Educación:
el conocimiento no es un puerto
sino una navegación
Alberto Benegas Lynch (h) sostiene que el pensamiento crítico, la innovación y el debate abierto son esenciales para el desarrollo educativo.
Como tantas veces se ha dicho, una cosa es la academia y otra la política. En última instancia ambos planos se complementan en el sentido que tal como reza el precepto bíblico en Isaías 1-9 (Si Yahveh de los ejércitos no nos hubiera dejado un resto pequeño, seríamos como Sodoma, semejantes a Gomorra). indefectiblemente toda buena idea produce su natalicio en un pequeño grupo que luego se va extendiendo hasta tocar el ámbito político para ejecutarse.
Como ha escrito John Stuart Mill, “todo buen aporte nuevo necesariamente pasa por tres etapas: la ridiculización, la discusión y la adopción”, de lo contrario, si nos mantuviéramos con los criterios envueltos en las telarañas mentales de los conservadores del peor estilo, es decir, aquellos que están estancados y no pueden moverse del statu quo por más obsoleto y absurdo que este sea, nunca hubiéramos pasado del garrote, el taparrabo y la cueva porque el arco y la flecha era algo nuevo y no probado en otras latitudes.
Esta concepción anacrónica define el atraso y la enemistad con el progreso moral y material, la historia de la humanidad hubiera sido la del retroceso más brutal de haberse seguido este sendero. Las cosas del pasado no necesariamente hay que endosarlas al futuro, este es el problema de la frecuente y malsana costumbre de extrapolar lo pasado e imponerlo al futuro. La historia no es un proceso lineal inmutable lo cual no quiere decir abstenerse de aprender de ella al efecto de no repetir errores, afortunadamente lo que viene no es la reiteración de lo que fue para así abrir cauce a nuevos desafíos y posibilidades lo cual no quita que se sea prudente en las transiciones y se tenga muy en cuenta el estado de la opinión pública y no contemplar sólo lo deseable sino con gran perspicacia aplicar y adoptar lo que resulte posible y oportuno en cada instancia.
Vamos entonces al caso actual argentino respecto a la educación. El gobierno nacional ha declarado una y mil veces que su único propósito es auditar las universidades que dependen de financiación gubernamental, es decir, del bolsillo de los contribuyentes al efecto de evitar usos impropios de recursos, esa es su meta declarada por todos los medios posibles en esta materia, un objetivo que no puede sino aplaudirse por toda persona decente.
El manejo que viene haciendo el actual gobierno revela gran capacidad para mantener lo crucial en materia educativa sin desmoronar el equilibrio fiscal con una proeza en vetar lo que no tiene contrapartida para erogaciones adicionales en un cuadro de situación de permanentes palos en la rueda e incomprensiones. Un equilibrio presupuestario que con tanto éxito se ha logrado en un notable contexto de haber reducido el gasto público en un treinta por ciento en términos reales en poquísimo tiempo de gestión y una tendencia que marca una decidida reducción en la incendiaria inflación que heredaron ahora en medio del descubrimiento de curros purulentos instalados por gobiernos anteriores que se ponen en evidencia y constantes e imprescindibles desregulaciones en un medio que ha revertido con firmeza el desorden y el caos que reinaban en las calles. Todo con muchos proyectos bienhechores en carpeta para próximas realizaciones. El gobierno es consciente de los sufrimientos que aún se padecen debido al embate horripilante de las administraciones anteriores que irán amainando a medida que las nuevas políticas vayan surtiendo efecto cada vez más generalizado.
En más de una ocasión el actual Presidente ha manifestado que todo el aparato estatal –el monopolio de la fuerza– es una asociación inconveniente que no debiera existir (hay copiosa bibliografía referida a externalidades, bienes públicos, asimetría de la información, el dilema del prisionero, el teorema Kaldor-Hicks y el equilibrio Nash), pero dadas las condiciones y circunstancias en que le ha tocado gobernar adopta la noción de una estructura estatal lo más reducida e indispensable que resulte posible dadas las restricciones inevitables de la política y con el cuidado de pasos prudentes e inteligentes en esa dirección en un clima donde paulatinamente se sale de un estatismo asfixiante que todo lo envolvía en las fauces del Leviatán que aplasta a diestra y siniestra en su andar destructivo. En otras palabras, un nuevo “piloto de tormenta” y “segundo milagro argentino” después de Alberdi para lograr lo que sea posible obtener en medio de la absoluta catástrofe que recibió y que supera con creces todo lo imaginable. Lo relevante es el rumbo de la gestión y su balance neto y dejar de lado sinsabores que ocurren en todo lo humano. Esto a pesar de incomprensiones a lo perro del hortelano: si el Presidente no acuerda es un dogmático intransigente, si acuerda entrega valores, una encerrona que tejen los distraídos de siempre. En este cuadro de situación y en un plano más amplio, es pertinente subrayar las extraordinarias metas propuestas por el Presidente, especialmente en las escalinatas del Congreso al mejor estilo estadounidense, en Davos, cuando recibió el premio Juan de Mariana en Madrid y en las Naciones Unidas, todo lo cual constituye un magnífico ejemplo para el mundo.
