EL Rincón de Yanka: TAUROMAQUIA

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miércoles, 23 de octubre de 2024

LIBRO "TOROS PARA ANTITAURINOS" por MIGUEL ARANGUREN 🐂


TOROS   PARA   
ANTITAURINOS

Parecen mayoritarias las voces que auguran el final irreversible de la Fiesta de los toros y aquellas que exigen su prohibición. No es una novedad: llevan sonando desde hace cuatro siglos, cuando empezó a definirse la lidia tal como hoy la conocemos. Sin embargo, las plazas se siguen llenando y a ellas acude un público cada vez más joven. ¿Cuál es la razón de este sinsentido?

La corrida desconcierta, asusta, escandaliza, repele a muchos de los que se sientan por primera vez en un tendido sin haber recibido unos conocimientos básicos acerca del drama al que van a asistir, en el que siempre se muere de verdad. Quizás la tauromaquia desconcierta por ser la antítesis de estos tiempos de control, en los que los poderes públicos dictan cómo, cuándo y dónde podemos ser libres.

Hay quien se pregunta por el sentido de la tauromaquia en esta era de imparable evolución tecnológica. Si es compatible, dado su origen rural, con una población que nace, vive y muere en las grandes ciudades. Si quedan argumentos para defender un espectáculo de sangre en una sociedad que huye del dolor.

A estas y muchas otras cuestiones se enfrenta Miguel Aranguren, que une cinco relatos de extraordinaria calidad literaria con un exhaustivo análisis del poliédrico universo de la Fiesta, de modo que convierte “Toros para antitaurinos” en una obra imprescindible para quienes aman y para quienes detestan la Fiesta; para los profanos que se acercan de buena fe a los cosos y para los entendidos; para los espectadores casuales de una corrida y para los aficionados que están abonados a las principales ferias del calendario taurino.

Miguel Aranguren ha firmado una obra monumental. Magnífica en su literatura y profusa en datos y detalles. El lector no solo disfrutará de la buena escritura a la que nos tiene acostumbrados, sino que aprenderá un sinfín de cosas que trascienden a lo que se dirime en el albero.

“Toros para antitaurinos” viene acompañado de distintos anexos y de más de ciento cincuenta ilustraciones realizadas por el autor, quien con trazos de tinta china y pinceladas de acuarela ha congelado instantes de este arte en movimiento que se evapora durante su ejecución.

Sin duda, nos encontramos ante un libro que hará historia.

Presentación libro de Miguel Aranguren, con Diego Urdiales

sábado, 23 de julio de 2022

LIBRO "LA TAUROMAQUIA FRENTE A LA CENSURA": ARTÍCULOS Y DISCURSOS DE LA FUNDACIÓN TORO DE LIDIA 2016 - 2020 🐂

 

ARTÍCULOS Y DISCURSOS
DE LA FUNDACIÓN TORO DE LIDIA 2016 - 2020

🐂

Una de las principales misiones de la Fundación Toro de Lidia desde que empezó su camino es asegurarse de que la voz de la Tauromaquia se escuche clara y fuerte. Y una de las formas de hacerlo consiste en tener presencia en los medios de comunicación por medio de artículos periodísticos y de opinión. Algunos de ellos, de temática jurídica, tratan de leyes y sentencias, y otros, entre ellos los que llevan mi firma, de actitudes políticas censurables, de libertad, de cultura, de naturaleza y de los movimientos antitaurinos.A los artículos se añade en este libro el discurso que tuve el honor de pronunciar como presidente en el Senado el día 22 de enero de 2019. En él se definió con toda nitidez al animalismo como una hecatombe cultural, económica y ecológica, especialmente para el mundo rural, y a la Tauromaquia como un dique de libertad frente al populismo prohibicionista. 

Tanto el conjunto de los artículos que aquí se ofrecen como los discursos y las cartas abiertas reflejan fielmente aquello en lo que la Fundación cree y por lo que trabaja cada día: 
la Tauromaquia es el regalo cultural de España a la Humanidad, está protegida por la Constitución y las leyes y es un paradigma de libertad frente al nuevo puritanismo que quiere prohibir lo que no le gusta. Defender los toros, ahora mismo, es también defender una España más libre, más tolerante y más plural. Una España mejor. Todo profesional y aficionado taurino tiene el derecho y el deber de defender la Tauromaquia. El presente libro contiene datos, ideas, argumentos y sentimientos que van a ser de mucha utilidad en esta batalla. Por eso es importante su lectura. Victorino Martín, presidente de la Fundación Toro de Lidia.

PRÓLOGO
"LA TAUROMAQUIA ES EL REGALO CULTURAL DE ESPAÑA A LA HUMANIDAD". VICTORINO MARTÍN
Una de las principales misiones de la Fundación Toro de Lidia desde que empezó su camino es asegurarse de que la voz de la Tauromaquia se escuche clara y fuerte. Y una de las formas de hacerlo consiste entener presencia en los medios decomunica­ción por medio de artículos periodísticos y de opinión.

Algunos de ellos, de temática jurídica, tratan de leyes y sen­tencias, y otros, entre ellos los que llevan mi firma, de actitudes políticas censurables, de libertad, de cultura, de naturaleza y de los movimientos antitaurinos.
Los artículos se añade en este libro el discurso que tuve el honor de pronunciar como presidente en el Senado el día 22 de enero de 2019. En él se definió con toda nitidez al animalismo como una hecatombe cultural, económica y ecológica, especial­ mente para el mundo rural, y a la Tauromaquia como un dique de libertad frente al populismo prohibicionista.
Tanto el conjunto de los artículos que aquí se ofrecen como los discursos y las cartas abiertas reflejan fielmente aquello en lo que la Fundación cree y por lo que trabaja cada día: la Tau­romaquia es el regalo cultural de España a la Humanidad, está protegida por la Constitución y las leyes y es un paradigma de libertad frente al nuevo puritanismo que quiere prohibir lo que no le gusta. Defender los toros, ahora mismo, es también de­fender una España más libre, más tolerante y más plural. Una España mejor.

Todo profesional y aficionado taurino tiene el derecho y el deber de defender la Tauromaquia. El presente libro contiene datos, ideas, argumentos y sentimientos que van a ser de mucha utilidad en esta batalla. Por eso es importante su lectura. 

Victorino Martín, ganadero, 
presidente de la Fundación Toro de Lidia.

