sucedida en 1912; la alternativa en 1929 del sevillano Maera con la presencia entre el público del escritor Ernest Hemingway y el gran acontecimiento taurino celebrado en 1944 que constituyó la alternativa de aquel grandísimo torero que se llamó Luis Miguel Dominguín. O la gran amistad que aquel irrepetible Manolete tuvo con sus amigos coruñeses.
El ambiente de fiesta de La Coruña, que rodeó a sus recordadas ferias taurinas, honradas desde 1940 a 1967 con la presencia del Jefe del Estado Francisco Franco que presidió varios festejos, así como muchos apuntes de los sucesos más destacados de la inigualable historia patria, acaecidos en ese largo periodo de 1850 a 1967.
Arte, valor, cultura, emoción, tragedia, tradición y fiesta. En suma ESPAÑA.


He sido siempre un gran aficionado a la fiesta nacional, algo que me inculcaron mis padres desde niño, llevándome, junto a mi hermano Eugenio, con ellos a la plaza de toros a ver varios festejos taurinos y espectáculos diversos como representaciones de zarzuela, veladas de boxeo o lucha libre.

Al finalizar la feria taurina de La Coruña, en el mes de octubre de 2014, mi buen amigo el gran pintor coruñés Marcial Ortiz, me animó a escribir la historia taurina de la ciudad. Sin embargo me asaltaron dudas. Hacer un libro exclusivamente de toros y que se dirigiese tan solo a la enorme cantidad de aficionados dispersos por el mundo, interesados en estos temas, ya era mucho. Pero había que dejar constancia de como La Coruña había sido taurina por derecho propio y que debido a un lamentable e incomprensible parón, estuvo sin fiesta durante 24 años, desde octubre de 1967 a agosto de 1991. Entonces decidí vestir mi trabajo, para animar a otros lectores, que desconocen por completo lo que ha significado y significa la gran fiesta taurina, a que encuentren en esas páginas, además de información sobre una gran cantidad de festejos celebrados desde 1850, sucesos acaecidos en nuestra querida España, reflejando también el ambiente de fiesta que se vivía en La Coruña cuando llegaban sus temporadas taurinas.

Las dudas quedaron despajadas cuando en agosto de 2015, con la llegada de la infecta, sectaria y malvada Marea, marca gallega de la canalla de Podemos, al gobierno municipal de La Coruña, prohibió la celebración de corridas de toros en La Coruña, algo que mantiene a día de hoy la alcaldesita de pitiminí del PSOE, apoyada por mareantes y separatistas. Ahí me puse manos a la obra y tras casi cinco años de investigación sale ahora este libro, magníficamente editado por SND, a la que agradezco profundamente su confianza. Ahora me falta rematar la faena con la historia de la cuarta plaza de toros coruñesa: El Coliseum, una instalación multiusos lograda gracias a la voluntad y afición de un alcalde irrepetible de la ciudad, Francisco Vázquez. Eso lo contaremos en un próximo volumen.

¿Por qué fue tan importante la trágica muerte en la grada del gran aficionado Cándido Roig Roura en agosto de 1934?
Con la muerte de aquel infortunado y gran aficionado, Cándido Roig, la fiesta cambiaría para siempre, apareciendo el estoque de cruceta que en la actualidad, utilizan los toreros para finiquitar su labor. Pero es que de aquella infausta tarde coruñesa del 6 de agosto de 1934, tras una cadena de malditos sucesos, que se reflejan perfectamente en el libro, todo va a desembocar en la trágica muerte en Manzanares del gran Ignacio Sánchez Mejías, justo a la semana siguiente de aquel festejo coruñés. Y de ahí saldrá el inmortal “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” del gran Federico García Lorca.