Lo dicho para nada quiere decir que debemos paralizar las ideas y dejar de proponer nuevos paradigmas para el momento que les toque aunque este sea de lejano cumplimiento. En este sentido he escrito ensayos y artículos en diversos medios académicos y periodísticos sobre mis propuestas que no comprometen a nadie más que a mi persona con la ilusión de abrir nuevos debates y escuchar atentamente los pro y contras de mi análisis, por supuesto siempre con argumentos y completamente ajenos a esquemas cerrados, embretados y encajados en el pasado. Como tantas veces he puntualizado, bajo mi computadora tengo un inmenso letrero que reza nullius in verba (No creas en la palabra de nadie. "Mira por ti mismo") que es el lema de la Royal Society de Londres que se traduce en que no hay palabras finales. Esa es la historia intelectual de la tradición de pensamiento liberal: estar en la punta de la silla con atención especial en mejoras y distintas formulaciones que surgen de escarbar y escudriñar avenidas diferentes y más fértiles, por eso uno de mis libros se titula "En ebullición", lo contrario –el anquilosamiento– es la contracara del espíritu del liberalismo de todas las épocas.
El conocimiento está constituido por corroboraciones provisorias, abiertas a refutaciones. Todo el recorrido del saber de la humanidad consiste en una serie interrumpida de refutaciones que han permitido nuevos saltos cuánticos para bien del ser humano.
Entonces después de rendir homenaje a los actuales gobernantes por su sabia administración de todo lo vinculado a la educación en un clima áspero de incomprensiones e intereses opacos de variada intensidad, recalco que lo último que escribí en la materia para discutir y desmenuzar en una línea argumental que pueda eventualmente servir para las generaciones venideras. Lo hice resumidamente respecto a lo que he venido puntualizando antes con más detenimiento y apoyo de nutridas referencias bibliográficas, pero ahora telegráficamente como prólogo al libro recién publicado por el Rector de la Universidad del CEMA doctor Edgardo Zablotsky donde compila sus textos y opiniones sobre el tema de nuestro tiempo, léase la educación de lo cual depende todo lo demás. De allí el célebre dictum del marxista Antonio Gramsci:
“Tomen la cultura y la educación, el resto se da por añadidura”, un consejo que tomado por el estatismo militante que lo inserta al pie de la letra como adoctrinamiento, en lugar de lo escrito por Krishnamurti en cuanto a que “la educación enseña cómo pensar, nunca qué pensar” siendo el pensamiento crítico e independiente la clave del tema educativo. Como es sabido, los diversos puntos de vista y perspectivas deben formularse con calma y lejos siempre de una improcedente, exacerbada y malparida politización en el peor sentido de la expresión. Este es el destino que pretenden todas las colaboraciones serias.
Y no exclamen los de la mala fe que todos los liberales concuerdan con mi agenda y contenidos de propuestas, pues como he dicho en distintas oportunidades los liberales no somos una manada y detestamos el pensamiento único por lo que bienvenidas las disidencias para despejar y aclarar diferentes perspectivas. En estas lides hay sugerencias variopintas y todas deben ser examinadas y reexaminadas y, como queda consignado, nada es estanco, se trata de un constante movimiento dinámico. En nuestro caso argentino actual, como queda dicho, es recomendable separar lo posible y conveniente hoy respecto a visiones de futuro sujetas a cuidadosa revisión, pero en todo caso nunca la parálisis y las pesadas cadenas mentales que enceguecen… como reza el proverbio que enfatiza la trascendencia de las mentes abiertas: “La mente es como un paracaídas, solo funciona si está abierto”.
Las confrontaciones rigurosas se han traducido en pasos gigantes que apuntan al avance de la civilización porque como ha escrito el profesor austríaco en la Universidad de Georgetown y colaborador de la estadounidense National Review, Erik Kuehnelt-Leddihn:
“Si se quiere llegar a la fuente necesariamente debe nadarse contra la corriente”. Y para terminar con algo de humor que ya he citado antes en una de mis presentaciones, cierro con un pensamiento magistral de Cantinflas que define y traslada a una píldora un aspecto medular en la lucha que estamos empeñados los liberales: “Una cosa es ganarse al pan con el sudor de la frente y otra bien distinta es ganarse el pan con el sudor del de enfrente”.
Este artículo fue publicado originalmente en Infobae (Argentina) el 30 de noviembre de 2024.
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