SOBRE LA PROHIBICIÓN DE LOS TOROS

Hace ya seis años, el 2 de agosto de 2010 concretamente, publi­qué en este periódico un artículo titulado "La cultura está más allá de la Ley" a propósito de la Ley que el Parlamento de Cata­luña acababa de aprobar prohibiendo "las corridas de toros y los espectáculos con toros que incluyan la muerte del animal y la aplicación de las suertes de la pica, las banderillas y el es­toque, así como los espectáculos taurinos de cualquier moda­ lidad que tengan lugar dentro o fuera de las plazas de toros", salvo los llamados correbous, cuya subsistencia blindó otra Ley tramitada y aprobada en paralelo, la 34/2010, de de octubre.

Decía entonces y repito ahora que la cultura de un pueblo está más allá, en efecto, de la voluntad de los gobernantes y fue­ra incluso del circulo de atribuciones de éstos, porque es una expresión de la peculiar manera de ser y de estar en el mundo de las gentes (sí, las gentes, que la palabra no es propiedad ex­clusiva de los populismos rampantes que nos acosan) que lo componen, de su modo singular y característico de interpretar y sentir la realidad en la que se desarrolla su vida y eso no se crea, ni se destruye por leyes o decretos.

El pueblo soberano no ha delegado en los gobernantes el poder de destruir o eliminar ninguno de los bienes que inte­gran su patrimonio cultural. Les ha ordenado justamente todo lo contrario, esto es, que garanticen y promuevan el enrique­cimiento de dicho patrimonio y que aseguren su disfrute por todos los ciudadanos.

Ningún legislador -ni el catalán, ni el estatal- puede prohibir o eliminar, por lo tanto, las corridas de toros, los encierros de Pamplona y de otros muchos lugares, y los cientos y cientos de juegos y ritos del toro que desde hace muchos siglos se celebran periódicamente por toda la geografía española, como tampoco pueden prohibir la sardana, la jota, las procesiones de Semana Santa, el flamenco, la romería del Rocío o los carnavales. Son nuestros. Pertenecen al pueblo y sólo el pueblo puede disponer de los elementos que integran todas y cada una de estas piezas que forman parte de nuestro patrimonio cultural a medida que aumente o disminuya su vinculación afectiva con ellas.

Era, pues, rigurosamente inevitable que el Tribunal Cons­titucional terminara declarando, como, en efecto, lo ha hecho con su Sentencia de 20 de octubre último, la inconstituciona­lidad y nulidad de tan arbitraria prohibición, inspirada no por un franciscano amor a los animales, sino por el propósito de arrancar a Cataluña de España.

La sentencia del Tribunal Constitucional no va tan lejos, ni se pronuncia en términos tan categóricos como yo acabo de hacerlo, pero llega a la misma conclusión por un camino, el análisis competencial, estrictamente técnico y por ello menos propicio a la polémica, que, como es lógico, no nos satisface del todo a los aficionados a la Fiesta otrora llamada Nacional, adje­tivo éste que ese despreciable hábito del lenguaje políticamente correcto ha condenado al ostracismo.

El Tribunal admite que «la prohibición de espectáculos tau­rinos que contiene la norma impugnada podría encontrar co­bertura en el ejercicio de las competencias atribuidas a la Co­munidad Autónoma en materia de protección de los animales en materia de espectáculos públicos» (afirmación ésta más que discutible porque el texto literal de los artículos 116.1.d y 141.3 del Estatuto de Cataluña en los que pretende apoyarse dista mucho de ampararla), pero observa con toda razón que esas competencias «no pueden llegar al extremo de impedir, perturbar o menoscabar el ejercicio legítimo de las competen­cias del Estado en materia de cultura al amparo del artículo 149.2 de la Constitución», por lo que, existíendo una evidente conexión entre las corridas de toros y el patrimonio cultural español, llega a la conclusión de que la medida prohibitiva, «en cuanto afecta a una manifestación común e impide en Catalu­ña el ejercicio de la competencia estatal dirigida a conservar esa tradición cultural... hace imposible dicha preservación», e infringe el precepto constitucional citado.

Éste es el corazón  de la sentencia, lo que los juristas llamamos suratio decidendi. Quienes no lo son se preguntarán, sin embar­go, sí esto es suficientepara zanjar definitivamente el problema. La respuesta tiene que ser forzosamente negativa y, sí algu­na duda hubiera, ahí están las declaraciones de algunos líderes significativos del nacional populismo catalán que, nada más te­ner noticia de la sentencia que anulaba su Ley, se apresuraron a afirmar que en Cataluña no volverá a haber corridas de toros en ningún caso. 
La cruzada antítaurina que hace ya muchos años emprendieron continuará por otros caminos ahora que el de la prohibición ha quedado cegado.

Desde esta perspectiva no dejan de ser preocupantes algu­nas de las manifestaciones que con innegable buena voluntad y no poca ingenuidad hace la sentencia cuando, tras exponer su conclusión, precisa que «ello no significa que la Comunidad Autónoma no pueda, en ejercicio de sus competencias sobre ordenación de espectáculos públicos, regular el desarrollo de las representaciones taurinas... ni tampoco que, en ejercicio de su competencia en materia de protección de animales, pueda establecer requisitos para el especial cuidado y atención del toro bravo».

Para los cruzados, estos modestos caminos son, sin duda, auténticas autopistas por las que no dudarán en avanzar de nuevo, tanto más cuanto que la sentencia, al resolver el recurso por la vía competencial, dejó imprejuzgadas las cuestiones de fondo, planteadas por la Ley anulada, esto es, su posible co­lisión con determinadas libertades y derechos fundamentales, en particular la libertad artística y la libertad de expresión, y con otros derechos y principios rectores económicos y sociales, como la libertad de empresa, el derecho de acceso a la cultura y el principio de enriquecimiento del patrimonio cultural.

Importa por ello recordar que la reciente Ley estatal 10/2015, de 26 de mayo, para la salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, en el que se incluyen las «artes del espec­táculo» y «los usos sociales, rituales y actos festivos» y, por lo tanto, también los festejos taurinos en general (vid. su disposi­ción final sexta), obliga a todos los poderes públicos sin excep­ción a acomodar sus actuaciones a los principios generales que enuncia su artículo 3, entre los cuales figura «la sostenibilidad de las manifestaciones culturales inmateriales, evitándose las alteraciones cuantitativas y cualitativas de sus elementos cul­turales». Regular el desarrollo de los espectáculos taurinos sí, pero, iojo!, sin desnaturalizarlos mediante alteraciones, cuan­titativas o cualitativas, de cualquier tipo que sean.