¿En qué medida la alternativa en 1929 del sevillano Maera con la presencia entre el público del escritor Ernest Hemingway fue algo legendario para La Coruña?
En aquella inolvidable plaza de toros de La Coruña, en 1912, se produjo la alternativa de Alfonso Cela “Celita, el único torero gallego que ha logrado hasta la fecha, doctorarse como matador de toros.
En 1929 tomaría en La Coruña la alternativa como matador de toros José García Maera, hermano de Manuel García Maera, un torero que había deslumbrado al escritor norteamericano Ernest Hemingway en su primera visita a España en 1921. El creador de “El viejo y el Mar”, que nunca había presenciado una corrida de toros se enganchó de tal forma a la fiesta que se convirtió en un seguidor empedernido de toros y toreros. Dejó constancia de ello en varias de sus obras literarias.

Con motivo de su segunda visita a España en 1929, Hemingway fue informado de que un hermano de Maera, actuaba como novillero. Le siguió en varias novilladas. Por ello se desplazó a La Coruña en los primeros días de agosto para verle tomar la alternativa. Hemingway a quien le apasionaba España, era un enamorado de Galicia, desde que en 1921 a bordo del Leopoldine había llegado a Vigo. De Santiago de Compostela llegó a decir que era la ciudad más hermosa que había visto jamás. Le impresionaron el azul del mar, las estrechas calles de la ciudad vieja de La Coruña; la inigualable ría de Vigo y sus pescadores en plena faena; la plaza de toros de Noya y las jornadas de pesca en el río Tambre.

Aquel domingo día 4 de agosto Hemingway, salió del hotel Ferrocarrilana de la Rúa Nueva, donde se hospedó. Después de pasear, beber tazas de vino del ribeiro en las abarrotadas calles de Olmos y Estrella y almorzar, ocupó una localidad de tendido en la plaza de toros coruñesa para ver al hermano de Maera, quien tuvo una buena actuación el día de su alternativa, e hizo posible que el empresario del coso coruñés, Domingo Dominguín, le incluyese en la corrida goyesca a celebrar dos días después.

¿Por qué también fue un evento importante la alternativa de Luis Miguel Dominguín?

Histórico aquel día dos de agosto de 1944, cuando la plaza de Toros de La Coruña, vistió sus mejores galas para ser testigo de la toma de alternativa como matador de toros de Luis Miguel Dominguín con un cartel conformado por Domingo Ortega, Domingo Dominguín y Luis Miguel Dominguín, con toros de Samuel Flores que se anunciaba como Samuel Hermanos.
La familia Dominguín estaba muy vinculada con la capital coruñesa. El padre de Luis Miguel, Domingo González Mateo, el “león de Quismondo”, fundador de la saga de los Dominguín, fue durante veintidós años empresario del coso de la avenida de Finisterre. En su vivienda de la calle de Rúa Nueva, pasaron Luis y sus hermanos gran parte de su infancia. En la plaza coruñesa, en el año de 1938, Luis Miguel con once años de edad, había toreado su primer becerro.

El día dos de agosto en la plaza se colgó el cartel de no hay billetes, para presenciar tamaño acontecimiento. Luis venía precedido de una fama arrolladora debido a sus grandísimas actuaciones como novillero.
Con un toro de nombre “Cuenco”, Domingo Ortega le cede los trastos dándole la alternativa. Luis Miguel cortaría esa tarde tres orejas saliendo a hombros, Ahí se iniciaría su gran carrera como indiscutible figura del toreo, amigo personal de personajes encontrados con el Generalísimo Franco o Pablo Picasso y un auténtico galán que conquistó a innumerables y bellísimas mujeres.

Igualmente el mítico Manolete tuvo un gran amor a La Coruña y sus gentes...
Sin lugar a dudas. Manolete debutó en la plaza de toros de La Coruña en agosto de 1942. Volvió a torear en la feria del 43. En mayo de 1945 con motivo de los festejos organizados para la inauguración del estadio municipal de Riazor toreo tres tardes con un éxito total. En sus cinco actuaciones en la plaza coruñesa obtuvo diez orejas y un rabo. Tanto encandiló la presencia de Manolete en la Coruña que la empresa adjudicataria de la plaza de la Avenida de Finisterre, que dirigía Marcial Lalanda junto a González Vera, preparó la feria de agosto de ese año 1945 sustentada en la gran rivalidad que existía entre Manolete y Arruza y que iban a torear de nuevo tres corridas los días 7, 8 y 9. Desgraciadamente todo se vino abajo por la forzosa sustitución de Manolete, que se había fracturado la clavícula izquierda, en un festejo celebrado en Alicante el día 29 de junio. De vuelta a los toros en Vitoria, el día seis de ese mismo mes de agosto, Manuel se resentiría de grave su lesión y cancelaría sus tres citas coruñesas, no volviendo a torear en la Coruña.

