EL Rincón de Yanka: LEYENDAS NEGRAS ESPAÑOLAS: SOBRE LA INQUISICIÓN DE ESPAÑA

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jueves, 15 de agosto de 2013

LEYENDAS NEGRAS ESPAÑOLAS: SOBRE LA INQUISICIÓN DE ESPAÑA


Y en siglo XVI, tras la quema del español Miguel Servet en Ginebra por Calvino, 

el calvinista Sebastián Castellio escribió: 

“Matar a un hombre no es defender una doctrina, sino matar a un hombre; 
cuanto más conoce un hombre la verdad, menos se inclina a condenar”.



... la leyenda negra de la España inquisitorial, ignorante, fanática, incapaz de figurar entre los pueblos cultos, dispuesta siempre a las represiones violentas, enemiga del progreso y de las innovaciones... la leyenda que habiendo empezado a difundirse en el siglo XVI, a raíz de la Reforma, no ha dejado de utilizarse en contra nuestra desde entonces...
Julián Juderías, La Leyenda Negra, 1914


La Leyenda Negra, como propaganda antiespañola, empieza a fraguarse a partir de mediados del siglo XVI coincidiendo con la rebelión de los Países Bajos contra el gobierno de Felipe II. Sin embargo, algunos autores establecen antecedentes de esta hostilidad hacia los españoles principalmente en Italia, aunque también en Alemania y Francia.


Los antecedentes italianos se remontan al siglo XIII cuando el reino de Aragón se extendía por el Mediterráneo hasta Nápoles y Sicilia. La competencia comercial de los mercaderes catalanes y la posterior imposición de tributos por parte de la administración española suscitará odios entre los italianos. 


Odios injustificados, pues, por una parte, es Castilla la que seguirá cargando con el mayor peso fiscal en cuanto al mantenimiento del Imperio, posesiones italianas incluidas, y, por otra, la defensa de Italia frente a la amenaza turca depende básicamente del Imperio español. También la administración de justicia española habrá de toparse con los privilegios de la desplazada aristocracia italiana. Ésta, apelando a sentimientos nacionalistas, conseguirá finalmente que el pueblo italiano también se resienta contra los españoles a pesar de que el sistema judicial hispano era generalmente benévolo e imparcial a nivel popular.

Una parte principal de la Leyenda Negra se ceba especialmente con la Inquisición española, uno de los instrumentos para llevar a cabo la política imperial de Felipe II en Europa. La Inquisición española fue un tema recurrente entre los intelectuales europeos, que vieron en el Santo Oficio una simple maquinaria de practicar las más horrendas torturas. Y, en particular, fue una de las grandes obsesiones de los holandeses. En este sentido, todas las obras de la época intentan describir con el máximo morbo posible los sangrientos procedimientos inquisitoriales.


La Inquisición moderna fue creada por los Reyes Católicos a través de una bula del papa Sixto IV, en 1478. Pero mucho antes ya funcionaba la llamada Inquisición medieval en países como Francia o Alemania donde se encargaba de perseguir a los herejes, como los albigenses franceses. Por otra parte, los países protestantes, una vez libres del control de Roma, crearon sus propias Inquisiciones, mucho más crueles que la española. Así, en sus tres siglos y medio de existencia, la Inquisición española mandó ejecutar a unas cuatro mil personas (la inmensa mayoría judaizantes), mientras que en un periodo de tiempo mucho menor se quemaron doscientas mil brujas en el Norte de Europa o se ejecutaron también cientos de miles de católicos en la Inglaterra de Isabel I.


«Todo se vale en el amor y en la guerra», escribió Shakespeare en aquella época, pero después de 400 años ya es tiempo de gritar: 
«¡Ya basta!» 

Sin embargo, el daño ya está hecho y la mayor lección de la Leyenda negra es el poder de la prensa. El norte de Europa, especialmente Inglaterra, usó la imprenta con mucha más frecuencia y eficacia que España. Sirva como ejemplo que entre los cuarenta autores más traducidos a lo largo de 25 años de historia, veinticinco con de lengua inglesa y ni uno solo es español. Los grandes de España consideraban indigno de un caballero responder a las acusaciones contra su país tramadas por la máquina protestante de propaganda. De ser posible, preferían decidir la contienda en un duelo. Está muy bien, pero tales caballeros murieron hace cuatro siglos, mientras la imagen pintada por sus enemigos sigue adornando los salones de la cultura popular en todo el mundo. La historia la escriben los vencedores y el vencedor ha sido la pluma, no la espada.



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