En esa misma línea cabe recordar también que la protección del patrimonio cultural inmaterial incluye «el respeto y con­ servación de los lugares, espacios, itinerarios y de los soportes materiales en que descansan los bienes inmateriales objeto de salvaguarda» y que los «espacios vinculados al desenvolmien­to de las manifestaciones culturales inmateriales», las plazas de toros en este caso, «podrán ser objeto de medidas de protección conforme a la legislación urbanística y de ordenación del territo­rio por parte de las Administraciones competentes» (artículo 4).

La historia continuará, sin duda, porque estos nuevos em­pecinados no cejarán en su empeño por una sentencia más o menos, ya que tienen demostrado que no están dispuestos a acatar ninguna que no les dé la razón, pero la próxima vez nos encontrarán, sin duda, mejor armados.
La política, cuando llega a estos extremos, es un espectá­culo grotesco, pero así seguirá siendo mientras algunos de sus actores se crean héroes.

Tomás-Ramón Fernández, 
miembro de la comisión jurídica de la Fundación Toro de Lidia. 


Fundación Toro de Lidia

VER+:

🐂 TOROS. EL MUNDO DE LOS TOROS, 
LIBRO COMPILACIÓN DE CÁNDIDO MORENO ARAGÓN

LA FIESTA DE LOS TOROS: 
UNA FIESTA HUMANA, DEMASIADO HUMANA 🐂

🐂 EN LA PIEL DEL TORO
  

miércoles, 15 de junio de 2022

LIBRO "LA CORUÑA, ESPAÑA Y LOS TOROS" por CARLOS FERNÁNDEZ BARALLOBRE 🐂


LA CORUÑA, ESPAÑA Y LOS TOROS


La historia de La Coruña y España a través de las tres plazas de toros de La Coruña de 1850 a 1967.

El lector encontrará en sus páginas reseñas del arte, emoción y zozobra de quienes se jugaron la vida en el ruedo coruñés, saliendo triunfadores o abroncados.

Y la tragedia con las muertes del novillero Andrés Gallego; los subalternos Cerrajillas y Dientes y sobre todo un episodio acaecido en agosto de 1934 y que cambiaría la historia del toreo para siempre. La muerte de un espectador, aquella tarde aciaga del verano coruñés, gran aficionado, Cándido Roig Roura, en el instante en que Juan Belmonte manejaba el estoque de matar. Tras un derrote del toro, este salió despedido hacia los tendidos yéndose a clavar en el pecho del aficionado, que fallecería momentos después en la enfermería de la plaza coruñesa.

En el ruedo de aquella tercera plaza coruñesa, inaugurada en 1885, tuvieron lugar las alternativas de Alfonso Cela “Celita” el único torero gallego hasta la fecha, sucedida en 1912; la alternativa en 1929 del sevillano Maera con la presencia entre el público del escritor Ernest Hemingway y el gran acontecimiento taurino celebrado en 1944 que constituyó la alternativa de aquel grandísimo torero que se llamó Luis Miguel Dominguín. O la gran amistad que aquel irrepetible Manolete tuvo con sus amigos coruñeses.
El ambiente de fiesta de La Coruña, que rodeó a sus recordadas ferias taurinas, honradas desde 1940 a 1967 con la presencia del Jefe del Estado Francisco Franco que presidió varios festejos, así como muchos apuntes de los sucesos más destacados de la inigualable historia patria, acaecidos en ese largo periodo de 1850 a 1967.
Arte, valor, cultura, emoción, tragedia, tradición y fiesta. En suma ESPAÑA.


He sido siempre un gran aficionado a la fiesta nacional, algo que me inculcaron mis padres desde niño, llevándome, junto a mi hermano Eugenio, con ellos a la plaza de toros a ver varios festejos taurinos y espectáculos diversos como representaciones de zarzuela, veladas de boxeo o lucha libre.

Al finalizar la feria taurina de La Coruña, en el mes de octubre de 2014, mi buen amigo el gran pintor coruñés Marcial Ortiz, me animó a escribir la historia taurina de la ciudad. Sin embargo me asaltaron dudas. Hacer un libro exclusivamente de toros y que se dirigiese tan solo a la enorme cantidad de aficionados dispersos por el mundo, interesados en estos temas, ya era mucho. Pero había que dejar constancia de como La Coruña había sido taurina por derecho propio y que debido a un lamentable e incomprensible parón, estuvo sin fiesta durante 24 años, desde octubre de 1967 a agosto de 1991. Entonces decidí vestir mi trabajo, para animar a otros lectores, que desconocen por completo lo que ha significado y significa la gran fiesta taurina, a que encuentren en esas páginas, además de información sobre una gran cantidad de festejos celebrados desde 1850, sucesos acaecidos en nuestra querida España, reflejando también el ambiente de fiesta que se vivía en La Coruña cuando llegaban sus temporadas taurinas.

Las dudas quedaron despajadas cuando en agosto de 2015, con la llegada de la infecta, sectaria y malvada Marea, marca gallega de la canalla de Podemos, al gobierno municipal de La Coruña, prohibió la celebración de corridas de toros en La Coruña, algo que mantiene a día de hoy la alcaldesita de pitiminí del PSOE, apoyada por mareantes y separatistas. Ahí me puse manos a la obra y tras casi cinco años de investigación sale ahora este libro, magníficamente editado por SND, a la que agradezco profundamente su confianza. Ahora me falta rematar la faena con la historia de la cuarta plaza de toros coruñesa: El Coliseum, una instalación multiusos lograda gracias a la voluntad y afición de un alcalde irrepetible de la ciudad, Francisco Vázquez. Eso lo contaremos en un próximo volumen.

¿Por qué fue tan importante la trágica muerte en la grada del gran aficionado Cándido Roig Roura en agosto de 1934?
Con la muerte de aquel infortunado y gran aficionado, Cándido Roig, la fiesta cambiaría para siempre, apareciendo el estoque de cruceta que en la actualidad, utilizan los toreros para finiquitar su labor. Pero es que de aquella infausta tarde coruñesa del 6 de agosto de 1934, tras una cadena de malditos sucesos, que se reflejan perfectamente en el libro, todo va a desembocar en la trágica muerte en Manzanares del gran Ignacio Sánchez Mejías, justo a la semana siguiente de aquel festejo coruñés. Y de ahí saldrá el inmortal “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” del gran Federico García Lorca.