A mayor abundamiento en La Coruña, Manolete contó con una gran peña de amigos entre los que se encontraban, José González Chas, Ángel Duro, Alfonso Molina, Alfredo Malde, Arturo Mantiñán Alvedro y mi recordado padre, Marcelino. Pepe Chas, era propietario, entre otros innumerables negocios, del hotel Velázquez de Madrid. Allí conoció al diestro cordobés y allí le presentó a los que luego serían sus grandes amigos coruñeses. En incontables ocasiones, la pandilla coruñesa se desplazó, por España adelante, para ver torear a su amigo, el gran califa Cordobés. Algunas de las veces que Manolete toreó en La Coruña, se alojó en el chalet que Pepe González Chas poseía en la Gaiteira. Incluso era tal la amistad que Manolete forjó con Pepe González Chas, que en 1946, con motivo del día de San José, el gran torero cordobés le envió a su amigo coruñés un estoque de plata con el nombre de Pepe, en letras de oro, grabado en la empuñadura.

Por último la habitual presencia del Caudillo, el general Franco, en la plaza coruñesa ha marcado la historia coruñesa...
No solo la historia de la plaza de toros sino de La Coruña. Desde 1939 a 1975, el Caudillo de España veraneó en las torres de Meirás, enclavadas muy cerca de La Coruña. La ciudad, engalanada, se convertía durante unos días en la capital de España, debido a la presencia del Jefe del Estado, que celebraba consejo de ministros y aprovechaba para realizar inauguraciones de diversas obras, resaltando también su presencia en espectáculos deportivos y taurinos. En la plaza de toros de La Coruña el Generalísimo Franco presidió 16 festejos. La Coruña nunca podrá pagar lo que significó para la proyección y la historia de la ciudad la presencia en ella, durante 36 años, de Francisco Franco. Algún día, cuando España retome su serenidad y pulso de gran nación, La Coruña podrá intentar saldar, con el recuerdo generoso, aquella impagable deuda con aquel personaje irrepetible.




A modo de presentación

Despeje de plaza En 2014, una vez finalizada la última, por ahora, feria taurina que se ha dado en La Coruña, debido al sectarismo, maldad, odio, prevaricación y anti españolismo de un grupo lamentable que en mala hora llegó en 2015 al gobierno municipal de La Coruña y prohibió la fiesta de los toros, ciscándose incluso en la ley aprobada en el Senado de la nación en 2013, que declaró a la tauromaquia como Patrimonio Cultural de España. ES DECIR DE TODOS LOS ESPAÑOLES. 

Esta ley tenı́a su origen en una Iniciativa Legislativa Popular respaldada con 600.000 firmas de ciudadanos. Pues bien, una vez finalizada aquella exitosa feria celebrada en octubre de 2014, mi buen amigo y grandı́simo aficionado, Marcial Ortiz, me propuso escribir la historia taurina de La Coruña. Tengo que reconocer que me picó el gusanillo, pues no en vano nacı́a escasos cien metros de donde se encontraba la plaza de toros de La Coruña, el gran coso del camino de Santa Margarita, Avenida de Finisterre o calle del Médico Rodrı́guez, que ası́se le conoció y que cerró sus puertas en 1967. En aquella plaza vi, de la mano de mi recordado padre Marcelino, las primeras corridas de toros en directo. 

