EL Rincón de Yanka: "A LAS CINCO DE LA TARDE" POR JOSEFINA LÓPEZ DE SERANTES ⌚

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jueves, 22 de agosto de 2013

"A LAS CINCO DE LA TARDE" POR JOSEFINA LÓPEZ DE SERANTES ⌚


A LAS CINCO DE LA TARDE

DE SOL A SOL 
LA VOZ DE GALICIA 
(15/08/1991)

Tomasiño Balbás, el niño al que un hombre bueno hizo realidad un sueño casi fantástico, no murió como los médicos habían diagnosticado, porque Dios se valió del noble corazón de un torero para hacer un milagro. Y así, el chiquillo siguió guardando la montera como un relicario, hasta que cuando ya tenía 13 años, un fatídico domingo 11 de agosto de 1934, «a las cinco de la tarde», tal como cantó Lorca en su apasionado «Llanto...», un toro, por nombre «Granadino», de la ganadería de Ayala, acabó con la vida de Sánchez Mejías.

¡Ay, cómo lloró Tomasiño aquella tarde apretando contra su rostro la negra montera! Pero el niño, al que el torero nunca olvidó, y con el que siempre siguió relacionado, se reunió con su ídolo en la eternidad el mes de marzo de 1957, cuando tenía 36 años. 

Su hermana Lita Balbás, la chica de la maravillosa voz de cristal que tanto emotivos recuerdo tiene en La Coruña, me habló casualmente de la historia de su hermano hace tan sólo unos días, y me relató cómo su padre, con motivo de la visita a La Coruña del hijo de Sánchez Mejías, intentó devolverle la montera diciendo:

-Si él se la dio a mi hijo, yo se la daré al suyo.
Para ello, se concertó una entrevista que jamás se llegó a realizar, puesto que el hijo del malogrado torero falleció inesperadamente y repentinamente por un paro cardíaco aquella misma noche.

Desde entonces, Lita, única superviviente de la familia Balbás, todavía guarda en una vitrina la histórica montera del torero, juntamente con importantes documentos de la época, poniendo en sus palabras un inigualable acento emotivo y un gesto de veneración para aquel hombre que quiso hacer realidad el sueño de un niño que se estaba muriendo.

Y la voz de Lita se quiebra por las lágrimas al leer los sentidos y tristes versos que el poeta de la tierra del sol dedicó al dolor de la mujer tan profundamente amada por el torero: «La Argentinita».
«¡Qué no quiero verla!/ Dile a la luna que venga/ que no quiero ver la sangre/ de Ignacio sobre la arena/ ¡Que no quiero verla!»