¿En qué medida la alternativa en 1929 del sevillano Maera con la presencia entre el público del escritor Ernest Hemingway fue algo legendario para La Coruña?
En aquella inolvidable plaza de toros de La Coruña, en 1912, se produjo la alternativa de Alfonso Cela “Celita, el único torero gallego que ha logrado hasta la fecha, doctorarse como matador de toros.
En 1929 tomaría en La Coruña la alternativa como matador de toros José García Maera, hermano de Manuel García Maera, un torero que había deslumbrado al escritor norteamericano Ernest Hemingway en su primera visita a España en 1921. El creador de “El viejo y el Mar”, que nunca había presenciado una corrida de toros se enganchó de tal forma a la fiesta que se convirtió en un seguidor empedernido de toros y toreros. Dejó constancia de ello en varias de sus obras literarias.

Con motivo de su segunda visita a España en 1929, Hemingway fue informado de que un hermano de Maera, actuaba como novillero. Le siguió en varias novilladas. Por ello se desplazó a La Coruña en los primeros días de agosto para verle tomar la alternativa. Hemingway a quien le apasionaba España, era un enamorado de Galicia, desde que en 1921 a bordo del Leopoldine había llegado a Vigo. De Santiago de Compostela llegó a decir que era la ciudad más hermosa que había visto jamás. Le impresionaron el azul del mar, las estrechas calles de la ciudad vieja de La Coruña; la inigualable ría de Vigo y sus pescadores en plena faena; la plaza de toros de Noya y las jornadas de pesca en el río Tambre.

Aquel domingo día 4 de agosto Hemingway, salió del hotel Ferrocarrilana de la Rúa Nueva, donde se hospedó. Después de pasear, beber tazas de vino del ribeiro en las abarrotadas calles de Olmos y Estrella y almorzar, ocupó una localidad de tendido en la plaza de toros coruñesa para ver al hermano de Maera, quien tuvo una buena actuación el día de su alternativa, e hizo posible que el empresario del coso coruñés, Domingo Dominguín, le incluyese en la corrida goyesca a celebrar dos días después.

¿Por qué también fue un evento importante la alternativa de Luis Miguel Dominguín?

Histórico aquel día dos de agosto de 1944, cuando la plaza de Toros de La Coruña, vistió sus mejores galas para ser testigo de la toma de alternativa como matador de toros de Luis Miguel Dominguín con un cartel conformado por Domingo Ortega, Domingo Dominguín y Luis Miguel Dominguín, con toros de Samuel Flores que se anunciaba como Samuel Hermanos.
La familia Dominguín estaba muy vinculada con la capital coruñesa. El padre de Luis Miguel, Domingo González Mateo, el “león de Quismondo”, fundador de la saga de los Dominguín, fue durante veintidós años empresario del coso de la avenida de Finisterre. En su vivienda de la calle de Rúa Nueva, pasaron Luis y sus hermanos gran parte de su infancia. En la plaza coruñesa, en el año de 1938, Luis Miguel con once años de edad, había toreado su primer becerro.

El día dos de agosto en la plaza se colgó el cartel de no hay billetes, para presenciar tamaño acontecimiento. Luis venía precedido de una fama arrolladora debido a sus grandísimas actuaciones como novillero.
Con un toro de nombre “Cuenco”, Domingo Ortega le cede los trastos dándole la alternativa. Luis Miguel cortaría esa tarde tres orejas saliendo a hombros, Ahí se iniciaría su gran carrera como indiscutible figura del toreo, amigo personal de personajes encontrados con el Generalísimo Franco o Pablo Picasso y un auténtico galán que conquistó a innumerables y bellísimas mujeres.

Igualmente el mítico Manolete tuvo un gran amor a La Coruña y sus gentes...
Sin lugar a dudas. Manolete debutó en la plaza de toros de La Coruña en agosto de 1942. Volvió a torear en la feria del 43. En mayo de 1945 con motivo de los festejos organizados para la inauguración del estadio municipal de Riazor toreo tres tardes con un éxito total. En sus cinco actuaciones en la plaza coruñesa obtuvo diez orejas y un rabo. Tanto encandiló la presencia de Manolete en la Coruña que la empresa adjudicataria de la plaza de la Avenida de Finisterre, que dirigía Marcial Lalanda junto a González Vera, preparó la feria de agosto de ese año 1945 sustentada en la gran rivalidad que existía entre Manolete y Arruza y que iban a torear de nuevo tres corridas los días 7, 8 y 9. Desgraciadamente todo se vino abajo por la forzosa sustitución de Manolete, que se había fracturado la clavícula izquierda, en un festejo celebrado en Alicante el día 29 de junio. De vuelta a los toros en Vitoria, el día seis de ese mismo mes de agosto, Manuel se resentiría de grave su lesión y cancelaría sus tres citas coruñesas, no volviendo a torear en la Coruña.

A mayor abundamiento en La Coruña, Manolete contó con una gran peña de amigos entre los que se encontraban, José González Chas, Ángel Duro, Alfonso Molina, Alfredo Malde, Arturo Mantiñán Alvedro y mi recordado padre, Marcelino. Pepe Chas, era propietario, entre otros innumerables negocios, del hotel Velázquez de Madrid. Allí conoció al diestro cordobés y allí le presentó a los que luego serían sus grandes amigos coruñeses. En incontables ocasiones, la pandilla coruñesa se desplazó, por España adelante, para ver torear a su amigo, el gran califa Cordobés. Algunas de las veces que Manolete toreó en La Coruña, se alojó en el chalet que Pepe González Chas poseía en la Gaiteira. Incluso era tal la amistad que Manolete forjó con Pepe González Chas, que en 1946, con motivo del día de San José, el gran torero cordobés le envió a su amigo coruñés un estoque de plata con el nombre de Pepe, en letras de oro, grabado en la empuñadura.

Por último la habitual presencia del Caudillo, el general Franco, en la plaza coruñesa ha marcado la historia coruñesa...
No solo la historia de la plaza de toros sino de La Coruña. Desde 1939 a 1975, el Caudillo de España veraneó en las torres de Meirás, enclavadas muy cerca de La Coruña. La ciudad, engalanada, se convertía durante unos días en la capital de España, debido a la presencia del Jefe del Estado, que celebraba consejo de ministros y aprovechaba para realizar inauguraciones de diversas obras, resaltando también su presencia en espectáculos deportivos y taurinos. En la plaza de toros de La Coruña el Generalísimo Franco presidió 16 festejos. La Coruña nunca podrá pagar lo que significó para la proyección y la historia de la ciudad la presencia en ella, durante 36 años, de Francisco Franco. Algún día, cuando España retome su serenidad y pulso de gran nación, La Coruña podrá intentar saldar, con el recuerdo generoso, aquella impagable deuda con aquel personaje irrepetible.