Por ello decidı́asumir el reto de una historia taurina, la coruñesa, que se remontaba a 1850, cuando el alcalde Juan Flórez, para atraer turistas a la ciudad, decidió levantar la primera plaza de toros de la ciudad de cristal y contrató para aquellos festejos nada menos que a la figura taurina de aquellos momentos, el gran Francisco Montes “El Paquiro”. Desde ese momento y por espacio de más de cinco años, revisando y constatando datos en innumerables diarios y revistas, me fui encontrando con una apasionante documentación sobre las tres primeras plazas de toros de la Coruña, que abarcaron los periodos de 1850-52, 1876-1879 y 1886 a 1967. 
De aquella investigación salen ahora estas lı́neas que presento a los lectores y que vienen a certificar la gran tradición taurina que tuvo siempre la ciudad de La Coruña y que por motivos exclusivamente de inacción e ingenuidad polı́tica, sufrió en su historia un incompresible parón de 1967 a 1991, fecha en que un irrepetible alcalde, español a machamartillo y gran aficionado, llamado Francisco Vázquez Vázquez, decidió inaugurar el Coliseo Municipal, que a la postre, se convertirı́a en la cuarta plaza de toros de la historia taurina de La Coruña y que en un próximo volumen abordaremos su historia. 

He querido reflejar en mis cometarios, sobre todo en lo referente a las actuaciones de los diferentes toreros en el ruedo coruñés el sentir de los cronistas coruñeses que fueron testigos de aquellos festejos; de los triunfos y reveses de las principales figuras del toreo que pasaron por las plazas coruñesas, convirtiéndolas en aquellos años, junto a Bilbao, San Sebastián y Santander, en unas de las más importantes del Norte de España. También, como no, quedan reflejados en estas páginas los triunfos de novilleros e incluso de aficionados que, en alguna ocasión se sintieron llamados por el arte de Cúchares, sin llegar finalmente a cumplir su sueño de ser toreros. Trasmitir a los lectores, sobre todo a los aficionados a este maravilloso arte, la emoción y la zozobra de quienes se jugaron la vida en el ruedo coruñés, saliendo triunfadores o abroncados. He decidido acompañar y reflejar en cada año en que se dieron corridas de toros en La Coruña, acontecimientos que marcaron para siempre la historia de nuestra querida España, ası́ como el ambiente que se vivı́a en la ciudad durante la temporada taurina, haciendo especial mención a las fiestas de agosto, dedicadas a la heroı́na Marı́a Pita, que siguen siendo en la actualidad las fiestas generales de la ciudad, una cita referente del verano coruñés. 

Precisamente desde 1940 hasta el cierre de la plaza de toros del camino de Santa Margarita, coincidiendo con las jornadas de veraneo en las Torres de Meirás del Jefe del Estado Generalı́simo Francisco Franco, La Coruña se convertı́a, por espacio de unas semanas, en la capital fáctica de España. Además de los mejores toreros, que se lucieron en la gran plaza coruñesa, esta recibió en varias ocasiones la visita del Jefe del Estado que presenció diversos festejos. En el ruedo de aquel gran coloso inaugurado en 1885, tuvieron lugar las alternativas de Alfonso Cela “Celita” el único torero gallego hasta la fecha, sucedida en 1912; la alternativa en 1929 del sevillano Maera, con la presencia entre el público del escritor norteamericano Ernest Hemingway y el gran acontecimiento taurino celebrado en 1944, que constituyó la alternativa de aquel grandı́simo torero que se llamó Luis Miguel Dominguı́n. Faenas de ensueño, puertas grandes, silencios sepulcrales y escándalos sonados, como aquel de agosto de 1948, que protagonizaron Gitanillo de Triana, Cagancho y Albaicı́n. También hubo lugar para la tragedia, con las muertes de los subalternos Cerrajillas y Dientes, del novillero Andrés Gallego, y sobre todo en un episodio sucedido en agosto de 1934 y que cambiarı́a la historia del toreo para siempre. 

En este trabajo se incluye por primera vez una fotografı́a del malogrado espectador y gran aficionado, Cándido Roig Roura, que encontró la muerte en aquella tarde aciaga del verano coruñés, cuando el estoque que manejaba Juan Belmonte, y después de un derrote del toro a su muñeca derecha, cuando intentaba acabar con su vida, salió despedido como una flecha, yéndose a clavar en el pecho del aficionado, que fallecerı́a momentos después en la enfermerı́a de la plaza coruñesa. Tengo que agradecer a dos gentiles damas, madre e hija, Marı́a Luz Roura Roig y Marı́a Luz Infante Roura, familiares directos de Cándido, el cederme su fotografı́a para insertarla como primicia en esta historia de las plazas de toros de La Coruña. 