A modo de presentación

Despeje de plaza En 2014, una vez finalizada la última, por ahora, feria taurina que se ha dado en La Coruña, debido al sectarismo, maldad, odio, prevaricación y anti españolismo de un grupo lamentable que en mala hora llegó en 2015 al gobierno municipal de La Coruña y prohibió la fiesta de los toros, ciscándose incluso en la ley aprobada en el Senado de la nación en 2013, que declaró a la tauromaquia como Patrimonio Cultural de España. ES DECIR DE TODOS LOS ESPAÑOLES. 

Esta ley tenı́a su origen en una Iniciativa Legislativa Popular respaldada con 600.000 firmas de ciudadanos. Pues bien, una vez finalizada aquella exitosa feria celebrada en octubre de 2014, mi buen amigo y grandı́simo aficionado, Marcial Ortiz, me propuso escribir la historia taurina de La Coruña. Tengo que reconocer que me picó el gusanillo, pues no en vano nacı́a escasos cien metros de donde se encontraba la plaza de toros de La Coruña, el gran coso del camino de Santa Margarita, Avenida de Finisterre o calle del Médico Rodrı́guez, que ası́se le conoció y que cerró sus puertas en 1967. En aquella plaza vi, de la mano de mi recordado padre Marcelino, las primeras corridas de toros en directo. 

Por ello decidı́asumir el reto de una historia taurina, la coruñesa, que se remontaba a 1850, cuando el alcalde Juan Flórez, para atraer turistas a la ciudad, decidió levantar la primera plaza de toros de la ciudad de cristal y contrató para aquellos festejos nada menos que a la figura taurina de aquellos momentos, el gran Francisco Montes “El Paquiro”. Desde ese momento y por espacio de más de cinco años, revisando y constatando datos en innumerables diarios y revistas, me fui encontrando con una apasionante documentación sobre las tres primeras plazas de toros de la Coruña, que abarcaron los periodos de 1850-52, 1876-1879 y 1886 a 1967. 
De aquella investigación salen ahora estas lı́neas que presento a los lectores y que vienen a certificar la gran tradición taurina que tuvo siempre la ciudad de La Coruña y que por motivos exclusivamente de inacción e ingenuidad polı́tica, sufrió en su historia un incompresible parón de 1967 a 1991, fecha en que un irrepetible alcalde, español a machamartillo y gran aficionado, llamado Francisco Vázquez Vázquez, decidió inaugurar el Coliseo Municipal, que a la postre, se convertirı́a en la cuarta plaza de toros de la historia taurina de La Coruña y que en un próximo volumen abordaremos su historia. 

He querido reflejar en mis cometarios, sobre todo en lo referente a las actuaciones de los diferentes toreros en el ruedo coruñés el sentir de los cronistas coruñeses que fueron testigos de aquellos festejos; de los triunfos y reveses de las principales figuras del toreo que pasaron por las plazas coruñesas, convirtiéndolas en aquellos años, junto a Bilbao, San Sebastián y Santander, en unas de las más importantes del Norte de España. También, como no, quedan reflejados en estas páginas los triunfos de novilleros e incluso de aficionados que, en alguna ocasión se sintieron llamados por el arte de Cúchares, sin llegar finalmente a cumplir su sueño de ser toreros. Trasmitir a los lectores, sobre todo a los aficionados a este maravilloso arte, la emoción y la zozobra de quienes se jugaron la vida en el ruedo coruñés, saliendo triunfadores o abroncados. He decidido acompañar y reflejar en cada año en que se dieron corridas de toros en La Coruña, acontecimientos que marcaron para siempre la historia de nuestra querida España, ası́ como el ambiente que se vivı́a en la ciudad durante la temporada taurina, haciendo especial mención a las fiestas de agosto, dedicadas a la heroı́na Marı́a Pita, que siguen siendo en la actualidad las fiestas generales de la ciudad, una cita referente del verano coruñés. 

Precisamente desde 1940 hasta el cierre de la plaza de toros del camino de Santa Margarita, coincidiendo con las jornadas de veraneo en las Torres de Meirás del Jefe del Estado Generalı́simo Francisco Franco, La Coruña se convertı́a, por espacio de unas semanas, en la capital fáctica de España. Además de los mejores toreros, que se lucieron en la gran plaza coruñesa, esta recibió en varias ocasiones la visita del Jefe del Estado que presenció diversos festejos. En el ruedo de aquel gran coloso inaugurado en 1885, tuvieron lugar las alternativas de Alfonso Cela “Celita” el único torero gallego hasta la fecha, sucedida en 1912; la alternativa en 1929 del sevillano Maera, con la presencia entre el público del escritor norteamericano Ernest Hemingway y el gran acontecimiento taurino celebrado en 1944, que constituyó la alternativa de aquel grandı́simo torero que se llamó Luis Miguel Dominguı́n. Faenas de ensueño, puertas grandes, silencios sepulcrales y escándalos sonados, como aquel de agosto de 1948, que protagonizaron Gitanillo de Triana, Cagancho y Albaicı́n. También hubo lugar para la tragedia, con las muertes de los subalternos Cerrajillas y Dientes, del novillero Andrés Gallego, y sobre todo en un episodio sucedido en agosto de 1934 y que cambiarı́a la historia del toreo para siempre. 

En este trabajo se incluye por primera vez una fotografı́a del malogrado espectador y gran aficionado, Cándido Roig Roura, que encontró la muerte en aquella tarde aciaga del verano coruñés, cuando el estoque que manejaba Juan Belmonte, y después de un derrote del toro a su muñeca derecha, cuando intentaba acabar con su vida, salió despedido como una flecha, yéndose a clavar en el pecho del aficionado, que fallecerı́a momentos después en la enfermerı́a de la plaza coruñesa. Tengo que agradecer a dos gentiles damas, madre e hija, Marı́a Luz Roura Roig y Marı́a Luz Infante Roura, familiares directos de Cándido, el cederme su fotografı́a para insertarla como primicia en esta historia de las plazas de toros de La Coruña. 

La mayorı́a de las otras fotografı́as, postales y carteles que ilustran esta obra, han sido generosamente cedidas por mis buenos amigos Marcial Ortiz y Manuel Santiago Arenas Roca, provenientes de sus colecciones privadas, ası́ como otras de la colección del Sporting Club Casino, a cuyo presidente, el querido Juan Medı́n Guyatt, le agradezco profundamente su colaboración; a la Peña taurina de La Coruña y a su presidente Aalvaro Fernández, que aportó los archivos de tan emblemática asociación. 