La mayorı́a de las otras fotografı́as, postales y carteles que ilustran esta obra, han sido generosamente cedidas por mis buenos amigos Marcial Ortiz y Manuel Santiago Arenas Roca, provenientes de sus colecciones privadas, ası́ como otras de la colección del Sporting Club Casino, a cuyo presidente, el querido Juan Medı́n Guyatt, le agradezco profundamente su colaboración; a la Peña taurina de La Coruña y a su presidente Aalvaro Fernández, que aportó los archivos de tan emblemática asociación. 

A José Garcı́a Cabreros, el amigo Pepı́n, que me facilitófotografias y algún que otro cartel taurino. A la familia Aristeguı́ Romay, que me relataron recuerdos de su buen padre, gran aficionado. Y como no a mi recordado amigo, lamentablemente desaparecido, el coronel de Farmacia de nuestro Ejército, Alberto Villar, que al conocer el trabajo taurino que estaba preparando, me aporto unas instantáneas taurinas de enorme valor, -como la vuelta al ruedo en la plaza coruñesa de Joselito-, de la colección Villar Martelo. El resto son de mi colección personal de libros taurinos, carteles, entradas y fotografı́as, estas últimas que fui recibiendo, -al tener conocimiento de esta historia de las plazas de toros de la Coruña-, de mi inolvidable amigo, el gran fotógrafo coruñés Alberto Martı́ Villardefrancos, ya fallecido. Las demás imágenes fueron encontradas en internet. 

Mi agradecimiento personal a mi entrañable amigo Marcial Ortiz, que desde el principio me animó a acometer esta historia taurina coruñesa, aportando numerosos carteles, fotografı́as y mucha información, pues no en vano su recordado padre, Zitro, además de novillero prometedor, fue durante años el asesor taurino de la plaza coruñesa. Sin su imprescindible y valiosa ayuda, esta obra no habrı́a podido realizarse. 
A mi hermano Eugenio por su apoyo. 
A mi buen amigo y camarada Jose Maria Permuy Rey, que pacientemente fue rescatando del archivo del NODO, las imagenes del Caudillo de España, en diversos festejos que presidió en el coso de la Avenida de Finisterre. 

Mi reconocimiento y gratitud a Alvaro Romero Ferreiro, su esposa Isabel y la Editorial SND, que desde el momento que conocieron mi intención de publicar la historia taurina de La Coruña, se implicaron de forma decidida en el proyecto. Sin su generosa colaboración no hubiese sido posible el que estas páginas viesen la luz. 

Y un recuerdo imperecedero a mis padres Marcelino y Marı́a, grandes aficionados, que me inculcaron el amor y pasión por tan española y universal fiesta. El autor La Coruña 2021 1850. La primera plaza de Toros de La Coruña En el archivo municipal coruñés existe una nı́tida información sobre el devenir de la historia taurina de nuestra ciudad, encontrándonos con una documentación de Saavedra, en la que se señala de que quizás la primera corrida que se dio en la Coruña, fuese la celebrada el 24 de junio de 1554, con motivo de las fiesta de San Juan, en la que se lidiaron seis toros. Dos años más tarde, el 4 de mayo de 1556, y por medio de las investigaciones de Estrada Catoyra, conocimos que la autoridad municipal ordenaba que al domingo siguiente, 11 de mayo, se corriesen tres toros “en la plaza de esta ciudad, donde estaba levantado el cadalso para honra y alzamiento del pendón por el rey don Felipe, y que dichos toros los diese Bartolomé Xago y los demás carniceros de la ciudad”. 