A José Garcı́a Cabreros, el amigo Pepı́n, que me facilitófotografias y algún que otro cartel taurino. A la familia Aristeguı́ Romay, que me relataron recuerdos de su buen padre, gran aficionado. Y como no a mi recordado amigo, lamentablemente desaparecido, el coronel de Farmacia de nuestro Ejército, Alberto Villar, que al conocer el trabajo taurino que estaba preparando, me aporto unas instantáneas taurinas de enorme valor, -como la vuelta al ruedo en la plaza coruñesa de Joselito-, de la colección Villar Martelo. El resto son de mi colección personal de libros taurinos, carteles, entradas y fotografı́as, estas últimas que fui recibiendo, -al tener conocimiento de esta historia de las plazas de toros de la Coruña-, de mi inolvidable amigo, el gran fotógrafo coruñés Alberto Martı́ Villardefrancos, ya fallecido. Las demás imágenes fueron encontradas en internet. 

Mi agradecimiento personal a mi entrañable amigo Marcial Ortiz, que desde el principio me animó a acometer esta historia taurina coruñesa, aportando numerosos carteles, fotografı́as y mucha información, pues no en vano su recordado padre, Zitro, además de novillero prometedor, fue durante años el asesor taurino de la plaza coruñesa. Sin su imprescindible y valiosa ayuda, esta obra no habrı́a podido realizarse. 
A mi hermano Eugenio por su apoyo. 
A mi buen amigo y camarada Jose Maria Permuy Rey, que pacientemente fue rescatando del archivo del NODO, las imagenes del Caudillo de España, en diversos festejos que presidió en el coso de la Avenida de Finisterre. 

Mi reconocimiento y gratitud a Alvaro Romero Ferreiro, su esposa Isabel y la Editorial SND, que desde el momento que conocieron mi intención de publicar la historia taurina de La Coruña, se implicaron de forma decidida en el proyecto. Sin su generosa colaboración no hubiese sido posible el que estas páginas viesen la luz. 

Y un recuerdo imperecedero a mis padres Marcelino y Marı́a, grandes aficionados, que me inculcaron el amor y pasión por tan española y universal fiesta. El autor La Coruña 2021 1850. La primera plaza de Toros de La Coruña En el archivo municipal coruñés existe una nı́tida información sobre el devenir de la historia taurina de nuestra ciudad, encontrándonos con una documentación de Saavedra, en la que se señala de que quizás la primera corrida que se dio en la Coruña, fuese la celebrada el 24 de junio de 1554, con motivo de las fiesta de San Juan, en la que se lidiaron seis toros. Dos años más tarde, el 4 de mayo de 1556, y por medio de las investigaciones de Estrada Catoyra, conocimos que la autoridad municipal ordenaba que al domingo siguiente, 11 de mayo, se corriesen tres toros “en la plaza de esta ciudad, donde estaba levantado el cadalso para honra y alzamiento del pendón por el rey don Felipe, y que dichos toros los diese Bartolomé Xago y los demás carniceros de la ciudad”. 

También existe documentación de que se corrieron toros en los festejos del Voto a la Virgen del Rosario, con motivo del levantamiento del asedio por parte del pirata Drake, allá por el año de 1589 y que aquellos primeros festivales, al igual que los se ofrecieron en honor a la festividad del Santo Bautista, tenı́an como marco la Plaza de la Harina. Incluso en 1660, debido a una corrida de toros, hubo un conflicto entre la Real Audiencia y el Ayuntamiento, al negar este a presenciar a los miembros de la audiencia, desde balcones y ventanas de la casa consistorial, el mencionado festejo. Ante tal negativa, la audiencia reaccionó furibundamente y expulsó violentamente al Ayuntamiento de su domicilio, cambiando las cerraduras y recogiendo las llaves, para que no volviese a ocuparlo Coincidiendo con la presencia en la ciudad de Doña Marı́a de Neoburgo, esposa del Rey Carlos II “El Hechizado” en 1690, se dieron en su honor dos corridas de toros. Habrı́a que esperar, sin embargo, hasta el siglo XIX, para que un buen regidor de la ciudad, el alcalde Juan Flórez, diese, en 1850, el primer paso, para establecer una feria taurina anual y permanente en nuestra ciudad. 

El buen alcalde diseñó un atractivo programa de festejos con el fin de atraer el turismo a La Coruña. Por ello impulsó vivamente la construcción de una plaza de toros. Después de barajar diversos lugares para su ubicación, como el campo de la Leña o el de Marte, se decidió a situarla donde posteriormente estuvo la fábrica del Gas, es decir, en el corazón de la hoy tan traı́da y llevada calle de Juan Canalejo, (rebautizada por la marea infecta como del Socorro), en los altos del barrio de la Pescaderı́a, que comprendı́an las calles de Zalaeta, Rastro y Hospital. La feria taurina se enmarcaba dentro de un amplio programa de fiestas en honor a la Virgen del Rosario, Patrona de la Ciudad, con la consiguiente renovación del voto a la Santı́sima Virgen en recuerdo de la gran jornada de 1589 donde los coruñeses con fe, valor y decisión sin lı́mites, doblegaron al pirata Drake y a su magnı́fica escuadra inglesa que durante dı́as tuvo completamente cercada la ciudad. Desde el dı́a dos de julio, coincidiendo con la octava de San Juan y por espacio de casi un mes, los coruñeses tuvieron la oportunidad de presenciar festejos taurinos, actuaciones cómicas, teatro, danza y otros espectáculos. 

La plaza que se construyó en madera, fue diseñada por Julián Salces, siguiendo los bocetos del segundo arquitecto municipal Manuel Rosende, con capacidad para unas 8.000 personas. El terreno era propiedad de un conocido industrial llamado José Agapito Ugarte, quien arrendó la explotación de la plaza a Manuel Pascual, adjudicándose las obras de su construcción en 58.000 reales a José Domı́nguez. El pliego de condiciones detallaba que el ruedo tendrı́a que medir 50 varas de diámetro. Deberı́a confirmarse que llevarı́a barrera, contrabarrera, veinte gradas de tendidos y cuatro más cubiertas a modo de andanadas, con una barandilla de madera. También obligaba al empresario constructor a disponer de tres palcos, uno de ellos para la presidencia. Enfrente de la misma se colocarı́a un entarimado como lugar reservado para la banda de música, clarines y timbales. La Corporación Municipal se harı́a cargo del botiquı́n, que tendrı́a que ser atendido por dos facultativos uno en medicina y otro en cirugı́a, un practicante, dos enfermeros y un local para enfermerı́a con dos camas y una camilla. 