También existe documentación de que se corrieron toros en los festejos del Voto a la Virgen del Rosario, con motivo del levantamiento del asedio por parte del pirata Drake, allá por el año de 1589 y que aquellos primeros festivales, al igual que los se ofrecieron en honor a la festividad del Santo Bautista, tenı́an como marco la Plaza de la Harina. Incluso en 1660, debido a una corrida de toros, hubo un conflicto entre la Real Audiencia y el Ayuntamiento, al negar este a presenciar a los miembros de la audiencia, desde balcones y ventanas de la casa consistorial, el mencionado festejo. Ante tal negativa, la audiencia reaccionó furibundamente y expulsó violentamente al Ayuntamiento de su domicilio, cambiando las cerraduras y recogiendo las llaves, para que no volviese a ocuparlo Coincidiendo con la presencia en la ciudad de Doña Marı́a de Neoburgo, esposa del Rey Carlos II “El Hechizado” en 1690, se dieron en su honor dos corridas de toros. Habrı́a que esperar, sin embargo, hasta el siglo XIX, para que un buen regidor de la ciudad, el alcalde Juan Flórez, diese, en 1850, el primer paso, para establecer una feria taurina anual y permanente en nuestra ciudad. 

El buen alcalde diseñó un atractivo programa de festejos con el fin de atraer el turismo a La Coruña. Por ello impulsó vivamente la construcción de una plaza de toros. Después de barajar diversos lugares para su ubicación, como el campo de la Leña o el de Marte, se decidió a situarla donde posteriormente estuvo la fábrica del Gas, es decir, en el corazón de la hoy tan traı́da y llevada calle de Juan Canalejo, (rebautizada por la marea infecta como del Socorro), en los altos del barrio de la Pescaderı́a, que comprendı́an las calles de Zalaeta, Rastro y Hospital. La feria taurina se enmarcaba dentro de un amplio programa de fiestas en honor a la Virgen del Rosario, Patrona de la Ciudad, con la consiguiente renovación del voto a la Santı́sima Virgen en recuerdo de la gran jornada de 1589 donde los coruñeses con fe, valor y decisión sin lı́mites, doblegaron al pirata Drake y a su magnı́fica escuadra inglesa que durante dı́as tuvo completamente cercada la ciudad. Desde el dı́a dos de julio, coincidiendo con la octava de San Juan y por espacio de casi un mes, los coruñeses tuvieron la oportunidad de presenciar festejos taurinos, actuaciones cómicas, teatro, danza y otros espectáculos. 

La plaza que se construyó en madera, fue diseñada por Julián Salces, siguiendo los bocetos del segundo arquitecto municipal Manuel Rosende, con capacidad para unas 8.000 personas. El terreno era propiedad de un conocido industrial llamado José Agapito Ugarte, quien arrendó la explotación de la plaza a Manuel Pascual, adjudicándose las obras de su construcción en 58.000 reales a José Domı́nguez. El pliego de condiciones detallaba que el ruedo tendrı́a que medir 50 varas de diámetro. Deberı́a confirmarse que llevarı́a barrera, contrabarrera, veinte gradas de tendidos y cuatro más cubiertas a modo de andanadas, con una barandilla de madera. También obligaba al empresario constructor a disponer de tres palcos, uno de ellos para la presidencia. Enfrente de la misma se colocarı́a un entarimado como lugar reservado para la banda de música, clarines y timbales. La Corporación Municipal se harı́a cargo del botiquı́n, que tendrı́a que ser atendido por dos facultativos uno en medicina y otro en cirugı́a, un practicante, dos enfermeros y un local para enfermerı́a con dos camas y una camilla. 

El Ayuntamiento, también acometerı́a el enarenado del suelo y facilitarı́a las mulas necesarias para el arrastre ası́ como personal de arreo y fuerza armada, alguaciles y lo que más conveniente creyera para mantener el orden público. Por parte de la empresa se entregarı́a al ayuntamiento un monte o una dehesa donde pudiesen pastar los toros a lidiar. El constructor se comprometió a dar una fianza de 40.000 reales, mientras que el Ayuntamiento aportarı́a, para usufructuarla, 50.000 reales pagaderos en tres plazos…(sic)


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