El Ayuntamiento, también acometerı́a el enarenado del suelo y facilitarı́a las mulas necesarias para el arrastre ası́ como personal de arreo y fuerza armada, alguaciles y lo que más conveniente creyera para mantener el orden público. Por parte de la empresa se entregarı́a al ayuntamiento un monte o una dehesa donde pudiesen pastar los toros a lidiar. El constructor se comprometió a dar una fianza de 40.000 reales, mientras que el Ayuntamiento aportarı́a, para usufructuarla, 50.000 reales pagaderos en tres plazos…(sic)


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martes, 7 de junio de 2022

LIBRO Y PELÍCULAS, BASADAS EN LA NOVELA DE VICENTE BLASCO IBÁÑEZ "SANGRE Y ARENA" INSPIRADA EN LA VIDA DEL TORERO MANUEL GARCÍA CUESTA, "EL ESPARTERO". 🐂


Sangre y arena es una novela de Vicente Blasco Ibáñez publicada en 1908 e inspirada parcialmente en la vida del torero sevillano Manuel García Cuesta El Espartero, muerto por una cogida en la plaza de toros de Madrid en 1894.

El Espartero

Manuel García Cuesta (Sevilla, 18 de enero de 1865 - Madrid, 27 de mayo de 1894), más conocido como El Espartero, fue un torero español que resultó muerto a los 29 años tras una cornada infligida cuando entraba a matar, por el toro «Perdigón» de la ganadería de Miura en la Plaza de Toros de Madrid.​
Su verdadero nombre fue Manuel García Cuesta, el apodo El Espartero procede de la actividad profesional de su padre, que poseía una espartería en la Plaza de la Alfalfa de Sevilla.

Tomó la alternativa en la Plaza de toros de Sevilla el 13 de septiembre de 1885 de manos de Antonio Carmona, conocido como «El Gordito». Pronto se convirtió en uno de los toreros más populares de su tiempo y sobre él se contaban mil anécdotas, como las célebres frases que se le atribuyen: «Más cornás da el hambre» que pronunció cuando un banderillero le advirtió sobre las dificultades de un animal y «Que alegría tenía aquel toro, en menos de cinco minutos me tiró más de cincuenta cornás», mientras dialogaba con el cirujano que le atendía de una gravísima cornada.
Tenía fama de generoso, muchos comentaban que su bolsa se llenaba rápidamente y enseguida se vaciaba de nuevo por sus donativos. Uno de sus pases más característicos era citar al toro de lejos con la muleta plegada en alto, para luego desplegarla a medida que el animal avanzaba. Muchos años después otro torero sevillano, Pepe Luis Vázquez lo ejecutó de la misma manera, según las explicaciones que recibió de su abuelo que había pertenecido a su cuadrilla.

Tras su muerte, el cadáver embalsamado fue trasladado de Madrid a Sevilla, donde lo esperaban junto a su viuda Celsa Fonfrede más de seis mil personas, el gremio de cocheros acordó trasladar gratuitamente al público al Cementerio de San Fernando de Sevilla donde se celebró el entierro. El paso del cortejo fúnebre fue presenciado por una gran multitud y 20.000 personas, la mayoría mujeres, pasaron ante el cuerpo del diestro en la capilla fúnebre.​ En su tumba, se representa simbólicamente la muerte con una columna rota por la mitad.

Varios escritores se han servido de la vida de El Espartero para sus narraciones, como Vicente Blasco Ibáñez en su novela Sangre y Arena, Fernando Villalón, que le dedicó un poema, y el periodista y escritor Fernando Martínez, que relata su vida en la novela "La tarde más larga", publicada por Editorial Almuzara.
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«Los toritos de Miura
ya no le tienen miedo a nada,
que se ha muerto El Espartero,
el que mejor los mataba...»

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COPLAS

I
Giralda, madre de artistas,
molde de fundir toreros,
dile al giraldillo tuyo
que se vista un traje negro.

Malhaya sea Perdigón,
el torillo traicionero.

Negras gualdrapas llevaban
los ochos caballos negros;
negros son sus atalajes
y negros son sus plumeros.
De negro los mayorales
y en la fusta un lazo negro.

II
Mocitas las de la Alfalfa;
mocitos los pintureros;
negros pañuelos de talle
y una cinta en el sombrero.
Dos viudas con claveles
negros, en el negro pelo.

Negra faja y corbatín
negro, con un lazo negro,
sobre el oro de la manga,
la chupa de los toreros.

Ocho caballos llevaba
el coche del Espartero.

III
La corrida del domingo
no se encierrra sin mi jaca.
Mi jaca la marismeña,
que por piernas tiene alas.
Venta vieja de Eritaña
la cola de mi caballo
dos toros negros peinaban...

IV
A la una canta el gallo,
a las dos la cotubía
a las tres el ruiseñor
y a las cuatro ya es de día.

V
Besando la carretera
hay una ventita blanca
y una mocita que cosa
a la sombra de una parra.

VI
Braman los toros negros en su feraz orilla
y los potros retozan. Un jinete vaquero
pelea con la garrocha y su moruna silla
¿Será un abencerraje o un moro guerrillero
que no quiso entregarse al conquistar Sevilla?

VII
Con los estribos muy cortos
y las cinchas apretadas,
a todo el palo las picas,
las crines en la barba,
tres mil tendidos,
apenas la arena rayan.

VIII
Con sus dos perras podencas
y su hurona en el cestillo,
su cuzca de siete cuartas,
su cuerpo y su capotillo,
sus ceñidores de paño
el furtivo cazador
caza por Sierra de Armijo.

IX
De veludillo de oro
la calzona, verde faja,
chaquetilla de caireles
y medias anaranjadas.
sobre el charol del zapato,
dos mariposas de plata.

X
Dame la jaca alazana
y el trabuco de mia abuelo;
el que tiene guardamonte,
filigranado de acero.

XI
Echa vino, montañés,
que lo paga Luis De Vargas,
el que a los pobres socorre
y a los ricos avasalla.

XII
En el espejo del agua
yo reparo en los andares
salerosos de mi jaca

XIII
En las salineras del Puerto
se encarga a los salineros
las garrochas de majagua
que gastan los mozos buenos….

XIV
¡Islas del Guadalquivir!
¡Donde se fueron los moros
que no se quisieron ir!

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miércoles, 23 de octubre de 2019

LA FIESTA DE LOS TOROS: UNA FIESTA HUMANA, DEMASIADO HUMANA 🐂


Una fiesta humana, demasiado humana

El autor defiende la fiesta de los toros y argumenta que responde al concepto de cultura que define la convención de la Unesco, de marcado carácter antropológico: el conjunto de las prácticas, tradiciones y sentimientos que reflejan las vivencias de una comunidad y con las que ésta se identifica.

Así puede ser calificada la fiesta de los toros cuando son los aficionados los que hablan, y no por ellos los antitaurinos que caricaturizan sus sentimientos achacándoles toda clase de perversidades. También lo hicieron los colonizadores con los pueblos a los que llamaron salvajes, antes de que algunos espíritus selectos propusieran una visión más respetuosa y abierta de estas culturas ignoradas.

Sí, la tauromaquia es tremendamente humana porque es ante todo el espectáculo de la fragilidad. Para que una tarde de toros cumpla con todas sus promesas es preciso que ese día no moleste el aire, que los toros estén en condiciones y tengan embestidas acordes con las posibilidades técnicas y estéticas del matador, y que éste quiera por de pronto alzarse más allá de las obligaciones de su profesión para sentir y expresar su misterio, como muy bien lo dijo Rafael El Gallo.

Por ello los aficionados se asemejan a unos devotos, manteniendo la esperanza incansable del milagro a costa de muchas decepciones. Es innegable que la corrida tiene su parte de crueldad, en el sentido etimológico de la palabra, pero todo el espectáculo tiende a hacerla olvidar: olvidado el miedo, olvidadas la sangre y la violencia cuando la embestida de un toro bravo, subyugada por el engaño, se alarga y se funde con el torero en una armonía inverosímil, como si el hombre por la magia del temple tuviera la capacidad de hipnotizar al toro y de parar el tiempo. Es un espejismo desde luego, pues aquí todo es efímero empezando por la obra dibujada en el ruedo, que muere en el mismo instante en que ha sido vislumbrada, y de manera definitiva con el toro que se ha prestado a ella.


El toreo es el arte de las formas que vuelan, que se saben nacidas en un mundo perecedero, y que quieren compensar su carácter fugaz con la búsqueda insaciable de la belleza en el laberinto del movimiento. Por ello el temple es su mayor virtud, pues es el intento, lentificando las suertes, por aplazar el fin ineludible del poema que el hombre está improvisando durante unos pocos minutos con su toro, compenetrado con él. Razón por la cual intelectuales de la talla de Valle-Inclán y Pérez de Ayala, homenajeando al joven Belmonte, se atrevieron a afirmar que el toreo, por esta fugacidad misma, es más conmovedor que las demás artes. Por su parte José Alameda, un exiliado de la Guerra Civil, consideró que esta fiesta es "humana, demasiado humana", pues condensa todas las vicisitudes de la vida y de la muerte con las que el hombre se siente enfrentado a lo largo de toda su existencia.

Pero por otra parte la tauromaquia es animalista, pues se basa en la mayor cercanía y complicidad posibles con el animal. Innumerables horas de conversación con toreros, ganaderos y aficionados me lo han confirmado. Torear es ante todo acoplarse con el toro, incluso -como me lo dijo el torero y escritor Juan Posada- hacerse a la vez hombre y toro, Minotauro de alguna manera, permitiendo a su oponente, después de haberlas percibido, expresar todas las potencialidades de su bravura que sin el toreo hubieran quedado inéditas. En este sentido la fiesta de los toros, que cumple con los cinco criterios marcados por la convención de la Unesco para identificar un patrimonio cultural inmaterial, cumple particularmente con el que se refiere al "conocimiento de la naturaleza y del universo".


Hablando de la Unesco conviene volver al concepto de cultura tal como lo define el texto de esta convención de marcado carácter antropológico: es el conjunto de las prácticas, tradiciones y sentimientos que reflejan las vivencias de una comunidad y con los que ésta se identifica. Cada una de estas culturas, mientras esté conforme con los principios de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y mientras esté compartida y transmitida a las nuevas generaciones (éste es el auténtico significado de la palabra tradición), debe ser respetada en su diversidad, incluso si dentro de una región queda como minoritaria. Aquí no valen cazas de brujas, inquisiciones ideológicas o políticas. Su libertad -en este caso la de los aficionados- debe ser preservada contra cualquier imposición o prohibición externa, incluso si éstas se basan en el resultado del voto de una supuesta mayoría. Esto equivaldría a instrumentalizar un proceso aparentemente democrático para restablecer la censura, curioso retroceso a otros tiempos en los que se quería imponer para todos la dictadura de lo «moralmente y políticamente correcto». El hecho de ser minoritaria no descalifica una cultura. Eso lo dice la Unesco a través de sus convenciones de los años 2003 y 2005.

Y dos cosas más frente a acusaciones convertidas en repetidos eslóganes y estereotipos: hablar de tortura a propósito de un animal indómito, cuya lucha hasta la muerte es un peligro permanente para el torero, es un insulto para las víctimas verdaderas de este acto repugnante.

Por otra parte el bienestar animal es un concepto muy relativo; relativo a la forma de ser y de comportarse de cada animal, de compañía, salvaje o del campo, pues el animal en sí sólo existe en la mente de algunos animalistas radicales, tal vez impactados por los personajes de Disney y muy alejados de las realidades del mundo rural. El toro de lidia, criado durante al menos cuatro años en libertad y en espacios extensivos, naturales y protegidos mientras otros bovinos van al matadero a los pocos meses, goza sin lugar a dudas de un bienestar privilegiado hasta los veinte últimos minutos de su vida. Y ¿qué decir de los sementales y de las vacas bravas, criados con el mismo cuidado y respeto manifestados a esta raza excepcional que desaparecería en el mismo momento en que se prohibiera la tauromaquia, del mismo modo que desaparecería todo el entorno ecológico ligado a su crianza? ¿No sería acaso más urgente velar por el bienestar de algunos animales mascotas, condenados a vivir en unos espacios reducidos y a todas luces inadaptados para ellos, y a veces abandonados por sus dueños cuando llegan las vacaciones? ¡Dios nos libre de la ecología urbana o de salón!

François Zumbiehl es escritor, doctor en antropología cultural por la Universidad de Burdeos y vicepresidente del Observatorio francés de las culturas taurinas.


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